En prevención de consumos problemáticos

Vivimos en sociedades en las cuales predominan características donde todos somos consumidores de objetos, servicios y hasta de otras personas.

En estas sociedades hay una prolongación de la adolescencia en términos de años, además de la tendencia a gratificar instantáneamente las demandas, teniendo anomia y desesperanza, con carencias de figuras de identificación positiva, con medios cargados de mensajes contradictorios, violencia y falta de trascendencia, generando crisis de referentes y familias, con ausencia de espacios de dialogo, aislamiento y falta de redes sociales de contención, decadencia sistemática de los métodos educativos y tratamiento inadecuado de estos temas en los medios de comunicación.

Además hay una naturalización del uso de sustancias psicoactivas, con mayor oferta de las mismas y la aparición de nuevas y más baratas. La forma conservadora tradicional, enfoca el tema exclusivamente desde la perspectiva de las adicciones o dependencias, sobre todo a drogas ilegales, como lo único sobre lo cual habría que preocuparse.

También puede llevar a pensar que alguien se convierte en adicto solamente por entrar en contacto con una droga prohibida; lo cual, deja de lado muchos consumos no adictivos que ponen en serio riesgo a la salud (como el consumo excesivo de alcohol, aunque no se trate de alcoholismo). También desde este enfoque tradicional, suelen soslayarselos problemas de salud relacionados con actos compulsivos que son aquellos que las personas no pueden dejar de practicar. Entre ellos se cuentan los juegos de azar (bingos), el comer compulsivamente, el trabajar sin descanso, entre otros actos, que algunas personas pueden llegar a realizar de manera adictiva.

Otra de las dificultades que presenta este enfoque tradicional es el hecho de que se coloque el acento del problema únicamente sobre las drogas prohibidas. Esto sucede mientras que se deja avanzar y hasta se incentiva -desde la publicidad y los medios de comunicación-, el consumo de medicamentos sin indicación médica, o alimentos con altos contenidos de grasas saturadas o azúcares, bebidas alcohólicas en todo momento y para todos, entre otros, que pueden ocasionar graves daños a la salud dependiendo de cómo se los utilice. La llamada medicalización de la vida cotidiana halla expresión en el uso cotidiano de todo tipo de medicamentos para paliar el dolor, la gripe, la ansiedad, la depresión, la falta de energía, etc. Este fenómeno guarda relación con el recurso de las sustancias tanto legales como ilegales en la vida cotidiana de las personas. La promoción de la felicidad a través del consumo de alcohol y la publicidad de una serie de medicamentos que alivian “totalmente el dolor” o “definitivamente el sufrimiento”, proponen soluciones rápidas e instantáneas a cualquier problema. Esta propuesta, a la que subyace la idea que “para cada situación existe una sustancia o un consumo adecuado”, afecta al conjunto de la sociedad: está extendida y generalizada en todos los sectores sociales y grupos de edades de la población, independientemente de cuál sea el objeto o la sustancia que se consume.

En suma, la situación ha dado como resultado un aumento en los problemas en salud relacionados con los consumos problemáticos de sustancias psicoactivas y de otros. Las personas hacen uso de objetos y sustancias psicoactivas, la mayoría las usan en forma recreativa socialmente, otros hacen abuso y los menos generan dependencia de las mismas.

Con respecto al tema de la adicción propiamente dicha (dependencia), cabe aclarar que es una enfermedad, compleja y tratable, que afecta el funcionamiento del sistema nervioso, además del comportamiento y de los vínculos con el entorno.

