Cambiar el mundo ¿es ilusorio?

Sabemos que el mundo, en tanto universo conocido, viene cambiando o evolucionando desde hace aproximadamente 13.700 millones de años, con sus galaxias, estrellas y planetas, entre los que se encuentra el nuestro. La especie humana también, donde se vienen haciendo descubrimientos de orígenes de millones de años, siendo la más evolucionada desde hace miles de años.

Los genes han seguido evolucionado (así como en la actualidad la biotecnología ya los puede editar y modificar, tomando «el control en sus manos») y la cultura ha tenido un rol protagónico. Sobre la misma sabemos que pasamos de ser recolectores y cazadores nómades, a sedentarios domesticadores de animales y plantas, donde se fue dando un proceso de distribución del trabajo, aparición del excedente, la propiedad, el estado, la familia así como una creciente individuación que se fue modificando (cambios tecnológicos y de relaciones sociales) y sofisticando hasta nuestros días. Por lo tanto el mundo viene cambiando y seguirá cambiando. Hay algunos aspectos que están fuera de nuestro alcance y otros –como los que venimos de mencionar– que dependen de nosotros.

Respecto de estos últimos, lo que queremos con esta nota es preguntarnos si los humanos podemos darle alguna direccionalidad a este cambio, o no. Aquí hay distintos enfoques, entre los que encontramos los siguientes:

  • no podemos darle ninguna direccionalidad: sólo adaptarnos. Sería tomar una parte del enfoque darwinista, y como metáfora una imagen de un animal: el arquetipo sería el camaleón,
  • los seres humanos somos naturalmente malos (Hobbes, Maquiavelo…) y a lo único que podemos aspirar es, a través de la ley y el Estado, a convivir sin matarnos y de la mejor manera posible. Una versión más tenue sería que lo que predomina en nuestros vínculos son los intereses de cada uno y el mercado sería el mejor mecanismo para armonizarlos (aquí también hay variaciones respecto del rol del Estado: desde un encuadre general hasta distintas formas de intervención). La política sería la mejor manera de cambiar (1), y la violencia (al interior de los países o entre países) (2) la peor,
  • los seres humanos somos naturalmente buenos (Rousseau) pero el proceso de división del trabajo, aparición del excedente y la lucha por su apropiación (la cuestión de las relaciones de poder) van a dar origen a la desigualdad. La economía clásica va a entender que la complementariedad de la división del trabajo a través de la economía de mercado y la competencia va a conducir al progreso y a la riqueza de las naciones. Por su parte la economía marxista planteará que esta es una modalidad de  producción de explotación del hombre por el hombre y qué solo se puede resolver por la socialización de los medios de producción, en general a través de un proceso autocrático. Las alternativas socialdemócratas buscarán acotar la desigualdad generando un piso de bienestar y un techo para la concentración del ingreso por vías democráticas,

entre otras. Los últimos dos enfoques plantean la posibilidad de darle un sentido al cambio y a la evolución que depende de nosotros. En algunos casos predominará la articulación entre sabiduría y practicidad (como metáfora se puede plantear la imagen de el erizo y el zorro) y en otros casos la tentación de «ir por todo», con la consiguiente violencia (la aplicación del camastro de Procusto) e inviabilidad a mediano y largo plazo. También estarán los que pueden caer en «un optimismo bobo» (o en meras expresiones de deseo), y por otro lado los escépticos. Estos podrán oscilar entre dudar de todo y no hacer nada, o aquellos que su escepticismo les dará un espíritu crítico para discernir lo que es posible de lo que no lo es (en particular a corto plazo).

Sin duda el cambio personal y cultural será fundamental para expresarlo en las dimensiones macro (políticas, económicas, tecnológicas y sociales). En la imagen de la entrada se muestra a Jane Goodall y su frase acerca de la importancia de la escala de las decisiones éticas para cambiar el mundo. Esto es coincidente con una cultura del compartir y enfoques sapienciales que valoran lo trascendente y el cambio hacia un mundo en paz (3). Ojalá que las distintas corrientes que quieren cambiar el mundo, con humildad y realismo, en un sentido de mejora continua puedan vencer al egoísmo, el individualismo, el pesimismo y la pasividad, y converger en sus prácticas hacia un sentido profundo del mismo.

(1) aquí entrarían todas las formas no violentas de buscar resolver los conflictos, promover y ampliar derechos ciudadanos y vinculados con el medio ambiente, las personas con un enfoque realista, o aquellas que combinan escepticismo con ciertas cuotas de esperanza de poder contribuir en algo a un mundo mejor. También aquí están las principales modalidades de abordaje frente a un capitalismo desigual.

(2) pensadores como Malthus le agregarán a las guerras, la pobreza y el hambre, las enfermedades y las pestes, así como las catástrofes naturales, como modalidades de cambio.

