Economías con competencia de monedas y la propuesta de Milei

En el siglo XXI la temática de la competencia adquiere características globales sobre distintos temas, y uno de ellos es la competencia de monedas. En el caso argentino se ha venido manifestando (asociada con la existencia de alta inflación), con la particularidad de un bimonetarismo de hecho. El dólar ha operado como reserva de valor y unidad de cuenta para ahorrar y transaccionar algunos bienes (como los inmuebles) y el peso como moneda para transacciones usuales y menores, así como al pago de impuestos y servicios.

El Presidente Milei ha venido reformulando su propuesta de dolarización (en la práctica una «dolarización endógena«, voluntaria y sin emisión de pesos), y últimamente la ha focalizado en un proceso de «competencia de monedas«. También está dando unos pequeños pasos (también este) en esa dirección.

Hay economistas como Marina Dal Poggetto y Ariel Abelar, así como otros (donde habría que agregar esta donde se plantea que «más que competencia de monedas, estamos ante la competencia entre dos regímenes monetarios y cambiarios muy distintos«), que comienzan a opinar sobre lo que entienden sería su propuesta final. ¿Qué se puede opinar, de manera sintética y provisoria, sobre este enfoque y propuesta de política económica? A continuación algunas afirmaciones provisorias, en base a la lectura de distintas opiniones:

  • En la nota de Perfil, Marina Dal Poggetto dice, entre otras cosas, que “hay que preguntarse cómo va a ser la competencia de monedas, a ‘la venezolana’, donde tuvieron un apagón generalizado entonces dejaron correr los dólares para que los use y suavice la transición, o como en la ‘convertibilidad’, donde podías usar una o la otra. También para qué vas a usar el dólar ¿Para tranzar? Hoy podés tranzar con dólares ¿Para intermediarla dentro del sistema financiero? ¿Y a quién le vamos a prestar en dólares? ¿Con qué tipo de cambio? ¿Con paridad fija o flexible? ¿Y con qué esquema macroeconómico?»,
  • En un artículo posterior, se refiere a antecedentes teóricos en la materia, y entre ellos menciona a los de Julio H.G.Olivera cuando expresa que «en un brillante artículo titulado “la confusión sobre la ley de Gresham”, muestra que respetando los supuestos usuales de preferencias de la teoría microeconómica, que no invalidan las preferencias de la escuela austriaca, la libre elección entre monedas puede ser indeterminada en contexto de tipos de cambio variable en función de los prevalecientes (conforme a los movimientos de oferta y demanda). En otras palabras, no está garantizada la solución de esquina de que la moneda buena vaya a desplazar a la mala, o que la dolarización sea el final de este camino. Podrían coexistir dos o más monedas, con precios, salarios, tasas de interés, etc.»
  • En el artículo que se viene de citar, también expresa que la «Argentina, antes que deconstruir o reconstruir el régimen monetario, debería plantearse en aggiornar la productividad de su sistema económico contemplando las necesidades de inserción externa a través de exportaciones sin destruir por demás el aparato productivo y el nivel de empleo como en los experimentos monetarios anteriores. La popularidad de las propuestas de coexistencia de monedas, que es lo que existe desde siempre, desnuda la desesperanza en la reconciliación de ambos sectores después del último fracaso (el que hoy genera empleo y el que hoy genera divisas). La dolarización del ahorro y la pesificación del salario no es novedad, aunque esta coexiste con una economía cada vez más dual que va a terminar de perpetuarse, hiperinflación y ruptura de contratos mediante, si se avanza en el experimento planteado. Un programa de estabilización es condición necesaria para empezar a encarrilar el balance del BCRA, corregir la distorsión de precios relativos, la brecha cambiaria y establecer un ancla creíble que corte la inercia y reduzca la inflación sin sobreraccionar con la tasa de interés de pesos a fin de licuar parte del déficit cuasifiscal sin “reventar” el capital de trabajo de las empresas.»
  • Por último en este artículo se concluye con una opinión de Econviews que dice lo siguiente: “La implicancia del dólar barato es que desaparecen los incentivos para traer capitales ya sea para inversiones reales como financieras, se desincentiva la exportación de bienes y de servicios. Imaginemos un proyecto de inversión que costaba 1,000 millones de dólares hace 2 meses y hoy cuesta 40% más. Será difícil que los directorios de las multinacionales se tiren de cabeza, más allá de las oportunidades que ofrece la Argentina”.

De todo lo anterior, se puede inferir -salvo mejores opiniones- que con este enfoque y propuesta no vamos hacia una Argentina mejor.

