La Vida es Bella y el Mundo puede ser Maravilloso

Esta visión es contraria al pesimismo indicada en la entrada anterior. Según la Wikipedia el “optimismo, al igual que la esperanza, es la doctrina y la disposición de espíritu que aguarda lo mejor y lo más positivo de todo en psicología, ética y filosofía.

La palabra optimismo proviene del latín «optimum«: «lo mejor». El término fue usado por primera vez para referirse a la doctrina sostenida por el filósofo alemán Gottfried Wilhelm Leibniz en su obra Ensayos de Teodicea sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el origen del mal (Ámsterdam, 1710), según la cual el mundo en el que vivimos es el mejor de los mundos posibles. Una postura parecida es sostenida con distintos matices por los filósofos William GodwinRalph Waldo Emerson y Friedrich Nietzsche. Por otra parte, el espíritu de algunos movimientos espirituales, como el Renacimiento y la Ilustración, fue identificado como optimista y lleno de fe en el hombre y sus posibilidades, frente a épocas opuestas y pesimistas como la Edad Media y el Barroco

La expectativa psicológica formula que los asuntos humanos irán bien a pesar de los contratiempos y de las frustraciones, que suelen ser salvadas por procedimientos como el humor y la resiliencia. Como valor ético, es la idea que tiene el ser humano de siempre alcanzar lo mejor y conseguirlo de igual manera, a pesar de la dificultad que para ello presentan algunas situaciones o encontrar el lado bueno y lograr los mejores resultados. Asimismo, es bastante difícil obtener una definición universal de la idea de bien, concepto por lo general asociado a la felicidad o a la satisfacción de todas las necesidades materiales y espirituales, que el epicureísmo identifica con el placer físico e intelectual.

Desde el punto de vista de la inteligencia emocional, el optimismo es una actitud que impide caer en la apatía, la desesperación o la depresión frente a las adversidades. La noción de optimismo se opone al concepto filosófico de pesimismo. Por lo general, lo corriente es que las personas no se decanten única y exclusivamente por optimismo o pesimismo, sino que ambas pueden encontrarse alternativamente en un único individuo o aplicadas a distintos ámbitos, ya que la identificación con una u otra de ellas de forma excluyente raya en la patología o la enfermedad psiquiátrica. Igualmente si se pasa de un optimismo exagerado (hipertimia y euforia) a un pesimismo asimismo extremo (hipomaníatristeza) sin pasar por un largo estado intermedio, esto indica trastorno bipolar o algún tipo de ciclotimia.

Las personas optimistas aparecen fuertemente motivadas y apenas padecen estrés, están más relajadas que los pesimistas y se encuentran más conectadas con todo; por ello es más fácil que les surjan ideas: son más receptivas y fértiles y suelen ser más creativas. Esta creatividad individual se contagia empatizando la emoción del entusiasmo, de manera que las personas optimistas suelen ser grandes impulsoras de proyectos y equipos.

Uno de los más fascinantes descubrimientos de la psicología contemporánea, obra de Martin Seligman, padre de la psicología positiva, ha sido el de que el optimismo se puede aprender. No es científica, pues, la afirmación de que el pesimismo o el optimismo son conductas innatas” En última afirmación contradice lo que piensa Khaneman (que mencionarámos en el punto anterior). También es muy valioso lo que sostiene Steven Pinker vinculando progreso con optimismo.

Si podemos aprender el optimismo y de un progreso que promueva un desarrollo integral y sustentable podremos construirlo para un mundo mejor?

 

La Revolución y el Mito de Procusto

Las revoluciones, en general, resultan de procesos históricos que buscan una emancipación de personas, pueblos y naciones de situaciones consideradas injustas o de falta de equidad, así como por insatisfacciones prolongadas ante aspiraciones frustradas. También pueden ser disrupciones graves por calamidades, catástrofes (como por ejemplo derivadas del cambio climático) o por cambios tecnológicos que no generen posibilidades de trabajo para la mayoría de la población. O sea, que no es un tema del pasado, sino que está abierta a suceder en el futuro como plantea esta nota.

En busca de acabar definitivamente y radicalmente con “la cizaña” de distintas formas de dominación y esclavitud (o situaciones como las que se vienen de mencionar), se impone un modelo o sistema que busque drásticamente garantizar este fin. Lamentablemente ello puede estar asociado a instaurar un sistema o gobierno autocrático con líderes «mesiánicos».

