Y el contexto institucional

Las acciones espontáneas, individuales y las movidas por la necesidad, los sentimientos, la razón y los valores forman parte del amplio campo de la cultura. Sin embargo en la historia tanto personal como colectiva de la humanidad, y en particular para grandes grupos humanos, ha sido necesario pasar por la ley y su expresión en distintas reglas y organizaciones, sin las cuales la vida en sociedad es imposible. Distintas corrientes o enfoques como el denominado «institucionalismo» (ver imagen de la entrada), así lo testimonian. Las políticas públicas se concretan a través de señales, estímulos y desestímulos, que generan un cuadro institucional que puede ser o no adecuado, para el crecimiento o el desarrollo de un sistema socioeconómico. Por lo tanto es fundamental su análisis.

Para referirnos a esta temática glosaremos un texto de Eugenio Diaz Bonilla (*), denominado «Instituciones, Crecimiento y Desarrollo Económico en Argentina» (publicado por la Provincia de Tucumán para el Bicentenario).

A modo introductorio diremos que, entre las clasificaciones sobre el rol de las instituciones en las políticas públicas, están el de las instituciones extractivas que son aquellas que están diseñadas para extirpar las riquezas de un sector de la sociedad para beneficiar a una élite privilegiada. Por otro lado están las instituciones económicas inclusivas que crean los incentivos y oportunidades necesarias para promover la energía, creatividad y el espíritu emprendedor en la sociedad. Hacen respetar el derecho de propiedad. En otras palabras, son las que brindan previsibilidad y reglas claras. Reparten el poder de forma plural y no permiten que se viole el estado de derecho.

Diaz Bonilla plantea que «un ejemplo conocido sobre el enfoque institucional es el libro de Acemoglu y Robinson (2012), quienes argumentan que un país con instituciones que ellos llaman “extractivas,” no va a desarrollarse, mientras que los países desarrollados son aquéllos que tienen instituciones “inclusivas.” Una crítica, al menos para ese libro que es más de divulgación,[1]es que el argumento parece circular: casi por definición los países que son desarrollados en la actualidad habrían tenido instituciones inclusivas, mientras que los países no desarrollados habrían tenido instituciones extractivas. Otro punto débil, y quizás más de fondo, es que, en mi opinión, tampoco explican cómo surgen las instituciones.

No obstante estas críticas, Acemoglu y Robinson presentan un ángulo interesante para la discusión del desarrollo de Argentina cuando comentan, sin referirse necesariamente a nuestro país y casi al pasar, que las instituciones inclusivas si por alguna razón se convierten en “excesivamente” tales (aunque no está definido que sería excesivo) también pueden ser negativas para el desarrollo, al llevar a la parálisis en el sistema de toma de decisiones o a choques violentos entre diferentes grupos. Cualquier lectura rápida de la literatura sobre la Argentina muestra una serie de autores que han planteado la hipótesis que la falta de desarrollo en nuestro país se debe a la importancia de conflictos internos y la presencia de “empates hegemónicos” donde diferentes grupos impiden o vetan lo que otros pueden hacer, en alternancias sucesivas en el poder (ver por ejemplo, Smith, 1974; Díaz-Alejandro, 1970; Mallon y Sourrouille, 1975; Portantiero, 1973)….

También voy a tratar de desarrollar la otra pregunta que me parece más relevante y que Acemoglu y Robinson, en mi opinión, no responden apropiadamente: ¿de dónde surgen las instituciones? Hay trabajos muy interesantes en este tema tales como el de Jared Diamond (1997), que tiene cobertura global y los de Engerman y Sokoloff (1994, 2002) y Sokoloff and Engerman (2000), que se focalizan en las Américas. Esos autores muestran cómo la dotación de recursos naturales, el clima, y la geografía son importantes factores que definen la estructura productiva (y en particular el sector agropecuario), y, a partir de ahí, son también elementos determinantes de las instituciones (Diamond también cubre otros aspectos tales como el lenguaje, la tecnología, la salud, etc).

