La significación del trabajo

Podemos afirmar que el trabajo tiene un enorme significado en la vida humana. Este significado no tiene un solo sentido sino que es diverso de acuerdo al enfoque que adoptemos.

Por un lado podemos afirmar que es una forma de expresión de nuestra singularidad, de nuestra energía, de nuestros talentos, de «para qué» estamos en este mundo, de nuestra capacidad, «utilidad» o posibilidad de resolver nuestro sustento e ir más allá como creadores (o co-creadores, según nuestras creencias) en esta Tierra y en este Universo. Por otro lado también tiene connotaciones negativas: el origen etimológico latino de la palabra «trabajo» es tripalium (herramienta parecida a un cepo con tres puntas o pies que se usaba inicialmente para sujetar caballos o bueyes y así poder herrarlos).  Tripaliare significa ‘tortura’, ‘atormentar’, ‘causar dolor’.

En la imagen que hemos puesto en esta entrada, en el cuadrante izquierdo, reproducimos una imagen mítica del paraíso terrenal. En la tradición judeocristiana el paraíso es un lugar de goce (podríamos decir de ocio gozoso) y la expulsión del mismo conlleva resolver el sustento «con el sudor de tu rostro» (Génesis, 3-19). En base a esta narrativa el trabajo puede ser considerado como un «castigo» o -mejor aún- como un esfuerzo humano que nos aleja del «goce» (o del paraíso). Algo similar podríamos afirmar de la Grecia clásica donde el trabajo era una actividad servil que los ciudadanos no debían realizar, para orientarse a las actividades libres relacionadas con el ocio (el pensar, el arte y el deporte, principalmente). Lo que acabamos de mencionar también se podría interpretar -jugando un poco con la palabra trabajo- respecto a cómo una parte (los ciudadanos) «trabajaban intelectualmente (filosofando) y deportivamente» para si, mientras que los demás trabajaban –en tareas esforzadas y rutinarias- para los primeros (esto luego se va a repetir en el futuro de distintas maneras).

En la historia de la evolución humana, el pasaje del «esfuerzo» de ser recolectores y cazadores al Neolítico, con la aparición de la agricultura y la domesticación de los animales, conlleva a un esfuerzo que ya podríamos identificar como una noción más aproximada del comienzo del «trabajo». Luego a lo largo del tiempo, y con los distintos sistemas económicos y enfoques, va tomando distintas características hasta el momento actual. En lo que se refiere a enfoques en la modernidad, según Max Weber en su libro «La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo», es muy relevante el aporte de Lutero vinculado a la palabra alemana «beruf» (asociada etimológicamente a «ruf»: llamada o vocación)  traducida y desarrollada como «profesión», donde el trabajo conlleva valorar el cumplimiento del deber en las profesiones profanas como el contenido más elevado que puede tener una actuación realmente moral. Esto tendrá luego una derivación hacia el «trabajo duro» en Calvino.

Volviendo a los cuadrantes de la imagen de la entrada, los otros dos pretenden simbolizar el trabajo en la revolución industrial  (Charles Chaplin, en la película «Tiempos Modernos») y el rol de la inteligencia artificial en el futuro de la humanidad y del trabajo. Estas temáticas, y otras como la relación con la globalización, la macroeconomía, lo sectorial (primario, secundario y terciario) y su territorialización o localización, las diferencias de productividad y de calificación, la vinculación con la educación, con la pobreza estructural y el desempleo (el drama de la falta de trabajo), con lo normativo, con lo salarial o con un ingreso «desenganchado» del trabajo, con el emprendedorismo… entre otros temas, intentaremos abordarlas en otras notas de esta entrada. En este marco es interesante una reflexión de Silvia Stang. 

Hay distintas iniciativas y estudios sobre el futuro del trabajo como la encarada por la OIT y en esta nota, el BID, entidades como CHREATE, o libros en Argentina como el de Santiago Bilinkis (en especial con relación al cambio científico-tecnológico) o el de Alejandro Melamed (El futuro del trabajo y el trabajo del futuro, Ed. Planeta, 2017), entre otros, son aportes significativos a esta temática. Un mundo mejor conlleva resolver de manera satisfactoria esta dimensión dándole un sentido de significación y goce en nuestra vida.

Economía Popular y Trabajo

Entre las distintas economías, sin duda está una «economía de baja densidad de capital«, generalmente informal, y relacionada con los denominados sectores populares. Es la comunmente denominada «economía popular». El Papa Francisco se ha referido a este tema. Luis Razetto, y José Luis Coraggio, han dado también precisiones sobre este concepto. Este último autor las define bajo las formas de “unidades domésticas, emprendimientos mercantiles familiares rurales y urbanos, “sector informal”, autoconsumo, trabajo asalariado” (además de otras referencias que se pueden mencionar), en general asociadas -como se ha expresado antes- a una economía de baja densidad de capital (que no es tenida muy en cuenta en los programas económicos). También hay iniciativas que toman la forma de economía social -como es en el caso argentino de cooperativas de cartoneros en el área metropolitana de Buenos Aires (o los que generan valor agregado en el reciclaje de productos electrónicos como este caso) o los cartoneros u otras ocupaciones que se realizan de manera individual informal. También en el caso argentino la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) ha elaborado documentos y se ha dictado la ley 27345 que crea el «Consejo de la Economía Popular y el Salario Social Complementario» donde forman parte las organizaciones del sector.

