Suecia ¿país ideal?

Los seres humanos buscamos arquetipos con los cuales identificarnos. Esto sucede, muchas veces, también con grupos de personas en los países que -más allá de querer desarrollar sus propios caminos- se plantean «ideales» sobre aspectos globales o parciales de historias de otros países. En el caso argentino esto fue claro a comienzos del siglo XIX cuando se «importaron» y adaptaron ideas como democracia, república, ideales de la revolución francesa (libertad, igualdad, fraternidad), o del libre comercio (en especial desde Inglaterra)… a una población que no tenía -mayoritariamente- esa tradición.

En la historia reciente argentina también se ha mencionado, en alguna oportunidad, el caso de Alemania, o poder ser parte de los países de la OCDE, sólo como algunas referencias. Aquí desarrollaremos el caso de uno de los países escandinavos (*), como Suecia. De sus antecedentes históricos sólo queremos destacar estos (en negrita y cursiva lo que incidió más en el origen de la experiencia socialdemócrata), según esta fuente: «si bien su proceso de industrialización se desarrolló lentamente, la agricultura experimentó cambios importantes debido a las innovaciones tecnológicas y al crecimiento de la población. Estas innovaciones incluían programas del gobierno de cercamiento, sobre-explotación de las tierras agrícolas y la introducción de nuevas semillas de cultivo como la de la patata. Debido al hecho de que los campesinos suecos habían sido explotados como en ningún otro lugar en Europa, la cultura granjera sueca adquirió un papel protagónico en los procesos políticos, característica que se ha mantenido en el tiempo, con el Partido Agrario, (actualmente llamado Partido del Centro). Entre 1870 y 1914, comenzó el proceso de desarrollo de su economía industrial que perdura hasta hoy. Durante la segunda mitad del siglo XIX, se produjeron movimientos sociales y sindicales importantes, así como de grupos abstinentes y religiosos independientes, que comenzaron a presionar por un Estado democrático. En 1889 se fundó el Partido Socialdemócrata Sueco. Estos movimientos llevaron al país hacia una moderna democracia parlamentaria, alcanzada en la época de la Primera Guerra Mundial. Como la Revolución Industrial avanzaba durante el siglo XX, la población rural comenzó a migrar hacia las ciudades para trabajar en las fábricas y así poder ser eventualmente incluidos en los sindicatos. En 1917 tuvo lugar una revolución socialista que fracasó, la cual fue seguida en 1921 por el establecimiento de una monarquía parlamentaria de tipo democrático».

Al final de esta cita podemos visualizar que en el mismo año de la revolución rusa, hubo una revolución similar en Suecia que fracasó. Podemos decir que la burguesía sueca, tomando la frase de Borges de que «no nos une el amor sino el espanto«, visualizó -a partir de lo anterior- que era mejor ir en un sendero de compartir el excedente económico -en especial vía impuestos progresivos– con los trabajadores y población en general, e iniciar un camino de paz y bienestar que llega -con vaivenes- hasta nuestros días (1). También tuvieron la inteligencia de propiciar un desarrollo industrial con altos salarios. Seguramente, sin haber pasado por esta experiencia histórica, es difícil trasladar este sendero o «ideal» de modelo económico a otros países o economías (de todos modos siempre podemos desarrollar la capacidad de aprender de otras experiencias).

Hay notas críticas como esta que señalan que ya no es más un país tan igualitario como en el siglo pasado. Seguramente en ello han influido la caída de la Unión Soviética (como modelo alternativo y «amenazante») y la emergencia de China y las economías asiáticas en la globalización actual que la han afectado. De todos modos de la fuente señalada quisiéramos destacar dos aspectos principales:

1. A favor: «Suecia es, según OXFAM Intermon, el país mejor situado en el indicador C.R.I., que mide el Compromiso con la Reducción de la Desigualdad. Alemania es el número 5 del ranking, Francia el nº 8, Italia el 16, Reino Unido el 17 y España, entre Argentina y Hungría, ocupa el puesto 27″

2. En contra: «Según otra estadística oficiosa, en 2017 hay 112.00 suecos con un patrimonio neto (excluida la primera vivienda) por encima del millón de dólares, 3.300 suecos con más de 10 millones de dólares y 1.430 suecos con propiedades por un valor superior a los 30 millones de dólares. Hay también 188 personas en Suecia con un patrimonio superior a los 100 millones de dólares y 21 con propiedades por encima de los 1.000 millones. Todos ellos tendrán un alto nivel de consumo y bienestar, seguro, pero eso no significa que todos tengan poder de decisión, porque no es lo mismo tener que controlar. Con unos pocos millones de dólares se vive muy bien, pero de controlar la economía, poca cosa».

La historia y la cultura sueca es muy rica y variada, en un contexto de un clima duro en gran parte del año. Ha sido captada por cineastas como Ingmar Bergman y han tenido una particular manera de experimentar la libertad (o la «emancipación humana» desde una perspectiva individualista). También se ha señalado una alta tasa de suicidios, pero según esta fuente, no es de las mayores. Sin duda, como en toda experiencia humana, han habido luces y sombras. De ella lo que quisiéramos rescatar que es posible articular satisfactoriamente la equidad (o una gran igualdad) con impuestos progresivos a las personas y un gasto público muy eficiente, promoviendo trabajo calificado en un sendero de desarrollo y prosperidad. Lo mencionamos en un contexto donde en países como la Argentina se está experimentando un ajuste, discerniendo y actuando sobre su gasto público, aún no sobre la progresividad de sus impuestos (ver en esta nota sobre los límites vinculados a la posible «confiscatoriedad» en su aplicación) y si hay o no un plan de desarrollo con equidad de ahora hacia el futuro, como han tenido los suecos (2).
Así como decíamos al principio que a comienzos del siglo XIX se importaron y adaptaron ideas que «no estaban en nuestra tradición», ¿será posible en el siglo XXI tomar los rasgos esenciales de experiencias exitosas de equidad y desarrollo de comienzos del siglo XX de otros países y tratar de adaptarlas progresivamente a nuestro caso particular? ¿ser serios y eficaces con los recursos y servicios del Estado y aplicar impuestos progresivos a las personas (no a las empresas) está vedado en nuestro menú de opciones de políticas públicas?. ¿Tendrá que ser necesario pasar previamente por el espejo del espanto -como fue el caso de los suecos- o podremos obviar esa etapa? Nuestra naturaleza humana tiene rasgos que no nos permiten ser muy optimistas, pero es bueno apelar a articular sentimientos, razón y valores en línea con nuestra capacidad de aprender y dar un salto evolutivo que nos ayuden a converger hacia un mundo mejor.

(*) cabe destacar que la Argentina tiene firmado un acuerdo con Finlandia sobre la cuestión educativa. Por lo tanto se puede inferir que estamos tomando como «ideal» a estos aspectos de países escandinavos, lo cual se considera bueno.

