¿Quien gobierna el mundo? ¿El G20, G7, G2 o G cero? ¿Hacia donde?

Las posibles respuestas frente a la pregunta ¿quien gobierna el mundo? son múltiples y, seguramente, cada una de ellas contiene una parte de una verdad compleja. Entre ellas pueden estar:

  • luego de la Segunda Guerra Mundial es el sistema de Naciones Unidas (del que forman parte hoy 193 países), con sus componentes como la Asamblea General, el Consejo de Seguridad y el Consejo Económico y Social. Ello fue complementado con los Acuerdos de Bretton Woods donde se crearon instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (hoy denominado Banco Mundial), la Asociación Internacional de Fomento o la Corporación Financiera Internacional. Todo ello en el marco de una globalización cuestionada, en especial por países como EE.UU,
  • son los mercados, y en especial las grandes empresas multinacionales y el capital financiero quienes gobiernan el mundo, con gran influencia de las plataformas de las redes sociales (1). Si bien cuentan con gran poder no están nucleadas formalmente en un espacio común (sino que compiten) aunque tienen ámbitos como el World Economic Forum (es una Fundación) que buscan articularlas con los decisores políticos y referentes internacionales en temáticas público-privadas.
  • son las principales «potencias» o países del mundo con mayor poder en el mundo. A esto se refiere el título de esta nota, que ha sido tomado de un libro de Jorge Arguello, cuyo subtítulo es «el rol del G20 en el nuevo orden mundial». En una nota del diario La Nación sobre este libro se reseña que el G20 representa el 85% del PBI, el 75% del comercio y los 2/3 de la población del mundo. Este grupo emerge del G7 y G8, y seguramente dependerá de cómo se resuelva el conflicto del G2 (EE.UU. y China, tal como se muestra en la imagen de la entrada). No hay que descartar lo que plantea Ian Bremmer donde hay un «mundo G-Cero (es decir, nadie se hace cargo del nuevo orden internacional),

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Emancipación, Conflicto y Armonía

Emanciparnos como personas, en general, no sólo está vinculado con el incremento de la edad biológica sino que debería estar acompañado de un proceso de maduración personal. De igual modo se podría decir, con las adaptaciones del caso, a grupos, sectores o clases y naciones frente alguien que nos domina o no nos permite crecer.

La maduración la entendemos aquí como un proceso de mayor conciencia de posibilidades y limites del cambio, y deseablemente acompañada de sabiduría. Lamentablemente muchas veces no sucede así. Para tomar la metáfora de la dialéctica entre el amo y el esclavo, cuando el esclavo se libera de la dominación del amo corre el peligro de repetir la anterior relación de poder con otros en su nuevo escenario. La historia humana tiene numerosos ejemplos como hace aproximadamente 2600 años con la guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas luego de que se liberaran del yugo persa, hasta las luchas por la independencia en América luego de producida esta (desde el norte con la guerra de secesión hasta el sur con la lucha entre unitarios y federales en Argentina). Del mismo modo se puede decir de muchas revoluciones (desde la francesa de 1789 hasta nuestros días) donde la élite libertadora se convierte en autócratas o dictaduras con el argumento (cierto o no) de una mayor justicia social. Por lo tanto la libertad sería el precio a pagar para lograr la justicia.

Lo anterior no es para afirmar que no haya que emanciparse sino que hay que ser muy conscientes que el conflicto (o «contradicción principal») que estaba afuera -una vez desaparecido o resuelto- aparece al interior (o «contradicción secundaria» pero ahora pasa a ser «principal»). ¿Cuales serían las formas de resolverlo? La clásica es que haya un sector (el norte de EE.UU. o los federales en el caso argentino) que vencen a sus oponentes y fijan una nueva hegemonía, dando forma más definitiva a los estados nación en este caso.

Pero la rueda de la historia continúa, y el «America First» del ex presidente Trump, es un buen ejemplo de cómo la cuestión de la hegemonía a nivel internacional toma otras formas no sólo con Méjico o la Unión Europea -con los que ha llegado a acuerdos- sino con su principal rival estratégico que es China. Habrá que ver cómo evolucionará este conflicto con el gobierno de Biden.

Entre tanto el cambio climático se profundiza hacia un mayor calentamiento de la Tierra, y los migrantes y refugiados siguen pugnando por entrar a los países desarrollados, generando en muchos de ellos reacciones xenófobas o situaciones como el Brexit en Inglaterra. Todo ello en un curso cada vez más preocupante, acompañado de una creciente desigualdad, sin que la política se haga cargo de resolver «de fondo» estas situaciones.