La ley que mencionamos fue reglamentada por el Decreto No. 159/2017 y define Economía Popular como «toda actividad creadora y productiva asociada a mejorar los medios de vida de actores de alta vulnerabilidad social, con el objeto de generar y/o comercializar bienes y servicios que sustenten su propio desarrollo o el familiar«. El artículo 7° expresa que «los trabajadores de la economía popular registrados en el REGISTRO NACIONAL DE LA ECONOMÍA POPULAR podrán acceder al Salario Social Complementario, conforme a los criterios de elegibilidad y clasificación propuestos por el CONSEJO DE LA ECONOMÍA POPULAR Y EL SALARIO SOCIAL COMPLEMENTARIO, con sujeción a la disponibilidad de partidas presupuestarias asignadas a tales fines y promoviendo los derechos contemplados en el artículo 2° de la Ley N° 27.345«.

A su vez el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social, por Resolución 201-E/2017, crea el Programa de Transición al Salario Social Complementario y sus destinatarios son «aquellas trabajadoras y aquellos trabajadores que finalicen, o finalizaran luego de la entrada en vigor de Ley N° 27.345, su participación en algunas de las líneas de asistencia económica individual del PROGRAMA TRABAJO AUTOGESTIONADO, en el PROGRAMA CONSTRUIR EMPLEO o en acciones especiales de empleo implementadas por el MINISTERIO DE TRABAJO, EMPLEO Y SEGURIDAD SOCIAL orientadas a sectores de la economía popular«. En el Art. 3° se estipula que «las trabajadoras y los trabajadores destinatarios del PROGRAMA DE TRANSICIÓN AL SALARIO SOCIAL COMPLEMENTARIO percibirán en forma directa y personalizada una ayuda económica no remunerativa mensual de PESOS CUATRO MIL ($ 4.000), para su disponibilidad a través de una tarjeta magnética. Esta prestación dineraria tendrá por objetivo solventar, apoyar y promover los esfuerzos individuales y colectivos de los sectores sociales más postergados, dirigidos a concretar su fuerza laboral en un trabajo formal y de calidad«.

En el Art. 4°, de la Resolución, expresa que «el cobro de la ayuda económica del PROGRAMA DE TRANSICIÓN AL SALARIO SOCIAL COMPLEMENTARIO será incompatible con la percepción de: 1). una remuneración proveniente de un contrato laboral bajo relación de dependencia; 2) prestaciones contributivas por desempleo; 3) prestaciones previsionales; y 4) ayudas económicas provenientes de programas de empleo«.

Relacionado con esta temática a fines de febrero de 2024 el nuevo gobierno dictó el Decreto 198/2024 donde se elimina el programa Potenciar Trabajo y a sus beneficiarios se los canaliza en dos nuevos programas: «Volver al Trabajo» y «Acompañamiento Social». Habrá que analizar cómo se da esta transición y las características de la misma en cuanto a su efectividad, reconociendo que el anterior programa no cumplió -en general- con el objetivo de crear trabajo genuino.

La orientación de los trabajos de la economía popular pueden ser para sí mismos (por ejemplo de ayuda mutua entre familias o vecinos para autoconstrucción, reparación de sus viviendas, comedores para niños/as, posibilidad de ser prosumidores de la agricultura urbana, etc.) o para terceros. En este caso la modalidad puede estar vinculada a trabajos independientes informales, cooperativas (como las de los cartoneros), monotributistas sociales, monotributistas (de escala más baja de ingresos), etc. A veces se presenta la dificultad de formalización y referencias morales y técnicas (de quienes se postulan en la oferta de servicios) para que se efective el contacto entre trabajadores de la economía popular y sectores medios de otras zonas que necesitan de estos servicios. Al respecto pueden ser útiles plataformas virtuales orientadas a servicios de mantenimiento y construcción (como esta) o para tareas de servicio doméstico (como esta). Para ello es importante contar con el apoyo de referentes económicos, sociales o culturales, así como de ongs y del estado, que den testimonio o constancia de aval para sortear esta dificultad. Esto forma parte del necesario «capital social» que sectores medios o altos deberían aportar para que se pueda salir de la marginalidad. Algunos ejemplos concretos de articulación con sectores populares -en general vinculados a la inserción laboral- son los de la Fundación Pescar o el Programa Empujar que pueden ser de referencia para experiencias similares (con apoyo de parroquias, comunidades evangélicas, etc.) en ayudar a impulsar emprendimientos autónomos, de microempresas o cooperativas de servicios. Del mismo modo puede darse una articulación con las prácticas de extensión o solidarias (1) de las Facultades de Arquitectura o de Ingeniería, así como de Económicas (en cuanto a gestión) de distintas Universidades, o de la UTN, para tareas de capacitación y supervisión inicial de las tareas que realizan.

También hay iniciativas de grupos empresarios y movimientos sociales de articulación virtuosa con este sector. En esta nota, el empresario Gustavo Grobocopatel señala que «…. desde hace muchos años yo tengo un compromiso con la economía popular a través de un colectivo que se llama Argentina Armónica, donde un grupo de empresarios, movimientos sociales y políticos tratamos de pensar cómo resolver los problemas de la economía popular”. Algo ampliatorio se puede ver en este artículo.

