Cambios por catástrofes repentinas o a fuego lento: ¿las únicas opciones?

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En este blog se han desarrollado notas generales sobre el cambio, otras que lo relacionan al comportamiento ético individual, a los requisitos, a los puntos críticos, a apuntes metodológicos, a la cuestión del abordaje sistémico y el territorio, a lo dificultoso…. entre los principales. Pero unos amigos (1) me motivaron a escribir estas notas sobre la relación entre «cambio y catástrofes» que se espera sean de alguna utilidad.

Según se ha podido relevar uno de los principales teóricos de este tema ha sido el científico René Thom, que otros han tratado de trasladar a distintas aplicaciones científicas, como el caso de las ciencias sociales. Lo que aquí se intenta abordar es cómo las catástrofes pueden ser:

  • repentinas o inesperadas, como el caso del meteorito que hizo desaparecer a los dinosaurios de la faz de la tierra, y un cambio de contexto que posibilitó el desarrollo de otras especies animales, así como -muy posteriormente- la especie humana,
  • o lentas como ilustra la imagen de la entrada con la rana o sapo que se va aletargando con el cambio gradual de temperatura, y que -finalmente- lo llevará inexorablemente a la muerte. La «parábola de la rana hervida» (o «el sapo en la olla», que mostramos en la imagen de la entrada) (2) se explica en este video presentado por Al Gore, en la película «La Verdad Incómoda 2«, relacionada con el cambio climático.

Quisiéramos finalizar esta nota, aplicando este enfoque al siglo XXI y sobre la «imperiosa necesidad» de reformular la globalización y constituir un gobierno (mejor aún una «gobernanza») mundial para abordar de manera eficaz cuestiones como la economía de plataformas, la desigualdad y el cambio climático, y no caer en una carrera armamentística, entre las principales.

Las instituciones globales que surgieron luego de la segunda guerra mundial estuvieron relacionadas con líderes, como Keynes, que tuvieron «la visión» de que las sanciones que se aplicaron -luego de la Primera Guerra Mundial- a los vencidos, iban a generar lentamente (como la olla) el «caldo de cultivo» de la Segunda Guerra Mundial. Una vez finalizada esta, Keynes tuvo un rol relevante para impulsar «una nueva institucionalidad de la globalización» que buscara evitar catástrofes como las ocurridas. Esta institucionalidad, más recientemente, tuvo como emergente al actual G20, pero que – a todas luces- es seriamente insuficiente para abordar los problemas del siglo XXI y sus perspectivas futuras.

Pero los seres humanos somos criaturas muy difíciles, tozudas, por momento muy estúpidas (sumado -muchas veces- a la negación de algo angustiante, al individualismo o al egoísmo) y sólo resaltamos la historia reciente y el muy corto plazo sin poder discernir que ello nos puede conducir a situaciones de características apocalípticas (3). No se termina de visualizar la importancia de generar sociedades, economías y estados más armónicos y sustentables (en un sentido integral) para evitar estas situaciones. Si tomamos como ejemplo el caso de la política económica de Trump, «superficialmente» se puede afirmar que «funciona» (por lo tanto ¿cual es la razón para cambiar?) creando empleo (a pesar de no cuidar el medio ambiente), alentando la xenofobia y la rivalidad con distintos países. Ello termina siendo lo que predomina en términos de «poder» de corto plazo, no importando los riesgos que ello conlleva su proyección en términos de la no sustentabilidad global, ambiental y social (en especial, por el incremento de la desigualdad).

Lamentablemente «la olla sigue calentándose a fuego lento» y la sabiduría no está operando eficazmente para apagar el fuego y salir de esta situación que nos llevará a una nueva y segura catástrofe (¿la última de la especie humana?»). Ojalá que no, y que podamos emprender un cambio para mejor.

(1) Hace un tiempo Miguel Mascialino me habló de «la teoría del cambio por grandes catástrofes» y más recientemente, con los amigos Jorge Remes Lenicov y José Bekinschtein, estuvimos intercambiando ideas sobre este tema en lo económico y en el cambio climático. Agradezco mucho estos aportes.