(3) es el caso de San Francisco de Asis con su «oración de la serenidad» donde invoca y ora a «Dios mío, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar; el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar, y la sabiduría para conocer la diferencia. Viviendo un día a la vez, disfrutando un momento a la vez; aceptando las adversidades como un camino hacia la paz…»

El Progreso

La idea de progreso surge fundamentalmente con la modernidad, y en particular en el hemisferio occidental. Su significado conlleva la idea de mejora, muy a menudo asociada a lo material individual, y en otras oportunidades a otras dimensiones de la vida humana que tienen consecuencias positivas en el bienestar y en la felicidad de una persona o grupos de personas.

Robert Nisbet hace una interesante historia y reflexión acerca de la noción de progreso, y sus diferentes connotaciones en función de los principales pensadores que se refirieron a esta temática. Ha estado emparentada a nociones de crecimiento, desarrollo, evolución, ascenso social, progresismo (tanto liberal como de izquierda), una necesidad (según Spencer), una fe y optimismo sin límites en el progreso … También escepticismo desde finales del siglo XIX por autores como «Jacob Burckhardt y Friedrich Nietzsche, pasando por Arthur Schopenhauer, hasta llegar a Oswald Spengler, W. R. Inge y Austin Freeman en las primeras décadas del siglo XX». Esto se acentuó con las guerras (en especial primera y segunda guerra mundial), la depresión de 1929 y 1930, las hambrunas…¿este era el progreso al cual estábamos destinados?

Continuando con Nisbet «las dudas, el escepticismo y el rechazo a la idea de progreso durante el siglo XIX – provenientes de hombres como Alexis de Tocqueville, Burckhardt, Nietzsche, Schopenhauer y Max Weber- se han acentuado progresivamente en nuestro propio siglo. Él famoso ensayo de W. R. Inge, “The Idea of Progress”, de 1920; los trabajos de Henry y Brooks Adams, especialmente Law of Civilization and Decay, del segundo; La ilusión del progreso, de Georges Sorel; Social Decay and Regeneration, de Austin Freeman; La decadencia de Occidente, de Spengler; en grado considerable, Estudio de la historia, de A. J. Toynbee; Social aud Cultural Dynamics, de Pitirim Sorokin, y El malestar en la cultura, de Freud, son sólo algunas de las obras que, influidas por las dudas y el escepticismo de los pensadores del siglo XIX que he citado, confirieron a la atmósfera intelectual un tinte cada vez más sombrío». A ello se podría agregar, por ejemplo, el informe del Club de Roma sobre los «Limites del Crecimiento» o el planteo de «decrecimiento» por autores como Georgescu-Roegen y otros, frente al enfoque de crecimiento infinito o ilimitado con recursos finitos del planeta Tierra (además de los daños al medio ambiente). Esto está vinculado al consumismo, a qué priorizamos y cómo son nuestros valores (en línea a lo expresado en la frase de la entrada por Martin Luther King) así como si somos capaces de trascender el sistema actual.

Es natural que todos queramos estar mejor hoy y en el futuro (en particular quienes están más afectados por la pobreza y la desigualdad), y que canalicemos nuestra energía en esa dirección. Sin embargo no lo podemos hacer de cualquier manera (el fin del progreso no justifica la utilización de cualquier medio), debemos tener en cuenta el contexto y sus prioridades (por lo tanto valores), así como las posibilidades, límites y riesgos en general y del cambio tecnológico en particular, o priorizando el capital en cambio de las necesidades humanas o a costa del medio ambiente, entre las principales. Esto no sólo no nos lleva a un mundo mejor, sino que puede conducirnos al fracaso total como humanidad.

 

¿Adaptarnos, Resistir o Transformar la Civilización?

En la Parte I, Capítulo 3 («Un día en la vida de Adán y Eva») del libro de Y. N. Harari («Sapiens, De animales a dioses«, Ed. Debate, 2016, que se muestra en la imagen de la entrada) resalta las características de la vida de los recolectores y cazadores (una forma no metafórica de describir el Paraíso terrenal). En la Parte II, «La Revolución Agrícola», Capítulo 5, «El mayor fraude de la historia», destaca una de las dimensiones de salir de la vida anterior para pasar al estadio civilizatorio del Neolítico (una manera no metafórica de las implicancias de salir del Paraíso terrenal).  En la página 98 dice: «Los cazadores y recolectores pasaban el tiempo de maneras más estimulantes y variadas, y tenían menos peligro de padecer hambre y enfermedades. Ciertamente, la revolución agrícola amplió la suma total de alimento a disposición de la humanidad, pero el alimento adicional no se tradujo en una dieta mejor o en más ratos de ocio, sino en explosiones demográficas y élites consentidas. El agricultor medio trabajaba más duro que el cazador-recolector medio, y a cambio obtenía una dieta peor. La revolución agrícola fue el mayor fraude de la historia».

Hoy nos resulta difícil cuestionar el progreso material de la civilización, sin embargo han habido pensadores como Rousseau, que junto a otros intelectuales, resaltaron la imagen del «buen salvaje» y de la comunidad humana original.

