El problema cuando el storytelling no coincide con los hechos

En los últimos años se comenzó a utilizar el término anglosajón storytelling referido a contar historias, como un arte de comunicar de manera atrapante también un concepto, aprendizaje o mensaje final.

Podríamos coincidir que es muy apropiado -en la medida que sea veraz- para historias personales o grupales, pero cuando es un relato que se aplica a fenómenos sociales, económicos y políticos y no se verifica en los hechos, termina siendo contraproducente y engañoso con los daños que esto implica. A este tema, y su relación con la empresa se refiere en este artículo María Marta Preziosa a partir de la lectura que hace del libro Infocracia.

Me permito transcribir la nota de Preziosa, vinculada con la empresa (pero podríamos extender a otros campos como es el de las políticas públicas), dada su pertinencia al tema que estamos abordando. Aquí va: “terminé la lectura de Infocracia (2022) de Byung Chul Han. El último ensayito de este librito se titula “La crisis de la verdad” (2022, 71-92) y tiene algunas ideas jugosas para pensar la temática del panel sobre Valores, cultura y nuevas generaciones el próximo 3 de julio en el Encuentro Anual de ACDE.

Como decía en otro texto, Han no habla de la empresa, sin embargo, sugiere mucho. Algunos conceptos los podemos tomar como antídotos frente algunos venenos circulantes. Antídoto y veneno no son metáforas que él use, pero las utilizo aquí para ordenar sus ideas, un poco telegráficamente y agregar mi somera aplicación a la empresa o al mundo del trabajo, abierta a las sugerencias de los lectores.

Veneno 1: La crisis de lo fáctico

Según Han, hoy tambalea la fe en los hechos. La información que circula no necesariamente está conectada con la realidad, con lo fáctico. Se suele socavar la distinción entre verdad y mentira. Hay fake news, hay desinformación, hay bullshitters. El mentiroso sabe bien cuál es la verdad, no es nihilista. En cambio, el nihilista es indiferente a la verdad de los hechos, lo importante es el relato.

Antídoto 1

Según Han, la verdad es necesaria para mantener unida a la sociedad, la verdad es un regulador social. Han no se refiere a principios o verdades declamadas, sino a que el mundo común de lo cotidiano se sostiene en hechos y en un lenguaje común.

Aplicación a la empresa: La empresa como comunidad también ha de sostenerse en verdades que son hechos y no relatos, factos como dicen los Gen Z ahora y no storytelling.

Veneno 2: El imperio digital

Para Han, la digitalidad es diametralmente opuesta a la facticidad. El mundo digital erosiona la solidez de lo fáctico; incluso debilita la conciencia de la propia realidad.

Aplicación a la empresa: Para mantener la relación con lo fáctico, incluso con lo corporal, recuperar de algún modo y creativamente la presencialidad.

Veneno 3: La arbitrariedad subjetiva

Según Han, “lo que se siente verdadero” (truthiness) también erosiona lo fáctico. La impresión subjetiva, la arbitrariedad que carecen de objetividad y referencia a los hechos es cambiante, no ofrece la firmeza de la verdad.

Antídoto 3

Para Han, la verdad crea comunidad. Recordemos que no son principios o verdades filosóficas, sino los hechos, la facticidad. La verdad y no la demagogia permite gobernar porque es estable, firme, durable, a diferencia de la información que es cambiante y contingente.

Aplicación a la empresa: Las decisiones que se convierten en hechos que los colaboradores, asociados o empleados pueden experimentar son los que crean comunidad.

Veneno 4: El sinsentido

Según Han, hoy estamos bien informados, pero desorientados. La Posmodernidad fue el fin de los grandes relatos. La información no explica el mundo, es más, a veces lo oscurece o recibimos la información con desconfianza. Hoy existe una crisis narrativa, de sentido y de identidad.

Antídoto 4

Los relatos crean sentido e identidad, pero los hechos narrados no han de ser ficciones, sino hechos verificables. La verdad es siempre una promesa; se dirige hacia algún lado.

Aplicación a la empresa: Los colaboradores no son un público, no son espectadores de una historia contada en una pantalla, sino protagonistas del relato y de los hechos verificables que lo conforman y mediante los cuales se dirigen efectivamente hacia algún propósito.»

Esperamos sea de utilidad para el debate.

 

¿Es posible trasladar exitosamente un enfoque de gestión japonés a la Argentina?: La experiencia de Toyota

La Argentina y Japón son, sin duda, países muy diferentes en cuanto a su historia, su cultura, su organización económica… y cualquier persona podría afirmar seriamente que no es posible trasladar experiencias de este último país al primero. Y sin embargo…hay un caso que demuestra que se pudo adaptar muy exitosamente el enfoque y modelo de gestión empresarial como es el caso de Toyota.

