Pueblos Fumigados

La imagen de la entrada hace referencia a una película argentina de Fernando «Pino» Solanas, «Viaje a los pueblos fumigados«, estrenada a comienzos de 2018. La misma aborda un problema de orden mundial, como es el caso de la utilización de agroquímicos (también llamados agrotóxicos, por los efectos indeseados que -muchos de ellos- producen en la salud humana). En la película se focaliza -principalmente pero no únicamente- al caso argentino en cuanto a la fumigación (aérea y con equipos terrestres) del glifosato a los cultivos de soja transgénica (resistente a este producto).

En la película se muestra como la fumigación no sólo abarca los cultivos, sino que -en algunos casos- se afecta a escuelas en medio de campos y barrios aledaños que -por el efecto del viento- su población se ve directamente afectada. Ello se ha constatado en distintas regiones de la Argentina. Una de ellas es en localidades de la Provincia de Córdoba con crecientes casos de malformaciones, de niños con problemas respiratorios y de comunidades en dónde el cáncer se multiplica. La Organización Mundial de la Salud ha admitido que es «probablemente cancerígeno para los seres humanos». Si bien no es el centro de la temática del film, también se aborda en él la mala utilización de químicos en verduras (por ejemplo se cita el caso de la lechuga y el hinojo en Mar del Plata).

Los altos precios internacionales de la soja por su gran demanda mundial, vinculado con el cambio hacia los transgénicos y a herbicidas cada vez más potentes, ha posibilitado altos rendimientos de este cultivo, enormes posibilidades de crecimiento (por lo tanto desplazando otros cultivos, la ganadería y la apicultura) y exportación, con relevantes ingresos para los productores y el Estado (en particular cuando los dólares no son generados por otros sectores -como la industria- o que no entran suficientemente para financiar déficit de balanza comercial y/o déficit fiscal). Por eso se la ha llamado el «oro verde». Por esta razón hay una gran resistencia y temor a poder hablar francamente sobre las consecuencias negativas mencionadas más arriba, así como del desmonte de grandes áreas del territorio (con el acentuamiento de las consecuencias negativas del cambio climático).

En los capítulos de la parte final de la película se plantean una serie de opciones alternativas a este modelo como es el caso de cultivos combinados, rotativos, también mixtos, con menor utilización de agroquímicos y otros sin agroquímicos (como son los cultivos orgánicos y en general la denominada permacultura).

Sabemos que un tema muy complejo y de enormes desafíos en lo que se refiere a cambios de hábitos de consumo y de modos de producción. A nivel mundial hay que tener en cuenta que Francia anunció la prohibición total del glifosato para el año 2019 y que la mayoría de los países de Europa rechazan los productos transgénicos. En Argentina debería tenerse en cuenta una mirada estratégica sobre estos cambios estructurales que están sucediendo en el mercado de alimentos así como ir encarando un camino de cambios progresivos y sostenidos que nos conduzcan, además, a colocar en un lugar central la vida y la salud humana.

De mínima habría que tomar urgentemente medidas relacionadas con limitar el daño actual. Lo anterior conlleva a que se impida la fumigación con glifosato (y otros agroquímicos) se realice cerca de donde hay población (incluido el efecto del viento) y haya severas sanciones para quienes lo realicen. Del mismo modo la utilización de otros agroquímicos (al menos en altas dosis) en la verduras y frutas, y evitando el volcado de efluentes tóxicos a cursos de agua. Ello debería ir acompañado de laboratorios de control de muestras de alimentos en origen (es decir antes de que vayan al mercado) de distintas regiones, así como cambios institucionales que identifiquen a los aviones y personas que fumiguen (así como a qué empresas responden), se los capacite y se les apliquen severas sanciones penales y económicas para quienes no tengan estos cuidados básicos. También de protección a las comunidades indígenas que residen en esas zonas y los trabajadores rurales que, por no perder su trabajo, no denuncian situaciones de alto riesgo (en especial ante las faltas de cuidados y por la exclusiva búsqueda de la maximización del lucro).