En particular Engerman y Sokoloff argumentan que en Latinoamérica o en las Américas se habrían desarrollado tres tipos de sociedades. Dos de ellas han estado basadas en grandes inequidades y han llevado a instituciones que, por esas desigualdades, no generan desarrollo: una de ellas es la basada en productos tropicales (como el azúcar) explotados con mano de obra esclava (ejemplos serían Haití o Brasil), mientras que la otra tiene una estructura centrada en la explotación de recursos minerales (o naturales en general) con el uso de mano de obra semi-esclava de las poblaciones indígenas (con ejemplos como México y Perú). El tercer tipo de sociedad (que Engerman y Sokoloff identifican con los Estados Unidos) tiene una base agraria basada en el desarrollo de pequeñas familias productoras, que ha llevado a la expansión del mercado interno, y al desarrollo de sistemas más participativos y democráticos.  Temas similares han sido desarrollados por Barrington Moore (1966), por el lado socio-político, y por David Landes (1998), por el lado económico.

Es interesante que Engerman y Sokoloff se muestran ambivalentes con Argentina: no la ubican con los dos primeros tipos, pero tampoco la colocan en el tercero. Muy brevemente especulan que quizás las restricciones de inmigración de España y un desarrollo productivo basado en la ganadería hayan tenido algo que ver con el carácter ambiguo de la Argentina en su tipología, pero no profundizan el tema….

Finalmente, otro grupo de estudios sobre las instituciones que vale la pena considerar para el análisis de Argentina son los trabajos de Spiller y Tomassi (2003 y 2008), BID (2006); y Stein y Tomassi (eds) with Spiller and Scartascini (2008). El foco de estos trabajos es sobre la influencia de las instituciones en la “calidad” de políticas.

En particular esa literatura argumenta: a) que hay ciertas características de las políticas públicas (su “calidad) que pueden ser tan importantes para alcanzar los objetivos de desarrollo como su contenido específico; b) que esas características incluyen seis rasgos:

1) estabilidad, 2) adaptabilidad, 3) coherencia y coordinación, 4) efectiva implementación, 5) orientación hacia el interés público y 6) eficiencia;

y c) que el proceso por medio del cual se debaten, aprueban y ejecutan las medidas de política (las instituciones del proceso de toma de decisiones de políticas) tiene un fuerte impacto en esas dimensiones de la calidad de la políticas públicas.

En ese análisis, las políticas públicas en Argentina no tendrían suficiente calidad debido al funcionamiento de las instituciones políticas: dichas políticas públicas serían o muy rígidas o muy volátiles, debido a que resultan de una especie de juego no cooperativo con horizontes de corto plazo; con pocas interacciones continuadas que ayuden a dar confianza y estabilidad; con una alta tasa de descuento en el tiempo; con carencia de marcos institucionales donde poder armar acuerdos; y con muchos “jugadores” o agentes.

Yo añado que, con horizontes tan cortos, hay una fuerte tendencia a que el “ganador se queda con todo” (“winner takes all”). Esos horizontes cortos también llevan a políticas que tratan de expandir el consumo en el corto plazo, generando lo que se ha llamado el ciclo “stop and go.”  Además, si el gobernante tiene poco tiempo en la función pública, puede aparecer la tentación de aprovechar el momento de estar en el gobierno para hacerse rico o para juntar fondos para seguir haciendo política una vez que haya sido desplazado del poder, etc. Es decir, la corrupción también puede estar en parte ligada a este juego político de corto plazo con horizontes muy cortos y/o altas tasas de descuento en el tiempo.

Volviendo al comentario al pasar de Acemoglu y Robinson, el problema de la Argentina no es la caracterización que estos autores hacen de una sociedad con instituciones extractivas, sino que Argentina ha sido una sociedad conflictiva dada la lucha por la democratización y la participación, con una base económica más débil que la de EEUU (pero con más población que Australia, cuyo aislamiento geográfico y políticas restrictivas de inmigración sostuvieron una alta relación de recursos naturales per cápita).

