¿Una economía con otros valores?

En esta entrada nos planteamos la pregunta, si la economía (entendida como la corriente principal de la misma), puede tener «otros valores» que no sean la maximización del excedente económico que denominamos «lucro».

La primera respuesta sería «no», si consideramos a la economía -en el contexto del sistema capitalista- como una forma de «carrera» o competencia para el progreso individual, para generar riqueza y -a veces- sólo para sobrevivir en el mercado en el contexto institucional que se de, y en oportunidades, bajo modalidades informales sin importarnos los medios que utilizamos para ello. En esto coincidirían tanto economistas de esta corriente como de la economía marxista, en el sentido de que las «las leyes» o lógicas de acumulación del capitalismo llevan a esta situación por más que el «capitalista a nivel individual» quiera hacer otra cosa. La realidad está compuesta de múltiples evidencias de daños ambientales y sociales (v.g. trabajo «no decente» y desigualdad) que así lo demuestran. Una visualización de esta afirmación para las grandes compañías se presenta en la película «La Corporación» o en la reciente serie «Dirty Money«. Ello no quita que algunos dueños de estas empresas o corporaciones, «disocien su negocio» de «su ganancia personal», y con esta última sean filántropos donando parte o gran parte (como es el caso de Bill Gates) de su fortuna a fines solidarios. También está la posibilidad -en el marco de la legislación que los habilite- de que sus empresas deduzcan ganancias de sus impuestos para aplicarlos a fines solidarios o de mecenazgo, sin que esto cambie el núcleo central de la «forma de hacer negocios» y con el beneficio de «mejorar la imagen» de la empresa ante la sociedad. Aunque la respuesta inicial sigue siendo «no, en lo sustantivo» (más allá de acciones de marketing que no van al fondo de la cuestión), no hay que subvalorar o menospreciar estos gestos y acciones -en especial cuando son «significativos»- de «otros valores» de manera paralela al accionar de la empresa.

Una segunda respuesta podría ser que «si», en el marco de que «estamos condicionados» pero «no determinados« en el sistema económico, donde emprendedores consideran que es imprescindible contar con un excedente para subsistir, innovar y eventualmente crecer, pero no buscan su maximización y menos «de cualquier manera». Para que esto suceda ¿de qué depende? De varios elementos, entre ellos, los móviles del empresario, los enfoques y prácticas del mismo, y el contexto socioeconómico e institucional (la cultura y la sociedad donde está inserta, la economía y el rol e instrumentos del Estado).

En lo que se refiere a los móviles en un trabajo de Hugo Kantis, Masahiko Ishida y Masahiko Komori (ver esta publicación, en particular el Gráfico 2-7 «Principales motivaciones para ser empresario»), donde se muestran los resultados de una encuesta a fundadores de empresas de los países seleccionados en el estudio). De estos resultados empíricos se puede observar que sólo un mínimo porcentaje tiene como motivación «ser rico» o que se plantean la maximización del lucro. En un resumen de esta investigación se presenta el siguiente gráfico:

Del mismo autor (Hugo Kantis) se puede ver esta conferencia sobre los distintos tipos de emprendedores y su dinamismo. Por lo tanto, si las condiciones en las que operan no son de gran rivalidad (o, de lo que podríamos denominar, gran «darwinismo» socioeconómico), está la posibilidad concreta de que haya una economía con «otros valores». Va en línea con experiencias prácticas, como la de Inés Berton quien, en esta nota, expresa que la gente quiere trabajar en «empresas épicas» así como la mencionada en esta nota.

En cuanto a los enfoques y prácticas, lo anteriormente explicado -más otros elementos de contexto que coadyuvaron a llevarlo a cabo- fue el origen del enfoque y práctica de la Responsabilidad Social Empresaria (RSE, que se muestra en la imagen de la entrada), o también denominado «responsabilidad social corporativa», y una de cuyas derivaciones recientes -que buscan superarlas- ha sido las empresas de triple impacto o «empresas b» (es interesante este testimonio, esta nota o experiencias similares). Ya hay más de 1200 empresas de este tipo que se certifican en 40 países en el mundo y que -desde su misión y propósito- buscan beneficios económicos, sociales y ambientales de manera integrada (*) La Wikipedia expresa, entre otros elementos, que «aunque la expresión RSE surge entre los 50-60 en EE.UU., no llega a desarrollarse en Europa hasta los 90, cuando la Comisión Europea utilizó el concepto, para implicar a los empresarios en una estrategia de empleo que generase mayor cohesión social, puesto que en la sociedad europea había cada vez más problemas en torno al desempleo de larga duración y la exclusión social que eso suponía. Más tarde, en 1999, el secretario general de la ONU durante el Foro Económico Mundial de Davos, pidió al mercado mundial que se adoptasen valores con rostro humano».