(1) sobre la cuestión fiscal es interesante esta nota.

(2) respecto de la cuestión sanitaria vinculada con el COVID-19 y la comparación que hizo Alberto Fernández con el caso de Suecia, se puede afirmar que es difícil hacer comparaciones, o tal vez habría que hacerlas a final de un proceso. como señala este comunicado de la Embajada de Suecia.

Economias Paradisíacas

El tema del paraíso (en los términos de la tradición judeocristiana), lamentablemente, está lejano de la economía de este mundo. Se utiliza el término «paraíso fiscal» (*), según la OCDE (1), si la legislación de un país tiene los siguientes cuatro factores claves:

  • Si la legislación no impone tributos o estos son solo nominales. La OCDE reconoce que cada legislación tiene derecho a determinar si imponer impuestos directos. Si no hay impuestos directos pero sí indirectos, se utilizan los otros tres factores para determinar si una legislación configura un paraíso fiscal.
  • Si hay falta de transparencia.
  • Si las leyes o las prácticas administrativas no permiten el intercambio de información para propósitos fiscales con otros países en relación a contribuyentes que se benefician de los bajos impuestos.
  • Si se permite a los no residentes beneficiarse de rebajas impositivas, aun cuando no desarrollen efectivamente una actividad en el país.

En la fuente que se viene de mencionar, diferenciaba entre “paraísos fiscales” y “regímenes fiscales perniciosos”, entendidos, los primeros, como estados que carecen de sistema fiscal y, los segundos, como regímenes especiales dentro de estados con sistemas fiscales desarrollados, y que resultan beneficiosos para los no residentes.

Respecto de estos últimos, dicho documento de la OCDE decía que se caracterizaban por:

  • Nivel de tributación bajo o nulo.
  • Estanqueidad del régimen, bien sea objetiva, es decir, la que se produce cuando elos contribuyentes no residentes y que aplican el régimen privilegiado tienen prohibido el acceso al mercado interno del país; o bien subjetiva, es decir, aquella que existe cuando el régimen privilegiado excluye de su aplicación a los contribuyentes residentes.
  • Falta de transparencia del sistema fiscal a nivel legal, reglamentario y administrativo.
  • Limitación del intercambio de información fiscal al respecto del régimen privilegiado.

Ello dio origen a dos términos diferentes “tax heavens” (paraísos fiscales) y “tax havens” (cuevas o guaridas fiscales). Según este documento, esta última definición se la asocia a una “secrecy jurisdiction”.

En una serie de países se dan simultáneamente las dos situaciones: son paraísos fiscales (baja o nula tributación) y también son cuevas o guaridas fiscales (los últimos tres requisitos del documento de la OCDE). Ya sea en una u otra se establecen sociedades offshore. Según el Dr. Antonio H. Figueroa  (2) de cada “100 dólares colocados off shore el 65% pertenece a evasores de impuestos, el 32% a narcoterrorismo, etc. y el 3% a corrupción según informó en su oportunidad Tax & Justice Network. Del referido 67% la parte más importante, siempre así se lo estimó, corresponde a corporaciones, el resto a personas “humanas”.

Según este documento ”la postura de la OCDE al respecto de los requisitos para la consideración de un país o territorio como paraíso fiscal se verá modificada. Este cambio fue liderado por los Estados Unidos y se plasmó en el Informe “The OECD ́s Project on Harmful Tax Practices: the 2001 Progress Report”. La modificación supuso un cambio de los criterios, dándosele importancia en mayor medida a la opacidad de los regímenes y no a su bajo nivel de tributación, es decir, el criterio fundamental pasó a ser el del nivel de intercambio de información. Se consideró que lo que dotaba de carácter pernicioso a un sistema fiscal no era el hecho de que tuviera un bajo o nulo nivel de tributación o que no se exigiera la realización de actividad industrial, ya que estos aspectos son simples elementos de competencia; sino que lo verdaderamente perjudicial es la opacidad de dicho régimen. Como consecuencia de este cambio de criterio la OCDE comenzó a considerar paraísos fiscales a aquellos territorios con sistemas fiscales de baja o nula tributación y sin instrumentos internacionales de intercambio de información fiscal.

Tras las modificaciones introducidas por el informe del 2001, la inicial lista de paraísos fiscales redactada conforme a los criterios del informe de 1998, que incluía 35 jurisdicciones consideradas paraísos fiscales, se dividió en dos listas. Una de ellas incluía a los paraísos fiscales cooperativos, es decir, aquellos que habían cumplido con las exigencias de la OCDE sobre el intercambio de información fiscal, consistentes fundamentalmente en la firma de Acuerdos de Intercambio de Información o Convenios para evitar la Doble Imposición con una cláusula de intercambio de información. La otra lista incluía por contra a los paraísos fiscales no cooperativos, es decir, a aquellos que no habían cumplido las exigencias sobre intercambio de información de la OCDE anteriormente citadas”.

Paralelamente al incremento de la economía criminal en el mundo (narcotráfico, terrorismo, etc.), el crecimiento de este tipo de estados (en particular donde hay guaridas fiscales) se vio estimulado por el flujo de información digital, que permite trasladar dinero y conocimiento fácil y económicamente, en tiempo real.

El economista Vito Tanzi, las ha caracterizado como “termitas que forman parte de la evolución del ‘ecosistema’ de la globalización, y aún está por verse si en definitiva socavarán el edificio fiscal”. Cabe destacar que un dato histórico relevante a tener en cuenta en el ecosistema de la globalización, es la absolutización de la soberanía estatal que se generó con las reglas establecidas en el «Tratado de Utrecht«, entre 1713 y 1715,  que al decir del abad Saint-Pierre, se configuró en torno a estados unitarios o “nacionales”.

A nivel mundial vienen trabajando sobre esta cuestión la Alianza Global para la Justicia Fiscal y la Tax and Justice Networken América Latina la Red de Justicia Fiscal y en Argentina economistas como Jorge Gaggero.

Según este último economista, y en un artículo con Juan Valerdi, para un próximo artículo para “Voces en el Fénix”, señalan que “las amenazas de “volar con dinamita” las guaridas fiscales del presidente Sarkozy de Francia (apoyado por Ángela Merkel y el entonces titular del FMI Strauss Kahn) se toparon con la férrea defensa de la “hermandad anglosajona” (EEUU y el Reino Unido). Ese intento radical resultó, a través de la aceptación del G20, en un curso de acción mucho más moderado y mucho menos eficaz: el Proyecto BEPS (Base Erosion and ProfitShifting; Erosión de las Bases Tributarias y Fuga de Beneficios), cuyo diseño e implementación está a cargo del “club de los países ricos”, la OECD.

