Prevención del Embarazo Adolescente

El embarazo adolescente es una realidad en muchos países, y la imagen de la entrada menciona que en Argentina hay unos 600.000 al año, mientras que otras fuentes los elevan a 700.000.- En esta nota se hace mención a un informe de UNICEF sobre esta problemática y en este link se comenta sobre el Plan Nacional de disminución de Embarazo no Intencional en la Adolescencia (ENIA).

Un documento elaborado en Méjico sobre el embarazo adolescente hace un abordaje muy completo sobre sus principales características, los aspectos biopsicosociales de la sexualidad en esta población, sus repercusiones, la anticoncepción, la didáctica básica y la elaboración de estrategias para la prevención de embarazos no planeados, y constituye un material de consulta muy valioso.

También es muy valiosa la exitosa experiencia del profesor colombiano Luis Miguel Bermúdez, que fue premiado como el mejor maestro de Colombia por conseguir que ninguna niña de su colegio de Bogotá quedara encinta. En este video se muestra un testimonio y se explican las principales características de la experiencia de las clases de ciudadanía sexual del profesor Bermúdez.

Estas iniciativas y planes nos conducen a un mundo mejor para las y los adolescentes.

La Agenda de los Marginados

Quien está en el margen de la vida social, lo está por distintas razones: donde ha nacido y fue criado, su posibilidad o no al acceso de bienes y servicios básicos como la alimentación, la educación, la salud, la vivienda, el trabajo… etc. Por lo tanto influyen cuestiones micro y cuestiones macro o sistémicas.

¿Cual es el grado de visualización de estas situaciones, de sus causas y consecuencias (no sólo para esas personas sino también para el resto de la sociedad), así como son las posibilidades de remediación, desde lo paliativo hasta lo curativo más integral? Las respuestas son muy diversas y entre ellas podemos mencionar:

  • a veces el marginado está en una situación tal (como es el caso de los leprosos de Calcuta) que muchas veces ni siquiera tiene fuerzas para pedir,
  • como es una realidad traumática muchos «no queremos ver» o angustiarnos, por individualismo, por falta de sensibilidad, porque no sabemos cómo actuar…
  • otras veces personas sensibles, o por sus creencias religiosas, su ideología humanista, política u otro tipo de cosmovisión, buscan concientizar sobre estas situaciones y proponen distintos cursos de acción: desde los más inmediatos y urgentes hasta los que conllevan la construcción de otra sociedad o sistema socioeconómico. Esto último, en oportunidades, queda solo en el plano de lo utópico y otras veces se encuentran iniciativas y caminos para su cambio,

entre otras.

En el caso de países como Argentina, distintos movimientos sociales han podido pasar de la protesta a una agenda de propuestas, y al primero de junio de 2018 se presentan cinco proyectos de ley al Congreso. El primero de ellos es el que declara la «Emergencia Alimentaria», que dispone un relevamiento nacional para detectar a niños, niñas y adolescentes con malnutrición o en riesgo de estarlo, y el refuerzo de las partidas presupuestarias para programas alimentarios. Los otros se vinculan a la urbanización de barrios humildes y la suspensión de desalojos, una ley de Agricultura Familiar, una ley de Emergencia en Adicciones, y un proyecto para que el 25% de la obra pública sea realizada por cooperativistas. Esto se realizará en el marco de una Marcha Federal donde, además, habrán otras consignas.

Sin duda estas iniciativas requieren -además de su debate y consenso- de que se reasignen recursos y/o que otros sectores sociales que no están en esta situación hagan un esfuerzo mayor en lo impositivo y en su involucramiento social para que puedan ser viables. Una de las características del mundo de hoy, es la existencia de un capitalismo desigual donde no faltan recursos sino que hay codicia, despilfarros, mala asignación y crecientes asimetrías de poder entre personas, grupos sociales y naciones generando graves injusticias. Ejemplos de estas últimas son los millones de pobres que hay en los distintos países del mundo, las hambrunas que se producen en la región del Sahel en Africa, o los países que sufren guerras y catástrofes climáticas y humanitarias. Parte de esa población busca emigrar, por ejemplo a Europa o a centros urbanos prósperos, generando solidaridad e inclusión pero mayormente rechazo, conflictividad social y xenofobia cuando adquiere grandes dimensiones.

Si recursos no faltan: ¿en este siglo XXI podremos actuar con sensibilidad y sabiduría para reasignarlos con inteligencia? ¿puede ser que asignemos enormes recursos a la defensa, a la guerra, a viajar al espacio exterior… pero no hayamos resuelto el problema de la pobreza? De la respuesta de este tipo de interrogantes depende de que vayamos hacia un mundo mejor o no.

 

Miedo, Péndulo y Volatilidad

El miedo es parte de nuestra frágil y débil naturaleza humana, y -a veces, lamentablemente- es lo que predomina. Lo ideal sería afrontarlo, como dice Nelson Mandela en la imagen de la entrada.

La expresión del miedo en la economía tiene múltiples facetas. Una es la que menciona Michael Porter, en su rombo o diamante, explicando las distintas fuerzas o elementos que juegan en la competitividad donde se expresan las distintas amenazasla rivalidad de las empresas (podríamos extenderlo a las personas, otras organizaciones y naciones). Es un «motor» o elemento que hace que tengamos miedo «del otro» porque nos pueda dejar fuera del mercado, o de nuestro lugar, y por lo tanto diseñemos e implementemos estrategias y acciones para defendernos y contraatacar (en precios, calidad, y -a veces- utilizando medios no lícitos o la violencia). Lo ideal es que seamos competentes y no competitivos, pero la lucha por la supervivencia -y no los ideales o valores- es lo que -lamentablemente- muchas veces predomina como instinto o pulsión primaria hasta esta etapa de la evolución humana. Otra de las facetas del miedo es si nuestra memoria registra crisis recurrentes en la economía, y ello provoca inmediatamente buscar refugios (como el dólar o sacar el dinero del país). Será un reflejo que predominará para protegernos de una eventual crisis futura. Un caso emblemático es el de la economía argentina, en particular desde mediados del siglo pasado hasta la actualidad. A continuación nos plantearemos algunas hipótesis y preguntas sobre esta economía.

