¿Dar fruto o tener éxito?

El significado de «éxito» es subjetivo. En general se define al éxito como «el resultado feliz y satisfactorio de un asunto, negocio o actuación». Asimismo, también hace referencia a la buena acogida de algo o alguien. La palabra, como tal, proviene del latín exĭtus, que significa ‘salida’. El éxito, por lo general, se asocia al triunfo o al logro de la victoria en algo que nos hayamos propuesto, así como a la obtención de un reconocimiento debido a nuestros méritos. De allí que el éxito también se relacione con el reconocimiento público, la fama o la riqueza».

De todas estos significados solamente pondremos en cuestión el que se relaciona con el que está centrado exclusivamente en la fama o la riqueza individual (1), y es el que alude la imagen de la entrada.

Entre los distintos enfoques (2) con los que se puede abordar esta temática tomaremos una interpretación que surge del cristianismo. En este documento de los jesuitas (3) plantea una propuesta analítica de Pablo Mella, s.j. hablando de la tensión creativa entre dar fruto y tener éxito:

DAR FRUTOTENER ÉXITO
Acción y pasión fundamentales: don, gratuidadAcción y pasión fundamentales: posesión, mérito
Algo “natural” que sigue el ritmo de la vida y deja serAlgo “artificial” que no respeta los ritmos vitales, violenta y atiborra
Palabra clave: madurezPalabra clave: triunfo
Valores principales: confianza y pacienciaValores principales: seguridad y eficiencia
Integra las imperfecciones y los defectosNo acepta las imperfecciones ni los defectos
Evoca el silencio nutriente de la tierra y la sabiaEvoca el brillo y la bulla de la apariencia espectacular
Acoge y digiere el alimento (relación tierra, semilla, agua lluvia y sol), es comunión con la CreaciónPuro trabajo que cuenta con resultados inmediatos, es soledad en el esfuerzo
Integra las situaciones límite, reconociendo la presencia de “lo dañino” Descalifica y niega la importancia de las situaciones límites, porque las considera como fracasos
No se mide con instrumentos de precisión estandarizados Todo se mide con los mismos instrumentos de precisión
No es acumulativo: siempre tiene algo de nuevo y de abundancia (no responde a las expectativas) Se acumula como una colección de diplomas
o como dinero en el banco

 

De lo anterior se puede deducir que, en realidad, el éxito profundo consiste en dar frutos, y esto nos puede conducir a un mundo mejor. Desde una perspectiva cristiana también es muy bueno este aporte.

(1) No estamos cuestionando el éxito «personal» que es fundamental para nuestra valorización personal. Lo que intentamos cuestionar es reducirlo a la vanidad de la fama o la riqueza como fines en «sí mismos». También está vinculado a la temática de «tener o ser» y a cómo entendemos «el progreso«.

(2) Nos hemos referido en este blog a expresiones de Eduardo Galeano sobre «la sustancia y la forma«, Martin Luther King vinculado al «progreso«, a la cuestión del «sentido«, acerca de la diferencia entre «ser competentes y competitivos«, de «la grandeza«, entre otras.

(3) Agradezco la referencia al P. Andrés Aguerre S.J.

La cuestión del sentido

La cuestión del sentido o del significado de la vida ha venido teniendo un amplio espectro de respuestas, como lo explicita esta fuente. Ellas van desde ninguno (todo es aleatorio, es un absurdo…), pasando por su inserción en un proceso evolutivo (por ejemplo: de cada vez mayor complejidad conciencia) hasta diferentes cosmovisiones, corrientes filosóficas y religiosas que también tienen distintas respuestas: el sentido prometeico de «ser como dioses», sólo adaptarnos a cada contexto (en algunos casos apenas para sobrevivir), acumular o tener más, ser felices en nuestra existencia (vivencia de diferentes formas de amor), ejercer la libertad de vínculos y nuestra singularidad en función de nuestros talentos y posibilidades, ser constructores de culturas y civilizaciones con determinados valores … o -en caso de creer en Dios- en relación a distintos grados de Su intervención (desde la ayuda de Su aliento a través del Espíritu hasta formas de predeterminación en el marco de un plan o un destino, según el enfoque), entre otras. De todas ellas, abordaremos sólo tres y un último comentario.

La primera es en la tradición judeocristiana donde se establece como sentido «elegir el bien y la vida» (como se plantea en el libro del Deuteronomio en 30, 15-20), y el amor en todas sus dimensiones (a Dios, al prójimo como a nosotros mismos). De esta visión surge una misión de anticipar el reino de Dios aquí en la Tierra y ser co-creadores expresado a través de la vivencia plena de la singularidad de nuestros talentos (1).