PD: Con posterioridad a la redacción de esta nota, apareció este artículo que da aún mayores precisiones (se agradece a Humberto Bonanata su aporte).

La Economía como Ciencia

En otra entrada nos hemos referido al origen de la palabra «economía».  Es con la modernidad donde se la formula como una ciencia y se le adiciona el término «política» (luego a aparecerán otros agregados como «social» y demás, que desarrollaremos en otras entradas). Si bien el término economía “política”, como señala H. W. Spieger («El Desarrollo del Pensamiento Económico», Ediciones Omega, Barcelona, 1991, pág. 119) “apareció por primera vez en 1615 en el título de un libro, por lo demás nada relevante, escrito por un quincallero francés”, y la idea de una “ciencia” económica moderna está presente desde 1768 en un escrito del fisiócrata Pierre Samuel du Pont de Nemours, es recién a partir de Adam Smith (1776), donde la teoría económica finalmente cobra una entidad e independencia que la enmarca como una disciplina aparte. Con su obra sobre la Investigación acerca de la naturaleza y causa de la Riqueza las Naciones, y la repercusión que esta generó, es que la economía deja de ser un apéndice de la filosofía y el derecho natural para emerger como una ciencia teórica expuesta sistemática y coherentemente. Más adelante muchos otros autores (como el caso de A. Marshall) buscarán de reforzar esta caracterización de “científica”.

No es un tema menor que Adam Smith -uno de los principales padres de esta ciencia- haya comenzado como filósofo en un contexto de grandes cambios científicos (en especial Newton, y la posibilidad de expresar la realidad en lenguaje matemático así como su noción de equilibrio), económicos (salida del feudalismo, desarrollo de la propiedad privada, el mercantilismo y gran crecimiento del comercio y manufactura), tecnológicos (el proceso que convergió en la primera revolución industrial y con hitos como el de 1698 con la primera bomba accionada a vapor), culturales (el protestantismo), sociales (emergencia de la burguesía), y políticos (la aparición de las naciones-estado y el liberalismo), entre los principales. Smith, junto a Ricardo, Say, Malthus, Bentham y Mill, estuvieron muy influenciados por pensadores como Descartes, Rousseau, Hobbes, Hume, Locke y Hutcheson, por citar algunos de los más notables.

Si tuviéramos que sintetizar algunos de los rasgos más significativos de esta corriente, podríamos decir:

  • Cuadro Institucional Preciso: Constituido por mercados competitivos en los que se encuentran productores y consumidores movidos por su solo interés personal.
  • Metodología deductiva: El razonamiento es abstracto, se busca formular leyes y por lo tanto no se parte de realidades específicas. Además subyace un enfoque utilitarista.
  • Carácter universalista y cosmopolita: Las leyes económicas (1) se suponen válidas en todo tiempo y lugar y las diferencias de un país a otro son “despreciadas” o consideradas sin importancia.

Esta corriente científica luego tuvo distintas ramificaciones con el pensamiento neoclásico, keynesiano y neokeynesiano, y neoliberal (también se puede ver esta nota, entre otras), entre las principales que no se pueden presentar en esta apretada síntesis y que son materia de estudio en las carreras de economía de las principales universidades del mundo.

Tuvo grandes reacciones iniciales en su contra, entre las que se destacan la Escuela Histórica Alemana (con exponentes como Roscher, Hildebrand, List, Schmoller, Spiethoff, Wagner, Sombart, etc. y la importante influencia de M. Weber;  formándose luego una escuela más amplia) (2), el socialismo y el marxismo (con sus distintas ramas) y la economía social (bajo la forma de cooperativismo y mutualismo), entre las principales.

En cuanto a las prácticas y al sistema, su expresión es la economía de mercado y el sistema capitalista, con sus variedades. Este sistema es el hegemónico en la actualidad, pero dentro de él coexiste una economía plural que busca modalidades alternativas diferentes al denominado «socialismo real» cuya máxima expresión fue la ex Unión Soviética. En este blog se intenta presentar una reflexión que busca trascender o ir más allá del capitalismo, tal vez a un postcapitalismo que supere las deficiencias y limitaciones que tiene el sistema actual, y nos permita converger hacia un mundo mejor. En otras entradas se presentarán algunas de estas «otras economías».

(1) Sobre el tema de las leyes económicas es relevante esta reflexión de Julio H.G. Olivera.

