Complejidad, Capitalismo y Después

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El concepto o entidad que denominamos «sistema socioeconómico» tiene rasgos generales comunes así como especificidades propias también denominadas «variedades» o «modelos» según su aplicación en un determinado tiempo y espacio. Por lo tanto bajo un nombre genérico de un sistema «particular» como es el caso del «capitalismo», se esconde no sólo un largo proceso histórico desde la aparición del excedente, la propiedad y cómo evolucionó la individuación, el intercambio, la redistribución y la reciprocidad hasta nuestros días, sino también su complejidad (mencionada como enfoque en la imagen de la entrada) y diversidad que hemos intentado abordar en este blog y en esta entrada (1).

Si bien predomina la propiedad privada (con distintas escalas y características) hay también propiedad estatal y propiedad social (como es el caso del cooperativismo). También se coincide en que es indispensable que este sistema genere un excedente -para que sea sostenible en el tiempo y al que se lo denomina generalmente como «lucro»- pero hay encuestas que demuestran que no siempre es el móvil o motivación principal al iniciar un emprendimiento, así como tampoco en su desarrollo (desde la mera subsistencia hasta -en una economía plural- su articulación con fines de sustentabilidad medioambiental y social). También puede estar acompañado de un régimen político democrático así como de uno no democrático o con gobiernos autocráticos. Estas son algunas de las manifestaciones de la complejidad del tema.

Este tipo de distinciones no son aceptadas por quienes tienen un juicio «radical» sobre el capitalismo debido a que no aceptan la desigualdad que es inherente al mismo, así como tampoco la codicia a través de la maximización del lucro. No importa que no sea la misma situación en el capitalismo manchesteriano naciente, en variedades «prebendarias» o de «capitalismo de amigos», que en el capitalismo de estado que predomina en China o  en las variedades socialdemócratas como las de los países escandinavos. Es un enfoque donde la justicia social se debe traducir en una práctica igualitaria que vaya más allá de la igualdad de oportunidades y de derechos (como el mencionado en esta nota), y que fuera planteada (entre otros) por el Che Guevara como una variedad de socialismo basada fundamentalmente en incentivos morales. Esto no existe hoy en día no sólo en países como Cuba, sino en general en otros países (2), pero hay personas y grupos que idealizan que puede darse en un proceso populista o revolucionario de izquierda que tienda a ese tipo de igualitarismo. Por lo tanto, esto los lleva a no aceptar un enfoque de equidad donde la desigualdad esté acotada entre un piso donde estén las necesidades básicas satisfechas y un techo como el que hemos mencionado existen en países como los escandinavos (y en general muchos de Europa). «Van por todo» con un enfoque emancipatorio y voluntarista contra las manifestaciones objetivas y estructurales pero que no tiene en cuenta la subjetividad que se expresa -bajo determinados contextos- en las motivaciones mixtas que tenemos los seres humanos donde no es fácil «el compartir» en sociedades de grandes escalas de población y con el devenir histórico que mencionamos al principio. Así mismo no se puede reconocer que el capitalismo -en su esencia clásica originaria (como es el caso del capitalismo manchesteriano) así como luego de la caída del muro de Berlin (y el desmantelamiento de muchos estados de bienestar)- es una forma de relación de poder (basada en lo económico) y que su «superación» conlleva canalizar nuestra energía y vínculos de otra manera como planteamos en esta reflexión. De no ser así el capitalismo, entendido como una forma particular de predominio del poder y dominación económica, reaparecerá como «el ave fénix» bajo otras modalidades o variedades. Tal vez la más «deseable», en caso de ser viable, sea la de un «capitalismo progresista» (como lo denomina Stiglitz) o la de redefinir y actualizar los estados de bienestar.

Lo anterior es muy difícil dadas  las limitaciones que existen para redistribuir la riqueza de los sectores ricos de la sociedad hacia los sectores pobres de la misma. Ello debe realizarse de manera «inteligente» -como es el caso ya citado de los países escandinavos- donde hay una gran progresividad en los impuestos a las personas (no a las empresas o a la generación de bienes y servicios) y una gran efectividad en la asignación equitativa y de calidad del gasto y las inversiones públicas. Pretender hacerlo como ha sido en el caso argentino en determinadas épocas, con el ex IAPI o con funcionarios como Guillermo Moreno hace poco tiempo, ha generado desinversión y menor oferta de bienes y servicios (en petróleo, gas, carne, trigo, etc.). No se han tenido en cuenta enfoques como la llamada curva de Laffer, aunque -como se muestra en el link- autores como Galbraith y Rallo han criticado sus limitaciones y uso abusivo de su aplicación en políticas neoliberales (aquí sólo se la menciona como mera ilustración de que hay «un punto de saturación» o limite en la extracción de excedente -en este caso en impuestos o gravámenes– que luego se vuelve contraproducente).