En lo que se refiere a los sectores y tipos de trabajos (además de los ya citados más arriba), a continuación damos un listado tentativo y su posible articulación con otros actores:

  • Mantenimiento de Infraestructura Local: puede ser aplicado a plazas y parques (instalación de juegos y para ejercicio físico), bordes de las vías del ferrocarril, veredas, colegios, centros de salud y hospitales, colocación de redes de luminarias, agua, limpieza de tanques de agua, de fachadas, cloacas, gas y cables de tv e internet, señaléctica en paradas de colectivos, trenes y lugares públicos o históricos, limpieza de arroyos y drenajes, podas. Estos trabajos deben ser articulados con el estado nacional (por ejemplo ferrocarriles), provincial y en particular municipal
  • Construcción y autoconstrucción: está asociado a las siguientes profesiones como albañiles, plomeros, gasistas, electricistas, carpinteros, pintores, herreros, cerrajeros, vidrieros, instaladores de policarbonatos y acrílicos. Puede estar articulado con la Fundación de la UOCRA, ongs y plataformas virtuales.
  • Economía del cuidado, fundamentalmente liderada por mujeres que cumplen tareas en sus hogares y para terceras personas como empleadas domésticas, damas de compañía, auxiliares en cuidado de personas ancianas, con discapacidad y menores. Una experiencia muy interesante, expresada bajo la modalidad de economía social, es esta,
  • Forestación: plantas en general, plantas frutales y recolectores de paltas y otros frutos. Puede estar articulado con el municipio y viveros estatales, privados, facultades de AgronomÍa y el INTA.
  • Huertas urbanas en tierra y en acuacultura (ídem anterior en cuanto a posibles articulaciones), y más en general como esto.
  • Verduleros
  • Recicladores de cartón y papel, plásticos, vidrio, metales, circuitos eléctricos, neumáticos, construcción, orgánicos para compost y biogas, otros.
  • Animación deportiva y artística: en clubes, parroquias, potreros
  • Trovadores urbanos para actuar en medios de transporte, estaciones de trenes y subtes, plazas y parques.
  • Grafiteros/pintores artísticos para fachadas de edificios públicos, medianeras que dan al ferrocarril, vía pública en general o plazas, y en el caso de privados en acuerdo con sus propietarios.
  • Reparación de ropa, corte y confección, talleristas
  • Gastronomía: cocina, panadería y pastelería, en negocios estables o en ventas ocasionales (ambulantes, a domicilio, ferias populares, etc.)
  • Redes: empalmadores de fibra óptica
  • Instaladores de calefones solares y paneles solares
  • Jardineros
  • Floristas
  • Diarieros y puestos de venta de libros y revistas (usadas o nuevas)
  • Para control de plagas
  • Paseadores y cuidadores de perros
  • Peluqueros/as
  • Lustrabotas,
  • Cosmetólogas y manicuras
  • Delivery
  • Logística de mercadería
  • Vendedor ambulante o en lugares proporcionados por las autoridades locales
  • Remiseros/as,
  • Economía del conocimiento (replicando experiencias como esta), testadores de programas y programadores
  • Diseño de blogs y páginas web
  • Reparación de bicicletas
  • Reparación de motos,
  • Reparación de motores de bombas de agua, lavarropas y cortadoras de césped
  • Reparación de ropa, corte y confección, venta de ropa reciclada
  • Reparación de zapatos y zapatillas,

entre los principales (2).

En cuanto a la posibilidad de que los trabajadores de la economía popular se incorporen en Argentina a trabajos formales en relación de dependencia entendemos que depende de una macroeconomía ordenada (y de variables com el tipo de cambio y la tasa de interés), de la calidad y cobertura del sistema educativo y de formación profesiones, así como de otras cuestiones generales y condiciones regionales. Respecto de estas últimas será mucho más difícil en el conturbano bonaerense que donde se desarrollan emprendimientos como Vaca Muerta en la provincia de Neuquén o el litio en el NOA. Referido al tipo de cambio, si suponemos que el mismo tendrá que ser «relativamente alto» (aunque con posibles vaivenes) en los próximos años, habrá que hacer un análisis minucioso de las industrias o sectores (como el software y el turismo, las industrias culturales, la gastronomía) que se pueden desarrollar y cuales no. Los primeros definirán el perfil productivo de una Argentina «posible» en cuanto a la generación de valor agregado sostenible. En cuanto a la tasa de interés no es sostenible la que rige hasta mediados de 2019 dado que imposibilita cualquier inversión o financiamiento razonable. Un tema no menor es -lamentablemente- el rol de algunas organizaciones sociales que se quedan con una parte o porcentaje de los programas que el estado le asigna a los trabajadores de esta economía popular.