El segundo enfoque es el de Viktor Frankl. Una reseña sobre este autor se puede encontrar en este link y en este sitio. Nosotros intentaremos hacer una síntesis de sus libros «El hombre en busca de sentido» (Ed. Herder, Barcelona, 2017) y «El hombre en busca del sentido último. El análisis existencial y la conciencia espiritual del ser humano» (Paidós, Buenos Aires, 2017), muy marcados por sus debates académicos en Viena, por su paso en un campo de concentración nazi y varias desgracias familiares. En el primero de los libros mencionados, en las páginas 23 a 25, se expresa que «por sentido, en el habla común, tendemos a considerar la filosofía o las creencias personales, la visión global sobre la existencia, los proyectos vitales… En definitiva algo abstracto y omniabarcante. A ese sentido trascendente o general lo denomina metasentidoo con expresiones similares. Frankl no niega, ni reniega, del sentido trascendente de la existencia, del metasentido; por el contrario, lo presenta como una prueba de la primacía de la dimensión espiritual en la estructura ontológica del hombre, y la espiritualidad (2) constituye la noción axial de la antropología de Frankl».

Luego continúa diciendo «pero las funciones del metasentido y las del sentido de la vida son distintas. El concepto frankliano de sentido de la vida no se sitúa tanto en el análisis intelectual de la existencia como en el plano del comportamiento; es algo cercano, concreto: es más una cuestión de hecho que de fe«. En el texto se da el ejemplo de cuando a Frankl lo estaban por «trasladar» de campo de concentración (un eufemismo que significaba ir a la cámara de gas). Si bien ello finalmente no se concretó «Frankl le ruega a un camarada el favor de custodiar su última voluntad y le dice: Escucha Otto, si no regreso a casa con mi mujer y tu la vuelves a ver, dile, en primer lugar, que hablábamos de ella todos los días, a todas horas. Recuérdalo. En segundo lugar, dile que la he amado más que a nadie en el mundo. Y en tercer lugar, que en el breve tiempo de felicidad de nuestro matrimonio me ha compensado de todo, incluso del sufrimiento que aquí hemos tenido que soportar» ¡Eso es el sentido…! Esa última voluntad perdería el valor de autenticidad si se interpretara en clave emocional o sentimental; recordemos que son palabras pronunciadas por una persona ante la certeza de una muerte cercana… El sentido de la vida, en su acepción frankliana, es así de natural: amores, amistades, proyectos, obligaciones, ilusiones, nostalgias…, todo aquello capaz de servir de palanca para la acción concreta y cotidiana».

En un pié de página se plantea «para que los quehaceres habituales se conviertan en sentido han de cumplir con la nota de trascender o autotrascender, y autotrascender implica dirigirse hacia algo o alguien distinto de uno mismo, bien sea para realizar un valor, bien para alcanzar un sentido o para encontrar a otro ser humano».

En cuanto al tercer enfoque que hemos escogido es el de Ken Robinson. Ha reflexionado en varios textos sobre «encuentra tu elemento» y una síntesis de ello se puede encontrar en este video. Encontrar el o los talentos «naturales» de cada persona es fundamental, y se da a través de un viaje «interior» y también hacia el «exterior» (donde se dan o no las oportunidades). Pero la clave es disfrutar y amar, o tener pasión al poner en acción ese o esos talentos. Entre las razones están 1) porque es «importante» para la realización de cada persona y 2) una razón social estar conectado, de sentirse bien con uno mismo y los demás, que le da sentido a su vida y por lo tanto le posibilita ser feliz. Para ello hay que tener actitud y encontrar la oportunidad.

Robinson plantea el enfoque de que hay «dos mundos» muy diferentes: el mundo que existió antes y después que nosotros, y el mundo que comenzó a existir desde que nosotros existimos y que terminará cuando nosotros dejemos de existir. Este último es un mundo propio de la conciencia de cada persona. Cita una frase de Anaias Nin que dijo: «no veo el mundo como es, lo veo como soy yo«. Por eso vivimos en mundos muy diferentes. Se plantea el viaje hacia el exterior como una «misión» cuyo resultado es «incierto». Dice además que esto es parte de una vida que es «única», la vida es «creativa» (cada uno crea, y puede «re-crear» su propia vida) y es «orgánica» («no es lineal»), y otras consideraciones que aparecen en el video más arriba mencionado.

Más allá de estos tres enfoques, como señalamos al principio, hay muchas otras interpretaciones sobre esta temática. Una, que tiene mucha significación, es la búsqueda de sentido de justicia en general y de justicia social en particular. El «cómo se alcanza esta justicia», va desde enfoques culturales (motivaciones, valores, prácticas…) e institucionalistas hasta los revolucionarios (o ejerciendo una violencia extrema). De estos últimos es muy notorio, por ejemplo, el discurso de Ernesto «Che» Guevara que se muestra en este video donde plantea la esperanza de un mundo mejor a través de la lucha revolucionaria, en particular contra el imperialismo y su violencia. En un discurso del 11/12/1964 en la ONU, cuando ejerce una réplica a delegados (en especial de Venezuela), en este video admite que en Cuba «fusilamos y fusilaremos«, explicitando su enfoque radical de cómo se da esta lucha «a muerte», y en particular lo que entiende por revolución. Hoy en día seguramente muchos coincidiremos que el enfoque de un igualitarismo radical que supone la preeminencia de incentivos morales en las personas (pero –en la práctica- se ejerce por la coerción desde «arriba» por parte del estado) y responder a la violencia con la violencia, no nos lleva a un mundo mejor como él pretendía.