(2) Al respecto puede ser de interés esta imagen:

                                                                    

 

La Economía Premoderna

El origen de la palabra economía proviene de los griegos, en particular de Jenofonte y Aristóteles. Como señalan K. Polanyi y C. Arensberg ( “Les Systemes Economiques”, Larousse Université, Paris, 1975, pág. 105) para Aristóteles la noción de economía es más rica y profunda cuando se la considera como la disciplina que estudia la satisfacción de las necesidades vinculadas con los recursos materiales, tanto de las familias, como de las comunidades (hoy diríamos su carácter “social”) y la polis (de allí su relación con la ciudadanía y la política). Esto se presenta en un contexto de “buena voluntad” (philia) que se expresa en un comportamiento de “reciprocidad” (antipeponthos) como una disposición para asumir las cargas que tiene un rol y para un compartir mutuo. Todo lo que es necesario a la continuidad y al mantenimiento de la comunidad, incluida su autosuficiencia (autarkeia) es “natural” e intrínsecamente justo. El filósofo también distingue la crematística vinculada al “arte de aprovisionarse” -en la negociación que se da en el intercambio-, del “arte de ganar dinero” derivada del afán de lucro (para más detalles véase también el texto de H. Fazio, «Economía, Ética y Ambiente (en un mundo finito)», Ed. Eudeba, Buenos Aires, 2012). Esta última versión de la crematística (y no la noción de economía en el sentido aristotélico) sería la predominante en el mercantilismo y en el capitalismo.

Si bien son los griegos que formulan más formalmente el origen del término, existen en la antigüedad otras tradiciones (como las de la Biblia) donde también hay un pensamiento económico. En el pensamiento económico medieval se nota la influencia muy marcada de los padres de la Iglesia (en particular Santo Tomás de Aquino). Sin duda en estos enfoques «lo económico» aparece muy relacionado con lo filosófico, en algunos casos con lo teológico, y con valores como justicia, solidaridad, el trabajo…. entre los principales.

En cuanto a las prácticas económicas o sistemas económicos previos a la modernidad tenemos el comunitarismo de los cazadores y los recolectores (también se va a expresar luego -bajo distintas modalidades- en pueblos aborígenes, y en manifestaciones culturales y religiosas que llegan hasta nuestros días), el esclavismo y el feudalismo. El mercantilismo lo abordaremos -en una próxima entrada- como antecedente cercano al capitalismo.

Tanto en los enfoques como en las prácticas que venimos de mencionar hay elementos y valores (lo comunitario, lo justo, lo solidario…) que, de una u otra manera, se hacen presentes en la actualidad bajo nuevas formas que están relacionadas con un mundo mejor. Habrá que contextualizarlas adecuadamente en lo socio-cultural, ambiental, tecnológico (con cambios muy acelerados), y en lo económico y político-institucional de cada realidad, para discernir de manera realista y prudente -con el conocimiento técnico adecuado y a través del consenso democrático- los mejores caminos para ese horizonte deseado.

Acerca de la relación entre economía, emociones, valores y propuestas viables

Respecto de esta temática, se ha intentado reflexionar en esta nota. Esperamos sea de utilidad para el debate.

Economías como familias afectuosas y armoniosas

Sabemos que en los orígenes de la economía premoderna la palabra griega «oikos» dió origen al término «economía», Luego hubo un largo recorrido desde su formulación como «ciencia» y hasta el presente con muy diversos enfoques.

Quienes la relacionan, principalmente, con la utilidad y su maximización, la eficiencia (a través del «mínimo costo»), su relación con la política… entre otras cuestiones, no valoran o consideran «ilusorio» vincularla con la búsqueda del bien común, la solidaridad, el don, el amor, entre otros enfoques.

En esta entrada quisiéramos realizar una relación y posible extensión con el concepto de familia armoniosa (ello conlleva a no idealizar a la familia, dado que hay muy diversas situaciones), a través de una experiencia muy concreta del nuevo restaurante Alamesa. En esta entrevista, el científico Federico Polack relata el origen y desarrollo de la misma, y señala que se inspiró en su padre emprendedor y en el modelo familiar de las cantinas italianas. Algo para tener muy en cuenta si queremos ir hacia un mundo mejor.

Economías Anarcocapitalistas

Sabemos que no hay ninguna economía anarcocapitalista en la actualidad, pero también sabemos que la misma fue formulada originalmente por Murray Rothbard (ver imagen de la entrada y en cuanto al enlace requiere mayor verifcabilidad) y que el presidente argentino, Javier Milei, quiere instaurarla en la Argentina y difundirla en el mundo (como fue su discurso en Davos o en el CPAC en Washington).

