¿Adaptarnos, Resistir o Transformar la Civilización?

En la Parte I, Capítulo 3 («Un día en la vida de Adán y Eva») del libro de Y. N. Harari («Sapiens, De animales a dioses«, Ed. Debate, 2016, que se muestra en la imagen de la entrada) resalta las características de la vida de los recolectores y cazadores (una forma no metafórica de describir el Paraíso terrenal). En la Parte II, «La Revolución Agrícola», Capítulo 5, «El mayor fraude de la historia», destaca una de las dimensiones de salir de la vida anterior para pasar al estadio civilizatorio del Neolítico (una manera no metafórica de las implicancias de salir del Paraíso terrenal).  En la página 98 dice: «Los cazadores y recolectores pasaban el tiempo de maneras más estimulantes y variadas, y tenían menos peligro de padecer hambre y enfermedades. Ciertamente, la revolución agrícola amplió la suma total de alimento a disposición de la humanidad, pero el alimento adicional no se tradujo en una dieta mejor o en más ratos de ocio, sino en explosiones demográficas y élites consentidas. El agricultor medio trabajaba más duro que el cazador-recolector medio, y a cambio obtenía una dieta peor. La revolución agrícola fue el mayor fraude de la historia».

Hoy nos resulta difícil cuestionar el progreso material de la civilización, sin embargo han habido pensadores como Rousseau, que junto a otros intelectuales, resaltaron la imagen del «buen salvaje» y de la comunidad humana original.

Ejerciendo nuestra capacidad de discernimiento, podemos afirmar que muchos seres humanos «civilizados» -además de valorar el progreso material y el bienestar- también nos interrogamos sobre la relación con el medio ambiente del que somos parte. En este sentido podemos decir que añoramos un buen vínculo con la naturaleza y se lo ha tratado de resolver de distintas maneras: colocando plantas en viviendas urbanas, reciclando y promoviendo las economías circular, verde y azul, con parques y plazas públicas en las ciudades, con casas de fin de semana en zonas más rurales, con turismo orientado a la naturaleza, o de manera más radical y pacífica a través de vivir en ecovillas. En cambio, a lo largo de la historia, han habido grupos que han reaccionado de manera violenta contra los cambios civilizatorios como ha sido el caso de los «ludistas» (frente a la aparición del maquinismo), algunas variantes del anarquismo, grupos integristas y fundamentalistas que revalidan «lo arcaico» o algunos grupos ancestrales, entre otros.

En el último caso mencionado, se puede hacer referencia al grupo RAM (*). En una nota -donde se desarrolla sobre el mismo- se comenta que un líder de este grupo declaró en una entrevista que «su sociedad ideal es la de los grupos amazónicos que no han contactado con Occidente y viven en total primitivismo». El problema es que esta «visión de sociedad ideal» va acompañada de «una resistencia que incluye la lucha violenta» así como anhelos de grandes propiedades en el sur de Chile y Argentina (aunque, en el caso argentino, no hay ningún pedido «formal» de tierras presentado por este grupo o comunidades de este pueblo ante el INAI). Resistir una situación de manera pacífica es lícito. Utilizar la violencia no es admisible para el desarrollo que ha alcanzado la humanidad, aunque se transgreda insistentemente de distintas maneras y niveles.

En el título de esta nota indicábamos que otra opción que tenemos es adaptarnos y, podríamos agregar, convivir. Esto se puede hacer de distintas maneras. Una es la «integración sociopolítica»: en el caso argentino la propusieron y estimularon, entre otros, San Martín y Belgrano, pero -lamentablemente- no prosperó. Otra es la «integración a la sociedad capitalista»: por ejemplo el modelo norteamericano de entregarle la administración de casinos a caciques y tribus.  Así mismo se pueden mencionar otras posibilidades pueden ir por el lado de resaltar los valores de su cultura vinculados con su lengua (enseñanza bilingüe) y los elementos naturales, como el sol y el aire y transformarlos en energía (microgeneración de energía eólica -tan favorable en la Patagonia- y/o solar), valorar la tierra -que la legislación los habilita- en desarrollos vinculados a las ovejas y los guanacos, tejidos y artesanías posibles de vender por internet (como es esta experiencia en el norte argentino), construir viveros frutihortícolas, y desarrollo de permacultura articulado con la posibilidad del turismo de ecovillas. Para quienes estamos en la búsqueda de un mundo mejor, sin duda, esta es «una mejor opción».

