Economías de vigilancia

El tema de la vigilancia, por parte de la inteligencia artificial, lo hemos abordado en notas como esta o esta. Ahora quisiéramos vincularlo a una variedad de las economías de plataformas (en particular las de gran escala y, por lo tanto, con el «capitalismo concentrado») y su utilización mercantil de los diferentes datos que proporcionamos los seres humanos, en lo que se ha denominado «capitalismo de vigilancia» (ver imagen de la entrada con el título del libro de Shoshana Zuboff).

Buenos resúmenes de este libro se encuentran en este sitio o en este, entre otros, así como en el reportaje que se muestra en este link. Si bien este último finaliza con un esperanzador mensaje, este tipo de economía o capitalismo -de prosperar- no nos lleva a un mundo mejor.

La Economía del Decrecimiento: Degrowth

Desde el surgimiento de la economía política clásica en el siglo XVIII, la obsesión de autores como Adam Smith, David Ricardo y, posteriormente, Marx, fue el crecimiento económico y la distribución de sus frutos (asumiendo esa causalidad y no otra).

A partir de ese momento, y luego de cada una de las revoluciones industriales (hoy nos encontraríamos atravesando la 4ta. revolución vinculada a la expansión y desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación)  el crecimiento de la economía global -mensurado por el siempre polémico indicador de PIB- experimentó niveles nunca alcanzados. En particular, desde la segunda mitad del siglo XX la economía global aumentó su tamaño a la par que diversos indicadores de bienestar material también mejoraron.

Los gráficos presentados a continuación dan cuenta de la evolución a la cual hacemos referencia.

Gráfico 1. La gran aceleración a partir de mediados del S.XX.


Fuente: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3357752/

Además de la mejora en las condiciones materiales de la mayoría de la humanidad, una consecuencia directa de esa gran aceleración fue el consumo precipitado de los recursos naturales del planeta. El siguiente conjunto de gráficos, en línea con los anteriores, también dan cuenta de esa desmejora ambiental.


Fuente: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3357752/

Si bien en este blog se han abordado cuestiones como estas vinculadas a la economía ecológica y la economía de los bienes comunes, en esta oportunidad se expondrán algunos conceptos básicos de la denominada economía del de-crecimiento o, simplemente, degrowth. Esta última no sólo complementa y abarca a las anteriores sino que afirma, además, que lo que se muestra en el segundo gráfico es consecuencia de las tendencias mostradas en el primero.

Sería una trampa caer en la literalidad del vocablo degrowth y aseverar que la economía del decrecimiento implica simplemente decrecer económicamente. De la misma manera, sería erróneo asumir que un PIB en caída solucionaría los problemas globales que esta corriente denuncia. Degrowth va mucho más allá que esos falsos supuestos e implica un postulado mucho más complejo.

Degrowth no sólo es un concepto teórico, sino que también es un movimiento social con una base creciente de activistas y seguidores. Degrowth apunta a «una sociedad con un metabolismo más pequeño, pero más importante, … un metabolismo que tiene una estructura diferente y cumple funciones nuevas» (D’Alisa et al., 2015, traducción propia). No se trata de producir o consumir menos, sino que se trata de hacer cosas diferentes, de diferentes maneras, y de establecer nuevas relaciones sociales, no necesariamente dentro de los límites ni de los valores que impone el mercado.

La idea de degrowth, como concepto, no es nueva. Sus orígenes pueden rastrearse en el informe pionero del Club de Roma llamado «Los límites del crecimiento» (del año 1972), donde se desafiaba la idea de un crecimiento económico ilimitado basado en una sociedad de consumo y las consecuencias ecológicas resultantes de dicha “adicción” al crecimiento y consumo.

La economía de degrowth plantea una idea completamente diferente (y a veces opuesta) al concepto de desarrollo económico. Como objetivos predominantes de la ortodoxia y heterodoxia económica, el crecimiento y el desarrollo económico siempre se han relacionado con la acumulación capitalista y la maximización de los beneficios. Degrowth irrumpe y rompe esa lógica y «se enfoca en la calidad en lugar de en la cantidad, en la cooperación en lugar de competencia, en lo público en lugar de privado, en la justicia social y redistribución en lugar de acumulación privada» (Wichterich 2015, traducción propia). En otras palabras, degrowth plantea cómo se podría seguir produciendo con una utilización cada vez menor de recursos naturales. En este sentido, también se podría hablar de una desmaterialización o desacople de la producción.

De acuerdo con D’alissa et al. (2015), degrowth  plantea críticamente cuestiones como las relaciones de poder asimétricas que surgen de una sociedad en conflicto con diferentes partes interesadas. En este sentido, la idea de “desarrollo económico sostenible”, argumentan los autores, elimina cualquier cuestionamiento político al prometer un futuro mejor y ecológicamente amigable gracias al avance de la ciencia y tecnología aplicada.

A su vez, degrowth desafía el concepto de crecimiento y desarrollo como metas o procesos alcanzables y unidireccionales. Cuestiona que sea necesario crecer y desarrollarse económicamente cuando, en nombre de esos objetivos, todo tipo de desigualdades y agresiones al medio ambiente han ido en aumento durante las últimas décadas.

Degrwoth transmite un mensaje que no siempre es fácil de digerir, al menos para algunas sociedades. El cambio de paradigma por el cual degrowth pugna obedece a la sobreproducción y al consumo excesivo que ocurre, principalmente, en el Norte Global. Incluso si los daños ambientales están ocurriendo en otras partes del mundo, esto se debe a la fragmentación de las estrategias de producción de los países avanzados. En otras palabras, el agotamiento de los recursos naturales localizados en el Sur Global es atribuido al sobreconsumo del Norte.

Los seguidores de este movimiento reclaman un consumo más responsable y diferentes formas de producción que claramente son más fáciles de exigir en una sociedad próspera, cuyas necesidades materiales están satisfechas. Sin embargo, clamar por una economía de decrecimiento en las sociedades del Sur Global, todavía con necesidades insatisfechas, implicaría tener que renunciar en alguna medida al bienestar material del cual actualmente solo goza el Norte Global. De esta manera, la economía degrowth podría reforzar algunas desigualdades que aún persisten entre diferentes partes del mundo.

