¿Economía ortodoxa y progresista juntas?

¿Es posible una economia «progresista» y «heterodoxa» simultáneamente a una «ortodoxa en lo macroeconómico»? Vamos a intentar responder a esta pregunta teórica a partir de un caso concreto: el de Bolivia en el período 2005 hasta el 10/11/2019.

Pero ¿qué es una economía ortodoxa? A trazos gruesos podríamos definirla como aquella que se fundamenta en una política económica que prioriza el equilibrio fiscal (y en determinadas oportunidades el superávit fiscal) y es pro-mercado en cuanto a las relaciones económicas. Por lo tanto el Estado más bien busca ser garante de un cuadro institucional que garantice lo anterior y provea -directa o indirectamente- los bienes públicos necesarios.

Y ¿una economía heterodoxa y progresista? es aquella donde el Estado plantea una política económica más centrada en la redistribución progresiva de los ingresos con una presencia significativa del Estado en las relaciones económicas que se dan en el mercado.

Por supuesto estos trazos gruesos tienen, en la práctica, una gran diversidad de situaciones tanto en su ritmo de implementación (gradualismo versus shock) como en sus modalidades y en los resultados alcanzados: pueden buscar el equilibrio fiscal pero no lograrlo o buscar la redistribución progresiva de los ingresos pero alcanzar esto sólo para una minoría gobernante y empobreciendo a una mayoría. Por lo tanto el éxito o fracaso de una u otra no está garantizado de antemano dependiendo de los contextos y si los instrumentos de política son adecuados y eficaces.

Cada país tiene sus propias particularidades en cuanto a su historia, su estructura económica y las distintas coyunturas por las que atraviesa. Bolivia no es la excepción, dado su carácter multiétnico y pluricultural que se expresa en su institucionalidad de estado plurinacional. En lo político viene siendo liderado en los últimos años por una persona, como Evo Morales Ayma, que proviene del sindicalismo cocacolero, siendo posteriormente fundador del «Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP)».  Luego se aliaría con el Movimiento al Socialismo (M.A.S.) para participar de las elecciones generales de 1997, en las que resultó elegido diputado por Cochabamba, y en las elecciones presidenciales de 2005, obtuvo casi el 54 % de los votos, por lo que se convirtió en el primer presidente de origen indígena.

Según la síntesis que realiza la Wikipedia, «el primer mandato de Morales (2006-2010) se caracteriza por la puesta en marcha de políticas nacionalistas e indigenistas de izquierda alineadas con las políticas de los presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Fidel Castro de Cuba. Se estatizan las empresas de hidrocarburos y telecomunicaciones que en la pasada década habían sido privatizadas. En 2006, se instala una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución. Tras una profunda crisis política que polariza el país entre partidarios del Gobierno (principalmente en el occidente) y seguidores de las demandas de autonomía departamental y capitalía para Sucre (en el Oriente Boliviano), la Constitución Plurinacional es aprobada por 164 de los 255 asambleístas y posteriormente modificada por el Congreso y refrendada por la población en un referéndum. A fines de 2009, Evo Morales del MAS es reelecto presidente con más de dos tercios de mayoría legislativa. En 2014 Evo Morales se vuelve a postular para presidente y gana con un 61% de los votos. Su periodo de gestión concluye el año 2019 y podríamos agregar que logró que el Tribunal Constitucional lo habilite para la reelección indefinida, pero con fuerte rechazo de una parte importante de la población y un triunfo muy controversial, que lo llevó -en primera instancia- a convocar nuevamente a elecciones, pero finalmente terminó renunciando. (1)

En cuanto a su período de gestión, el diario La Nación de Argentina escribe una nota y al final de ella aparece otra firmada por Pablo Stefanoni que se denomina «un socialismo que se apoya en el mercado». En la misma expresa que «el ex ministro de Economía boliviano Luis Arce Catacora dijo alguna vez que el socialismo debía convivir con la estabilidad macroeconómica. Arce se mantuvo once años como titular de esa cartera, todo un récord en el país, y salió por motivos de salud, no de gestión. Desde la campaña por la reelección de 2014, y para justificar su permanencia en el cargo, el presidente boliviano Evo Morales se presentó como el garante de la estabilidad más que de la «revolución».

En lo escrito por Stefanoni se hace referencia a un artículo de la versión impresa de la BBC donde destacan las claves del éxito económico del país. Entre ellos se pueden destacar que su economía ha venido creciendo a un promedio del 5% anual en los últimos años, las reservas pasaron de 1124 millones de dólares en 2004 a 15282 millones de dólares en 2014, tiene superávit fiscales (por primera vez desde 1940) y en cuenta corriente debido sobre todo a las políticas de nacionalización de recursos naturales (hidrocarburos y minería) y otros sectores como telecomunicaciones y energía, que permitió un importante aumento en las recaudaciones estatales y por consiguiente una fuerte inversión pública (en 2010 cuatro veces mayor que en los años previos al 2006).