Entre las principales preguntas está: ¿cuales son las causales que provocan las crisis? Podríamos responder que son diversas, y entre ellas:

  • el modo de inserción de la economía argentina en la economía mundial: como proveedores de materias primas (derivadas de las llamadas «ventajas competitivas») ya sea con Inglaterra en el siglo XIX y hasta comienzos del siglo XX, y más recientemente hacia China, India y otros países. Si estos países entran en crisis (internamente o por una crisis internacional), cambian sus parámetros de calidad (por ejemplo no aceptaran cultivos en los que se usen determinados agroquímicos como el glifosato) o resuelven la dependencia de materias primas, la economía argentina entrará en crisis. Si no desarrollamos suficientemente las denominadas ventajas competitivas (vinculadas al conocimiento), la complementariedad con economías de la región y si los costos de producción (donde está el nivel de la carga tributaria en la cadena de valor, la tasa de ganancia y el  salario real en dólares, la logística e infraestructura, el costo del financiamiento, el nivel del tipo de cambio…) son muy superiores a países similares con industria (Brasil, Méjico, etc. y no digamos sudeste asiático). no podremos generar empleo con valor agregado manufacturero. Tendremos mayores importaciones y menores exportaciones, a excepción de bienes y servicios muy diferenciados. Ello generará mayor pobreza y desempleo.
  • la configuración de la estructura socioeconómica argentina: ha estado muy vinculada al punto anterior, y a una fractura o grieta que viene desde nuestros orígenes con la antinomia interior (la llamadas «economías regionales» extra pampeanas) y el puerto, Buenos Aires y los bienes y servicios generados en esta región. Ello ha tenido su expresión política en saavedristas y morenistas, unitarios y federales, peronismo y antiperonismo… y así hasta nuestros días. Esto fue muy bien planteado en lo socioeconómico por Guillermo O’Donnell (en especial en sus texto «Estado y Alianzas en Argentina, 1956-1976»), y comentado en distintas notas como esta, donde se evidencia el comportamiento pendular y su reflejo  -llamado en la jerga económica- «stop and go«. También una derivación de lo anterior es querer vivir más allá de nuestras posibilidades. Se supuso que, con los altos precios de la commodities (en particular la soja) y un alto tipo de cambio luego de la crisis del 2001 (con superávits fiscal y comercial) no íbamos a tener más crisis recurrentes y una economía desequilibrada. Pero los cambios de política económica desde 2005 y que comenzaran a reflejarse un tiempo después, eran el preanuncio de nuevas crisis (aunque, en general, no se tomó conciencia de ello). Esto se acentuó en los últimos años (ver explicación de Marina Del Poggetto del minuto 17 en adelante de este video). El nuevo gobierno que asumió el 10/12/2015 reconoció sólo una parte de los problemas, incurriendo en la ilusión -si no suponemos desconocimiento o marketing electoral premeditado- y en una exteriorización comunicacional de una salida rápida de los mismos. En función de ello implementó cerrar el litigio con los llamados «fondos buitres», salir del cepo (pero suponiendo que no iba a impactar en los precios) sacando todas las restricciones al movimiento de capitales (como el de un plazo mínimo de permanencia que agravan los movimientos especulativos de corto plazo) y la reducción gradual del déficit fiscal (con idas y venidas en la resolución de los subsidios a las tarifas), entre otros elementos (*). Supuso inicialmente también un escenario global favorable para Argentina en términos de financiamiento (que pudiera financiar el déficit fiscal hasta 2020) e inversiones (la denominada «lluvia») y del comercio, pero no anticipó las implicancias de la llegada de Trump al gobierno de Estados Unidos, y no ponderó adecuadamente el déficit en la balanza de pagos (y por lo tanto el nivel del tipo de cambio, en el marco de una flotación libre aunque administrada). Esto lo llevó a mayo de 2018 (en el marco de haber cambiado las metas de inflación en diciembre de 2017, de un cambio de expectativas de los financiadores, de incremento de la dolarización y fuga de capitales de la economía) a tener que recurrir a un crédito stand by del Fondo Monetario Internacional lo que supone incrementar el ajuste y una aceleración del gradualismo.

En síntesis, sobre el caso argentino, las crisis recurrentes (que se pueden reflejar en una especie de «montaña rusa» o con una volatilidad en los indicadores que parecen un electrocardiograma), las implicancias culturales de anticipación a resguardarse (vía dólar), a movimientos especulativos de capitales, a la grieta «estructural» que no permite -al menos- una sociedad integrada, de bienestar y sin pobreza, el no buscar formas de compartir (en general, de ganancias, de esfuerzos -más allá de avances en acuerdos con Provincias y sectores- y no sólo de pérdidas), a la falta de visión de largo plazo sobre nuestras posibilidades reales de inserción en el contexto global, de construcción conjunta de confianza y de ir convergiendo a un cambio profundo, entre otros elementos, nos impiden superar positivamente el miedo y sus consecuencias. Ello no nos conduce a un mundo mejor.

(*) por ejemplo no implementar la ley de góndolas que fomente la diversidad de oferta y una mayor competencia en el mercado de alimentos, y paralelamente que se bajaban impuestos a la producción y a la actividad económica se fueran incrementando los impuestos directos a las personas (tener en cuenta, por ejemplo, que un sector de la población de mayores ingresos gastó en turismo -en los dos últimos años- más de veinte mil millones de dólares y, por lo tanto, su contribución al bienestar general podría ser mayor).

 

Confianza

Las dos primeras definiciones de confianza del Diccionario de la Real Academia Española se refieren a «esperanza firme que se tiene de alguien o algo» y «seguridad que alguien tiene en sí mismo». Forma parte de una de las cualidades centrales del ser humano de acuerdo a la frase de la imagen de la entrada.