En este artículo de Pablo Ortega, en el diario La Nación, se relata que «Daniel Herrero, ex número uno de la automotriz japonesa, acaba de editar un libro en el que cuenta su experiencia durante el gran salto de la compañía; cómo logró compatibilizar con éxito la filosofía japonesa de mejora continua con la cambiante realidad local.

La historia de Toyota en la Argentina puede ser contada a través de los números, que hablan por sí solos: de fabricar apenas 10.000 pick ups en su primer año, en 1997, saltó al récord histórico de casi 182.000 unidades conseguido en 2023, cuando ya llevaba varios años consolidada como la principal automotriz en producción y exportaciones del país. De emplear a 2200 personas, pasó a tener 8000. Pero quedarse en las cifras sería una visión incompleta: detrás de ese logro hay un conjunto de ideas, una adaptación del “modelo japonés a la argentina” y un norte a seguir que permitió alinear a todas las partes detrás de un objetivo.

Daniel Herrero fue presidente de Toyota entre fines de 2010 y mayo de 2022, cuando fue sucedido por Gustavo Salinas, actual CEO. Entró a la automotriz en 1999 como gerente de Contabilidad y Finanzas, por un aviso que vio en LA NACION, y fue escalando hasta llegar a número uno. Bajo su liderazgo, la filial local protagonizó su gran expansión, al lograr una inversión de US$800 millones en 2013 para ampliar la fábrica de Zárate que le permitió ganar escala y crecer año tras año en producción, a pesar de la inestabilidad económica argentina. La catapulta que posibilitó ese salto fue conseguir mercados de exportación en América Latina, que se abastecían de pick ups Hilux desde la fábrica de Toyota en Tailandia.

“Ganarle” la competencia interna a esa filial con mejoras de competitividad y eficiencia resultó el “sueño” (como él mismo lo define) que Herrero logró transmitir a toda la empresa cada día. Para ese objetivo, resultó esencial el diálogo con el sindicato de mecánicos Smata, que permitió arribar a un acuerdo para incrementar la productividad.

Con “tiempo para escribir” al ya no estar en el máximo nivel de responsabilidad –hoy es presidente de Toyota Plan de Ahorro en la Argentina y de Gazoo Racing, la división deportiva de la marca, en la región-, Herrero puso toda su experiencia vivida dentro de la empresa en un libro, “Kaizen: el método Toyota de la mejora continua”, en el que cuenta cómo logró compatibilizar la filosofía japonesa de trabajo con las urgencias argentinas. En las oficinas de la automotriz en Martínez, recibió a LA NACION para hablar sobre esos años y sobre las lecciones que deja el caso local de Toyota.

– ¿Cómo surgió la idea del libro? Respuesta: La idea original vino por un periodista que me insistió en dejar plasmado en un libro la historia de un proyecto que fue bastante exitoso en la Argentina. También en una reunión, Akio Toyoda –presidente de Toyota a nivel global- me sugirió que lo escribiera porque la experiencia en la Argentina había sido muy buena para la compañía en términos de imagen y fidelidad (de la marca). Un día junté fuerzas y lo arranqué. Me llevó un poco más de seis meses. Cuando uno se corre de la posición de presidente y deja la vorágine de reuniones, visitas y viajes, se da cuenta que recupera tiempo para hacer lo que le gusta, como manejar, o dedicarse a escribir un libro.

– El punto de partida es el “método Toyota a la argentina”, con esos dos mundos tan culturalmente opuestos, entre la planificación a largo plazo y el orden japonés, y la realidad argentina tan inestable. ¿Cómo logró compatibilizar ambas realidades?. Respuesta:  Cuando uno está en una posición de presidente de una multinacional, y más en un país como la Argentina que tiene tanto antagonismo con lo que puede ser Japón, hay que hacer de traductor inteligente sobre lo que está pasando. Por ejemplo: al no haber corresponsales japoneses en el país, las noticias sobre la Argentina que llegaban a Japón provenían de Brasil o Estados Unidos. Para mí era muy importante anticiparme a la noticia y avisarles (a la casa matriz) que mañana iban a leer algo referido a un tema, explicándoles de qué se trataba y hacia dónde podía ir. Ese ejercicio adicional hacía que el japonés estuviera tranquilo de recibir la información de antemano. Todo demandaba una explicación mayor por la situación argentina.

– ¿Esa traducción comenzó desde su posición previa como director de Finanzas?. Respuesta: Sí, la situación demandó crear herramientas de gestión distintas porque en Japón los precios no cambian, al revés de la Argentina. Lo mismo que el inventario: allá lo tiene el proveedor, y a fin de mes la empresa paga las autopartes que utilizó. Acá es diferente. Siempre traté de entender el negocio y dar un paso más, porque la operación acá funcionaba muy distinto a la de Japón. Otro ejemplo: en impuestos, ingresos brutos allá no existe. Acá, una pieza paga cinco veces antes de ser exportada.

