La cuestión del sentido

La cuestión del sentido o del significado de la vida ha venido teniendo un amplio espectro de respuestas, como lo explicita esta fuente. Ellas van desde ninguno (todo es aleatorio, es un absurdo…), pasando por su inserción en un proceso evolutivo (por ejemplo: de cada vez mayor complejidad conciencia) hasta diferentes cosmovisiones, corrientes filosóficas y religiosas que también tienen distintas respuestas: el sentido prometeico de «ser como dioses», sólo adaptarnos a cada contexto (en algunos casos apenas para sobrevivir), acumular o tener más, ser felices en nuestra existencia (vivencia de diferentes formas de amor), ejercer la libertad de vínculos y nuestra singularidad en función de nuestros talentos y posibilidades, ser constructores de culturas y civilizaciones con determinados valores … o -en caso de creer en Dios- en relación a distintos grados de Su intervención (desde la ayuda de Su aliento a través del Espíritu hasta formas de predeterminación en el marco de un plan o un destino, según el enfoque), entre otras. De todas ellas, abordaremos sólo tres y un último comentario.

La primera es en la tradición judeocristiana donde se establece como sentido «elegir el bien y la vida» (como se plantea en el libro del Deuteronomio en 30, 15-20), y el amor en todas sus dimensiones (a Dios, al prójimo como a nosotros mismos). De esta visión surge una misión de anticipar el reino de Dios aquí en la Tierra y ser co-creadores expresado a través de la vivencia plena de la singularidad de nuestros talentos (1).

El segundo enfoque es el de Viktor Frankl. Una reseña sobre este autor se puede encontrar en este link y en este sitio. Nosotros intentaremos hacer una síntesis de sus libros «El hombre en busca de sentido» (Ed. Herder, Barcelona, 2017) y «El hombre en busca del sentido último. El análisis existencial y la conciencia espiritual del ser humano» (Paidós, Buenos Aires, 2017), muy marcados por sus debates académicos en Viena, por su paso en un campo de concentración nazi y varias desgracias familiares. En el primero de los libros mencionados, en las páginas 23 a 25, se expresa que «por sentido, en el habla común, tendemos a considerar la filosofía o las creencias personales, la visión global sobre la existencia, los proyectos vitales… En definitiva algo abstracto y omniabarcante. A ese sentido trascendente o general lo denomina metasentidoo con expresiones similares. Frankl no niega, ni reniega, del sentido trascendente de la existencia, del metasentido; por el contrario, lo presenta como una prueba de la primacía de la dimensión espiritual en la estructura ontológica del hombre, y la espiritualidad (2) constituye la noción axial de la antropología de Frankl».

Luego continúa diciendo «pero las funciones del metasentido y las del sentido de la vida son distintas. El concepto frankliano de sentido de la vida no se sitúa tanto en el análisis intelectual de la existencia como en el plano del comportamiento; es algo cercano, concreto: es más una cuestión de hecho que de fe«. En el texto se da el ejemplo de cuando a Frankl lo estaban por «trasladar» de campo de concentración (un eufemismo que significaba ir a la cámara de gas). Si bien ello finalmente no se concretó «Frankl le ruega a un camarada el favor de custodiar su última voluntad y le dice: Escucha Otto, si no regreso a casa con mi mujer y tu la vuelves a ver, dile, en primer lugar, que hablábamos de ella todos los días, a todas horas. Recuérdalo. En segundo lugar, dile que la he amado más que a nadie en el mundo. Y en tercer lugar, que en el breve tiempo de felicidad de nuestro matrimonio me ha compensado de todo, incluso del sufrimiento que aquí hemos tenido que soportar» ¡Eso es el sentido…! Esa última voluntad perdería el valor de autenticidad si se interpretara en clave emocional o sentimental; recordemos que son palabras pronunciadas por una persona ante la certeza de una muerte cercana… El sentido de la vida, en su acepción frankliana, es así de natural: amores, amistades, proyectos, obligaciones, ilusiones, nostalgias…, todo aquello capaz de servir de palanca para la acción concreta y cotidiana».

En un pié de página se plantea «para que los quehaceres habituales se conviertan en sentido han de cumplir con la nota de trascender o autotrascender, y autotrascender implica dirigirse hacia algo o alguien distinto de uno mismo, bien sea para realizar un valor, bien para alcanzar un sentido o para encontrar a otro ser humano».