El resultado en Argentina ha sido un sistema político de partido afectados por proscripciones y persecuciones, con poco tiempo para forjar visiones de mediano y largo plazo, con poca experiencia y espacios institucionales de diálogos y consenso, con una persistencia de la tendencia a que “el ganador se lleva todo”. Las idas y venidas entre facciones antagónicas, generó horizontes de muy corto plazo para las políticas públicas (uno de los aspectos marcados por Spiller y Tomassi, 2008) y una tendencia a la acción directa y al uso de la violencia. Además, como dije antes, la corrupción también puede estar en parte ligada a un juego político de corto plazo con horizontes muy cortos y altas tasas de descuento en el tiempo, donde el gobernante percibe que tiene poco tiempo en su función, y que los cambios son siempre violentos y del tipo “winner-takes-all.” Esas fracturas y conflictos sociales se agudizaron desde la mitad de los 1970″.

Al final de su texto Diaz Bonilla hace una serie de propuestas institucionales vinculadas a la necesidad de consensos que se sintetizan en:

  1. Ayudaría a extender los horizontes que el gobierno actual articulara una visión de mediano y largo plazo, explicando mejor los beneficios y costos de conjunto para poder tener una estructura más equilibrada de pay-offs para los diferentes actores en el esquema de negociaciones que es el proceso político
  2. Conviene  considerar el punto 9 del trabajo de Spiller y Tomassi (2008), sobre los diferentes problemas institucionales sobre Argentina, que señala que los grupos empresariales y de trabajadores no tienen espacios institucionales para el intercambio sobre políticas públicas, y entonces siguen estrategias de corto plazo.
  3. Organizar una comisión como la del “Nunca más” para la represión de Estado, pero ahora para la corrupción de funcionarios públicos de alto nivel. Esto ha sido planteado por algunas fuerzas políticas, y debería ser considerado.

Concluye que «la primera propuesta ayudaría a generar una visión de mediano plazo (alargando en parte el horizonte para la negociación y articulación de políticas), y la segunda generaría espacios institucionales adicionales donde se pueden discutir políticas públicas (que de todas maneras deben obviamente respetar la instancia legislativa del Congreso), la tercera procura asegurar castigos para los que se desvían de los esfuerzos cooperativos que llevarían a políticas públicas de mayor calidad.»

[1]Los artículos técnicos de Acemoglu y Robinson son más cuidadosos.
(*) agradecemos a Eugenio que nos enviara su texto, y esperamos haber sido fieles en su síntesis, para más detalle puede verse en este link.

