¿Por qué cooperamos?

Somos conscientes que, en lo que denominamos «vida», están mezclados el bien y el mal, en distintas proporciones y modalidades según el contexto y grado del proceso evolutivo. Eso está presente en el relato bíblico del pasaje del paraíso al pecado original y también en los enfoques de pensadores acerca de si los seres humanos somos naturalmente buenos (Rousseau) o malos (Hobbes) -como explica esta nota– y la necesidad de las instituciones y el Estado.

Esta temática también es abordada -desde el comienzo- en el libro de la imagen de la entrada (¿Por qué cooperamos?) de Michael Tomasello. Si bien su enfoque general está sintetizado en esta nota, intentaremos aportar alguna información complementaria sobre este excelente libro que invitamos a leer.

Comienza el libro planteando que nacimos y, en general, fuimos criados para colaborar, señalando que hay todo un conjunto de habilidades cooperativas y motivaciones para colaborar que son exclusivas de nuestra especie. Señala que hay “una intencionalidad compartida” a los procesos psicológicos subyacentes que hacen posibles estas únicas formas de cooperación.

Indica que los seres humanos se enseñan mutuamente distintas cosas y no reservan sus enseñanzas para los parientes. Enseñar es una forma de altruismo, mediante la cual ciertos individuos donan información a otros para que la utilicen. También plantea que, a veces, invocan ante otros miembros del grupo normas sociales de conformidad o aquiescencia acordadas de manera cooperativa, y respaldan su apelación esgrimiendo frente a quienes no las acatan la posibilidad de castigos y sanciones. Por lo que sabemos hasta ahora ninguno de los otros primates crea colectivamente y pone en vigencia normas grupales tendientes a la conformidad.

Tanto la enseñanza como estas normas hacen su aporte a la cultura acumulativa conservando en el grupo las innovaciones hasta que surge una innovación posterior…. A medida que crecen, se desarrolla en los niños un tipo especial de inteligencia cultural que abarca especialidades exclusivas de nuestra especie para colaborar, comunicarnos y aprender socialmente, además de tomar parte en otras formas de intencionalidad compartida, habilidades que van constituyendo su capacidad de participar en ese pensar grupal cooperativo. La investigación empírica de Tomasello acerca de la cooperación en los niños y en los chimpancés se focalizó en dos temas fundamentales: a) el altruismo, y b) la colaboración.

En el capítulo 1 se desarrolla que «hemos nacido (y criados) para colaborar”, y al final se plantea el conflicto de enfoques entre Rousseau (el ser humano es social por naturaleza, pero luego la sociedad lo corrompe) y Hobbes (somos esencialmente egoístas, pero luego la sociedad nos encauza por mejores caminos a través de leyes y del estado). Indica que, en la práctica, la respuesta tiene algo de las dos posiciones. El presenta pruebas empíricas de que los infantes y los niños pequeños advienen a la cultura dispuestos a ayudar, a brindar información y ser generosos en ciertas situaciones (y egoístas, por cierto, en otras). Sin embargo, a medida que adquieren independencia, los niños aprenden a ser más selectivos y orientar sus actos altruistas hacia personas que no se aprovecharán de ellos, y que, incluso, pueden devolverles el favor.

En el capítulo 2 destaca que en sus investigaciones los chimpancés se comportan como “yo”, en cambio los niños se plantean una meta conjunta con su compañero y funcionan como “nosotros” luego de cumplir un año. Luego continúa con el papel de las normas y las instituciones, así como se articulan biología y cultura. El libro (que vale la pena leer) finaliza con un foro de debate sobre este enfoque.

Claro, un tema no menor es el sentido que le damos a la cooperación (nos remite al inicio de esta nota) si lo hacemos en dirección hacia el bien y la vida, o si es para dominar a otros. Si prevalece lo primero iremos de manera cooperativa y colaborativa hacia un mundo mejor.

PD: Se agradece a José M. Diaz Bonilla la referencia original a este texto.

 

La importancia de las ideas y los libros en ir hacia un mundo mejor o peor

En esta nota Hinde Pomeraniec señala que «fue efectivamente Karl Marx el que describió como un asalto al cielo las aspiraciones de quienes participaron de la Comuna (ver imagen de la entrada), aquella fugaz insurrección que tomó el poder en París entre marzo y mayo de 1871. Lo hizo en una carta dirigida al médico Ludwig Kugelmann y la frase se convirtió en referencia frecuente de los discursos de izquierda. Sin embargo, todo indica que el origen de esa idea viene de antes. De hecho, suele señalarse que los comunistas heredaron esa frase magnética del romanticismo alemán, ya que la imagen del asalto a los cielos se lee en el Hiperión del poeta Friedich Hölderlin (1770-1843), novela lírica y de estructura epistolar que resultó una gran inspiración para rebeldes e idealistas de todos los tiempos.