La fuente que acabamos de mencionar expresa también que, en lo relativo a cuestiones institucionales, mediciones y evaluaciones, «como documento decisivo en Europa, destaca el llamado ​sobre RSC. El artículo 116,de la ley francesa sobre nueva reglamentación económica del 2001, incluso impone la obligación jurídica a las empresas, de informar acerca de sus acciones de índole social. En Brasil, la coalición presidida por el izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, en la que participan numerosos empresarios, ha promovido la RSC y existe un proyecto de Ley de Responsabilidad Social de octubre del 2003. Existen normas oficiales acerca de la RSC como la norma SA 8000 (Social Accountability Standard 8000) impulsada por el Council on Economic Priorities y aplicada por SAI,​ así como la norma SGE 21 de Foréticanorma que certifica globalmente la RSC en todos sus ámbitos. En noviembre de 2010 fue publicada la norma-guía ISO 26000, desarrollada con la participación de 450 expertos participantes y 210 observadores de 99 países miembros de ISO y 42 organizaciones vinculadas. La ISO 26000 no tiene por finalidad ser certificable ni un sistema de gestión, sino orientar las organizaciones en la introducción de prácticas socialmente responsables. Según la ONG Accountability en un ranking​ de los 108 países cuyas empresas tienen un mayor grado de desarrollo de la Responsabilidad Social Empresarial, los líderes son Suecia, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Reino Unido, Noruega y Nueva Zelanda

En la línea de una economía con rostro humano o con otros valores, encontramos el enfoque de la Doctrina Social de la Iglesia que emerge, en el contexto de una tradición católica, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Sobre este tema, además de otros, se expresa el economista Jeffrey Sachs en un reportaje que le hace Jorge Fontevecchia, donde este le pregunta: «Las encíclicas del Papa Francisco critican el capitalismo desde la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia. ¿La doctrina social de la Iglesia fue una tercera vía entre el capitalismo y el comunismo? ¿Qué opina sobre el Papa?», y Sachs le responde:

«Sí, en realidad, desde 1891 las doctrinas sociales de la Iglesia han estado a favor de una economía de mercado, pero en contra de la codicia. Por lo que volvemos a nuestra discusión de que teníamos que aceptar el acuerdo faustiano (**) tal como es. Cuando León XIII introdujo el Rerum Novarum en 1891, se refería a la industrialización. Había un orden industrial nuevo, y dijo: “La Iglesia no está en contra del mercado, no está en contra de la propiedad privada, pero la propiedad privada tiene que vivir dentro de un marco moral”. Eso dice Francisco en el Laudato si’. Lo mismo. Creo que es una idea maravillosa. Una economía de mercado en un marco moral. Es lo que necesitamos, y el Papa lo pide: “No les hablo solamente a los seguidores de la Iglesia, hago un llamado al mundo todo”. Debatir sobre ese marco moral con los chinos, con los indios, con los africanos, con los latinoamericanos, con mi país. Creo que puede haber un marco moral común, de lo que es decente, de lo que es correcto. Es la idea básica más importante y lo que necesitamos en el mundo actual: el diálogo moral. No tenemos mucho de eso. Sigo de cerca los discursos del presidente Xi. Habló en el XIX Congreso del partido el mes pasado, en China, y mencionó muchos conceptos morales. ¡Fantástico! Esa es mi idea de hacia dónde el papa Francisco se dirige con esa importante contribución. Tiene razón. Las enseñanzas sociales de la Iglesia tienen mucho que decirnos».

Este enfoque del «marco moral» en una economía de mercado estará relacionado, sin duda, con el plano individual y social, expresado este último en normas que así lo estimulen o promuevan, con el peligro de que lo hagan mal (como hemos señalado en otra entrada) o no adecuadamente.

En fin, hemos intentado dar elementos sobre un debate que «no está cerrado», y donde hay elementos esperanzadores como los que hemos señalado en la posibilidad del «si«, y fundamentalmente en enfoques y experiencias como los de la economía social y solidaria, de Sekem, la economía del bien común o la economía de comunión, entre las principales. Sin duda, todo ello nos puede conducir a un mundo mejor.