El término «anarquismo» se remonta al siglo XVIII (aunque tiene antecedentes más antiguos) y ha estado muy emparentado con enfoques de izquierda. Sin embargo también se manifestaron expresiones anarquistas vinculadas a individualistas estadounidenses (en el siglo XIX), sobre todo de Henry David Thoreau, Mackay, Benjamin Tucker y Josiah Warren, que tanto contribuyeron a la evolución de la literatura y del pensamiento estadounidense. Ello explica el auge obtenido en Estados Unidos por el movimiento libertario. En lo que se refiere al anarcocapitalismo aparece a mediados del siglo XX.

En esta nota de Infobae se hace una reseña sobre en ¿qué creen los anarcocapitalistas? y se hace un nexo con el caso argentino. Vale la pena leerla, para tener un mayor discernimiento.

Seguramente las ideas y eventuales implementaciones radicalizadas de este enfoque nos llevan a un mundo peor.

 

Economías deflacionarias: ¿son positivas o negativas?

En la Argentina, la política económica del gobierno de Javier Milei está reduciendo la inflación y en algunos casos específicos se está produciendo deflación. Así mismo lo ha generalizado y planteado hacia futuro, desde el punto de vista conceptual en particular en la Fundación Libertad  y publicitó este libro.

Quien ha fundamentado una posición muy crítica al respecto, ha sido Paul Krugman que -hace unos años- escribió este artículo. A continuación realizamos una traducción para quienes esté interesados.

«Por qué la deflación es mala.

Varios lectores me han pedido que explique por qué la deflación es algo malo; y la verdad es que si bien he aludido varias veces al tema, no estoy seguro de haber expuesto el caso en su totalidad. Así que ahí va. En realidad, hay tres razones diferentes para preocuparse por la deflación, dos del lado de la demanda y una del lado de la oferta. En primer lugar, cuando la gente espera que los precios caigan, se vuelve menos dispuesta a gastar y, en particular, menos dispuesta a endeudarse. Después de todo, cuando los precios están cayendo, simplemente quedarse con efectivo se convierte en una inversión con un rendimiento real positivo (los depósitos bancarios japoneses son un negocio realmente bueno en comparación con los de Estados Unidos) y cualquiera que considere pedir prestado, incluso para una inversión productiva, debe tener en cuenta del hecho de que el préstamo tendrá que reembolsarse en dólares que valen más que los dólares que pidió prestado. Si a la economía le va bien, todo esto puede compensarse simplemente manteniendo bajas las tasas de interés; pero si la economía no va bien, incluso una tasa cero puede no ser lo suficientemente baja para lograr el pleno empleo.

Y cuando eso sucede, la economía puede seguir deprimida porque la gente espera deflación, y la deflación puede continuar porque la economía sigue deprimida. Ésa es la trampa deflacionaria que nos sigue preocupando.

Un segundo efecto: incluso dejando de lado las expectativas de deflación futura, la caída de los precios empeora la situación de los deudores, al aumentar la carga real de sus deudas. Ahora bien, se podría pensar que se trata de un asunto de suma cero, ya que los acreedores experimentan una ganancia correspondiente. Pero como Irving Fisher señaló hace mucho tiempo, es probable que los deudores se vean obligados a recortar su gasto cuando aumenta la carga de su deuda, mientras que no es probable que los acreedores aumenten su gasto en la misma cantidad. Por lo tanto, la deflación ejerce un efecto depresor sobre el gasto al aumentar la carga de la deuda, lo que, como también señala Fisher, puede conducir a otro tipo de círculo vicioso, en el que la reducción del gasto debido al aumento de la deuda real conduce a una mayor deflación.

Finalmente, en una economía deflacionaria, tanto los salarios como los precios a menudo tienen que caer –y es un hecho que es muy difícil recortar los salarios nominaleshay una rigidez de los salarios nominales a la baja. Lo que esto significa es que, en general, las economías no logran que los salarios caigan a menos que también tengan un desempleo masivo, de modo que los trabajadores estén lo suficientemente desesperados como para aceptar esas caídas salariales. Ver los casos de Estonia y Letonia.

Ahora bien, los lectores alerta habrán notado que ninguno de estos argumentos entra en vigor abruptamente cuando la tasa de inflación pasa del +0,1% al -0,1%. Incluso con una inflación baja pero positiva, el límite inferior cero puede ser vinculante; una inflación inferior a la esperada por los prestatarios los deja con una carga de deuda peor de la que esperaban, incluso si la inflación es positiva; y dado que los salarios relativos varían todo el tiempo, algunos salarios nominales tendrán que caer incluso si la tasa general de inflación es un poco superior a cero. Así pues, el argumento de que la deflación es algo malo es también un argumento que sostiene que algunos problemas económicos empeoran a medida que cae la inflación, y que una tasa de inflación demasiado baja puede en realidad ser económicamente perjudicial. Por eso el hecho de que la inflación, aunque sigue siendo positiva, esté por debajo del objetivo de la Reserva Federal es una mala noticia; y es por eso que personas respetables como Olivier Blanchard han sugerido que un objetivo más alto, algo así como una inflación del 4 por ciento, podría tener sentido.