El cielo es cobijo, refugio, ambición. Es deriva de la vida para algunas concepciones religiosas, es lo que cruzamos cuando dejamos nuestra casa y vamos en busca de ideas, amores, belleza o nuevas biografías. El cielo es el borde extremo de nuestro mundo que no tocamos pero alcanzamos a ver. Enfurecido es maldición pero también puede ser la calma para almas tormentosas. Es el espacio al que los artistas se proponen retratar en el día y en la noche, el norte al que le hablamos creyentes y laicos y aquello que vemos cuando, en medio de la angustia o la desesperación, alzamos la mirada buscando respuestas.» (1)

Más adelante expresa que «días atrás leí en la revista Nueva Sociedad una maravillosa entrevista de mi colega Mariano Schuster al gran historiador estadounidense Robert Darnton. La entrevista es larga, profunda y no tiene desperdicio. Pero hubo en particular una frase que me resultó muy conmovedora. “Lo importante, para mí, y es por esto que creo en la historia como vocación, es comprender la condición humana. No podemos entenderla observando solo lo que ocurre en el presente”…

Darnton busca responder la pregunta respecto a ¿en qué medida la literatura clandestina contribuyó a crear el estado de ánimo que culminó en la Revolución Francesa? ¿Cómo eran los best sellers filosóficos y eróticos que divulgaban las ideas de la Ilustración? ¿Cómo estudiar esas «obras menores» que sembraban el germen de la rebelión? En esta entrevista, Robert Darnton analiza la formación de un temperamento revolucionario en el siglo XVIII, a la vez que se sumerge en sus comienzos como historiador y explica de qué modo comenzó su incursión en la llamada historia del libro.»

Dice que «mi intención en The revolutionary temper es recoger estos episodios que nos muestran no solo lo que sucedió, sino la forma en la que la gente percibió lo sucedido. Eso es lo que realmente busco. La comprensión, la percepción, la aprehensión colectiva de los acontecimientos tal como ocurrieron. Y lo hago porque estoy convencido de que la circulación y la recepción de la información fueron absolutamente cruciales para crear lo que yo llamo un temperamento revolucionario, o el estado de ánimo fijado por la experiencia para dar el gran salto hacia una revolución. Por lo tanto, se trata de un estudio, no tanto de los acontecimientos como de la percepción de los acontecimientos. Y creo que estas décadas que se extienden entre 1748 a 1789 permiten mostrar, a través de una serie de sucesos e incidentes de muy diversa índole, la forma en la que pensaron y actuaron los parisinos. Eso es lo que realmente me interesa. Y eso es lo que creo que es crucial para entender el advenimiento de la revolución.»

Vale la pena leer completa la nota, donde fundamenta sus afirmaciones. Es una lección para todos quienes planteamos enfoques, ideas, percepción de hechos y actitudes…para ir hacia un mundo peor o mejor.

(1) En esta nota hemos hecho referencia al enfoque cristiano, y en esta sobre los peligros de querer concretarlo en esta vida (relacionado con la frase de Marx).

Individuación, Individuo, Individualismo, Persona….

No es fácil entendernos entre los seres humanos, dado que estamos en una especie de Torre de Babel, donde hay muchos términos o palabras que son polisémicas (devienen de la polisemia del lenguaje), de nuestros sesgos cognitivos (donde las emociones juegan un rol clave), de nuestros valores, de nuestros intereses, del enfoque, la formación y la información que disponemos… entre otros factores.

Lo anterior se aplica también, y especialmente, a las palabras que dan origen a esta entrada. Comenzaremos por tratar de entender que se entiende por individuación. Según el enfoque de Carl Jung (ver imagen de la entrada) y otros, a nivel general se entiende «individuación» como el proceso mediante el cual una persona se convierte en un individuo integrado, llegando a ser uno mismo y alcanzando la capacidad de ser totalmente autónomo e independiente. Se trata de un proceso que requiere del crecimiento del sujeto y del desarrollo de diferentes capacidades psíquicas, apareciendo a lo largo del desarrollo humano y durando, en realidad, buena parte de la vida.”. Esto le da al término «individuo» (si se la asocia con «individuación») una connotación positiva.