Muchos mitos de la antigua Grecia nos invitan a reflexionar sobre algunas cuestiones. Uno de estos mitos es el mito de Procusto. Sintéticamente este personaje mítico tenía una unidad de medida propia (un camastro) donde toda persona que pasaba por ahí tenía que “cuadrar exactamente” con su dimensión. En caso de que fuera más pequeño lo descoyuntaba y en caso de que fuera más grande lo mutilaba hasta cuadrar.

Esto que se puede aplicar a las relaciones entre padres e hijos o a lo que “espera el macho varón” de la mujer, también se aplica a ideologías, creencias -en general vinculadas al fundamentalismo de distinto tipo- y a prácticas socio-económicas y políticas en distintas situaciones históricas.

Algunas corrientes filosóficas (1), y en especial socio políticas, lo aplican a lo que consideran un «hombre nuevo». Si lo relacionamos con el mito que estamos mencionando se transforma en un «arquetipo rígido», de carácter «integrista» y «desmesuradamente ambicioso». En realidad se transforma en un «delirio», desde el punto de vista subjetivo, respecto de lo que es nuestra condición humana imperfecta y limitada.

Si la revolución y los arquetipos humanos nos conducen a llevar a la práctica el mito de Procusto, coincidiremos que no nos lleva a un mundo mejor (2). Ello no invalida sino que, por el contrario, hace necesario a que tendamos a un horizonte personal y global que nos permita ir convergiendo hacia un mundo mejor.

(1) Es muy interesante esta reflexión.

(2) Lo hemos asociado en esta nota con la instauración del paraíso aquí en la Tierra.

La Cuestión del Fracaso

Cualquier acción o iniciativa en nuestra vida puede resultarnos bien, regular o mal. Hay muchas razones por las cuales podemos fracasar. Aquí algunas de ellas:

  • Nuestra intención ha sido buena pero no hemos tenido en cuenta una multiplicidad de factores (la cuestión de la “complejidad”) que operan para tener éxito. De ello se puede inferir que hemos “idealizado” (hemos confundido tener “ideales” con no haber registrado cuestiones de la realidad que no se ajustaban a estos ideales), no hemos planificado bien, no hemos entendido bien cuales son las necesidades externas que debemos satisfacer, sus deseos y si estamos en condiciones de satisfacerlas en términos socioeconómicos (capacidad de retribución de quien recibe y eficiencia, eficacia y calidad de nuestra organización para proveerlas), el contexto cambió o era más adverso de lo imaginado, a largo plazo cada nueva generación tiene sus propias características (y su ejercicio de la libertad) que inciden en mantener o no la iniciativa inicial (la cuestión de la “sucesión”) … 
  • Llevado al campo socioeconómico actual los especialistas que analizan “la empresarialidad”, es decir el intento de generar y desarrollar con éxito una empresa en el contexto del sistema económico vigente, señalan que en un porcentaje importante fracasa (para el caso de Méjico esto representa un 40% de las micro y pequeñas en el primer año de vida). Para el caso argentino la Red CAME indica que 8 de cada 10 emprendimientos fracasan en los primeros dos años de vida.Por su parte la Revista FORBES indica que el 90% fracasa. Las razones para esto son muy diversas (véase: http://www.iadb.org/wmsfiles/products/publications/documents/1481923.pdf entre otros documentos) que van desde el contexto socioeconómico hasta las habilidades o capacidades para responder a una demanda específica, cada vez más exigente y cambiante.
  • Si a lo anterior le agregamos las iniciativas donde el excedente es necesario pero no la búsqueda del lucro como fin principal, se comparta este excedente y las decisiones (la cuestión de la democracia en la empresa y las formas cooperativas), los bienes y servicios generados tengan sustentabilidad y objetivos sociales (las empresas sociales, las economías «integradas», las socialmente responsables -que realmente lo sean- y otras denominaciones), podemos afirmar que también muchas fracasan por cuestiones similares a las anteriores, pero también porque se plantean exigencias adicionales (en especial desde “otros valores”) que satisfacer. Entre las distintas razones específicas podemos mencionar: el individualismo ha predominado, no se ha podido pasar de individualismo a un personalismo maduro y del compartir donde cada persona tenga un valor reconocido en este tipo de instituciones, no se encontraron formas de liderazgo adecuadas para este tipo de instituciones y sobre el contexto en el que les toca operar, la búsqueda de consensos ha llevado a un “asambleismo” permanente y poco fructífero, los comportamientos poco involucrados de algunos miembros ha llevado a otros a considerar que se estaban produciendo situaciones injustas y ello genera desánimo en los más involucrados, derivado de cuestiones anteriores la organización se va burocratizando y perdiendo dinamismo frente a un contexto donde la agresividad del capital está presente y las puede sacar (o las saca) “de juego”, entre otras. Sin embargo al igual que lo señalado en el punto anterior (donde hay millones de iniciativas que han prosperado) también aquí tenemos mil millones de personas que pertenecen a organizaciones cooperativas (aunque algunas de ellas sólo sea en “lo formal”), millones de personas que comparten solidariamente lo que hacen y lo que piensan (por ej. Wikipedia), millones de personas que hacen trabajo voluntario y donan, miles de iniciativas de empresas sociales, socialmente responsables y similares que hoy funcionan con “éxito”….