(1) La aceptación masiva de este enfoque ha tenido dificultades que van más allá del agnoticismo, el secularismo y la prevalencia de otras creencias. Entre ellas podemos destacar: a) la coexistencia con el misterio del mal,  b) el lado oscuro o «de prostituta» (al decir de San Ambrosio, San Agustín y otros) de la Iglesia católica expresado en su asociación con el poder temporal, el ejercicio de la violencia a través de la Inquisición o las Cruzadas, los casos de abusos de menores… y c) un adecuado mensaje y liderazgo en función de los signos de los tiempos.

(2) El término «espiritualidad» se utiliza en sentido técnico. No debe confundirse con la espiritualidad o religiosidad explícita de la persona. Para evitar ese posible malentendido, Frankl usó un neologismo: «noológico«. Con frecuencia, en vez de referirse a la dimensión espiritual del hombre, utiliza la expresión «dimensión noológica».

Las nuevas generaciones y un mundo mejor

La imagen de la entrada nos muestra las distintas denominaciones que se le han colocado a las generaciones de personas nacidas luego de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad, siendo la última la generación Z.

En una nota de la revista del diario La Nación (de Argentina) se expresa que esta generación, que va entre 8 y 24 años, “se la considera una generación altruista, nada egoista, que se muestra fuerte y políticamente sensibilizada por cuestiones como la desigualdad eonómica y social. El 95% piensa que debe ayudar a quien lo necesita, pero están muy desilusionados con la política tradicional”. En la misma nota señalan que «expertos destacan que los Z están conscientes de las consecuencias de diversas problemáticas sociales, el cambio climático y el terrorismo como una amenaza permanente. Estamos frente a una generación multitasking que ya no se conforma con ser sujeto pasivo, desea producir el cambio y ser partícipe».  También es interesante esta nota de comienzos de 2024.

Estas características, sin duda, son muy auspiciosas y será fundamental que encuentren con una mirada crítica los caminos y procedimientos adecuados para alcanzar sus aspiraciones.

En cuanto a la relación con las religiones y la espiritualidad, y siguiendo con el diario La Nación, en una nota de Lorena Oliva del 15/7/18, comenta que el sociólogo y antropólogo Sergio Semán expresa que «los jóvenes tienden a distanciarse de las religiones institucionalizadas como el catolicismo y los grandes grupos cristianos evangélicos pero, en contrapartida, tienden a asumir creencias sobre el mundo, el ambiente y la subjetividad que incluyen seres sobrenaturales, energías o principios no determinantes por la razón y la ciencia. En esas búsquedas se relatora la religión bajo la forma de lo que suele llamarse confusamente «espiritualidad».

En una nota publicada en el diario Perfil, por Jaime Durán Barba, denominada «Los Valores de la Nueva Sociedad», entre otras cuestiones expresa: «los valores se transformaron, caducaron los que dieron calor a la infancia de quienes estamos en el otoño de la vida y aparecieron otros. No es verdad que ya no existen valores y que está desapareciendo un mundo ideal. Lo que agoniza es una cultura falocrática, desplazada por otra feminizada, que significa un paso adelante en la evolución. En general hay un consenso en cuanto al respeto de los derechos civiles, el racismo está mal visto, se respetan las diversas preferencias sexuales, la alteridad es un valor occidental. El tema de las drogas se trata con menos mitos y represiones, muchos son conscientes del peligro que significan, otros las usan con algún control o sin él. Han aparecido drogas sintéticas que disputan el mercado de las drogas tradicionales, pero es posible discutir el tema racionalmente. Que cualquier tema se pueda discutir con libertad es un avance». Sobre este último tema se ha publicado en el blog una nota que busca promover la reflexión.

Luego sigue diciendo «la sexualidad se libera en un proceso que avanza de manera incontenible. La mayoría de nuestros políticos evitan referirse a temas sexuales. Les incomoda. Se sonrojan cuando lo que dicen supera al machismo tradicional. En esto, el abismo generacional es enorme. No hay duda de que los jóvenes están más interesados en controlar el embarazo que en la postura de su gobierno frente a la deuda externa. No puede ser de otra manera. Tienen un despertar sexual temprano, una vida más erotizada que los antiguos, más libre, promiscua y es lógico que temas como los anticonceptivos, el sida, el aborto inducido, les interesen intensamente». Finaliza expresando: «las mujeres impregnaron nuestra cultura con sus valores y la gente rechaza la violencia del marido con su esposa, de los progenitores con sus hijos, del maestro con los estudiantes, del empleador con los trabajadores, que eran tan  frecuentes hace pocos años. En general vamos hacia un mundo mejor».

