Humanos imperfectos, sociedades y sistemas imperfectos, en búsqueda de un mundo mejor

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Los seres humanos somos limitados e imperfectos. El mito de Prometeo o el relato del pecado original en la Biblia nos señalan la tentación o el deseo de ser como dioses u ocupar el lugar de Dios: entendido para los creyentes como Creador, Padre (y Trinitario) para los cristianos, centralidad principal, perfección y poder supremo, entre los principales atributos de un misterio para los humanos. Por ello debemos lidiar con la frustración de no ser perfectos tal como señala la imagen de la entrada. Otra forma de formular esto en el cristianismo es la expresión de Jesús frente a los que querían lapidar a la mujer adúltera, invitando a «quien esté libre de pecado a que tire la primera piedra«.

Sin embargo, muchas veces, no lo tenemos en cuenta y aspiramos a un hombre nuevo y una sociedad nueva, que termina siendo una forma de no reconocer nuestras limitaciones (1) y formular una singularidad personal y social que relaciona lo nuevo con lo perfecto (y por lo tanto algo deseable y «necesario» de imponer a los demás). El mito del hombre nuevo en la sociedad soviética y en la formulación del Che Guevara para todo aquel que se considere revolucionario, ha sido un mandato que no sólo no ha podido ser cumplido por una mayoría sino que ha generado nuevas injusticias (en particular en el ámbito del ejercicio de las libertades civiles).

Lo anterior nos lo trae a colación John Carlin en una nota acerca de lo que nos cuesta creer en un mundo mejor. Nos recuerda la novela «Rebelión en la granja«, de Georges Orwell, donde plantea que la misma «es una denuncia desde la izquierda de regímenes que llegan al poder repletos de ideales admirables pero con el tiempo sacrifican la libertad y el bienestar general en el altar de su codicia y vanidad. Los encantos del poder pueden con ellos y pasan de la poesía a la opresión. Los líderes de la revolución que se inventa Orwell son unos cerdos muy listos; sus enemigos, los dueños humanos de la granja. Los cerdos van a la guerra contra los humanos y, con la ayuda de los caballos y otros animales menos listos pero ideológicamente muy comprometidos, toman el poder. Los cerdos se acaban transformando en capitalistas más despiadados que los humanos que derrocaron y en el camino recurren necesariamente a la represión. El caballo más fiel a la revolución, Boxer, termina en un matadero, como los 300 y pico jóvenes que tuvieron la osadía de salir a las calles a protestar contra la dictadura orteguista».

En una nota de este blog mencionábamos el peligro de reeditar la lógica del amo y del esclavo en los cambios que promovemos. Ello no obsta a considerar que cambiar el mundo (comenzando por nosotros) no sea una tarea ilusoria (2). Sino más bien, reconociendo nuestras limitaciones humanas, mientras buscamos canalizar nuestra energía sin oprimir a los demás y preferentemente con una actitud empática (3) en nuestros vínculos, reconozcamos que el poder tiene que estar acotado y fraccionado -como es en las expresiones verdaderamente republicanas y democráticas- a fin de evitar el poder absoluto y la impunidad (4). Las injusticias económicas no se resuelven con gobiernos autocráticos, que -a la corta o a la larga- generan nuevas injusticias, por más justificaciones o logros que puedan alcanzar. Ser conscientes de estas dimensiones nos puede ir conduciendo a transformaciones que nos lleven hacia un mundo mejor.

(1) Véase esta excelente nota

(2) Ello no obsta a que en el mundo haya millones de personas que practican el altruismo y la solidaridad, y esto se expresa en modalidades socioeconómicas con las que planteamos en la sección «otras economías» de este blog. 

(3) Erich Fromm, en su obra «El arte de amar«, distingue distintas expresiones o formas de amor. Si queremos ir hacia un mundo mejor, ellas deben estar presentes en nuestras actitudes, procedimientos y vínculos, así como en la evaluación de los resultados de lo que hacemos.

(4) El periodista de investigación argentino Alconada Mon, la plantea como «la raíz de todos los males«.

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