¿Economias Desequilibradas y Enfermas?

La idea de equilibrio viene desde la antigüedad, y es aquella condición de la materia (o de un cuerpo) que le permite ser estable con respecto a las fuerzas con las que interactúa en el espacio donde se encuentra. Toma características específicas en la economía clásica, luego es formalizado en la economía neoclásica como teoría del equilibrio general por León Walras. En cuanto al concepto de equilibrio, hoy sabemos que -según autores como Ilya Prigogine– es una situación muy particular, y lo que predomina dinámicamente es el desequilibrio y el caos (como «n» situaciones).

Coincidiremos que la desarmonía y el desequilibrio en la relación entre personas, sectores, regiones o países no es deseable y es fuente de conflictos, muchas veces violentos. Toma, en general la forma de desigualdad y por lo tanto de injusticia. Si el enfoque es reparar estas injusticias se requiere jugar la libertad positiva en acciones afirmativas o re-equilibradoras. En esta reflexión haremos referencia a un caso particular vinculado al título de la nota, con especial enfoque al caso argentino.

Relacionado con lo que venimos de mencionar, esta temática ha tenido múltiples aplicaciones en economía, como es el caso de las «estructuras productivas desequilibradas» (EPD) que desarrollara particularmente el ingeniero, empresario y economista argentino Marcelo Diamand. Ha escrito numerosas publicaciones y libros, y en un acto en su honor del 8/7/2011 se presentó el libro «Ensayos en Honor de Marcelo Diamand» por parte de sus compiladores (Pablo Ignacio Chena, Norberto Eduardo Crovetto y Demián Tupac Panigo) donde se sintetiza, comenta y actualiza su análisis de manera muy rigurosa y precisa en cuanto a sus principales aportes.

No nos es posible sintetizar 349 páginas del libro mencionado, pero glosando algunos capítulos, podemos afirmar que «la EPD es una forma específica de heterogeneidad estructural. De acuerdo con este punto de vista específico, Argentina muestra un desequilibrio estructural entre la productividad del sector primario exportador y la productividad industrial (Diamand, 1986). La opción por la industrialización implica precios industriales superiores a los precios internacionales. Sin embargo, el tipo de cambio se basó en los costos del sector primario, que por razones naturales (fertilidad, etc.) es el más productivo».  Más adelante en el Capítulo 4 se dice que «en tal contexto, con base en el tipo de cambio «pampeano» (hoy se trataría de un tipo de cambio «sojero-financiero», ver Curia, 2008), cuando se traducen en dólares, los precios industriales resultan superiores a los internacionales. Enseguida Diamand aclara un gran malentendido. Distintos analistas han tendido a explicar la carencia de exportaciones industriales y los más altos precios fabriles como resultante de una presunta «ineficiencia» del sector industrial. En verdad, la industria no es que no exporta por ser «ineficiente» sino porque no puede competir con la productividad «natural» del agro, del mismo modo que «los altos precios industriales en Venezuela se deben a la incapacidad de la industria local de competir con el petróleo venezolano y los altos precios industriales chilenos a su incapacidad de competir con el cobre chileno» (Diamand, 1972: 9). ¿Por qué el tipo de cambio se fija en base al sector primario? Este es el tipo de cambio «natural» al momento de lanzarse la industrialización. Las exportaciones argentinas son exportaciones agropecuarias (no hay otras). Por ende la paridad cambiaría refleja este hecho. Sin embargo, el problema persiste: ¿por qué una vez iniciada la industrialización, cuando ya existe un incipiente sector industrial, el tipo de cambio no se fija en niveles «pro-exportaciones industriales»?»

En el centro de las propuestas de Diamand para resolver la EPD estará la fijación de tipos de cambios múltiples a través de derechos de exportación favoreciendo las exportaciones industriales, junto a una política de sustitución de importaciones, y otros instrumentos de política. En el capítulo 10, página 159 del libro mencionado, Jorge Remes Lenicov explica que «los derechos de exportación no están prohibidos y respetan lo establecido por GATT/OMC en 1994. Esto explica porque son aplicados por algunos países desarrollados (Canadá, Noruega y Nueva Zelandia) y muchos países en desarrollo (Indonesia, China, Rusia, India), básicamente para los productos agrícolas y pesqueros».