Ni la propuesta de Tanzi, ni la opción más moderada –como construcción institucional- que los países en desarrollo presentaron en Addis Abeba (Conferencia Internacional de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Julio de 2015) logró ser aprobada. Ella apuntaba a mejorar y potenciar el  Comité de Expertos sobre Cooperación Internacional en Cuestiones de Tributación” de la ONU. Los países ricos, en especial la “hermandad anglosajona”, se opusieron. Para peor, el pasado mes de junio la OECD dio a conocer una lista vacía de paraísos fiscales. Vale decir, para este organismo todas las jurisdicciones del globo serían “colaboradoras” en materia de información tributaria. En otras palabras, la OECD acaba de renovar las «patentes de corso» de las guaridas fiscales del mundo con un doble efecto: la continuidad de la piratería económica global (favoreciendo a grandes bancos y corporaciones multinacionales) y la promoción de la vida «carnavalesca» de los ricos globales”.

Los paraísos fiscales –y muy especialmente las guaridas fiscales- tienen como función esencial la protección de los “beneficiarios finales” (propietarios efectivos) de los activos (en particular de “ricos globales”). Es importante aclarar que para los países del «sur del mundo», la fuga de capitales (además de la evasión tributaria, cuando los fondos no están declarados) es el daño más relevante que resulta de la expansión continua del «mundo offshore». En cambio para los países centrales lo es el incumplimiento fiscal de los millonarios y las multinacionales (muchos de ellos, en especial UK y USA, son beneficiarios de la fuga de capitales del «sur»). Todo ello contribuye a incrementar la desigualdad a escala mundial. Se ha estimado que el monto de fondos mantenidos por individuos es estos lugares es aproximadamente de 11.5 trillones de dólares americanos. Usando esta estimación, de hace unos años, se calcula que la recaudación impositiva mundial pierde del ingreso proveniente de estos activos 255 billones de dólares cada año. Una mayor información se puede visualizar en este artículo de la revista Finanzas y Desarrollo del FMI.

Han habido avances internacionales para generar mayor blanqueo de capitales, derivados de la preocupación por los movimientos de fondos originados en el terrorismo y el narcotráfico. En el marco de la OCDE se han puesto en marcha de acuerdos para realizar intercambios automáticos de información financiera y tributaria con más de 100 países, que permitirán obtener información sobre cuentas bancarias de sus ciudadanos en países como Francia, Alemania, España, Italia, el Reino Unido, Luxemburgo y las islas Seychelles. A partir de 2018 y 2019 también deberán brindar información otros países famosos por ser paraísos fiscales, como Suiza y Panamá (sobre este último país ver el film «La lavandería» en Netflix).

En línea con estos acuerdos sería muy deseable seguir avanzando en aspectos como los siguientes:

  • que se desarrollen instituciones regionales y a nivel global que establezcan reglas que atiendan al bien común (en especial en los terrenos de la equidad y el medio ambiente), dado que sino no habrá cambios relevantes,
  • que las sociedades y personas que tienen fondos en paraísos fiscales, los tengan declarados en sus países, de modo que tributen en los mismos,
  • que todos los paraísos fiscales pasen a ser “cooperativos” eliminando el “secretismo” y la opacidad, y si no lo hacen tengan severas sanciones,
  • que se aplique la denominada «Tasa Tobin«, a nivel mundial, de modo de desestimular el movimiento especulativo de capitales, y los fondos recaudados se apliquen a los Objetivos de Desarrollo Sostenible ligados al combate de la pobreza y a la mitigación y reversión del cambio climático.
  • que los fondos de los denominados paraísos fiscales que se inviertan en los fines recién mencionados, y a desarrollo productivo de países emergentes, tengan un reembolso de dicha tasa Tobin como estímulo a que se canalicen de esta manera.

Sin duda lo anterior no es fácil, requiere de trabajosos acuerdos internacionales y superar intereses muy poderosos. Pero la movilización de las distintas fuerzas sociales y culturales de los distintos países, así como de diversas fuerzas políticas, nos pueden ayudar a converger a un mundo mejor en esta materia.

(1) Comité de Asuntos Fiscales de la OCDE: “Informe sobre el progreso realizado en la identificación y eliminación de las Prácticas Fiscales Perjudiciales”, Foro de Competencia Fiscal Perjudicial, junio del 2000.

(2) La referencia del Dr. Antonio H. Figueroa, surge de su trabajo: «El plan de acción OCDE contra la erosión de la base imponible y el traslado de los beneficios». BEPS (base erosion and profit shifting), Publicado el 7/10/2014 por Thomson&Reuters y Revista Impuestos. Editorial La Ley. 2014, donde cita a HENRY, James. Tax&Justice. The Price of Offshore Revisited. Democracy Now. Entrevista en programa de TV en USA del 31/07/2012 conducido por A. Goodman.

(*) Esta nota fue actualizada de su texto original en base a los aportes recibidos por Horacio Boneo (diferencia entre “tax heavens” y “tax havens” que se menciona en el primer comentario de más abajo), a una mención del Dr. Antonio H. Figueroa y a Jorge Gaggero (con distintas referencias y comentarios adicionales). Agradezco muy especialmente a ellos sus conocimientos y aportes que han permitido darle mayor precisión a lo que fue redactado originalmente. Luego de publicada se dió a conocer un documento del Vaticano sobre la economía mundial, donde se hace referencia a las finanzas off shore.

¿Economías en Guerra Comercial y en Lucha por la Hegemonía?

En una nota publicada el 1/6/2018 por Paula Lugones, se expresa, entre otras cosas que: «El presidente estadounidense Donald Trump encendió este jueves la mecha de una posible guerra comercial global descontrolada: Estados Unidos decidió finalmente imponer tarifas a las importaciones de acero y aluminio de la Unión Europea, México y Canadá, una decisión que fue repudiada por los países afectados, que inmediatamente lanzaron fuertes medidas de represalia. A tono con la política proteccionista del “America first”, el secretario de Comercio, Wilbur Ross, anunció que, a partir del 1° de junio, se aplicará un 25% de aranceles al acero y un 10% al aluminio importado desde esos destinos. Horas después del anuncio de la medida, Trump tuiteó en mayúsculas: “¡COMERCIO JUSTO!” En pocos minutos, Europa, México y Canadá reaccionaron con el anuncio de tarifas similares sobre miles de productos provenientes de Estados Unidos, en una escalada alarmante que también afectará sin dudas a los productores del interior, que verán cerrarse sus mercados internacionales»

Más adelante dice: «México respondió con tarifas sobre productos estadounidenses como aceros planos, lámparas, piernas y paletas de cerdo, embutidos y preparaciones alimenticias, manzanas, uvas, arándanos y quesos. Canadá anunció que se gravarán desde acero y aluminio estadounidense hasta jarabe de arce y bolígrafos, por un valor de 12.800 millones de dólares. El economista Douglas Irwin, experto en historia del comercio estadounidense desde 1763, dijo a The Washington Post: “Es más que altamente inusual. No tiene precedentes que hayan avanzado de esta manera con tantos aliados de EE.UU. y socios comerciales, enloqueciéndolos y forzándolos a tomar represalias”. Agregó que “es difícil ver cómo Estados Unidos puede salir bien de esto”.  Actualizando esta información a octubre 2018 sabemos que se ha llegado a un nuevo acuerdo entre EE.UU., México y Canadá, y previamente -en julio- un acuerdo entre EE.UU. y la Unión Europea.