Por su parte el diccionario de la RAE, define como individualismo a la “tendencia a pensar y obrar con independencia de los demás, o sin sujetarse a normas generales” y señala que tiene similitudes con las palabras o términos “egoísmo” (1) “egolatría” y “particularismo”. También indica que es una “tendencia filosófica que defiende la autonomía y supremacía de los derechos del individuo frente a los de la sociedad y el Estado.”. En la torre de Babel en la que estamos usualmente se entiende por trascender o superar al individualismo al ir más allá o trascender el egoísmo o la egolatría. Posiblemente estemos de acuerdo -desde el punto de vista valorativo- en la definición general de individualismo (como autonomía personal) pero no en sus acepciones y similitudes relacionadas con el egoísmo y la egolatría que nos llevan a un mundo peor.

Por último existen numerosas preferencias acerca de optar por el término «persona» más que «individuo», muy marcada por pensadores como Emmanuel Mounier y Jacques Maritain (y su enfoque general de Humanismo integral así como la importancia de la educación).

Esperamos que esta reflexión sea de utilidad en la comunicación de nuestros enfoques, ideas y prácticas.

(1) En esta nota reflexionábamos acerca de la diferencia entre amarse a uno mismo y ser egoísta.

PD: Para la redacción de esta entrada, se agradece el debate con Vicente Palermo y Enrique Bianchi, y sus respectivos aportes.

 

Lo malo y lo bueno de la ansiedad y la angustia según Kierkegaard

Sabemos que la ansiedad y la angustia forman parte de la naturaleza humana. Pero dentro de la misma hay épocas o momentos en que se incrementa como señala este artículo del año 2023. Alí se expresa que «desde 2009, la angustia vital ha crecido en todo el mundo, según un estudio que se publica hoy en la revista PNAS. Los datos, recogidos a través de encuestas telefónicas por la compañía Gallup, muestran que, si en 2009 un 25% de las personas reconocían haber tenido sentimientos de tristeza, preocupación o estrés durante gran parte del día anterior, en 2021 la cifra se elevó al 31%. Las entrevistas abarcaron a más de millón y medio de personas de 113 países.

Los datos, analizados por Michael Daly y Lucia Macchia, de la Universidad de Maynooth, en Irlanda, muestran que las personas con un estatus socioeconómico inferior tienen peor salud mental. En el último año recogido en el estudio, hubo más de diez puntos de diferencia entre el 20% más rico de la población y el 20% más pobre. También se ve un empeoramiento más rápido del estado mental de las personas que solo tienen la educación básica frente a los que alcanzan un título de secundaria o universitario».

Por su parte esta nota comienza diciendo que «vivimos en la era de la ansiedad. O, al menos, eso es lo que se nos dice en muchas ocasiones y no sin motivo: las incertidumbres económicas y vitales, además de catástrofes como la pandemia, hacen que sintamos menos control y seguridad en nuestras vidas. No sabemos si nos subirán el alquiler, el mercado laboral es incierto, líderes como Putin y Trump debilitan la democracia occidental, la guerra amenaza con volver a Europa y podríamos hablar también de las pensiones si no fuera porque el cambio climático amenaza con convertirlas en innecesarias.

Este sentimiento de indefensión no es nuevo, aunque pueda parecernos que nunca se ha vivido con esta magnitud. Hace 180 años, el filósofo danés Søren Kierkegaard publicó El concepto de la angustia, el primer libro dedicado por entero a la ansiedad. Kierkegaard anticipa nuestras ideas sobre esta emoción, aunque su concepción también es diferente a la contemporánea, y no solo porque psicólogos y psiquiatras sepan más sobre el tema. Para el pensador, la angustia es un miedo que no tiene un objeto concreto, es inseparable de nuestra vida y de nuestra libertad, y tiene una raíz religiosa. Además, su objetivo no era ni curar ni tratar este sentimiento, sino entenderlo e incluso abrazarlo.»

Luego continúa, y vinculado con la frase de la imagen de la entrada, expresa que «también hay, como apuntábamos, una lectura religiosa: el “vértigo de la libertad” del que habla en El concepto de la angustia está relacionado con otro de sus libros, Temor y temblor, en el que parte de la historia de Abraham: Dios le pide al patriarca que sacrifique a su único hijo, Isaac. Abraham se dispone a matarlo en el monte Moriá, pero un ángel le detiene y le dice que Dios solo estaba poniéndole a prueba. Kierkegaard reflexiona sobre la fe a partir de este relato y llega a la conclusión de que implica un salto al vacío: Abraham creía en Dios, pero no tenía forma de saber si se trataba de una alucinación o un sueño.