Vemos que ambos enfoques son optimistas sobre el futuro de las nuevas generaciones. Seguramente compartiremos que dependerá de lo que las generaciones actuales hagamos con temas muy sensibles de este mundo problemático en cuanto a poder reducir la desigualdad y la pobreza, afrontar el cambio tecnológico y el cambio climático, así como superar dificultades como las que se presentan en muchos países (por ejemplo Argentina) y a escala global. De ser así podremos converger hacia un mundo mejor.

PD: también es interesante esta nota sobre «los jóvenes y la política«.

 

Un Enfoque de Lo Común

En esta entrada haremos comentarios sobre el enfoque de «lo común» que plantean Christian Laval y Pierre Dardot, en el libro «Común. Ensayo sobre la revolución en el Siglo XXI» (Ed. Gedisa, Barcelona, 2015, que se muestra en la imagen de la entrada) y que presentaran públicamente.  Para ello analizaremos las principales características de esta obra (en particular los rasgos centrales de su enfoque y de sus propuestas), y contaremos con la ayuda del análisis efectuado por Edgar Straehle, de la Universidad de Barcelona (Astrolabio, Revista internacional de filosofía, Año 2015, N0. 17) en este texto.

Es un extenso libro de 665 páginas (por lo tanto, difícil de sintetizar y comentar en esta breve nota) que contiene, además de una Introducción, tres partes: 1. La emergencia de lo común, 2. Derecho e institución de lo común, 3. Propuestas políticas.  En todo el texto hay una línea argumental que busca refundar el concepto de lo común, estableciendo un postulado o proposición que lo centran en la esfera de una «razón política» que sustituya a «la razón neoliberal» (pág. 652). Lo común se funda según los autores por lo inapropiable en un sentido absoluto, por aquello que nadie en concreto puede monopolizar o patrimonializar (está radicalmente fuera de la propiedad, pág. 268) sea persona o institución. Lo común es una «práctica» o un hacer del uso. En la página 312 afirman que «en la medida que lo común depende exclusivamente de las prácticas del uso colectivo, por fuerza debe excluir categóricamente toda ontología de lo común».

No es un espacio sin reglas, como reseña Sraehle (pág. 185 de su artículo), «sino como un espacio donde los participantes o integrantes establecen autónomamente y de manera conjunta estrategias y normas para administrar y hacer uso del bien común. Y donde estas se deben poder redefinir o modificar según la ocasión. Como es lógico, la misma inapropiabilidad mencionada más arriba coincide a su vez con la oposición a toda sujeción respecto respecto a una determinación tomada en algún momento en concreto. Lo común debe ser pensado como una institución abierta a la transformación y también como co-actividad, y no como una co-pertenencia, co-propiedad o co-posesión (pág. 48 del libro). Una co-actividad que no cesa y que funciona y se renueva una y otra vez en virtud de la reciprocidad y del compromiso de sus participantes. No se trata en efecto de lo que hacemos juntos, y que puede ser tanto un viaje como una acción de protesta, del modo de acción que procede de la co-obligación significada por el munus latín (pág. 318 del libro). En pocas palabras, la acción común tendría que ver con el uso común de lo común».

Al final del libro se plantea la institución de lo «inapropiable» a través de una revolución como autodeterminación de la sociedad.

Como comentario general coincidiremos con el que hace Straehle respecto de que, más allá de las críticas, «que por supuesto no empañan sus méritos, Común se presenta como un estupendo regalo y un punto de partida necesario para repensar y profundizar en la cuestión de lo común».  En cuanto al planteo del libro podemos decir que la primera parte está muy fundamentada y detallada con gran erudición (aunque hay aspectos que no tiene en cuenta, como detallaremos más abajo), la segunda parte bien planteada, y la tercera parte sobre «propuestas políticas», como dice Straehle,  «se caracterizan por su vaguedad e incluso su implausibilidad», y podríamos agregar sin tener en cuenta la complejidad de un fenómeno multidimensional y evolutivo.

Respecto de comentarios específicos, detallamos lo siguiente:

  • se enfoca desde «lo racional» (y por lo tanto con un rol relevante del «yo») y cuando habla de «co-obligación» (rol del «superyo»), supone un deber compartido por el colectivo, y por lo tanto con una simultaneidad de valores compartidos por la mayoría. No aparece en este análisis el «ello» y por lo tanto el rol de los sentimientos (1) y su traslado a actitudes como las del «desapego«, y al ser y tener planteado por Erich Fromm. ¿Cómo es posible un hacer que no conduzca a formas de apropiación sin tener en cuenta esta dimensión?
  • no tienen en cuenta la diversidad de subjetividades, las distintas culturas y los cambios ínter-generacionales que se producen al respecto vinculado a «lo propio e individual» y a «lo común». Por lo tanto termina siendo un planteo abstracto que no contempla esta dimensión de la complejidad.
  • Lo anterior está relacionado con que no perciben que el capitalismo (o una razón «neoliberal») es un modo especial de relacionarnos, de jugar la libertad, de a-poder-arse o a-propiar-se (el «enclosure» que se menciona en el texto) y por lo tanto un modo particular de poder en un estadio determinado. Por lo tanto el «problema» de fondo es «el poder» y «no el capitalismo», que es un «derivado histórico particular en lo económico» y que ha penetrado lo cultural asociado al proceso de individuación.  Si no re-significamos la acción cultural vinculada con el poder, tengamos en cuenta la importancia de «la singularidad»  y la diferenciemos de «lo individualista»,  seguirán habiendo distintas variedades de capitalismo o de poder económico.
  • No está claro como juegan los distintos liderazgos y roles, la información asimétrica e incompleta, así como las distintas formaciones y saberes, y los diversos talentos o competencias técnico-profesionales,  en «un espacio donde los participantes o integrantes establecen autónomamente y de manera conjunta estrategias y normas para administrar y hacer uso del bien común».
  • Si bien -en la propuesta política 1- diferencia bien el «autogobierno» de la «autogestión», no está claro el nexo entre la direccionalidad establecida por el gobierno, de la ejecución y praxis de este en la gestión de los detalles concretos.
  •  El derecho de uso frente al derecho de propiedad -en el sentido radical que le dan los autores- no parece viable sin un cambio revolucionario de la tecnología (por ejemplo, ser «prosumidores» con impresoras 3D) o que nos transformemos todos en «personas nuevas» (la generalización práctica del «hombre nuevo»). Entre tanto lo que sí parece ser viable y realista es el planteo de Elinor Ostrom.
  • En las propuestas políticas 4 y 5 plantean la institución de una empresa común y la asociación en la economía debe preparar la sociedad de lo común. Están bien formuladas las limitaciones que existen en estos campos, por ejemplo la diversidad de situaciones y perspectivas de la economía social y solidaria.  Sobre esta última expresan (pág. 367): «la economía social no constituye, al menos por el momento, un conjunto social movilizado, ni a nivel nacional ni a nivel mundial, y ello a pesar de la visibilidad de creciente de algunas ong. De este modo, resulta difícil hacer de este conjunto tan diverso una «alternativa al capitalismo», y todavía ver en él la única alternativa concebible. Las fuertes presiones a las que están sometidas  estas actividades por parte de las empresas capitalistas y de los poderes públicos lo hacen todavía más difícil…» Es cierto lo que dicen los autores, pero no señalan que hay unos 1000 millones de personas (aunque no están «movilizadas») que pertenecen a alguna forma cooperativa y no tienen en cuenta experiencias como la de la economía de comunión y las perspectivas y experiencias de la economía del bien común (aunque serían rechazadas por no contemplar lo democrático y lo radicalmente inapropiable). Sí proponen (pág. 574) «la nueva democracia política, económica y social «por abajo» implica optar por una vida más simple, más autónoma y basada en la convivencia, que se podría traducir en la creación de comunidades locales más vivibles que las que las grandes metrópolis dominadas por los ritmos y las estructuras del capitalismo mundial» (2). Si bien continúan con esta argumentación dicen que no será suficiente para constituir una política de lo común.

Sin duda los autores están en una perspectiva de la búsqueda de un mundo mejor, pero no logran -según nuestra opinión- poder formular su viabilidad (3), dada la radicalidad de su paradigma y por cuestiones como las que venimos de señalar.

(1) No valoran enseñanzas sapienciales de tradiciones como la parábola del buen samaritano, donde la traducción en español de «se compadeció» corresponde al término griego splagnizomai: es decir que al samaritano «se le conmovieron las entrañas o se le revolvieron las tripas». Si no «sentimos» lo común por más «razón» y superyo que haya no se podrá constituir sólidamente esta dimensión, más allá de » juntarnos desde abajo en asambleas» o la articulación no violenta de intereses a través de la política.

(2) Apelan a la convivencialidad preconizada por Ivan Illich y André Gorz, y a la estrategia de «bioregionalismo» de Arnsperger, que articularía los anclajes locales con solidaridades nuevas a nivel del pueblo, del barrio. Aunque no lo mencionan está emparentado a las ecovillas y a los planteos de la película «Demain«.

(3) En lo micro hay algunas experiencias muy valiosas como esta.

 

Con la simpatía no alcanza para un mundo mejor

A lo largo de la historia nos hemos preguntado “quienes somos?” y en particular la filosofía ha reflexionado sobre la cuestión de la naturaleza humana (hoy también abordada por la ciencia moderna).

Las respuestas han sido muy diversas. Sólo quisiéramos mencionar una respuesta en particular: la de Adam Smith, uno de los padres fundadores de la economía como “ciencia”, pero que comenzó siendo filósofo en el contexto de su época (1723-1790) y en particular de la escuela historicista escocesa.

Este autor, en 1759, publica “La Teoría de los Sentimientos Morales” donde hay un concepto central en lo que se refiere a lo relacional como es el de la simpatía entre el individuo y la sociedad. En 1776 publica “La Riqueza de las Naciones”, donde en lo relativo a “lo relacional” en lo económico surge la conocida afirmación “«No de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero de quien esperamos nuestra cena (…) sino de su interés particular…». Un siglo después pensadores alemanes señalan la contradicción entre estos dos conceptos (por un lado tener simpatía y por otro lado no ser benevolente).