(2) Según esta fuente: La parábola de la rana hervida. “Dadme una palanca y moveré el mundo” Arquímedes. Peter Senge, autor de “La Quinta Disciplina”, afirma que los problemas no nos vienen como causas externas, sino que somos nosotros mismos los que creamos los problemas con nuestros actos. Son causas internas las que vemos reflejadas en el exterior, del que no estamos separados en ningún caso. Esta perspectiva se adentra en un enfoque global de las relaciones, los cambios y las crisis. Somos co-creadores de la realidad en que vivimos y podemos modificarla. Senge explica la manera en que las organizaciones fracasan por su falta de perspectiva global y da un ejemplo muy evidente: “La mala adaptación a amenazas crecientes para la supervivencia aparece con tanta frecuencia en los estudios sistémicos de los fracasos empresariales que ha dado nacimiento a la parábola de la “rana hervida”. Si ponemos una rana en una olla de agua hirviendo, inmediatamente intenta salir. Pero si ponemos la rana en agua a la temperatura ambiente y no la asustamos, se queda tranquila. Cuando la temperatura se eleva de 21 a 26 grados centígrados, la rana no hace nada, e incluso parece pasarlo bien. A medida que la temperatura aumenta, la rana está cada vez más aturdida y, finalmente, no está en condiciones de salir de la olla. Aunque nada se lo impide, la rana se queda allí y hierve. ¿Por qué? Porque su aparato interno para detectar amenazas a la supervivencia está preparado para cambios repentinos en el medio ambiente, no para cambios lentos y graduales”.

Lo que está ocurriendo en las empresas y organizaciones de todo tipo es también moneda corriente en los individuos, familias y parejas. ¿Nos estamos convirtiendo en “ranas hervidas”? ¿Somos conscientes de la interconexión que subyace en todos los sistemas de que formamos parte? ¿Sabemos qué consecuencias generan nuestras decisiones y actos en nosotros mismos y en los demás a medio y largo plazo? Desde pequeños, para facilitarnos el aprendizaje, nos enseñaron a analizar y fragmentar las cosas como si el mundo estuviera compuesto por miles de compartimentos estancos sin relación alguna. Sin embargo, en momentos de cambio o crisis, al querer reunir los trozos dispersos para tener una visión general, somos incapaces de retroceder al estado unitario, porque hemos perdido la perspectiva global en el camino. Las fuerzas no están separadas ni desconectadas, sino que son causa y consecuencia entre sí. La realidad no es lineal, como nuestro pensamiento nos quiere hacer creer. Sabiendo la palanca que mueve el cambio, como dijo Arquímedes, sabremos alinear los objetivos hacia una misma dirección y podremos recobrar el equilibrio.

Este tipo de pensamiento nos transforma en aprendices de una nueva forma de abordar los problemas y los recursos. Se trata de un aprendizaje que abarca al individuo y a las organizaciones en un mundo sostenible e inteligente. En tiempos de crisis como el actual, estamos viviendo las consecuencias de un pensamiento asistémico y lineal, de modo que la “Quinta Disciplina” de Peter Senge recobra una mayor importancia y vigor. Podemos desaprender para aprender a mover la palanca que mueve el mundo hacia la sostenibilidad. La pregunta es: ¿en qué estado de ebullición nos encontramos cada uno?».

(3) Esto es compartido, desde perspectivas muy diferentes, por personas como Bruno Latour y Horacio Fazio, por un lado, y Osvaldo Baccino por el otro, entre muchos más. Lo «apocalíptico» está relacionado con el incremento exponencial del poder del ser humano y su utilización sin sabiduría. Vinculado al «futuro en crisis» es muy interesante esta nota  de Héctor M. Guyot, así como una esperanzadora reflexión de Kovadloff.

4 thoughts on “Cambios por catástrofes repentinas o a fuego lento: ¿las únicas opciones?

  1. Muy interesante, Ricardo. Necesitamos insistir con los «early warning» para sumar conciencia a esta problemática. Sobre ello, no pasemos por alto el llamado de atención que el Papa Francisco hizo en su Encíclica Laudato Si’, donde señala claramente la cuestión y aconseja cambiar el modelo de desarrollo mundial porque de lo contrario -intuimos- vamos en camino a sufrir el síndrome de la «rana hervida»…

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