Como escribe Juan Arnau en su Manual de filosofía portátil, “la angustia puede ser paralizante (vértigo ante el abismo), pero también trampolín para el salto”. Damos saltos de fe como el de Abraham constantemente, aunque no sean religiosos: ¿cómo sabemos si tomamos la decisión correcta cuando cambiamos de trabajo, cuando nos compramos un piso o cuando comenzamos una relación sentimental?…

Todo esto no quiere decir que leer El concepto de la angustia pueda sustituir al psicólogo, y más teniendo en cuenta que no es un libro fácil (Garff lo califica de “casi ilegible”). Pero sí nos ayuda a entender por qué todos, en mayor o menor medida, sentimos ansiedad y por qué este sentimiento también contribuye a hacernos humanos, igual que otras emociones que preferimos evitar, como el dolor y la tristeza. La ansiedad es parte de nosotros, es algo que tenemos que experimentar en mayor o menor medida para ser completamente humanos y para aprender de nuestras vulnerabilidades y, en caso necesario, de nuestros errores.

La filósofa británica Erin Plunkett, editora del libro Kierkegaard and Possibility (Kierkegaard y la posibilidad, sin traducir al español), subraya en videollamada la importancia de tener presente esta lectura cultural y filosófica de la ansiedad sin, por supuesto, dejar de lado el tratamiento que necesiten las personas que pasen por ella. “La inestabilidad es un sentimiento doloroso y, por ejemplo, experiencias como la pandemia de covid son profundamente desestabilizadoras”, explica. Y leer a Kierkegaard nos ayuda a darnos cuenta de que siempre vivimos, al menos hasta cierto punto, “una vida precaria y contingente”, por mucho que intentemos distraernos de esta sensación con el trabajo, la penúltima serie de HBO o lo que nos ofrezca el móvil a cada momento. La ansiedad puede ser útil porque “nos despierta a la posibilidad de que mañana las cosas no sean iguales que hoy”. Hace que estemos más atentos a nuestra vida, a lo que nos ofrece y a lo que podemos hacer con ella.

Desde la perspectiva psicoanalítica se la plantea en este artículo, donde se describen sus manifestaciones. Al final se pregunta «¿.Cuál es el factor decisivo frente al encuentro con una situación traumática? En toda una serie de traumas, el factor decisivo para el desenlace quizá sea la diferencia entre los sistemas no preparados y los preparados por sobreinvestidura. La diferencia entre los sistemas preparados y los no preparados por sobreinvestidura, son dependientes del trabajo psíquico con la angustia y el saber-hacer con ella.».

Esperamos que estos aportes sean de utilidad para esta importante temática.

 

 

En el día internacional del trabajo, encontremos las políticas adecuadas para que haya más y mejor trabajo

La tasa de desempleo en el mundo en 2024 aumentará, según la Organización Internacional del Trabajo.

Los conflictos bélicos como el de Ucrania, en Gaza o Sudán, entre otros, agravan el panorama económico mundial, junto al cambio climático y los impactos que puede ir teniendo (en especial en algunos sectores) la inteligencia artificial.

Es un gran desafío encontrar las mejores políticas en general en el mundo (1) y en la Argentina  para que haya más y mejor trabajo. Ojalá que haya una acción global y nacional adecuada para revertir esta dura situación y podamos celebrar el año próximo un mejor día internacional del trabajo.

(1) Un modesto aporte en este blog.

El «brutalismo» en política: el caso de Milei

El brutalismo en política ha sido abordado por Antoni Gutiérrez-Rubí en esta nota. Allí exprea que «en los años cincuenta y hasta la década de los setenta surgió el brutalismo, un estilo arquitectónico que reivindicaba el valor estético de las estructuras y elementos constructivos. Una propuesta que ofrecía la belleza bruta de los materiales, sin concesiones estéticas al adorno o al revestimiento. El brutalismo emergió, también en las artes plásticas, como una expresión profundamente arraigada en sentimientos y emociones, y se caracterizaba por su audaz desapego de la búsqueda de lo fácil o cómodo. Fue una reacción de las nuevas generaciones en contra del optimismo y la frivolidad que, a menudo, dominaban el diseño comercial contemporáneo.

En un mundo marcado por la superficialidad en muchos ámbitos, el brutalismo aboga por una autenticidad cruda, desafiando las convenciones y resaltando la importancia de la profundidad y la verdad, sin concesiones, sin máscaras, sin maquillajes.