De acuerdo a lo indicado por esta referencia, y según psicóloga Adriana Guraieb, la confianza «es uno de los cimientos sobre los cuales se edifican las relaciones humanas.  Creer en el otro otorga la posibilidad de confiar sin que ello signifique una garantía de veracidad. «Si los seres humanos fuéramos totalmente transparentes ni siquiera haría falta la confianza, pero como no siempre somos del todo sinceros, es necesario apelar a este sentimiento». Luego agrega que «es el termómetro de la implicación y la vinculación que tenemos con los demás y, si en algún momento hay una mentira y la confianza está consolidada, entonces la persona sabrá y podrá esperar, preguntar, entender y, si hiciera falta, perdonar. Es necesario atreverse a dar, darse y otorgarse una segunda oportunidad, antes que criticar herir o cortar una relación, desde luego todo con un límite de respeto y dignidad con el otro». Siguiendo con esta fuente será fundamental «la calidad de los vínculos amorosos de la primera infancia, es decir, que el tipo de relación que haya tenido con sus padres o aquellos adultos que los criaron, determinará su relación que tengan a futuro con sus pares».

De lo anterior se deduce que la confianza es clave para la vida social, y por lo tanto para la vida económica y política. Se destruye cuando uno no se respeta y valoriza a uno mismo y al otro, prevalece un amor enfermizo hacia uno mismo (narcisismo extremo), no se cumplen las normas (prevalece la anomia) y se enfocan las relaciones en función de que «el fin que justifica los medios» y «el sálvese quien pueda». ¿Qué pasa cuando sucede lo anterior? De mínima es muy difícil tener un proyecto en común de mediano y largo plazo (con todas las implicancias que ello tiene) y se busca «resolver» esto implementando un conjunto de controles públicos «ex-ante» burocráticos (con costo de tiempo y, por lo tanto, económico) (1) para evitar situaciones de fraude. De máxima, y en épocas de crisis, terminan prevaleciendo los regímenes autocráticos (2), se cercenan las libertades y prevalece el miedo.

En el caso argentino en una nota de Marita Carballo, en el diario La Nación del 16/11/2016, se afirma -entre otras cosas- lo siguiente: «Desafortunadamente, en la Argentina sólo dos de cada diez personas declaran que se puede confiar en la mayoría de la gente, en tanto que los ocho restantes consideran que hay que tener mucho cuidado cuando se trata con los demás. Casi todos los argentinos confían en sus familias, pero el porcentaje va descendiendo a medida que nos alejamos del círculo más íntimo, llegando apenas a tres de cada 10 quienes piensan que se puede creer en la gente con la que interactúan por primera vez porque es probable que intente perjudicarlos… 

En la Argentina, esta baja confianza interpersonal va de la mano con una escasa credibilidad en la mayoría de las instituciones, sobre todo las más ligadas al sistema político. Las dos instituciones en las cuales se confía mayoritariamente son la Iglesia (65%) y las ONG (63%). Las más críticas son los partidos políticos (15%), los funcionarios públicos y los sindicatos (17%), la Justicia (18%) y el Congreso (26%)».  Lamentablemente no hay evidencias de que hayan habido cambios sustanciales de esta situación -al mes de abril de 2018- no sólo a nivel de la población sino en declaraciones de Ministros y sus implicancias a nivel internacional.

Es de esperar que haya cambios culturales significativos, no sólo en Argentina sino también en los demás países que presentan situaciones similares, así  como entre países donde predominan relaciones de dominio generando un mundo preocupante y crecientemente desigual. Podemos tener la certeza que con desconfianza no construiremos un mundo mejor.

(1) en cambio de implementar normas de autocontrol de proceso y de resultado (posibles de ser auditadas), así como normas públicas de control ex post eficaces, ágiles y muy severas en sus condenas para quienes infringen las normas (como es el caso de países del norte de Europa).

(2) una versión satírica de esta situación se puede ver en la película cubana «La muerte de un burócrata«.

¿Economias Desequilibradas y Enfermas?

La idea de equilibrio viene desde la antigüedad, y es aquella condición de la materia (o de un cuerpo) que le permite ser estable con respecto a las fuerzas con las que interactúa en el espacio donde se encuentra. Toma características específicas en la economía clásica, luego es formalizado en la economía neoclásica como teoría del equilibrio general por León Walras. En cuanto al concepto de equilibrio, hoy sabemos que -según autores como Ilya Prigogine– es una situación muy particular, y lo que predomina dinámicamente es el desequilibrio y el caos (como «n» situaciones).

Coincidiremos que la desarmonía y el desequilibrio en la relación entre personas, sectores, regiones o países no es deseable y es fuente de conflictos, muchas veces violentos. Toma, en general la forma de desigualdad y por lo tanto de injusticia. Si el enfoque es reparar estas injusticias se requiere jugar la libertad positiva en acciones afirmativas o re-equilibradoras. En esta reflexión haremos referencia a un caso particular vinculado al título de la nota, con especial enfoque al caso argentino.

Relacionado con lo que venimos de mencionar, esta temática ha tenido múltiples aplicaciones en economía, como es el caso de las «estructuras productivas desequilibradas» (EPD) que desarrollara particularmente el ingeniero, empresario y economista argentino Marcelo Diamand. Ha escrito numerosas publicaciones y libros, y en un acto en su honor del 8/7/2011 se presentó el libro «Ensayos en Honor de Marcelo Diamand» por parte de sus compiladores (Pablo Ignacio Chena, Norberto Eduardo Crovetto y Demián Tupac Panigo) donde se sintetiza, comenta y actualiza su análisis de manera muy rigurosa y precisa en cuanto a sus principales aportes.