En esta nota en el blog “Alquimias Económicas” se ha abordado esta cuestión con más profundidad, en caso de que sea de interés.

Allí se señala que esta “simpatía” debe alcanzar las tres fases de la empatía, en los términos de Daniel Goleman (Inteligencia Social, Kairos, 2006), que en su tercera fase se convierte en “empatía compasiva”: es decir le reconozco, siento lo mismo que usted y actúo para ayudarle”. Si no pasamos a actuar concretamente para ayudarle, no sólo a nivel individual, sino también en lo socio-económico y por lo tanto con otras formas intercambio y con una mediación efectiva e inteligente del Estado hacia quienes están en una situación de fragilidad o debilidad, no podremos alcanzar un mundo mejor. Ello conlleva jugar nuestra libertad hacia acciones afirmativas y políticas que vayan produciendo un re-equilibrio de la desigualdad, lo cual será el resultado de la expresión de una solidaridad y fraternidad que nos posibiten la construcción de una verdadera amistad social. Con la simpatía sola no alcanza.

El Poder Como Realidad y Como Problema

El poder es una “realidad”, pero también –dependiendo del enfoque y de la práctica- es un “problema” para alcanzar un mundo mejor.

Existe una abundante literatura y enfoques sobre su definición y características que no intentaremos sintetizar (1), entre otras cuestiones porque me “excede” en cuanto a formación específica. Sin embargo, de los enfoques más corrientes, nos animamos a decir que “poder es la capacidad que un individuo o grupo A de influenciar o incidir en las decisiones de otro individuo o grupo B”.  Aspectos esenciales serán:

  • La actitud y el propósitode quien ejerce esa influencia
  • El contexto en el qué se da y la actitud de quien es objeto de esa influencia
  • La forma(o modo, medios recursos que se utilicen) intensidad en el ejercicio de esta influencia, y por lo tanto de los grados de libertad (desde tendiendo a cero en la cárcel o frente amenaza de muerte hasta el poder omnímodo de control de todos los recursos) para las prácticas de poder.
  • Tiene que haber una coherencia entre la actitud o propósito los medios para que se obtengan resultados para un mundo mejor. Por lo tanto se desecha el enfoque y la práctica de que “elfin que justifica los medios”, porque -por ejemplo- la apelación sistemática al medio o recurso de la violencia no posibilitará llegar al fin de un mundo mejor (que conlleva “la no violencia”).

Sobre la cuestión del “contexto” y los “recursos” que se utilizan es interesante el enfoque de Alvin Toffler donde en distintos textos (como el “Cambio de Poder” y “La Tercera Ola”) va analizando como cambia el eje del poder a medida que van cambiando las civilizaciones (desde la revolución agrícola hasta la sociedad post industrial). 

También la palabra “poder” está relacionada al “verbo” (estoy en capacidad y posibilidad de hacer algo) o al “sustantivo” como lugar de “dominio”. Esta última es la acepción que adopta Max Weber (en Economía y Sociedad) donde el concepto de poder está relacionado al de dominación, es decir, ejercer una autoridad sobre un grupo social determinado y encontrar un grado de obediencia. El que ha analizado esta temática desde el punto de vista psicológico es Alfred Adler (2) como se visualiza en esta nota. Alli se menciona que «la “voluntad de poder” es la patología por excelencia, ya que es la causante –a modo de fin– de los desórdenes de la personalidad. Si bien Adler expresa la misma teoría en toda su obra, lo hace fundamentalmente en su libro “El carácter neurótico” publicado en 1912 luego de su ruptura con Freud.

Adler propone estudiar la neurosis partiendo de las compensaciones que resultan del sentimiento de inferioridad (que comienza en la infancia) y que se resuelven en un sentimiento de superioridad, afán de poder, elevación del “sentimiento de personalidad”, cuyo objetivo final es lograr la supremacía sobre los demás, el estar siempre por encima de los otros, su aspiración a ser el más fuerte y el mejor. Afirma Adler: «Hasta ahora venimos considerando el aumento del sentimiento de personalidad, siempre en procura de lograrse con especial vigor, como la fuerza fundamental y el objetivo de la neurosis. Pero no ignoramos que este deseo se halla profundamente enclavado en la naturaleza humana. Si se examina más de cerca este deseo –al que Nietzsche denominó “Voluntad de poder”– y se observan sus formas de expresión, se comprueba que en el fondo no es más que una fuerza compensadora especial, destinada a poner término a la inseguridad interna común a todo hombre. Con la ayuda de una fórmula rígida, que de ordinario alcanza a la superficie de la conciencia, el neurótico procura darse un punto fijo y firme para mover el universo.»