– Cuando fue nombrado presidente, ¿con qué desafíos adicionales se enfrentó en términos de cultura y gestión?. Respuesta: El gran cambio fue el horizonte de planeamiento. Yo venía de ser el típico financiero desesperado por cómo cerraba la mesa (de dinero) y de golpe tuve que empezar a pensar en una planta de producción, en la cantidad de empleos que dependen de una fábrica de autos. Estirar ese horizonte te lleva a tener que anticiparte a lo que puede pasar. Y como la Argentina no es tan estable, siempre había que tener cinco o seis opciones frente a lo que podía pasar. Todos los planes requerían una anticipación mayor. Ahí surgió la idea de que, en una condición de inestabilidad como la de la Argentina, lo único que nos podía dar estabilidad era un volumen de operación global y de exportaciones importante, con contenido local que garantizara el abastecimiento para no depender de fluctuaciones del tipo de cambio.

– ¿Esa certeza surgió al poco tiempo de ser CEO, o ya venía de antes? Respuesta: En la empresa anterior a Toyota en la que trabajé, la exportación se veía con la típica mirada de corto plazo argentina, de que sirve solo si deja plata en ese momento. Yo ya venía con la idea de que, en el largo plazo, un volumen de exportación grande te da estabilidad y cierta seguridad para todos los que dependen de la operación. Hoy Toyota emplea a 8000 personas en forma directa y unos 35.000 de manera indirecta. Para la competitividad del producto, tener una escala mayor ayuda a reducir los costos. Una de las grandes cosas fue pasar a una escala global de más de 100.000 unidades anuales de producción. Con esa escala, un proveedor podía vivir solo con Toyota y podíamos invitar a que se sumen nuevos. Es lo que nos pasó con el proveedor de asientos y el de la caja de dirección

– ¿Pasar las 100.000 unidades fue uno de los momentos clave que mencionaría en todo ese proceso? ¿Qué otros hitos rescata? Respuesta: El primer momento clave fue cuando queríamos hacer el proyecto de ampliar la fábrica y nos habían empezado a escuchar en Japón. Dicho un poco en chiste, nos plantearon primero que hiciéramos más de 95.000 unidades con lo que teníamos, con “la coca y el pancho”. Si pasábamos esa cifra, nos habilitaban un plan en serio para invertir en la ampliación de la fábrica. Lo reconozco como el primer hito porque involucró a toda la compañía, en 2012. Después de eso se aprobó la ampliación de la fábrica con una inversión de US$800 millones que terminó en 2015 con el lanzamiento del nuevo modelo (por la actual generación de la Hilux).

La relación con el sindicato

 En el libro ocupa un lugar importante la relación con el sindicato Smata y en especial con su líder, Ricardo Pignanelli (que incluso escribe el prólogo). ¿Cómo se dio ese vínculo y cuánto influyó el proyecto de ampliación de la planta?. Respuesta: La relación venía de antes. Cuando creamos “el monstruo” y empezamos a crecer, el proyecto era de todos. Todos queríamos la ampliación de la planta, desde el último operario hasta nosotros y Pignanelli. Hay algo que siempre recalco: durante mi gestión hicimos fiestas, sorteamos autos, pagamos bonos… Pero el aplauso más grande siempre lo recibí cuando decíamos que íbamos a tomar 10 personas más. El proyecto de crecimiento y de incorporación de gente era un gran atractivo. Y después, el hecho de ser número uno (del mercado), también. La gente veía que lo que hacíamos funcionaba y que era consistente con lo que pasaba. Eso demandó una comunicación interna fuerte para que todos supieran hacia dónde había que ir.

– En distintos pasajes habla de la transparencia en la relación con el sindicato. ¿Cree que fue una de las claves para que el proyecto funcionara? ¿Qué se puede comentar al respecto?. Respuesta: La transparencia con el sindicato en el manejo de la información funcionó. Por ejemplo, hoy la ergonomía de la planta [el control de que las herramientas no lastimen y la posición en la línea sea saludable] la maneja el sindicato, pero el médico lo maneja la empresa. Cuando arrancamos con ese pacto, dijimos que si teníamos discrepancias haríamos una junta. Nunca hubo un problema.

– ¿Ese tipo de relación basado en la confianza fue parte del método “Toyota a la argentina”? ¿O hay algo de eso también en Japón?. Respuesta: No, fue parte de adaptar a la Argentina lo que era el modelo. El ejemplo más grande de confianza para mí fue la pandemia. Lo que veíamos era que Toyota tenía espaldas para pagar los sueldos, pero el segundo y tercer anillo (de proveedores) iban a morir si nosotros tardábamos en volver a producir. Ahí había que salir y ya no era una decisión de ganar o perder plata, sino de qué pasaba si alguien se contagiaba y se moría trabajando. Fue un gesto de confianza de todos. El sindicato estuvo muy bien. Los intereses eran muy contrapuestos en ese momento: por un lado, estaban los funcionarios que te llamaban y te pedían que volviéramos a producir, y por el otro los intendentes que te decían que no querían dejar pasar los camiones por las dudas. Tuvimos que negociar con ocho provincias y 52 municipios para volver a poner la planta en marcha. Usamos los mismos protocolos que en otras fábricas de Toyota y no tuvimos problemas. Los contagios que tuvimos fueron más de afuera.