Aprender del error -que nos ha llevado a fracasar- forma parte del aprendizaje de la vida, dada nuestras limitaciones como seres humanos y del contexto –la mayor parte de las veces incierto- en el que operamos. También forma parte del aprendizaje en el campo específico del conocimiento científico-tecnológico y de emprender. Sobre esto último, en el libro Crear o Morir, de Andrés Oppenheimer (Ed. Debate, Buenos Aires, 2014) en la página 60 menciona que “en Sillicon Valley, cuando enumeras tus fracasos es como si estuvieras enumerando tus diplomas universitarios. Todo el mundo aquí entiende que con cada fracaso aprendiste algo, y por lo tanto eres más sabio que antes” (entrevista del autor con Vivek Wadhwa). En el mismo libro, en la página 62 señala que Thomas Alva Edison tuvo más de 1000 intentos fallidos para inventar una lamparita eléctrica, y en la página 63 menciona que “los hermanos Orville y W. Wright, a quienes se identifica como los pioneros de la aviación, hicieron 163 intentos fallidos antes de realizar su primer vuelo tripulado en 1903”. En línea con lo expuesto van artículos como el de Santiago Bilinkis.

Analizar críticamente la realidad, en particular los errores y fracasos, y ser conscientes de que somos imperfectos y vulnerables (1) es un aprendizaje continuo que debemos hacer no sólo para ser lograr un mayor dominio de la naturaleza, ser creativos y alcanzar más prosperidad y bienestar, sino también para darle un sentido en línea con la búsqueda y construcción concreta de un mundo mejor.

(1) La cuestión de la vulnerabilidad está muy bien tratada por Brené Brown en esta charla TED y en este film de Netflix (vinculado al coraje y valentía).

Felicidad y Economía

La búsqueda de un mundo mejor seguramente está relacionada con la búsqueda de la felicidad. Cual es su relación con la economía?. Algunas pocas referencias:

Como señala V. Giarrizzo (2012, Economía y Felicidad, Existe vínculo?, FCE-UBA), si bien el concepto tiene una larga historia, uno de los primeros trabajos empíricos sobre la relación entre economía y felicidad fue Easterling (1974, “Does Economic Growth improve the human lot?. Some empirical evidence”, en P.A David y M.W.Rider (eds) Nations and Households in Economic Growth: Essays in Honor of Moses Abramovvitz. New York and London: Academic Press, y en 1995. “Will Raising the Incomes of all Increase the Happiness of all?” Journal of Economic Behavior and Organization 27: 35-48. 1995). También son muy valiosos los aportes de Carballo (2015, La Felicidad de las Naciones, Editorial Sudamericana), N. Powdthavee (2007 Economics of happiness: A review of literature and applications”, Chulalongkorn, Journal of Economics, 19, 1) citado por Tetaz (2014, Psychonomics, La Economía está en tu mente, Ediciones B.), los trabajos y blog de Sebastián Campanario, encuestas a jóvenes y su búsqueda de felicidad en el trabajo, entre otros.

