¿La Vida Importa?

En el festival internacional de cine independiente de Buenos Aires, denominado BAFICI, del año 2018 se estrenaron muchas películas. Una de ellas es la película argentina «Mekong – Paraná. Los últimos laosianos«. En ella se muestra como llegaron refugiados laosianos, escapando de la guerra de Vietnam, a Argentina y como ha venido siendo su vida.

En una escena de la misma uno de los protagonistas muestra un tatuaje en su brazo. Al explicar su significado expresa que literalmente quiere decir: «la vida no importa«. La razón por la cual el gobierno de Vietnam en esa época hacía estos tatuajes era porque «si la vida importaba, nadie iba a querer ir al frente de batalla».

Para que la vida importe tiene que tener un sentido que valga la pena. Las personas que viven en situaciones angustiosas como las que venimos de mencionar, las que no visualizan ninguna posibilidad de tener un lugar en la sociedad, de ser valoradas, de qué «están jugadas» por la droga o la maraña de la marginalidad y la violencia, que se consideran sólo un objeto mercantil o una mera pieza en un tablero de ajedrez del poder, entre otras, llegan a esta lamentable conclusión. Esto no sólo les concierne a ellos, sino también al medio que los rodea que también sufre el impacto de la violencia y del sin sentido de esos seres humanos.

La bella frase de la entrada de Abraham Lincoln nos remite a una vida de calidad, es decir a que nos sintamos felices. Para ello tenemos que estar en un entorno medioambiental y vínculos personales que nos lo posibilite. Su construcción depende de cada uno de nosotros, en lo micro y en lo macro (la sociedad, la economía y la política, así como las distintas expresiones culturales vinculadas con lo sapiencial). La construcción conjunta de un sentido del compartir, de justicia, de fraternidad y de amistad social nos puede llevar a un mundo mejor.

 

¿Una economía con otros valores?

En esta entrada nos planteamos la pregunta, si la economía (entendida como la corriente principal de la misma), puede tener «otros valores» que no sean la maximización del excedente económico que denominamos «lucro».

La primera respuesta sería «no», si consideramos a la economía -en el contexto del sistema capitalista- como una forma de «carrera» o competencia para el progreso individual, para generar riqueza y -a veces- sólo para sobrevivir en el mercado en el contexto institucional que se de, y en oportunidades, bajo modalidades informales sin importarnos los medios que utilizamos para ello. En esto coincidirían tanto economistas de esta corriente como de la economía marxista, en el sentido de que las «las leyes» o lógicas de acumulación del capitalismo llevan a esta situación por más que el «capitalista a nivel individual» quiera hacer otra cosa. La realidad está compuesta de múltiples evidencias de daños ambientales y sociales (v.g. trabajo «no decente» y desigualdad) que así lo demuestran. Una visualización de esta afirmación para las grandes compañías se presenta en la película «La Corporación» o en la reciente serie «Dirty Money«. Ello no quita que algunos dueños de estas empresas o corporaciones, «disocien su negocio» de «su ganancia personal», y con esta última sean filántropos donando parte o gran parte (como es el caso de Bill Gates) de su fortuna a fines solidarios. También está la posibilidad -en el marco de la legislación que los habilite- de que sus empresas deduzcan ganancias de sus impuestos para aplicarlos a fines solidarios o de mecenazgo, sin que esto cambie el núcleo central de la «forma de hacer negocios» y con el beneficio de «mejorar la imagen» de la empresa ante la sociedad. Aunque la respuesta inicial sigue siendo «no, en lo sustantivo» (más allá de acciones de marketing que no van al fondo de la cuestión), no hay que subvalorar o menospreciar estos gestos y acciones -en especial cuando son «significativos»- de «otros valores» de manera paralela al accionar de la empresa.

Una segunda respuesta podría ser que «si», en el marco de que «estamos condicionados» pero «no determinados« en el sistema económico, donde emprendedores consideran que es imprescindible contar con un excedente para subsistir, innovar y eventualmente crecer, pero no buscan su maximización y menos «de cualquier manera». Para que esto suceda ¿de qué depende? De varios elementos, entre ellos, los móviles del empresario, los enfoques y prácticas del mismo, y el contexto socioeconómico e institucional (la cultura y la sociedad donde está inserta, la economía y el rol e instrumentos del Estado).