Ejerciendo nuestra capacidad de discernimiento, podemos afirmar que muchos seres humanos «civilizados» -además de valorar el progreso material y el bienestar- también nos interrogamos sobre la relación con el medio ambiente del que somos parte. En este sentido podemos decir que añoramos un buen vínculo con la naturaleza y se lo ha tratado de resolver de distintas maneras: colocando plantas en viviendas urbanas, reciclando y promoviendo las economías circular, verde y azul, con parques y plazas públicas en las ciudades, con casas de fin de semana en zonas más rurales, con turismo orientado a la naturaleza, o de manera más radical y pacífica a través de vivir en ecovillas. En cambio, a lo largo de la historia, han habido grupos que han reaccionado de manera violenta contra los cambios civilizatorios como ha sido el caso de los «ludistas» (frente a la aparición del maquinismo), algunas variantes del anarquismo, grupos integristas y fundamentalistas que revalidan «lo arcaico» o algunos grupos ancestrales, entre otros.

En el último caso mencionado, se puede hacer referencia al grupo RAM (*). En una nota -donde se desarrolla sobre el mismo- se comenta que un líder de este grupo declaró en una entrevista que «su sociedad ideal es la de los grupos amazónicos que no han contactado con Occidente y viven en total primitivismo». El problema es que esta «visión de sociedad ideal» va acompañada de «una resistencia que incluye la lucha violenta» así como anhelos de grandes propiedades en el sur de Chile y Argentina (aunque, en el caso argentino, no hay ningún pedido «formal» de tierras presentado por este grupo o comunidades de este pueblo ante el INAI). Resistir una situación de manera pacífica es lícito. Utilizar la violencia no es admisible para el desarrollo que ha alcanzado la humanidad, aunque se transgreda insistentemente de distintas maneras y niveles.

En el título de esta nota indicábamos que otra opción que tenemos es adaptarnos y, podríamos agregar, convivir. Esto se puede hacer de distintas maneras. Una es la «integración sociopolítica»: en el caso argentino la propusieron y estimularon, entre otros, San Martín y Belgrano, pero -lamentablemente- no prosperó. Otra es la «integración a la sociedad capitalista»: por ejemplo el modelo norteamericano de entregarle la administración de casinos a caciques y tribus.  Así mismo se pueden mencionar otras posibilidades pueden ir por el lado de resaltar los valores de su cultura vinculados con su lengua (enseñanza bilingüe) y los elementos naturales, como el sol y el aire y transformarlos en energía (microgeneración de energía eólica -tan favorable en la Patagonia- y/o solar), valorar la tierra -que la legislación los habilita- en desarrollos vinculados a las ovejas y los guanacos, tejidos y artesanías posibles de vender por internet (como es esta experiencia en el norte argentino), construir viveros frutihortícolas, y desarrollo de permacultura articulado con la posibilidad del turismo de ecovillas. Para quienes estamos en la búsqueda de un mundo mejor, sin duda, esta es «una mejor opción».

La opción anterior va más allá de adaptarnos  y convivir, y conlleva «transformar» -siguiendo una perspectiva evolutiva– la realidad de los pueblos originarios. Sin duda esto posibilitará que habrá muchos más «mapuches pacíficos», en particular jóvenes y mujeres, que podrán compatibilizar sus ideales con el progreso material. También conlleva a una invitación a que la «civilización del hombre blanco» aprenda de esas culturas -y más en general de la diversidad cultural- respecto del valor de la armonía con la naturaleza y de un desarrollo sustentable. Richard Rudgley, en un texto de 1999 (Los pasos lejanos. Grijalbo) plantea que «la civilización empieza a aparecer cuando se establece un sistema de vida factible; es decir, una relación apropiada entre el hombre y la naturaleza, de acuerdo con las características de una región determinada».

Finalmente entre las preguntas que podemos realizarnos están:

  • ¿que sentido o significación le damos al concepto de «civilización»?; ¿es el de Margaret Mead descrito en esta nota?
  • ¿somos realmente sapiens, es decir «sabios»?
  • ¿qué tipo de animales somos: sociales, políticos, con un «alma inmortal»…?, ¿o somos «un animal sin importancia» (título del primer capítulo del libro de Harari) donde nuestra vida no tiene mayor sentido y andamos «deambulando» como podemos por el mundo?;
  • ¿somos dioses -en potencia- que nos identificamos con el Arquetipo que nos alienta -como co-creadores- con un sentido hacia «el bien y la vida»?, o ¿con lo poderoso que alienta el dominio y la venganza?, entre otras.

Las respuestas están en cada persona y cultura. Algunas nos acercarán a un mundo mejor (y ojalá las podamos consensuar democráticamente) y otras a un mundo peor.

(*) Hacia finales de noviembre de 2017 representantes de comunidades Mapuches han señalado que «no existe el grupo RAM o no lo conocen, y que es un invento de los grandes medios», mientras que para otros es un «invento de los servicios de inteligencia». Por otro lado Jones Huala dice que la RAM es una «organización de autodefensa». Una reflexión sobre esta temática vinculada al caso Maldonado y a hechos posteriores y colaterales se puede ver en esta entrevista.