El concepto de felicidad que planteamos en este breve texto parte del concepto aristotélico de que la felicidad consiste en hacer el bien y de lo mencionado por Marita Carballo (en la obra que venimos de referenciar) citando a Seligman (2003, La auténtica felicidad, Vergara) donde expresa en la página 68, que este autor “se concentra básicamente en la satisfacción con la vida y la vida en un sentido más bien aristotélico, es decir asumiendo que todo lo que hacemos apunta a ser felices”. Luego, en la página 69, indica como este autor pasa al concepto de bienestar (“well being”) que se compone de “cinco elementos: emoción positiva (sentirse bien), compromiso (estar completamente absorbido por su actividad), relaciones (estar auténticamente conectado con los demás), sentido (propósito) y logro (sensación de plenitud por haber alcanzado algo). Para fluir un individuo tiene que poseer esas cinco características, y por lo menos tres de los seis elementos adicionales: optimismo, autoestima, resiliencia, vitalidad y autoderminación”.

En esta página intentamos vincular la cuestión de hacer el bien de Aristóteles con la felicidad y por lo tanto ello redundará en un mundo mejor, en la medida que se vaya extendiendo.

El Poder Como Realidad y Como Problema

El poder es una “realidad”, pero también –dependiendo del enfoque y de la práctica- es un “problema” para alcanzar un mundo mejor.

Existe una abundante literatura y enfoques sobre su definición y características que no intentaremos sintetizar (1), entre otras cuestiones porque me “excede” en cuanto a formación específica. Sin embargo, de los enfoques más corrientes, nos animamos a decir que “poder es la capacidad que un individuo o grupo A de influenciar o incidir en las decisiones de otro individuo o grupo B”.  Aspectos esenciales serán:

  • La actitud y el propósitode quien ejerce esa influencia
  • El contexto en el qué se da y la actitud de quien es objeto de esa influencia
  • La forma(o modo, medios recursos que se utilicen) intensidad en el ejercicio de esta influencia, y por lo tanto de los grados de libertad (desde tendiendo a cero en la cárcel o frente amenaza de muerte hasta el poder omnímodo de control de todos los recursos) para las prácticas de poder.
  • Tiene que haber una coherencia entre la actitud o propósito los medios para que se obtengan resultados para un mundo mejor. Por lo tanto se desecha el enfoque y la práctica de que “elfin que justifica los medios”, porque -por ejemplo- la apelación sistemática al medio o recurso de la violencia no posibilitará llegar al fin de un mundo mejor (que conlleva “la no violencia”).

Sobre la cuestión del “contexto” y los “recursos” que se utilizan es interesante el enfoque de Alvin Toffler donde en distintos textos (como el “Cambio de Poder” y “La Tercera Ola”) va analizando como cambia el eje del poder a medida que van cambiando las civilizaciones (desde la revolución agrícola hasta la sociedad post industrial). 

También la palabra “poder” está relacionada al “verbo” (estoy en capacidad y posibilidad de hacer algo) o al “sustantivo” como lugar de “dominio”. Esta última es la acepción que adopta Max Weber (en Economía y Sociedad) donde el concepto de poder está relacionado al de dominación, es decir, ejercer una autoridad sobre un grupo social determinado y encontrar un grado de obediencia. El que ha analizado esta temática desde el punto de vista psicológico es Alfred Adler (2) como se visualiza en esta nota. Alli se menciona que «la “voluntad de poder” es la patología por excelencia, ya que es la causante –a modo de fin– de los desórdenes de la personalidad. Si bien Adler expresa la misma teoría en toda su obra, lo hace fundamentalmente en su libro “El carácter neurótico” publicado en 1912 luego de su ruptura con Freud.

Adler propone estudiar la neurosis partiendo de las compensaciones que resultan del sentimiento de inferioridad (que comienza en la infancia) y que se resuelven en un sentimiento de superioridad, afán de poder, elevación del “sentimiento de personalidad”, cuyo objetivo final es lograr la supremacía sobre los demás, el estar siempre por encima de los otros, su aspiración a ser el más fuerte y el mejor. Afirma Adler: «Hasta ahora venimos considerando el aumento del sentimiento de personalidad, siempre en procura de lograrse con especial vigor, como la fuerza fundamental y el objetivo de la neurosis. Pero no ignoramos que este deseo se halla profundamente enclavado en la naturaleza humana. Si se examina más de cerca este deseo –al que Nietzsche denominó “Voluntad de poder”– y se observan sus formas de expresión, se comprueba que en el fondo no es más que una fuerza compensadora especial, destinada a poner término a la inseguridad interna común a todo hombre. Con la ayuda de una fórmula rígida, que de ordinario alcanza a la superficie de la conciencia, el neurótico procura darse un punto fijo y firme para mover el universo.»