No nos es posible sintetizar 349 páginas del libro mencionado, pero glosando algunos capítulos, podemos afirmar que «la EPD es una forma específica de heterogeneidad estructural. De acuerdo con este punto de vista específico, Argentina muestra un desequilibrio estructural entre la productividad del sector primario exportador y la productividad industrial (Diamand, 1986). La opción por la industrialización implica precios industriales superiores a los precios internacionales. Sin embargo, el tipo de cambio se basó en los costos del sector primario, que por razones naturales (fertilidad, etc.) es el más productivo».  Más adelante en el Capítulo 4 se dice que «en tal contexto, con base en el tipo de cambio «pampeano» (hoy se trataría de un tipo de cambio «sojero-financiero», ver Curia, 2008), cuando se traducen en dólares, los precios industriales resultan superiores a los internacionales. Enseguida Diamand aclara un gran malentendido. Distintos analistas han tendido a explicar la carencia de exportaciones industriales y los más altos precios fabriles como resultante de una presunta «ineficiencia» del sector industrial. En verdad, la industria no es que no exporta por ser «ineficiente» sino porque no puede competir con la productividad «natural» del agro, del mismo modo que «los altos precios industriales en Venezuela se deben a la incapacidad de la industria local de competir con el petróleo venezolano y los altos precios industriales chilenos a su incapacidad de competir con el cobre chileno» (Diamand, 1972: 9). ¿Por qué el tipo de cambio se fija en base al sector primario? Este es el tipo de cambio «natural» al momento de lanzarse la industrialización. Las exportaciones argentinas son exportaciones agropecuarias (no hay otras). Por ende la paridad cambiaría refleja este hecho. Sin embargo, el problema persiste: ¿por qué una vez iniciada la industrialización, cuando ya existe un incipiente sector industrial, el tipo de cambio no se fija en niveles «pro-exportaciones industriales»?»

En el centro de las propuestas de Diamand para resolver la EPD estará la fijación de tipos de cambios múltiples a través de derechos de exportación favoreciendo las exportaciones industriales, junto a una política de sustitución de importaciones, y otros instrumentos de política. En el capítulo 10, página 159 del libro mencionado, Jorge Remes Lenicov explica que «los derechos de exportación no están prohibidos y respetan lo establecido por GATT/OMC en 1994. Esto explica porque son aplicados por algunos países desarrollados (Canadá, Noruega y Nueva Zelandia) y muchos países en desarrollo (Indonesia, China, Rusia, India), básicamente para los productos agrícolas y pesqueros».

Tener en cuenta lo anterior conlleva a «salir del péndulo de Diamand» de la historia económica argentina, entender -desde un punto de vista racional- la complejidad sistémica de una estructura productiva heterogénea como la Argentina (Capítulo 3, del libro mencionado) donde sus características hacen que el sector más productivo sea a la vez el proveedor de bienes salario en el mercado interno (a diferencia de Bolivia y otros países donde la minería es preponderante) por lo que el valor en dólares y el tipo de cambio sean cruciales para los precios internos (y por lo tanto en el nivel de inflación). El problema, según nuestro entender, fue que la instauración de derechos de exportación luego de la salida de la convertibilidad (como en otros momentos de la historia argentina) tenían «lógica» dado el gran salto devaluatorio que implicó su salida, pero luego se utilizó de manera discrecional y abusiva que tuvo un momento crítico con el conflicto de la llamada «Resolución 125» y su rechazo en el Congreso. Además de este tema puntual ha habido mucho debate sobre como afrontar esta problemática y hay análisis críticos de este enfoque como el que hizo Santiago Chelala.

El fenómeno de la EPD tiene similitudes, aunque no es lo mismo, con la denominada «enfermedad holandesa» (imagen de la entrada, a la que se le dio ese nombre por el impacto que tuvo la generación de riqueza y gran entrada de dólares por el descubrimiento en el año 1959 y explotación por parte de Holanda de yacimientos de petróleo en el Mar del Norte) o «maldición de los recursos naturales» que hemos comentado en otra entrada. Esto es mencionado en el libro de referencia (en la Introducción, por Aldo Ferrer y Jorge Remes Lenicov) planteando su carácter pasajero como «enfermedad» y la diferencia si afecta a países desarrollados o en vía de desarrollo. También es mencionado por Joseph Stiglitz, en un articulo de 2005 («Making natural resources into a blessing rather than a curse». En Schiffrin, A., y Svetlana Tsalik, A. (Eds). Covering Oil: A Reporter’s Guide to Energy and Development. New York: Open Society Institute) donde propone cambiar el enfoque de «maldición» por el de «bendición» en la medida que se instrumenten un conjunto de políticas económicas que él sugiere (por ejemplo crear fondos de estabilización como hicieron Noruega y otros países).

Como síntesis, y teniendo como trasfondo el caso argentino, nos animamos a decir:

  • la enfermedad holandesa, o los fenómenos descriptos por ese nombre, son reales y deben ser tenidos muy en cuenta, en especial si se desarrollan de manera significativa -por ejemplo- recursos asociados al yacimiento de Vaca Muerta o si el valor de los granos de soja se incrementan significativamente en el mercado internacional,
  • en el año 2024 se la ha aplicado en notas como esta, También se la aplicado a las provincias en trabajos como este: “Enfermedad holandesa en las jurisdicciones subnacionales: una explicación del estancamiento Marcelo Capello y Alberto Figueras. Revista Cultura Económica Año XXV • No 69 • Agosto 2007: 15-24” que se encuentra en internet.
  • la estructura económica económica desequilibrada se da en muchos países, y entre ellos -de manera particular- en la Argentina. Ha sido muy analizada por Marcelo Diamand y colaboradores, tal como se especificó más arriba. Es fundamental tenerlo muy presente tanto a nivel de diagnóstico (en sus implicancias productivas y distributivas) como de propuestas de política económica.
  • En cuanto a las propuestas de política económica, los derechos de exportación tienen una larga tradición en Argentina hasta la actualidad. Lamentablemente la extracción de una renta excesiva al sector agropecuario durante el ex IAPI (que Perón revisó conceptualmente en 1973) hasta las políticas llevadas a cabo por Guillermo Moreno durante el gobierno de Nestor y Cristina Kirchner, tuvieron como resultado no sólo la «no inversión» (como el caso del sector energético) sino también la desinversión (como el caso de la liquidación de vientres del sector ganadero) por citar sólo dos ejemplos. Cuando fue (o se visualizó) como excesiva o expropiatoria tuvo efectos muy indeseables para la economía.
  • En el marco de lo anterior es difícil un debate desapasionado en la Argentina sobre la temática de las retenciones. Al respecto es interesante, desde el punto de vista técnico económico y político este artículo de Eugenio Diaz Bonilla. En el marco de que en el año 2018 el dólar pasó de $20 a $ 40, y que desde abril se generó una mayor inestabilidad cambiaria, a comienzos de septiembre se anunció una política de derechos de exportación generalizada a fin de recaudar fondos para ir un déficit fiscal cero (*).