Principios, Derechos y Contextos

Los seres humanos, por más pragmáticos que seamos, tenemos principios, criterios, sistemas de ideas… La historia humana, con muchas dificultades, avances y retrocesos, ha evolucionado construyendo culturalmente y socialmente derechos como -a nivel global- la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Lo anterior no quita que, en cada generación y contexto, haya violaciones, excepciones, involuciones o desviaciones, de esta aspiración universal que ha sido plasmada en normas nacionales y acuerdos internacionales. Es un «piso trascendental» en la historia de la civilización que debería ser acompañado de «ir más allá» del mismo.

Ahora bien, las normas se reglamentan (a través de los poderes del Estado) y se aplican a través de procedimientos en cada contexto específico, que es «diverso o particular». Al respecto quisiéramos dar dos ejemplos concretos: uno en lo referido a normas procesales en lo penal y otro en lo que se refiere a procedimientos de intervención en el mercado.

En lo referido al primero nos basaremos en las declaraciones de un Fiscal argentino, (el Fiscal Delgado) en el Programa «Mesa Chica» de La Nación +, donde en el minuto 36 en adelante, hace una reflexión a partir de un fallo de la justicia (la muerte de una niña en el Conurbano bonaerense por parte de una persona reincidente en la Justicia que tenía un informe de peritos judiciales recomendando que «no estaba en condiciones de que se le diera la libertad condicional«, a lo que el Juez interviniente «no hizo lugar» y lo liberó). Hace una crítica (ver en el video) respecto de ser fanáticos de las normas procesales: aplicar las leyes sin tener en cuenta los contextos y las consecuencias que van a tener las decisiones en los mismos (creer que estamos «en Noruega» y no en algunas situaciones concretas como la mencionada).

El segundo caso se refiere a un procedimiento económico, y es el que mencionáramos en la entrada que abordamos la cuestión del mercado, donde en la segunda alternativa repecto de ¿qué hacer» mencionábamos la de intervenirlo fuertemente (ir en dirección al “todo“). Allí intentamos fundamentar que, si bien la intención podía considerarse como «buena», los resultados finalmente terminan siendo malos.

Los ejemplos que acabamos de comentar hacen referencia a la relevancia que tiene la capacidad de discernimiento. A esta temática se han referido personas muy diversas que van -entre otros- desde Ignacio de Loyola a Blaise Pascal. De este último hemos puesto en la imagen de la entrada una frase específicamente relacionada con esta temática. Buscar el bien o lo mejor (en expresión del Fiscal Delgado: «llegar a ser Noruega») de una norma o una medida no es suficiente, sino que tenemos que hacer un esfuerzo para poder captar todas las cuestiones complejas que están en juego en una situación determinada. Si no sabemos discernir podemos terminar en un mundo peor y no en un mundo mejor.

La cuestión nacional

La cuestión nacional, tiene su origen cuando los pueblos -en base a determinadas características comunes- buscan formar estados independientes que, en principio, se plantean un futuro en común. El politólgo Benedict Anderson las denomina «comunidades imaginadas«.

Luego del desmembramiento del imperio romano, se fueron gestando -bajo el feudalismo- distintas unidades territoriales. Es así como hay coincidencia de que el «estado moderno» surgió entre los siglos XV y XVI (en especial con la Paz de Westfalia) bajo distintas formas de reinado (en particular en Europa). Este proceso fue respaldado por la burguesía que, a través de distintas revoluciones (industrial, burguesa, liberal…), fue configurando desde finales del siglo XVIII los estados nacionales que conocemos hoy en día.

Zygmunt Bauman, en su libro «La Sociedad Sitiada» (FCE, España, 2004), plantea que el estado nación surgió de los descendientes republicanos de los Imperios Sacros que se encontraban en decadencia y descomposición, y se separaron de sus respectivas Iglesias. Allí emergió la alianza de la «joven nación» con el «incipiente estado». El Estado colaboraba secundando las ambiciones de integración, asimilación y represión que la Nación le planteaba. La fe religiosa era un asunto privado que no concernía al soberano político, pero luego el Estado “toma a la Nación como compañera y esposa”, proclamando que la función del estado soberano y el deber cívico de sus sujetos debía ser la promoción del “patriotismo”. De ahí el carácter o dimensión «religiosa» del nacionalismo, con sus distintas manifestaciones sociales, económicas y políticas según el país y el momento.

Según Ernest Renan la nación es un futuro en común. Por ello la «potencia» que tienen planteos independentistas, como el de una parte significativa de la sociedad de Cataluña (ojalá se puedan seguir cursos de acción como lo propuesto en este video). El pensamiento de Renan se relaciona con el de Lord Acton (crítico del nacionalismo). Sobre la cuestión de «¿cuando se justifica la independencia? es interesante la reflexión de Mario Bunge.

El marxismo, si bien plantea el internacionalismo proletario, también discute la «cuestión nacional» en sus orígenes, y más recientemente en consignas como las de Fidel de «patria o muerte«. Por lo tanto vemos que es una cuestión contemporánea muy relevante.