Esta corriente artística y arquitectónica que, desde el propio nombre que la identifica, lanza una propuesta frontal y de fuerza puede ayudarnos a explicar el atractivo de la brutalidad en la política actual. En todo el mundo emergen discursos y perfiles políticos que, más allá de disputar y desafiar la hegemonía del lenguaje correcto, han descubierto en el grito, el insulto o la locuacidad extrema una materia prima —no elaborada— de las palabras. Si la corrección política emplea palabras, la insurrección e insumisión políticas usan gritos, escupen conceptos, vomitan exabruptos. Pasamos de la sonrisa homologable a la mueca desaforada y agresiva.

En su ensayo No society. El fin de la clase occidental (2019), el geógrafo francés Christophe Guilluy destaca que «la desaparición de la clase media occidental no se mide solo mediante indicadores económicos y sociales, sino también y sobre todo por la pérdida de un estatus, el de referente cultural». Aquí hay, quizás, algunas de las claves que explicarían el atractivo de la grosería política. A la decepción y desconfianza de amplios sectores que se transforman en ira y bronca social, la respuesta que mejor conecta es el grito brutal. Un grito que desafía el silencio respetuoso, acomodaticio, resignado y que rompe —sonoramente— los convencionalismos políticos. Por eso gritan: no para que se les escuche, sino para desafiar el orden establecido.»  Mario Riorda lo relaciona con Milei, en un artículo en la revista Anfibia.

Posiblemente coincidamos que este estilo de comunicación le ha resultado exitoso a Milei para llegar a la presidencia de la Nación, y -en general- en los primeros 136 días de gobierno. Decimos en general porque no le ha resultado exitoso en su enfrentamiento por la actualización del presupuesto universitario, como lo han resaltado notas como esta o esta, entre otras. De todos modos, luego recapacitó (tal vez siga esta lógica) y adoptó una posición diferente y más flexible para acordar con los Rectores universitarios.

En lo económico se sigue burlando y despreciando de quienes opinan distinto, como hizo en la cena de la Fundación Libertad. No escucha o valora en general la opinión de quienes piensan distinto, y de economistas ortodoxos como Cavallo (1).

La viabilidad de su enfoque sociopolítico, es muy incierto, errático y -en la práctica- se flexibiliza, por ejemplo, para que se apruebe la «ley bases» y de reforma fiscal y laboral. En lo económico las opiniones mayoritarias sostienen que no es sustentable, tal como está formulada hasta el momento su política.

(1) Sobre este tema es interesante esta nota.

Lo maravilloso de los «ángeles anónimos»

La temática de los ángeles se puede analizar desde distintas perspectivas, desde su significado etimológico como «mensajero», pasando por una figura mitológica e imaginaria, sin existencia real, hasta que es una creación divina y viviente (en especial en lo espiritual, pero -en ocasiones extraordinarias- también toman forma humana).

Una de las posibilidades es considerarlo, desde una perspectiva no religiosa y como una expresión más general, bajo la figura de «ángeles anónimos», como lo hace esta nota. Allí se enfatiza de que “necesitamos hablar más de los ángeles que de los demonios. Ángeles son todos esos anónimos que vigilan la seguridad de la noche, la de las cárceles, los bomberos de guardia. Los invisibles para la sociedad que disfrutamos de su trabajo duro y anónimo”.

El autor ha vivido una tragedia por la pérdida de su esposa en circunstancias terribles y entre otros conceptos dice que «sé que los ángeles existen y sigo apostando por la esperanza. Llegan a mi puerta anónimos a traerme consuelo, a veces solo compañía, en silencio. Esta mañana uno de esos ángeles llegó casi al alba a traerme tres panecillos calientes para el desayuno. No sé quién era.

Los demonios que hoy convulsionan y amenazan la paz del mundo tienen nombres y apellidos. Los ángeles son más bien anónimos, sin poder. El mundo sigue en pie por ellos. Son en verdad los verdaderos protagonistas. Los que trabajan las noches sin ver la luz del día para que la gran rueda de las ciudades siga girando. Son los invisibles. Recuerdo, estando en un hospital en Río, una joven enfermera de una favela que para estar a las seis en el hospital salió de noche de su casa y tomaba tres autobuses. Y otros tres a la vuelta ya de noche. Y se sentía feliz de tener trabajo y haber conseguido el diploma de enfermera. Ángeles son todos esos anónimos que vigilan la seguridad de la noche, la de las cárceles, los bomberos de guardia. Los invisibles para la sociedad que disfrutamos de su trabajo duro y anónimo.