En esta nota de Sergio Sinay señala que la filósofa alemana Hannah Arendt advierte «en La condición humana: “El poder solo es realidad en donde la palabra y el acto no se han separado”. Esto es, agrega, cuando las palabras descubren realidades en lugar de ocultarlas y cuando los actos crean nuevas realidades. No hay riqueza material que pueda compensar la pérdida y el alejamiento del poder real, dice Arendt. En tiempos electorales, el deseo de poder es un síntoma extendido. Cada uno a su manera, los candidatos o precandidatos van por él convencidos de que lo seducirán y capturarán. La pregunta que ninguno responde (o no lo hace de manera sólida y convincente) es la que inquiere acerca del objetivo de esa búsqueda. Como bien apunta el filósofo español José Antonio Marina en «La pasión del poder», existe el poder “de” y el poder “sobre”. El poder “de” (o poder “para”) es aquel que, una vez alcanzado, se convierte en medio para la concreción de un proyecto, de una transformación, de una visión. En cambio el poder “sobre” otros imponiendo el propio deseo y el propio interés es un fin en sí mismo. Mientras el poder “de” expande la visión y la energía de quien lo tiene para convocar y aunar a otros en procura de una acción conjunta que contribuirá al bien común o al bien de muchos (imaginemos el poder de Gandhi, el de Mandela, el de la Madre Teresa, el de Churchill) y lo hará sin violentar ni destruir, el poder “sobre” cambia la impronta de ese impulso afirmativo. Lo convierte, señala Marina, en algo que ya no es la expansión de la propia energía sino puro y simple afán de dominio». Finaliza afirmando que «decía Bertrand Russell que las dos principales pasiones humanas son el afán de poder y el afán de gloria. Pero uno no conduce necesariamente a la otra. Y como recordaba Michel de Montagne, gran humanista del Renacimiento, “por muy alto que sea el trono, siempre está usted sentado sobre el c….”.

Siguiendo con Hanna Arendt también expresó lo siguiente: «El poder nunca es propiedad de un individuo; pertenece a un grupo y continúa existiendo solo mientras el grupo se mantiene unido. Cuando decimos que alguien ‘está en el poder’ estamos diciendo que ha sido empoderado por un cierto número de personas para actuar en su nombre. En cuanto el grupo donde se origina el poder (potestas in populo, sin pueblo no hay poder) desaparece, ‘el poder’ (del que está en el poder) también se esfuma”. A tener muy en cuenta. También lo analiza en relación con la intoxicación y la salud mental en esta nota, así como esta reflexión (y en especial el síndrome de hibris).

Según H. Touzard (La mediación y la solución de conflictos, Ed. Herder, 1980, Barcelona, págs. 56 y siguientes) citando un artículo de French y Raven (de 1959) menciona –desde un punto de vista cualitativo- que las bases del poder son cinco:

  1. El poder de recompensa: es la capacidad que tiene O de procurar a P unas gratificaciones a cambio de un comportamiento dado,
  2. El poder de coerción: consiste en la capacidad que tiene O de administrar castigos a P, si este no acata lo que O le ordena.
  3. El poder legítimo: es el que se basa en el derecho que P le reconozca a O de influir sobre él. Es la definición corriente de la autoridad, que supone un consenso entre las dos personas acerca de la relación entre el status y el comportamiento. En la imagen de la entrada se coloca una frase del P. Eduardo Casas sobre la diferencia de «poder» respecto de «autoridad».
  4. El poder de referencia: descansa en la identificación de P con O. P se deja influir por O porque valora a O. El poder carismático de ciertos individuos prestigiosos corresponde a esta definición.
  5. El poder de competencia: se origina en los conocimientos particulares de O, reconocidos por P. Es el poder que posee el experto (podemos generalizar al sistema científico-tecnológico que posee una comunidad o un país)y que presume la confianza, la certidumbre P que O no abusará de sus conocimientos para engañarle.

También se han agregado el poder de información y comunicación, Los “recursos” para ejercer estos poderes van desde el control de instituciones (la más importante es el Estado), del dinero bajo forma de capital (por lo tanto el sistema capitalista puede ser considerado como una forma particular de manifestación del poder y en consecuencia abordado desde esta perspectiva), de redes y medios de información y comunicación.