Pasar de lo individual o personal a lo familiar y grupal, y de ahí a lo local y nacional, forma parte de nuestra historia singular y es bueno valorizarlo. Ahora ¿como «seres humanos» y vinculado a la frase de la imagen de la entrada (de Séneca) podremos tener un «proyecto en común» que incluya, pero vaya más allá, de lo nacional hacia lo «universal»? Seguramente, y la historia lo demuestra, es difícil y complejo articular «lo particular» con «lo común» y «asir lo universal«. Pero ¿la «evolución humana» se agota en nuestro «pedazo de territorio»? Con la información que tenemos hoy sobre el cosmos, ¿podemos ser tan «parroquianos»? ¿la fraternidad o la amistad social no se proyecta? ¿no «trasciende estos límites estrechos»? Las respuestas las tenemos nosotros.

PD: una versión actualizada de la noción de patriotismo se puede visualizar en el discurso de Donald Trump en la ONU el 25/9/2018. También es interesante este artículo de John Carlin, donde hace referencia a la palabra inglesa Jingoism: significa, según el diccionario, “patriotismo extremo, agresivo”.

Trabajo en Exceso

Las razones por las que trabajamos «en exceso» pueden ser muy diversas: desde la «adicción» personal al trabajo (porque «nos sirve para tapar otras cuestiones», porque no valoramos otras dimensiones de la vida, porque la organización en la que trabajamos nos incentiva al «multitasking» o pretende llevar la productividad más allá de lo posible (1)  y otras como las señaladas en este link, hasta las vinculadas con lo socioeconómico.

Referidas a esto último también pueden ser diversas:

  • el ingreso, formal o informal, no alcanza para satisfacer un piso mínimo de necesidades personales y/o familiares
  • las condiciones de trabajo (de médicos, profesionales, u otras) hacen que tenga que cumplir muchas horas (presenciales o virtuales), inclusive sábados, domingos y feriados, y sino «no sirvo» o «soy descartado»,
  • el sistema socioeconómico que prioriza la maximización del excedente económico, por sobre todo otro valor, y el «recurso humano» (como si fuera una «máquina») debe ser productivo al máximo,

entre otras situaciones.

Los ejemplos sobre lo que venimos de mencionar son -lamentablemente- abundantes. El diario La Nación menciona «el caso de una periodista japonesa de 31 años que murió luego de trabajar 159 horas extras en un mes volvió a encender la luz de alerta en el país por este fenómeno conocido como karoshi, que deja miles de muertos por exceso de trabajo.» Algo similar, vinculado con gran estrés, sucede en China según esta nota con la cultura del «996» (trabajar 9 horas por día, 6 días a la semana). En esta línea están situaciones de suicidio o de «burnout«.  Otros enfoques, como el de José Miguel Amiune, relacionan los fenómenos de la depresión con el pasaje de la sociedad disciplinaria a la sociedad del rendimiento del siglo XXI. En esta nota se la relaciona con el enfoque de «recursos humanos». La competitividad (como rivalidad) se plantea por encima de «ser competentes» dando lo mejor de nosotros mismos sin forzar nuestro cuerpo y nuestra psiquis. También está en línea con la «sociedad del cansancio» (en especial con la autoexigencia en el estudio y en el rendimiento en el trabajo) en Corea del Sur, según el filósofo Byung Chul-Han.

Cambiar de enfoque y de prácticas, a nivel personal y sistémico, es fundamental para resolver esta cuestión. Sabemos que no es fácil. Que «lo sistémico» nos aparece como una «jaula de hierro» pero la humanidad ha ido evolucionando con retrocesos y avances hacia un mundo mejor. La posibilidad de un mundo peor no está para nada descartada (por momentos y, por ejemplo, muy cercana con las amenazas de guerras y con el cambio climático) pero si queremos darle a nuestra libertad positiva un sentido vinculado a la sabiduría y a la felicidad, debemos hacerlo.

(1) Ha sido mostrado en películas como «Tiempos Modernos«, y también -pero relacionado con el modelo chino aplicado a países como Estados Unidos- ha sido abordado en esta nota de Jorge Sigal, comentando el film «American Factory«. En cuanto a realidades en Argentina, se puede ejemplificar con el caso de choferes ómnibus de larga distancia en Argentina que no descansan lo suficiente y las consecuencias trágicas que ello genera.

 

Evolucionar

La ciencia nos dice que nuestros genes siguen “evolucionando.  Por otro lado en un artículo de Regis Meyran («¿Se halla la cultura en los genes?«, Revista Temas, Investigación y Ciencia 1er trimestre 2017) «, expresa que «como señaló el epistemólogo Patrick Tort, el propio Darwin había propuesto un argumento que se opone al determinismo genético de los sociobiólogos: la cultura puede contrarrestar la selección natural, ayudando a los más pobres, por ejemplo, con la invención de las leyes sociales». De allí la importancia de la cultura, y del sentido que esta tenga, en la evolución.

Así mismo el universo (del que somos parte) también sigue evolucionando. Nosotros, como humanos, estamos haciendo nuestro aporte al cambio del planeta Tierra: más allá de aspectos vinculados con el cuidado, en general viene predominando lo contrario y ello se refleja con el cambio climático cada vez más virulento y tendencialmente adverso.

Por otro lado en lo que se refiere a nuestro conocimiento vinculado con la ciencia y la tecnología se ha ido incrementando, y en la actualidad viene creciendo exponencialmente.

