Economías dolarizadas

El dinero, a lo largo de la historia, estuvo asociado a territorios y luego a naciones. Cuando pasó de dinero metálico a dinero papel se requirió de que estuviera respaldado en algo «sólido» como el oro (de allí el «patrón oro») y posteriormente en un mix donde el oro estuvo también acompañado de diferentes divisas. El valor de las divisas ha estado relacionado a la competitividad y poder de una nación en determinado periodo de tiempo, como es el caso -en la actualidad y a nivel global- del dólar estadounidense, y en menor medida el euro y otras monedas.

Hay naciones que, por su escaso tamaño o relevancia en términos económicos, han optado por adoptar directamente la moneda de un país hegemónico, como es el caso de Hong Kong, El Salvador u otras como Panamá que han dolarizado su economía. Pero también ha sucedido que economías de mayor tamaño, como Ecuador, se vió forzada en enero del año 2000 a adoptar el dólar como moneda (en reemplazo del sucre) por circunstancias dramáticas de su economía. En el caso de este país está bien explicado en este documento. Más en general hay especialistas, como Guillermo Calvo, que sostiene que hay economías, como Alemania o Francia, que están usando el euro que ellos no producen (sería una «eurización»). Esto les ha dado estabilidad y crecimiento a esas economías, pero -podemos agregar- le ha traído grandes dificultades a otras (como el caso de Grecia).

Los casos mencionados de Hong Kong, Panamá o Ecuador son de una «dolarización» formal pura o completa. Pero hay casos de dolarización parcial, informal….de economías de mediana y alta inflación (o hiperinflación como es el caso hoy de Venezuela), donde sus habitantes descreen de que su moneda tenga las características de reserva de valor o que, como medio de cambio, su valor se evapora muy rápidamente.

Allí se presenta el caso de economías bimonetarias con tipo de cambio flotante, como es el caso argentino en el 2018. En una nota que escribiéramos hacia septiembre decíamos, entre otros conceptos, que «la política monetaria y el sector financiero tendrían que tener instrumentos que fomenten la canalización del ahorro hacia la inversión, evitando la especulación y vehiculizando los dólares fugados hacia los sectores productivos. Para esto hay que reconocer que la mitad del pbi está en dólares fuera del circuito productivo (es decir que hay una dolarización “real” de una parte importante del ahorro), y que la solución no es la dolarización “formal” de la economía. Pero sí hay que fomentar y difundir instrumentos (como las obligaciones negociables en dólares), así como crear otros (vía bancos, plataformas virtuales) que faciliten -en el marco de una economía bimonetaria- la entrada al circuito formal de inversión productiva«.

Hay que tener en cuenta que la Argentina (*) en los 90 viene de una experiencia de economía, de alguna manera, bimonetaria con una conversión o convertibilidad con tipo de cambio fijo entre el dólar y el peso (el 1 y 1) donde se logró parar la inflación (éxito), pero no se logró flexibilizar otras variables y realizar reformas estructurales (fracaso), fue muy vulnerable ante shocks externos («efecto tequila») y no logró sostenerse colapsando en el año 2001. Una solución «madura» -es decir partir de reconocer las causas del problema-, y que mencionamos en la nota de más arriba, sería «tener una macro previsible y más o menos equilibrada, que incluye una inflación baja, una rentabilidad razonable para la inversión productiva, y un tipo de cambio real estable… Porque la dolarización de facto se debe a la incertidumbre y depreciación del peso, originada en los desequilibrios macro, la falta de proyectos productivos y el permanente cambio de las reglas de juego». Esto conlleva tener una acuerdo sociopolítico amplio y concreto de no tener déficit fiscal (y preferentemente cierto superávit fiscal), bajar sustancialmente el déficit de balanza de pagos con medidas que estimulen la competitividad sistémica y -entre tanto- un tipo de cambio alto en términos reales. Por lo menos, durante cinco años, hasta que se puedan generar muchos dólares con recursos como Vaca Muerta. De todos modos esto último no resuelve problemas de empleo productivo en territorios como el conurbano del Gran Buenos Aires, y deben adoptarse estrategias y medidas complementarias que si lo vayan resolviendo.

Tener conciencia de estas cuestiones y poder obrar seriamente en consecuencia nos puede conducir a un mundo mejor. Sino los ciudadanos optarán por una moneda estable y esto tendrá impactos como los que indicamos.