Por lo tanto la principal «guerra comercial» en curso es la de EE.UU. y China, que no sabemos cuanto va a durar y qué efectos terminará teniendo. El 1/12/18 acordaron una tregua en Buenos Aires y el 15/01/2019 lograron un primer acuerdo llamado de «Fase 1» (países como Argentina podrían verse afectados). El trasfondo es una lucha por la hegemonía mundial (donde juega un rol central lo tecnológico, según describe esta nota) entre estas dos grandes potencias (1) Entre otros elementos. es el resultado de un largo proceso de desplazamiento de la industria de Inglaterra a Estados Unidos, y luego gradualmente de este hacia la reconstrucción europea luego de la Segunda Guerra Mundial Alemania, Francia, Italia…, Japón, Corea del Sur, México (2) y finalmente -hasta el momento- hacia Asia con un rol relevante de China (y la «asiatización» de la economía mundial). Sí sabemos, que las guerras no nos conducen a un mundo mejor, y que habría que reformular la globalización (3) de modo de evitar estas situaciones. A comienzos de diciembre de 2019 se ha llegado a un acuerdo parcial. De todos modos, según Joschka Fischer, este escenario es el «fin del mundo que conocimos«. Esta reflexión apela a lograr un acuerdo entre las grandes naciones, pero advierte que «la última vez se necesitó una Depresión, una Guerra Mundial y una superpotencia para que el mundo entrara en razones. ¿Esta vez podrá ser diferente?».

Respecto de este conflicto en el marco de la pandemia del COVID-19 es muy interesante esta nota de Marcelo Cantelmi, haciendo referencia a «una carrera en silla de ruedas por la hegemonía mundial». Realmente «patético».

El nuevo presidente de EEUU, Joe Biden, y respecto a las relaciones con China hay opiniones como esta.

(1) EE.UU. ha definido a China y Rusia como rivales estratégicos según esta nota.

(2) Brasil, Argentina (que había hecho un atisbo con la crisis del 30 y se aceleró con la emergencia del peronismo y el frondizismo), y muchos otros países del mundo. Una cuestión aparte -pero relevante- ha sido el desarrollo de la industria bélica.

(3) Por ahora la reformulación va por el lado de volver a un «mercantilismo aggiornado» y no a resolver cuestiones de fondo como una mayor equidad y abordar el cambio climático.

El trabajo y su protección

En una nota anterior hemos intentado hacer una presentación general de la temática del trabajo, y aquí trataremos de describir características generales sobre la protección del trabajo.

En general hay coincidencia que este derecho comienza en Occidente con la Revolución Industrial. Se universaliza con la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas del 10/12/1948. En su artículo 23 expresa que “toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.

Esto ha sido adoptado por todos los países que han adherido a esta Declaración así como al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 e implementado a partir de 1976.

El gran desafío es cómo hacen los Estados, a través de sus gobiernos y sus políticas públicas, para que este derecho se haga efectivo. Una primera respuesta sería a partir del dictado de normas y a su adecuado control. Una segunda respuesta conllevaría el ejercicio de una política económica que –más allá del empleo público para los servicios que debe proporcionar de manera eficaz y eficiente el Estado- promueva la empresarialidad (y por lo tanto el empleo) en todas sus formas –desde la empresa privada hasta las empresas mixtas, cooperatvas y empresas sociales- y más en general el trabajo (es decir, no sólo empleo en relación de dependencia). En la nota aparte desarrollaremos este punto.

Alejandro Melamed en su libro “El futuro del trabajo y el trabajo del futuro” (Planeta, 2017) menciona en las páginas 51 y 52 a un especialista que dice que hay tres grandes modelos de derecho laboral: 1. El europeo donde el empresario es responsable por su empleado (de ahí la indemnización en caso de despido); 2. El estadounidense (imbuido de la cultura luterana) donde en caso de fracaso de la empresa y del trabajador no hay indemnización (implícitamente se los considera culpables) y 3. El oriental, como en China, donde –por influencia de Confucio- la salvación es a través del grupo solidario generando una mutua responsabilidad en la conservación del emprendimiento.

De lo expresado más arriba podemos deducir que las normas están imbuidas de culturas, de contextos históricos y de cómo va cambiando el sistema económico (capitalista de la revolución industrial a la actualidad) que generan distintas modalidades. Si volvemos al “espíritu” de la convención universal de derechos humanos, podríamos hacernos preguntas como las siguientes:

  • el derecho al trabajo es una parte significativa del derecho a la vida: no habrá que buscar distintas modalidades que garanticen el derecho a la vida que vayan acompañando pero a la vez se “independicen” de los cambios del sistema socioeconómico?
  • mientras se promueve una globalización diferente que garantice un “piso” de trabajo decente y un comercio justo, no habrá que implementar un ingreso de ciudadanía  que fije también un “piso decente” de vida?
  • entre tanto no habrá que “compartir” el trabajo existente, trabajando menos horas y permitiendo que otros accedan?
  • frente al avance de la “uberización” de la economía no habrá que implementar medidas como las que propone Bill Gates de un “impuesto a los robots” o generar algunas restricciones al avance de la inteligencia artificial?
  • la educación y la capacitación para desarrollo de nuestros talentos no tendrá que ir acompañando de manera acelerada todo esto?
  • habrá que incluir en la “alfabetización digital” la “alfabetización robótica” aprendiendo a utiizar impresoras 3D preparándonos para ser “prosumidores en el futuro”?
  • tendrá todo esto que ser acompañado de un “kit de supervivencia” con autogeneración de energía (por ejemplo solar), autoproducción de bienes y servicios básicos (ligado al punto anterior) junto al desarrollo del ocio creativo?

Entre otras preguntas frente a un mundo “vica”: volátil, incierto, complejo y ambiguo que está en búsqueda de un “mundo mejor”.

PD: Esta temática también es abordada en un documento reciente de la OIT.

Trabajo e Industria

La evolución de la humanidad conllevó ir pasando de una economía agrícola de subsistencia y de procesamiento de minerales, a un desarrollo cada vez mayor de estos y a su manufactura. Con la primera revolución industrial se dio un gran salto, pasando a ocupar este sector gran cantidad de mano de obra (dependiendo del país y de los sectores que abarcaba). La industria fue sinónimo de dar valor a los bienes así ser la mayor generadora de empleo (el nacimiento y crecimiento del proletariado).