En cuanto al tercer enfoque que hemos escogido es el de Ken Robinson. Ha reflexionado en varios textos sobre «encuentra tu elemento» y una síntesis de ello se puede encontrar en este video. Encontrar el o los talentos «naturales» de cada persona es fundamental, y se da a través de un viaje «interior» y también hacia el «exterior» (donde se dan o no las oportunidades). Pero la clave es disfrutar y amar, o tener pasión al poner en acción ese o esos talentos. Entre las razones están 1) porque es «importante» para la realización de cada persona y 2) una razón social estar conectado, de sentirse bien con uno mismo y los demás, que le da sentido a su vida y por lo tanto le posibilita ser feliz. Para ello hay que tener actitud y encontrar la oportunidad.

Robinson plantea el enfoque de que hay «dos mundos» muy diferentes: el mundo que existió antes y después que nosotros, y el mundo que comenzó a existir desde que nosotros existimos y que terminará cuando nosotros dejemos de existir. Este último es un mundo propio de la conciencia de cada persona. Cita una frase de Anaias Nin que dijo: «no veo el mundo como es, lo veo como soy yo«. Por eso vivimos en mundos muy diferentes. Se plantea el viaje hacia el exterior como una «misión» cuyo resultado es «incierto». Dice además que esto es parte de una vida que es «única», la vida es «creativa» (cada uno crea, y puede «re-crear» su propia vida) y es «orgánica» («no es lineal»), y otras consideraciones que aparecen en el video más arriba mencionado.

Más allá de estos tres enfoques, como señalamos al principio, hay muchas otras interpretaciones sobre esta temática. Una, que tiene mucha significación, es la búsqueda de sentido de justicia en general y de justicia social en particular. El «cómo se alcanza esta justicia», va desde enfoques culturales (motivaciones, valores, prácticas…) e institucionalistas hasta los revolucionarios (o ejerciendo una violencia extrema). De estos últimos es muy notorio, por ejemplo, el discurso de Ernesto «Che» Guevara que se muestra en este video donde plantea la esperanza de un mundo mejor a través de la lucha revolucionaria, en particular contra el imperialismo y su violencia. En un discurso del 11/12/1964 en la ONU, cuando ejerce una réplica a delegados (en especial de Venezuela), en este video admite que en Cuba «fusilamos y fusilaremos«, explicitando su enfoque radical de cómo se da esta lucha «a muerte», y en particular lo que entiende por revolución. Hoy en día seguramente muchos coincidiremos que el enfoque de un igualitarismo radical que supone la preeminencia de incentivos morales en las personas (pero –en la práctica- se ejerce por la coerción desde «arriba» por parte del estado) y responder a la violencia con la violencia, no nos lleva a un mundo mejor como él pretendía.

(1) La aceptación masiva de este enfoque ha tenido dificultades que van más allá del agnoticismo, el secularismo y la prevalencia de otras creencias. Entre ellas podemos destacar: a) la coexistencia con el misterio del mal,  b) el lado oscuro o «de prostituta» (al decir de San Ambrosio, San Agustín y otros) de la Iglesia católica expresado en su asociación con el poder temporal, el ejercicio de la violencia a través de la Inquisición o las Cruzadas, los casos de abusos de menores… y c) un adecuado mensaje y liderazgo en función de los signos de los tiempos.

(2) El término «espiritualidad» se utiliza en sentido técnico. No debe confundirse con la espiritualidad o religiosidad explícita de la persona. Para evitar ese posible malentendido, Frankl usó un neologismo: «noológico«. Con frecuencia, en vez de referirse a la dimensión espiritual del hombre, utiliza la expresión «dimensión noológica».

Ser Competentes y No Competitivos

Cada uno de nosotros es singular y ello nos hace diferentes. Esto conlleva a que tenemos distintos talentos, desde los innatos hasta los que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra vida. También significa que tenemos fortalezas y debilidades, y por lo tanto y tenemos límites. Lo ideal es que los demás nos ayuden constructivamente a poder visualizar lo anterior y nosotros podamos estar abiertos a aprender lo que nos señalan.