(1) respecto de las prácticas solidarias de estudiantes universitarios, la Universidad de Buenos Aires, estableció en el 2011, que para los nuevos estudiantes -que comenzaran a partir de 2013 y antes de finalizar su carrera- debían realizar prácticas solidarias. A ese año la UBA tenía 308.748 estudiantes de grado. Suponiendo que en la actualidad tenga una cifra similar (aunque probablemente sea superior), podría ser un aporte muy importante -con la supervisión de docentes- en la capacitación y evaluación de trabajos -por ejemplo- en la rama de construcción (Facultades de Arquitectura y de Ingeniería) en la región metropolitana de Buenos Aires. Podría comenzar con el mejoramiento de las viviendas de los barrios populares con la ayuda de empresas, Municipios y/o Ministerio de Desarrollo Social (provincial y nacional) que aporten insumos y herramientas para dichas tareas. Luego de dicha experiencia podrían encarar trabajos para terceros y allí la Facultad de Ciencias Económicas podría colaborar en el armado de microemprendimientos. Estos antecedentes les podrían posibilitar ofrecer sus servicios en plataformas virtuales.

(2) En esta nota de la revista La Nación se plantea el retorno de oficios como herreros, carpinteros, restauradores de muebles, etc. no sólo para la economía popular sino también para la economía formal

PD: Sobre esta temática se puede ver lo desarrollado por el PEPTIS (en el marco de la UMET), donde se presentó el Cuadernillo 1 y el Cuadernillo 2, y el audio se puede escuchar en este link. También es interesante esta nota de Roberto Sansón Mizrahi (en Opinión Sur) y  esta mesa redonda. En cuanto a programas del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación esta temática está relacionada, como ya se ha expresado más arriba, con Potenciar Trabajo y Emprendedores y Cooperativas Sociales, que fue sustituido por dos nuevos programas.

Renta Basica – Ingreso Universal – Salario Universal

Hay una tradición que viene de proveer el sustento “con el sudor de tu rostro” (Génesis, 3-19) hasta la denominada «sociedad salarial». Esto último conlleva un desarrollo del derecho al trabajo y a un ingreso y condiciones dignas del mismo. También podemos afirmar que, más allá de cubrir una necesidad económica a través del trabajo, hay una necesidad psicológica de sentirnos útiles (incluido el ocio creativo como tipo de actividad), de crear, de servir (en el buen sentido del término) a otros, etc.

Referido a lo que mencionamos en último término, según una encuesta que realizó D’Alessio IROL, el 90% de los argentinos seguiría trabajando aunque se ganara la lotería y un 28% no cambiaría su trabajo actual incluso aunque tuviera millones en el banco. Algo similar sucede en otros países del mundo (con una mayoría que seguiría trabajando) tanto en respuesta a encuestas profesionales como realizadas por fuerzas políticas. Hay experiencias concretas, como la de Alaska, que van en esta dirección. De todos modos hay que tener en cuenta el caso de las personas que vienen desde largo tiempo sin tener trabajo y recibir un «plan» asistencial o subsidio. Por citar algunos ejemplos en Argentina se pueden mencionar a la ciudad de Concordia (ver al final de esta nota) o en la provincia de La Rioja, que evidencian empíricamente que recibir un ingreso estable por parte del Estado no los incentiva a aceptar un trabajo temporal (como el de «cosecheros»), ya sea por el miedo de perder ese ingreso o porque es más cómoda la «pasividad». Frente a esta situación parece mejor solución para las personas en edad activa desocupadas un seguro de desempleo (por ejemplo asociado a nuevas capacitaciones laborales) o la implementación de un «salario universal» (lo que conlleva «trabajar») como propone el Papa Francisco.

Volviendo a lo mencionado en el primer párrafo, hay otra tradición que está relacionada con disfrutar del ocio (del paraíso terrenal y de los ciudadanos libres de la Grecia Clásica) o tener un piso de sustento independientemente del trabajo (desde el maná del cielo para cruzar el desierto hasta la asignación de diez dinares propuesto por el suegro de Mahoma, Abu Bakr as-Siddik). Para ello hay que tener un «piso universal de sustento». Esto sería muy justo para las personas que no están en edad de trabajar (como menores), para los que tienen una imposibilidad (por razones de salud o de capacidades diferentes) o para adultos mayores, pero no sería no muy justo para personas que están en edad activa si este «derecho» de ingreso universal no fuera acompañado de la «obligación» de trabajar en actividades que requiera el mercado (como, por ejemplo, levantar cosechas) o de «no mercado» y socialmente útiles como las de cuidado de menores, personas mayores, con capacidades diferentes, comunitarias….como lo mencionado en el párrafo anterior por el Papa Francisco.

Un antecedente muy relevante fue desarrollado en Inglaterra con las «Poor Laws» como menciona esta nota. Al comienzo de ella se expresa que «el debate sobre las políticas de garantía de rentas es casi tan viejo como el capitalismo mismo. Aunque el origen de las conocidas como Poor Laws en Inglaterra datan de mediados del siglo XIV -un sustento para los campesinos diezmados por la Peste Negra- entre los siglos XIV y XIX el proceso de los cercamientos (“enclosures”) creó las condiciones necesarias para la desaparición de los derechos comunes sobre la propiedad de la tierra y la creación de los trabajadores agrarios dependientes de un salario. Con la desaparición de estos bienes comunes, la pobreza de los campesinos sin trabajo o con trabajo temporal emerge como un problema consustancialmente unido al desarrollo del capitalismo y la revolución industrial. Estas políticas de garantía de ingresos jugaron un papel clave en el hecho de que a principios del siglo XIX en Inglaterra, a diferencia del resto de Europa, apenas existieran “campesinos” -en el sentido medieval- y mayoritariamente tuviéramos una sociedad de “trabajadores agrícolas” libres y grandes terratenientes.  El largo y complejo proceso de “formación” de una clase obrera separada de los medios de vida vinculados a la tierra y con la necesidad de vender su fuerza de trabajo, había necesitado de políticas de mantenimiento de renta tanto de población “desempleada” como de la población “pobre” que había surgido de ahí.