A pesar de esto, muchas expresiones o experiencias relacionadas a degrowth pueden encontrarse en el Sur Global. Países como Ecuador y Bolivia, con abundantes recursos naturales, han incorporado los derechos de la naturaleza en sus constituciones nacionales. Iniciativas como el Buen Vivir en Ecuador están relacionadas con la economía del decrecimiento. Aunque fuese, por ahora, sólo una palabra escrita, significa que las naciones tienen la voluntad de desempeñar un papel y equilibrar (o incluso luchar) contra las fuerzas del mercado cuando sea necesario. En el Norte Global, las semanas laborales más cortas o un ingreso básico separado del trabajo, como está sucediendo en algunas partes de Europa, pueden citarse como ejemplos cercanos al degrowth.

En conclusión, degrowth rechaza la idea de desarrollo (ya sea sostenible, local, etc.) y no tiene necesariamente una agenda estructurada. Sus activistas no abogan por menos consumo o producción, sino que demandan otras reglas, por fuera del sistema capitalista. Como movimiento de base es una iniciativa de tipo bottom-up y su escalamiento parece difícil. La corporación política encuentra difícil aceptar la agenda del decrecimiento debido a la lucha de poderes que esto implica. No es fácil imponer restricciones y regulaciones de producción a las firmas, y es aún menos atractivo pedirles a los votantes que consuman menos o de una manera diferente.

Degrowth lucha contra la lógica del capital como punto de partida lo cual también hace que sea difícil, como corriente ideológica (y en la práctica), expandirse a nivel mundial. Sin embargo, como señala Escobar (2015), algunos debates que suceden en algunos países de América Latina (mencionados anteriormente) están desafiando la perspectiva de las corrientes más mainstream. Más allá de estas experiencias, resta observar si hay chances de que el movimiento degrowth se transforme en una realidad más grande y más palpable.

El Autor de esta nota es Haroldo Montagu, Licenciado en Economía (UBA), Magister en Economía del Desarrollo (Institute of Social Studies, Holanda), a quien se le agradece particularmente.

Referencias:

D’Alisa, G., F. Demaria and G. Kallis (eds) (2015) Degrowth. A Vocabulary for a New Era. New York: Routledge.

Escobar, A. (2015) ‘Development, Critiques of’, en G. D’Alisa, F. Demaria and G. Kallis (ed.) Degrowth. A Vocabulary for a New Era, pp. 47-49. New York: Routledge. (l).

Georgescu-Roegen, Nicholas, “La Décroissance”, Sang de la Terre, Francia  1995. El libro se puede bajar desde aquí.

Wichterich, C. (2015) ‘Contesting Green Growth, Connecting Care, Commons and enough.’, en W. Harcourt and I. L. Nelson (ed.) Practicing Feminist Political Ecologies. Moving Beyond the ‘Green Economy’. London: Zed Books.

Economia Regenerativa: ¿otra variedad de capitalismo o de economía?

En este texto, John Fullerton, que venía de trabajar en una empresa de Wall Street, vio que su carrera había perdido cualquier propósito más allá de alcanzar el “éxito» y decide encarar la interesante iniciativa del Capital Institute que plantean (1) reorientar el sistema capitalista «financiarizado» hacia un «capitalismo regenerativo» en armonía con la naturaleza, y por lo tanto sustentable.

Popone una visión holística donde «el comportamiento sistémico está produciendo una nueva imagen práctica, rigurosa y con sentido común sobre cómo funciona el mundo. Creemos que la combinación de experiencia práctica generada a partir de la investigación y observación de experimentos regenerativos de la Nueva Economía que suceden alrededor del mundo, aunados al riguroso concepto actual del holismo, puede mostrarnos cómo superar la forma desigual e insostenible del capitalismo actual para transitar hacia una red integrada de economías vibrantes, equilibradas y regenerativas, todas ellas capaces de contribuir a la salud sistémica en sus respectivos contextos».

Le da un lugar central a los actores privados, y señala que «en lugar de impulsar una mayor regulación gubernamental como la única solución realista para contener los mercados fuera de control, los hacedores de política en una Economía Regenerativa entienden la importancia de diseñar sistemas impulsados por incentivos y auto-regulados que contemplen alcanzar un equilibrio entre la libertad con la que se puede detonar la innovación y las limitaciones necesarias para que las comunidades funcionen de forma colaborativa». Para más detalle se puede ver el texto de Fullerton.

Este enfoque está emparentado con corrientes de la economía ecológica como la economía circular (ver también esta fuente), la economía de la cuna a la cuna, una economía más humana y con economías y emprendimientos con otro propósito que van más allá de la maximización del excedente.

También está relacionada con lo que se expresa al final de esta nota, donde se afirma que «la creación de parques nacionales forma parte de las llamadas «nuevas economías», en este caso de una economía «regenerativa» o «reconstructiva» que permite crear valor económico a la vez que valor social, ambiental y cultural, brindando además garantía de conservación para toda la sociedad». También se puede ver este video.

Se considera que es un enfoque valioso, aunque -a nuestro criterio- demasiado limitativo del rol del estado en cuanto a la sustentabilidad ambiental (urgencia de actuar frente al cambio climático) y social (en particular en la equidad), así como de no valorar suficientemente las experiencias de economías del bienestar actuales.

(1) Lo expresan así: «we believe our finance-driven economic system is in urgent need of a new story, with a new roadmap. This new story must be aligned with the laws (not theories) of natural systems and our current scientific understanding of how the world works, which is remarkably aligned with the compassion and mindfulness embodied in all wisdom traditions»

Economía Feminista

Esta nota intenta ser una síntesis del libro de Mercedes d´Alessandro denominado con el título y la imagen de la entrada. Al respecto para una comprensión más cabal se sugiere la lectura del mismo y ver -entre otros- aportes como los mencionados al pié de página (*).