– Uno de los puntos centrales en el crecimiento de la automotriz fue el hecho de ganarle a la planta de Tailandia (una de las más grandes del mundo de Toyota) como proveedor de pick ups para la región. Para eso, debieron mejorar la productividad y llevar el ausentismo a niveles japoneses. ¿Cómo logró que todos se encolumnen detrás de ese objetivo? Respuesta: La gente no quiere que la dirijan, sino que la administren. Y más hoy, cuando la gente joven cuestiona todo. Teníamos la obligación de comunicar mucho más. Había que explicar lo que significaba si alguien faltaba y la línea se paraba, o qué pasaba si la calidad no era la que pretendíamos. Tuvimos que explicar mucho para que se entendiera la magnitud de lo que íbamos a hacer y que todos se sintieran parte del proyecto.

– En el libro menciona que la filial local terminó siendo de las que más soluciones propuso dentro del método de la mejora continua de la automotriz. ¿Por qué ocurrió?. Respuesta: El operario argentino es creativo. Por ahí lo que le cuesta más es la estandarización, al revés del japonés, que no se mueve de lo establecido. A los dos días, el argentino ya está pensando en cómo puede hacer algo de otra manera. Después hay un sentido de pertenencia, de tomar el proyecto como propio. Eso permitió que no hubiera rotación (de empleados). Si no hubiésemos hecho todo lo que hicimos con la pasión con que lo hicimos, no hubiéramos llegado al mismo resultado. Es que en el fondo ganaban todos. Cuando arrancamos éramos 2200 personas y terminamos 8000. Pero lo dijimos de entrada: el proyecto era diferente. De ahí salió el viaje a Japón con los delegados del sindicato, para que vieran cómo se trabaja allá y entendieran por qué teníamos que lograr un 95% de eficiencia y un 3% de ausentismo. A nivel calidad, Latinoamérica percibía que la Hilux argentina no iba a ser igual que la de Tailandia. Hoy con gran orgullo logramos que ya no quieran la de Tailandia. Cuando empezamos a exportarle a América latina, si había un problema garantizábamos que en menos de 12 horas alguien de la Argentina viajaría para solucionarle el problema a un cliente.

Las lecciones del “ceder para crecer”

– Si tuviera que resumir los mejores y peores momentos, ¿cuáles serían? Respuesta:  De los buenos momentos, la aprobación de la ampliación de la planta (en 2013) es el primero, porque nos dio otra escala y nivel global, y también el hecho de sentir que le habíamos ganado a Tailandia (como proveedores para América Latina). Nunca tuve dudas de que lo íbamos a lograr, era tal el compromiso de la gente que nunca dudé que íbamos a poder cumplir con las metas de producción.Otra satisfacción fue el proyecto de Gazoo Racing (en 2019), el desarrollo de la Hilux deportiva hecho en la Argentina. En cuanto al momento más duro, fue la pandemia. Yo había tomado la decisión de volver y sentía esa responsabilidad.

– ¿Qué lecciones de liderazgo se pueden extraer de la experiencia Toyota?. Respuesta:  Lo que digo siempre es que el diálogo es fundamental. La gente quiere ser administrada y ser parte del proyecto, y eso es muy demandante. Pero hace al entendimiento del proyecto, a que todos sepan lo que hay que hacer. El segundo consejo es la empatía, entender las necesidades del otro. Ahí aparece el “ceder para crecer”: cuando uno va con posturas rígidas [a una negociación], lo más probable es que vuelva sin nada. Si uno va con la intención de hacer algo que ponga a las dos partes en un estadio superior al que estaban, eso es negocio para todos. Si se le plantea a alguien que haga un sacrificio, hay que mostrarle los resultados que obtendrá después.

En lo que uno haga, hay que poner un sueño. Tener una meta clara y levantarse cada día para cumplirlo. Nos pasó con el proyecto de ampliar la planta y ganarle a Tailandia. Lo repetíamos constantemente. Buscamos la forma de ahorrar para bajar costos. Un día, un chico de la planta acercó una sugerencia: desconectar el agua caliente en los bebederos de la línea de montaje, porque ahí solo se toma agua fría. Son centavos, pero ese gesto mostró el nivel de compromiso de la gente para ganarle a Tailandia. Ese operario sabía hacia dónde íbamos, sabía cuál era nuestro punto débil y lo que teníamos que conseguir.”

Esta historia demuestra que se pudo y se puede adaptar y adoptar las mejores prácticas en la organización empresarial, Ojalá este ejemplo se extienda y generalice !!!