La opción anterior va más allá de adaptarnos  y convivir, y conlleva «transformar» -siguiendo una perspectiva evolutiva– la realidad de los pueblos originarios. Sin duda esto posibilitará que habrá muchos más «mapuches pacíficos», en particular jóvenes y mujeres, que podrán compatibilizar sus ideales con el progreso material. También conlleva a una invitación a que la «civilización del hombre blanco» aprenda de esas culturas -y más en general de la diversidad cultural- respecto del valor de la armonía con la naturaleza y de un desarrollo sustentable. Richard Rudgley, en un texto de 1999 (Los pasos lejanos. Grijalbo) plantea que «la civilización empieza a aparecer cuando se establece un sistema de vida factible; es decir, una relación apropiada entre el hombre y la naturaleza, de acuerdo con las características de una región determinada».

Finalmente entre las preguntas que podemos realizarnos están:

  • ¿que sentido o significación le damos al concepto de «civilización»?; ¿es el de Margaret Mead descrito en esta nota?
  • ¿somos realmente sapiens, es decir «sabios»?
  • ¿qué tipo de animales somos: sociales, políticos, con un «alma inmortal»…?, ¿o somos «un animal sin importancia» (título del primer capítulo del libro de Harari) donde nuestra vida no tiene mayor sentido y andamos «deambulando» como podemos por el mundo?;
  • ¿somos dioses -en potencia- que nos identificamos con el Arquetipo que nos alienta -como co-creadores- con un sentido hacia «el bien y la vida»?, o ¿con lo poderoso que alienta el dominio y la venganza?, entre otras.

Las respuestas están en cada persona y cultura. Algunas nos acercarán a un mundo mejor (y ojalá las podamos consensuar democráticamente) y otras a un mundo peor.

(*) Hacia finales de noviembre de 2017 representantes de comunidades Mapuches han señalado que «no existe el grupo RAM o no lo conocen, y que es un invento de los grandes medios», mientras que para otros es un «invento de los servicios de inteligencia». Por otro lado Jones Huala dice que la RAM es una «organización de autodefensa». Una reflexión sobre esta temática vinculada al caso Maldonado y a hechos posteriores y colaterales se puede ver en esta entrevista.

El Sistema como una «Jaula de Hierro»

En otra parte de esta página web hemos expresado que el sistema actual es fruto de una evolución que tiene orígenes recientes en el mercantilismo, y orígenes más remotos –en el Neolítico- cuando aparece la sedentarización con la demarcación del “territorio” (por lo tanto una zona de dominio o “propiedad”), la división del trabajo y el excedente. También hemos dicho que detrás de todo este proceso está más bien la cuestión del poder (en el sentido que le da Alvin Toffler, en su libro “El Cambio del Poder”, Ed. Plaza & Janes, 1996)

Como “cristaliza” esto? Hay una expresión de Max Weber que Eduardo Fidanza (ver link: http://www.sociales.uba.ar/wp-content/uploads/9-Eduardo-Fidanza.pdf) la sintetiza así: Lo que llamamos “metáfora de la jaula de hierro” es una imagen retórica utilizada por Weber en una de las últimas páginas de La Etica Protestante para expresar la pérdida del sentido religioso original que inspiró, según su interpretación, al primer capitalismo. Como dijimos al comienzo, no consta que Weber haya usado en alemán la expresión que Parsons tradujo como “jaula de hierro” (iron cage). El término textual de Weber es “[ein] stahlhartes Gehäuse”, que literalmente podría vertirse como “estuche”, “envoltura”, o incluso “jaula”, “dura como el acero”, y que suele traducirse por “férrea envoltura”, o bien por términos similares que evocan un caparazón duro y opresivo”.

Esta metáfora del “estuche con férrea envoltura” está asociada también al pensamiento clásico, muy influido –en el caso de Adam Smith- por la física newtoniana, donde el campo de fuerzas del mercado (encuadrado institucionalmente por el Estado liberal) hace que sus partícipes tengan que actuar o jugar dentro de sus reglas independientemente de sus deseos o voluntad.