En la contratapa del libro mencionado se hacen las siguientes preguntas: «¿Hay una inclinación natural en las mujeres por enseñar y en los varones por construir? ¿Nacen las bebas con una escoba bajo el brazo y los bebés con taladros? ¿Por qué el trabajo doméstico no remunerado es “cosa de mujeres”? ¿Por qué sólo el 4% de las empresas más grandes del mundo tiene una CEO? ¿Cómo es que en 2016 la mayoría de los países nunca ha tenido una presidenta? Para responder estas preguntas Mercedes D’Alessandro, economista, propone un viaje al lado menos visible de la desigualdad, un recorrido que atraviesa las ideas centrales de la economía y muestra los nuevos desafíos que enfrentan las mujeres hoy: la brecha salarial, su rol como amas de casa desesperadas, la pobreza sexista. Basado en evidencia estadística, Economía feminista cuestiona estereotipos y postula una reflexión profunda sobre nuestras relaciones sociales; al mismo tiempo, aporta ideas inspiradoras para la construcción de un futuro más igualitario y por lo tanto más justo. Porque la igualdad es un negocio para todos, y porque las mujeres ganan menos que los varones en todo el planeta, ¡y tu mamá también!».

En la síntesis que hace Paula García Aguilar, entre otros conceptos se menciona: «¿Por qué es necesaria una mirada feminista de la economía? Básicamente, porque la sociedad se transformó y la vida cotidiana contempla procesos y dimensiones que la economía clásica no considera como parte de la producción y distribución de la riqueza. Es preciso, entonces, no solo incorporar nuevas temáticas al análisis económico, sino también transformar los conceptos que se utilizan para abordar los procesos económicos. Es posible pensar a la economía feminista como un corpus teórico y político en construcción que abreva a múltiples fuentes para enriquecer su mirada analítica y explicativa.

El texto se organiza en capítulos que van desmenuzando problemáticas nodales dentro del campo de debates de la economía feminista. Su primer capítulo aborda la llamada “brecha salarial” entre varones y mujeres. Particularmente, los factores que hacen que las mujeres ganemos menos que los varones por el mismo trabajo, diferencia que se verifica a nivel mundial. Allí se subraya que las diferencias de salario en trabajadores y trabajadoras con igual educación, experiencia y horas trabajadas siempre perjudican a las mujeres. Dentro del grupo de trabajadoras, esta situación se agrava entre las mujeres indígenas, campesinas o negras, quienes ganan menos que las trabajadoras blancas. Más aún, así como los salarios de las mujeres son más bajos, también se produce una baja de salarios relativos en los varones, por lo que la provisión del hogar basada en un solo proveedor ya no es suficiente. Esto genera, entre otros procesos, la necesidad de las mujeres de obtener empleo fuera de casa con mayor frecuencia. Asimismo, en los trabajos informales, las brechas salariales entre varones y mujeres son aún mayores.»

Frente a la cuestión sobre «la diferencia que se entiende como “pared de cristal”, es decir, aquella frontera simbólica trazada entre las ocupaciones que no permiten su cumplimiento indistinto por varones o mujeres. La autora se pregunta: ¿por qué todavía existen?, ¿por qué es tan complicado transformar esta situación? En este sentido, las causas que señala son múltiples: desde los prejuicios de empleadores y consumidores sobre las habilidades y capacidades de las mujeres para ejercer ciertas tareas hasta la naturalización de aquellas consideradas como una suerte de extensión de la función maternal como los casos típicos de la enfermería y la docencia, profesiones altamente feminizadas. Además, tal como se plantea en el libro, la formación de una familia sin la estructura necesaria para distribuir las tareas de cuidado se presenta ante las trabajadoras como un obstáculo para el desarrollo de la vida profesional, política, académica laboral, artística o deportiva en las mismas condiciones que los varones. Esto es así porque el mundo laboral está organizado y preparado en términos masculinos. Existen factores que van excluyendo a las mujeres con hijos de ciertos ámbitos de desempeño laboral en tiempo de crianza, como las reuniones nocturnas o los viajes que no contemplan los horarios escolares. La autora también recupera investigaciones que plantean ciertas dificultades a la hora de negociar las condiciones laborales por parte de las mujeres, y encuentra dificultades de autovaloración y confianza a la hora de plantear sus demandas.

De este análisis de las brechas salariales, se desprende la necesidad de lograr políticas públicas orientadas específicamente a cerrarlas. Para ello, la autora propone “estimular el pago igualitario, combatir los estereotipos y roles tradicionales, incentivar a las mujeres en sus aspiraciones, contribuir con sistemas de cuidado que permitan una mejor asignación del trabajo doméstico”. Asimismo, destaca la necesidad de que el tema sea contemplado en las negociaciones colectivas de salarios y condiciones de empleo a través de sindicatos y asociaciones de trabajadores.»

El libro tiene nueve capítulos, un epílogo y 207 páginas, por lo que no se puede sintetizar en esta breve nota. Hay que aclarar que en el capítulo IX  se plantea «la inclusión de las variables LGBT en los modelos económicos», con lo cual va más allá de lo femenino. Como se ha expresado al principio, se invita a su lectura. Incorporar la economía feminista y la relevancia del tema nos lleva a un mundo más igualitario y mejor.

(*) Entre ellos el sitio economiafemini(s)ta, esta fuente y aportes como los de Natalia Gherardi (en esta nota), Silvia Federici y de la economista Lucia Cirmi Obón que se puede ver en este video del minuto 15,47 en adelante. De todos modos la temática del feminismo, como otras, también está sujeta a debates tal como plantea esta nota.

