El desafío de no caer en el «angelismo moral»

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Esta reflexión está motivada por una sugerente nota de Sergio Sinay, en el diario Perfil, denominada «El carrusel de las barbaries», haciendo referencia a un texto del filósofo francés André Comte-Sponville. En la misma señala que este pensador «dictó una serie de conferencias en Nantes, Reims, El Havre, Orleans y otras ciudades, a las que asistían estudiantes, profesores de economía y líderes empresariales. Esas charlas se convirtieron luego en un libro (ver imagen de la entrada): El capitalismo ¿es moral? (1)  Comte-Sponville abre y amplía allí el significado de la palabra barbarie. Más que crueldad y violencia, es el sometimiento de un determinado orden a un orden inferior, explica. Y establece una escalera ascendente de órdenes: tecnología, economía, política, justicia y moral».

Hacia el final de la nota expresa: «La consolidación y ejecución de un pacto moral que permita a la sociedad vivir y evolucionar en términos dignos. Ese pacto no está escrito, su cumplimiento depende de la responsabilidad de cada persona, sea cual fuere la posición y la función en que se encuentre (ciudadano, juez, empresario, gobernante). Y la responsabilidad es siempre personal e indelegable, no admite excusarse en razones tecnológicas, económicas, políticas o jurídicas para actuar de modo ilegítimo, aun cuando sea formalmente legal. No hay tecnología moral, no hay economía moral, no hay política moral, no hay justicia moral. Son siempre los individuos los que deben actuar moralmente en cada uno de esos campos. Y no solo ahí, sino en la vida, en todo momento, a toda hora. No hay que confundir moral con buenos sentimientos, advierte el filósofo, ni con pensamiento correcto, porque allí acecha otra barbarie. La barbarie moralizadora. Comte-Sponville la llama “angelismo moral” (2).

En cuanto a diferencias y coincidencias sobre este enfoque, podemos decir respecto de que «el pacto no está escrito«, que esto no es así. En especial si partimos de creencias (como la judeocristiana) o del avance del derecho en las civilizaciones que han establecido pactos escritos, además de las  diferentes tradiciones y culturas que impregnan a los distintos grupos sociales y familias. Por supuesto que siempre depende del comportamiento de los individuos (mejor usar el término «personas») y aquí podemos afirmar:

  1. La importancia de inculturar la moral en el ejercicio de una libertad positiva, y cuidando el ejercicio de la autoridad, en los distintos niveles, para no caer en fanatismos y totalitarismos, o distintas formas de «barbarie» como dice Comte-Sponville,
  2. Los buenos sentimientos son importantes, pero no bastan,
  3. Buscar una verdad compleja, y siempre incompleta, ayuda a un pensamiento lo más correcto posible, sabiendo que somos imperfectos,
  4. Hay que articular virtuosamente buenos sentimientos, buenos pensamientos, con procedimientos adecuados a ir revisando periódicamente para alcanzar resultados que nos acerquen a un mundo mejor.

Por otro lado coincidimos con Comte-Sponville en la caracterización de «amoral» del capitalismo dado que se focaliza en los intereses (3) de cada individuo, y por lo tanto en lo útil, práctico y funcional que lleve a priorizar (y de ser posible optimizar o maximizar) lo que a cada uno le conviene o le sirve, en especial en el plano material, y especialmente económico. En el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis, cuando define «qué es el yo» lo relaciona con «lo útil». Si la moral está en el «super-yo» y está disociada del «yo», y lo único que cuenta es «la razón práctica», entonces es así. Ahora bien, podríamos preguntarnos sí: ¿en el ser humano el «yo» está siempre disociado del «super-yo» y del «ello» en un plano como el de la actividad económica?. Digamos que no es muy normal, ¿no?, pero -según Noam Chomsky– esto es «lo normal» en el sistema capitalista según lo expresa en la película «La Corporación» (ver en la hora 1 y 17 minutos de este video).

Sin duda el abordaje del sistema capitalista es complejo, pero si queremos trascenderlo (por ejemplo hacia modalidades de postcapitalismo más humanas) no tenemos que caer ni en el angelismo, ni en la violencia para cambiarlo, ni en el escepticismo y pesimismo de que «es lo que hay» y  resignarnos a que «cuando se trató de cambiar por la dictadura del proletariado fue un gran fracaso». En este blog se han dado múltiples ejemplos de que esto es factible en lo económico, como es el caso de una economía del bien común, una economía de comunión, las ecovillas, y muchos otros casos (en general o en particular como las finanzas y el comercio justo). Por lo tanto no es correcto ni justo que se descalifiquen estos enfoques y prácticas muy concretas.

PD: Agradezco los comentarios de más abajo de Beatriz Cotello, José Beckinschtein y Aldo Dománico, así como los que me hicieron llegar Horacio Fazio, Alberto Solimano, César Merea y David Szyniak. En base a ellos me animo a agregar que cualquier acto humano (económico, social o político) conlleva un componente ético y, por lo tanto, entre las distintas formas de evaluar un sistema en general, y en particular al sistema capitalista, habría que hacerlo incluyendo esta óptica o componente (4). Además si en los vínculos -entre los seres humanos y con la naturaleza (de la que formamos parte)-, se canalizara energía bajo la forma de relaciones de poder (como bien expresa Aldo Dománico) los comportamientos morales, éticos, solidarios…no primarán y «la simpatía» no alcanzará para ir hacia un mundo mejor.

(1) Una entrevista en el diario La Nación se refiere a esta temática. Ahí plantea el tema del seguir el propio interés basado en el egoísmo. No contempla la posibilidad de que el interés puede estar basado en un sano «amor a uno mismo», en sintonía con los demás (al respecto ver esta reflexión).

(2) Sobre la cuestión del «angelismo» (cuando el ser humano pierde contacto con su cuerpo y los límites de la materia), es interesante esta reflexión desde una perspectiva judeocristiana (relacionada con caer en la idolatría por las obras que realiza con sus manos y su mente, y por lo tanto hoy expresada en la cuestión científico-tecnológica).

(3) La palabra «interés» tiene connotaciones más amplias que la que aquí se menciona y se desarrolla en la llamada 2 de esta nota.

(4) Por lo tanto no sólo por la óptica de la mera acumulación material o de riqueza (que tiene su importancia) pero sin que importe o se valore «los cómos» (motivaciones, procesos y resultados derivados) y sus diversas implicancias. Salvo que adhiramos a que «el fin de la acumulación justifica cualquier medio», actuando sin sabiduría y teniéndonos que hacernos cargo de las graves consecuencias humanas y ambientales.

6 thoughts on “El desafío de no caer en el «angelismo moral»

  1. Interesante enfoque, da mucho para reflexionar. Lo que más me gusta es el punto 3)
    Buscar una verdad compleja, y siempre incompleta, ayuda a un pensamiento lo más correcto posible, sabiendo que somos imperfectos. (sobre todo lo último).
    Saludos

  2. Lo que es probable es que haya capitalismos «más morales» que otros. Desde la cáida del muro la calidad del/los capitaismos ha venido empeorando, en varios sentidos, pero sobre todo en el moral.
    AbzPP

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