Nos parece relevante incluir el enfoque de K. Boulding. Según este artículo «desde comienzos de los años sesenta Boulding se adentró en el campo de los estudios sobre la paz y los conflictos e investigó por qué algunos conflictos tenían un resultado “creativo” y otros un final “destructivo”. Comenzó a intuir que esta divergencia tenía que ver, seguramente, con la naturaleza y tipos diferentes de poder existentes en una sociedad. La noción de poder es,posiblemente, una de las más transversales entre diferentes campos científicos y dimensiones de la realidad, por eso su estudio global “se ha deslizado por las grietas abiertas entre las diferentes disciplinas”. Así, el poder se presentaba para él como una de aquellas nociones comunes que podían servir para lograr su vieja aspiración: integrar las ciencias que estudian el sistema social. “La influencia recíproca entre las diferentes formas de poder —sugiere Boulding— es tan grande que si el estudio del poder se limitara a un solo aspecto, como el poder político, económico o social, se perderían elementos importantes para la comprensión de la dinámica del poder en su conjunto (Boulding 1993[1989], 11). Fue esta convicción la que motivó su estudio del poder en los sistemas sociales y la distinción básica entre tres categorías que operan entrelazadas: el poder amenazador, el poder económico y el poder integrador (lo que llamó “el bastón, la zanahoria y el abrazo”). El primero estaría relacionado con la capacidad de destruir, el segundo con el poder de producir e intercambiar y el tercero con la capacidad de crear relaciones de respeto, amor, legitimidad y amistad. La división del trabajo académico ha hecho que la ciencia política se encargara de estudiar el primero de ellos, y la ciencia económica el segundo, mientras que el poder integrador recaería sobre el ámbito de la sociología aunque, al decir de Boulding, ésta nunca haya reclamado la responsabilidad exclusiva sobre su estudio.

A partir de aquí su argumento principal es que el poder integrador constituye la forma de poder principal ya que poco pueden conseguir el poder amenazador y el económico —a medio y largo plazo— si les falta la legitimidad.  Por otra parte, una de las claves es que el ejercicio razonable del poder integrador permitiría decantar el resultado de los conflictos hacia un final “constructivo” en vez de “destructivo”.

Fue la preocupación por intentar medir ese poder integrador lo que llevó a Boulding a proponer la donación o subvención (grant) —y sobre todo la donación voluntaria— como una forma de aproximación a esa vertiente (Boulding 1973b). En la medida en que pudiera construirse una “matriz social de donaciones”, cabría la posibilidad de estimar la potencia de la estructura integradora de una sociedad, pues la donación como transferencia unidireccional de valor económico es algo que choca con la lógica tradicional del “intercambio entre equivalentes” de la economía convencional. Boulding era también consciente de que, aparte del poder integrador, el poder amenazador (a través, por ejemplo, de algunas funciones del Estado) podía ser una fuente de donaciones o subvenciones importantes, a diferencia del poder económico (mercantil) tradicional. Como sugiere Mott (2000, F437), Boulding se percató pronto de que el desarrollo del capitalismo y su esfera mercantil habían minado la capacidad del poder amenazador, pero sobre todo también del poder integrador de las costumbres en las sociedades tradicionales, lo que implicaba en algunos casos riesgos importantes. Creo que esta preocupación bouldingniana encaja bien con la sugerencias de Karl Polanyi sobre la “gran transformación” que supuso la propagación social del “mercado autorregulado”, con el crecimiento del poder compensatorio frente al condicionado (Galbratih, 1983), o de la esfera del poder de mercado frente a la esfera valorativa y de persuasión (Anisi, 1992)».

Podemos preguntarnos (y desear) que pueda prevalecer el poder como un servicio expresado en una influencia basada en una autoridad del ejemplo personal (3), del respeto de reglas acordadas democráticamente que cuiden las personas y el medio ambiente, donde el recurso económico del capital sea un “medio” y “no un fin”, que las redes sirvan para compartir saberes, aumentar la empatía y posibilitar acciones para el bien común, que en lo macro sea derivado de una democracia que crece en conciencia y nos lleven a un mundo mejor. Por lo tanto la actitud (4) y la forma de ejercer el poder son cruciales. De lo contrario, si prevalece el poder como dominio (5), con recursos cada vez más poderosos, seguramente pereceremos sobre la faz de la Tierra.