Estas políticas tuvieron su máximo apogeo en el llamado sistema Speenhemland (1795), un sistema de mantenimiento de rentas que combinada lo que hoy conocemos como rentas mínimas, desempleo y complementos salariales. Los perdedores del cambio tecnológico  presionaron con revueltas violentas, como ha estudiado Eric Hobsbawm (1969), con las figuras ficticias del general Ludd o del capitán Swing después de la Guerras Napoleónicas. En el origen de estas revueltas encontramos, ente otras razones, el deterioro de estas políticas. Es imposible comprender el gran período de transición de un sistema feudal a un sistema capitalista en Inglaterra sin tener en cuenta el rol de las Poor Laws. Los economistas clásicos del siglo XIX, incluido Marx, tuvieron siempre una pésima opinión de sus efectos económicos, a caballo entre la mendicidad parroquial y el disciplinamiento de la fuerza laboral. Unas políticas con un largo periplo hasta su abolición en 1948 con la aprobación del National Assistance Act que daría paso al moderno Estado de Bienestar».

Existen otros motivos para un «piso universal de sustento». Eduardo Levy Yeyati menciona en una nota en el diario Perfil, entre otras cuestiones, antecedentes de Estados Unidos de América: “debemos crear empleo y debemos crear ingreso. El pueblo debe convertirse en consumidor de una manera o de otra. La solución a la pobreza es abolirla directamente mediante el ingreso garantizado,” escribía Martin Luther King en 1967. En 1968, año del asesinato de King, 1.200 economistas (incluyendo liberales como James Tobin o Paul Samuelson y conservadores como Milton Friedman) firmaron una carta al Congreso de los Estados Unidos pidiendo el ingreso universal. Nixon respondió proponiendo el Plan de Asistencia Familiar, que sustituiría en una sola asignación universal los distintos programas sociales. El plan sucumbió a la resistencia de asistentes sociales temerosos de perder su trabajo, líderes sindicales temerosos de perder su influencia y trabajadores de clase media renuentes a subsidiar al desocupado con impuestos; en 1972, año electoral, Nixon cajoneó la idea. Pero no deja de llamar la atención que una iniciativa que hoy parecería emblemática de la heterodoxia populista fuera promovida hace apenas 45 años por el padre de la escuela de Chicago y estuviera a punto de ser aprobada por un gobierno conservador».

Desde el punto de vista del derecho, podríamos decir que el «derecho a la vida» es superior a un derecho específico como el «derecho al trabajo» y si el Estado y la economía no pueden generar trabajo, debe generarse un piso de subsistencia (en este caso a través de un ingreso, aunque hay estados que lo hacen otorgando comida).

Tal como se muestra en la imagen de la entrada en países de Europa se lo ha promocionado, con rechazos como el caso de Suiza y experiencias hasta ahora exitosas que se están desarrollando en ciudades de Holanda. También hay otros casos en curso, una evaluación que hace The Economist (reproducido por el diario La Nación) sobre la experiencia de Finlandia (país que ha decidido discontinuarla a fines de 2019) (1)  y una red global que la promueve. Hacia noviembre de 2017 se está discutiendo una propuesta en España que no es universal porque está supeditada a la búsqueda de empleo. En la Argentina también se ha propuesto a través de la Red Argentina de Ingreso Ciudadano (ver también artículos de Rubén Lo Vuolo y otros). Una información actualizada de experiencias al 2019 se puede visualizar en esta nota.

La vigencia de este tema, más allá de cuestiones de enfoque o filosóficas, se presenta en la práctica debido -por un lado- fenómenos como la pandemia del coronavirus (2) (que pueden repetirse cíclicamente con otros virus) así como al impacto del cambio tecnológico (en general, y en particular en los países desarrollados) y -por otro lado- a la persistencia de situaciones de pobreza estructural difíciles de resolver (en especial en países en vías de desarrollo o pobres, pero que también fueron señaladas por Martin Luther King para su país en 1967). Esto produce una desconexión entre trabajo y salario al interior de los países, además de no resolver la brecha de riqueza entre países pobres y países ricos.

En otra nota de Levy Yeyati en el diario La Nación plantea una serie de complejidades y dilemas morales a resolver en esta temática. Seguramente la mayor complejidad para los países en vías de desarrollo o pobres es la cuestión fiscal que «no da» para hacer un ingreso universal (como puede ser el caso de los países «ricos»). Se podría hacer una prueba en Argentina, en alguna localidad con características similares a un país desarrollado (por ejemplo: ¿Rafaela?), pero -seguramente- no daría resultados muy diferentes a los experimentos en curso en dichos países o a las respuestas a la encuesta realizada por D’Alessio IROL.