Entre las preguntas finales que podemos realizarnos están: ¿el capitalismo es el fin de la historia?, «es lo que hay y cuando se intentó cambiarlo por el socialismo real fue para peor, por lo tanto no intentemos nada nuevo», o -en definitiva-  ¿no se puede «ir más allá»? Según nuestra opinión la respuesta a estas preguntas es que «no es el fin de la historia y se puede evolucionar hacia estadios superiores de humanización». Para ello se requiere personas y grupos que lo lideren, amplio consenso social e instituciones que lo favorezcan de manera operativa y eficaz. Trataremos de fundamentar sobre los principales ejes:

  • no hay que confundir la maximización del retorno del capital, con la importancia que tiene el capital físico, tecnológico (cada vez más relevante y disruptivo), financiero, humano y social para desarrollar emprendimientos, generar desarrollo y sacar personas de la pobreza (es el sistema que más personas ha sacado de la pobreza en la historia de la humanidad). Por lo tanto el capital es «un recurso» muy valioso pero no debe ser un fin en sí mismo. Respecto del capital financiero hay que luchar contra la financiarización de la economía y la especulación, y generar regulaciones (a nivel nacional e internacional) que reorienten el capital hacia inversiones productivas y añadido de valor, Respecto del tema de la propiedad hemos dado nuestra opinión en esta nota,
  • los seres humanos no podemos ser un «recurso» o «un engranaje» como se mostró en la película «tiempos modernos» (3). Es importante que las personas seamos consideradas de manera «integral», con un adecuado entorno y respetadas en nuestra dignidad, diversidad y derechos, así como fomentar que seamos competentes -por lo tanto la importancia de las productividad y eficacia en nuestra función- y no competitivos (entendido como rivalidad). De igual modo se debe contemplar que los trabajadores forman parte esencial de los emprendimientos y del valor agregado que se genera, por lo tanto deben poder compartir el excedente generado,
  • la naturaleza tampoco puede ser un mero recurso o «torturarla para que nos dé sus secretos» como expresó Sir Francis Bacon, sino que debemos tender hacia una economía ecológica. La sustentabilidad del planeta está gravemente amenazada por las variedades del sistema capitalista que lo dañan y por ello es urgente cambiar radicalmente la forma que producimos y consumimos,
  • los intercambios que se generan en el sistema económico deben ir más allá de «lo mercantil», generar trazabilidad sobre cómo se produce y distribuye y evolucionar hacia un comercio justo y consumo responsable (sin caer en el consumismo),
  • Todo lo anterior puede confluir hacia un postcapitalismo donde haya una pluralidad de caminos que pueden ir desde las ecovillas hasta una economía del bien común.

Sin duda esto conlleva a construir otra globalización (ver por ejemplo el planteo de Dany Rodrik), redefinir -como ya hemos mencionado- el estado de bienestar, y atender cuestiones urgentes como la reducción y eliminación de la pobreza e impulsar la economía popular hasta tanto se puedan dar otras mejores formas de inclusión (preferentemente hacia la integración). Ojalá podamos encontrar caminos hacia un cambio profundo que nos lleven a un mundo mejor.

(1) No es fácil el debate sobre este tema en contextos como el argentino dado que -a veces- se supone que si se cuestiona al capitalismo como sistema se están defendiendo variedades de socialismo como el modelo chavista, cubano…, sin poder discernir que estamos planteando la posibilidad de evolucionar hacia «algo mejor», que ya se está experimentando en enfoques y experiencias en curso como los que desarrollamos en la sección de «otras economías«.

(2) ello no obsta a que existan muchos grupos y experiencias, tanto laicas como religiosas, que viven en comunidad donde predomina el afecto, la amistad y no relaciones de poder o mercantiles.

(3) se debe tener en cuenta que, lamentablemente, esto ha estado presente también en la ex Unión Soviética bajo el denominado estajanovismo o en países que se denominan hoy «socialistas» como es el caso de China.

 

 

 

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