La importancia de un abordaje integral a la cuestión del narcotráfico

La lucha contra el narcotráfico en el mundo es muy ardua y difícil. La enorme cantidad de dinero (1) que manejan quienes producen y distribuyen droga, está relacionada con un gran consumo que hay en muchos países del mundo. En este blog se lo ha abordado en esta nota.

En cuanto a la producción y distribución de drogas de origen vegetal y de origen químico, está muy diseminada en el mundo, pero en América Latina se concentra en algunos países especialmente. Dados los recursos que manejan, les posibilita corromper -en muchos casos- a los organismos de control (la AFIP, la Aduana en puertos estatales y privados, la UIF…), la policía local, el servicio penitenciario, la Justicia, legisladores, periodistas… por lo que se hace difícil el éxito en su lucha.

Pero sí, hay posibilidades de éxito como es el caso de la ciudad de Medellín, en Colombia (ver imagen de la entrada). Este tema lo hemos abordado parcialmente en esta nota y allí hemos recomendado videos explicativos como este, el enfoque del urbanismo social (2), un plan estratégico… Además tenemos que agregar la relevancia de líderes como este. Es un buen arquetipo a seguir, más que el modelo de Bukele en El Salvador.

En cuanto a la Argentina (y en especial en Rosario, pero no sólo), respecto del involucramiento directo de las fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico, la mayoría opina en contra (ver notas como esta o esta). Hasta ahora (al 19/3/2024) lo concretado es esto en cuanto a centrarse sólo en el apoyo logístico. Por otra parte, es promisorio que se quiera avanzar en cortar la ruta del dinero del narcotráfico, y reducir significativamente la «economía criminal». Falta encarar la cuestión de la sustentabilidad social de este enfoque, al menos en Rosario, tal cómo se hizo en Medellín. De no realizarse, los sectores marginales de la sociedad no tendrán una opción digna frente al enorme atractivo de los grandes recursos que aporta el narcotráfico, y esta lucha se perderá. Esperemos que no.

Un tema muy relevante a seguir, si queremos ir hacia un mundo mejor.

(1) La estimación en Rosario es de 100 millones de dólares al año. En Méjico es mucho más, así como en América, y así podríamos seguir en el mundo dentro de lo que se considera la economía criminal.

(2) Es muy interesante este enfoque y experiencia.

Cristianismo, economía y empresa

Para las personas interesadas en esta temática se los invita a leer y debatir esta nota. Esperamos que sea de utilidad en general, y en particular para quienes forman parte de las instituciones educativas católicas y evalúan el impacto de su enseñanza (en un país mayoritoriamente católico como es la Argentina, visto los resultados alcanzados hasta el momento) (1).

Se podrían agregar otros elementos para quienes implementan políticas macro o cumplen funciones de servicio en el Estado, como las siguientes:

entre muchos otros elementos.

(1) Quien redacta esta nota, es católico, siempre tuvo presente esta preocupación desde joven como estudiante de la carrera de Economía y hasta el presente. No está exento de un «mea culpa» por no haber podido formular estos enfoques hace tiempo, sino sólo en los últimos años. No fue fácil discernir sobre la relación entre ciencia y valores, con la economía y el caso argentino, con las distintas formas de institucionalización del capital y de inculturación de la fe en lo económico- social (como lo hace la Doctrina Social de la Iglesia y -de forma aggiornada- la economía del Papa Francisco). En una encuesta se ha detectado que -en promedio- la educación religiosa no tiene ningún impacto positivo ni negativo. O sea, es insípida. Es algo a ir modificando de manera profunda y urgente.

La solidaridad y la cooperación: ¿deber y/o necesario, práctico y útil?

Hace unos años, una psicóloga amiga (ya fallecida), me enseñó «los trazos gruesos» del enfoque freudiano del «ello, el yo, y el superyó«, y la importancia de que estos tres componentes de la psiquis humana estén -deseablemente- «en armonía entre sí» a fin de resolver -de manera virtuosa- el conflicto intrapsíquico (en buena medida inconsciente) (1).

Uno de los que intentó trasladar este enfoque a las ciencias sociales fue Talcott Parsons. Si se nos otorgara «la licencia» de analizar la tensión entre el «deber o el ideal» (superó) de vivir y aplicar el valor de la solidaridad y la cooperación en una forma de ayuda mutua y asociacionismo económico democrático no lucrativo -como es el movimiento cooperativo-, y «la necesidad y la utilidad» (el «yo») de hacerlo o traducirlo en la práctica, podríamos encarar un caso específico. Este último se deriva -en especial- de la primera parte de una exposición de Daniel Bertone (2), ex Gerente General de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA).