De los demonios no quiero hablar. Son demasiado conocidos. Ellos sí tienen nombre y apellido. Y hay quién se siente fascinado por ellos. Recuerdo que en 2009, la editorial, Espasa Calpe, me pidió que les hiciera un libro sobre los demonios. Mi mujer Roseana me lo impidió. “Si quieren un libro tuyo que sea sobre los ángeles”. Nació así “La seducción de los ángeles”. Trabajé meses investigando la idea de los ángeles y me sorprendió ver que la figura de ellos es tan antigua como el mundo. Mucho más que la de los demonios. La imagen del ángel tiene en todas las culturas más antiguas, en los cultos religiones, en el arte, en la literatura, en la ciencia, en la música, en la arquitectura, en la pintura y hasta en la moda un lugar privilegiado que nunca tuvieron los demonios.

Quedé impresionado personalmente al constatar que ni uno solo de los grandes poetas desde la antigüedad a hoy había dejado de hacer poemas sobre los ángeles: desde los griegos y romanos a los más modernos como Shakespeare, Rilke, García Lorca, Borges, Pessoa, todos los grandes. El argentino Borges escribe en su poema Del infierno y del cielo que “Dios no necesita del esplendor del fuego”. Y no hay ningún genio de la pintura que no haya dibujado un ángel.

Rilke, el duro, escribe de los ángeles: “Tempranas perfecciones, vosotros, miembros de la creación, altas cordilleras, crestas arreboladas de aurora, del mundo creado, polen de la fluorescente divinidad, articulaciones de luz, pasadizos, escaleras, tronos”.

Y es que en un mundo donde los demonios, los vivos, los que despedazan la alegría de vivir, los que se adueñan de los sueños de los justos, de los que no saben que existen los ángeles de carne y hueso sin los cuales ellos no conseguirían vivir, esos ángeles humanos invisibles, para ellos parias de la historia, comodines de sus juegos sucios existen solo para eso, para ser los nuevos esclavos del mundo moderno….»

Y finaliza diciendo «ellos nos salvarán de la barbarie demoniaca de la ferocidad sin alma de nuestro mundo, que a pesar de todos los pesares ,apuesta por la “esperanza” que es la mejor y más consoladora divinidad.»

La construcción de un piso común de razón, ética, ciudadanía…

Quienes escribimos, aportamos reflexiones, comentarios, artículos e ideas y leemos en este blog, venimos de distintos enfoques, tradiciones y prácticas, pero coincidimos en la búsqueda de un mundo mejor. Pero, entre las preguntas qué podemos hacernos está: ¿es posible partir de un piso común entre todos los seres humanos? Quien da una respuesta positiva a esta pregunta es Immanuel Kant.

En esta nota, del diario El País de España, se hace una síntesis de su gran aporte e importancia. Ahí se expresa que «fue un visionario que inauguró la modernidad. Cambió la forma de pensar de la gente, incitando a reflexionar por uno mismo y a cuestionarlo todo. Las ideas del filósofo que rechazó el dogma, que propugnó el uso de la libertad en responsabilidad y la idea de ciudadanía común están de vuelta ahora que se cumplen tres siglos de su nacimiento.

Vivimos un cierto regreso al pasado. Reaparecen la irracionalidad, el miedolas teorías conspiranoicaslas sombrías figuras autoritarias y las guerras sangrientas. Ante ello, no hay recetas mágicas, pero podemos volver a escuchar a los que quisieron emanciparnos de fanatismos y actuar a la luz de un entendimiento común. Podemos volver a Kant.

El autor de Crítica de la razón pura es uno de los filósofos más influyentes de todos los tiempos. Es citado, comentado y combatido —especialmente desde el posmodernismo—, incansablemente. De la idea de la educación universal y gratuita al principio de autonomía moral y personal, de Habermas a Hannah Arendt, pasando por Hegel, su obra lo impregna casi todo. “Seguro que Kant ha influido en usted aunque no lo haya leído”, advirtió Goethe.

El pensador que abrió un camino para que seamos mejores ciudadanos, nacido el 22 de abril de 1724 en Königsberg (hoy Kaliningrado, en Rusia), también impulsó el derecho internacional y el concepto de un gobierno organizado en una federación de estados, inspiradora de entidades como la ONU o la Unión Europea. Ahora, en el volátil contexto actual, sus ideas cosmopolitas y democráticas vuelven a cobrar sentido.»