Más recientemente el panorama se “complejizó”: la agricultura se fue “tecnologizando” cada vez más, desde las semillas hasta el proceso de siembra y recolección, y la minería (tomemos como caso las sales de litio o el shale gas) también fueron incorporando cada vez mayor “valor agregado”.  A su vez la industria se fue «imbricando» con los servicios (al respecto ver los artículos de las páginas 240 en adelante de la publicación «100 políticas para la Argentina del 2030«). También se fue conformando más heterogénea, y -como se ha señalado en el caso argentino- una industria «a tres velocidades«.

Por otro lado el empleo industrial, luego de la segunda guerra mundial y en particular desde los años 50 en adelante, se fue desplazando hacia el “este”: primero a Europa (en especial Alemania, pero también Italia, Francia y España) y Japón, y luego a Corea del Sur, y otros países del Asia (el caso más relevante y significativo ha sido el de China). No habría que dejar afuera de este listado a países como la India, Vietnam, Malasia, Brasil y Méjico.

Sin embargo, se puede afirmar que –además de desplazarse al este- también fue perdiendo participación relativa frente al crecimiento de los servicios (en algunos casos mezclados con economía digital como la industria del software). En un trabajo realizado por Sebastián Galiani y Martín Caruso se muestra esta tendencia para países como Argentina, Estados Unidos, Europa y Corea del Sur.  En esta línea, y según Dani Rodrik «es muy tarde para la Argentina o Brasil para reindustrializarse. Deberán basarse cada vez más en los servicios, algunos de los cuales serán bienes transables y otros no. Esto sin duda requerirá un tipo de política industrial diferente a la del pasado, acaso una que se enfoque más en los servicios de la industria y la creación de empleos para la clase media». Sobre la relación con la ciencia y la tecnología es muy interesante este aporte, así como la relación entre economía del conocimiento e industria con el caso de Israel.

También reflexiona sobre esta temática José Anchorena que, al respecto, expresa: «el empleo industrial se achica acá y en todo el mundo. El empleo industrial como porcentaje del total de empleo viene disminuyendo, aunque no como número absoluto. Es una tendencia inexorable que pierda peso en el total de trabajadores. Si un país está creciendo es porque está ganando en productividad laboral. Se capitaliza mucho en el sector, y eso significa, resumiendo, que a un trabajador lo reemplaza una máquina. Pero al mismo tiempo, una industria eficiente crea eslabones del área servicios en las etapas pre y post producción. Uno tiene que pensar en la cadena completa de producción. En EE.UU. se quedaron con los dos extremos, diseño y post venta, por decirlo resumido, y le dejaron la producción a China. En Estados Unidos, los salarios son 10 veces más altos que en China. Resumiendo, lo importante es que se mantenga el “core” de la industria, y que los empleos que en teoría pierda son los que se crearán en el sector servicios.»

La denominada «nueva división internacional del trabajo«, conlleva implicancias en un nuevo esquema de organización industrial que se implementa en las cadenas globales de producción (o cadenas globales de valor, o GVC por sus siglas en inglés). Las GVC replican y refuerzan un esquema en donde el proceso básico manufacturero de ensamblaje (poco valor agregado) es asignado a países del sudeste asiático. Los insumos primarios (de bajo nivel de procesamiento y bajo valor agregado) de esas manufacturas son extraídos de países de América Latina o África. El proceso de I+D, marketing, diseño y (hasta comercialización) que históricamente han sido los de  mayor valor agregado en el proceso de producción, hoy en día lo son más y se encuentran aún más concentrados en los países avanzados. Entonces, en ese contexto, la posibilidad de innovar, diferenciarse o generar productos de nicho se torna más dificultosa por las elevadas barreras de entrada ya impuestas (1). Frente a este panorama habrá que seguir los cambios que se están produciendo (y cómo afectan las tendencias recién mencionadas) en las políticas de Estados Unidos de Norteamérica (vinculadas con la «desglobalización«, la promoción de la inversión en su territorio) y en cuanto a China la importancia que le dan a las manufacturas en su desarrollo, avanzando en innovación tecnológica, fuertes inversiones en Estados Unidos y Europa (además de otros países) e industrias chinas en base de robots que comienzan a localizarse en USA. Sobre este punto es interesante el trabajo del INTAL sobre «Industria 4.0«.

En el marco de lo señalado y las nuevas tendencias que está impulsando el gobierno de Trump, está el acuerdo con la UE, así como el nuevo acuerdo automotriz entre entre EE.UU. y México, y luego más en general con Canadá. en el marco del replanteo del NAFTA. A ello hay que sumar nuevas realidades como la de inmigrantes chinos en Italia explicados en esta nota, donde dice: «el relato que sobre los inmigrantes despliega Matteo Salvini, ministro del Interior italiano, es asimétrico. Mientras rechaza a la inmigración africana, cerca del Quirinale, un tradicional centro de fabricación y diseño de moda situado en la Toscana, Prato, no solo es un punto de importación de ropa desde China, sino, a la vez, un verdadero centro de producción chino. Inmigrantes clandestinos chinos llegan constantemente a Italia para trabajar en los miles de talleres de la ciudad –regenteados también por empresarios chinos–, que permiten producir primeras marcas Made in Italy con salarios asiáticos. Según la BBC, en Prato hay  alrededor de veinticinco mil personas de origen chino trabajando por salarios muy por debajo de sus homólogos italianos. A tres dólares la hora, o unos doscientos dólares por la producción de veinte vestidos, los estándares de calidad de los artículos, por supuesto, son mínimos y están lejos de los exigibles a un buen trabajo artesanal, aunque la etiqueta los identifique con una marca y una denominación de origen premium».

Los fenómenos señalados tienen múltiples impactos en la reformulación de la globalización y en la división del trabajo. En el sector agrícola (en particular granario) requiere de mucha menos mano de obra directa (aunque si indirecta como maquinaria agrícola y desarrollo de tecnología) pero mucho más calificada. A la minería hay dificultad para darle mayor agregado local, con algunas excepciones. La industria liviana (textil, calzado, etc.) sufre la competencia de menores salarios, mayores escalas y –a veces mayor tecnología- de países como los que mencionarámos más arriba. A ello debe agregarse el avance de la robotización que, en algunos casos, realizan prácticamente la totalidad de las tareas.

A pesar del pesimismo expresado más arriba por Dani Rodrik, entendemos que todo lo anterior conlleva un gran desafío para generar trabajo para las nuevas generaciones así como a la mano de obra desplazada, y a la población que cae en situaciones de pobreza estructural. Seguramente un primer esfuerzo es mejorar el «contexto de competitividad de la industria» argentina, dado que -según esta nota– «un estudio de OCDE sobre América Latina muestra que, en promedio, la productividad “puertas adentro” de la industria argentina es la más alta de América Latina, el doble que la de México, mejor que la de Brasil o la de Chile».