(*) También presentan vinculación con enfoques como el de los negocios inclusivos, el de los cuatro retornos, entre los principales. Cabe destacar que en el enfoque de los cuatro retornos se coloca «al final» el retorno financiero o al capital. Este es un enfoque similar al mencionado por Jack Ma (fundador de Alibaba) respecto de «primero los clientes, luego los trabajadores y por último el capital» (accionistas o inversores), que se puede visualizar en este video en particular del minuto 9 en adelante.

( **) Se refiere a otra pregunta donde dice: «el capitalismo, históricamente, es una especie de acuerdo faustiano en este sentido. En la Edad Media, la economía era una economía agraria y en Europa se guiaba por principios eclesiásticos. No se utilizaban precios justos. La idea era que había un marco moral y una sociedad rural estable. El capitalismo surgió con el descubrimiento de América, las primeras empresas capitalistas fueron las de las Indias Orientales y las del Sur. Estas sociedades de capital conjunto salieron a explotar las nuevas rutas comerciales, a producir algodón, azúcar, tabaco, oro, plata. El capitalismo era un acuerdo faustiano en el sentido del doctor Fausto: significaba aprovechar la codicia para el desarrollo. La codicia es una fuerza poderosa. La gente codiciosa moverá montañas, destruirá bosques tropicales, creará guerras, esclavizará gente, todo para generar riqueza. La riqueza es una adicción increíblemente poderosa. El capitalismo se sirvió del instinto más poderoso que tenemos para la economía, y creó este dinamismo que no se había visto nunca antes. No existe un sistema económico que pueda compararse con el dinamismo capitalista. Puso la codicia en el centro del sistema y todos miraban hacia otro lado mientras la gente era esclavizada, o se cometían genocidios para quitarles sus tierras a los indígenas. En el siglo XIX, el capitalismo se enfrenta a sus dos grandes contrincantes. Uno, el socialismo, que dice: “Esta codicia es cruel, mejor tengamos una sociedad dirigida por el Estado”. El segundo fue la socialdemocracia, que dice: “Podemos domar esa codicia”. El socialismo del siglo XX que conocimos creó sus propias atrocidades. Eliminó el dinamismo y creó tanto poder estatal que desató fuerzas imposibles de controlar. La idea socialdemócrata, que llegó a Escandinavia en la década de 1930, y a Alemania después del nazismo, resultó ser el mejor modelo. Se acepta cierto nivel de codicia como un mal que hay que tolerar, no elogiar.»

 

Economía china y bien común

Un gran número de personas que tienen liderazgo de grupos, organizaciones y naciones, más allá de sus ambiciones personales o narcisismos -a veces predominantes-, seguramente buscan «lo mejor» o el bien común para esos espacios, entre otras cosas, porque sino no se sostendrían en ese lugar en el tiempo (salvo que apelen a la violencia extrema).

En otra entrada hemos hablado del bien común y de críticas a este enfoque por pensadores como Karl Popper (“La sociedad abierta y sus enemigos”, varias ediciones) en función de que requiere de una “autoridad” o gobierno fuerte y centralizado no interesados en los derechos o beneficios de los individuos como tales sino en la comunidad como entidad. Si los liderazgos no generan consensos democráticos de abajo hacia arriba, sin duda lo que afirma Popper es cierto. Habrá que tener capacidad de discernimiento claro sobre esta problemática.

Lo que se viene de mencionar puede aplicarse a diversas situaciones. Una de ellas es a los liderazgos (con concentración del poder) que han habido en China, desde Mao Tse-Tung, pasando por Deng Xiaoping y hasta la actualidad con Xi Jinping. Hay una «linea conductora» que vincula al socialismo (lo considerado «lo mejor o deseable» para ese país) con la particularidad del caso chino («el socialismo a la china») pero en cada etapa muy diferente, y podríamos afirmar que entre Mao y la actualidad radicalmente diferente.