En lo que se refiere a los móviles en un trabajo de Hugo Kantis, Masahiko Ishida y Masahiko Komori (ver esta publicación, en particular el Gráfico 2-7 «Principales motivaciones para ser empresario»), donde se muestran los resultados de una encuesta a fundadores de empresas de los países seleccionados en el estudio). De estos resultados empíricos se puede observar que sólo un mínimo porcentaje tiene como motivación «ser rico» o que se plantean la maximización del lucro. En un resumen de esta investigación se presenta el siguiente gráfico:

Del mismo autor (Hugo Kantis) se puede ver esta conferencia sobre los distintos tipos de emprendedores y su dinamismo. Por lo tanto, si las condiciones en las que operan no son de gran rivalidad (o, de lo que podríamos denominar, gran «darwinismo» socioeconómico), está la posibilidad concreta de que haya una economía con «otros valores». Va en línea con experiencias prácticas, como la de Inés Berton quien, en esta nota, expresa que la gente quiere trabajar en «empresas épicas» así como la mencionada en esta nota.

En cuanto a los enfoques y prácticas, lo anteriormente explicado -más otros elementos de contexto que coadyuvaron a llevarlo a cabo- fue el origen del enfoque y práctica de la Responsabilidad Social Empresaria (RSE, que se muestra en la imagen de la entrada), o también denominado «responsabilidad social corporativa», y una de cuyas derivaciones recientes -que buscan superarlas- ha sido las empresas de triple impacto o «empresas b» (es interesante este testimonio, esta nota o experiencias similares). Ya hay más de 1200 empresas de este tipo que se certifican en 40 países en el mundo y que -desde su misión y propósito- buscan beneficios económicos, sociales y ambientales de manera integrada (*) La Wikipedia expresa, entre otros elementos, que «aunque la expresión RSE surge entre los 50-60 en EE.UU., no llega a desarrollarse en Europa hasta los 90, cuando la Comisión Europea utilizó el concepto, para implicar a los empresarios en una estrategia de empleo que generase mayor cohesión social, puesto que en la sociedad europea había cada vez más problemas en torno al desempleo de larga duración y la exclusión social que eso suponía. Más tarde, en 1999, el secretario general de la ONU durante el Foro Económico Mundial de Davos, pidió al mercado mundial que se adoptasen valores con rostro humano».

La fuente que acabamos de mencionar expresa también que, en lo relativo a cuestiones institucionales, mediciones y evaluaciones, «como documento decisivo en Europa, destaca el llamado ​sobre RSC. El artículo 116,de la ley francesa sobre nueva reglamentación económica del 2001, incluso impone la obligación jurídica a las empresas, de informar acerca de sus acciones de índole social. En Brasil, la coalición presidida por el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, en la que participan numerosos empresarios, ha promovido la RSC y existe un proyecto de Ley de Responsabilidad Social de octubre del 2003. Existen normas oficiales acerca de la RSC como la norma SA 8000 (Social Accountability Standard 8000) impulsada por el Council on Economic Priorities y aplicada por SAI,​ así como la norma SGE 21 de Foréticanorma que certifica globalmente la RSC en todos sus ámbitos. En noviembre de 2010 fue publicada la norma-guía ISO 26000, desarrollada con la participación de 450 expertos participantes y 210 observadores de 99 países miembros de ISO y 42 organizaciones vinculadas. La ISO 26000 no tiene por finalidad ser certificable ni un sistema de gestión, sino orientar las organizaciones en la introducción de prácticas socialmente responsables. Según la ONG Accountability en un ranking​ de los 108 países cuyas empresas tienen un mayor grado de desarrollo de la Responsabilidad Social Empresarial, los líderes son Suecia, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Reino Unido, Noruega y Nueva Zelanda

En la línea de una economía con rostro humano o con otros valores, encontramos el enfoque de la Doctrina Social de la Iglesia que emerge, en el contexto de una tradición católica, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Sobre este tema, además de otros, se expresa el economista Jeffrey Sachs en un reportaje que le hace Jorge Fontevecchia, donde este le pregunta: «Las encíclicas del Papa Francisco critican el capitalismo desde la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia. ¿La doctrina social de la Iglesia fue una tercera vía entre el capitalismo y el comunismo? ¿Qué opina sobre el Papa?», y Sachs le responde:

«Sí, en realidad, desde 1891 las doctrinas sociales de la Iglesia han estado a favor de una economía de mercado, pero en contra de la codicia. Por lo que volvemos a nuestra discusión de que teníamos que aceptar el acuerdo faustiano (**) tal como es. Cuando León XIII introdujo el Rerum Novarum en 1891, se refería a la industrialización. Había un orden industrial nuevo, y dijo: “La Iglesia no está en contra del mercado, no está en contra de la propiedad privada, pero la propiedad privada tiene que vivir dentro de un marco moral”. Eso dice Francisco en el Laudato si’. Lo mismo. Creo que es una idea maravillosa. Una economía de mercado en un marco moral. Es lo que necesitamos, y el Papa lo pide: “No les hablo solamente a los seguidores de la Iglesia, hago un llamado al mundo todo”. Debatir sobre ese marco moral con los chinos, con los indios, con los africanos, con los latinoamericanos, con mi país. Creo que puede haber un marco moral común, de lo que es decente, de lo que es correcto. Es la idea básica más importante y lo que necesitamos en el mundo actual: el diálogo moral. No tenemos mucho de eso. Sigo de cerca los discursos del presidente Xi. Habló en el XIX Congreso del partido el mes pasado, en China, y mencionó muchos conceptos morales. ¡Fantástico! Esa es mi idea de hacia dónde el papa Francisco se dirige con esa importante contribución. Tiene razón. Las enseñanzas sociales de la Iglesia tienen mucho que decirnos».

Este enfoque del «marco moral» en una economía de mercado estará relacionado, sin duda, con el plano individual y social, expresado este último en normas que así lo estimulen o promuevan, con el peligro de que lo hagan mal (como hemos señalado en otra entrada) o no adecuadamente.

En fin, hemos intentado dar elementos sobre un debate que «no está cerrado», y donde hay elementos esperanzadores como los que hemos señalado en la posibilidad del «si«, y fundamentalmente en enfoques y experiencias como los de la economía social y solidaria, de Sekem, la economía del bien común o la economía de comunión, entre las principales. Sin duda, todo ello nos puede conducir a un mundo mejor.

(*) También presentan vinculación con enfoques como el de los negocios inclusivos, el de los cuatro retornos, entre los principales. Cabe destacar que en el enfoque de los cuatro retornos se coloca «al final» el retorno financiero o al capital. Este es un enfoque similar al mencionado por Jack Ma (fundador de Alibaba) respecto de «primero los clientes, luego los trabajadores y por último el capital» (accionistas o inversores), que se puede visualizar en este video en particular del minuto 9 en adelante.

( **) Se refiere a otra pregunta donde dice: «el capitalismo, históricamente, es una especie de acuerdo faustiano en este sentido. En la Edad Media, la economía era una economía agraria y en Europa se guiaba por principios eclesiásticos. No se utilizaban precios justos. La idea era que había un marco moral y una sociedad rural estable. El capitalismo surgió con el descubrimiento de América, las primeras empresas capitalistas fueron las de las Indias Orientales y las del Sur. Estas sociedades de capital conjunto salieron a explotar las nuevas rutas comerciales, a producir algodón, azúcar, tabaco, oro, plata. El capitalismo era un acuerdo faustiano en el sentido del doctor Fausto: significaba aprovechar la codicia para el desarrollo. La codicia es una fuerza poderosa. La gente codiciosa moverá montañas, destruirá bosques tropicales, creará guerras, esclavizará gente, todo para generar riqueza. La riqueza es una adicción increíblemente poderosa. El capitalismo se sirvió del instinto más poderoso que tenemos para la economía, y creó este dinamismo que no se había visto nunca antes. No existe un sistema económico que pueda compararse con el dinamismo capitalista. Puso la codicia en el centro del sistema y todos miraban hacia otro lado mientras la gente era esclavizada, o se cometían genocidios para quitarles sus tierras a los indígenas. En el siglo XIX, el capitalismo se enfrenta a sus dos grandes contrincantes. Uno, el socialismo, que dice: “Esta codicia es cruel, mejor tengamos una sociedad dirigida por el Estado”. El segundo fue la socialdemocracia, que dice: “Podemos domar esa codicia”. El socialismo del siglo XX que conocimos creó sus propias atrocidades. Eliminó el dinamismo y creó tanto poder estatal que desató fuerzas imposibles de controlar. La idea socialdemócrata, que llegó a Escandinavia en la década de 1930, y a Alemania después del nazismo, resultó ser el mejor modelo. Se acepta cierto nivel de codicia como un mal que hay que tolerar, no elogiar.»

 

Descartables

Hay muchas cosas descartables en la vida. El descarte del procesamiento de la droga de cocaina es lo que se denomina «paco» (ver imagen de la entrada). Este elemento también es uno de los cuales contribuyen a transformar a las personas en descartables hasta que terminan produciéndoles daños irreparables y muriendo por sus efectos. Hay muchas historias de vida muy angustiantes sobre este tema y el conductor televisivo Diego Sehinkman, en el programa Terapia de Noticias de LN+ del 18 de abril la ha denominado «epidemia» (ver minuto 51 en adelante). Ello fue actualizado en este programa desde el minuto 31 en adelante.