Marx, coincide con este enfoque. En el posfacio a la 2da edición de “El Capital” (1873) donde plantea “colocar sobre sus pies” a la dialéctica hegeliana a la que reprocha estar cabeza abajo, cita a un crítico ruso, cuya interpretación del método dialéctico aprueba, diciendo: “El (Marx) considera el movimiento social como un encadenamiento natural de fenómenos históricos, encadenamiento a leyes que no sólo son independientes de la voluntad, la conciencia y los designios del hombre, sino que por el contrario: determinan su voluntad, conciencia y designios”.

Esto es coincidente con escritos de Engels (como por ejemplo la carta que le dirige el 22 de agosto de 1889 a Eduard Bernstein), donde describe una situación de la clase obrera portuaria de una ciudad de Inglaterra y utiliza la frase del Dante para la entrada al Infierno (equivalente aquí al “sistema”): “Lasciate ogni speranza voi che entrate!”.

También se le puede aplicar a las organizaciones de distinto tipo, como señala esta nota, que hace referencia al tenebroso cuento de Franz Kafka: “In der Straftcolonie” (1919), o en lo juegos como el «dilema del prisionero». También es interesante esta frase de Fiador Dostoyevski: «Los hombres quieren volar, pero temen al vacío. No pueden vivir sin certezas. Por eso cambian el vuelo por jaulas. Las jaulas son el lugar donde viven las certezas.”

Hay posibilidades de que el sistema, la jaula o estuche, o como se lo quiera denominar, cambie? Hay una primera respuesta de tipo “determinista” que sería: “no”, dado que hay un engranaje del que somos parte y lo único que quedaría sería adaptarse lo mejor posible. Hay otra respuesta que es “si” dado que el sistema es la cristalización de una historia de relaciones sociales y de estas con el medio ambiente a través de la mediación científico tecnológica. Por lo tanto si estas relaciones sociales (en su doble dimensión) y el cambio científico-tecnológico cambian “el sistema puede cambiar”. La cuestión no será si cambia o no cambia, sino en qué sentido.

En este contexto va la referencia de H. Fazio en su libro “Economía, Ética y Ambiente” (Eudeba, Buenos Aires, 2012, página 132) que, para modificar el sistema, “la clave es la superación del individualismo y la sectorización” y citando a Charles Taylor, en su obra “Ética de la autenticidad” (Barcelona, Paidós, 1994, pág. 127) señala que “como suele suceder a menudo, los mecanismos de inevitabilidad operan sólo cuando la gente se encuentra dividida y fragmentada. No queremos exagerar nuestro grado de libertad. Pero no es nulo”.

La “coyuntura”, al momento de escribir esta nota (1) es favorable o desfavorable? En principio podemos afirmar que es “desfavorable”. Los efectos de la crisis financiera (a partir de Lehman Brohters), la división del trabajo que fue corriendo la industria al este (primero a Alemania, luego a Japón y Corea del Sur, y finalmente a China y otros países de Asia), los conflictos de oriente medio (como Irak, Afganistan y Siria, por citar los tres más importantes) y sus secuelas en términos de migraciones (en especial en Europa) y de terrorismo, el conflicto vinculado con lo nuclear (en particular con Corea del Norte, y en menor medida con Irán) así como la lucha por la supremacía a nivel mundial (en especial Estados Unidos, China y Rusia), las hambrunas de Africa, la marcha atrás por parte de Estados Unidos en lo que se refiere al cambio climático… son algunas de las que han generado escenarios de mayor tensión y “facistización” de partes importantes de sociedades y lideres que las representan. También podría decirse, por aquello de que “no nos une el amor sino el espanto”, más gestos como los del Papa Francisco, pueden abrir un panorama más esperanzador y construir un post capitalismo que nos lleve a un mundo mejor?.

Por último, y no menor, la profundidad y la aceleración del cambio científico-tecnológico. Sólo mencionaremos dos eventos, de los múltiples que se están dando: las implicancias de la evolución de la inteligencia artificial y las impresoras 3D que podrán tener la posibilidad de transformarnos en “prosumidores” (término que utilizó Alvin Toffler para decir que seremos –al mismo tiempo- productores y consumidores de prácticamente la totalidad de bienes y servicios). La pregunta es: los seres humanos seremos capaces de darle un sentido a este cambio? O lo dejaremos al arbitrio de decisiones de corto plazo del mercado, del dominio y su utilización para la guerra, o de algún delirio «prometeico»? La respuesta dependerá de nosotros.

(1) Luego de la misma pasó la epidemia del Covid, el agravamiento del cambio climático, la guerra en Ucrania y sus diversos efectos….