En esta nota de Sergio Sinay señala que la filósofa alemana Hannah Arendt advierte «en La condición humana: “El poder solo es realidad en donde la palabra y el acto no se han separado”. Esto es, agrega, cuando las palabras descubren realidades en lugar de ocultarlas y cuando los actos crean nuevas realidades. No hay riqueza material que pueda compensar la pérdida y el alejamiento del poder real, dice Arendt. En tiempos electorales, el deseo de poder es un síntoma extendido. Cada uno a su manera, los candidatos o precandidatos van por él convencidos de que lo seducirán y capturarán. La pregunta que ninguno responde (o no lo hace de manera sólida y convincente) es la que inquiere acerca del objetivo de esa búsqueda. Como bien apunta el filósofo español José Antonio Marina en «La pasión del poder», existe el poder “de” y el poder “sobre”. El poder “de” (o poder “para”) es aquel que, una vez alcanzado, se convierte en medio para la concreción de un proyecto, de una transformación, de una visión. En cambio el poder “sobre” otros imponiendo el propio deseo y el propio interés es un fin en sí mismo. Mientras el poder “de” expande la visión y la energía de quien lo tiene para convocar y aunar a otros en procura de una acción conjunta que contribuirá al bien común o al bien de muchos (imaginemos el poder de Gandhi, el de Mandela, el de la Madre Teresa, el de Churchill) y lo hará sin violentar ni destruir, el poder “sobre” cambia la impronta de ese impulso afirmativo. Lo convierte, señala Marina, en algo que ya no es la expansión de la propia energía sino puro y simple afán de dominio». Finaliza afirmando que «decía Bertrand Russell que las dos principales pasiones humanas son el afán de poder y el afán de gloria. Pero uno no conduce necesariamente a la otra. Y como recordaba Michel de Montagne, gran humanista del Renacimiento, “por muy alto que sea el trono, siempre está usted sentado sobre el c….”.

Siguiendo con Hanna Arendt también expresó lo siguiente: «El poder nunca es propiedad de un individuo; pertenece a un grupo y continúa existiendo solo mientras el grupo se mantiene unido. Cuando decimos que alguien ‘está en el poder’ estamos diciendo que ha sido empoderado por un cierto número de personas para actuar en su nombre. En cuanto el grupo donde se origina el poder (potestas in populo, sin pueblo no hay poder) desaparece, ‘el poder’ (del que está en el poder) también se esfuma”. A tener muy en cuenta. También lo analiza en relación con la intoxicación y la salud mental en esta nota, así como esta reflexión (y en especial el síndrome de hibris).

Según H. Touzard (La mediación y la solución de conflictos, Ed. Herder, 1980, Barcelona, págs. 56 y siguientes) citando un artículo de French y Raven (de 1959) menciona –desde un punto de vista cualitativo- que las bases del poder son cinco:

  1. El poder de recompensa: es la capacidad que tiene O de procurar a P unas gratificaciones a cambio de un comportamiento dado,
  2. El poder de coerción: consiste en la capacidad que tiene O de administrar castigos a P, si este no acata lo que O le ordena.
  3. El poder legítimo: es el que se basa en el derecho que P le reconozca a O de influir sobre él. Es la definición corriente de la autoridad, que supone un consenso entre las dos personas acerca de la relación entre el status y el comportamiento. En la imagen de la entrada se coloca una frase del P. Eduardo Casas sobre la diferencia de «poder» respecto de «autoridad».
  4. El poder de referencia: descansa en la identificación de P con O. P se deja influir por O porque valora a O. El poder carismático de ciertos individuos prestigiosos corresponde a esta definición.
  5. El poder de competencia: se origina en los conocimientos particulares de O, reconocidos por P. Es el poder que posee el experto (podemos generalizar al sistema científico-tecnológico que posee una comunidad o un país)y que presume la confianza, la certidumbre P que O no abusará de sus conocimientos para engañarle.

También se han agregado el poder de información y comunicación, Los “recursos” para ejercer estos poderes van desde el control de instituciones (la más importante es el Estado), del dinero bajo forma de capital (por lo tanto el sistema capitalista puede ser considerado como una forma particular de manifestación del poder y en consecuencia abordado desde esta perspectiva), de redes y medios de información y comunicación.

Nos parece relevante incluir el enfoque de K. Boulding. Según este artículo «desde comienzos de los años sesenta Boulding se adentró en el campo de los estudios sobre la paz y los conflictos e investigó por qué algunos conflictos tenían un resultado “creativo” y otros un final “destructivo”. Comenzó a intuir que esta divergencia tenía que ver, seguramente, con la naturaleza y tipos diferentes de poder existentes en una sociedad. La noción de poder es,posiblemente, una de las más transversales entre diferentes campos científicos y dimensiones de la realidad, por eso su estudio global “se ha deslizado por las grietas abiertas entre las diferentes disciplinas”. Así, el poder se presentaba para él como una de aquellas nociones comunes que podían servir para lograr su vieja aspiración: integrar las ciencias que estudian el sistema social. “La influencia recíproca entre las diferentes formas de poder —sugiere Boulding— es tan grande que si el estudio del poder se limitara a un solo aspecto, como el poder político, económico o social, se perderían elementos importantes para la comprensión de la dinámica del poder en su conjunto (Boulding 1993[1989], 11). Fue esta convicción la que motivó su estudio del poder en los sistemas sociales y la distinción básica entre tres categorías que operan entrelazadas: el poder amenazador, el poder económico y el poder integrador (lo que llamó “el bastón, la zanahoria y el abrazo”). El primero estaría relacionado con la capacidad de destruir, el segundo con el poder de producir e intercambiar y el tercero con la capacidad de crear relaciones de respeto, amor, legitimidad y amistad. La división del trabajo académico ha hecho que la ciencia política se encargara de estudiar el primero de ellos, y la ciencia económica el segundo, mientras que el poder integrador recaería sobre el ámbito de la sociología aunque, al decir de Boulding, ésta nunca haya reclamado la responsabilidad exclusiva sobre su estudio.