Por otro lado lo anterior debería estar acompañado de la promoción de la ciencia y la tecnología aplicadas a semillas, herbicidas orgánicos,  procesos alternativos que no alteren la salud humana y se converja hacia la generalización de una agricultura orgánica. A medida que haya mayor conciencia sobre los daños a la salud, el mercado de productos orgánicos seguirá creciendo sostenidamente y esto le dará viabilidad económica a los productores y distribuidores que ya han iniciado este cambio.

El gran desafío será de pasar de un modelo productivista que abastece de alimentos a una población humana y animal creciente en el mundo, hacia un modelo saludable y sustentable con el medio ambiente que también pueda abastecer a la población mundial. Esto exige un esfuerzo combinado de actores sociales, privados (*) y estatales nacionales e internacionales que nos puedan ayudar a converger a un mundo mejor en esta materia.

(*) en otras entradas hemos hecho referencia a una economía con otros valores, ecológica, del bien común y similares que vayan en camino hacia ir más allá de la maximización del lucro y la mera acumulación. Liderazgos empresariales con estos valores, una sociedad civil consciente y crecientemente participativa con este sentido y un rol decisivo de los Estados con medidas eficaces en esta dirección serán claves para este cambio tan necesario y relevante.

PD: Agradezco muy especialmente a todas las personas que me han hecho llegar comentarios sobre esta nota que se pueden resumir en lo siguiente:

  • la fumigación con glifosato a personas (directamente o indirectamente por efecto del viento) produce todo tipo de enfermedades al ser humano, y se deben tomar urgentes medidas que lo eviten. Su derivación al agua seguramente también. Algo similar se puede afirmar de uso excesivo de otros agroquímicos en verduras y frutas. Lo anterior puede asimilarse al concepto de «armas químicas» que dañan la salud humana.
  • no se ha demostrado que haya una relación directa entre la aplicación de glifosato a las plantas genéticamente modificadas y cáncer. La EFSA (Agencia Europea de Seguridad Alimentaria), recuerda que el glifosato, que se emplea en todo el mundo, en las proporciones indicadas y en el contexto de las instrucciones de uso, no mostró ser dañina. Ese dictamen se hizo dos veces en presencia de un sanitarista de cada uno de los Estados Miembros de la UE.
  • Los productos genéticamente modificados son todos: las prácticas difieren desde el cruzamiento lento entre plantas, y animales, hasta la actual edición de genes; por supuesto los seres humanos somos organismos genéticamente modificados. Muy pocos son transgénicos (es decir con genes de otra especie) y hasta ahora -según fuentes consultadas- nadie ha mostrado efectos negativos sobre la salud de esos productos. Los europeos se oponen al uso de técnicas de edición genética en el agro (porque piensan que les quita competitividad) pero no en medicina (porque el ser humano quiere vivir lo más que se pueda y con salud).
  • El avance científico-tecnológico de bioinsumos, está avanzando a pasos sostenidos, por lo que es de esperar que esto pueda impactar en la agricultura de gran escala (dado que sino no se podría abastecer a toda la población mundial y a la alimentación animal) y en mejorar la salud humana. Se espera que el esfuerzo sostenido de estados, empresas y una sociedad civil crecientemente movilizada en esta dirección lo logren.

 

¿Economias Desequilibradas y Enfermas?

La idea de equilibrio viene desde la antigüedad, y es aquella condición de la materia (o de un cuerpo) que le permite ser estable con respecto a las fuerzas con las que interactúa en el espacio donde se encuentra. Toma características específicas en la economía clásica, luego es formalizado en la economía neoclásica como teoría del equilibrio general por León Walras. En cuanto al concepto de equilibrio, hoy sabemos que -según autores como Ilya Prigogine– es una situación muy particular, y lo que predomina dinámicamente es el desequilibrio y el caos (como «n» situaciones).

Coincidiremos que la desarmonía y el desequilibrio en la relación entre personas, sectores, regiones o países no es deseable y es fuente de conflictos, muchas veces violentos. Toma, en general la forma de desigualdad y por lo tanto de injusticia. Si el enfoque es reparar estas injusticias se requiere jugar la libertad positiva en acciones afirmativas o re-equilibradoras. En esta reflexión haremos referencia a un caso particular vinculado al título de la nota, con especial enfoque al caso argentino.