Luego la nota hace referencia al contexto actual y la vigencia del pensamiento de Kant, y expresa que «publicó Crítica de la razón pura, Crítica de la razón práctica y Crítica del juicio en los años 1781, 1787 y 1790, sucesivamente. En ellas, Kant propone una filosofía total, un sistema de conocimiento, moral y estético, respondiendo a tres preguntas clave: qué puedo saber, qué puedo hacer y qué debo esperar. En su primera Crítica suma las corrientes filosóficas anteriores, añade el eje del espacio y el tiempo, hace un reset y responde que al conocimiento se llega aunando el empirismo con el racionalismo, que dicho conocimiento está condicionado por el sujeto que quiere conocer y que hay cosas que no podemos saber; en la segunda describe una moral y una ética común a priori de todo, un juicio compartido que nos aleja de los prejuicios; y en la tercera revela el peso del arte en la representación del mundo.

“Era consciente de la maldad en el humano, y avisó de que la conciencia ética puede detenerla” (Norbert Bilbeny, catedrático de Ética de la Universidad de Barcelona). “Una idea guía toda la historia: la del derecho”, dijo el prusiano. Es “el derecho a tener derechos”, en interpretación del añorado filósofo Javier Muguerza. Desde la mesa de su despacho en su casa de Königsberg —bajo un retrato de Jean-Jacques Rousseau interpelándole desde la pared —, Kant dio un nuevo empuje a la Ilustración ampliándola hacia una revolución global. Armado con una peluca empolvada, una pluma y un tintero, El Demoledor, según palabras del escritor Thomas de Quincey, propone una “salida del hombre de su inmadurez autoincurrida” —así lo escribió Kant en su ensayo ¿Qué es la Ilustración?, de 1784—.

Más adelante el artículo hace referencia a sus características personales, y en cuanto a su pensamiento expresa y concluye que «en sus obras alude a un mundo en permanente construcción, alertando de que cuando se habla de la sociedad como es, en verdad se subraya lo que se ha hecho de ellaContra las tentaciones del nihilismo y el no future, Kant insta a actuar como si el mundo tuviera un propósito, y este fuera digno y decente. En Kant, “trabajar y colaborar de forma comunitaria y tener las obligaciones morales claras conlleva una esperanza real en el futuro”, reflexiona Kate Moran, profesora de Filosofía de la Universidad de Brandeis y autora de Kant’s Ethics (la ética de Kant) (Cambridge University Press, 2022).

Kant ilumina: a pesar de las guerras y la violencia, en su ideario es razonable esperar que la humanidad avance y logre una paz duradera. Pero para conseguirlo es requisito desarrollar un Estado constitucional republicano que regule la libertad en común de la ciudadanía, que sea garante del acto de pensar por uno mismo, dejando “espacio a la libertad interna de actuar moralmente y bien”, apunta Margit Ruffing, doctora en Filosofía de la Universidad Johannes Gutenberg de Maguncia.

Para Ruffing, la obra kantiana refleja que “el futuro llegará, y no hay ninguna razón sensata para no trabajar por un mundo mejor, sino muchas razones para hacerlo”. Pero Kant no era un optimista irredento: “Era consciente del conflicto y la maldad en el humano, y avisó de que solo el conocimiento y la conciencia ética pueden detenerlos”, advierte Bilbeny. El prusiano vendría a ser un pesimista con “un inquebrantable optimismo metodológico, basado en la esperanza moral de que nuestro perfeccionamiento puede transformar el futuro”, según Aramayo.

Pero no todo va a ser mañana. Para hoy mismo, el pensador de Königsberg ofrece herramientas para la convivencia cotidiana, como “la idea de ser generosos con los demás e implacables con nosotros mismos”, según escribió Muguerza, o de actuar como si de nosotros dependiera el curso del mundo. “Hay mucho que aprender de él: a tratarnos educadamente, prestar atención sincera a los demás, en el trabajo, en casa o en la calle”, apunta la profesora Moran. Son pequeñas reverberaciones que perfilan un mundo más humanizado. Entonces, no todo está perdido. Tras reencontrar la voz del filósofo, un poco a la manera de Nathy Peluso y C. Tangana, dan ganas de cantar “yo era ateo, pero ahora creo” (en Kant).»

Hoy sabemos –adicionalmente– a lo elaborado por Kant, que las actitudes y sentimientos juegan un rol clave para un mundo mejor que deben estar alineados con la razón. el conocimiento y la ética kantiana para su logro, más allá del valioso e imprescindible aporte que puede hacer la fe en Dios para los creyentes.

¿Podemos ser buenos centinelas y orientadores del cambio tecnológico? El caso de la IA generativa

La imagen de la entrada se refiere a un tipo de inteligencia artificial que viene emergiendo y que es «generativa«. Tiene muchas y enormes posibilidades, pero también grandes riesgos si no se le introducen códigos de conducta adecuados y límites específicos sobre el qué y el cómo.