Para quienes estén interesados en profundizar la bibliografía se detalla a continuación la preparada por Diaz Bonilla:
Acemoglu D. y J. Robinson. 2012. Why Nations Fail. The origins of power, prosperity, and poverty. Crown Publishing Group.
Beattie A. 2009. Argentina: The superpower that never was. Financial Times. May 22, 2009.
BID, 2006 La política de las políticas públicas Progreso económico y social en América Latina. Informe 2006. Ernesto Stein, Mariano Tommasi, Koldo Echebarría, Eduardo Lora, Mark Payne Coordinadores. Banco Interamericano de Desarrollo. David Rockefeller Center for Latin American Studies. Harvard University. Editorial Planeta
Braun O. y L. Joy. 1968. A Model of Economic Stagnation–A Case Study of the Argentine Economy. The Economic Journal. Vol. 78, No. 312 (Dec., 1968), pp. 868-887.
Devlin R. y G. Moguillansky. 2011. Breeding Latin American Tigers. Operational Principles For Rehabilitating Industrial Policies. 2011 United Nations Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC)
Diamond J. 1997. Guns, Germs, and Steel. The Fates of Human Societies. W.W.Norton and Company, Inc.
Díaz-Alejandro, Diaz, Carlos F. 1970. Essays on the Economic History of the Argentine Republic. New Haven: Yale University Press, 1970.
Díaz-Bonilla, E. 2009. USA, Argentina and Alan Beattie: Wrong Starting Point. August 11, 2009. http://www.economonitor.com/blog/2009/08/usa-argentina-and-alan-beattie-wrong-starting-point/
Díaz-Bonilla, E. 2014. Argentina: The Myth of a Century of Decline. February 27, 2014. http://www.economonitor.com/blog/2014/02/argentina-the-myth-of-a-century-of-decline/
Engerman S y K. Sokoloff. 1994.Factor Endowments: Institutions, and Differential Paths of Growth Among New World Economies: A View from Economic Historians of the United States. NBER Historical Working Paper No. 66. National Bureau of Economic Research. 1050 Massachusetts Avenue. Cambridge, MA 02138. December 1994
Engerman S y K. Sokoloff. 2002. Factor Endowments, Inequality, and Paths of Development Among New World Economies. NBER Working Paper 9259. National Bureau of Economic Research. 1050 Massachusetts Avenue. Cambridge, MA 02138. October 2002
Gerchunoff P. y P. Fajgelbaum, 2002. “Por qué Argentina no fue Australia? (Colección Mínima). Editorial Siglo XXI.
Landes D. 1998. The Wealth and Poverty Of Nations. Why Some Are So Rich and Some So Poor. W. W. Norton & Company, Inc.
Mallon R. y J.V. Sourrouille, 1975. Economic Policymaking in a Conflict Society: The Argentine Case. Harvard University Press, 1975
Moore, B. 1966. Social Origins of Dictatorship and Democracy: Lord and Peasant in the Making of the Modern World. Boston, MA: Beacon Press
Portantiero, J. C. (1973). “Clases dominantes y crisis política en la Argentina actual. El capitalismo argentino en crisis” en “Clases dominantes y crisis política en la Argentina actual,” en Braun, Oscar (Compilador) El capitalismo argentino en crisis, Buenos Aires, Siglo XXI editores, 1973, p.73-117.
Smith, P. H. 1974. Argentina and the Failure of Democracy: Conflict among Political Elites, 1904–1955.: Madison: The University of Wisconsin Press, 215 pp.
Sokoloff K. and S. L. Engerman. 2000. Institutions, Factor Endowments, and Paths of Development in the New World. Journal of Economic Perspectives—Volume 14, Number 3—Summer 2000—Pages 217–232
Spiller P. y M. Tomassi, 2003. The Institutional Foundations of Public Policy: A Transactions Approach with Application to Argentina. Journal of Law, Economics, & Organization, Vol. 19, No. 2 (Oct., 2003), pp. 281-306.
Spiller P. y M. Tomassi. 2008. Political Institutions, Policymaking Processes, and Policy Outcomes in Argentina. Chapter 3 in E. Stein y M. Tomassi (eds) with P. Spiller and C. Scartascini (2008). Policymaking in Latin America. How Politics Shapes Policies. Inter-American Development Bank. David Rockefeller Center for Latin American Studies. Harvard University
The Economist. 2014. The tragedy of Argentina. A century of decline. Feb 15th 2014.
ver Bolt, J. and J. L. van Zanden (2014). The Maddison Project: collaborative research on historical national accounts. The Economic History Review, 67 (3): 627–651)

¿Economias Desequilibradas y Enfermas?

La idea de equilibrio viene desde la antigüedad, y es aquella condición de la materia (o de un cuerpo) que le permite ser estable con respecto a las fuerzas con las que interactúa en el espacio donde se encuentra. Toma características específicas en la economía clásica, luego es formalizado en la economía neoclásica como teoría del equilibrio general por León Walras. En cuanto al concepto de equilibrio, hoy sabemos que -según autores como Ilya Prigogine– es una situación muy particular, y lo que predomina dinámicamente es el desequilibrio y el caos (como «n» situaciones).

Coincidiremos que la desarmonía y el desequilibrio en la relación entre personas, sectores, regiones o países no es deseable y es fuente de conflictos, muchas veces violentos. Toma, en general la forma de desigualdad y por lo tanto de injusticia. Si el enfoque es reparar estas injusticias se requiere jugar la libertad positiva en acciones afirmativas o re-equilibradoras. En esta reflexión haremos referencia a un caso particular vinculado al título de la nota, con especial enfoque al caso argentino.