Ojalá se pueda incluir en los consensos básicos de políticas de estado de desarrollo productivo esta realidad planteada en este nota, o una eventual enfermedad holandesa por un desarrollo exitoso del yacimiento de Vaca Muerta, sin mezquindades, dogmatismos, racionalidad y teniendo conciencia que es para bien de todos.

PD: Agradezco los comentarios de Jorge Remes Lenicov respecto del desafío que conlleva incluir a los servicios exportables y la economía digital (como fenómenos nuevos respecto del planteo original de Diamand) y que los reintegros para las economias regionales tienen un limite: solo pueden existir para cubrir los impuestos indirectos. Si fueran superiores se convierten en un subsidio y eso no está permitido por la OMC. También agradezco los comentarios de Juan Carlos Esteves sobre el Plan Krieger Vasena.

 

Economías Ajustadas

El realismo de tener las velas ajustadas (como dice la imagen de la entrada) en tiempos considerados normales puede desafiar el sentido común. ¿Por qué hacerlo?, ¿si todo va bien?, ¿si no pasa nada grave…? La respuestas pueden ser porque el descontrol no nos lleva a nada bueno, y hay países que intergeneracionalmente han aprendido de que hay ciclos de bonanza y de penuria en la historia, y por lo tanto son precavidos. Un caso interesante es Noruega con su fondo soberano.

Es más complejo, tensionante y angustiante ajustar en tiempos difíciles cuando hay una economía desequilibrada o con un pronunciado déficit fiscal, y derivaciones como alta inflación. El ajuste puede permitir salir de esta situación en un determinado período de tiempo, no dar resultado o agravarla (por ejemplo, si se generara una caída significativa de la actividad económica que amplíe el déficit fiscal en cambio de reducirlo). Dependerá de cómo se implemente, el contexto nacional e internacional y el grado de consenso entre las distintas fuerzas políticas y que tenga en la población. Sobre esto último será fundamental si los «esfuerzos son repartidos», donde haya un mayor esfuerzo de los que más tienen.

El camino del re-equilibrio tiene algunos componentes universales, pero luego -en lo particular- hay muchas variantes. En otra entrada hemos tratado de abordar esta temática de lo universal y lo particular. Los denominados programas de ajuste o estabilización, muchas veces han tenido el acompañamiento del Fondo Monetario Internacional (por ejemplo con un acuerdo Stand-By), como «prestamista de última instancia» (a tasas menores que las del mercado, pero con condicionalidades). A veces las condicionalidades se fijaron con una injerencia muy directa en las medidas y otras más indirecta fijando metas de reducción del déficit pero dejando al país que implemente las medidas que considera viables.

En mayo de 2018 la Argentina decidió solicitar ayuda al FMI. En un artículo de Ramiro Albrieu y Guillermo Rozenwurcel se expresa que «el regreso al FMI ¿es buena o mala noticia para Argentina? Es pronto aún para saberlo. Si el acceso al financiamiento del FMI no tuviera costos, sería una de las primeras opciones de endeudamiento externo para cualquier país: tasas bajas, plazos largos, negociación abierta en caso de atrasos. Pero claro, el problema es que sí los tiene, desde la estigmatización en los mercados internacionales hasta las posibles condicionalidades a las políticas domésticas y las previsibles reacciones de rechazo de buena parte de la ciudadanía» (1). La temática del acuerdo con el FMI fue actualizada en esta nota así como el artículo de Guillermo Rozenwurcel y Ramiro Albreu al 21/11/18Visto desde mediados de 2019, se puede observar que el consumo, la actividad del sector productivo de la economía (a excepción del agro, el turismo y la energía) y el empleo se han venido deteriorando seriamente (sin una mejora clara a la vista), con los consiguientes costos sociales y políticos (resultado de las PASO y sus implicancias económicas).

Los programas de estabilización de la economía para atacar sus desajustes han sido muy diversos en el mundo. En el caso de Israel en esta nota se explican sus principales rasgos donde se combinaron distintos instrumentos, con especial énfasis en la reducción del déficit presupuestario, a lo largo del tiempo.

Hay otros casos más complejos y con muchos vaivenes. En este artículo sobre Portugal se expresa que «en 2011, Portugal estaba al borde de la ruina. Había tenido que pedir un rescate de 78.000 millones de euros (US$91.000 millones al cambio actual) a la «troika» del FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Al igual que pasó con Grecia, la «troika» impuso durísimas condiciones de austeridad fiscal, que un gobierno conservador en Portugal intentó hacer cumplir. Miles de empleados fueron despedidos. Se recortaron los salarios. Incluso muchos días festivos fueron cancelados por un gobierno que intentaba evitar la quiebra nacional. El desempleo llegó a un calamitoso 16% en 2013. En ese contexto, las elecciones de 2015 parecían presagiar más problemas para Portugal. El electorado rechazó la austeridad y puso en el poder a una coalición de socialistas con comunistas y otros partidos de extrema izquierda. «Las políticas que implementó el gobierno de Antonio Costa iban en contra del recetario tradicional. Se revirtieron los recortes salariales del anterior gobierno. No es que se aumentaran los salarios. Simplemente se recuperaron de los recortes que habían sufrido durante la época de la troika», recuerda Freire a BBC Mundo. También se restauró una jornada laboral de 35 horas semanales para empleados públicos, se recuperaron las pensiones y se aumentó el salario mínimo. Lo novedoso es que estos programas sociales se hicieron «de una manera fiscalmente responsable«, le dice Freire a BBC Mundo. Se combinaron con otros recortes en el gasto estatal que le permitieron a Portugal mantener los objetivos de reducción del déficit. El crecimiento anual se acerca al 3% y, por primera vez en una década, el desempleo cayó a menos del 10%. Las exportaciones y los ingresos por turismo han aumentado vertiginosamente».