A partir de aquí su argumento principal es que el poder integrador constituye la forma de poder principal ya que poco pueden conseguir el poder amenazador y el económico —a medio y largo plazo— si les falta la legitimidad.  Por otra parte, una de las claves es que el ejercicio razonable del poder integrador permitiría decantar el resultado de los conflictos hacia un final “constructivo” en vez de “destructivo”.

Fue la preocupación por intentar medir ese poder integrador lo que llevó a Boulding a proponer la donación o subvención (grant) —y sobre todo la donación voluntaria— como una forma de aproximación a esa vertiente (Boulding 1973b). En la medida en que pudiera construirse una “matriz social de donaciones”, cabría la posibilidad de estimar la potencia de la estructura integradora de una sociedad, pues la donación como transferencia unidireccional de valor económico es algo que choca con la lógica tradicional del “intercambio entre equivalentes” de la economía convencional. Boulding era también consciente de que, aparte del poder integrador, el poder amenazador (a través, por ejemplo, de algunas funciones del Estado) podía ser una fuente de donaciones o subvenciones importantes, a diferencia del poder económico (mercantil) tradicional. Como sugiere Mott (2000, F437), Boulding se percató pronto de que el desarrollo del capitalismo y su esfera mercantil habían minado la capacidad del poder amenazador, pero sobre todo también del poder integrador de las costumbres en las sociedades tradicionales, lo que implicaba en algunos casos riesgos importantes. Creo que esta preocupación bouldingniana encaja bien con la sugerencias de Karl Polanyi sobre la “gran transformación” que supuso la propagación social del “mercado autorregulado”, con el crecimiento del poder compensatorio frente al condicionado (Galbratih, 1983), o de la esfera del poder de mercado frente a la esfera valorativa y de persuasión (Anisi, 1992)».

Podemos preguntarnos (y desear) que pueda prevalecer el poder como un servicio expresado en una influencia basada en una autoridad del ejemplo personal (3), del respeto de reglas acordadas democráticamente que cuiden las personas y el medio ambiente, donde el recurso económico del capital sea un “medio” y “no un fin”, que las redes sirvan para compartir saberes, aumentar la empatía y posibilitar acciones para el bien común, que en lo macro sea derivado de una democracia que crece en conciencia y nos lleven a un mundo mejor. Por lo tanto la actitud (4) y la forma de ejercer el poder son cruciales. De lo contrario, si prevalece el poder como dominio (5), con recursos cada vez más poderosos, seguramente pereceremos sobre la faz de la Tierra.

Relacionado con la pandemia es interesante lo que dice esta nota de que «para el escritor y analista Moises Naím, el veredicto de la pandemia de la Covid-19 es que “el poder es efímero”. Esta, además de ser la principal tesis de uno de sus aclamados libros El fin del poder (Debate, 2019), es la gran cuestión geopolítica a la que se enfrenta el mundo de hoy. “En estos tiempos el poder se ha hecho más fácil de obtener, más difícil de usar y más sencillo de perder”, explica Naím desde Nueva York durante su intervención en el evento Retina Reset, impulsado por Santander y Telefónica, y patrocinado por Accenture, Novartis, Philip Morris, Renfe, Unir y Red Eléctrica de España».

Para finalizar, y a modo de hipótesis, si tomamos al concepto de poder desde la energía o desde la física, podemos decir que el poder es energía transformada en fuerza. Qué tipo de energía? Qué tipo de fuerzas? De ello dependerá el tipo de poder? En otra entrada se reflexiona sobre la energía expresada como “agresividad” y sus interpretaciones.

(1) Un último texto muy interesante es el de Byung-Chul Han «Sobre el poder«. También hemos reflexionado sobre «la voluntad de poder«.

(2) Agradezco a José M. Diaz Bonilla la referencia.

(3) Una expresión radical de esto es que los gobernantes sean sabios como postulaba Platón.

(4) Según el psicoanalista Alejandro Razé, el poder ejercido por la ley (simbólica) o la fuerza es una mediación entre las fuerzas del goce y la de la muerte.

(5) En el Evangelio ello está relacionado con el concepto de «mundo», a diferencia de la búsqueda de tender hacia el reino de Dios y su justicia.