Economías cuyas empresas hacen Balance Social

El balance social, según esta fuente «hace referencia al registro de las actividades de una organización vinculadas a la comunidad donde se encuentra inserta. Dicho de otro modo, el balance social detalla los costes y los beneficios que provoca la actividad de una empresa en una sociedad. Gracias a este tipo de balance, es posible analizar si una compañía ha cumplido con su responsabilidad social en un cierto periodo. El balance social debe incluir tanto los resultados positivos como aquellos negativos que se desprenden de las actividades de la entidad».

Las empresas que lo realizan están, en general, vinculadas a una economía con otros valores y en particular a la responsabilidad social empresaria (que utilizan indicadores y publican memorias de sostenibilidad). En un trabajo realizado entre la OIT, la Asociación Nacional de Industriales de Colombia y la Cámara Junior de Colombia (Capítulo Antioquía) se relaciona al balance social con la responsabilidad social empresaria y con el enfoque del libro «La sociedad postcapitalista» de Peter Drucker. En este documento se hace un pormenorizado análisis y presentación del mismo aplicado al caso colombiano.

También el balance social lo realizan fundaciones, organizaciones sin fines de lucro y cooperativas (como es el caso en la Argentina de la Cooperativa Obrera de Bahia Blanca). Tiene similitudes con la matriz del enfoque de la economía del bien común y los lineamientos de la economía de comunión.

Si el balance social es veraz y describe con transparencia sus diferentes ítems, seguramente es un instrumento útil para poder medir el impacto en esta dimensión que tiene la actuación de las distintas organizaciones en una economía. Acompañarlo de un balance ambiental, e irlo ampliando al conjunto de emprendimientos, hacer seguimiento y evaluación de los mismos, nos puede permitir visualizar si nos vamos encaminando o no hacia un mundo mejor.

Economía Naranja

La economía naranja o economía creativa involucra la generación de ideas y conocimiento. El concepto abarca esencialmente la industria cultural y la economía del conocimiento. Según este Informe de la UNESCO «el término “economía creativa” fue popularizado en 2001 por el escritor y gestor de medios de comunicación británico John Howkins, que lo aplicó a 15 industrias que iban desde las artes hasta la ciencia y la tecnología. Según los cálculos de Howkins, en el año 2000 la economía creativa tenía un valor de 2.2 billones de dólares estadounidenses a nivel mundial y crecía al año a una tasa de 5%. La noción es, y sigue siendo, muy amplia, porque no sólo abarca bienes y servicios culturales, sino también juguetes y juegos, así como todo el ámbito de “investigación y desarrollo” (I+D). Por tanto, aún cuando reconozca las actividades y los procesos culturales como el núcleo de una nueva y poderosa economía, también se ocupa de manifestaciones creativas en ámbitos que no serían contemplados como “culturales”.

En el trabajo de la UNESCO, entre otros conceptos, se expresa que «los críticos de la agenda de las industrias creativas, y, con mayor motivo, del pensamiento de la economía creativa, opinan que los términos tienden a desdibujar las fronteras entre “creatividad” en un sentido muy general y las cualidades expresivas que caracterizan los bienes y servicios culturales. También piensan que el término “creatividad” se usa de forma demasiado amplia. Es cierto, por supuesto, que el término “creatividad” en sí mismo siempre ha estado abierto a múltiples definiciones y que nunca han habido tantas como en la actualidad. Incluso en el ámbito de la psicología, donde la creatividad individual ha sido extensamente estudiada, existe poco consenso en cuanto a su naturaleza y localización precisa, o en cuanto a si es un atributo personal o un proceso.

En una variante del pensamiento reciente de la economía creativa, algunos alegan que las industrias culturales y creativas no sólo impulsan el crecimiento a través de la creación de valor, sino que también se han convertido en elementos clave del sistema de innovación de toda la economía. Según este punto de vista, su importancia primordial radica no sólo en la contribución de las industrias creativas al valor económico, sino también en los modos en los que estimula la aparición de nuevas ideas o tecnologías, y los procesos de cambio transformativo.

Por tanto, la economía creativa debería ser vista “como un complejo sistema que obtiene su ‘valor económico’ a partir de la facilitación de la evolución económica; un sistema que produce atención, complejidad, identidad y adaptación a través del recurso primario de la creatividad”. Según esta visión, las industrias culturales y creativas son pioneras, nutriendo de disposiciones sociales generales que estimulan la creatividad y la innovación, y con las que se trabaja en beneficio del conjunto. No obstante, los críticos destacan que los mecanismos que permiten que esta creatividad se irradie nunca se identifican con claridad, aunque parece completamente plausible que las expresiones culturales pueden ser una fuente de ideas, historias e imágenes que pueden ser reproducidas en otras formas en diferentes sectores económicos. Análisis recientes de tablas de insumos y productos encuentran pruebas poco sólidas de que las empresas con cadenas de suministro vinculadas a las industrias creativas sean más innovadoras que aquellas que no tienen ese vínculo. Sin embargo, eso no dice mucho sobre esta relación y, por tanto, no ofrece indicios en lo que se refiere a la causalidad.4Puede ser que simplemente las empresas más innovadoras compren más insumos de la industria creativa como diseño, posicionamiento de marca o publicidad. Es difícil alegar, por tanto, que todos los aspectos de la creatividad económica, social o política son generados únicamente (o incluso, principalmente) por los procesos mismos de las industrias culturales y creativas. Por este motivo, el término “economía creativa” será utilizado en este Informe para favorecer las actividades que impliquen creatividad cultural y/o innovación».

Se pueden encontrar también en una publicación original del BID y en este Informe del banco, que acabamos de mencionar, donde se plantea el futuro de la economía naranja.

Ahora, ¿de qué depende la creatividad y la innovación?. Es una pregunta que, como dice el informe de la UNESCO, en la economía naranja es «demasiado amplio» y no es fácil de responder. Sin embargo hay referentes como Simon Sinek (*) que en este breve video la vincula a una interacción de lo que denomina un «circulo dorado» (¿por qué?, ¿cómo? y «qué?). Allí juega una base biológica que -en determinadas personas- se expresa en un liderazgo específico, con gran relevancia de las creencias y la pasión en la originalidad de su iniciativa. Sin duda su enfoque va más allá de la economía y se refiere a distintas dimensiones del quehacer humano.