Un segundo esfuerzo a realizar es acompañar un proceso de «diferenciación» de los productos industriales tradicionales de países como Argentina frente a la actual globalización. A modo sólo de ejemplo podemos citar el caso de la industria del cuero que se puede visualizar en el minuto veinte de este video, correspondiente a una empresa o la industria textil asociada a la industria de la moda y el diseño de indumentaria. Hay también un debate, como el que propone Carlos Leyba (ver sus declaraciones en el Programa «A Dos Voces» del 31/1/2018), donde sostiene que la industrialización tiene que estar enmarcada en un Plan de Desarrollo y con incentivos («la zanahoria necesaria para que los capitalistas inviertan»). Sobre el tema de los subsidios hay que señalar que -en oportunidades- la situación fiscal no lo permite (2) y que pueden ser de muy distinto tipo: desde una amplia exoneración de impuestos como en Costa Rica  o países donde se regala o subsidia el terreno y la inversión inicial, parte de la logística y la capacitación de la mano de obra, pasando por subsidiar su financiamiento para que exporte, hasta rebajas impositivas para nuevas inversiones como el reciente caso de Brasil con la industria automotriz. En el caso argentino, en el marco de una competitividad sistémica y de una visión de mediano plazo de inserción internacional, entendemos que sería bueno establecer una «política de estado» (por ejemplo a través de una ley) de que los subsidios -de ahora en más- deban:

1. ser acotados en el tiempo y decrecientes,
2. estar asociados a recursos naturales existentes y con potencial de desarrollo en el mercado interno e internacional, desde los paisajísticos (como el turismo) hasta los naturales a los que se les agregue valor en origen (desde la minería y la energía hasta el campo), así como a los recursos del conocimiento en desarrollo como es el caso de la industria del software (y en contextos de cercanía como los del Instituto Balseiro, institutos del CONICET, el INTA, etc.)
3. estableciendo que deben tener un cupo de «transabilidad internacional» (como fue en su momento la industria en Brasil) y no sólo para el mercado interno,
4. estar asociados a un tipo de cambio razonablemente elevado (por ejemplo niveles promedio de septiembre de 2018) (3), dado que sino sería muy difícil desarrollar sectores en Argentina con la actual globalización (este nivel de tipo de cambio haría que el subsidio fuera menor, excepto que se atrasara temporariamente el tipo de cambio de estos niveles),
5. estar acotados a un cupo fiscal a estimar de acuerdo a las posibilidades fiscales futuras y a las prioridades sectoriales a establecer en el contexto de un plan de desarrollo.
También habrá que abordar una combinación de políticas públicas en lo educativo, en la capacitación, en lo científico-tecnológico, en el emprendedorismo, en el desarrollo de nuevas industrias (de producción limpia, economía circular y energías renovables), desarrollo de eslabonamientos en servicios pre y post venta y servicios en general (desde el turismo hasta las industrias culturales y ocupaciones vinculadas al cuidado) así como una adecuada protección temporal y acompañamiento en diferenciación de productos y servicios así como en dar un salto de productividad a los sectores menos competitivos (como se señaló más arriba) será fundamental. Lo dicho no descarta la progresiva implementación de instrumentos como el ingreso de ciudadanía o universal, como “piso”, y una adecuada política social.
La pandemia del COVID-19 ha introducido un shock tremendo, no sólo desde el punto de vista sanitario, sino también económico. Al mes de mayo de 2019  no sabemos aún cual será el impacto final en cuanto a la destrucción de empleo, y dependiendo de su duración cuales serán sus efectos en los posibles nuevos empleos (relacionados con la salud, el trabajo a distancia, etc.). Posiblemente tendrá también los siguientes efectos:
– habrá una aceleración del cambio tecnológico, en especial en un incremento de la robotización frente a la vulnerabilidad de los humanos a virus y enfermedades. Esto, tal vez, incluya una mayor versatilidad de las impresoras 3D y del impulso a ser prosumidores,
– habrá una cierta reversión del proceso de globalización, en especial en industrias y sectores como los relacionados con la salud (vacunas, medicamentos, respiradores, barbijos, testeadores de virus, indumentaria protectora para el personal de la salud…) y en sectores estratégicos vinculados a las comunicaciones (como el 5G) y a la defensa. Es relevante una reciente decisión de Japón.
– relacionado con lo anterior no creemos que ese proceso de reversión sea significativo en el caso de las materias primas y los alimentos. Respecto de estos últimos puede generarse una mayor autosuficiencia y seguridad alimentaria en los distintos países, pero entendemos no será significativo en el caso de los países que son grandes consumidores como la India, China y otros países del Asia, por lo menos a corto plazo,
entre los principales.
Habrá que ver si además de los daños y muertes de personas y empresas, podremos encontrar caminos para un mundo mejor.
(1) Agradezco el comentario de Haroldo Montagu sobre este punto.

(2) como es el caso de la situación fiscal de Argentina, agravada desde abril de 2018.

(3) Dada la problemática actual del balance de pagos en la Argentina, y su proyección en los próximos años para la generación de dólares para el pago de la deuda externa y creación de empleo, se supone que este tipo de cambio –en promedio y con oscilaciones– es el que debería existir en términos constantes (compatible con lo anterior). Si esto fuera así habría que hacer un análisis de la industria que puede tener sostenibilidad de ahora hacia el futuro, en especial en territorios como el conturbano bonaerense. El resto del trabajo que no se ocupe en la industria (incluida la del software y en general al conocimiento), tendría que ser canalizado en nuevos servicios (como el turismo, el entretenimiento, etc.), la economía popular o proponer a la población sin ocupación que se desplace a economías regionales con posibilidades de incorporación de empleo.

El trabajo y las variables macroeconómicas

En el sistema capitalista son fundamentales las variables macroeconómicas. En esta nota trataremos de dar algunos ejemplos en vinculación con el trabajo.

Comenzaremos por el tipo de cambio. Si es libre o con flotación “administrada” (es decir con intervención del Banco Central para atenuar las caídas y moderar las subas) su cotización dependerá de los precios relativos de la economía (y del costo y productividad de los factores de producción) y en especial del balance comercial (exportaciones – importaciones) y más en general de la balanza de pagos (que incluye lo anterior pero también los servicios, rentas, transferencias, y cuentas de capital y financiera).

Daremos sólo un ejemplo de apreciación pronunciada y sostenida del tipo de cambio, producto de lo que se ha denominado “la enfermedad holandesa” Se le dio ese nombre por el impacto que tuvo la generación de riqueza y gran entrada de dólares por el descubrimiento en el año 1959 y explotación por parte de Holanda de yacimientos de petróleo en el Mar del Norte. Este efecto puede darse también por una gran entrada de divisas por otros motivos (deuda externa, blanqueo de capitales, inversión extranjera directa, entre los principales). También puede tener efecto más localizado: podría ser el caso, por ejemplo, del impacto de las regalías hidrocarburíferas que irá recibiendo la Provincia de Neuquén (Argentina) con el desarrollo del yacimiento de “Vaca Muerta”.