Según esta nota «en el último bimestre de 2017 hubo en China dos reuniones claves para analizar su futuro: el XIX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) y la Conferencia Económica. El Congreso eligió al presidente Xi Jinping para un nuevo mandato de cinco años, dándole un poder solo comparable al que en su momento detentó Mao: secretario general del PCCh, presidente de la Comisión Central Militar, jefe de Estado y presidente del máximo nivel político (Politburó). Más aún: los lineamientos del futuro político de la república, elaborados por el presidente («Pensamiento de Xi Jinping sobre el Socialismo Moderno Chino para una Nueva Era»), fue incluido en la Constitución del PCCh. Los pilares políticos de este «nuevo socialismo» son: fortalecimiento del partido único; centralización del poder en el presidente; fuerte política anticorrupción y férreo control de los medios de comunicación. Nada nuevo: todo el poder para Xi, en un modelo político basado en una dictadura de partido único y concentración del poder»

También la misma fuente agrega «La Conferencia Económica definió la estrategia con el objetivo general de «aumentar la capacidad de innovación, mejorar la competitividad y evitar los desequilibrios». Reafirmó la política seguida a partir del inicio del primer mandato de Xi (2012/2017), esto es: sustituir el rápido crecimiento del período 1979/2012 por una expansión no tanto de «cantidad, sino de calidad». Seguirá así la estrategia de un crecimiento más suave, sustentado en reformas estructurales, suba del consumo interno, desarrollo de industrias con alto contenido de innovación y tecnología, apertura de la economía, adecuación de empresas estatales a esquemas de competitividad, inicio de la desregulación del sistema financiero y cambiario; todo sumado a una gradual reducción de la participación del Estado en la actividad. La economía creció al 9,8% promedio anual desde la reforma de 1978 hasta 2011. El esquema de «calidad por cantidad» desde 2012 dio lugar a una expansión promedio anual del 7,1%. Para 2018, la Conferencia prevé un índice «equilibrado» del orden de 6,5%.» En este crecimiento tendrá un rol relevante la industria.

Según la opinión de Jeffrey Sachs, en un reportaje que le hiciera Jorge Fontevecchia, el caso chino es una tercera variante del sistema capitalista «es una especie de mercado estatal que China está en proceso de idear. Un sistema diferente. Una parte estatal maneja una economía de mercado importante que ha demostrado ser exitosa en la construcción de infraestructura, educación y competencia. ¿Produce una vida satisfactoria, una ideología de bienestar? Eso está por verse. Porque China es muy codiciosa, con todos los riesgos del gobierno unipartidista. Tiene, desde 1978 –ya entramos en el cuadragésimo aniversario de Deng Xiaoping–, un éxito económico increíble con un importante punto en contaminación masiva que ahora están asumiendo. China tiene muchas ventajas y podría hacer un aporte tremendo. Soy optimista en este aspecto, pero esta historia se está desarrollando hoy, y también es imprevisible.»

En este reportaje ante la pregunta: «Gorbachov salió del comunismo haciendo reformas políticas, mientras que Den Xiaoping salió del comunismo haciendo reformas económicas. ¿Por qué China tuvo más éxito que Rusia?», Sachs responde:

«Hay algo básico que la gente debería entender, que es algo contradictorio, y eso es que el ingreso per cápita en Rusia, hoy, es significativamente más alto que en China. Pensamos en China como una gran historia de éxito económico, y pensamos en Rusia como una gran crisis. Sin embargo, Rusia tiene un ingreso per cápita mucho más alto que China. ¿Cómo se puede armonizar esto? China vivió una rápida transformación: de una pobreza rural a una afluencia urbana. Eso fue una enorme transformación, la más rápida de la historia. Un gran éxito para Deng Xiaoping. La historia de Rusia fue diferente. En 1991 el país se independizó y ya era una sociedad urbana y una economía industrial, pero no una economía industrial urbana exitosa. Rusia era un Rust Belt,‒cinturón industrial, un complejo industrial militar con ciudades ocultas que no aparecían en los mapas, lugares en Asia central alejadísimos de los mercados mundiales, construidos por la paranoia del sistema stalinista, sin viabilidad económica. China se encontró en una fase de construcción, de 1978 hacia adelante, y Rusia en fase de reestructuración. Construir suele ser más fácil, uno comienza desde cero. Hay que tener políticas sólidas, buenas ideas y bastante suerte durante un largo tiempo, y China lo tuvo….»

Ahora bien, lo que se acaba de describir ¿puede caracterizarse «una economía del bien común»?, más allá de las buenas intenciones que se mencionaron al principio. Esto es lo expresado por Mons. Marcelo Sanchez Sorondo, canciller de la Pontificia Academia para las Ciencias, según la publicación «Vatican Insider«. Allí dice “en este momento, los que mejor realizan la doctrina social de la Iglesia son los chinos” y luego agrega, entre otros conceptos: «ellos (los chinos) buscan el bien común, subordinan las cosas al bien general”, insistió el arzobispo argentino, en la entrevista mencionada con el Vatican Insider.