De acuerdo a lo expresado no hay una conclusión unívoca (2) acerca de los caminos a recorrer, con o sin ayuda del FMI, para re-equilibrar una economía. En todos los casos, como se expresa en la experiencia de Portugal, hay que actuar «de manera fiscalmente responsable», buscando que la economía retome paulatinamente su sendero de crecimiento y que los esfuerzos estén repartidos de manera equitativa. Hacia finales de septiembre de 2019, Alberto Fernandez, candidato a Presidente por el Frente de Todos, expresó que aspira -en caso de ganar- encarar una re-negociación de la deuda externa similar a la realizada por Uruguay en 2002.

(1) se ha colocado este texto a modo de introducción a la temática del caso argentino. El 7/6/2018 el Gobierno y el FMI anunciaron el acuerdo. Ante las dudas de que la economía argentina pudiera cancelar todas sus deudas y la inestabilidad cambiaria que se generó, el 26/9/18 se firmó un nuevo acuerdo con cambios en la política monetaria y cambiaria (ver este link). Sobre el debate si el ajuste hay que hacerlo de manera gradual (y ¿a qué ritmo?) o como shock, se ha opinado mucho y variado, y al respecto es interesante esta nota escrita en 2017 sobre «la economía política del shock y del gradualismo«.

(2) hay opiniones como esta que consideran que siempre es negativo un acuerdo con el FMI. De todos modos no está muy claro cuales son las alternativas viables cuando se acaba el financiamiento de los mercados y no se quiere financiar el déficit fiscal con emisión monetaria. Quedaría la alternativa de incrementar impuestos directos a las personas de mayores ingresos y poner derechos de exportación, mientras también se reducen en gastos superfluos o improductivos, así como un ajuste -en términos reales- de los gastos corrientes. En cada caso habrá que determinar si las magnitudes resultantes son significativas para solucionar la crisis (o hay que apelar a alternativas más drásticas y dolorosas para los sectores involucrados), y cuales son los senderos posibles de re-equilibrio insertos en un programa general de desarrollo y equidad. En cuanto a la metáfora de las velas ajustadas y el viaje es interesante esta nota de Marina Dal Poggetto.

 

Economías dolarizadas

El dinero, a lo largo de la historia, estuvo asociado a territorios y luego a naciones. Cuando pasó de dinero metálico a dinero papel se requirió de que estuviera respaldado en algo «sólido» como el oro (de allí el «patrón oro») y posteriormente en un mix donde el oro estuvo también acompañado de diferentes divisas. El valor de las divisas ha estado relacionado a la competitividad y poder de una nación en determinado periodo de tiempo, como es el caso -en la actualidad y a nivel global- del dólar estadounidense, y en menor medida el euro y otras monedas.

Hay naciones que, por su escaso tamaño o relevancia en términos económicos, han optado por adoptar directamente la moneda de un país hegemónico, como es el caso de Hong Kong, El Salvador u otras como Panamá que han dolarizado su economía. Pero también ha sucedido que economías de mayor tamaño, como Ecuador, se vió forzada en enero del año 2000 a adoptar el dólar como moneda (en reemplazo del sucre) por circunstancias dramáticas de su economía. En el caso de este país está bien explicado en este documento. Más en general hay especialistas, como Guillermo Calvo, que sostiene que hay economías, como Alemania o Francia, que están usando el euro que ellos no producen (sería una «eurización»). Esto les ha dado estabilidad y crecimiento a esas economías, pero -podemos agregar- le ha traído grandes dificultades a otras (como el caso de Grecia).

Los casos mencionados de Hong Kong, Panamá o Ecuador son de una «dolarización» formal pura o completa. Pero hay casos de dolarización parcial, informal….de economías de mediana y alta inflación (o hiperinflación como es el caso hoy de Venezuela), donde sus habitantes descreen de que su moneda tenga las características de reserva de valor o que, como medio de cambio, su valor se evapora muy rápidamente.

Allí se presenta el caso de economías bimonetarias con tipo de cambio flotante, como es el caso argentino en el 2018. En una nota que escribiéramos hacia septiembre decíamos, entre otros conceptos, que «la política monetaria y el sector financiero tendrían que tener instrumentos que fomenten la canalización del ahorro hacia la inversión, evitando la especulación y vehiculizando los dólares fugados hacia los sectores productivos. Para esto hay que reconocer que la mitad del pbi está en dólares fuera del circuito productivo (es decir que hay una dolarización “real” de una parte importante del ahorro), y que la solución no es la dolarización “formal” de la economía. Pero sí hay que fomentar y difundir instrumentos (como las obligaciones negociables en dólares), así como crear otros (vía bancos, plataformas virtuales) que faciliten -en el marco de una economía bimonetaria- la entrada al circuito formal de inversión productiva«.

Hay que tener en cuenta que la Argentina (*) en los 90 viene de una experiencia de economía, de alguna manera, bimonetaria con una conversión o convertibilidad con tipo de cambio fijo entre el dólar y el peso (el 1 y 1) donde se logró parar la inflación (éxito), pero no se logró flexibilizar otras variables y realizar reformas estructurales (fracaso), fue muy vulnerable ante shocks externos («efecto tequila») y no logró sostenerse colapsando en el año 2001. Una solución «madura» -es decir partir de reconocer las causas del problema-, y que mencionamos en la nota de más arriba, sería «tener una macro previsible y más o menos equilibrada, que incluye una inflación baja, una rentabilidad razonable para la inversión productiva, y un tipo de cambio real estable… Porque la dolarización de facto se debe a la incertidumbre y depreciación del peso, originada en los desequilibrios macro, la falta de proyectos productivos y el permanente cambio de las reglas de juego». Esto conlleva tener una acuerdo sociopolítico amplio y concreto de no tener déficit fiscal (y preferentemente cierto superávit fiscal), bajar sustancialmente el déficit de balanza de pagos con medidas que estimulen la competitividad sistémica y -entre tanto- un tipo de cambio alto en términos reales. Por lo menos, durante cinco años, hasta que se puedan generar muchos dólares con recursos como Vaca Muerta. De todos modos esto último no resuelve problemas de empleo productivo en territorios como el conurbano del Gran Buenos Aires, y deben adoptarse estrategias y medidas complementarias que si lo vayan resolviendo.