Y no, una inflación del 4 por ciento no nos convertiría en Zimbabwe. Recuerdo cuando teníamos una inflación estable de alrededor del 4 por ciento, y era de mañana en Estados Unidos.

Actualización: Vaya, escribí esta publicación mientras estaba lejos de Internet y la publiqué antes de ver los 787 mil millones de comentarios sobre este tema.»

Los argumentos de Krugman son para tener muy en cuenta.

 

 

Economía y su aprendizaje: ¿por qué? ¿para qué? ¿cómo?…

La cuestión del aprendizaje de la economía está relacionada -entre otros conceptos- a aspectos vocacionales de la persona y a qué se entiende por economía, así como a cuestiones pedagógicas.

En cuanto a lo vocacional está lo que algunos denominan encontrar «tu elemento» o el sentido de su estudio, y ellos son muy diversos. Van desde cuestiones placenteras («me gustan las finanzas», que también pueden tener un significado que excede al «placer») y prácticas (1), pasando por la identificación con determinados arquetipos («uno de mis padres es economista», o «admiro a tal economista»), hasta las más abstractas y nobles («creo que es una temática que posibilita cambiar el mundo») (2).

Respecto de qué se entiende por «economía», en este blog -en la sección «otras economías«- hemos tratado de plantear su evolución desde su enfoque premoderno, la economía clásica (o como «ciencia») y los posteriores hasta la actualidad.

La cuestión del abordaje pedagógico (o el ¿cómo?) debería contemplar la diversidad de los aspectos anteriores, interrelacionando lo abstracto con lo concreto (con un enfoque plural), y despertando el interés de los estudiantes.

Conversando con un especialista en pedagogía universitaria (3), le planteaba el caso de disconformidad, apatía o falta de interés de un porcentaje significativo del alumnado, que me transmitían algunos docentes de materias de economía. Los motivos eran muy diversos: diferencias de enfoque (por ejemplo que alumnos tengan un enfoque marxista o ecológico, y que ello no esté contemplado en el programa de la materia) (4), que la bibliografía no esté actualizada o que la obligatoria sea excesiva para un curso de grado, que el programa no tiene ninguna vinculación con la realidad actual (enfoque meramente abstracto sin relación con lo concreto), no me parece atrayente (o «entretenido») el enfoque pedagógico y por lo tanto la materia «me aburre» (5), lo que se enseña no me es útil para cambiar o mejorar la realidad nacional o global, y cuestiones similares (6).

¿Es posible resolver lo anterior? Ensayamos algunas respuestas. Una posibilidad es que, al comenzar el curso, el docente pregunte al alumnado las razones para cursar la materia y qué esperan de ella. En segundo lugar que el docente distribuya entre ellos los objetivos y contenidos mínimos obligatorios que se deberían aprender y en un trabajo en grupo puedan proponer sugerencias de adaptaciones y vínculos al programa, que entienden deberían ser incorporados al dictado del curso. Esto, sin duda, requerirá de un esfuerzo adicional del docente que -tal vez- muchos no estén dispuestos a realizar (o solo en parte), pero que tendrá la satisfacción de que la enseñanza dictada «valió la pena» (7).

Se agradecerán comentarios y aportes que puedan enriquecer este texto, con el deseo de que se pueda realizar una mejora continúa en esta temática.

(1) Los aspectos “prácticos” no tienen sólo que ver con lo que “me gusta” sino también con las posibilidades laborales futuras. Ahí el formato de grado, en algunas instituciones educativas, está muy asociado -en especial en las materias obligatorias- a la posibilidad de trabajar luego cómo investigador, en cuestiones teóricas o en el sector público nacional. Se debería considerar la posibilidad de abrir aún más el abanico -más allá de una especialización posterior- a otras posibilidades ofreciendo alternativas adicionales a las materias optativas existentes.

(2) Este tipo de respuestas han surgido de sondeos realizados a alumnos de la materia Sistemas Económicos Comparados de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, durante los años 2002 a 2015.

(3) Agradezco a José Luis Martiarena sus comentarios.

(4) Más en general un sector de la juventud está muy sensibilizada con las temáticas de la desigualdad y el cambio climático, así como las propuestas de política económica que promueven la equidad y la sustentabilidad ambiental, lo cual es muy valioso.