No hay un solo tratamiento que sea apropiado para todas las personas por igual, el mismo debe estar fácilmente disponible en todo momento y abarcar las necesidades diversas de la persona, además es esencial que el paciente lo continúe durante un periodo adecuado de tiempo. Las terapias como la individual, de grupo,  psicofarmacología, de conducta, son las formas de tratamiento más comunes y con grado de eficacia comprobado. Es aconsejable que los  tratamientos sean evaluados periódicamente para, de ser necesario, modificarlos dado el grado de comorbilidades de los pacientes. Los programas deben incluir exámenes para el VIH/SIDA, la hepatitis, la tuberculosis y otras enfermedades infecciosas. El trabajo terapéutico con las familias y referentes de los pacientes es fundamental para generar mayor grado de contención y modificar vínculos patológicos.  Desde el primer momento se debe incluir la estrategia de socio educativa del “proyecto de Vida” para descubrir habilidades y anhelos que sostengan a la persona en el tratamiento y posteriormente. Por último cabe aclarar que las recaídas son parte de las vicisitudes del  tratamiento.

A continuación un simple bosquejo de herramientas para la contención de los riesgos en la tematica:

 A nivel preventivo:

  1. Mediación y estimulo para el acercamiento entre la población (general y afectada) a los sistemas socios sanitarios: hacer de nexos y puentes entre la instituciones y la gente, visualizando servicios y acompañando.
  2. Propiciar modos de vida saludables, generando procesos dinámicos de acciones singulares y sociales en relación con alimentación saludable, actividades físicas, entornos saludables, evitación del consumo de tabaco, alcohol y otras compulsividades, mayor uso de agua.
  3. Campañas para disminuir la estigmatización, segregación y exclusión de las personas que practican «usos de sustancias psicoactivas» (en adelante «USP»),
  4. Brindar orientaciones a:referentes, jóvenes, escuela, barrio,
  5. Charlas, talleres, debates sobre comunicación, descubrimiento de habilidades, mayor autonomía, resolución de conflictos en forma positiva.

A nivel de generar Intervenciones Tempranas:

  1. Acogida y empatía con las personas usuarias y sus referentes.
  2. Visualización de las consecuencias negativas del consumo entre el operador socio sanitario y las personas usuarias con sus referentes. Consensuar cuales son los riesgos en términos de generar dependencia, enfermedades crónicas, accidentologia, ruptura vinculares, costos económicos, desmotivación labora o educativa.
  3. Búsqueda de motivaciones para el cambio (con rangos que van de leve, moderados y altos), que consisten en manifestar deseos y obrar en consecuencia en la disminución de los riesgos del consumo. Apoyar cada gesto de disminución de riesgos.
  4. Encuentros de búsqueda de acciones positivas (realistas y propias) alentándolas. Visualizar las habilidades y cualidades: físicas, de calidad de vida (reconocimiento, autonomía, contacto con los demás), en relación a conductas consigo mismo y con otros, ideales socio culturales, red vincular, como desarrolla su creatividad, como se comunica, manejo de ciertos conflictos, actividades al aire libre, etc.
  5. Búsqueda de metas. En relación con el USP (días, cantidad, horarios, ingesta de comida, velocidad, que cosas o situaciones hace que no consuma) y con otros temas (retomar acciones abandonadas, reencuentros, renovación de vínculos, inicio de perfeccionamientos, autocuidados alimenticios e higiene y descanso, etc).
  6. Identificación de situaciones de riesgo, como ser: ansiedades, momentos negativos, diversión, lugares, estar en determinados horarios con ciertas personas, etc
  7. Intervención con los referentes de la persona que USP, acompañándolos en el manejo de las responsabilidades y en resolución de conflictos, como así en la participación en las instituciones y organizaciones locales.
  8. Que hacer en una Urgencia o Crisis: proteger, avisar a la emergencia zonal y acompañar, nunca dejar sola a la persona. Ver su estado de conciencia, si respira, como está el pulso, si hay heridas, tranquilizarlo e informarle lo que estás haciendo. Ver si hay dolor en el pecho, sudor frío, mareos o ha habido pérdida de conocimientos, dificultad para hablar, síntomas que se desencadenan en forma rápida, vómitos con sangre.
  9. Como desarrollar y utilizar una Red contenedora frente al USP u otras temáticas.