Relacionado con lo que venimos de mencionar, esta temática ha tenido múltiples aplicaciones en economía, como es el caso de las «estructuras productivas desequilibradas» (EPD) que desarrollara particularmente el ingeniero, empresario y economista argentino Marcelo Diamand. Ha escrito numerosas publicaciones y libros, y en un acto en su honor del 8/7/2011 se presentó el libro «Ensayos en Honor de Marcelo Diamand» por parte de sus compiladores (Pablo Ignacio Chena, Norberto Eduardo Crovetto y Demián Tupac Panigo) donde se sintetiza, comenta y actualiza su análisis de manera muy rigurosa y precisa en cuanto a sus principales aportes.

No nos es posible sintetizar 349 páginas del libro mencionado, pero glosando algunos capítulos, podemos afirmar que «la EPD es una forma específica de heterogeneidad estructural. De acuerdo con este punto de vista específico, Argentina muestra un desequilibrio estructural entre la productividad del sector primario exportador y la productividad industrial (Diamand, 1986). La opción por la industrialización implica precios industriales superiores a los precios internacionales. Sin embargo, el tipo de cambio se basó en los costos del sector primario, que por razones naturales (fertilidad, etc.) es el más productivo».  Más adelante en el Capítulo 4 se dice que «en tal contexto, con base en el tipo de cambio «pampeano» (hoy se trataría de un tipo de cambio «sojero-financiero», ver Curia, 2008), cuando se traducen en dólares, los precios industriales resultan superiores a los internacionales. Enseguida Diamand aclara un gran malentendido. Distintos analistas han tendido a explicar la carencia de exportaciones industriales y los más altos precios fabriles como resultante de una presunta «ineficiencia» del sector industrial. En verdad, la industria no es que no exporta por ser «ineficiente» sino porque no puede competir con la productividad «natural» del agro, del mismo modo que «los altos precios industriales en Venezuela se deben a la incapacidad de la industria local de competir con el petróleo venezolano y los altos precios industriales chilenos a su incapacidad de competir con el cobre chileno» (Diamand, 1972: 9). ¿Por qué el tipo de cambio se fija en base al sector primario? Este es el tipo de cambio «natural» al momento de lanzarse la industrialización. Las exportaciones argentinas son exportaciones agropecuarias (no hay otras). Por ende la paridad cambiaría refleja este hecho. Sin embargo, el problema persiste: ¿por qué una vez iniciada la industrialización, cuando ya existe un incipiente sector industrial, el tipo de cambio no se fija en niveles «pro-exportaciones industriales»?»

En el centro de las propuestas de Diamand para resolver la EPD estará la fijación de tipos de cambios múltiples a través de derechos de exportación favoreciendo las exportaciones industriales, junto a una política de sustitución de importaciones, y otros instrumentos de política. En el capítulo 10, página 159 del libro mencionado, Jorge Remes Lenicov explica que «los derechos de exportación no están prohibidos y respetan lo establecido por GATT/OMC en 1994. Esto explica porque son aplicados por algunos países desarrollados (Canadá, Noruega y Nueva Zelandia) y muchos países en desarrollo (Indonesia, China, Rusia, India), básicamente para los productos agrícolas y pesqueros».

Tener en cuenta lo anterior conlleva a «salir del péndulo de Diamand» de la historia económica argentina, entender -desde un punto de vista racional- la complejidad sistémica de una estructura productiva heterogénea como la Argentina (Capítulo 3, del libro mencionado) donde sus características hacen que el sector más productivo sea a la vez el proveedor de bienes salario en el mercado interno (a diferencia de Bolivia y otros países donde la minería es preponderante) por lo que el valor en dólares y el tipo de cambio sean cruciales para los precios internos (y por lo tanto en el nivel de inflación). El problema, según nuestro entender, fue que la instauración de derechos de exportación luego de la salida de la convertibilidad (como en otros momentos de la historia argentina) tenían «lógica» dado el gran salto devaluatorio que implicó su salida, pero luego se utilizó de manera discrecional y abusiva que tuvo un momento crítico con el conflicto de la llamada «Resolución 125» y su rechazo en el Congreso. Además de este tema puntual ha habido mucho debate sobre como afrontar esta problemática y hay análisis críticos de este enfoque como el que hizo Santiago Chelala.