(5) Si asumimos como una caracterización de la época el «homo videns» (de Sartori) y el impacto de las TICS, seguramente sería muy importante la incorporación de videos (deseablemente una videoteca relacionada con la temática de la materia) y los debates que -eventualmente- se puedan dar en la redes sociales (así cómo en blogs) en donde sea posible incluir puntos del programa donde el alumnado pueda dar su opinión y debatir en el curso.

(6) A ello hay que agregar en el contexto argentino, que muchos estudiantes tienen graves dificultades en comprensión lectora y razonamiento lógico y matemático, entre las principales, que deben ser abordadas -preferentemente- previamente con cursos de apoyo o en forma simultánea por la institución educativa, sin las cuales -en la práctica- no se podrán aprobar los cursos dictados.

(7) Es muy común, en la actualidad, de que se pida una evaluación a los alumnos del dictado de la materia, y ello sea luego revisado por la persona a cargo de la misma y las autoridades universitarias. El ejercicio «ex ante» (o al comienzo del curso) con sugerencias sobre temas de interés vinculados a los contenidos obligatorios puede ayudar a mejorar la evaluación «ex post» que se haga. Además el ejercicio ex ante, por más que se haga todos los cuatrimestres, seguramente -luego de uno o dos iniciales- no generará muchos cambios en futuros dictados (al menos por un tiempo prolongado).

 

Economía Social y Solidaria, Empresas Sociales

Según este link la economía social incluye a las cooperativas, mutualidades, asociaciones y fundaciones (estas son organizaciones no democráticas). Estas entidades se organizan colectivamente y están orientadas hacia objetivos sociales a los que otorgan mayor prioridad que a los beneficios o al retorno de la inversión para los accionistas en una empresa capitalista. El propósito principal, como sociedades de personas, no consiste en obtener los máximos beneficios, sino en alcanzar unos objetivos sociales, lo que no excluye obtener un excedente, algo necesario para poder reinvertir.

En la premodernidad existieron distintas modalidades de economía comunitaria en los diferentes sistemas económicos donde coexistían con modalidades de esclavitud, servidumbre y, en general, con poco excedente. A partir de la modernidad, con el auge del mercantilismo y luego del capitalismo, surgen iniciativas como la de los Pioneros de Rochdale que dieron origen a la que se denomina «economía social». Comenzaron siendo experiencias marginales ligadas a una mejor subsistencia encarada desde lo solidario que fueron creciendo hasta hoy con aproximadamente 1200 millones de personas que forman parte de alguna experiencia cooperativa.

Por su parte hoy en día hay corrientes o enfoques de la denominada «economía solidaria», que según la fuente citada, tienen un fin, que podríamos definir como muy «pretencioso», dado que pretende cambiar todo el sistema social y económico y propone un paradigma de desarrollo distinto que defienda los principios de la economía solidaria. Señala que «incluye a los tres sectores: el privado, el público y el tercer sector. La economía solidaria pretende reorientar y utilizar el Estado, las políticas, el comercio, la producción, la distribución, el consumo, la inversión, el dinero y las finanzas, y las estructuras de la propiedad, y ponerlos al servicio del bienestar de las personas y el medioambiente. Lo que distingue al movimiento de la economía solidaria de otros muchos cambios sociales y movimientos revolucionarios del pasado es que tiene un enfoque pluralista: evita los planteamientos rígidos y la creencia de que sólo existe un único camino correcto. La economía solidaria también valora y se construye sobre prácticas concretas, muchas de las cuales son bastante antiguas. La economía solidaria, más que intentar crear una utopía de la nada y en el plano teórico, reconoce que ya existe actualmente una utopía concreta, una utopía en acción. Está arraigada en las prácticas de la democracia participativa y promueve una nueva visión de la economía, una economía que sitúe a las personas en el centro del sistema y que dé valor a los vínculos más que a los bienes. Así, la economía solidaria cuenta con una explícita agenda sistémica, transformadora y poscapitalista». Habría que enfatizar que este tipo de experiencias son voluntarias, es fundamental que surjan de «abajo hacia arriba» (1) y si terminarán siendo hegemónicas no depende de nobles aspiraciones o relatos voluntaristas sino de una seria -y no fácil- construcción socioeconómica que se vaya realizando paso a paso. El tiempo dirá qué configuración de economía plural predominará en este mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo, y cual será el peso relativo que finalmente tendrá la economía solidaria.