Por último quisiéramos mencionar que, más allá de las características personales (por ejemplo, de un Leonardo da Vinci), esto se da, generalmente, en un contexto o ecosistema emprendedor. Al respecto es muy interesante -en los emprendimientos dinámicos– el enfoque de Hugo Kantis, y muy relevante para las políticas públicas y la economía del futuro.

(*) Agradezco a Ignacio Gerardi Arauz la referencia a este autor.

Economía del Conocimiento

El conocimiento siempre fue fundamental en la historia de la humanidad. Harari en su libro «Sapiens. De animales a dioses«, en el primer capítulo, entre otras cosas, dice: «hace unos 70.000 años, organismos pertenecientes a la especie Homo sapiens empezaron a formar estructuras todavía más complejas llamadas culturas. El desarrollo subsiguiente de estas culturas humanas se llama historia. Tres revoluciones importantes conformaron el curso de la historia: la revolución cognitiva marcó el inicio de la historia hace unos 70.000 años. La revolución agrícola la aceleró hace unos 12.000 años. La revolución científica, que se puso en marcha hace unos 500 años, bien pudiera poner fin a la historia e iniciar algo completamente nuevo».

Podríamos agregar que en esta revolución cognitivaque comenzó hace 70.000 años, inicialmente el conocimiento estaba aplicado al hacer del trabajo manual, y progresivamente fueron apareciendo formas jerárquicas y diferenciadas (jefes, sacerdotes, escribas, etc.) donde quienes ejercían estos roles y funciones ya no hacían trabajo manual (lo ritual, la guerra, lo intelectual o ejercían el ocio). Esto conllevaba una relación de poder entre estos últimos y los primeros, dando origen a relaciones asimétricas que fueron tomando distintas formas como la esclavitud y luego el trabajo servil.

Con la emergencia del capitalismo las relaciones sociales de producción se manifiestan entre la burguesía y el proletariado, y a mediados del siglo XIX surgen las nociones de capital social y capital intelectual (un mayor detalle se puede ver en este documento). Más recientemente ha tomado distintas denominaciones como la de «capitalismo cognitivo» (la relación entre trabajo manual y trabajo intelectual se desarrolla en trabajos como este) o más comúnmente  economía del conocimiento (*).

Esta última denominación fue planteada por primera vez en un libro del año 1966, de Peter Drucker. El libro se denominó The Effective Executive(traducido al castellano como «El Ejecutivo Eficaz»). Según la Wikipedia «acuñó el término «trabajador del conocimiento» y más adelante en su carrera consideró que la productividad del trabajador del conocimiento sería la próxima frontera del management. Unos años después, en 1969 Drucker, en su libro más conocido La era de la discontinuidad, escribió una sección sobre “la sociedad del conocimiento”, basándose en los datos y proyecciones de Machlup. Drucker añadió que, a finales de los ’70, el sector del conocimiento generaría la mitad del P.I.B. En 1970, el tema del encuentro anual de la American Society for Information Science era “la Sociedad de la Información-Consciente”, y un artículo presentado trató sobre “el Advenimiento de la Sociedad de la Información”. En 1993, escribió su libro Post-Capitalist Society(La Sociedad Post Capitalista), en el que destacaba la necesidad de generar una teoría económica que colocara al conocimiento en el centro de la producción de riqueza».

Según esta fuente «la noción de «sociedad del conocimiento» surgió en 1969 cuando Peter Drucker escribió el libro «La era de la discontinuidad» en donde destaca la necesidad y su enfoque es bien claro a generar una teoría económica de colocar al conocimiento en el centro de la producción de la riqueza, y a su vez señalaba que lo más importante no era la cantidad del conocimiento, más bien su productividad. El libro es empleado particularmente en medios académicos como alternativa al concepto de «sociedad de la información». La UNESCO, en particular, ha adoptado la expresión «sociedad del conocimiento», o su variante «sociedades del saber«, dentro de sus políticas institucionales. Ha desarrollado una reflexión en torno al tema, que busca incorporar una concepción más integral, no en relación únicamente con la dimensión económica. La sociedad del conocimiento debe ser considerada como una nueva era, la cual promete cambios principalmente en instituciones educativas que deben encontrar la forma de incorporar tecnologías en los procesos de enseñanza aprendizaje, para lograr un nuevo conocimiento».

Por su parte el Banco Mundial (2002) señala que la economía del conocimiento tiene cuatro pilares:

  1. Incentivos económicos y buenas instituciones
  2. Educación general de alta calidad y aprendizaje toda la vida
  3. Sistemas de innovación
  4. Infraestructura de información.

La OECD, en 2003, define a las economías del conocimiento como aquellas basadas directamente en la producción, distribución, y uso del conocimiento y la información, y que están apoyadas por los rápidos avances de la ciencia y de las tecnologías de la comunicación y la información. Es precisamente la OECD quien distingue que la creación rápida de conocimiento y la mejora al acceso a las bases de conocimiento son factores que están incrementando la eficiencia, la innovación, la calidad de los bienes y servicios, así como la equidad.

En el año 2009, en la Conferencia de la Comisión Europea en Gotemburgo se plantea que esta economía debe basarse en tres pilares:

  1. I&D e Innovación,
  2. Educación (está implicito que tiene que ser de calidad)
  3. Tecnologías de la información y la comunicación.

De esta temática se derivan muchas otras, y entre ellas quisiéramos destacar dos. La primera es que, con el vertiginoso crecimiento científico-tecnológico, aparece el avance sostenido de la inteligencia artificial (IA). De allí el debate si será complementaria a la inteligencia humana o si será competitiva, y por lo tanto excluyente. En este último caso si los humanos deberíamos concentrarnos en actividades culturales, orientadas al cuidado y al ocio, así como a introducir la ética en la IA o si terminaremos siendo dominados por esta última.