Si bien esta opinión busca respaldarse en el economista Stefano Zamagni, según Sandro Magister, un «vaticanista» de la revista italiana L’Espresso, parece improbable de que el citado Zamagni crea que los chinos son un ejemplo de aplicación de la doctrina social de la Iglesia. Aquí va lo expresado por Magister:  «Hay que hacer una puntualización sobre el profesor Zamagni, citado por Sanchez Sorondo en apoyo de sus dichos. Nada de más errado. Zamagni, economista de fama mundial, presidente de la facultad de economia de la Universidad de Bologna, interrogado por un periódico de su ciudad (Rimini) no ha querido comentar las palabras de monseñor Sanchez Sorondo, pero bastan un par de citas de Zamagni para evidenciar que él se ubica en sus antípodas. En el 2015 dijo, en una entrevista a «Familia Cristiana«: «China ha creído que podia ir contro natura. Éste es el «mal chino». Pequín ha adoptado el modelo de la economía de mercado dentro de un sistema comunista dictatorial de partido único marxista-maoista. Aún el más desprevenido sabe que este matrimonio no va a ir bien». Hace un año, en el diario «Avvenire«, Zamagni ha denunciado «la separación cada vez más profunda entre el capitalismo de mercado y la democracia». Y, en el pasado noviembre, en un encuentro que tuvo lugar en la Universidad Gregoriana, ha dicho:» La economía de mercado capitalista ha sido siempre vista como balanceada por la democracia, por medio del ‘welfare state’. Pero la novedad de estos tiempos es que se ha roto este vínculo: se puede ser capitalista sin ser democrático». Y las dos veces dijo:» el ejemplo de escuela es el de China».

Sintetizando las dos últimas opiniones: a) según Sachs esta tercera variante de capitalismo está «por verse» (en particular por «lo codiciosa y por gobierno unipartidista») y b) según Zamagni es un «capitalismo sin democracia». Por lo tanto no se podría afirmar que China es una economía del bien común. Todo ello más allá de los esfuerzos que están haciendo para lograr una economía amigable con la ecología (compromiso de construir una «China hermosa»), de sacar a millones de personas de la pobreza (en línea con las variantes exitosas del capitalismo), pero donde se ha agravado la desigualdad, fomentado el consumismo y -hasta el momento- con graves problemas ambientales. Lo que venimos de mencionar no nos lleva a un mundo mejor.

Quedan muchas otras preguntas para hacernos como, por ejemplo, las siguientes: Dada la importancia de la población y la economía china a escala mundial, así como el deterioro de su territorio, de continuar siendo «exitoso» el crecimiento de esta variedad de capitalismo, ¿cual será su impacto sobre los recursos -y en general- en el medio ambiente del planeta? ¿y si el consumo interno alcanza a mayores sectores de su población? En el caso de la energía ¿el viraje a energía limpia tendrá el impacto y el ritmo compatible con no agravar más el cambio climático? . El tipo de globalización que impulsa China ¿es cómo dice esta nota?. El «softpower» (o postura pacífica) a escala mundial que viene teniendo China más recientemente, ¿se mantendrá si su economía afronta dificultades de crecimiento? ¿o veremos situaciones parecidas en la historia de otras naciones, dado que la naturaleza del poder es similar aunque con características peculiares?  Por ahora, no está a nuestro alcance poder responderlas de manera precisa.

Nota al pié: Sobre este tema hay otras opiniones como esta y acerca de la relación entre meritocracia y democracia en el modelo chino se puede ver este link. Se pueden encontrar más informaciones sobre China en sitios como los siguientes: Portal China, economía de China, publicaciones de Asia, notas de The Economist, entre otras. También nos hemos referido a este caso en la última parte de este texto. En cuanto a las perspectivas de la economía china es interesante este artículo. Respecto de las relaciones de China con Argentina es muy interesante esta nota, así como las enseñanzas de China para Argentina según esta nota de Eduardo Fidanza comentando un artículo del Wall Street Journal. A fines de agosto de 2023 salió esta interesante nota.