Lo anterior dará como resultado un incremento del trabajo en este sector, así como en los servicios directos e indirectos asociados, pero la valorización de la moneda local producirá un deterioro de las exportaciones de otros sectores y un incremento de las importaciones (dependiendo de las características específicas de cada rama de actividad y país), hará que se pierda trabajo en los demás sectores.

Otras variables son el costo del capital, su cantidad y canalización a la inversión, la cantidad de ahorro y de consumo, el acceso a recursos naturales valorizados por el mercado y el costo, cantidad y calificación de la mano de obra. El tipo de relación entre los capitalistas y los trabajadores también influirá en la generación o no de trabajo, así como la educación y calificación de la mano de obra.

En consecuencia que haya trabajo o no es complejo dependiendo de cómo son estas variables y su relación con la economía global y el tipo de apertura que tenga la economía de ese país. Sin abordar todas estas cuestiones de manera adecuada en el actual sistema económico no se resolverá la tematica del trabajo.

De todos modos el “mundo está cambiando” tanto por movimientos desglobalización (en especial por países como Estados Unidos, o al menos en buscar revertir flujos de inversiones y comerciales), como por el cambio climático y en especial el científico-tecnológico. Darle a este cambio un “sentido de mundo mejor” y de un postcapitalismo del compartir, sería deseable.

 

El trabajo y su retribución

En la primera entrada hicimos un breve recorrido sobre la temática del trabajo. Ahí mencionamos como comenzamos como recolectores y cazadores donde el grupo compartía lo conseguido.

Con el paso del tiempo, y en particular desde el Neolítico, la delimitación de un territorio y la aparición de un excedente y la moneda, aparece un trabajo al que se le paga un salario. Este término deriva del latín salarium (que significa pago con sal, muy valiosa en la antigüedad porque servía para conservar la carne). Con la modernidad, y en especial con la revolución industrial, se expande una «sociedad salarial«, en  el sentido que le dan Michel Aglietta y Antón Bender («Le metamorphoses de la société salariale», Paris, Calmann Levy 1966) y Robert Castel (“Las metamorfosis de la cuestión social», Ed. Paidos, Bs As, 1997). Este último autor señala, entre otras cosas: «condición proletaria, condición obrera, condición salarial. Tres formas dominantes de cristalización de las relaciones de trabajo en la sociedad industrial, también tres modalidades de las relaciones del mundo del trabajo con la sociedad global. Si bien, hablando esquemáticamente, ellas se sucedieron en el tiempo, su encadenamiento no fue lineal. Con relación a la cuestión aquí planteada -el estatuto del salariado en tanto que soporte de la identidad social e integración comunitaria-, esas condiciones presentan más bien tres figuras recíprocamente irreductibles».

Pero en la posmodernidad esta sociedad salarial está en crisis, asociada a esta globalización y al acelerado cambio científico-tecnológico. Según Hannah Arendt «lo que tenemos ante nosotros es la perspectiva de una sociedad de trabajadores sin trabajo, es decir privados de la única actividad que les queda. Imposible imaginar nada peor«.

Qué se puede hacer? Es muy difícil, pero sólo a título indicativo algunos puntos a explorar:

– Sería deseable construir otro tipo de globalización asociada a un postcapitalismo que supere al sistema actual, y donde se promueva una inteligencia artificial complementaria al trabajo humano y la cultura del cuidado y del compartir (en general, y en particular del excedente).

– Entre tanto, en el marco del sistema actual y a nivel nacional, poder realizar una política macroeconómica adecuada, hacer los cambios necesarios en el sistema educativo, ir generando nuevas oportunidades dependiendo del territorio, promover el compartir las horas trabajadas, e ir adecuando el marco regulatorio que acompañen los cambios de contexto.  En este último aspecto será fundamental desenganchar «salario» de «trabajo» buscando garantizar el derecho a un vida digna con herramientas como el ingreso universal.

– Acompañar un cambio cultural donde vivamos en un mundo en el que haya un piso de ingreso de ciudadanía (como el que venimos de mencionar), trabajos variables que nos generen un ingreso adicional, promovamos vocaciones y servidores mutuos en vez de trabajadores,  desarrollemos un ocio creativo y nos vayamos preparando para ser prosumidores (impresoras 3D en los hogares que proporcionen gran variedad de bienes que compartamos en el núcleo básico de afectos y a nivel local).

Todo lo anterior tiene supuestos «fuertes» como que la Tierra no acabe con nosotros dado el cambio climático producto de la insensatez humana y no canalicemos la agresividad unos contra otros con armas cada vez más poderosas. Podemos ir a un mundo mejor, pero no está para nada descartado ir a un mundo peor. Veremos como «juega» cada quien.

 

La globalización del rencor y el resentimiento

En un texto de Gilles Deleuze sobre el punto III de la Etica de Spinoza, expresa que este singular filósofo sigue paso a paso el encadenamiento terrible de las pasiones tristes: primero la tristeza misma, después el odio, la aversión, la burla, el temor, la desesperación, el morsus conscientiae, la piedad, la indignación, la envidia, la humildad, el arrepentimiento, la abyección, la vergüenza, el pesar, la cólera, la venganza, la crueldad…” Más adelante comentó que “la Ética dibuja el retrato del hombre del resentimiento, para quien toda felicidad es una ofensa y que hace de la miseria o la impotencia su única pasión. Y los que saben desanimar en lugar de fortificar los espíritus se hacen tan insoportables para sí mismos como para los demás”.

La temática del resentimiento es abordada por psicoanalistas como Luis Kancyper en su libro “Resentimiento terminable e interminable. Psicoanálisis y Literatura” (Ed. Lumen, Tercer Milenio, Buenos Aires, 2010). Al comienzo del primer capitulo de este libro expresa que “Albert Camus (1913-1960) encuentra en El Malentendido una forma original para exponer una tragedia universal: un mundo privado de sentido, en donde la trascendencia, la solidaridad y la amistad no tienen lugar”. Otra forma de abordaje puede ser a partir del lado oscuro o de «la sombra» (ensayo de Carl Jung, mencionado por Sergio Sinay en el diario Perfil).

Podemos afirmar, de manera simple, que todo esto emerge –en general- de la falta de amor, de haber sufrido discriminación, dominación, mal trato, agresión por parte de una o más personas, o de falta de conciencia y sabiduría (1). Hay situaciones producto de un sistema, de graves conflictos o guerras (en particular Irak y Siria, pero no sólo sino que abarca también situaciones nacionales de odio), de creencias o de prejuicios culturales, que –lamentablemente- promueven o generan estas situaciones.