A nivel del Sostenimiento

  1. La presencia, el apoyo, la comprensión y la escucha son fundamentales para acompañar a las personas que USP y sus referentes.
  2. Es necesario hacerlo porque dichas personas y sus Referentes tienen dificultades en seguir las prescripciones de los equipos socio sanitarios, algunas veces no van a las entrevistas programadas, sobrevaloran los efectos secundarios del USP, tienen desinterés o distorsión de su propia salud, dificultades en pedir ayuda, inadecuada interpretación de las realidad y baja resolución de los conflictos e integración vincular.
  3. El acompañamiento puede ser presencial a los servicios socio sanitarios, en el barrio o en su domicilio. O en forma virtual (teléfono, watsapp).

A modo de conclusión cabe aclarar que las políticas públicas sobre la temática en la Argentina, desde 1973 hasta la fecha, son muy dispares, con presupuestos insuficientes, con marcos regulatorios vigentes, contradictorios (leyes nacionales 23.737 y 26.657).

Con una fragmentación de la Red Preventiva – Asistencial muy desproporcionada, entre Nación, provincias, municipios, Obras Sociales, instituciones Prepagas, ongs, sin que nadie cumpla la función de “torre de comando” para que los pacientes, sus referentes, la población general y los financiadores, se dirijan a una mejor calidad prestacional preventiva – asistencial.

A pesar de esto…. sobrevivimos, gracias a la voluntad de miles de personas (profesionales, técnicos, familiares y algunos funcionarios) que tienen pensamientos y acciones inclusivas.

PD: Esta nota fue elaborada por el Lic. Aldo Domanico (aldodomanico@gmail.com) a quien se le agradece particularmente. La misma está relacionada también con la sección el cuidado y la prevención, y los ejemplos de políticas públicas, en general, están vinculados con el caso argentino. Para enfoques en otros países, véase esta nota del diario El País de España, sobre el caso de Islandia.

¿La Vida Importa?

En el festival internacional de cine independiente de Buenos Aires, denominado BAFICI, del año 2018 se estrenaron muchas películas. Una de ellas es la película argentina «Mekong – Paraná. Los últimos laosianos«. En ella se muestra como llegaron refugiados laosianos, escapando de la guerra de Vietnam, a Argentina y como ha venido siendo su vida.

En una escena de la misma uno de los protagonistas muestra un tatuaje en su brazo. Al explicar su significado expresa que literalmente quiere decir: «la vida no importa«. La razón por la cual el gobierno de Vietnam en esa época hacía estos tatuajes era porque «si la vida importaba, nadie iba a querer ir al frente de batalla».

Para que la vida importe tiene que tener un sentido que valga la pena. Las personas que viven en situaciones angustiosas como las que venimos de mencionar, las que no visualizan ninguna posibilidad de tener un lugar en la sociedad, de ser valoradas, de qué «están jugadas» por la droga o la maraña de la marginalidad y la violencia, que se consideran sólo un objeto mercantil o una mera pieza en un tablero de ajedrez del poder, entre otras, llegan a esta lamentable conclusión. Esto no sólo les concierne a ellos, sino también al medio que los rodea que también sufre el impacto de la violencia y del sin sentido de esos seres humanos.

La bella frase de la entrada de Abraham Lincoln nos remite a una vida de calidad, es decir a que nos sintamos felices. Para ello tenemos que estar en un entorno medioambiental y vínculos personales que nos lo posibilite. Su construcción depende de cada uno de nosotros, en lo micro y en lo macro (la sociedad, la economía y la política, así como las distintas expresiones culturales vinculadas con lo sapiencial). La construcción conjunta de un sentido del compartir, de justicia, de fraternidad y de amistad social nos puede llevar a un mundo mejor.

 

Descartables

Hay muchas cosas descartables en la vida. El descarte del procesamiento de la droga de cocaina es lo que se denomina «paco» (ver imagen de la entrada). Este elemento también es uno de los cuales contribuyen a transformar a las personas en descartables hasta que terminan produciéndoles daños irreparables y muriendo por sus efectos. Hay muchas historias de vida muy angustiantes sobre este tema y el conductor televisivo Diego Sehinkman, en el programa Terapia de Noticias de LN+ del 18 de abril la ha denominado «epidemia» (ver minuto 51 en adelante). Ello fue actualizado en este programa desde el minuto 31 en adelante.