En otra nota nos hemos referido a la cuestión general de las drogas, así como en otra entrada a la prevención del delito. En esta desearíamos hacer algunas preguntas y reflexiones adicionales vinculando ambas cuestiones con la pobreza y la salud, en especial para el caso argentino (particularmente en las grandes metrópolis). Aquí van:

  • ¿el combate policial y judicial contra las drogas no debería ser acompañado de otras medidas adicionales preventivas?
  • si la familia no puede, los institutos correccionales de menores -en general- «no corrigen» estos comportamientos (muchas veces los agravan) y la escuela se ve sobrepasada, ¿no habrá que generar espacios sanitarios (de internación o de día, según la gravedad) donde se combinen profesionales de la salud, con la enseñanza artes y oficios, así como de prácticas de deportes que saquen a los jóvenes del hastío y el sin sentido cotidiano? ¿se podrá pedir la colaboración de los distintos cultos, clubes de barrios, ongs… que puedan aportar distintas capacidades y competencias para jóvenes? Allí habrá que desagregar aquellos jóvenes que tienen posibilidades reales de recuperación, de aquellos a los que habrá que nuclear en instituciones que posibiliten un cuidado paliativo y tareas acordes con sus posibilidades.
  • ¿lo anterior no podrá ser empalmado un programa de tutores (como dice Daniel Arroyo) e iniciativas como las casas del futuro del Ministerio de Desarrollo Social, y otras experiencias similares? ¿de ahí articular con la terminación de la escolarización y realizar una mayor capacitación profesional?
  • ¿los Municipios no tendrían que tener un rol importante en generar proyectos de desarrollo local (espacios deportivos y recreativos, mantenimiento de infraestructura urbana, limpieza y reciclaje urbano, etc.) que den trabajo a estos jóvenes?
  • ¿no habrá que evaluar si se pueden recaudar más recursos, como expresa el politólogo José «Pepe» Nun, no sólo para reducir el déficit fiscal sino también para financiar estas iniciativas muy vinculadas a la pobreza, la salud y el delito?

entre otras posibles iniciativas a considerar.

Todo esto debería formar parte de un cambio de cultura frente a los considerados «invisibles«, «los nadies«, o productos de la cultura del descarte a la que se refiere el Papa Francisco o el escritor Saramago que dice: «el ser humano es la cosa más descartable que existe hoy. Se descartan personas que ya no se necesitan, se descartan trabajadores, culturas, pueblos, lo que no cuente con una utilidad para que el carro triunfal de una economía globalizada siga su camino. Esta es una sociedad que halaga a los jóvenes y adolescentes, los cautiva, los aprecia, pero en el fondo los convierte en instrumentos del consumismo».

El cambio de cultura debería reflejarse en responder positivamente preguntas del tipo de las más arriba formuladas y -de manera urgente- en medidas concretas. Ello nos puede conducir a un mundo mejor.

PD: Son muy importantes experiencias positivas de recuperación como las del Programa Vida de las Iglesias Evangélicas nucleadas en ACIERA.

 

Confianza

Las dos primeras definiciones de confianza del Diccionario de la Real Academia Española se refieren a «esperanza firme que se tiene de alguien o algo» y «seguridad que alguien tiene en sí mismo». Forma parte de una de las cualidades centrales del ser humano de acuerdo a la frase de la imagen de la entrada.

De acuerdo a lo indicado por esta referencia, y según psicóloga Adriana Guraieb, la confianza «es uno de los cimientos sobre los cuales se edifican las relaciones humanas.  Creer en el otro otorga la posibilidad de confiar sin que ello signifique una garantía de veracidad. «Si los seres humanos fuéramos totalmente transparentes ni siquiera haría falta la confianza, pero como no siempre somos del todo sinceros, es necesario apelar a este sentimiento». Luego agrega que «es el termómetro de la implicación y la vinculación que tenemos con los demás y, si en algún momento hay una mentira y la confianza está consolidada, entonces la persona sabrá y podrá esperar, preguntar, entender y, si hiciera falta, perdonar. Es necesario atreverse a dar, darse y otorgarse una segunda oportunidad, antes que criticar herir o cortar una relación, desde luego todo con un límite de respeto y dignidad con el otro». Siguiendo con esta fuente será fundamental «la calidad de los vínculos amorosos de la primera infancia, es decir, que el tipo de relación que haya tenido con sus padres o aquellos adultos que los criaron, determinará su relación que tengan a futuro con sus pares».