Ya hay iniciativas concretas en la Unión Europea y en China, o más en general como esta o esta.

Más allá de la cuestión general, se considera que debemos estar alertas (asociada a la figura de centinela pacífico o no militar) sobre los cambios que se están dando y su posible impacto en distintos ámbitos. Al respecto citaremos sólo dos notas.

La primera se refiere a esta noticia, titulada «Una inteligencia artificial fue nombrada directora en una escuela de Inglaterra» y detalla las funciones que va a cumplir.

La segunda es más general abordada por Sebastián Campanario. Allí expresa, entre otros conceptos vinculados a posibles trabajos del futuro, lo siguiente: “El estudio, del cual participó el economista argentino de Accenture Tomás Castagnino, especula con que en estos “trabajos del mañana” (así se titula el informe) habrá “entrenadores” (desarrollo de IA), “explicadores” (los que trabajan en el detrás de escena para hacer accesible la IA generativa al público en general) y “sostenedores” (personas dedicadas a optimizar su uso: curadores, creadores de contenido, reguladores, expertos en ética, etcétera)”. Es muy interesante que no sólo habrá desarrolladres de IA sino también “explicadores” y “sostenedores”.

En cuanto a posibles impactos es interesante esta nota, también esta y en cuanto a las posibles limitaciones esta.

Una cuestión muy relevante a seguir, entre muchas otras a nivel mundial y nacional.

En un mundo tan complejo y diverso: ¿cómo nos posicionamos?

En esta nota, Carlos Fara utiliza la expresión de la imagen de la entrada y dice que «este es el párrafo inicial de la obra de Dickens Historia de dos ciudades. Se desarrolla hacia fines del siglo XVIII, en la época de la Revolución francesa. Una es Londres, donde reina la paz y el orden, mientras que la otra es París, signada por el caos y la agitación. Pues si Dickens viviera hoy en la Argentina, escribiría Historia de dos países, porque eso es lo que está sucediendo». Luego hace un paralelo con la realidad argentina actual.

Más en general, entendemos que podemos extrapolar a las muy diversas situaciones micro y macro que vivimos los diferentes seres humanos. Sin duda debemos anhelar y luchar por un contexto personal y global donde los conflictos se resuelvan de manera virtuosa, predomine la armonía entre nosotros y con el ambiente, la paz, la libertad positiva se juegue por la equidad, la empatía y la solidaridad, aspirando a distintos momentos de felicidad.

Sabemos que la felicidad, en general, se presenta en determinados momentos y muchas veces no es duradera. Son como «chispazos» o momentos paradisíacos.

En esta nota Gabriel Rolón donde resalta la importancia de construir «momentos eternos» y desarrolla más -entre otros temas- al final de este video. Algo similar plantea Carlos Bayala -desde otra perspectiva y dimensión- la creación de riqueza con «propósito» construyendo «burbujas de humanidad«. En lo médico y en el rol de la palabra Mario Alonso Puig también se refiere a la temática de la felicidad, que viene desde pensadores como Aristóteles. En relación con lo nacional, lo económico-social y lo político -entre otros- ha escrito Andrés Oppenheimer.

Desde una perspectiva cristiana, entre quienes se han referido a los momentos eternos como «chispazos» está el Papa Francisco en el encuentro con el Comité de Coordinación del del CELAM, en el Centro Estudios de Sumaré, Río de Janeiro, el domingo 28 de julio de 2013. Allí dice que «el discipulado-misionero -que Aparecida propuso a las Iglesias de América Latina y El Caribe- es el camino que Dios quiere para este “hoy”. Toda proyección utópica (hacia el futuro) o restauracionista (hacia el pasado) no es del buen espíritu. Dios es real y se manifiesta en el ”hoy”. Hacia el pasado su presencia se nos da como “memoria” de la gesta de salvación sea en su pueblo sea en cada uno de nosotros; hacia el futuro se nos da como “promesa” y esperanza. En el pasado Dios estuvo y dejó su huella: la memoria nos ayuda a encontrarlo; en el futuro sólo es promesa… y no está en los mil y un “futuribles”. El “hoy” es lo más parecido a la eternidad; más aún: el ”hoy” es chispa de eternidad. En el “hoy” se juega la vida eterna.»

Ojalá nos podamos posicionar en generar esos momentos o chispazos de felicidad y eternidad, dándole un sentido o propósito a nuestras vidas hacia el bien, el amor y el bien común. Ello nos puede conducir hacia un mundo mejor.