El fenómeno de la EPD tiene similitudes, aunque no es lo mismo, con la denominada «enfermedad holandesa» (imagen de la entrada, a la que se le dio ese nombre por el impacto que tuvo la generación de riqueza y gran entrada de dólares por el descubrimiento en el año 1959 y explotación por parte de Holanda de yacimientos de petróleo en el Mar del Norte) o «maldición de los recursos naturales» que hemos comentado en otra entrada. Esto es mencionado en el libro de referencia (en la Introducción, por Aldo Ferrer y Jorge Remes Lenicov) planteando su carácter pasajero como «enfermedad» y la diferencia si afecta a países desarrollados o en vía de desarrollo. También es mencionado por Joseph Stiglitz, en un articulo de 2005 («Making natural resources into a blessing rather than a curse». En Schiffrin, A., y Svetlana Tsalik, A. (Eds). Covering Oil: A Reporter’s Guide to Energy and Development. New York: Open Society Institute) donde propone cambiar el enfoque de «maldición» por el de «bendición» en la medida que se instrumenten un conjunto de políticas económicas que él sugiere (por ejemplo crear fondos de estabilización como hicieron Noruega y otros países).

Como síntesis, y teniendo como trasfondo el caso argentino, nos animamos a decir:

  • la enfermedad holandesa, o los fenómenos descriptos por ese nombre, son reales y deben ser tenidos muy en cuenta, en especial si se desarrollan de manera significativa -por ejemplo- recursos asociados al yacimiento de Vaca Muerta o si el valor de los granos de soja se incrementan significativamente en el mercado internacional,
  • en el año 2024 se la ha aplicado en notas como esta, También se la aplicado a las provincias en trabajos como este: “Enfermedad holandesa en las jurisdicciones subnacionales: una explicación del estancamiento Marcelo Capello y Alberto Figueras. Revista Cultura Económica Año XXV • No 69 • Agosto 2007: 15-24” que se encuentra en internet.
  • la estructura económica económica desequilibrada se da en muchos países, y entre ellos -de manera particular- en la Argentina. Ha sido muy analizada por Marcelo Diamand y colaboradores, tal como se especificó más arriba. Es fundamental tenerlo muy presente tanto a nivel de diagnóstico (en sus implicancias productivas y distributivas) como de propuestas de política económica.
  • En cuanto a las propuestas de política económica, los derechos de exportación tienen una larga tradición en Argentina hasta la actualidad. Lamentablemente la extracción de una renta excesiva al sector agropecuario durante el ex IAPI (que Perón revisó conceptualmente en 1973) hasta las políticas llevadas a cabo por Guillermo Moreno durante el gobierno de Nestor y Cristina Kirchner, tuvieron como resultado no sólo la «no inversión» (como el caso del sector energético) sino también la desinversión (como el caso de la liquidación de vientres del sector ganadero) por citar sólo dos ejemplos. Cuando fue (o se visualizó) como excesiva o expropiatoria tuvo efectos muy indeseables para la economía.
  • En el marco de lo anterior es difícil un debate desapasionado en la Argentina sobre la temática de las retenciones. Al respecto es interesante, desde el punto de vista técnico económico y político este artículo de Eugenio Diaz Bonilla. En el marco de que en el año 2018 el dólar pasó de $20 a $ 40, y que desde abril se generó una mayor inestabilidad cambiaria, a comienzos de septiembre se anunció una política de derechos de exportación generalizada a fin de recaudar fondos para ir un déficit fiscal cero (*).