Tal vez, lo más justo y prioritario en el caso argentino, sería perfeccionar experiencias como el «salario social complementario» de la economía popular, el seguro de desempleo, la asignación universal por hijo (AUH), y otros instrumentos que están en el Presupuesto Nacional y de jurisdicciones provinciales que permitan ir «cerrando la grieta socioeconómica». Dependiendo de los fondos disponibles -muy difícil en función de la situación argentina-, tal vez esto posibilite reducir sustancialmente (sino eliminar) la situación de indigencia. Esto nos permitirá ir convergiendo concretamente hacia un mundo mejor.

Queda pendiente un debate a escala «global» (dado que estos enfoques y experiencias son a escala nacional, y por ahora, rechazados a nivel continental y mundial), muy relacionados con los movimientos migratorios (en especial de Africa a Europa, pero no sólo), al debate sobre instrumentos como la tasa Tobin a los flujos financieros y, en definitiva, hasta donde llega la concreción de la justicia y la solidaridad humana.

(1) Es muy interesante esta evaluación.

(2) Ante los efectos dramáticos que produce la pandemia del coronavirus, lo que se está debatiendo y aplicando en muchos países son transferencias directas -por parte del Estado- a empresas sin actividad, a personas que realizan actividades independientes de la economía formal (hoy sin poder realizarlas), así como a personas y familias de la economía informal (en este caso no sólo de dinero sino también de alimentos). Por lo tanto queda pendiente un debate más de fondo y permanente como el que se intenta plantear en esta nota, y otras a considerar como esta.

PD: Agradezco la conversación mantenida con Eduardo Levy Yeyati y Pedro Del Piero sobre este tema y la reflexión que me aportara Jorge Remes Lenicov sobre la viabilidad fiscal y referencias académicas. Por otro lado en este sitio se puede bajar un libro con una gran cantidad de artículos vinculados a renta básica. Una actualización de este debate se puede ver en esta nota y en este video.

Y la pobreza multidimensional

En general se ha definido la pobreza tanto por la vía de los ingresos necesarios para adquirir una canasta de bienes y servicios básicos (que puedan asegurar una vida digna de acuerdo a las convenciones y estándares de una sociedad determinada) (1) como por la vía de necesidades básicas insatisfechas. Esta última se la caracteriza, en general, como pobreza multidimensional (ver imagen de la entrada y este artículo).

De los enlaces anteriores tenemos que hay enfoques vinculados a la pobreza como a) insuficiencia de recursos; b) insatisfacción de necesidades básicas; c) privación de capacidades y d) como negación de derechos humanos (en particular vinculada a la restricción -o acceso- de recursos económicos-sociales). Estos últimos están entrelazados, pero tal vez coincidamos con la jerarquía que establece la pirámide de Maslow.

Hay distintas opiniones sobre las causas de la pobreza, pero podríamos afirmar que, entre las principales, está cómo un sistema genera riqueza y la misma se apropia o distribuye entre sus miembros. Con el proceso evolutivo humano que viene desde la aparición del excedente (y como venimos de decir: su generación y apropiación y distribución), se fue dando una distribución del trabajo (y subyacentemente cómo se valora lo que cada uno aportalas relaciones de poder asociadas), la propiedad, el proceso de individuación y el incremento del comercio y el capital (en particular financiero) hasta nuestros días.

Si un sistema genera poca riqueza y la misma se apropia de manera desigual habrá mucha pobreza (a diferencia si se comparte equitativamente lo que se genera). Al sistema capitalista se lo ha caracterizado como el sistema que ha generado más riqueza en la historia de la humanidad y por lo tanto es el que más personas de la pobreza ha sacado. Sin embargo sabemos que es crecientemente desigual (por lo tanto no justo o equitativo) y no sustentable ambientalmente, por que sería deseable -y seguramente urgente- tender al desarrollo e ir  «más allá» del mismo. En cuanto a la cantidad de personas en situación de pobreza extrema en el mundo, según esta fuente y para el año 2015, alcanzaba a 736 millones y su tasa de disminución es lenta.

De lo anterior se deduce que las políticas públicas sobre la pobreza (2) tienen los siguientes desafíos:

  1. Comenzar con que haya, al menos, hambre cero, así como fomentar experiencias como los de agricultura urbana, promoviendo iniciativas como el Prohuerta y la hidroponía como formas de trabajo que generen prosumidores sustentables.
  2. Seguir generando valor agregado con sustentabilidad medioambiental (puede implicar decrecimiento en sociedades consumistas) y social, disminuyendo la desigualdad y aplicando los recursos y gastos del Estado a la disminución gradual y total de la pobreza. Instrumentos como el ingreso universal o renta básica, bien aplicados y si hay solvencia fiscal para llevarlo a cabo, son muy relevantes para este fin. Del mismo modo juega un rol central la educación (entre los ejemplos ver el denominado «enfoque de graduación«).
  3. En el caso argentino, si el patrón de crecimiento futuro no estuviera basado en la primarización de la economía, disminuir la pobreza llevará bastantes años según estimaciones de Gasparini o de Arriazu. En caso de que el patrón de crecimiento se focalizara en productos primarios llevará todavía más años.
  4. Las políticas económicas deben ser acordes con un desarrollo equilibrado. Un ejemplo de ello son los países escandinavos -que tienen los mejores índices- y el enfoque socialdemócrata de sus políticas. Ello debería replicarse a escala internacional, entre países lo que requiere una globalización distinta de la actual.
  5. En la pobreza multidimensional combinar lo señalado en los dos puntos anteriores con políticas y medidas específicas a corto plazo en cada item, e ir articulándola con mejoras del ingreso, de entrega de «especies» (como alimentos en comedores y familias, en situaciones excepcionales) y de potenciar el trabajo posible en este sector y en la economía popular.

entre otros.