En otra nota nos hemos referido a la cuestión general de las drogas, así como en otra entrada a la prevención del delito. En esta desearíamos hacer algunas preguntas y reflexiones adicionales vinculando ambas cuestiones con la pobreza y la salud, en especial para el caso argentino (particularmente en las grandes metrópolis). Aquí van:

  • ¿el combate policial y judicial contra las drogas no debería ser acompañado de otras medidas adicionales preventivas?
  • si la familia no puede, los institutos correccionales de menores -en general- «no corrigen» estos comportamientos (muchas veces los agravan) y la escuela se ve sobrepasada, ¿no habrá que generar espacios sanitarios (de internación o de día, según la gravedad) donde se combinen profesionales de la salud, con la enseñanza artes y oficios, así como de prácticas de deportes que saquen a los jóvenes del hastío y el sin sentido cotidiano? ¿se podrá pedir la colaboración de los distintos cultos, clubes de barrios, ongs… que puedan aportar distintas capacidades y competencias para jóvenes? Allí habrá que desagregar aquellos jóvenes que tienen posibilidades reales de recuperación, de aquellos a los que habrá que nuclear en instituciones que posibiliten un cuidado paliativo y tareas acordes con sus posibilidades.
  • ¿lo anterior no podrá ser empalmado un programa de tutores (como dice Daniel Arroyo) e iniciativas como las casas del futuro del Ministerio de Desarrollo Social, y otras experiencias similares? ¿de ahí articular con la terminación de la escolarización y realizar una mayor capacitación profesional?
  • ¿los Municipios no tendrían que tener un rol importante en generar proyectos de desarrollo local (espacios deportivos y recreativos, mantenimiento de infraestructura urbana, limpieza y reciclaje urbano, etc.) que den trabajo a estos jóvenes?
  • ¿no habrá que evaluar si se pueden recaudar más recursos, como expresa el politólogo José «Pepe» Nun, no sólo para reducir el déficit fiscal sino también para financiar estas iniciativas muy vinculadas a la pobreza, la salud y el delito?

entre otras posibles iniciativas a considerar.

Todo esto debería formar parte de un cambio de cultura frente a los considerados «invisibles«, «los nadies«, o productos de la cultura del descarte a la que se refiere el Papa Francisco o el escritor Saramago que dice: «el ser humano es la cosa más descartable que existe hoy. Se descartan personas que ya no se necesitan, se descartan trabajadores, culturas, pueblos, lo que no cuente con una utilidad para que el carro triunfal de una economía globalizada siga su camino. Esta es una sociedad que halaga a los jóvenes y adolescentes, los cautiva, los aprecia, pero en el fondo los convierte en instrumentos del consumismo».

El cambio de cultura debería reflejarse en responder positivamente preguntas del tipo de las más arriba formuladas y -de manera urgente- en medidas concretas. Ello nos puede conducir a un mundo mejor.

PD: Son muy importantes experiencias positivas de recuperación como las del Programa Vida de las Iglesias Evangélicas nucleadas en ACIERA.

 

Infierno – Paraíso

En este blog venimos intentando presentar enfoques y prácticas -en especial socioeconómicas- que nos alejen de un mundo peor y nos acerquen a un mundo mejor. Todo ello en un marco donde -en general- se plantea una carrera por maximizar el excedente económico y el poder, pero también hay otras expresiones que nos dan esperanzas de cambio.

En esta breve nota utilizaremos otra expresión del lenguaje vinculado con un mundo peor – mundo mejor, como es «infierno – paraíso» (como lo ilustra el cuadro de la entrada).  Tal vez se pueda afirmar que estas palabras aluden a una cuestión metafísica. También se puede decir que forman parte de un debate teológico sobre el infierno donde -en general- en la tradición judeocristiana no se pone en duda la existencia de «un paraíso» original.