En cuanto a nuestros vínculos sociales, económicos y políticos, el progreso vinculado con lo material y a una civilización con derechos cada vez más amplios ha sido indudable. Sin embargo la desigualdad ha aumentado, la pobreza tiene amplias características, las guerras emplean cada vez armas más poderosas y letales…

Lo anterior pone en duda si la denominación «sapiens» (sabio) en nosotros humanos es correcta. ¿Nuestra conciencia ha transformado nuestra inteligencia en sabiduría? Coincidiremos que la respuesta es, en general, negativa, más allá de personas, grupos o importantes sectores de la sociedad que si lo han logrado.

El astrofísico Carl Sagan, en un capítulo de su serie Cosmos, se preguntaba sobre la posible existencia de extraterrestres y por el hecho de que estuvieran navegando por el universo. En el libro del mismo nombre (Ed. Planeta, Barcelona, 1985) en la página 311, afirma que “es muy probable que el solo hecho de que hayan sobrevivido tanto tiempo demuestra que han aprendido a vivir con ellos mismos y con los demás”. ¿Nosotros hemos aprendido? ¿Tenemos mayor conciencia?

Seguramente coincidiremos en que no nos queda mucho tiempo para aprender y evolucionar en este sentido.

 

Cómo

En esta página intentaremos expresar sólo un enfoque metodológico – por el momento a nivel de primer borrador- de cómo, a grandes rasgos, se fueron manifestando y modificando los distintos sistemas económicos, pero focalizándonos particularmente en los últimos doscientos años y en el –marco de una economía plural- el actual sistema hegemónico (el capitalismo).

Las formas, modos o tipos de sistemas económicos han sido diferentes en la historia de la humanidad, tal como lo han clasificado los distintos enfoques que hemos puesto en la Introducción de esta sección.

Su cambio ha tenido que ver con cómo ha evolucionado nuestra conciencia y acciones de humanos en relación con otros y –a través de la mediación científico-tecnológica- con el medio ambiente. Desde:

  • recolectores y cazadores, y de nómades a sedentarios,
  • y también nuevamente nómades (vía migraciones en la Tierra, en el ciberespacio, y en perspectiva hacia otros planetas)
  • compartir en el grupo, clan o comunidad hasta excluir “al diferente”, para luego irlo integrando o incorporando o no, bajo distintas formas (sometiéndolo o tratándolo como un par, por tomar dos variantes extremas)
  • considerar el sustento como “lo central” hasta exaltar la “crematística” en acumulación y consumo (en particular en el capitalismo),
  • valorar el “ser”con un tener “existencial” (lo necesario para la vida en cada época y circunstancia) hasta priorizar el “tener caracterológico” (la posesividad en términos de E. Fromm y su expresión en el “capitalismo existencial” según Christian Arnsperger, en su libro “Crítica de la Existencia Capitalista””, Ed. Edhasa, 2008). Otra forma de denominar este eje es la cuestión del “poder”, como verbo o -por otro lado- como sustantivo desde un “lugar de dominio” y se viene manifestando en la historia (véanse enfoques más recientes como el de M. Foucault de «biopoder», u otros relacionados con «biocapitalismo»).
  • relacionado con lo anterior está la cuestión del «deseo» y como  ha sido direccionado por sistemas como el capitalismo para acceder, poseer y ser símbolo de «pertenecer» (inclusión) y alcanzar prestigio a través del éxito económico (sería una forma de «trascender»). En esta línea apunta la afirmación de Z. Bauman «el capitalismo triunfó porqué encontró el punto sensible de las personas al explotar el fetichismo de la mercancía».
  • lo centralizado a lo semi o descentralizado y autónomo,
  • lo ordenado y muy estructurado, a lo semi-ordenado, espontáneo y a lo caótico,
  • lo primario a lo muy sofisticado,
  • un conocimiento muy elemental y precario hasta uno muy potente y diverso en lo que hoy denominamos ciencia y tecnología,

por tomar sólo algunos ejes.

A la expresión histórica de estos ejes se le han colocado distintos nombres. También se han tratado de ver si hay “modalidades” como “patrones de comportamiento” o como ello se va integrando en cada lugar y momento histórico. En el caso de Karl Polanyi los ha denominado “modelos de integración” (como equivalente a “sistemas”) y los ha caracterizado como:

  • la redistribución: designa movimientos de apropiación en dirección a un centro, y luego de este hacia el exterior. Desde el jefe de la tribu o clan hasta en la actualidad el rol que ocupa el padre y/o madre en la familia, y el Estado en la sociedad actual. Esta redistribución puede ser regresiva (favoreciendo a los más poderosos o de mayores ingresos) o progresiva (favoreciendo a los más débiles o necesitados)
  • la reciprocidad: supone movimientos entre puntos de correlación de grupos simétricos. Una expresión de esto es la economía social y solidaria.
  • el intercambio: se refiere aquí los movimientos de “va y viene” tales como los cambios de “manos” en un sistema mercantil. En los últimos 200 años (aproximadamente) se creó un sistema institucional de intercambio a tasas “negociadas” denominado MERCADO que, según el autor, marca un quiebre o ruptura radical con el pasado (esto está muy bien descripto en la obra de este autor, denominada “La Gran Transformación”, Fondo de Cultura Económica, Méjico, 1992)

Caben destacar también enfoques como el de Marcel Mauss, donde “el don” es una forma de intercambio que se entrelaza con la reciprocidad. También es interesante como estas prácticas en la historia del sistema incaico fueron virando hacia “el tributo” (o don “ex ante”) que operaron como una tributación hacia el Inca quien luego lo asignaba a obras del imperio y a otros destinos.