Tener en cuenta lo anterior conlleva a «salir del péndulo de Diamand» de la historia económica argentina, entender -desde un punto de vista racional- la complejidad sistémica de una estructura productiva heterogénea como la Argentina (Capítulo 3, del libro mencionado) donde sus características hacen que el sector más productivo sea a la vez el proveedor de bienes salario en el mercado interno (a diferencia de Bolivia y otros países donde la minería es preponderante) por lo que el valor en dólares y el tipo de cambio sean cruciales para los precios internos (y por lo tanto en el nivel de inflación). El problema, según nuestro entender, fue que la instauración de derechos de exportación luego de la salida de la convertibilidad (como en otros momentos de la historia argentina) tenían «lógica» dado el gran salto devaluatorio que implicó su salida, pero luego se utilizó de manera discrecional y abusiva que tuvo un momento crítico con el conflicto de la llamada «Resolución 125» y su rechazo en el Congreso. Además de este tema puntual ha habido mucho debate sobre como afrontar esta problemática y hay análisis críticos de este enfoque como el que hizo Santiago Chelala.

El fenómeno de la EPD tiene similitudes, aunque no es lo mismo, con la denominada «enfermedad holandesa» (imagen de la entrada, a la que se le dio ese nombre por el impacto que tuvo la generación de riqueza y gran entrada de dólares por el descubrimiento en el año 1959 y explotación por parte de Holanda de yacimientos de petróleo en el Mar del Norte) o «maldición de los recursos naturales» que hemos comentado en otra entrada. Esto es mencionado en el libro de referencia (en la Introducción, por Aldo Ferrer y Jorge Remes Lenicov) planteando su carácter pasajero como «enfermedad» y la diferencia si afecta a países desarrollados o en vía de desarrollo. También es mencionado por Joseph Stiglitz, en un articulo de 2005 («Making natural resources into a blessing rather than a curse». En Schiffrin, A., y Svetlana Tsalik, A. (Eds). Covering Oil: A Reporter’s Guide to Energy and Development. New York: Open Society Institute) donde propone cambiar el enfoque de «maldición» por el de «bendición» en la medida que se instrumenten un conjunto de políticas económicas que él sugiere (por ejemplo crear fondos de estabilización como hicieron Noruega y otros países).

Como síntesis, y teniendo como trasfondo el caso argentino, nos animamos a decir:

  • la enfermedad holandesa, o los fenómenos descriptos por ese nombre, son reales y deben ser tenidos muy en cuenta, en especial si se desarrollan de manera significativa -por ejemplo- recursos asociados al yacimiento de Vaca Muerta o si el valor de los granos de soja se incrementan significativamente en el mercado internacional,
  • en el año 2024 se la ha aplicado en notas como esta, También se la aplicado a las provincias en trabajos como este: “Enfermedad holandesa en las jurisdicciones subnacionales: una explicación del estancamiento Marcelo Capello y Alberto Figueras. Revista Cultura Económica Año XXV • No 69 • Agosto 2007: 15-24” que se encuentra en internet.
  • la estructura económica económica desequilibrada se da en muchos países, y entre ellos -de manera particular- en la Argentina. Ha sido muy analizada por Marcelo Diamand y colaboradores, tal como se especificó más arriba. Es fundamental tenerlo muy presente tanto a nivel de diagnóstico (en sus implicancias productivas y distributivas) como de propuestas de política económica.
  • En cuanto a las propuestas de política económica, los derechos de exportación tienen una larga tradición en Argentina hasta la actualidad. Lamentablemente la extracción de una renta excesiva al sector agropecuario durante el ex IAPI (que Perón revisó conceptualmente en 1973) hasta las políticas llevadas a cabo por Guillermo Moreno durante el gobierno de Nestor y Cristina Kirchner, tuvieron como resultado no sólo la «no inversión» (como el caso del sector energético) sino también la desinversión (como el caso de la liquidación de vientres del sector ganadero) por citar sólo dos ejemplos. Cuando fue (o se visualizó) como excesiva o expropiatoria tuvo efectos muy indeseables para la economía.
  • En el marco de lo anterior es difícil un debate desapasionado en la Argentina sobre la temática de las retenciones. Al respecto es interesante, desde el punto de vista técnico económico y político este artículo de Eugenio Diaz Bonilla. En el marco de que en el año 2018 el dólar pasó de $20 a $ 40, y que desde abril se generó una mayor inestabilidad cambiaria, a comienzos de septiembre se anunció una política de derechos de exportación generalizada a fin de recaudar fondos para ir un déficit fiscal cero (*).