Vinculado más con lo micro y los vínculos humanos más primarios, en la nota que reflexionamos sobre el enfoque de libertad negativa y libertad positiva de Isaiah Berlin, comenzamos profundizando el concepto de libertad negativa. Allí decíamos que si bien es bueno que nada ni nadie restrinja mi libertad, también es cierto que puede esconder una concepción individualista y defensiva frente a terceros, si todo empieza y termina con ser emancipados bajo el enfoque y la práctica de una libertad «negativa». Para tomar un ejemplo concreto, tal vez esta fue la concepción de la cultura sueca a partir de los años 70 (vinculada con el manifiesto político en 1972: La familia del futuro: una política socialista para la familia), según este link.  En el mismo se menciona el film ««La teoría sueca del amor donde se presenta aquel ambicioso manifiesto elaborado en el gobierno de Olof Palme y en el que se apostaba por despegarse de las estructuras familiares anticuadas y buscar la independencia, “el valor más sueco de todos”. “Había llegado el momento de liberar a la mujer del hombre, liberar a la gente mayor de sus hijos, liberar a los adolescentes de sus padres elaborando un manifiesto La familia del futuro”, dice el narrador de la película. La idea era que ningún adulto dependiera económicamente de ningún familiar. “El principio es muy simple: cada individuo debe sentirse como un ente autónomo y no como un apéndice de su cuidador. Y para lograrlo hace falta crear las condiciones económicas y sociales. Y a partir de ahora solo las relaciones auténticas nos mantendrían unidos”. La nota termina diciendo: «La nueva vida del doctor Erichssen, un cirujano sueco hoy en un hospital de campaña en Etiopía – “aquí he encontrado un sentido a la vida”-, y las palabras del célebre sociólogo polaco Zygmunt Bauman terminan, finalmente, por despejar la clave de la verdadera felicidad. “Los suecos han perdido las habilidades de la socialización. Al final de la independencia no está la felicidad, está el vacío de la vida, la insignificancia de la vida y un aburrimiento absolutamente inimaginable”.

En pleno siglo XXI, lamentablemente muchas culturas y países, siguen adhiriendo -en la práctica- a la frase de Lenin de que «todo es ilusión, menos el poder». La canalización de la energía humana como poder de dominación -entre personas y países- en cambio de ponerla al servicio de una armonía (como figura en la frase de la imagen de la entrada) basada en la justicia y la amistad social, por ahora sigue siendo una utopía. El problema es que los seres humanos tenemos cada vez más poder, que hay una asimetría entre poder destruir (instantáneamente) y poder crear (lleva tiempo), y que le estamos empezando a delegar a la inteligencia artificial (cada vez más autónoma) nuestras características humanas «sin filtro» o códigos éticos que a nosotros nos cuestan llevar a la práctica.

Si no cambiamos con cierta rapidez en lo socio-cultural, en lo económico y en lo político, dando un salto evolutivo de sabiduría, no tendremos destino en esta Tierra.

Suecia ¿país ideal?

Los seres humanos buscamos arquetipos con los cuales identificarnos. Esto sucede, muchas veces, también con grupos de personas en los países que -más allá de querer desarrollar sus propios caminos- se plantean «ideales» sobre aspectos globales o parciales de historias de otros países. En el caso argentino esto fue claro a comienzos del siglo XIX cuando se «importaron» y adaptaron ideas como democracia, república, ideales de la revolución francesa (libertad, igualdad, fraternidad), o del libre comercio (en especial desde Inglaterra)… a una población que no tenía -mayoritariamente- esa tradición.

En la historia reciente argentina también se ha mencionado, en alguna oportunidad, el caso de Alemania, o poder ser parte de los países de la OCDE, sólo como algunas referencias. Aquí desarrollaremos el caso de uno de los países escandinavos (*), como Suecia. De sus antecedentes históricos sólo queremos destacar estos (en negrita y cursiva lo que incidió más en el origen de la experiencia socialdemócrata), según esta fuente: «si bien su proceso de industrialización se desarrolló lentamente, la agricultura experimentó cambios importantes debido a las innovaciones tecnológicas y al crecimiento de la población. Estas innovaciones incluían programas del gobierno de cercamiento, sobre-explotación de las tierras agrícolas y la introducción de nuevas semillas de cultivo como la de la patata. Debido al hecho de que los campesinos suecos habían sido explotados como en ningún otro lugar en Europa, la cultura granjera sueca adquirió un papel protagónico en los procesos políticos, característica que se ha mantenido en el tiempo, con el Partido Agrario, (actualmente llamado Partido del Centro). Entre 1870 y 1914, comenzó el proceso de desarrollo de su economía industrial que perdura hasta hoy. Durante la segunda mitad del siglo XIX, se produjeron movimientos sociales y sindicales importantes, así como de grupos abstinentes y religiosos independientes, que comenzaron a presionar por un Estado democrático. En 1889 se fundó el Partido Socialdemócrata Sueco. Estos movimientos llevaron al país hacia una moderna democracia parlamentaria, alcanzada en la época de la Primera Guerra Mundial. Como la Revolución Industrial avanzaba durante el siglo XX, la población rural comenzó a migrar hacia las ciudades para trabajar en las fábricas y así poder ser eventualmente incluidos en los sindicatos. En 1917 tuvo lugar una revolución socialista que fracasó, la cual fue seguida en 1921 por el establecimiento de una monarquía parlamentaria de tipo democrático».