Ojalá se pueda incluir en los consensos básicos de políticas de estado de desarrollo productivo esta realidad planteada en este nota, o una eventual enfermedad holandesa por un desarrollo exitoso del yacimiento de Vaca Muerta, sin mezquindades, dogmatismos, racionalidad y teniendo conciencia que es para bien de todos.

PD: Agradezco los comentarios de Jorge Remes Lenicov respecto del desafío que conlleva incluir a los servicios exportables y la economía digital (como fenómenos nuevos respecto del planteo original de Diamand) y que los reintegros para las economias regionales tienen un limite: solo pueden existir para cubrir los impuestos indirectos. Si fueran superiores se convierten en un subsidio y eso no está permitido por la OMC. También agradezco los comentarios de Juan Carlos Esteves sobre el Plan Krieger Vasena.

 

Economías Ajustadas

El realismo de tener las velas ajustadas (como dice la imagen de la entrada) en tiempos considerados normales puede desafiar el sentido común. ¿Por qué hacerlo?, ¿si todo va bien?, ¿si no pasa nada grave…? La respuestas pueden ser porque el descontrol no nos lleva a nada bueno, y hay países que intergeneracionalmente han aprendido de que hay ciclos de bonanza y de penuria en la historia, y por lo tanto son precavidos. Un caso interesante es Noruega con su fondo soberano.

Es más complejo, tensionante y angustiante ajustar en tiempos difíciles cuando hay una economía desequilibrada o con un pronunciado déficit fiscal, y derivaciones como alta inflación. El ajuste puede permitir salir de esta situación en un determinado período de tiempo, no dar resultado o agravarla (por ejemplo, si se generara una caída significativa de la actividad económica que amplíe el déficit fiscal en cambio de reducirlo). Dependerá de cómo se implemente, el contexto nacional e internacional y el grado de consenso entre las distintas fuerzas políticas y que tenga en la población. Sobre esto último será fundamental si los «esfuerzos son repartidos», donde haya un mayor esfuerzo de los que más tienen.

El camino del re-equilibrio tiene algunos componentes universales, pero luego -en lo particular- hay muchas variantes. En otra entrada hemos tratado de abordar esta temática de lo universal y lo particular. Los denominados programas de ajuste o estabilización, muchas veces han tenido el acompañamiento del Fondo Monetario Internacional (por ejemplo con un acuerdo Stand-By), como «prestamista de última instancia» (a tasas menores que las del mercado, pero con condicionalidades). A veces las condicionalidades se fijaron con una injerencia muy directa en las medidas y otras más indirecta fijando metas de reducción del déficit pero dejando al país que implemente las medidas que considera viables.

En mayo de 2018 la Argentina decidió solicitar ayuda al FMI. En un artículo de Ramiro Albrieu y Guillermo Rozenwurcel se expresa que «el regreso al FMI ¿es buena o mala noticia para Argentina? Es pronto aún para saberlo. Si el acceso al financiamiento del FMI no tuviera costos, sería una de las primeras opciones de endeudamiento externo para cualquier país: tasas bajas, plazos largos, negociación abierta en caso de atrasos. Pero claro, el problema es que sí los tiene, desde la estigmatización en los mercados internacionales hasta las posibles condicionalidades a las políticas domésticas y las previsibles reacciones de rechazo de buena parte de la ciudadanía» (1). La temática del acuerdo con el FMI fue actualizada en esta nota así como el artículo de Guillermo Rozenwurcel y Ramiro Albreu al 21/11/18Visto desde mediados de 2019, se puede observar que el consumo, la actividad del sector productivo de la economía (a excepción del agro, el turismo y la energía) y el empleo se han venido deteriorando seriamente (sin una mejora clara a la vista), con los consiguientes costos sociales y políticos (resultado de las PASO y sus implicancias económicas).

Los programas de estabilización de la economía para atacar sus desajustes han sido muy diversos en el mundo. En el caso de Israel en esta nota se explican sus principales rasgos donde se combinaron distintos instrumentos, con especial énfasis en la reducción del déficit presupuestario, a lo largo del tiempo.

