Con la simpatía no alcanza para un mundo mejor

A lo largo de la historia nos hemos preguntado “quienes somos?” y en particular la filosofía ha reflexionado sobre la cuestión de la naturaleza humana (hoy también abordada por la ciencia moderna).

Las respuestas han sido muy diversas. Sólo quisiéramos mencionar una respuesta en particular: la de Adam Smith, uno de los padres fundadores de la economía como “ciencia”, pero que comenzó siendo filósofo en el contexto de su época (1723-1790) y en particular de la escuela historicista escocesa.

Este autor, en 1759, publica “La Teoría de los Sentimientos Morales” donde hay un concepto central en lo que se refiere a lo relacional como es el de la simpatía entre el individuo y la sociedad. En 1776 publica “La Riqueza de las Naciones”, donde en lo relativo a “lo relacional” en lo económico surge la conocida afirmación “«No de la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panadero de quien esperamos nuestra cena (…) sino de su interés particular…». Un siglo después pensadores alemanes señalan la contradicción entre estos dos conceptos (por un lado tener simpatía y por otro lado no ser benevolente).

En una nota en el blog “Alquimias Económicas” he abordado esta cuestión con más profundidad, que en caso de que te interese puedas consultar en el siguiente link: https://alquimiaseconomicas.com/2017/07/25/un-mundo-mejor-y-el-problema-de-adam-smith/#more-2348 (ha sido comentado por Jorge Fontevecchia en el diario Perfil).

Allí se señala que esta “simpatía” debe alcanzar las tres fases de la empatía, en los términos de Daniel Goleman (Inteligencia Social, Kairos, 2006), que en su tercera fase se convierte en “empatía compasiva”: es decir le reconozco, siento lo mismo que usted y actúo para ayudarle”. Si no pasamos a actuar concretamente para ayudarle, no sólo a nivel individual, sino también en lo socio-económico y por lo tanto con otras formas intercambio y con una mediación efectiva e inteligente del Estado hacia quienes están en una situación de fragilidad o debilidad, no podremos alcanzar un mundo mejor. Ello conlleva jugar nuestra libertad hacia acciones afirmativas y políticas que vayan produciendo un re-equilibrio de la desigualdad, lo cual será el resultado de la expresión de una solidaridad y fraternidad que nos posibiten la construcción de una verdadera amistad social. Con la simpatía sola no alcanza.