Se destacan también una muy baja tasa de inflación (en el año 2017 fue del 2,7%) debido a la aplicación de una política económica ortodoxa en lo monetario, y -en otras cosas- que generó, hacia 2014, que ciudadanos argentinos ahorraran en pesos bolivianos. Por otro lado la pobreza extrema disminuyó de 36,7 % a 16,8 % entre 2005 y 2015, y el índice Gini (que mide la desigualdad de ingresos) pasó de 0,60 en 2005 a 0,47 en 2016.

En la nota de Stefanoni, más arriba citada, expresa que «sin duda, Bolivia sigue dependiendo de sus materias primas (gas, minerales y soja) y arrastra muchas inequidades históricas. Sin embargo, las reservas monetarias acumuladas -que llegaron al 50% del PBI- le permitieron un aterrizaje suave. En estos ocho años de «revolución democrática y cultural» fueron quedando atrás algunas de las utopías iniciales del «proceso de cambio», como la del indianismo radical, el anticapitalismo o el socialismo comunitario. La que se mantiene en pie es la de la inclusión, la de una foto de familia que incluya verdaderamente a todos los habitantes de Bolivia. Pero esta utopía transcurre por diferentes vías y algunas de ellas, paradójicamente, son el mercado, el consumo y la movilidad social ascendente». También hay que decir que ha alcanzado el 90% de autosuficiencia alimentaria. Un mayor detalle se puede ver en esta nota.

Lo anterior no se ha estado exento de fuertes contradicciones (como esta, de tentaciones como perpetuarse en el poder y de fragilidades e inequidades en su sistema de salud (en cuanto a la relación con Argentina finalmente logró un convenio de reciprocidad). También hay cambios en el mercado del gas que la afectan. Según esta nota «en 2018, las exportaciones bolivianas de gas cayeron en aproximadamente 30 por ciento, lo que tuvo un impacto drástico en los ingresos del gobierno y en la entrada de divisas, según Alvaro Ríos, socio fundador de Gas Energy LA, una consultora con sede en Bolivia. Mientras tanto, la deuda pública se disparó a 51 por ciento del PIB en 2017, según los últimos datos disponibles del banco central de Bolivia. Esto representa un aumento en comparación con el 36 por ciento de 2014». Podemos agregar, además, que no hay un adecuado cuidado de sus bosques y su relación con la gravedad de los incendios.

De todos modos ha sabido combinar -según nuestro criterio y hasta el momento- la ortodoxia con la heterodoxia económica logrando muy buenos resultados. Ello nos puede generar distintas preguntas como ¿si la estabilidad económica con baja inflación y superávit fiscal no es progresista? o ¿si el disponer de empresas sociales y estatales eficientes en determinados sectores donde hay fallas de mercado u otros enfoques de la economía no será una medida ortodoxa que fomente el crecimiento económico inclusivo? Responder con un criterio amplio, veraz y práctico (por lo tanto combinando ideales con realismo) preguntas como esta, tal vez nos pueda ayudar a superar determinadas antinomias y grietas en nuestras perspectivas de abordaje. Esto le ha permitido a Luis Arce ganar las elecciones en octubre de 2020 (2).

(1) Se espera que el hermano país pueda encauzar nuevamente, y en paz, su sendero democrático luego de que Luis Arce haya ganado las elecciones.

(2) Lamentablemente en 2023 se ha desvanecido el llamado «milagro económico» boliviano, como menciona esta nota y también esta.

PD: Más allá de los aspectos positivos que se han mencionado en la nota, cabe destacar que muchos bolivianos han emigrado de su país (por ejemplo a Argentina, en su mayoría votantes de Evo Morales) buscando mejorar su situación. Dado que muchos de ellos se dedican a la agricultura (ajo, cebolla, cinturón verde del Gran Buenos Aires), además de a rubros como la construcción, encuentran un lugar de mayor prosperidad material y de servicios de salud y educación que todavía en Bolivia no se dan.

¿Economias Desequilibradas y Enfermas?

La idea de equilibrio viene desde la antigüedad, y es aquella condición de la materia (o de un cuerpo) que le permite ser estable con respecto a las fuerzas con las que interactúa en el espacio donde se encuentra. Toma características específicas en la economía clásica, luego es formalizado en la economía neoclásica como teoría del equilibrio general por León Walras. En cuanto al concepto de equilibrio, hoy sabemos que -según autores como Ilya Prigogine– es una situación muy particular, y lo que predomina dinámicamente es el desequilibrio y el caos (como «n» situaciones).