Al final de esta cita podemos visualizar que en el mismo año de la revolución rusa, hubo una revolución similar en Suecia que fracasó. Podemos decir que la burguesía sueca, tomando la frase de Borges de que «no nos une el amor sino el espanto«, visualizó -a partir de lo anterior- que era mejor ir en un sendero de compartir el excedente económico -en especial vía impuestos progresivos– con los trabajadores y población en general, e iniciar un camino de paz y bienestar que llega -con vaivenes- hasta nuestros días (1). También tuvieron la inteligencia de propiciar un desarrollo industrial con altos salarios. Seguramente, sin haber pasado por esta experiencia histórica, es difícil trasladar este sendero o «ideal» de modelo económico a otros países o economías (de todos modos siempre podemos desarrollar la capacidad de aprender de otras experiencias).

Hay notas críticas como esta que señalan que ya no es más un país tan igualitario como en el siglo pasado. Seguramente en ello han influido la caída de la Unión Soviética (como modelo alternativo y «amenazante») y la emergencia de China y las economías asiáticas en la globalización actual que la han afectado. De todos modos de la fuente señalada quisiéramos destacar dos aspectos principales:

1. A favor: «Suecia es, según OXFAM Intermon, el país mejor situado en el indicador C.R.I., que mide el Compromiso con la Reducción de la Desigualdad. Alemania es el número 5 del ranking, Francia el nº 8, Italia el 16, Reino Unido el 17 y España, entre Argentina y Hungría, ocupa el puesto 27″

2. En contra: «Según otra estadística oficiosa, en 2017 hay 112.00 suecos con un patrimonio neto (excluida la primera vivienda) por encima del millón de dólares, 3.300 suecos con más de 10 millones de dólares y 1.430 suecos con propiedades por un valor superior a los 30 millones de dólares. Hay también 188 personas en Suecia con un patrimonio superior a los 100 millones de dólares y 21 con propiedades por encima de los 1.000 millones. Todos ellos tendrán un alto nivel de consumo y bienestar, seguro, pero eso no significa que todos tengan poder de decisión, porque no es lo mismo tener que controlar. Con unos pocos millones de dólares se vive muy bien, pero de controlar la economía, poca cosa».

La historia y la cultura sueca es muy rica y variada, en un contexto de un clima duro en gran parte del año. Ha sido captada por cineastas como Ingmar Bergman y han tenido una particular manera de experimentar la libertad (o la «emancipación humana» desde una perspectiva individualista). También se ha señalado una alta tasa de suicidios, pero según esta fuente, no es de las mayores. Sin duda, como en toda experiencia humana, han habido luces y sombras. De ella lo que quisiéramos rescatar que es posible articular satisfactoriamente la equidad (o una gran igualdad) con impuestos progresivos a las personas y un gasto público muy eficiente, promoviendo trabajo calificado en un sendero de desarrollo y prosperidad. Lo mencionamos en un contexto donde en países como la Argentina se está experimentando un ajuste, discerniendo y actuando sobre su gasto público, aún no sobre la progresividad de sus impuestos (ver en esta nota sobre los límites vinculados a la posible «confiscatoriedad» en su aplicación) y si hay o no un plan de desarrollo con equidad de ahora hacia el futuro, como han tenido los suecos (2).
Así como decíamos al principio que a comienzos del siglo XIX se importaron y adaptaron ideas que «no estaban en nuestra tradición», ¿será posible en el siglo XXI tomar los rasgos esenciales de experiencias exitosas de equidad y desarrollo de comienzos del siglo XX de otros países y tratar de adaptarlas progresivamente a nuestro caso particular? ¿ser serios y eficaces con los recursos y servicios del Estado y aplicar impuestos progresivos a las personas (no a las empresas) está vedado en nuestro menú de opciones de políticas públicas?. ¿Tendrá que ser necesario pasar previamente por el espejo del espanto -como fue el caso de los suecos- o podremos obviar esa etapa? Nuestra naturaleza humana tiene rasgos que no nos permiten ser muy optimistas, pero es bueno apelar a articular sentimientos, razón y valores en línea con nuestra capacidad de aprender y dar un salto evolutivo que nos ayuden a converger hacia un mundo mejor.

(*) cabe destacar que la Argentina tiene firmado un acuerdo con Finlandia sobre la cuestión educativa. Por lo tanto se puede inferir que estamos tomando como «ideal» a estos aspectos de países escandinavos, lo cual se considera bueno.

(1) sobre la cuestión fiscal es interesante esta nota.

(2) respecto de la cuestión sanitaria vinculada con el COVID-19 y la comparación que hizo Alberto Fernández con el caso de Suecia, se puede afirmar que es difícil hacer comparaciones, o tal vez habría que hacerlas a final de un proceso. como señala este comunicado de la Embajada de Suecia.