Tener conciencia de estas cuestiones y poder obrar seriamente en consecuencia nos puede conducir a un mundo mejor. Sino los ciudadanos optarán por una moneda estable y esto tendrá impactos como los que indicamos.

(*) Sobre el caso argentino actual se han publicado muchas notas. Entre algunas de ellas se puede citar esta de Marcelo Bonelli que -entre otras cosas- dice: «Larry Kudlow, jefe de asesores económicos de la Casa Blanca, lo dijo: “La convertibilidad derribó la inflación y mantuvo la prosperidad”. David Malpass, el actual interlocutor en el Tesoro de Nicolás Dujovne, es un amante y defensor de los mecanismos del “patrón oro” y de los tipos de cambio fijos. Ambos encajan en un sistema de convertibilidad. Pero las sugerencias no habrían prosperado. Se truncaron las conversaciones. Las autoridades argentinas explicaron que una convertibilidad requiere una ley que nunca será aprobada en el Congreso.» Por su parte  Ricardo Kirschbaum plantea el caso de la dolarización para Argentina como una forma geopolítica de EEUU de enfrentar a China.  Ha vuelto a tomar actualidad, a partir de la propuesta de Javier Milei (recientemente aclaró que no sería en el año 2024) y de Ocampo-Cachanosky. Sobre planteos críticos a la dolarización en Argentina está -por un lado- quienes sostienen que la dolarización bajaría drásticamente la inflación causada por la emisión monetaria (se debe aclarar que hay otras causas), que la historia demuestra que somos «incorregibles» y que puede volver el populismo (entonces lo mejor es dolarizar) y quienes sostienen lo contrario, como se puede ver este video (con la opinión de Daniel Artana), esta nota, la opinión de más de 200 economistas, los pros, contras y características en este artículo, la opinión de Juan Llach, o esta, entre muchas otras.

Economias con Movimientos de Capitales Especulativos

El dinero ha fluido entre personas y países desde sus orígenes pero ha tomado velocidad con el desarrollo del capitalismo, la globalización y la financierización de la economía. Sobre esta temática es relevante este libro de la CEPAL.

La corriente principal de la economía ha postulado que, para que haya un equilibrio general a largo plazo, se debe garantizar el libre movimiento de factores como los capitales, los bienes y servicios (el comercio) y las personas -en tanto trabajadores-. Esto último ha tenido muchas restricciones (sólo un ejemplo es la política de Donald Trump, en Estados Unidos, con los migrantes), pero en el caso de los capitales ha tenido una historia donde se ha fomentado su libre movimiento aunque con restricciones en determinados períodos y países. Los capitales son fundamentales para la inversión, pero -a veces- se han centrado en movimientos meramente especulativos de corto plazo (entrando y saliendo de los países sólo para hacer una diferencia de ganancia).

Un economista de gran formación y Premio Nobel de Economía, como James Tobin, propuso una tasa (ver imagen de la entrada) para gravar las transacciones financieras, buscando eliminar los movimientos especulativos de corto plazo, amortiguar las fluctuaciones del tipo de cambio y las crisis financieras (en especial en los países emergentes o fronterizos de la economía global). Entre los debates que la misma generó posteriormente, se la vinculó -entre otros- a los movimientos antiglobalización, a su aplicación a la reducción de la pobreza y al daño medio ambiental.

Si bien no ha podido ser implementada a escala global (por el rechazo de los sectores vinculados a las finanzas y a determinados países como Inglaterra y Estados Unidos), hay países que han tomado medidas (aceptadas por el FMI) para reducir los movimientos especulativos y evitar la volatilidad ligada a capitales «golondrinas» (véanse estudios como este). Ellas han sido desde las más intervencionistas y extremas (como el caso de Venezuela en la actualidad o el denominado «cepo» cambiario -con otras medidas colaterales- en la Argentina) que terminan siendo muy dañinas en el tiempo, hasta países que lo tuvieron durante un tiempo como Chile u otros de manera más persistente como la India. En el caso de la Argentina, además de lo mencionado del cepo, hubo diferentes políticas como las del ministro Lavagna que había establecido un plazo de permanencia de un año para los capitales externos, el ministro Prat Gay lo bajó a 120 días y el Ministro Dujovne (Resolución 1/2017) lo eliminó. El debate se reabrió en mayo de 2018 con un aumento de la volatilidad expresada en una corrida cambiaria y la salida de capitales. Esta última tuvo distintas causales, como el cambio de metas de inflación de diciembre 2017 y las dudas sobre la sostenibilidad de la política económica (en particular la de neutralizar la emisión de pesos por la entrada de dólares, originalmente con Letras denominadas LEBACS y más recientemente con  Leliq a una tasa del 70% anual). Al respecto son interesantes las enseñanzas de China, en general y para Argentina, según esta nota de Eduardo Fidanza comentando un artículo del Wall Street Journal  (con la salvedad de que no hay políticas de ingresos).

Tal vez podamos concluir que la fijación prudente (y a veces acotada en un período de la historia económica) de normas nacionales -como un plazo mínimo de permanencia para la entrada de capitales- (*) y el fomento de la inversión nacional como extranjera en el desarrollo productivo, son cuestiones deseables para disminuir la especulación y fomentar el empleo. Aunque -por el momento- es difícil implementar la tasa Tobin a escala internacional (v.g. la Unión Europea), vincularla al logro del financiamiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas y a la disminución de la desigualdad, no por ello se debe dejar de promover e impulsar instrumentos tan significativos como este. Ello nos puede ayudar a converger hacia un mundo mejor.

(*) esto es posible mientras se esté en la categoría de «país de frontera» según la categorización que hace Morgan Stanley. Cuando se pasa a «país emergente» ya no es posible apelar a este tipo de regulaciones.

PD: la temática de esta nota está relacionada con el documento del Vaticano del 17/05/2018, denominado «Oeconomicae et pecuniariae quaestiones.- Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunos aspectos del actual sistema económico y financiero».

 

Prevención del Delito

Hay muchos tipos de delitos y teorías vinculadas con los mismos. En esta breve nota sólo quisiéramos hacer una reflexión sobre algunos delitos penales contra la vida que han tomado notoriedad en países como Estados Unidos, España o Argentina.