Coincidiremos que la desarmonía y el desequilibrio en la relación entre personas, sectores, regiones o países no es deseable y es fuente de conflictos, muchas veces violentos. Toma, en general la forma de desigualdad y por lo tanto de injusticia. Si el enfoque es reparar estas injusticias se requiere jugar la libertad positiva en acciones afirmativas o re-equilibradoras. En esta reflexión haremos referencia a un caso particular vinculado al título de la nota, con especial enfoque al caso argentino.

Relacionado con lo que venimos de mencionar, esta temática ha tenido múltiples aplicaciones en economía, como es el caso de las «estructuras productivas desequilibradas» (EPD) que desarrollara particularmente el ingeniero, empresario y economista argentino Marcelo Diamand. Ha escrito numerosas publicaciones y libros, y en un acto en su honor del 8/7/2011 se presentó el libro «Ensayos en Honor de Marcelo Diamand» por parte de sus compiladores (Pablo Ignacio Chena, Norberto Eduardo Crovetto y Demián Tupac Panigo) donde se sintetiza, comenta y actualiza su análisis de manera muy rigurosa y precisa en cuanto a sus principales aportes.

No nos es posible sintetizar 349 páginas del libro mencionado, pero glosando algunos capítulos, podemos afirmar que «la EPD es una forma específica de heterogeneidad estructural. De acuerdo con este punto de vista específico, Argentina muestra un desequilibrio estructural entre la productividad del sector primario exportador y la productividad industrial (Diamand, 1986). La opción por la industrialización implica precios industriales superiores a los precios internacionales. Sin embargo, el tipo de cambio se basó en los costos del sector primario, que por razones naturales (fertilidad, etc.) es el más productivo».  Más adelante en el Capítulo 4 se dice que «en tal contexto, con base en el tipo de cambio «pampeano» (hoy se trataría de un tipo de cambio «sojero-financiero», ver Curia, 2008), cuando se traducen en dólares, los precios industriales resultan superiores a los internacionales. Enseguida Diamand aclara un gran malentendido. Distintos analistas han tendido a explicar la carencia de exportaciones industriales y los más altos precios fabriles como resultante de una presunta «ineficiencia» del sector industrial. En verdad, la industria no es que no exporta por ser «ineficiente» sino porque no puede competir con la productividad «natural» del agro, del mismo modo que «los altos precios industriales en Venezuela se deben a la incapacidad de la industria local de competir con el petróleo venezolano y los altos precios industriales chilenos a su incapacidad de competir con el cobre chileno» (Diamand, 1972: 9). ¿Por qué el tipo de cambio se fija en base al sector primario? Este es el tipo de cambio «natural» al momento de lanzarse la industrialización. Las exportaciones argentinas son exportaciones agropecuarias (no hay otras). Por ende la paridad cambiaría refleja este hecho. Sin embargo, el problema persiste: ¿por qué una vez iniciada la industrialización, cuando ya existe un incipiente sector industrial, el tipo de cambio no se fija en niveles «pro-exportaciones industriales»?»

En el centro de las propuestas de Diamand para resolver la EPD estará la fijación de tipos de cambios múltiples a través de derechos de exportación favoreciendo las exportaciones industriales, junto a una política de sustitución de importaciones, y otros instrumentos de política. En el capítulo 10, página 159 del libro mencionado, Jorge Remes Lenicov explica que «los derechos de exportación no están prohibidos y respetan lo establecido por GATT/OMC en 1994. Esto explica porque son aplicados por algunos países desarrollados (Canadá, Noruega y Nueva Zelandia) y muchos países en desarrollo (Indonesia, China, Rusia, India), básicamente para los productos agrícolas y pesqueros».

Tener en cuenta lo anterior conlleva a «salir del péndulo de Diamand» de la historia económica argentina, entender -desde un punto de vista racional- la complejidad sistémica de una estructura productiva heterogénea como la Argentina (Capítulo 3, del libro mencionado) donde sus características hacen que el sector más productivo sea a la vez el proveedor de bienes salario en el mercado interno (a diferencia de Bolivia y otros países donde la minería es preponderante) por lo que el valor en dólares y el tipo de cambio sean cruciales para los precios internos (y por lo tanto en el nivel de inflación). El problema, según nuestro entender, fue que la instauración de derechos de exportación luego de la salida de la convertibilidad (como en otros momentos de la historia argentina) tenían «lógica» dado el gran salto devaluatorio que implicó su salida, pero luego se utilizó de manera discrecional y abusiva que tuvo un momento crítico con el conflicto de la llamada «Resolución 125» y su rechazo en el Congreso. Además de este tema puntual ha habido mucho debate sobre como afrontar esta problemática y hay análisis críticos de este enfoque como el que hizo Santiago Chelala.