Hay otros casos más complejos y con muchos vaivenes. En este artículo sobre Portugal se expresa que «en 2011, Portugal estaba al borde de la ruina. Había tenido que pedir un rescate de 78.000 millones de euros (US$91.000 millones al cambio actual) a la «troika» del FMI, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo. Al igual que pasó con Grecia, la «troika» impuso durísimas condiciones de austeridad fiscal, que un gobierno conservador en Portugal intentó hacer cumplir. Miles de empleados fueron despedidos. Se recortaron los salarios. Incluso muchos días festivos fueron cancelados por un gobierno que intentaba evitar la quiebra nacional. El desempleo llegó a un calamitoso 16% en 2013. En ese contexto, las elecciones de 2015 parecían presagiar más problemas para Portugal. El electorado rechazó la austeridad y puso en el poder a una coalición de socialistas con comunistas y otros partidos de extrema izquierda. «Las políticas que implementó el gobierno de Antonio Costa iban en contra del recetario tradicional. Se revirtieron los recortes salariales del anterior gobierno. No es que se aumentaran los salarios. Simplemente se recuperaron de los recortes que habían sufrido durante la época de la troika», recuerda Freire a BBC Mundo. También se restauró una jornada laboral de 35 horas semanales para empleados públicos, se recuperaron las pensiones y se aumentó el salario mínimo. Lo novedoso es que estos programas sociales se hicieron «de una manera fiscalmente responsable«, le dice Freire a BBC Mundo. Se combinaron con otros recortes en el gasto estatal que le permitieron a Portugal mantener los objetivos de reducción del déficit. El crecimiento anual se acerca al 3% y, por primera vez en una década, el desempleo cayó a menos del 10%. Las exportaciones y los ingresos por turismo han aumentado vertiginosamente».

De acuerdo a lo expresado no hay una conclusión unívoca (2) acerca de los caminos a recorrer, con o sin ayuda del FMI, para re-equilibrar una economía. En todos los casos, como se expresa en la experiencia de Portugal, hay que actuar «de manera fiscalmente responsable», buscando que la economía retome paulatinamente su sendero de crecimiento y que los esfuerzos estén repartidos de manera equitativa. Hacia finales de septiembre de 2019, Alberto Fernandez, candidato a Presidente por el Frente de Todos, expresó que aspira -en caso de ganar- encarar una re-negociación de la deuda externa similar a la realizada por Uruguay en 2002.

(1) se ha colocado este texto a modo de introducción a la temática del caso argentino. El 7/6/2018 el Gobierno y el FMI anunciaron el acuerdo. Ante las dudas de que la economía argentina pudiera cancelar todas sus deudas y la inestabilidad cambiaria que se generó, el 26/9/18 se firmó un nuevo acuerdo con cambios en la política monetaria y cambiaria (ver este link). Sobre el debate si el ajuste hay que hacerlo de manera gradual (y ¿a qué ritmo?) o como shock, se ha opinado mucho y variado, y al respecto es interesante esta nota escrita en 2017 sobre «la economía política del shock y del gradualismo«.

(2) hay opiniones como esta que consideran que siempre es negativo un acuerdo con el FMI. De todos modos no está muy claro cuales son las alternativas viables cuando se acaba el financiamiento de los mercados y no se quiere financiar el déficit fiscal con emisión monetaria. Quedaría la alternativa de incrementar impuestos directos a las personas de mayores ingresos y poner derechos de exportación, mientras también se reducen en gastos superfluos o improductivos, así como un ajuste -en términos reales- de los gastos corrientes. En cada caso habrá que determinar si las magnitudes resultantes son significativas para solucionar la crisis (o hay que apelar a alternativas más drásticas y dolorosas para los sectores involucrados), y cuales son los senderos posibles de re-equilibrio insertos en un programa general de desarrollo y equidad. En cuanto a la metáfora de las velas ajustadas y el viaje es interesante esta nota de Marina Dal Poggetto.