Relacionado con la pandemia es interesante lo que dice esta nota de que «para el escritor y analista Moises Naím, el veredicto de la pandemia de la Covid-19 es que “el poder es efímero”. Esta, además de ser la principal tesis de uno de sus aclamados libros El fin del poder (Debate, 2019), es la gran cuestión geopolítica a la que se enfrenta el mundo de hoy. “En estos tiempos el poder se ha hecho más fácil de obtener, más difícil de usar y más sencillo de perder”, explica Naím desde Nueva York durante su intervención en el evento Retina Reset, impulsado por Santander y Telefónica, y patrocinado por Accenture, Novartis, Philip Morris, Renfe, Unir y Red Eléctrica de España».

Para finalizar, y a modo de hipótesis, si tomamos al concepto de poder desde la energía o desde la física, podemos decir que el poder es energía transformada en fuerza. Qué tipo de energía? Qué tipo de fuerzas? De ello dependerá el tipo de poder? En otra entrada se reflexiona sobre la energía expresada como “agresividad” y sus interpretaciones.

(1) Un último texto muy interesante es el de Byung-Chul Han «Sobre el poder«. También hemos reflexionado sobre «la voluntad de poder«.

(2) Agradezco a José M. Diaz Bonilla la referencia.

(3) Una expresión radical de esto es que los gobernantes sean sabios como postulaba Platón.

(4) Según el psicoanalista Alejandro Razé, el poder ejercido por la ley (simbólica) o la fuerza es una mediación entre las fuerzas del goce y la de la muerte.

(5) En el Evangelio ello está relacionado con el concepto de «mundo», a diferencia de la búsqueda de tender hacia el reino de Dios y su justicia.

El Mundo fue y será una Porquería

El tango argentino “Cambalache” fue escrito en 1934 por Enrique Santos Discépolo, y comienza con la frase “que el mundo fue y será una porquería…”. Fue compuesto durante la llamada “década infame” de Argentina (1).

El pesimismo, el escepticismo absoluto y una visión negativa del mundo evidentemente está ligada a la percepción y un estado de ánimo que tenemos de la realidad en un determinado contexto (las grandes ciudades, grandes conflictos como guerras, desastres…). Se basa en un conjunto de evidencias (por lo tanto “realistas”) parciales negativas que se generalizan.

Hay científicos, como Stephen Hawking, que –desde una perspectiva “realista”- nos advierten sobre los riesgos que tenemos como humanidad (en tanto no las tengamos en cuenta pasará a ser una perspectiva muy pesimista) 

Otros científicos como Daniel Khaneman (Premio Nobel de Economía 2002) en una entrevista con Andrés Oppenheimer en el minuto 25,40 en adelante de este video: https://www.youtube.com/watch?v=c2MBuvdf_MM, hace mención a su “pesimismo” (vinculado a la temática de la felicidad) y considera que es genético y tiene que ver con la “disposición”.

Según la Wikipedia: “Pesimismo (del latín pessimum, «lo peor»), es un estado de ánimo y una doctrina filosófica que sostiene (invirtiendo la tesis leibniziana) que vivimos en el peor de los mundos posibles, un mundo donde el dolor es perpetuo (Schopenhauer) y nuestro destino es tratar de obtener lo que nunca tendremos. El pesimismo niega el progreso de la civilización y de la naturaleza humana. Desde el punto de vista psicológico, constituye uno de los rasgos o síntomas más señalados de la enfermedad conocida como depresión”.  También está relacionado con lo que, en neurociencias, se denomina la «desesperanza aprendida»  y con las pasiones tristes de Spinoza.

Podremos vencer al “pesimismo”, la «desesperanza aprendida» y las «pasiones tristes», que el mundo “no sea una porquería”, que no terminemos “apocalípticamente” (riesgos que plantea Hawking), sino que cada día vayamos construyendo más fraternidad, amistad social (2) y un mundo un poco mejor?

(1) Discépolo, en su poesía, va más allá de denunciar la década infame o un régimen político, sino que en una entrevista -que recuerda Rogelio Alaniz (a quien agradezco su referencia vinculado con otro tango: «Yira Yira«)-, expresa que «hay un hambre que es más grande que el hambre de pan. Y es el hambre que genera la injusticia, la incomprensión. Y lo producen siempre las grandes ciudades, donde uno lucha solo, entre millones de hombres indiferentes al dolor que uno grita y ellos no oyen. Londres gris, Nueva York gris, Buenos Aires… todas deben ser iguales. Y no por crueldad preconcebida, sino porque en el fárrago ruidoso de su destino gigante, los hombres de las grandes ciudades no pueden detenerse para atender las lágrimas de un desengaño. Las ciudades no tienen tiempo para mirar el cielo. El hombre de las ciudades se hace cruel. Caza mariposas de chico, de grande no, las pisa…».