Sin embargo esta temática también la aborda el astrofísico Carl Sagan, en su capítulo IV de la Serie Cosmos, denominado «Cielo e Infierno» («cielo» como equivalente a «edén o paraíso»), donde fundamenta que si no modificamos la acción humana vinculada con el medio ambiente, terminaremos convirtiendo en un infierno a la Tierra.

En esta nota desearíamos reflexionarlo desde lo personal y social, a partir de una frase de Carl Jung: «Un hombre que no ha pasado a través del infierno de sus pasiones, no las ha superado nunca».  Esto a que se podría deber? Seguramente las explicaciones pueden ser múltiples y es más bien una tarea de la psicología y el psicoanálisis. Aquí solamente trataremos de esbozar sólo algunas vinculadas a un elemento donde juega la temática «infierno-paraíso» como el caso de las sustancias psicotrópicas o psicoactivas. Si bien se utilizan desde hace miles de años en «contextos religiosos, médicos y para usos aprobados culturalmente (por ejemplo: alcohol, cafeína, nicotina)», nos referiremos aquí a un aspecto particular como es el consumo de drogas que se caracteriza como «toxicomanía«.

Cuales son las principales manifestaciones que cita la literatura científica (en particular la psiquiatría) para caer en este fenómeno: la búsqueda de placer (felicidad, éxtasis o alguna forma de paraíso) o salir del displacer (alguna forma de infierno producto de vivencias afectivas traumáticas, la falta de un «sentido de la vida» o sociales como las privaciones de bienes y servicios básicos o el exceso de presión socioeconómica que nos impone el contexto o «sistema»), de «alienación» (en el sentido de «desposesión» individual y disociarnos de la realidad exterior que nos es traumática) y el acostumbramiento (bajo la forma de adicción) a un producto tóxico para la persona.

Si lo anterior es así, ¿se puede hacer algo -en lo micro y en lo macro- para actuar en estos componentes e ir disminuyendo el consumo de drogas? ¿No es este el principal problema a resolver para erradicar la producción y la distribución de drogas en el mundo? La respuesta tiene que ser necesariamente sistémica que articule virtuosamente aspectos micro y macro que nos permita salir de este grave problema para la humanidad.

Los aspectos micro van desde una buena vivencia afectiva en el seno familiar, educativo, social y laboral de la persona, hasta las condiciones macro: derechos humanos que, la sociedad a través del Estado (y en conjunto con él), se efectivicen en políticas, acciones y resultados concretos que permitan un piso de bienestar y sentido de felicidad que coadyuden a este logro. Todo ello sin caer en exacerbar la rivalidad (que estimula el sistema capitalista) y tratar de ser «como dioses» (vinculado con esto, «lo supra humano» y su relación con «lo nacional«, se puede visualizar en determinadas prácticas de dopaje en el deporte como lo muestra el film Icaro de Netflix).

El abordaje desde la salud (con las instituciones específicas y adecuadas para tratar las adicciones) es indispensable para salir de este flagelo, así como el acompañamiento posterior y la voluntad de la persona involucrada, y el abordaje desde una adecuada política criminal en el combate al narcotráfico. Una experiencia interesante y valiosa desde lo territorial es el caso de la Ciudad de Medellín y en cuanto a jóvenes la experiencia de Islandia (también se puede ver esta nota).

Además de lo expresado, sin duda las distintas religiones hacen un aporte muy valioso a través de la vivencia de la espiritualidad, meditación, oración y formas de trascendencia que eviten la utilización de «prótesis artificiales o atajos» para llegar a un falso «espejismo» de paraíso. En el caso del cristianismo la oración de Jesús, denominada «Padrenuestro«, pide que «…venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad así como es en el cielo, en la tierra…» . Es decir el «reino» como equivalente a la vuelta, ya aquí en la tierra, al paraíso. Nuestra contribución es indispensable e insustituible «aquí en la tierra», sino construiremos distintas formas de infierno.