Ultimamente hemos visto, entre otras cosas, violencia racista en Estados Unidos, atentados con vehiculos en Barcelona, Niza, Londres o Estocolmo, sin mencionar conflictos que hoy continúan como en Siria o en determinados países de Africa, por citar sólo algunos. El odio al diferente (al negro, al «infiel») o el considerar de «segunda» o de «cuarta» al inmigrante (por más que se le de un lugar de trabajo y vivienda) retroalimenta situaciones de resentimiento y de odio. Esto ha sido analizado en una multiplicidad de notas periodísticas como, por ejemplo, ver desde el minuto 8 al 32 de este programa o en este reportaje a Carlos Beristain que se sintetiza con el título «usar el odio es una forma de generar poder y control«.

Estamos “condenados” a convivir con estas situaciones? Podremos tratar de objetivar las múltiples causas que las generan e ir encarándolas de manera positiva tanto a nivel micro como macro? La cuestión del poder y la agresividad? Es posible generar dinámicas sociales y educativas como las de países que han abordado exitosamente el fenómeno del bullying en las escuelas o la interculturalidad y trasladarlos al fenómeno de la segregación y las causas originarias que las produjeron? Es imposible hacer esto con sectores de las minorías que puedan estar resentidos?  Los líderes religiosos y sociales pueden jugar un rol importante, así como los líderes políticos y económicos para que re-orienten las visiones y acciones agresivas y bélicas hacia la paz.

(1) Es muy interesante lo que dice al respecto el libro del Eclesiástico, 27, 33 – 28, 9:

«Rencor e ira también son detestables, el pecador los posee.
El vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de sus pecados.
Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados.
Si un ser humano alimenta la ira contra otro, ¿cómo puede esperar la curación del Señor?
Si no se compadece de su semejante, ¿cómo pide perdón por sus propios pecados?
Si él, simple mortal, guarda rencor, ¿quién perdonará sus pecados?
Piensa en tu final y deja de odiar, acuérdate de la corrupción y de la muerte y sé fiel a los mandamientos.
Acuérdate de los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo; acuérdate de la alianza del Altísimo y pasa por alto la ofensa».

Los Problemas de esta Globalización

Los europeos, y en particular los franceses, utilizan conceptos como internacionalización o mundialización como diferentes a globalización, entendiendo esta última como una modalidad particular de la primera, difiriendo en el momento de su comienzo

  • … en el Siglo XVI, al iniciarse la expansión capitalista y la modernidad occidental.
  • a mediados del Siglo XX, cuando las innovaciones tecnológicas y las comunicaciones articulan los mercados a escala mundial.
  • hacia finales del Siglo XX, cuando lo anterior se profundiza, estableciéndose mercados planetarios de comunicaciones que se consolidan al desaparecer la Unión Soviética y la división bipolar del mundo.

La literatura anglosajona, y en particular norteamericana, utiliza – en general – el concepto globalización como equivalente a los anteriores en el sentido de “escala”: local, regional, global.

Más recientemente se la ha vinculado con fenómenos como la financiarización de la economía y las crisis derivadas de la misma, y los efectos de la relocalización de la industria en una nueva división internacional del trabajo. Esta última se genera, fundamentalmente luego de la Segunda Guerra Mundial con la reconstrucción de Japón y Alemania, y el cambio de Estados Unidos con China en 1972 y el proceso que se da en este último país (véase la interesante nota de J. Fontevecchia en este link e informaciones a agosto de 2018 sobre el conflicto entre los dos países. A ello debe sumarse el drama de los refugiados de la guerra y los migrantes por situaciones socioeconómicas o de catástrofes climáticas, con sus efectos colaterales sociopolíticos en particular en Europa.

Muchos de los impactos recientes y de algunas propuestas sobre esta globalización están descriptos en un artículo de Dani Rodrik. A ello habría que agregar la nueva presidencia de Estados Unidos, su replanteo de relaciones con países como México, Unión Europa y actualmente con China, y -en general- hacia un planteo de desglobalización (esta nota lo refuerza) En una entrevista del diario Clarín a Charles Powell se expresa:

-De acuerdo al panorama internacional, hoy podríamos decir que la idea del estado como nación estaría en crisis. ¿Considera que es así? -A veces olvidamos lo recientes que son nuestros estados. El estado nación, tal y como entendemos ese fenómeno, nació en el siglo XIX. Tenemos en Europa dos estados muy jóvenes: Italia y Alemania, de 1870 y 1871. Los tres estados fascistas, las tres potencias del eje -Japón, Alemania e Italia- son tres estados nación muy recientes. En el fondo, en la Segunda Guerra Mundial estaban dando expresión a esa nacionalidad recién creada. Dani Rodrik, profesor de Harvard, dice que todo estado moderno tiene que enfrentar cómo hacer compatible la globalización económica, la soberanía nacional y la democracia parlamentaria. Concluye que es casi imposible acomodar los tres fenómenos.

-¿Por qué? -Porque la globalización económica erosiona las otras dos. Por un lado, la globalización salta por encima de nuestras fronteras, erosiona al estado nación. Y, por lo mismo, debilita a la democracia. Por ejemplo, los griegos se dan cuenta de que no importa a quién voten: al final tienen que aceptar políticas económicas diseñadas desde Bruselas.

-Si la globalización jaquea al estado en tanto nación, pareciera no haber futuro para ese sistema de organización política… – La globalización, que se aceleró después de la caída del Muro de Berlín y con la incorporación de los países ex soviéticos al mundo de la economía de mercado, está produciendo una erosión del estado-nación en el sentido convencional. La Unión Europea es nuestra respuesta a este fenómeno. Nuestros pequeños estados-nación son débiles, incapaces de enfrentar estos retos. Nuestra respuesta ha sido la integración económica y política que encarna la Unión Europea¨.

Reconfigurar esta globalización y una nueva división internacional del trabajo tal como la ha encarado Trump con Méjico y la Unión Europea, ¿será posible con China? Es prematuro saberlo (hasta mediados de 2019 parece que no), y el conflicto es muy riesgoso dadas la partes involucradas. Si bien es un re-equilibrio de poder entre los «principales jugadores del sistema», estamos lejos de pasar de lo mercantil a un comercio justo, a terminar con los paraísos fiscales y a generar tasas o impuestos a nivel internacional que permitan terminar con la pobreza y ayudar a revertir el cambio climático, promover una globalización de la solidaridad e ir hacia una autoridad mundial que trascienda los nacionalismos (hoy más fuertes por la crisis del sistema). Tal vez hoy «suene» utópico, pero analizado desde una perspectiva más amplia y sustentable seguramente valdrá la pena tratar de intentarlo para converger hacia un mundo mejor.