En lo que se refiere a la definición de empresa social «1) la empresa sirve a un objetivo, como la lucha contra la pobreza o la exclusión social; 2) genera ingresos principalmente a partir de la venta de bienes y servicios, en lugar de depender de la concesión de apoyo económico; y 3) los beneficios se reinvierten en la misión social, en lugar de buscar el máximo valor para los accionistas». Entre las formas de empresa social se encuentran las cooperativas sociales (al respecto se puede ver este evento: sus características e impacto en la generación de empleo. También se puede ver este sitio y lo realizado en el marco de CICOPA). Quien más ha promovido este tipo de empresas es Ashoka, así como la Skoll Foundation, la Social Enterprise Initiative de la Universidad de Harvard, el Social Enterprise Program de la Universidad de Stanford, el Center for Avancement of Social Entrepreneurship de la Universidad de Duke, entre otros. (2)

Todo está relacionado con emprendimientos que van más allá de la maximización del excedente económico y tienen otros propósitos, tal como se ha expuesto en esta nota (3). Ellos contribuyen, de manera significativa, a ir hacia un mundo mejor.

(1) Cuando han surgido de «arriba hacia abajo», tanto en países capitalistas como en la ex-URSS, no han perdurado en el tiempo o sólo lo han hecho como «apéndices» del estado, desvirtuando su carácter social, pluralista y democrático. 

(2) Se han tomado estas referencias de una presentación realizada por Romain Slitine de la Sciences Po Paris, a quien se le agradece particularmente.

(2) Cabe destacar que, entre estos emprendimientos, también están los vinculados a la economía de subsistencia, a formalizar la economía informal, y en general a los denominados de la «economía popular» como es el caso de las cooperativas de recicladores urbanos, los que hacen tarea de mantenimiento, etc. En el debate en Argentina. a veces, se asimila una economía con la otra, pero hay que destacar que no son lo mismo.

 

 

 

La Economía del Bien Común

Hay coincidencia en señalar que la temática del bien común se ha originado en Grecia, principalmente con Platón y Aristóteles, y de allí pasó a la Escolástica con Tomás de Aquino. El la menciona en varios puntos de la Suma Teológica, en particular en la cuestión 98 donde la relaciona con la esencia de la ley y plantea que esta «no es más que una prescripción de la razón, en orden al bien común, promulgada por aquel que tiene el cuidado de la comunidad». Esta concepción permea en el pensamiento económico de la época premoderna y luego es retomada por la Doctrina Social de la Iglesia. así como por distintos pensadores. Desde otras perspectivas como el socialismo y el comunismo también se ha abordado «lo común».

Una buena síntesis de cómo ha evolucionado esta temática se puede encontrar, entre otras fuentes, en la versión en inglés de la Wikipedia.

En economía el concepto ha estado asociado al bienestar socio-económico (en especial con la economía del bienestar), a la propiedad común ya sea comunal, social o pública estatal. También se lo ha planteado desde los bienes comunes o bienes públicos, así como desde los recursos comunes. En estos últimos ha tenido gran relevancia el pensamiento de Elinor Ostrom (politóloga norteamericana y ganadora del premio Nobel de Economía en el año 2009) que señala que son aquellos -ya sea naturales o hechos por los humanos- en los cuales el uso por una persona substrae del (o disminuye el) uso por otros y al mismo tiempo es difícil excluir usuarios. Esta autora tiene un gran desarrollo de esta temática. También ha sido retomada recientemente -desde una perspectiva paradigmática- por pensadores franceses como Laval y Dardot así como por el Papa Francisco en «el cuidado de la casa común».

Este enfoque -en especial en su versión platónica y escolástica- ha sido criticada por pensadores como Karl Popper («La sociedad abierta y sus enemigos», varias ediciones) en función de que requiere de una «autoridad» o gobierno fuerte y centralizado no interesados en los derechos o beneficios de los individuos como tales sino en la comunidad como entidad. Por supuesto que habría otros enfoques donde el bien común surgiera «de abajo hacia arriba», superando el individualismo y concertando democráticamente cuales son las medidas concretas que nos conducen al bien común, y por ende a un mundo mejor.

Deseamos finalizar esta entrada comentando dos enfoques económicos recientes. El primero de ellos es el de Jean Tirole, Premio Nobel de Economía 2014, y su libro «La Economía del Bien Común» (Ed. Taurus, 2017). En el prólogo dice (en cursiva destacado nuestro), entre otras cosas: «Este libro parte, pues, del principio siguiente: ya seamos políticos, empresarios, asalariados, parados, trabajadores independientes, altos funcionarios, agricultores, investigadores, sea cual sea el lugar que ocupemos en la sociedad, todos reaccionamos a los incentivos a los que nos enfrentamos. Estos incentivos —materiales o sociales—, unidos a nuestras preferencias, definen nuestro comportamiento. Un comportamiento que puede ir en contra del interés colectivo. Esa es la razón por la que la búsqueda del bien común pasa en gran medida por la creación de instituciones cuyo objetivo sea conciliar en la medida de lo posible el interés individual y el interés general. En este sentido, la economía de mercado no es en absoluto una finalidad. Es, como mucho, un instrumento, y un instrumento muy imperfecto, si se tiene en cuenta la discrepancia que puede haber entre el interés privado de los individuos, los grupos sociales o las naciones y el interés general».