Respecto del “mercado”, en su expresión institucional de intercambio de los últimos doscientos años, ha sido fuertemente criticada por distintas corrientes desde creencias (por ejemplo religiosas) hasta de la izquierda. Respecto de esta última han habido sectores que han buscado re-significar al “mercado” desde una perspectiva socialista (el llamado “socialismo de mercado”) y recientemente (año 2016) países como Cuba han reconocido la “existencia objetiva de las relaciones de mercado” (ver notas de prensa como esta). Cuando analizamos –en otra parte– la posibilidad de converger hacia un mundo mejor retomamos esta cuestión.

Ahora trataremos de dar un ejemplo de la relación de lo que denominamos “sistema capitalista” y otros sistemas anteriores. Lo haremos desde una perspectiva “amplia” y de una “economía plural y mixta”. Lo de “amplia” está relacionado a que el enfoque que se adopta es que la historia es un proceso de continuidades y rupturas que tiene distintos momentos (que “tipificamos en etapas o periodos”) muy diferentes (como por ejemplo el Neolítico o “la economía de mercado en el sistema capitalista”) pero que –de alguna manera- rasgos, características, móviles…anteriores siguen estando presentes. Aquí compartimos el enfoque de Kenneth Boulding (mencionado en la Introducción de esta página respecto de que los sistemas en su “evolución tienen niveles”). Daremos un ejemplo tomando uno de los modelos de integración de Polanyi. Cabe destacar que este autor, como otros, tiene una opinión diferente en cuanto a la “profundidad de la ruptura” que conlleva la economía de mercado respecto de lo sucedido anteriormente. No discutimos “la profundidad de la ruptura”. Solo decimos que hay “continuidades” (en circunstancias actuales) de características que, en principio, no cabrían denominarlas bajo el concepto de “capitalismo”, sino en el marco de una “economía plural” (de vuelta la ambigüedad y la complejidad) y las implicancias que esto tiene cuando se plantea la posibilidad del “cambio”.

El modelo que tomaremos de Polanyi es de “la reciprocidad” (y el compartir): durante miles de años, desde el surgimiento de la humanidad hasta el Neolítico, los seres humanos necesitamos compartir para sobrevivir. Esto sigue presente hoy (aunque no sea hegemónico en la rivalidad competitiva del sistema económico actual, cueste entenderlo y expresarlo en una cultura individualista), bajo otras modalidades y en una diversidad de situaciones. Podemos decir más: el capitalismo lo “ha incorporado” como un valor importante para poder competir y para poder legitimar su accionar, así como lo ha tolerado o buscado integrar en una economía “plural”. Veamos a continuación, a partir de algunos enfoques y prácticas de integración:

Competitividad sistémica y coopetencia: No sirve o resulta que una empresa o sector sea competitivo si esto no se da en un contexto donde los demás sectores y actores no coordinan, acuerdan o se complementan de manera virtuosa para que ese espacio (local o nacional) pueda ser competitivo. Esto está bien explicado en el texto “La Ventaja Competitiva de las Naciones” de M. Porter (Ed.Vergara, Argentina, 1991). Está relacionado con el enfoque coopetencia (lo inventó Ray Norda, fundador de de la empresa Novell) y está bien descripto en el texto de Nabeluff, B. J. y Branderburger , A.M. (Coopetencia, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2005).  Se focaliza en la cooperación entre empresas en mercados competitivos. Tiene relación con el enfoque de equilibrio de Nash (a nivel de divulgación, sobre el enfoque cooperativo, véase la escena de seducción de una Señorita en la película “Una mente brillante”. En términos de la teoría de los juegos sería la estrategia “ganador-ganador”, en cuanto a países (como Japón) y enfoques y prácticas organizacionales basadas en el “trabajo en equipo” y “el trabajo como centro, familia y hogar”. No es un tema “menor” esta característica de “flexibilidad y adaptabilidad” del sistema capitalista.

La “Responsabilidad Social Empresaria” (RSE): conlleva que, además de la ganancia, hay otros valores” como el compromiso con el medio ambiente, el trabajo social, los más pobres… Dentro estas prácticas hay que diferenciar aquellas que son relevantes o significativas, de aquellas donde abunda lo comunicacional y el marketing (para demostrar “la bondad” de los dueños de la empresa) pero no hay demasiado sustancial en “la práctica de otros valores”.