Sin duda no es fácil, pero tampoco imposible y ello nos puede ayudar a converger hacia un mundo mejor para todos.

(1) Estas son las cifras para Argentina: 

Estimación histórica ODSA-UCA de la indigencia y la pobreza urbana según la Nueva Metodología INDEC-2016. 
Total de aglomerados urbanos, Argentina, 1974-2019. En porcentajes.

 

 

Para datos a nivel global se puede consultar esta fuente.

(2) Muchos países tienen políticas referidas a abordar la pobreza multidimensional. Entre ellos se puede destacar el caso de Canadá y el de China que se puede visualizar en este portal, en este documento y en este anuncio de Xi Jinping.

El aporte de los que más tienen

El título de esta nota se refiere al aporte de «los que más tienen» aplicado a la resolución de graves problemas socio-económicos que afecta a distintos tipos de sociedades y países. Ello dependerá de una serie de factores, como los que se mencionan a continuación. Considerar que su contribución es con las empresas que tienen -dando empleo y proporcionando bienes y servicios- y con lo que consumen, y ahí «se acaba». En caso que, por su sensibilidad y valores, consideren que lo anterior es insuficiente para reducir las injusticias y se requiere de «más», entonces podrán abordar distintos caminos:

  • ejercitar la filantropía, formas de responsabilidad social empresaria (habrá que diferenciar «las reales» de las sólo «marketineras») o lo que se ha denominado «la derecha compasiva«,
  • se podrán generar otras empresas (por lo tanto más trabajo y bienes y servicios): en los mismos sectores o donde haya mayor valor agregado: por ejemplo, salir de la «primarización»de la economía, alternativa no fácil frente a la industria de Asia…,
  • u otro tipo de empresas (ver, por ejemplo, experiencias de economía del bien común, la economía de comunión, …),
  • compartir ganancias en las empresas existentes,
  • otro tipo de intercambios,
  • no evadir impuestos y estar dispuestos a tributar más que posibiliten explorar otras alternativas,
  • ser no solamente solidarios entre todos (como expresa la imagen de la entrada), sino también equitativos entre los que más tienen y menos tienen, o que están en situación de desigualdad como se reflexiona en esta nota, etc.

Lo que venimos de describir se puede abordar por un cambio cultural que tenga distintas «motivaciones»:

  • toma de conciencia personal por haber vivido situaciones de carencia y exclusión, por capacidad «de ponerse en el lugar del otro» (en este caso del más débil), por cuestiones religiosas, solidarias o valorativas en general,
  • por «miedo» («no nos une el amor sino el espanto«) que, según distintos autores, fue la «contribución de la revolución rusa» a la implementación de experiencias socialdemócratas en países del norte de Europa, a comienzos del siglo XX,
  • por conciencia de que las situaciones de desigualdad no afectan sólo a los pobres sino también a los ricos que viven en esas sociedades (tal vez pueda «tipificarse» como un motivo «egoísta» o de «autodefensa»),
  • por entender que el aporte que hacen los que más tienen no se va en corrupción o en destinos «no prioritarios» y por lo tanto se refuerza el «contrato» entre el contribuyente y la asignación eficaz y eficiente de la inversión y el gasto,

entre otros motivos.

Todo lo anterior puede expresarse en actos individuales como ciudadanos, consumidores o emprendedores, o desde grupos, ongs, asociaciones o en expresiones políticas que se transformen en acciones del Estado. Las mismas pueden derivar en dar incentivos y/o en generar penalizaciones (por ejemplo tributos más progresivos en sectores de altos ingresos que tengan una aplicación transparente y efectiva) a través de regulaciones apropiadas que se verifiquen en resultados eficaces y sostenibles en el tiempo y consecuencias deseadas para la mayoría de la población.

Esta problemática en el caso argentino ha sido manifestada, entre otros, por la Conferencia Episcopal Argentina en un comunicado del 19/12/2017.  También se han marcado limitaciones o condicionamientos, por ejemplo, por parte declaraciones de un importante empresario argentino en el minuto 23 en adelante de este video. En el mismo se menciona -entre otras cuestiones- el caso de la curva de Laffer que expresa la relación entre los ingresos fiscales en relación con el tipo impositivo: si el tipo impositivo es cero, los ingresos fiscales serán también nulos. Si, por el contrario, los tipos impositivos son del 100%, los ingresos fiscales también se anularán, nadie ofrecería ni demandaría el bien en cuestión.

El problema, en la práctica, es cual es la presión fiscal «tolerable o aceptable» para las empresas que no hagan caer (o «matar» la actividad) o generar desinversión y, a la vez, permita recaudar más. Esta lógica puede usarse -como fue el caso en Estados Unidos durante el gobierno de Reagan- para bajarle el impuesto a los sectores más ricos de la sociedad sin que se verifique que esto genere una mayor actividad económica. Por lo tanto hay una «sintonía fina» que habrá que ir evaluando cuidadosamente en cada país y sociedad para aplicar estas medidas de manera justa y eficiente.