De lo anterior se deduce que la confianza es clave para la vida social, y por lo tanto para la vida económica y política. Se destruye cuando uno no se respeta y valoriza a uno mismo y al otro, prevalece un amor enfermizo hacia uno mismo (narcisismo extremo), no se cumplen las normas (prevalece la anomia) y se enfocan las relaciones en función de que «el fin que justifica los medios» y «el sálvese quien pueda». ¿Qué pasa cuando sucede lo anterior? De mínima es muy difícil tener un proyecto en común de mediano y largo plazo (con todas las implicancias que ello tiene) y se busca «resolver» esto implementando un conjunto de controles públicos «ex-ante» burocráticos (con costo de tiempo y, por lo tanto, económico) (1) para evitar situaciones de fraude. De máxima, y en épocas de crisis, terminan prevaleciendo los regímenes autocráticos (2), se cercenan las libertades y prevalece el miedo.

En el caso argentino en una nota de Marita Carballo, en el diario La Nación del 16/11/2016, se afirma -entre otras cosas- lo siguiente: «Desafortunadamente, en la Argentina sólo dos de cada diez personas declaran que se puede confiar en la mayoría de la gente, en tanto que los ocho restantes consideran que hay que tener mucho cuidado cuando se trata con los demás. Casi todos los argentinos confían en sus familias, pero el porcentaje va descendiendo a medida que nos alejamos del círculo más íntimo, llegando apenas a tres de cada 10 quienes piensan que se puede creer en la gente con la que interactúan por primera vez porque es probable que intente perjudicarlos… 

En la Argentina, esta baja confianza interpersonal va de la mano con una escasa credibilidad en la mayoría de las instituciones, sobre todo las más ligadas al sistema político. Las dos instituciones en las cuales se confía mayoritariamente son la Iglesia (65%) y las ONG (63%). Las más críticas son los partidos políticos (15%), los funcionarios públicos y los sindicatos (17%), la Justicia (18%) y el Congreso (26%)».  Lamentablemente no hay evidencias de que hayan habido cambios sustanciales de esta situación -al mes de abril de 2018- no sólo a nivel de la población sino en declaraciones de Ministros y sus implicancias a nivel internacional.

Es de esperar que haya cambios culturales significativos, no sólo en Argentina sino también en los demás países que presentan situaciones similares, así  como entre países donde predominan relaciones de dominio generando un mundo preocupante y crecientemente desigual. Podemos tener la certeza que con desconfianza no construiremos un mundo mejor.

(1) en cambio de implementar normas de autocontrol de proceso y de resultado (posibles de ser auditadas), así como normas públicas de control ex post eficaces, ágiles y muy severas en sus condenas para quienes infringen las normas (como es el caso de países del norte de Europa).

(2) una versión satírica de esta situación se puede ver en la película cubana «La muerte de un burócrata«.

¿Una Economía del Amor?

Economistas formados en la ciencia «positiva», y en la corriente principal de la economía, seguramente pueden afirmar que «no es serio plantearse una economía del amor«. Sin embargo podrán reconocer que si dentro de lo «positivo» está sólo «lo que es», en esta dimensión se ha avanzado en los últimos años en reconocer los elementos «no racionales» que también están presentes en el comportamiento humano, así como sobre los efectos que tiene «lo que es» en el medio ambiente y las relaciones humanas.

Mucho antes de lo que se viene de mencionar un economista «muy serio» y formado en la teoría de los sistemas, como Kenneth E. Boulding, escribió un libro llamado «La economía del amor y del temor» (Alianza Editorial, 1976).

Sobre este tema José Luis Sampedro dice que «el interés por los sistemas generales y la teoría del conflicto llevó al prestigioso economista a plantearse la cuestión de cuáles son los elementos que hacen a los conflictos creativos y fructíferos o, por el contrario, destructivos y perjudiciales; lo cual le condujo a la idea de la donación, o transferencia unidireccional, como criterio para medir las relaciones del “sistema integrador” y como instrumento para analizar los elementos de su estructura. Las donaciones provienen de dos diferentes motivaciones y subsistemas: el regalo surge del “amor”, mientras que el tributo nace del “temor”. Ahora bien, la economía de donaciones es una parte del sistema social que disfruta de un elevado grado de independencia y unidad, siendo secundario el origen integrador o coactivo de las mismas; y una gran parte del estudio de ese sector corresponde a la teoría económica, ya que está formado por transferencias de bienes económicos y – al estar limitado el volumen total de donaciones por innumerables fuerzas sociales – se halla dominado por el fenómeno de la escasez. Por una parte, la economía de las donaciones es un nexo entre la teoría económica y las demás ciencias sociales, aproximándose a la sociología en el nivel integrador y a la ciencia política en el nivel coactivo; por otra, la compleja red de relaciones que le unen con la economía del intercambio amplía considerablemente la imagen convencional de la teoría económica«. Esto también es abordado más en detalle y vinculado a la historia personal y profesional de Boulding por Oscar Carpintero.