Además de la “integración y adaptabilidad” del sistema capitalista, están aquellas vinculadas con la convivencia, tolerancia y buscar permear otras expresiones “plurales” (sobre el concepto «economía plural» ver Passet, R., (1995) Les voies d’une économie plurielleTransversales Sciences Culture, Numéro spécial, L’Alternative, 32, mars-avril, citado por Laville J-L (2004) (dir.) «Economía Social y Solidaria: una visión europea». Buenos Aires, UNGS/ALTAMIRA) dentro del sistema. Citaremos solo algunas,

Si han habido distintos “cómos” en la historia, podremos interrogarnos y tratar de responder si una nueva configuración de estos elementos no nos pueden llevar a construir un pos capitalismo y nos permitieran converger hacia “un mundo mejor”?

A Modo de Conclusión Provisoria

Somos el resultado de una evolución de miles de años, donde los últimos doscientos han sido «claves» para la conformación de lo que hoy es nuestro sistema-mundo.

Somos la expresión de una conciencia humana que se manifiesta en relaciones sociales y con el medio ambiente, a través de una mediación tecnológica cada vez más acelerada y poderosa.

Podremos revisar y reconducir actitudes e intereses en nuevos procesos y resultados y tratar de construir un post capitalismo que nos permita evolucionar hacia un mundo mejor? O estamos fatalmente encadenados a un «determinismo»? a un azar (la vida como «casino» donde resultado del juego no depende de nosotros)? al miedo al otro? a qué, en la asimetría entre creación/cuidado y destrucción/daño, triunfe la “pulsión de dominio”?

Cada persona, grupo, país e institución mundial tiene distintos grados de libertad en su accionar, dependiendo de las circunstancias. Podremos darle a estos grados de libertad un sentido constructivo y positivo conjunto de poder transformador y de servicio donde lo humano plenamente vivido nos dignifique y haga felices?

Depende de nosotros.

Liberarnos

Una de las características que tenemos como seres vivientes es la búsqueda y práctica de la libertad (1).

Por lo tanto rechazamos toda forma de dominación tanto la que puede ejercernos la naturaleza como otros seres humanos (y de allí la importancia de emanciparnos).

Un tema tan complejo tiene distintos abordajes como los siguientes:

  • Nuestros conocimientos científico-tecnológicos nos harán progresivamente libres de las restricciones naturales. El progreso en este campo y traducido a lo material en el pensamiento liberal económico y el desarrollo de las fuerzas productivas en el marxismo son dos enfoques de cómo concretar este deseo.
  • En cuanto a liberarnos de la dominación de otros seres humanos, los enfoques son muy diversos:
  1. Anulando al que nos oprime: puede ser desde neutralizarlo y apartarlo, hasta exterminarlo.
  2. Sacarle la herramienta o práctica de dominación e introduciendo una práctica social que se considera superadora: en el caso del marxismo sacando la propiedad de los medios de producción y pasando este dominio a la sociedad en una práctica de socialización.
  3. Estableciendo enfoques y prácticas (como la política) así como reglas de juego o instituciones que impidan, nos “defiendan” o moderen esta situación de jugar la libertad de manera “negativa”: en cambio de apropiarse de recursos o bienes del otro establecer la institución del intercambio (como es el caso del treque y el comercio), en cambio de monopolizar todo establecer limitaciones a la acumulación, en cambio de ser excluido de bienes y servicios básicos elementales establecer derechos que los garanticen….
  4. Ir estableciendo una cultura del compartir, de la empatía, de la solidaridad, del cuidado…. que posibiliten jugar la libertad de manera “positiva y constructiva” entre los seres humanos.

La alternativa 1, lamentable ha sido la más usual. Se basa en buscar la justicia, pero muchas veces está alimentada por el rencor de haber sido dominado o desplazado de un lugar considerado “propio” y posteriormente por ocupar el lugar vacante “como nuevo amo”. Frente al crecimiento del poder creciente del conocimiento-tecnológico del ser humano que hoy poseemos, ello nos puede conducir al holocausto generalizado y por lo tanto al fin de la especie humana en la Tierra. Por esta razón es claramente “desaconsejable” (excepto para los cuales prevalezca la pulsión autodestructiva y suicida).

La alternativa 2, implementada a través de una dictadura (del proletariado, de una vanguardia o líder que lo represente) hasta el momento no ha dado los resultados esperados por la teoría a mediano plazo, en tanto vuelven a emerger clases, grupos y personas que van tomando “antiguos lugares” de dominación (sean restringidos y con mayores beneficios para los dominados o sean salvajes y con nuevas exclusiones).

La alternativa 3 puede ser la más “realista desde una perspectiva racional” (en el mundo actual) en tanto las instituciones sean las adecuadas y sus resultados se vayan evaluando a fin de que se puedan realizar las correcciones necesarias a los procesos o medios involucrados.

La alternativa 4 es la que practican en general (con excepciones) las personas y familias que comparten amor, amistad y afectos en sus núcleos próximos. Buscar de cómo extender estas prácticas culturales de lo micro a lo macro será crucial en la búsqueda de un mundo mejor, y podríamos afirmar en la construcción de un postcapitalismo. Para ello lo macro no lo debe impedir sino más bien dar el marco general para promoverlo.

(1) Sobre el significado cristiano de la libertad véase esta reflexión del Papa Francisco.