(2) Muchos lo logran, además de en una relación de pareja o en el seno familiar (aunque no siempre), en vínculos de amistad, de pequeñas comunidades, clubes, cultos (donde además de lo comunitario se plantea la relación con Dios) y otras expresiones de la cultura. 

Cuando las cosas van mal

Cuando “las cosas” van mal, nos angustiamos, nos deprimimos, a veces nos enfermamos, y en general nos ponemos agresivos. Si esta situación no es sólo “individual” sino que abarca a muchas personas se dan fenómenos sociales vinculados a la violencia, al “sálvese quien pueda”, al crecimiento de la economía informal (y muchas veces de la economía ilegal, por ejemplo, vinculada al narcotráfico), a buscar chivos expiatorios (los inmigrantes, los “vagos mantenidos por el Estado”, “los políticos que no solucionan nada”, etc.) y la necesidad de que emerja algún “salvador”.

No es fácil detectar las causales, y por lo tanto las posibles soluciones a que las cosas “vayan mejor”. En 1798 apareció un libro anónimo (pero escrito por un clérigo anglicano y erudito llamado Thomas Malthus con el título: “Ensayo sobre el principio de la población”. Allí se sostenía que “el poder de la población es indefinidamente más grande que el poder de la tierra para garantizar la subsistencia del hombre”. Si bien el progreso tecnológico desmintió esta afirmación, el autor sostenía que entre los obstáculos destructivos (no voluntarios) que re-equilibraban esta situación estaban la miseria, las enfermedades, las epidemias, el hambre y la peste, así como desgracias entre las que señalaba las guerras, las catástrofes naturales y los conflictos políticos.

Este autor “influyó, a través de la novelista Harriet Martineau, en los biólogos evolucionistas, en particular en Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, para quienes el malthusianismo era una especie de trampolín intelectual a la idea de selección natural y a la teoría de la evolución”.

Si bien la causal de la población quedó hasta ahora descartada, los mecanismos de re-equilibrio (no deseados) tienen “plena vigencia”.

Una de las formas políticas que emergió –desde el siglo pasado- como “respuesta” a estos fenómenos fue el “fascismo”. Según esta fuente “el proyecto político del fascismo es instaurar un corporativismo estatal totalitario y una economía dirigista, mientras su base intelectual plantea la sumisión de la razón a la voluntad y la acción, aplicando un nacionalismo fuertemente identitario con componentes victimistas o revanchistas, lo que conduce a la violencia (ya sea por parte de las masas adoctrinadas o de las corporaciones de seguridad del régimen) contra aquellos que el Estado defina como enemigos mediante un eficaz aparato de propaganda; todo esto aunado a un componente social interclasista y una negación a ubicarse en el espectro político (izquierdas o derechas). Esto no impide que diferentes enfoques ideológicos proporcionen diferentes visiones del fascismo: los ejemplos más comunes se dan en la historiografía, la politología y otras ciencias sociales, al ubicar al fascismo en la extrema derecha, vinculándolo con la plutocracia e identificándolo algunas veces como una variante del capitalismo de Estado, o bien de orientación liberal, identificándolo como una variante chovinista del socialismo de Estado

El fenómeno “cultural” está bien explicado en la película “La Ola” y como el mismo conduce necesariamente a una “autocracia”. Más recientemente  (a comienzos del año 2020) ha reaparecido el fenómeno de las pestes bajo la modalidad del Covid-19 con alta transmisibilidad y contagio, y letalidad -en especial- para adultos mayores y personas con otras dolencias preexistentes. Esta temática se ha abordado en el punto 3 de este Indice.

Poder discernir sobre las distintas causas “sistémicas” (tanto estructurales como coyunturales) de por qué las cosas van mal (como ha sido la crisis y desmantelamiento -en muchos países- de los estados de bienestar), así como de los caminos a nivel micro y macro que nos pueden llevar a un mundo mejor (y no a “mundo peor”), serán clave para encontrar una salida virtuosa.