(*) Sobre el caso argentino actual se han publicado muchas notas. Entre algunas de ellas se puede citar esta de Marcelo Bonelli que -entre otras cosas- dice: «Larry Kudlow, jefe de asesores económicos de la Casa Blanca, lo dijo: “La convertibilidad derribó la inflación y mantuvo la prosperidad”. David Malpass, el actual interlocutor en el Tesoro de Nicolás Dujovne, es un amante y defensor de los mecanismos del “patrón oro” y de los tipos de cambio fijos. Ambos encajan en un sistema de convertibilidad. Pero las sugerencias no habrían prosperado. Se truncaron las conversaciones. Las autoridades argentinas explicaron que una convertibilidad requiere una ley que nunca será aprobada en el Congreso.» Por su parte  Ricardo Kirschbaum plantea el caso de la dolarización para Argentina como una forma geopolítica de EEUU de enfrentar a China.  Ha vuelto a tomar actualidad, a partir de la propuesta de Javier Milei (recientemente aclaró que no sería en el año 2024) y de Ocampo-Cachanosky. Sobre planteos críticos a la dolarización en Argentina está -por un lado- quienes sostienen que la dolarización bajaría drásticamente la inflación causada por la emisión monetaria (se debe aclarar que hay otras causas), que la historia demuestra que somos «incorregibles» y que puede volver el populismo (entonces lo mejor es dolarizar) y quienes sostienen lo contrario, como se puede ver este video (con la opinión de Daniel Artana), esta nota, la opinión de más de 200 economistas, los pros, contras y características en este artículo, la opinión de Juan Llach, o esta, entre muchas otras.

Dirty Money

En otra entrada hemos hablado de la temática del dinero. En esta abordaremos las fortunas que se hacen en base al «dinero sucio» (una forma de expresarlo es con la imagen de la entrada), que se reflejan en seis historias reales de una serie de Netflix, con testimonios de todas las partes involucradas. En cursiva haremos una breve reflexión de cada una de ellas.

El primer capítulo se refiere a la defraudación de una empresa automotriz alemana (hacia el final se puede constatar que no consistía en un caso aislado) respecto de fraguar -con un dispositivo electrónico- la emisión real de gases contaminantes de autos a gasoil. Allí se puede observar como privó el área financiera de la empresa y los resultados económicos que se proponían alcanzar, más que la verdad respecto del grado de contaminación que estos vehículos producen. Ello en un contexto de no fácil detección de estas emisiones, de pruebas de grado de contaminación con animales, de los empleos que dependen de la fabricación de estos vehículos y de que partes del Estado donde se producen son inversores o propietarios parciales de esta empresa. Esto es lo que privó y no la salud de los habitantes y el medio ambiente.

Si bien fueron condenados en Estados Unidos, el problema continúa. Dado que los abogados de estas empresas calculan el costo de las penas que pueden afectarlas, y estas son suficientemente bajas como para que las paguen y sigan contaminando: ¿no habrá que subir las penas, y además obligarlos a colocarle adicionales a los vehículos que impidan la contaminación o que se fomente más la inversión en autos eléctricos?

El segundo capítulo llamado «día de pago» es la historia del piloto de carreras norteamericano Scott Trucker, y su familia, que armó una plataforma en internet de oferta de pequeños préstamos on line, localizándolos bajo la propiedad de una tribu aborigen (que tenía status soberano frente al estado local, en este caso de Kansas), y bajo condiciones de «letra chica» se apropió de manera fraudulenta de unos dos mil millones de dólares de personas de bajos recursos que nunca podían cancelar sus préstamos. Al final del capítulo el periodista le pregunta a Trucker si «se consideraba una persona con moral» y respondió «he sido un empresario». Esta temática de disociación entre persona y moral está también muy bien planteada en una película más antigua llamada «La Corporación«.