Relacionado con lo que venimos de mencionar, esta temática ha tenido múltiples aplicaciones en economía, como es el caso de las «estructuras productivas desequilibradas» (EPD) que desarrollara particularmente el ingeniero, empresario y economista argentino Marcelo Diamand. Ha escrito numerosas publicaciones y libros, y en un acto en su honor del 8/7/2011 se presentó el libro «Ensayos en Honor de Marcelo Diamand» por parte de sus compiladores (Pablo Ignacio Chena, Norberto Eduardo Crovetto y Demián Tupac Panigo) donde se sintetiza, comenta y actualiza su análisis de manera muy rigurosa y precisa en cuanto a sus principales aportes.

No nos es posible sintetizar 349 páginas del libro mencionado, pero glosando algunos capítulos, podemos afirmar que «la EPD es una forma específica de heterogeneidad estructural. De acuerdo con este punto de vista específico, Argentina muestra un desequilibrio estructural entre la productividad del sector primario exportador y la productividad industrial (Diamand, 1986). La opción por la industrialización implica precios industriales superiores a los precios internacionales. Sin embargo, el tipo de cambio se basó en los costos del sector primario, que por razones naturales (fertilidad, etc.) es el más productivo».  Más adelante en el Capítulo 4 se dice que «en tal contexto, con base en el tipo de cambio «pampeano» (hoy se trataría de un tipo de cambio «sojero-financiero», ver Curia, 2008), cuando se traducen en dólares, los precios industriales resultan superiores a los internacionales. Enseguida Diamand aclara un gran malentendido. Distintos analistas han tendido a explicar la carencia de exportaciones industriales y los más altos precios fabriles como resultante de una presunta «ineficiencia» del sector industrial. En verdad, la industria no es que no exporta por ser «ineficiente» sino porque no puede competir con la productividad «natural» del agro, del mismo modo que «los altos precios industriales en Venezuela se deben a la incapacidad de la industria local de competir con el petróleo venezolano y los altos precios industriales chilenos a su incapacidad de competir con el cobre chileno» (Diamand, 1972: 9). ¿Por qué el tipo de cambio se fija en base al sector primario? Este es el tipo de cambio «natural» al momento de lanzarse la industrialización. Las exportaciones argentinas son exportaciones agropecuarias (no hay otras). Por ende la paridad cambiaría refleja este hecho. Sin embargo, el problema persiste: ¿por qué una vez iniciada la industrialización, cuando ya existe un incipiente sector industrial, el tipo de cambio no se fija en niveles «pro-exportaciones industriales»?»

En el centro de las propuestas de Diamand para resolver la EPD estará la fijación de tipos de cambios múltiples a través de derechos de exportación favoreciendo las exportaciones industriales, junto a una política de sustitución de importaciones, y otros instrumentos de política. En el capítulo 10, página 159 del libro mencionado, Jorge Remes Lenicov explica que «los derechos de exportación no están prohibidos y respetan lo establecido por GATT/OMC en 1994. Esto explica porque son aplicados por algunos países desarrollados (Canadá, Noruega y Nueva Zelandia) y muchos países en desarrollo (Indonesia, China, Rusia, India), básicamente para los productos agrícolas y pesqueros».

Tener en cuenta lo anterior conlleva a «salir del péndulo de Diamand» de la historia económica argentina, entender -desde un punto de vista racional- la complejidad sistémica de una estructura productiva heterogénea como la Argentina (Capítulo 3, del libro mencionado) donde sus características hacen que el sector más productivo sea a la vez el proveedor de bienes salario en el mercado interno (a diferencia de Bolivia y otros países donde la minería es preponderante) por lo que el valor en dólares y el tipo de cambio sean cruciales para los precios internos (y por lo tanto en el nivel de inflación). El problema, según nuestro entender, fue que la instauración de derechos de exportación luego de la salida de la convertibilidad (como en otros momentos de la historia argentina) tenían «lógica» dado el gran salto devaluatorio que implicó su salida, pero luego se utilizó de manera discrecional y abusiva que tuvo un momento crítico con el conflicto de la llamada «Resolución 125» y su rechazo en el Congreso. Además de este tema puntual ha habido mucho debate sobre como afrontar esta problemática y hay análisis críticos de este enfoque como el que hizo Santiago Chelala.