El fenómeno de la EPD tiene similitudes, aunque no es lo mismo, con la denominada «enfermedad holandesa» (imagen de la entrada, a la que se le dio ese nombre por el impacto que tuvo la generación de riqueza y gran entrada de dólares por el descubrimiento en el año 1959 y explotación por parte de Holanda de yacimientos de petróleo en el Mar del Norte) o «maldición de los recursos naturales» que hemos comentado en otra entrada. Esto es mencionado en el libro de referencia (en la Introducción, por Aldo Ferrer y Jorge Remes Lenicov) planteando su carácter pasajero como «enfermedad» y la diferencia si afecta a países desarrollados o en vía de desarrollo. También es mencionado por Joseph Stiglitz, en un articulo de 2005 («Making natural resources into a blessing rather than a curse». En Schiffrin, A., y Svetlana Tsalik, A. (Eds). Covering Oil: A Reporter’s Guide to Energy and Development. New York: Open Society Institute) donde propone cambiar el enfoque de «maldición» por el de «bendición» en la medida que se instrumenten un conjunto de políticas económicas que él sugiere (por ejemplo crear fondos de estabilización como hicieron Noruega y otros países).

Como síntesis, y teniendo como trasfondo el caso argentino, nos animamos a decir:

  • la enfermedad holandesa, o los fenómenos descriptos por ese nombre, son reales y deben ser tenidos muy en cuenta, en especial si se desarrollan de manera significativa -por ejemplo- recursos asociados al yacimiento de Vaca Muerta o si el valor de los granos de soja se incrementan significativamente en el mercado internacional,
  • en el año 2024 se la ha aplicado en notas como esta, También se la aplicado a las provincias en trabajos como este: “Enfermedad holandesa en las jurisdicciones subnacionales: una explicación del estancamiento Marcelo Capello y Alberto Figueras. Revista Cultura Económica Año XXV • No 69 • Agosto 2007: 15-24” que se encuentra en internet.
  • la estructura económica económica desequilibrada se da en muchos países, y entre ellos -de manera particular- en la Argentina. Ha sido muy analizada por Marcelo Diamand y colaboradores, tal como se especificó más arriba. Es fundamental tenerlo muy presente tanto a nivel de diagnóstico (en sus implicancias productivas y distributivas) como de propuestas de política económica.
  • En cuanto a las propuestas de política económica, los derechos de exportación tienen una larga tradición en Argentina hasta la actualidad. Lamentablemente la extracción de una renta excesiva al sector agropecuario durante el ex IAPI (que Perón revisó conceptualmente en 1973) hasta las políticas llevadas a cabo por Guillermo Moreno durante el gobierno de Nestor y Cristina Kirchner, tuvieron como resultado no sólo la «no inversión» (como el caso del sector energético) sino también la desinversión (como el caso de la liquidación de vientres del sector ganadero) por citar sólo dos ejemplos. Cuando fue (o se visualizó) como excesiva o expropiatoria tuvo efectos muy indeseables para la economía.
  • En el marco de lo anterior es difícil un debate desapasionado en la Argentina sobre la temática de las retenciones. Al respecto es interesante, desde el punto de vista técnico económico y político este artículo de Eugenio Diaz Bonilla. En el marco de que en el año 2018 el dólar pasó de $20 a $ 40, y que desde abril se generó una mayor inestabilidad cambiaria, a comienzos de septiembre se anunció una política de derechos de exportación generalizada a fin de recaudar fondos para ir un déficit fiscal cero (*).

Ojalá se pueda incluir en los consensos básicos de políticas de estado de desarrollo productivo esta realidad planteada en este nota, o una eventual enfermedad holandesa por un desarrollo exitoso del yacimiento de Vaca Muerta, sin mezquindades, dogmatismos, racionalidad y teniendo conciencia que es para bien de todos.

PD: Agradezco los comentarios de Jorge Remes Lenicov respecto del desafío que conlleva incluir a los servicios exportables y la economía digital (como fenómenos nuevos respecto del planteo original de Diamand) y que los reintegros para las economias regionales tienen un limite: solo pueden existir para cubrir los impuestos indirectos. Si fueran superiores se convierten en un subsidio y eso no está permitido por la OMC. También agradezco los comentarios de Juan Carlos Esteves sobre el Plan Krieger Vasena.