Antes de referirnos al caso específico deberíamos decir que quienes iniciaron la experiencia cooperativa, los Pioneros de Rochdale, tenían individualmente distintos ideales y propuestas, pero -sin embargo- lo que los unió fue la resolución de un problema o necesidad (la provisión de alimentos a bajo precio por parte del «mercado») y que no se podía resolver de manera individual y tampoco -en esa época- de manera estatal. O sea, este problema era una «necesidad concreta» y debían resolverla de manera «práctica y útil». Hasta ahora parece que ha prevalecido «el yo» (de acuerdo con nuestro enfoque inicial), pero la forma de resolución colectiva que implicaba la modificación del carácter de las personas (superar el individualismo) a través de la educación y de la acción cooperativa implicaba un profundo sentido ético. Esto lo explica muy bien el Dr. Dante Cracogna en el minuto 42 de este video, expresando -entre otros conceptos- que «el poner en común necesidades y actuar mancomunadamente para resolverlas conllevaba un nuevo mundo moral«. Esto último estaba en sintonía con el libro de Robert Owen del mismo nombre que, sin duda, tuvo influencia en articular lo moral o ideal con lo útil y práctico -influenciado con el aporte del Dr. William King– por el realizado de manera conjunta.

Claro, lo anterior debía hacerse de manera honesta (o sin corrupción), de manera eficiente (mínimo costo) y eficaz (cumpliendo los objetivos que se proponían como organización).

A la luz de esta introducción general, si analizamos el audio de Daniel Bertone sobre el conflicto que se produjo en la historia de ACA, a mediados de los años 90 (3), podríamos inferir que hubo una polarización entre quienes querían pertenecer al «club» (esa organización) por los valores o ideales y quienes sostenían que debían «ser competitivos» es decir «eficientes» y con mayor integración de la cadena de valor, dado que estaban perdiendo participación en un mercado con fuerte presencia de empresas multinacionales y sin «la espalda financiera» que tienen esas empresas. Estos últimos pusieron en cuestión «el dogma de fe» de los primeros por ser de carácter abstracto y no tener en cuenta «lo práctico» de la viabilidad y la sostenibilidad de esta institución. Finalmente se pudo articular una síntesis virtuosa entre ambos enfoques, superando «esa grieta» y capitalizar esa experiencia en una nueva etapa de dicha organización dándoles gran solidez (duplicaron su participación en el mercado, así como se integraron y diversificaron en su cadena de valor).

Lo anterior demuestra que los valores de la ayuda mutua y acción común pueden ser (y «deben ser») perfectamente compatibles con su vivencia de manera realista en cada etapa y sector en los que a estas organizaciones les toca actuar. Sobre el origen y distintas acepciones del término solidaridad ver esta nota.

 (1) Además de lo que menciona específicamente Freud, se pueden ver textos como el de K. Lewin, A dynamic of personality,  McGraw Hill, N. York, 1935. Tomado del libro de H. Touzard, La mediación y la solución de los conflictos», Ed. Herder, Barcelona, 1980.

(2) Se agradece a Mario Elgue la referencia que se invita a escuchar, comenzando desde la parte 1.

(3) Debe recordarse lo que significó el denominado «menemismo» como lo explica este artículo, y sus distintas implicancias. Sin embargo, se debe destacar que, quien escribe esta nota, no conoce en detalle su impacto en ACA, e infiere su problemática en base a la fuente o referencia mencionada. Se agradecerán comentarios y aportes que precisen lo expresado por parte de los actores involucrados. Pareciera que subyace un enfoque conflictivo de tipo polar entre «los solidarios» y «los capitalistas o que tienen supuestamente una visión fundamentalmente mercantil».

Renta Basica – Ingreso Universal – Salario Universal

Hay una tradición que viene de proveer el sustento “con el sudor de tu rostro” (Génesis, 3-19) hasta la denominada «sociedad salarial». Esto último conlleva un desarrollo del derecho al trabajo y a un ingreso y condiciones dignas del mismo. También podemos afirmar que, más allá de cubrir una necesidad económica a través del trabajo, hay una necesidad psicológica de sentirnos útiles (incluido el ocio creativo como tipo de actividad), de crear, de servir (en el buen sentido del término) a otros, etc.

Referido a lo que mencionamos en último término, según una encuesta que realizó D’Alessio IROL, el 90% de los argentinos seguiría trabajando aunque se ganara la lotería y un 28% no cambiaría su trabajo actual incluso aunque tuviera millones en el banco. Algo similar sucede en otros países del mundo (con una mayoría que seguiría trabajando) tanto en respuesta a encuestas profesionales como realizadas por fuerzas políticas. Hay experiencias concretas, como la de Alaska, que van en esta dirección. De todos modos hay que tener en cuenta el caso de las personas que vienen desde largo tiempo sin tener trabajo y recibir un «plan» asistencial o subsidio. Por citar algunos ejemplos en Argentina se pueden mencionar a la ciudad de Concordia (ver al final de esta nota) o en la provincia de La Rioja, que evidencian empíricamente que recibir un ingreso estable por parte del Estado no los incentiva a aceptar un trabajo temporal (como el de «cosecheros»), ya sea por el miedo de perder ese ingreso o porque es más cómoda la «pasividad». Frente a esta situación parece mejor solución para las personas en edad activa desocupadas un seguro de desempleo (por ejemplo asociado a nuevas capacitaciones laborales) o la implementación de un «salario universal» (lo que conlleva «trabajar») como propone el Papa Francisco.