Codicia y Economía

Una de las definiciones de codicia que da el Diccionario de la Real Academia, es el «afán excesivo de riquezas». Este concepto, y en particular en definición de Aristóteles, en la economía premoderna, está asociado al de crematística (arte de ganar dinero). También la codicia está emparentada con la avaricia. Según el poeta Dante Alighieri «la avaricia es de naturaleza tan ruin y perversa que nunca consigue calmar su afán: después de comer tiene más hambre». Es una versión de la «desmesura» e «ir por todo», pero desde lo económico.

Otra forma de ver esta temática es considerar a la codicia como un vicio «beneficioso y fundamental para el progreso económico». En la época de Adam Smith hubo un famoso y provocativo pensador denominado Bernard de Mandeville, quien, en 1714, publicó “La fábula de las abejas: o, vicios privados, públicos beneficios”. Según Nicol (Nicol, E., Introducción a la Teoría de los Sentimientos Morales, El Colegio de México, FCE, 1941. pág. 17) para Mandeville las “pasiones e impulsos egoistas son justamente los motores de la industria y del comercio, es decir, de todo lo que parecía en el siglo XVIII, especialmente a los ingleses, y aún parece hoy a muchos rezagados, el más alto signo del progreso humano”. Esta argumentación fue rebatida por Smith en el cuarto capítulo de la Sección II de la parte VII de la Teoría de los Sentimientos Morales, cuando habla de «los sistemas licenciosos».

Si bien es un tema muy antiguo sobre uno de los aspectos posibles de la naturaleza humana, reaparece contemporáneamente en distintas notas de economistas relevantes. En un reportaje que le hace Jorge Fontevecchia a Jeffrey Sachs, el primero le pregunta: «En su libro “The shock doctrine”, Naomi Klein sostiene que el capitalismo explota las crisis nacionales para impulsar políticas de shock que, de otra manera, no sería aceptadas. ¿Está de acuerdo con esa idea?» y Sachs le responde:

«Creo que el principal aspecto del capitalismo es que hay diferentes estilos. Mencionaría las dos variantes tradicionales, y luego una tercera. Una ha sido la variedad anglosajona, más neoliberal. La segunda, el capitalismo de mercado social o socialdemócrata, que sería Escandinavia y Alemania. Soy un admirador de la segunda categoría. Ambos tipos de capitalismo se construyen sobre no poca codicia, pero el primer tipo de capitalismo tiende a promoverla, mientras que el segundo tipo de capitalismo trata de acotarla: “Aceptamos cierto nivel de codicia, y mantenemos la economía en marcha”. Mientras que el modelo anglosajón, especialmente el estadounidense, dice: “Nos encanta la codicia”. Naomi Klein escribe sobre la variante norteamericana extrema del capitalismo».

También en una nota reciente del Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, finaliza diciendo sobre los discursos de los CEOs en Davos de 2018: «de modo que olvídense de las perogrulladas sobre los valores que los CEO recitan en los párrafos de apertura de sus discursos. Pueden no tener la franqueza del personaje de Michael Douglas en la película Wall Street de 1987, pero el mensaje no ha cambiado: “la codicia es buena”. Lo que me deprime es que, aunque el mensaje es evidentemente falso, tantos en el poder crean que es verdad». (*)

Tal vez, si se pudiera resignificar el concepto de codicia por el de una aspiración, ambición o deseo prudente y razonable de progreso y mayor bienestar, donde hubiera conciencia de que lo individual se realiza con otros en un contexto o sistema donde los valores de justicia y solidaridad son fundamentales para que el mismo sea sostenible y sustentable, seguramente coincidiremos que esto sería lo mejor. Para ello habría que tener capacidad de discernir sobre la diferencia entre amarse a uno mismo y ser egoísta, y respecto del concepto profundo de felicidad.

Para lo que venimos de mencionar no hace falta ni ser ángel ni santo (en línea con la frase de la imagen de la entrada), sólo humanos conscientes de nuestras limitaciones que, con humildad y sinceridad, buscamos alejarnos de los distintos vicios e impulsos egoístas, tratando de compatibilizar el amor hacia nosotros mismos con el amor hacia las demás relaciones (el prójimo, la naturaleza, para los creyentes el amor a Dios…). Ello nos puede conducir a un mundo mejor.

(*) Además de las que provienen del ámbito académico, en lo que se refiere a la difusión de las situaciones mencionadas, estas afirmaciones están en sintonía con informaciones proporcionadas por recientes series televisivas como es el caso de «Dirty Money«.