La cuestión de la economía del don se la ha analizado también desde la antropología económica por Marcel Mauss (en su Ensayo sobre el don) y por corrientes como la economía de comunión que la promueven.

Finalmente quisiéramos finalizar esta entrada con una experiencia muy interesante, valiosa y «potente» que se muestra en la imagen de la entrada. Es una imagen tomada de Sekem, un emprendimiento fundado en Egipto donde se practica la economía del amor, expresada en cuestiones muy concretas. Tienen una Fundación y sitios en Facebook y videos donde se comenta su enfoque de desarrollo holistico y sustentable con agricultura biodinámica, comercio justo, etc.

Seguramente coincidiremos que «esto no es lo que predomina en el mundo«. Si bien creemos que hay una economía plural, en los casos donde predomina el móvil del lucro y su maximización (como es en la lógica del capital concentrado), no es posible compatibilizarlo con el móvil del amor en los emprendimientos (1). En estos casos lo que hay que apelar es a generar instituciones (con estímulos y des-estímulos) y a cambios culturales (a partir de la educación) que, a mediano y largo plazo (en un camino crítico de prueba y error), hagan viable una economía de bien común.  Sabemos que la coerción (en especial de arriba hacia abajo, incluida el ejercicio de la violencia extrema), como lo demostró la experiencia del llamado «socialismo real» (ex URSS y otros países), dura un tiempo y luego se vuelven a variedades de capitalismo.

(1) Lo hemos reflexionado en esta nota.

Microfísica del Poder

Usualmente cuando nos referimos al poder, lo hacemos vinculado a lo político, lo económico, lo militar, los medios y las redes sociales… Sin embargo, el título de esta nota está relacionado con el enfoque de un libro del filósofo francés Michel Foucault.  Según esta referencia su reflexión forma parte «de lo que llamó “genealogía del poder”. Estuvo marcada por el propósito de mostrar que en las sociedades democráticas modernas la libertad de los individuos, formalmente consagrada por las normas jurídicas del Estado, es un espejismo, o por lo menos es una realidad severamente limitada y distorsionada por la existencia de instituciones cerradas, como las cárceles, las escuelas, los hospitales o las fábricas, donde opera lo que él denomina la “microfísica del poder”.

En la imagen de la entrada se muestra una foto de la película La Librería (estrenada en Europa en noviembre de 2017 y en Buenos Aires en abril de 2018), basada en la novela homónima de Penelope Fitzgerald. Allí «lo cerrado» no es una institución -como menciona Foucault- sino un pequeño pueblo de Inglaterra en 1959. Las reseñas señalan que Florence Green (Emily Mortimer) es la viuda de un soldado que luchó durante la Segunda Guerra Mundial. La mujer decide instalarse en un pueblo costero de la campiña británica, pequeño y conservador. Allí decide cumplir su sueño: abrir la primera librería de la zona. Pero, una empresa tan aparentemente pacífica e inocente como esa desatará todo tipo de reacciones entre los habitantes de la localidad. Y es que, tanto los vecinos del pueblo como la decana de la ciudad, Mrs. Violet Gamart (Patricia Clarkson, *), van a ponérselo muy difícil a Florence.

La ficción que se viene de mencionar es sólo un pequeño ejemplo de cómo la energía transformada en fuerza, y que llamamos poder, está presente en nuestra naturaleza y vínculos. Dependerá de nosotros, y de cómo juguemos nuestra libertad positiva, si la encauzamos como dominio o como vínculo de amistad y amor. Esto último nos puede conducir a un mundo mejor.

(*) Matizando el título de la nota, este personaje hace contactos con sectores de la «macrofísica» del poder (un sobrino en el Parlamento, inspectores del Ministerio de Educación)

Economias con empujones para el bien

La imagen de la entrada muestra una foto de Richard Thaler, premio Nobel de Economía de 2017. Ha sido pionero de la economía conductual o del comportamiento. Entre los libros que ha publicado hay uno que se llama «Nudge«, o «pequeño empujón» en español, donde en la tapa se muestra el pequeño empujón que le da una elefanta a su cría para caminar en una dirección.