Volviendo a lo mencionado en el primer párrafo, hay otra tradición que está relacionada con disfrutar del ocio (del paraíso terrenal y de los ciudadanos libres de la Grecia Clásica) o tener un piso de sustento independientemente del trabajo (desde el maná del cielo para cruzar el desierto hasta la asignación de diez dinares propuesto por el suegro de Mahoma, Abu Bakr as-Siddik). Para ello hay que tener un «piso universal de sustento». Esto sería muy justo para las personas que no están en edad de trabajar (como menores), para los que tienen una imposibilidad (por razones de salud o de capacidades diferentes) o para adultos mayores, pero no sería no muy justo para personas que están en edad activa si este «derecho» de ingreso universal no fuera acompañado de la «obligación» de trabajar en actividades que requiera el mercado (como, por ejemplo, levantar cosechas) o de «no mercado» y socialmente útiles como las de cuidado de menores, personas mayores, con capacidades diferentes, comunitarias….como lo mencionado en el párrafo anterior por el Papa Francisco.

Un antecedente muy relevante fue desarrollado en Inglaterra con las «Poor Laws» como menciona esta nota. Al comienzo de ella se expresa que «el debate sobre las políticas de garantía de rentas es casi tan viejo como el capitalismo mismo. Aunque el origen de las conocidas como Poor Laws en Inglaterra datan de mediados del siglo XIV -un sustento para los campesinos diezmados por la Peste Negra- entre los siglos XIV y XIX el proceso de los cercamientos (“enclosures”) creó las condiciones necesarias para la desaparición de los derechos comunes sobre la propiedad de la tierra y la creación de los trabajadores agrarios dependientes de un salario. Con la desaparición de estos bienes comunes, la pobreza de los campesinos sin trabajo o con trabajo temporal emerge como un problema consustancialmente unido al desarrollo del capitalismo y la revolución industrial. Estas políticas de garantía de ingresos jugaron un papel clave en el hecho de que a principios del siglo XIX en Inglaterra, a diferencia del resto de Europa, apenas existieran “campesinos” -en el sentido medieval- y mayoritariamente tuviéramos una sociedad de “trabajadores agrícolas” libres y grandes terratenientes.  El largo y complejo proceso de “formación” de una clase obrera separada de los medios de vida vinculados a la tierra y con la necesidad de vender su fuerza de trabajo, había necesitado de políticas de mantenimiento de renta tanto de población “desempleada” como de la población “pobre” que había surgido de ahí.

Estas políticas tuvieron su máximo apogeo en el llamado sistema Speenhemland (1795), un sistema de mantenimiento de rentas que combinada lo que hoy conocemos como rentas mínimas, desempleo y complementos salariales. Los perdedores del cambio tecnológico  presionaron con revueltas violentas, como ha estudiado Eric Hobsbawm (1969), con las figuras ficticias del general Ludd o del capitán Swing después de la Guerras Napoleónicas. En el origen de estas revueltas encontramos, ente otras razones, el deterioro de estas políticas. Es imposible comprender el gran período de transición de un sistema feudal a un sistema capitalista en Inglaterra sin tener en cuenta el rol de las Poor Laws. Los economistas clásicos del siglo XIX, incluido Marx, tuvieron siempre una pésima opinión de sus efectos económicos, a caballo entre la mendicidad parroquial y el disciplinamiento de la fuerza laboral. Unas políticas con un largo periplo hasta su abolición en 1948 con la aprobación del National Assistance Act que daría paso al moderno Estado de Bienestar».

Existen otros motivos para un «piso universal de sustento». Eduardo Levy Yeyati menciona en una nota en el diario Perfil, entre otras cuestiones, antecedentes de Estados Unidos de América: “debemos crear empleo y debemos crear ingreso. El pueblo debe convertirse en consumidor de una manera o de otra. La solución a la pobreza es abolirla directamente mediante el ingreso garantizado,” escribía Martin Luther King en 1967. En 1968, año del asesinato de King, 1.200 economistas (incluyendo liberales como James Tobin o Paul Samuelson y conservadores como Milton Friedman) firmaron una carta al Congreso de los Estados Unidos pidiendo el ingreso universal. Nixon respondió proponiendo el Plan de Asistencia Familiar, que sustituiría en una sola asignación universal los distintos programas sociales. El plan sucumbió a la resistencia de asistentes sociales temerosos de perder su trabajo, líderes sindicales temerosos de perder su influencia y trabajadores de clase media renuentes a subsidiar al desocupado con impuestos; en 1972, año electoral, Nixon cajoneó la idea. Pero no deja de llamar la atención que una iniciativa que hoy parecería emblemática de la heterodoxia populista fuera promovida hace apenas 45 años por el padre de la escuela de Chicago y estuviera a punto de ser aprobada por un gobierno conservador».