El tercer capítulo se denomina»venta corta y farmacéuticas».  Operadores del mercado bursátil de compras y ventas de muy corto plazo empezaron a investigar la operatoria de una importante empresa farmacéutica que compraba laboratorios medicinales (con el lema «apostemos a la gerencia», en particular la financiera, y no a la ciencia», descartando la I&D) y aumentaban exponencialmente sus precios (cientos o, a veces, miles de veces) damnificando a los usuarios de los medicamentos y a las aseguradoras de salud (con el gran encarecimiento de los servicios). Frente a la gran cantidad de personas que no podían pagar los medicamentos o eran llevados a la penuria, el caso llegó a dirigentes políticos (como Hillary Clinton) que los pusieron en evidencia y al Congreso norteamericano. Sobre esto último es muy interesante la parte de la interpelación que le hace un Subcomité del Senado presidido por la Senadora Collins, pero quien lleva adelante la interpelación a los principales accionistas y CEO de esta empresa es la Senadora Claire McCaskill. Ella reconoce que es sorprendente que no hubiera nada ilegal (si, fuera de toda ética) y el estado norteamericano sea «impotente» para frenar ganancias exorbitantes o rentas extraordinarias de empresas en general, y en particular de aquellas que tienen que ver con la salud humana. El libre mercado, las ganancias de los inversores y la codicia -prácticamente sin límites- están por encima de la salud humana y de las aspiraciones de la sociedad. ¿no es posible fijar reglas de que los excedentes generados por bienes y servicios -al menos los vinculados con la salud y la educación- no tengan que tener «topes razonables» luego de deducidos la amortización del capital y lo invertido en investigación y desarrollo de mejoras o nuevos productos? ¿libre mercado es igual a poder maximizar la especulación y la depredación de los clientes o usuarios? ¿no es un falso concepto de la libertad que no está asociado a la justicia y el bien común, como valores complementarios?

En el cuarto capítulo se aborda la cuestión de «banca y lavado» de dinero tomando el caso de un importante banco a nivel internacional, y su relación con carteles del narcotráfico en Méjico. En la trama se puede observar que también había dinero de redes terroristas, y como hay fiscales que quieren avanzar en su enjuiciamiento. Sin embargo cuando el tema llega a la cúpula de fiscalía del Estado federal, y en combinación con el regulador de Londres (donde el banco tiene su sede principal) se ve como un «peligro sistémico» para la banca internacional que esto prosiga. Finalmente se le pone una multa (equivalente a la ganancia que este banco obtiene en cinco semanas) y con la promesa de que no volverá a incurrir con fallas de control. También este capítulo se puede observar la relación entre los grandes estudios de abogados y funcionarios públicos que van y vienen de los mismos, y -probablemente- no quieran enemistarse con clientes actuales o futuros. Desnuda vínculos perversos y una cultura de la codicia y «vista gorda» frente a grandes delitos, lo cual hace muy difícil modificar situaciones tan graves como las del financiamiento de actividades mafiosas. También el fracaso de combatir la demanda de narcóticos.

El quinto capítulo se llama «el golpe del jarabe de arce» que se produce en la provincia de Quebec, en Canadá.  Se plantea la historia de cómo un grupo mayoritario de productores del jarabe del árbol de arce de Quebec, viendo que las oscilaciones de precios los perjudicaban seriamente, fijan un sistema de cuotas de producción y un almacenamiento de producciones superavitarias que sirven para abastecer momentos de déficit y para regular su precio. Esta especie de «OPEP» de jarabe, tiene como resistencia a algunos productores que quieren libertad de mercado, y se complica con un robo que se hace al lugar de almacenamiento de este producto con la finalidad de exportarlo. Más allá del tema del robo (por eso la alusión al «golpe») está el debate entre los pros y contras de regular la producción, y de quienes se benefician y perjudican con este sistema de cuotificación.

Finalmente en el sexto capítulo, llamado «el hombre de confianza», se refiere a la historia de negocios de Donald Trump hasta su llegada a la Presidencia de Estados Unidos de América. Es una visión muy crítica, donde hay testimonios de una visión muy cortoplacista y limitada de Trump, señalando como evidencias el gran endeudamiento que tuvo y cinco quiebras, el desastre de sus inversiones en Atlantic City (en especial el Casino Taj Mahal) y con la Universidad Trump, y el licenciamiento de su nombre -bajo sistema de franquicias- de edificios y negocios. Se reconocen sus virtudes de gran comunicador y de presentarse como un gran empresario (que se consolidara con su programa «El Aprendiz«) y negociante. Sobre esto último también hay testimonios de una cultura muy individualista e innecesariamente agresiva, con muchas mentiras y que desmantelara el programa de ética gubernamental, cuando llegó a la Presidencia. No hay mucho que agregar a lo que la serie muestra y a lo que cualquier persona de buena voluntad que busca la verdad pueda encontrar en esta historia singular, y de tanta relevancia para su país y para el mundo.

Ir hacia un mundo mejor conlleva cambiar situaciones como las que se vienen de describir. En esta sección del blog, así como en la denominada «otras economías«, hemos intentado hacer algunas reflexiones que tratan de aportar al respecto. Esperamos que sean de alguna utilidad para la reflexión y el debate.

Nota al pie: agradezco a mi hermano Alejandro la referencia de esta serie. Vinculado con esta temática se puede ver  el film “La lavandería” en Netflix).