Plantea un entendimiento y consenso en base a que «la economía no está ni al servicio de la propiedad privada y los intereses individuales, ni al de los que querrían utilizar al Estado para imponer sus valores o hacer que sus intereses prevalezcan. Rechaza tanto la supremacía del mercado como la supremacía del Estado. La economía está al servicio del bien común; su objetivo es lograr un mundo mejor. Para ello, su tarea es identificar las instituciones y las políticas que van a favorecer el interés general. En su búsqueda del bienestar para la comunidad, la economía engloba la dimensión individual y la colectiva del sujeto. Analiza las situaciones en las que el interés individual es compatible con esa búsqueda del bienestar colectivo y aquellas en las que, por el contrario, constituye un obstáculo». La clave de este enfoque será el análisis y acuerdo de cuales son las instituciones (*), políticas y procedimientos que permitan alcanzar este bien común. Podemos agregar que requerirá de buena voluntad, conciliar intereses, condiciones culturales y sociales que lo posibiliten, y rigor técnico para evaluar los resultados de estas instituciones y políticas. No es una tarea fácil pero no imposible.

El segundo enfoque de la economía del bien común. es promovido por el economista austríaco Christian Felber y planteado en un libro del mismo nombre editado en 2012. Allí se indica que la misma se debe regir por una serie de principios básicos que representan valores humanos: confianza, honestidad, responsabilidad, cooperación, solidaridad y generosidad, entre otros. Para medir si una empresa está orientada hacia el bien común se ha elaborado una matriz que posibilite su evaluación, así como en una ong  española que fomenta esta economía se plantea la evaluación peer dentro de una metodología de balance. También hay sitios de Facebook en Argentina y otros países. Así como el enfoque anterior está basado en instituciones y políticas, este enfoque se fundamenta en valores (y podríamos agregar en «actitudes» vinculados con los mismos). Podríamos afirmar que son enfoques complementarios.

El bien común también es buscado por otras corrientes económicas como la economía social y solidaria, la economía de comunión, etc. o economistas como Stefano Zamagni, que iremos desarrollando en otras entradas.

Respecto a experiencias históricas vinculadas a “lo común” y al “bien común” es un tema que excede estas breves líneas. Sin embargo nos animamos a decir que dado que los humanos vivimos en un “contexto o campo” que excede lo “individual y atomístico” donde lo común siempre ha estado, está y estará presente bajo distintas modalidades y extensión (la Tierra inserta en un cosmos). Desde el comienzo de las primeras comunidades humanas hasta hoy en día ello ha sido vivido y expresado de distintas maneras.

Se puede afirmar que las ideas, la razón, los deseos y valores de fraternidad, amistad social y amor han jugado un rol muy importante, pero todo parece indicar que la necesidad y el mutuo interés (“me suma” y “es bueno” juntarme) frente a situaciones desfavorables o como requisito indispensable para poder crecer y desarrollarse han sido –en la mayoría de los casos- un «piso determinante» para animarnos a vivenciar lo común (incluido en el capitalismo bajo modalidades de asociativismo, “coopetencia”, economía colaborativa, trabajo en equipo…). Claro está que todo esto no ha estado exento de conflictos, fracasos de convivencia (lo que se ha denominado “tragedia de los comunes”) y de quedar reducido a la apariencia de «un como si…» (que nos «mejore nuestra imagen») o un mero utilitarismo coyuntural (y «ventanjero» promotor de desigualdades), así como de proyectos comunes inviables. Sin embargo esta “fuerza” de la necesidad expresada de “abajo hacia arriba” ha sido un gran motor de éxito. Podemos agregar que –en general- no lo ha sido cuando ha venido impuesta de “arriba hacia abajo”, ha predominado la lucha de poder entre individualidades y grupos (anulando a la empatía y el vinculo de amor) o las condiciones socioeconómicas y culturales han promovido la individualidad y la soledad.

Reflexionar sobre las condiciones de éxitos y fracasos seguramente nos ayudarán a construir en común un mundo mejor.

(*) Una síntesis se puede ver en este video. Está en linea con enfoques como los de Daron Acemoglu y James A. Robinson