El fenómeno de la EPD tiene similitudes, aunque no es lo mismo, con la denominada «enfermedad holandesa» (imagen de la entrada, a la que se le dio ese nombre por el impacto que tuvo la generación de riqueza y gran entrada de dólares por el descubrimiento en el año 1959 y explotación por parte de Holanda de yacimientos de petróleo en el Mar del Norte) o «maldición de los recursos naturales» que hemos comentado en otra entrada. Esto es mencionado en el libro de referencia (en la Introducción, por Aldo Ferrer y Jorge Remes Lenicov) planteando su carácter pasajero como «enfermedad» y la diferencia si afecta a países desarrollados o en vía de desarrollo. También es mencionado por Joseph Stiglitz, en un articulo de 2005 («Making natural resources into a blessing rather than a curse». En Schiffrin, A., y Svetlana Tsalik, A. (Eds). Covering Oil: A Reporter’s Guide to Energy and Development. New York: Open Society Institute) donde propone cambiar el enfoque de «maldición» por el de «bendición» en la medida que se instrumenten un conjunto de políticas económicas que él sugiere (por ejemplo crear fondos de estabilización como hicieron Noruega y otros países).

Como síntesis, y teniendo como trasfondo el caso argentino, nos animamos a decir:

  • la enfermedad holandesa, o los fenómenos descriptos por ese nombre, son reales y deben ser tenidos muy en cuenta, en especial si se desarrollan de manera significativa -por ejemplo- recursos asociados al yacimiento de Vaca Muerta o si el valor de los granos de soja se incrementan significativamente en el mercado internacional,
  • en el año 2024 se la ha aplicado en notas como esta, También se la aplicado a las provincias en trabajos como este: “Enfermedad holandesa en las jurisdicciones subnacionales: una explicación del estancamiento Marcelo Capello y Alberto Figueras. Revista Cultura Económica Año XXV • No 69 • Agosto 2007: 15-24” que se encuentra en internet.
  • la estructura económica económica desequilibrada se da en muchos países, y entre ellos -de manera particular- en la Argentina. Ha sido muy analizada por Marcelo Diamand y colaboradores, tal como se especificó más arriba. Es fundamental tenerlo muy presente tanto a nivel de diagnóstico (en sus implicancias productivas y distributivas) como de propuestas de política económica.
  • En cuanto a las propuestas de política económica, los derechos de exportación tienen una larga tradición en Argentina hasta la actualidad. Lamentablemente la extracción de una renta excesiva al sector agropecuario durante el ex IAPI (que Perón revisó conceptualmente en 1973) hasta las políticas llevadas a cabo por Guillermo Moreno durante el gobierno de Nestor y Cristina Kirchner, tuvieron como resultado no sólo la «no inversión» (como el caso del sector energético) sino también la desinversión (como el caso de la liquidación de vientres del sector ganadero) por citar sólo dos ejemplos. Cuando fue (o se visualizó) como excesiva o expropiatoria tuvo efectos muy indeseables para la economía.
  • En el marco de lo anterior es difícil un debate desapasionado en la Argentina sobre la temática de las retenciones. Al respecto es interesante, desde el punto de vista técnico económico y político este artículo de Eugenio Diaz Bonilla. En el marco de que en el año 2018 el dólar pasó de $20 a $ 40, y que desde abril se generó una mayor inestabilidad cambiaria, a comienzos de septiembre se anunció una política de derechos de exportación generalizada a fin de recaudar fondos para ir un déficit fiscal cero (*).

Ojalá se pueda incluir en los consensos básicos de políticas de estado de desarrollo productivo esta realidad planteada en este nota, o una eventual enfermedad holandesa por un desarrollo exitoso del yacimiento de Vaca Muerta, sin mezquindades, dogmatismos, racionalidad y teniendo conciencia que es para bien de todos.

PD: Agradezco los comentarios de Jorge Remes Lenicov respecto del desafío que conlleva incluir a los servicios exportables y la economía digital (como fenómenos nuevos respecto del planteo original de Diamand) y que los reintegros para las economias regionales tienen un limite: solo pueden existir para cubrir los impuestos indirectos. Si fueran superiores se convierten en un subsidio y eso no está permitido por la OMC. También agradezco los comentarios de Juan Carlos Esteves sobre el Plan Krieger Vasena.