La imagen de la entrada se refiere a un hecho, de febrero de 2018, donde un joven, Nikolas Cruz, de Florida (USA), mató a 17 personas de una escuela de la que había sido expulsado. Si bien esta fuente señala que «Jim Gard, un profesor de la escuela, dijo que los trabajadores fueron advertidos de que el exestudiante suponía una amenaza y no se le debía permitir el ingreso al colegio con una mochila. «Hubo problemas con él el año pasado amenazando a estudiantes y creo que se le pidió que abandonase el campus», dijo Gard al diario Miami Herald». Por lo tanto falló la prevención policial, falló el acceso irrestricto a proveerse de armas, la escuela y su articulación con la prevención de salud mental, así como la de su reciente familia -que hizo lo que pudo y no visualizó la gravedad del caso- luego de la muerte de su madre adoptiva. La principal propuesta del Presidente de Estados Unidos es armar a los docentes a fin de minimizar las muertes (acotar las consecuencias) que pudieran generar este tipo de casos en el futuro. Todos las demás prevenciones y cuidados están ausentes.

En una nota de David Trueba, en el diario El País de España, señala que «se sabe con datos certeros que en los países donde el Estado aplica la violencia y la reciprocidad contra los criminales, el número de asesinatos en lugar de reducirse tiende a aumentar. En Norteamérica padecen más crímenes las circunscripciones que mantienen la pena de muerte que las que no la aplican. La explicación es sencilla, los seres humanos tienden a imitar los comportamientos de las figuras paternas y de las instituciones bajo las que viven. Los españoles que aspiran a un plan satisfactorio para reducir el número de asesinos y amenazas sociales, no tan grande como les hacen creer cuando conviene, deberían exigir a los responsables políticos que dejen de engañarlos con falsas soluciones. La mejor receta para reducir el crimen es más gasto en educación, planes certeros para atajar el machismo dominante que acaba con una niña o una mujer cada semana en España, dotar de más medios a la psiquiatría estatal, luchar contra la desigualdad de recursos, reparar las cotas crecientes de marginalidad social y mejorar la atención de menores delincuentes y presos convictos para que su paso por las instituciones de reforma y castigo sea reparador. El crimen sin sentido siempre existirá, no le sumen la mentira».

En la Argentina también se ha dado el debate por un hecho protagonizado por un policía (de apellido Chocobar), respecto de si actuó bien o no frente a un delincuente que había acuchillado a un turista norteamericano. El abogado Ricardo Gil Lavedra menciona en un artículo, en el diario La Nación, los riesgos de una demagogia punitiva, en este caso -así como en otros- frente a un joven drogadicto donde también falló la familia, la institución educativa, la carcelaria y la sanitaria como prevención, más allá de la capacitación policial y los protocolos de actuación de la misma.

En otra nota abordamos la cuestión de las armas. Coincidiremos que su uso para resolver los conflictos humanos es la última y peor instancia dentro de la historia de la humanidad. Es increíble que en pleno siglo XXI nos retrotraigamos a aplicar el arquetipo del «far west» (para no ir más atrás), y no incorporemos la dimensión del cuidado (muy vinculada al arquetipo de lo femenino) y de tener capacidad anticipatoria de seres que nos consideramos inteligentes pero poco sapiens o sabios. Abordar una reflexión colectiva y un cambio cultural sobre esta temática nos puede ayudar a construir un mundo mejor.

 

Principios, Derechos y Contextos

Los seres humanos, por más pragmáticos que seamos, tenemos principios, criterios, sistemas de ideas… La historia humana, con muchas dificultades, avances y retrocesos, ha evolucionado construyendo culturalmente y socialmente derechos como -a nivel global- la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Lo anterior no quita que, en cada generación y contexto, haya violaciones, excepciones, involuciones o desviaciones, de esta aspiración universal que ha sido plasmada en normas nacionales y acuerdos internacionales. Es un «piso trascendental» en la historia de la civilización que debería ser acompañado de «ir más allá» del mismo.

Ahora bien, las normas se reglamentan (a través de los poderes del Estado) y se aplican a través de procedimientos en cada contexto específico, que es «diverso o particular». Al respecto quisiéramos dar dos ejemplos concretos: uno en lo referido a normas procesales en lo penal y otro en lo que se refiere a procedimientos de intervención en el mercado.

En lo referido al primero nos basaremos en las declaraciones de un Fiscal argentino, (el Fiscal Delgado) en el Programa «Mesa Chica» de La Nación +, donde en el minuto 36 en adelante, hace una reflexión a partir de un fallo de la justicia (la muerte de una niña en el Conurbano bonaerense por parte de una persona reincidente en la Justicia que tenía un informe de peritos judiciales recomendando que «no estaba en condiciones de que se le diera la libertad condicional«, a lo que el Juez interviniente «no hizo lugar» y lo liberó). Hace una crítica (ver en el video) respecto de ser fanáticos de las normas procesales: aplicar las leyes sin tener en cuenta los contextos y las consecuencias que van a tener las decisiones en los mismos (creer que estamos «en Noruega» y no en algunas situaciones concretas como la mencionada).

El segundo caso se refiere a un procedimiento económico, y es el que mencionáramos en la entrada que abordamos la cuestión del mercado, donde en la segunda alternativa repecto de ¿qué hacer» mencionábamos la de intervenirlo fuertemente (ir en dirección al “todo“). Allí intentamos fundamentar que, si bien la intención podía considerarse como «buena», los resultados finalmente terminan siendo malos.

Los ejemplos que acabamos de comentar hacen referencia a la relevancia que tiene la capacidad de discernimiento. A esta temática se han referido personas muy diversas que van -entre otros- desde Ignacio de Loyola a Blaise Pascal. De este último hemos puesto en la imagen de la entrada una frase específicamente relacionada con esta temática. Buscar el bien o lo mejor (en expresión del Fiscal Delgado: «llegar a ser Noruega») de una norma o una medida no es suficiente, sino que tenemos que hacer un esfuerzo para poder captar todas las cuestiones complejas que están en juego en una situación determinada. Si no sabemos discernir podemos terminar en un mundo peor y no en un mundo mejor.