La segunda temática es diferenciar el cambio científico-tecnológico de la innovación. Quien ha reflexionado teóricamente sobre este tema es Clayton M. Christensen, y su teoría de la innovación disruptiva (**). Vinculado con esta temática hace énfasis Andrés Oppenheimer en su libro «Crear o Morir» (Ed. Debate, 2014). En este video hace un resumen sobre su libro y la innovación. En esta última distingue entre lo que es diferenciar algo que se viene haciendo, respecto de algo radicalmente nuevo. Sobre lo primero da el ejemplo de Gastón Acurio, chef peruano (con más de 37 restaurantes en 11 países que ha innovado en algo tradicional como la cocina), de algo nuevo como purificar el agua a bajo costo por emprendedores como Alfredo Zolezzi, lo que conlleva la aplicación científico-tecnológica a un bien social (en especial para los sectores y países más pobres).

En esto último es muy importante vincular este tipo de emprendedorismo con los estímulos del Estado para que la innovación tenga como prioridad resolver cuestiones urgentes como el ya citado ejemplo de contaminación del agua o el cambio climático (ver el caso de China sobre esta articulación).

Trascender un enfoque meramente competitivo enfocado en sofisticar lo demandado hoy por el mercado(v.g. celulares o televisores cada vez más potentes y versátiles), así como nuevas formas de poder (***) en las cadenas de valor de la economía del conocimiento que acentúan un capitalismo desigual, será una demostración de sabiduría(que va más allá de conocer o manejar información). Si no damos un salto evolutivo hacia la sabiduría no iremos a un mundo mejor sino a uno peor.

PD: Para el caso de Argentina puede verse esta nota y este video, así como una reciente ley. En cuanto a su vinculación con la industria es muy interesante este aporte.

(*) está emparentada con las llamadas economía digital y nueva economía. Desde la sociología, uno de los intelectuales que ha trabajado más este tema, es Manuel Castells. Para una actualización de esta temática a noviembre de 2018 se puede ver este evento del INTAL. En cuanto a la relación entre economía del conocimiento e industria es interesante el caso de Israel.

(**) Sobre la actualización de este tema ha escrito Sebastián Campanario.

(***) gravar impositivamente a los propietarios de los productos y servicios en la nube para aplicarlos a las personas y sectores que son desplazados de manera definitiva (o a reubicar) del sistema económico, e impulsar formas de facilitar la solidaridad, la oferta y demanda de oficios y profesiones, y el comercio justo en las grandes plataformas, pueden coadyuvar a ir a un mundo mejor.

 

 

¿Economía ortodoxa y progresista juntas?

¿Es posible una economia «progresista» y «heterodoxa» simultáneamente a una «ortodoxa en lo macroeconómico»? Vamos a intentar responder a esta pregunta teórica a partir de un caso concreto: el de Bolivia en el período 2005 hasta el 10/11/2019.

Pero ¿qué es una economía ortodoxa? A trazos gruesos podríamos definirla como aquella que se fundamenta en una política económica que prioriza el equilibrio fiscal (y en determinadas oportunidades el superávit fiscal) y es pro-mercado en cuanto a las relaciones económicas. Por lo tanto el Estado más bien busca ser garante de un cuadro institucional que garantice lo anterior y provea -directa o indirectamente- los bienes públicos necesarios.

Y ¿una economía heterodoxa y progresista? es aquella donde el Estado plantea una política económica más centrada en la redistribución progresiva de los ingresos con una presencia significativa del Estado en las relaciones económicas que se dan en el mercado.

Por supuesto estos trazos gruesos tienen, en la práctica, una gran diversidad de situaciones tanto en su ritmo de implementación (gradualismo versus shock) como en sus modalidades y en los resultados alcanzados: pueden buscar el equilibrio fiscal pero no lograrlo o buscar la redistribución progresiva de los ingresos pero alcanzar esto sólo para una minoría gobernante y empobreciendo a una mayoría. Por lo tanto el éxito o fracaso de una u otra no está garantizado de antemano dependiendo de los contextos y si los instrumentos de política son adecuados y eficaces.

Cada país tiene sus propias particularidades en cuanto a su historia, su estructura económica y las distintas coyunturas por las que atraviesa. Bolivia no es la excepción, dado su carácter multiétnico y pluricultural que se expresa en su institucionalidad de estado plurinacional. En lo político viene siendo liderado en los últimos años por una persona, como Evo Morales Ayma, que proviene del sindicalismo cocacolero, siendo posteriormente fundador del «Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (IPSP)».  Luego se aliaría con el Movimiento al Socialismo (M.A.S.) para participar de las elecciones generales de 1997, en las que resultó elegido diputado por Cochabamba, y en las elecciones presidenciales de 2005, obtuvo casi el 54 % de los votos, por lo que se convirtió en el primer presidente de origen indígena.

Según la síntesis que realiza la Wikipedia, «el primer mandato de Morales (2006-2010) se caracteriza por la puesta en marcha de políticas nacionalistas e indigenistas de izquierda alineadas con las políticas de los presidentes Hugo Chávez de Venezuela y Fidel Castro de Cuba. Se estatizan las empresas de hidrocarburos y telecomunicaciones que en la pasada década habían sido privatizadas. En 2006, se instala una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución. Tras una profunda crisis política que polariza el país entre partidarios del Gobierno (principalmente en el occidente) y seguidores de las demandas de autonomía departamental y capitalía para Sucre (en el Oriente Boliviano), la Constitución Plurinacional es aprobada por 164 de los 255 asambleístas y posteriormente modificada por el Congreso y refrendada por la población en un referéndum. A fines de 2009, Evo Morales del MAS es reelecto presidente con más de dos tercios de mayoría legislativa. En 2014 Evo Morales se vuelve a postular para presidente y gana con un 61% de los votos. Su periodo de gestión concluye el año 2019 y podríamos agregar que logró que el Tribunal Constitucional lo habilite para la reelección indefinida, pero con fuerte rechazo de una parte importante de la población y un triunfo muy controversial, que lo llevó -en primera instancia- a convocar nuevamente a elecciones, pero finalmente terminó renunciando. (1)

En cuanto a su período de gestión, el diario La Nación de Argentina escribe una nota y al final de ella aparece otra firmada por Pablo Stefanoni que se denomina «un socialismo que se apoya en el mercado». En la misma expresa que «el ex ministro de Economía boliviano Luis Arce Catacora dijo alguna vez que el socialismo debía convivir con la estabilidad macroeconómica. Arce se mantuvo once años como titular de esa cartera, todo un récord en el país, y salió por motivos de salud, no de gestión. Desde la campaña por la reelección de 2014, y para justificar su permanencia en el cargo, el presidente boliviano Evo Morales se presentó como el garante de la estabilidad más que de la «revolución».