La idea es que el pequeño empujón sea por «defecto». En esta nota se ejemplifica qué significa esto planteado por Thaler y Sunstein respecto al caso concreto de la donación de órganos. Bajo este enfoque, se supone que todos los ciudadanos consienten en ser donantes, pero que cuentan con la posibilidad de registrar su deseo de no donar y que pueden hacerlo fácilmente. Thaler y Sunstein insisten en lo de fácilmente, esto es, en que la gente cuente realmente con la libertad de elegir no ser donante y, consecuentemente, y valga la redundancia, la puedan ejercer libremente. Como se puede observar, «el permiso implícito es, en un sentido, lo opuesto del permiso explícito, pero ambos coinciden en un aspecto clave: bajo ambos regímenes, los que no optan por la elección por defecto tienen que hacerlo constar para salirse de la misma». Esta perspectiva tiene impacto en las políticas y normas, como la que se aprobó en el Congreso de Argentina (también llamada ley Justina) a comienzos de 2018 respecto de la donación de órganos.

En un reportaje que le hace Graciela Samela en el suplemento Ieco, del diario Clarín del 29/4/2018, responde a una pregunta diciendo: «cuando alguien me pide que firme una copia de Nudge siempre lo hago con la frase «un empujón para el bien«, que -por supuesto- es sólo una esperanza…..Y hay que recordar que un «empujón» viene con la oportunidad de optar por no participar, lo que nunca forzamos a nadie a hacer nada». Si bien «el bien» para este economista está muy influenciado por alguien que viene de la corriente principal de la economía (cuyos cimientos no cuestiona excepto en cuanto a la racionalidad e información incompleta) plantea ejemplos como la donación de órganos que todos coincidiremos que son «para el bien».

El economista Sebastián Campanario, en una nota del diario La Nación, que hace sobre este economista con motivo de la entrega del premio Nobel, expresa -entre otros elementos- que «la «chispa» que encendió Thaler se activó en 1987, cuando empezó a publicar una muy popular columna, «Anomalies», en el prestigioso Journal of Economics Perspectives. «La columna de anomalías fue muy importante para poner sobre la mesa problemas de la teoría de decisión usual y la variedad de patrones de conducta observables que están ahí para ser sistematizados», explica a LA NACION Daniel Heymann, profesor de la UBA y uno de los primeros en traer a la Argentina, a sus clases, las ideas de Thaler para discutir con sus alumnos, entre ellos Eduardo Levy Yeyati, Javier Finkman o Walter Sosa Escudero. «Los sesgos de cuentas mentales, statu quo y aversión a las pérdidas son ideas elegantes y relevantes, que su trabajo ayudó a incorporar al debate», completa Heymann.»

Más adelante Campanario agrega que «su último libro, Misbehaving, fue reseñado meses atrás en este espacio por Javier Finkman, bajo el título de Vamos a portarnos mal. En otra reseña más larga, que se puede leer en la página de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, Pablo Mira, autor de Economía al diván, recuerda el genial y muy divertido relato que hizo Thaler de una mudanza de oficinas del Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, donde el esquema diseñado para repartir los nuevos espacios contradecía todas las teorías que se propagan desde el faro ideológico neoclásico: el sistema era poco trasparente (insuficiente información), repleto de arbitrariedades (intervencionista) y dejó como saldo peleas interminables entre profesores (ineficiencia paretiana)».

Si bien hay muchos aspectos de la ciencia económica que «al lector común» se le pueden escapar o no entender cabalmente, podemos afirmar que el enfoque de Thaler nos puede ayudar a dar pasos prácticos y concretos que generen coincidencias democráticas sobre estímulos e instituciones eficaces hacia un mundo mejor.

PD: En el marco de lo señalado se puede ver este seminario del INTAL. Este enfoque también se ha comenzado a aplicar para mejorar la felicidad laboral utilizando la inteligencia artificial en programas como Humu o en iniciativas de una multinacional japonesa.

¿El Fin Justifica los Medios?

Aunque nunca lo dijo explícitamente, del enfoque de Nicolás Maquiavelo -en particular el que surge del capítulo XVIII de «El príncipe» así como en su obra «Discursos sobre la primera década de Tito Livio» se desprende de que «el fin justifica los medios» (esto es muy claro asociado a la defensa de la Patria). Este renacentista abre camino al enfoque científico de la modernidad. Especialmente en su obra El Principe, los valores no cuentan. Lo que contarán serán las prácticas políticas de cómo llegar y permanecer en el poder.