Ojalá se pueda incluir en los consensos básicos de políticas de estado de desarrollo productivo esta realidad planteada en este nota, o una eventual enfermedad holandesa por un desarrollo exitoso del yacimiento de Vaca Muerta, sin mezquindades, dogmatismos, racionalidad y teniendo conciencia que es para bien de todos.

PD: Agradezco los comentarios de Jorge Remes Lenicov respecto del desafío que conlleva incluir a los servicios exportables y la economía digital (como fenómenos nuevos respecto del planteo original de Diamand) y que los reintegros para las economias regionales tienen un limite: solo pueden existir para cubrir los impuestos indirectos. Si fueran superiores se convierten en un subsidio y eso no está permitido por la OMC. También agradezco los comentarios de Juan Carlos Esteves sobre el Plan Krieger Vasena.

 

Economias Deficitarias Fiscalmente

En otra entrada hemos hablado de economías desequilibradas. En esta nos referiremos a un tipo especial de desequilibrio (que tiene relación con la anterior, en particular por su impacto en el balance comercial y más en general en el balance de pagos y nivel de actividad) como es el caso de cuando los egresos fiscales de un estado, de manera persistente, son superiores a sus ingresos.  Para ellos tomaremos el caso argentino y un artículo de la economista Victoria Giarrizzo donde expresa que de «117 años de historia argentina sólo en 10 hubo equilibrio o superávit fiscal».

A continuación plantearemos algunas hipótesis, a modo de preguntas, acerca de cuales serían las principales razones o causas:

  • somos un país rico (en esa dirección va este link) y por lo tanto podemos gastar lo que sea porque con una o varias cosechas pagaremos ese déficit o «la fiesta que nos dimos». Mientras tanto como hay déficit lo financiamos con emisión monetaria o deuda (interna y/o externa) (1) y «pateamos para adelante esta cuestión»,
  • la ambición desmedida (como un rasgo cultural relevante) nos desenfoca de nuestra realidad,
  • no terminamos de ser una Nación sino que predominan individualidades e intereses sectoriales que «tironeamos» los unos de los otros, donde el que se tiene que «ajustar es el otro». Ello conllevaría a que no hay consenso acerca cómo debe concretarse el valor de la justicia social en las relaciones interpersonales.
  • los impuestos son de características regresivas y no progresivos a las personas (como se insiste en esta nota) por lo que se acentúa la sensación de injusticia,
  • no hay suficiente conciencia de que lo común o público, de uso -en general- gratuito – tiene un costo (de construcción, mantenimiento y reposición) que debe ser aportado por TODOS (2) de manera justa y equitativa,
  • los elementos anteriores también estarían relacionados con una Argentina dividida y pendular, producto de su conformación socioeconómica e intereses, que no termina de tener un proyecto común que sea sostenible fiscalmente en el tiempo,
  • falta de institucionalidad eficaz en cuanto a la generación de estímulos adecuados y penalidades correspondientes. En general esto va acompañado de una justicia que no actúa como corresponde y en forma rápida, y que no hay equipos profesionalizados en la gestión de lo público,
  • somos malos administradores, tanto en lo que se refiere a la conciencia de los límites, de la escasez (por lo dicho en primer término «no habría»), de la «sintonía fina y los detalles» y por la ambición desmedida e individualismo que hace que se caiga en la corrupción,
  • en las erogaciones fiscales totales (Nación, Provincias y Municipios) se ha priorizado gastar en personal administrativo (para cubrir problemas de empleo de corto plazo), además de maestros, policías y médicos, que en fomentar la inversión productiva sustentable en el tiempo (para cubrir problemas de empleo de mediano y largo plazo). Según una estimación que hizo Jorge Remes Lenicov hubo un fuerte aumento del gasto total en el periodo 2003 – 2016 que equivalió a 700.000 millones de dólares,
  • en línea con lo que se viene de mencionar, a veces, se ha priorizado el consumo y no la inversión, y no ha habido una articulación virtuosa entre el equilibrio entre mercado interno y externo (este último para generar las divisas necesarias para pagar importaciones y deuda externa),
  • lo anterior significa que el papel de la deuda externa (y su pago de intereses y capital), en particular desde el golpe militar de 1976 hacia la actualidad ha jugado un rol significativo en el déficit fiscal. Podríamos decir que «son ganadores» en el sentido de que se han beneficiados cómo financiadores -en general- a altas tasas de interés, así como los que se beneficiaron con la alta inflación resultante de la emisión como co-financiadora también de este déficit fiscal,
  • en las erogaciones fiscales se ha canalizado en gastos militares en conflictos (Malvinas, Beagle) o en obras no prioritarias, mal hechas o que se pagaron y no terminaron, en cambio de una educación de calidad,
  • en las erogaciones fiscales se ha subsidiado a sectores sociales que no lo necesitaban (caso de la energía para sectores medios altos y altos) o a personas que alegaron derechos que -en realidad- no les correspondían (por ejemplo fraguar datos sobre incapacidad, o pensiones a personas que no las necesitaban) (3),
  • el aumento del gasto improductivo, como la mayor presión tributaria, generan pérdida de ingresos personales (si la carga es regresiva perjudica en especial a quienes tienen menores ingresos) y de la competitividad de las empresas,
  • en los ingresos fiscales ha habido evasión y elusión en el pago de impuestos, así como una economía informal y el incremento de la pobreza que afectan significativamente la no tributación.
  • la inestabilidad socioeconómica y política, y el «sálvese quien pueda» (producto de elementos anteriores), hizo que no prime la confianza y muchos recursos estén fuera del país o del circuito formal de la economía,

entre otras cuestiones.

Sino no se remueven causales como las que se vienen de mencionar, no habrá posibilidades de construir un país «en serio» y un mundo mejor de manera sustentable y colectiva.

(1) Sarmiento lo expresó en 1887, en su profético poema sobre la Argentina (agradezco a I. Lotersztain la información): 

«Calle su grandeza Roma
calle Esparta su virtud
¡Silencio! ¡Que al mundo asoma
la gran Deudora del Sud!«

(2) el tema del no pago de impuestos para financiar bienes y servicios públicos es de larga data y aparece -por ejemplo- en la película argentina «Mercado de Abasto«, filmada en 1954 y estrenada en febrero de 1955, donde el personaje «Lorenzo» evade el pago de impuestos, y al tener un infarto tiene que ser atendido en un hospital público.

(3) la cuestión de «la facciosidad» planteada en esta nota, donde se expresa al final: «Todos podemos soñar con nuestras visiones de la Argentina futura, pero lo que debemos discutir son los privilegios del poder judicial, de los empresarios que gozan de protecciones y promociones injustificables, del sesgo tributario contra la equidad, de aquellos sindicalistas que se enriquecen de modos alucinantes, de los gobiernos provinciales que han moldeado las reglas de juego político para perpetuarse, de los senadores y diputados protegidos por fueros de actos de delincuencia, de la increíble lenidad con que se mantiene la injusticia de la coparticipación federal, de quiénes se benefician con los precios de los medicamentos que paga el estado, y muchos etcéteras. Si no, de poco servirá que soñemos con una Argentina próspera y justa».

Agradezco los comentarios al texto por parte de Jorge Remes Lenicov y Juan Carlos Esteves.