Desde el punto de vista del derecho, podríamos decir que el «derecho a la vida» es superior a un derecho específico como el «derecho al trabajo» y si el Estado y la economía no pueden generar trabajo, debe generarse un piso de subsistencia (en este caso a través de un ingreso, aunque hay estados que lo hacen otorgando comida).

Tal como se muestra en la imagen de la entrada en países de Europa se lo ha promocionado, con rechazos como el caso de Suiza y experiencias hasta ahora exitosas que se están desarrollando en ciudades de Holanda. También hay otros casos en curso, una evaluación que hace The Economist (reproducido por el diario La Nación) sobre la experiencia de Finlandia (país que ha decidido discontinuarla a fines de 2019) (1)  y una red global que la promueve. Hacia noviembre de 2017 se está discutiendo una propuesta en España que no es universal porque está supeditada a la búsqueda de empleo. En la Argentina también se ha propuesto a través de la Red Argentina de Ingreso Ciudadano (ver también artículos de Rubén Lo Vuolo y otros). Una información actualizada de experiencias al 2019 se puede visualizar en esta nota.

La vigencia de este tema, más allá de cuestiones de enfoque o filosóficas, se presenta en la práctica debido -por un lado- fenómenos como la pandemia del coronavirus (2) (que pueden repetirse cíclicamente con otros virus) así como al impacto del cambio tecnológico (en general, y en particular en los países desarrollados) (3) y -por otro lado- a la persistencia de situaciones de pobreza estructural difíciles de resolver (en especial en países en vías de desarrollo o pobres, pero que también fueron señaladas por Martin Luther King para su país en 1967). Esto produce una desconexión entre trabajo y salario al interior de los países, además de no resolver la brecha de riqueza entre países pobres y países ricos.

En otra nota de Levy Yeyati en el diario La Nación plantea una serie de complejidades y dilemas morales a resolver en esta temática. Seguramente la mayor complejidad para los países en vías de desarrollo o pobres es la cuestión fiscal que «no da» para hacer un ingreso universal (como puede ser el caso de los países «ricos»). Se podría hacer una prueba en Argentina, en alguna localidad con características similares a un país desarrollado (por ejemplo: ¿Rafaela?), pero -seguramente- no daría resultados muy diferentes a los experimentos en curso en dichos países o a las respuestas a la encuesta realizada por D’Alessio IROL.

Tal vez, lo más justo y prioritario en el caso argentino, sería perfeccionar experiencias como el «salario social complementario» de la economía popular, el seguro de desempleo, la asignación universal por hijo (AUH), y otros instrumentos que están en el Presupuesto Nacional y de jurisdicciones provinciales que permitan ir «cerrando la grieta socioeconómica». Dependiendo de los fondos disponibles -muy difícil en función de la situación argentina-, tal vez esto posibilite reducir sustancialmente (sino eliminar) la situación de indigencia. Esto nos permitirá ir convergiendo concretamente hacia un mundo mejor.

Queda pendiente un debate a escala «global» (dado que estos enfoques y experiencias son a escala nacional, y por ahora, rechazados a nivel continental y mundial), muy relacionados con los movimientos migratorios (en especial de Africa a Europa, pero no sólo), al debate sobre instrumentos como la tasa Tobin a los flujos financieros y, en definitiva, hasta donde llega la concreción de la justicia y la solidaridad humana.

(1) Es muy interesante esta evaluación.

(2) Ante los efectos dramáticos que produce la pandemia del coronavirus, lo que se está debatiendo y aplicando en muchos países son transferencias directas -por parte del Estado- a empresas sin actividad, a personas que realizan actividades independientes de la economía formal (hoy sin poder realizarlas), así como a personas y familias de la economía informal (en este caso no sólo de dinero sino también de alimentos). Por lo tanto queda pendiente un debate más de fondo y permanente como el que se intenta plantear en esta nota, y otras a considerar como esta.

(3) Un tema muy relevante a considerar es el impacto de la Inteligencia Artificial en el futuro del trabajo, como señalan empresarios como Elon Musk.

PD: Agradezco la conversación mantenida con Eduardo Levy Yeyati y Pedro Del Piero sobre este tema y la reflexión que me aportara Jorge Remes Lenicov sobre la viabilidad fiscal y referencias académicas. Por otro lado en este sitio se puede bajar un libro con una gran cantidad de artículos vinculados a renta básica. Una actualización de este debate se puede ver en esta nota y en este video.