Sin duda antes y después de Maquiavelo, esto ha existido y también ha permeado en la cultura vinculado al individualismo, al sálvese quien pueda, al sentimiento de miedo frente a una situación muy amenazante, un contexto muy deteriorado en lo socioeconómico que afecta a persona/s, grupos y países, al no cumplimiento de normas, etc.

¿Cómo se da lo anterior en la cultura contemporánea, y en particular en las nuevas generaciones?. Según esta fuente, y en el marco de un Estudio Internacional de Educación Cívica y Ciudadana (ICCS), se hicieron unas pruebas a fines de 2016 en todo el mundo a alumnos del octavo grados -entre 13 y 14 años-. En las mismas participaron cinco países de la región: Chile, Colombia, República Dominicana, México y Perú, a quienes se les hizo un cuestionario especial sobre valores democráticos. Algunos de los resultados fueron los siguientes:

  • el 65% cree que, para conseguir la paz, el fin justifica los medios,
  • un 73% está de acuerdo con incumplir las leyes cuando representa la única forma de ayudar a sus familiares.
  • un 25% dice que un funcionario debería aceptar sobornos si su salario es demasiado bajo.
  • siete de cada 10 dicen estar de acuerdo con que haya una dictadura si ésta “conlleva orden y seguridad”, mientras que un 65% la avalaría si les garantiza “beneficios económicos”.
  • También se registra una tolerancia excesiva hacia la corrupción: el 53% está de acuerdo con que un funcionario ayude a sus amigos brindándoles un trabajo en su oficina.

Según la fuente mencionada, estos son sólo algunos de los resultados del informe, que sin embargo también abre una luz de esperanza: aquellos jóvenes que más saben sobre política y ciudadanía son los que expresan más valores democráticos y tolerancia hacia terceros.

La enseñanza de la ética y de valores, en particular con el ejemplo personal e institucional (cumpliendo las leyes, y con un correcto funcionamiento de la justicia) sin duda serán centrales. También se pueden encarar estrategias pedagógicas basadas en un enfoque consecuencialista (a donde nos conducen estos enfoques) en lo social y personal. La enseñanza de la historia (en textos y videos) vinculados a dictaduras o corrupción, o películas como «La Ola«, pueden ser recursos muy valiosos. También la aplicación de juegos de simulación referidos, por ejemplo, a cuales son las consecuencias personales y sociales de obtener un título educativo (nivel medio o universitario) sin saber en profundidad los contenidos de las distintas disciplinas. Todo ello puede contribuir a tomar conciencia y conducirnos a un mundo mejor.

 

Economías cuyas empresas hacen Balance Social

El balance social, según esta fuente «hace referencia al registro de las actividades de una organización vinculadas a la comunidad donde se encuentra inserta. Dicho de otro modo, el balance social detalla los costes y los beneficios que provoca la actividad de una empresa en una sociedad. Gracias a este tipo de balance, es posible analizar si una compañía ha cumplido con su responsabilidad social en un cierto periodo. El balance social debe incluir tanto los resultados positivos como aquellos negativos que se desprenden de las actividades de la entidad».

Las empresas que lo realizan están, en general, vinculadas a una economía con otros valores y en particular a la responsabilidad social empresaria (que utilizan indicadores y publican memorias de sostenibilidad). En un trabajo realizado entre la OIT, la Asociación Nacional de Industriales de Colombia y la Cámara Junior de Colombia (Capítulo Antioquía) se relaciona al balance social con la responsabilidad social empresaria y con el enfoque del libro «La sociedad postcapitalista» de Peter Drucker. En este documento se hace un pormenorizado análisis y presentación del mismo aplicado al caso colombiano.

También el balance social lo realizan fundaciones, organizaciones sin fines de lucro y cooperativas (como es el caso en la Argentina de la Cooperativa Obrera de Bahia Blanca). Tiene similitudes con la matriz del enfoque de la economía del bien común y los lineamientos de la economía de comunión.

Si el balance social es veraz y describe con transparencia sus diferentes ítems, seguramente es un instrumento útil para poder medir el impacto en esta dimensión que tiene la actuación de las distintas organizaciones en una economía. Acompañarlo de un balance ambiental, e irlo ampliando al conjunto de emprendimientos, hacer seguimiento y evaluación de los mismos, nos puede permitir visualizar si nos vamos encaminando o no hacia un mundo mejor.