Por último, lo que pueden «aportar» los sectores excluidos -además de su expresión democrática, lucha por sus derechos y cambio de las situaciones de exclusión- está la posibilidad de generación de formas de auto-organización económica y social. Una de ellas es a través de la economía social y solidaria. Por supuesto hay otras líneas de acción que pasan por cambios educativos, fortalecimiento de la capacitación, asistencia técnica y financiamiento, y -en general- promoción de estos sectores, que incluyan acciones de emprendedorismo y seguramente un piso de subsidio socioeconómico para quienes no puedan salir de las situaciones de exclusión, a pesar de todos los esfuerzos y cambios anteriores.

Poder articular virtuosamente todas estas iniciativas y esfuerzos pueden ayudar a construir un mundo mejor.

 No hemos abordado aquí opciones más radicales de izquierda (por ejemplo desde el marxismo) o desde algunos de los enfoques (como los de Laval y Dardot) de «lo común».

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La Desconexión entre Trabajo y Salario

En esta entrada intentaremos plantear sólo dos, de las múltiples, cuestiones vinculadas al «desenganche» entre trabajo y salario, en el marco general del trabajo y su retribución.

El primer «desenganche» es por la situación de pobreza estructural, falta de capacitación y tradición de trabajo, así como porque la economía (por distintas situaciones) no genera oportunidades de empleo y por lo tanto «no hay salario» o un ingreso. Una primera respuesta puede ser «tratemos de cambiar la economía, la educación y la capacitación para generar oportunidades de empleo». Por el momento vamos a suponer que esto tiene distintas complejidades, y de lograrse, lleva tiempo. Entre tanto otra respuesta es «generemos un salario universal»  o, algo más acotado como un ingreso complementario a cargo del Estado para lo que se ha denominado, en el caso argentino, como el IFE o el asignado a los trabajadores de la economía popular (en otros países puede estar relacionado con el seguro de desempleo o distintos subsidios o ayudas sociales).

El segundo «desenganche» es por los cambios científicos-tecnológicos que, en algunos casos generan nuevas oportunidades de trabajo, y en otros dejan fuera de manera -prácticamente- permanente a parte significativa de población. Hay una serie de países que están haciendo experiencias de un ingreso universal, de ciudadanía u otras denominaciones, que generan un «piso universal» de ingreso no asalariado. En estos ejemplos, hay algunos que «lo mezclan» con situaciones vinculadas a lo mencionado en el punto anterior.

Si bien estos desenganches tienen motivos diferentes, tienen algo en común: no hay trabajo y por lo tanto no hay salario o ingreso. A ello le podemos agregar los graves efectos de la pandemia del Covid-19.

Frente a la pregunta: ¿qué hacer?, sin duda, no hay una respuesta única y dependerá de distintos enfoques, situaciones de los países y de las ciudades (por ejemplo la ciudad de Utrecht en Holanda) y posiciones políticas en general, y de políticas de ingreso (dentro de la política económica, y su viabilidad fiscal y previsional) sobre lo que se debe y se puede hacer. En el caso de Argentina qusiéramos dejar algunas preguntas partiendo de lo «más urgente» que es la pobreza estructural, pero teniendo como perspectiva que ya se está presentando el impacto del cambio científico-tecnológico (bancos, taxis, etc.) en el empleo:

  • Se puede comenzar diciendo que habría que hacer desde el Estado, la sociedad y los emprendedores los máximos esfuerzos para generar una educación (en especial de las nuevas generaciones) y una capacitación, que articulada con políticas económicas a nivel nacional y políticas locales de oportunidades «micro», posibilitaran generar todo el trabajo posible.
  • Lo segundo es saber que, lamentablemente, habrá personas que no tendrán un ingreso de manera permanente o semi-permanente. Aquí se abre una bifurcación de situaciones: a) una mayoría que «no puede», y b) una minoría que «no quiere» (por distintas situaciones que hacen que el «no querer» sea derivado del «no poder» dado que: no tienen esperanza de encontrar nada, están con situaciones de adicción o de economía «criminal«, etc.). En este punto ¿no habrá que «repensar» los distintos instrumentos existentes como «el salario social» de la economía popular, el seguro de desempleo, la asignación universal por hijo (AUH), y otros instrumentos que tiene el Ministerio de Desarrollo Social y otros Ministerios (políticas de salud y prevención de adicciones, políticas educativas y culturales, régimen penal juvenil, etc.), para hacerlos más eficaces vinculando derechos con obligaciones y estímulos para salir de esta situación?

El desarrollo del «ocio creativo» es, algo complementario a valorar tanto en posibles trabajos futuros como con el mayor tiempo libre que se irá disponiendo. Del mismo modo habrá que seguir, la evolución futura de las impresoras 3D que nos posibiliten pasar a ser «prosumidores» y auto abastecernos de todo lo básico. Esto puede dar un giro «copernicano» a la autosubistencia y por lo tanto a reducir significativamente los aportes dinerarios (como el ingreso universal). Ello puede ir acompañado de la autogeneración de energía (como ejemplo la solar, tanto por tejas o paneles solares de bajo costo, o la biodegradable por digestores).

Debatir de manera plural, sincera y no partidaria, buscando los mejores caminos, sin duda es un desafío para converger hacia un mundo mejor.