En lo escrito por Stefanoni se hace referencia a un artículo de la versión impresa de la BBC donde destacan las claves del éxito económico del país. Entre ellos se pueden destacar que su economía ha venido creciendo a un promedio del 5% anual en los últimos años, las reservas pasaron de 1124 millones de dólares en 2004 a 15282 millones de dólares en 2014, tiene superávit fiscales (por primera vez desde 1940) y en cuenta corriente debido sobre todo a las políticas de nacionalización de recursos naturales (hidrocarburos y minería) y otros sectores como telecomunicaciones y energía, que permitió un importante aumento en las recaudaciones estatales y por consiguiente una fuerte inversión pública (en 2010 cuatro veces mayor que en los años previos al 2006).

Se destacan también una muy baja tasa de inflación (en el año 2017 fue del 2,7%) debido a la aplicación de una política económica ortodoxa en lo monetario, y -en otras cosas- que generó, hacia 2014, que ciudadanos argentinos ahorraran en pesos bolivianos. Por otro lado la pobreza extrema disminuyó de 36,7 % a 16,8 % entre 2005 y 2015, y el índice Gini (que mide la desigualdad de ingresos) pasó de 0,60 en 2005 a 0,47 en 2016.

En la nota de Stefanoni, más arriba citada, expresa que «sin duda, Bolivia sigue dependiendo de sus materias primas (gas, minerales y soja) y arrastra muchas inequidades históricas. Sin embargo, las reservas monetarias acumuladas -que llegaron al 50% del PBI- le permitieron un aterrizaje suave. En estos ocho años de «revolución democrática y cultural» fueron quedando atrás algunas de las utopías iniciales del «proceso de cambio», como la del indianismo radical, el anticapitalismo o el socialismo comunitario. La que se mantiene en pie es la de la inclusión, la de una foto de familia que incluya verdaderamente a todos los habitantes de Bolivia. Pero esta utopía transcurre por diferentes vías y algunas de ellas, paradójicamente, son el mercado, el consumo y la movilidad social ascendente». También hay que decir que ha alcanzado el 90% de autosuficiencia alimentaria. Un mayor detalle se puede ver en esta nota.

Lo anterior no se ha estado exento de fuertes contradicciones (como esta, de tentaciones como perpetuarse en el poder y de fragilidades e inequidades en su sistema de salud (en cuanto a la relación con Argentina finalmente logró un convenio de reciprocidad). También hay cambios en el mercado del gas que la afectan. Según esta nota «en 2018, las exportaciones bolivianas de gas cayeron en aproximadamente 30 por ciento, lo que tuvo un impacto drástico en los ingresos del gobierno y en la entrada de divisas, según Alvaro Ríos, socio fundador de Gas Energy LA, una consultora con sede en Bolivia. Mientras tanto, la deuda pública se disparó a 51 por ciento del PIB en 2017, según los últimos datos disponibles del banco central de Bolivia. Esto representa un aumento en comparación con el 36 por ciento de 2014». Podemos agregar, además, que no hay un adecuado cuidado de sus bosques y su relación con la gravedad de los incendios.

De todos modos ha sabido combinar -según nuestro criterio y hasta el momento- la ortodoxia con la heterodoxia económica logrando muy buenos resultados. Ello nos puede generar distintas preguntas como ¿si la estabilidad económica con baja inflación y superávit fiscal no es progresista? o ¿si el disponer de empresas sociales y estatales eficientes en determinados sectores donde hay fallas de mercado u otros enfoques de la economía no será una medida ortodoxa que fomente el crecimiento económico inclusivo? Responder con un criterio amplio, veraz y práctico (por lo tanto combinando ideales con realismo) preguntas como esta, tal vez nos pueda ayudar a superar determinadas antinomias y grietas en nuestras perspectivas de abordaje. Esto le ha permitido a Luis Arce ganar las elecciones en octubre de 2020 (2).

(1) Se espera que el hermano país pueda encauzar nuevamente, y en paz, su sendero democrático luego de que Luis Arce haya ganado las elecciones.

(2) Lamentablemente en 2023 se ha desvanecido el llamado «milagro económico» boliviano, como menciona esta nota y también esta.

PD: Más allá de los aspectos positivos que se han mencionado en la nota, cabe destacar que muchos bolivianos han emigrado de su país (por ejemplo a Argentina, en su mayoría votantes de Evo Morales) buscando mejorar su situación. Dado que muchos de ellos se dedican a la agricultura (ajo, cebolla, cinturón verde del Gran Buenos Aires), además de a rubros como la construcción, encuentran un lugar de mayor prosperidad material y de servicios de salud y educación que todavía en Bolivia no se dan.

Economías que impulsan el Valor Agregado

La vida, además de poder disfrutarla y satisfacer nuestras necesidades, está abierta a la posibilidad de añadir valor a lo que pensamos y hacemos. Nuestro esfuerzo (o valor trabajo) en tanto también sea valorado subjetivamente (en términos de necesidad, deseo y utilidad), además de por nosotros, por otros, dará lugar a un intercambio. Si este es monetizado -como viene sucediendo desde el origen de la moneda, y en particular desde el mercantilismo y el capitalismo- dará lugar al modo de intercambio que denominamos mercado, en tanto el demandante pueda pagar lo que nosotros ofrecemos (demanda «efectiva»).