Nuestros vínculos y relaciones pueden ser de distintos tipos. Uno de ellos es ser rivales los unos de los otros. En el relato bíblico, es el segundo hecho dramático que aparece en el Génesis. El primero es querer ocupar el lugar de Dios (no cumpliendo un mandato) y ser expulsados del paraíso terrenal. El segundo es un fratricidio. En el capítulo 4 del libro mencionado se señala que Adán y Eva tuvieron dos hijos: el primogénito Cain (que va a ser sedentario y se va a dedicar a la agricultura) y el segundo Abel  (que va a ser nómade y se dedicará al pastoreo). Según el relato, a Dios le cayó mejor la ofrenda o sacrificio de Abel. Frente a esto Caín «enloqueció de celos y mató a su hermano». También se puede interpretar que, además de competir por el amor y preferencias del Creador, rivalizaban por el territorio o por «el recurso tierra»  (tal vez las ovejas de Abel invadían el terreno cultivado de Caín). Esta cuestión de competir debido a la rivalidad por los recursos -además de por ser amados- continúa hasta hoy bajo distintas modalidades.

Tal vez el autor contemporáneo que mejor ha analizado la cuestión de la competitividad es Michael Porter. El ha desarrollado un enfoque denominado el rombo de Porter o modelo de las cinco fuerzas, donde una de las fuerzas es «la rivalidad» de las empresas y de las naciones (y podríamos decir de los grupos humanos) como motor de la competencia socioeconómica.

Sin duda esto que menciona Porter es una «realidad».  Las razones pueden ser muy diversas comenzando porque si no compito exitosamente en el mercado, quedo marginado o fuera de él (termina mi existencia como emprendedor o empresa, o fracaso económicamente como Nación). Por lo tanto la lucha por la supervivencia (en términos darwinianos) nos mueve a «competir». Aquí subyace «el miedo» (a «la muerte o al fracaso«) como un gran motor de la competencia.

En términos individuales también esto juega, en particular, cuando los lugares o recursos son escasos y están relacionados con nuestra supervivencia. Seguramente hay otros factores que nos llevan a competir: narcisismo, baja autoestima, necesidad de hacer algo diferente o espectacular a fin de demostrar que existo y soy «visible, valioso, diferente….», entre otros elementos.

Hay otro término que es «ser competentes». Siguiendo con los ejemplos bíblicos, en este caso del Nuevo Testamento, se destaca la parábola de los talentos donde se hace referencia a la importancia de que cada uno de nosotros dé lo mejor de sí mismo. Esto, junto al amor hacia todas las dimensiones, será «la medida del éxito» de nuestro paso por la vida, según el cristianismo.

No es fácil, en el mundo actual, pasar de ser competitivos a competentes. Sin embargo distintos autores han puesto de relevancia que para competir exitosamente hay que cooperaral interior de la empresa (saber trabajar en equipo), entre empresas y al interior de un lugar o nación. En este sentido están los enfoques de «coopetencia» y de «competitividad sistémica«. También el rol del juego y competencias -por ejemplo- en el deporte o en expresiones culturales son muy importantes como «forma de sublimación» y «desdramatización» de la rivalidad. Habría que agregar que pasar de juegos competitivos a juegos cooperativos será relevante en el campo educativo a fin de construir otro tipo de vínculos y la paz entre los seres humanos.

Retomando la imagen de la entrada destacamos sus rasgos muy innovadores y de competencia de Jobs, pero -tal vez y de acuerdo a sus biografías- por razones de origen, carácter y contexto económico capitalista global también fue muy competitivo. De todo ello qusiéramos rescatar sus primeras características y su frase como aquello que nos puede conducir a un mundo mejor.

PD: Entre los aspectos que está relacionada esta temática es la del mérito y su generalización en el enfoque de la «meritocracia». Acerca de la dimensión polisémica e implicancias sociopolíticas de este término se puede ver este artículo (también e interesante esta nota, vinculándola con la equidad). Respecto de la dificultad de articular competencias (o méritos) y criterios de inclusión vinculados a afectos (extensibles a «afinidad personal» y «lealtades políticas») es muy interesante esta opinión de Orson Welles sobre lo complejo y contradictorio (agradezco a Elias su aporte). Claro, una cosa es incorporar actores «amigos» con un Director como Orson Welles (que puede mitigar defectos y errores de actuación) y otra cosa es incorporar -con el sólo criterio de la amistad- a profesionales en disciplinas como la cirugía, los anestesistas… Un amigo belga me decía que los concursos para ingresos de profesionales en el Estado de su país (en los años ochenta), se regían por la «regla escrita» de demostrar su competencia en la temática que se iba a seleccionar, a la que «agregaban» la «regla no escrita» de que a «similares competencias» miembros del jurado -muchas veces- optaban por la adhesión a un partido político de gobierno (o del Parlamento) o a amistades (es decir, los criterios de afinidad y lealtad). Me parece que, tal vez, puede ser más realista y una buena síntesis.