Esta temática es abordada en economía por la teoría del valor, por el enfoque de cadenas de valor, y está relacionada a la nota que hicimos sobre la economía del conocimiento, a la referida al significado del trabajo y a poner en valor nuestros talentos y ser competentes. Es muy relevante el enfoque de la economista Mariana Mazzucato que se puede visualizar en este video (*) en la Universidad de Oxford. Allí se analizan las distintas teorías y enfoques sobre el valor, se plantea como el valor se genera de manera colectiva, y como es de fundamental importancia el rol de un estado inteligente y eficaz que impulse la innovación, una economía productiva (y no la financiarización) vinculada con lo sustentable social y ambientalmente. Este debería ser el propósito que tenga como “fin la economía” según esta intelectual. Ella finaliza su alocución deseando que esta sea una “economía de la esperanza”.

La definición más usual de valor agregado en economía es la del «valor adicional que adquieren los bienes y servicios al ser transformados durante el proceso productivo. El valor agregado o producto interno bruto es el valor creado durante el proceso productivo. Es una medida libre de duplicaciones y se obtiene deduciendo de la producción bruta el valor de los bienes y servicios utilizados como insumos intermedios. También puede calcularse por la suma de los pagos a los factores de la producción, es decir la remuneración de asalariados, el consumo de capital fijo, el excedente de operación y los impuestos a la producción netos de los subsidios correspondientes». Por lo tanto, en toda economía contemporánea hay valor agregado, aunque no se contabilizan, por ejemplo, las tareas del hogar y del cuidado de menores y adultos mayores en las familias (mayormente a cargo de mujeres).

Además de incorporar a la estimación del valor agregado lo que venimos de mencionar, es fundamental que una economía impulse la creación de valor con los recursos naturales, materiales y humanos que posee, en el marco de una economía sustentable en lo social y en medioambiental. Al respecto deseamos plantear algunas pistas e hipótesis, teniendo como telón de fondo el caso argentino y partiendo de lo posible (lo más mínimo, básico o un alcance casi inmediato) hacia lo deseable (los bienes y servicios muy diferenciados y de alto valor agregado):

  • lo más básico: el reciclado (de papel y cartón, vidrio, plástico….), la recolección de verduras y frutas en los bordes periurbanos (desde paltas en árboles hasta verduras y frutas), la música (trovadores urbanos en transportes y sitios de mucha circulación) o el arte (teatro callejero), la puesta en valor de fachadas con arte urbano, relacionada con diversas actividades de la economía popular y del fomento del trabajo en las personas en situación de pobreza, entre otros,
  • lo más deseable: los egresados de ciencias exactas, biológicas o del programa 111.000 de formación de programadores y su empleabilidad en empresas de vanguardia tecnológica, la innovación aplicada al desarrollo de nuevos productos y servicios, y también a diferenciar los existentes (nexo entre Universidades y programas científicos-tecnológicos con empresas), sólo como algunos ejemplos,
  • en lo intermedio lo que podamos darle valor agregado a la minería (como el litio), a los granos (producción avícola y de porcinos), a los limones, a la uva (como el vino) y otras frutas, el desarrollo de cultivos ancestrales como la quinoa, la industria de la alimentación en general, y otras ramas de bienes y servicios como el turismo, las industrias culturales o vinculadas al cuidado de personas (menores, adultos mayores, frágiles en cuanto a su salud y condición socioeconómica, o con adicciones), y del medio ambiente, etc.

entre otros. Todo ello requiere de un marco macroeconómico apropiado, reglas estables (seguridad jurídica) y capacidad de gestión de quienes están al frente de las empresas, como expresa esta nota.

Deberíamos pasar de una concepción industrial a una de agregar valor a todo lo que podamos, que -por supuesto- incluye a la industria pero va más allá. Todo ello en un contexto nacional e internacional (a junio de 2018) que está bajo un paradigma VICA (volátil, incierto, complejo y ambiguo), en un mundo preocupante. De todos modos, deberíamos ser realistas que tenemos esperanza en un mundo mejor y que se debería construir paso a paso desde la educación y la familia, hasta las demás esferas de la sociedad, la economía y la política, con las instituciones y estímulos adecuados correspondientes.

PD: Agradezco a Alejandro Peyrou el planteo de esta inquietud y este texto.

Economías con competitividad sistémica y asociativismo

Uno de los autores que más ha trabajado el concepto de competitividad es Michael Porter. Ha desarrollado un concepto de diamante o el análisis de las cinco fuerzas, con los distintos elementos que la componen (que tiene su nombre) y ha escrito numerosos libros como es caso de «La Ventaja Competitiva de las Naciones» que va en línea con el concepto de competitividad sistémica que se muestra en la imagen de la entrada.

El Foro Mundial de Davos elabora un informe con los distintos elementos que forman parte de esta competitividad sistémica, y la CEPAL desde 1996 en su Revista desarrolla los distintos componentes a nivel macro, meso y micro. Una breve explicación se encuentra en este artículo.

Detrás de este enfoque es que una empresa, o una nación, no puede ser competitiva si sus distintos componentes no son competitivos y no colaboran entre si. La colaboración puede ser informal, responder a una estrategia nacional (desagregada sectorial y territorialmente) y/o una colaboración articulada en cadenas de valor (por ejemplo en clusters o en procedimientos como «just in time») o de manera asociada como lo plantearon Adam M. Brandenburger​ y Barry J. Nalebuff con su noción de «coopetición» o «coopetencia», evitando caer en la cartelización de la economía.

Este enfoque es una manera de «hacer negocios en los que todos participan» de alguna manera, como lo hemos planteado en esta nota. Ello es un paso hacia un mundo mejor que tendría que orientarse a ser competentes y no competitivos, así como a un sistema postcapitalista y un cambio profundo.