Trabajo y Ocio Creativo

En la imagen de la entrada hemos colocado una representación de la Grecia clásica de hombres filosofando o desarrollando un ocio creativo (incluía de manera relevante el deporte y las artes). Tenía un clara diferenciación del «trabajo» (con una connotación negativa) o del «negocio» (o «no ocio»). Hoy la filosofía, además de dictarse en las Universidades, también se aborda en distintos espacios como los «café filosóficos«. Desde una perspectiva más amplia se podrían incluir las actividades vinculadas con la meditación, la teología y la espiritualidad de las distintas religiones, así como prácticas que lo ligan con lo corporal como el yoga, el reiki y la relajación, por citar sólo algunas. También habría que agregar lo que se denomina afición, pasatiempo o hobby que no conlleva una retribución económica o material sino -más bien- el placer o disfrute de realizarla (en un sentido más amplio puede incluir el disfrute de la naturaleza o de espectáculos culturales). Se la puede asociar, de alguna manera, al término «vocación«, que -más allá de cubrir las necesidades materiales y poder tener una vida digna quien la realiza- satisface fundamentalmente sus propias necesidades espirituales e incluye la solidaridad, la generosidad, la entrega y el espíritu de  gratuidad hacia terceros de lo que se brinda.

En la actualidad se le da mucha relevancia al ocio en general, y podemos decir que abarca desde el ocio cultural, el turismo, el deporte y la recreación. En Europa hay instituciones universitarias como el Instituto del Ocio de la Universidad de Deusto, donde se lo vincula al desarrollo humano, y en España al «tiempo libre«. En Francia en 1981 se creó un Ministerio del Tiempo Libre y en Quebec (Canadá) hay un Ministerio de Educación, del Ocio y de los Deportes, por citar algunos casos.

En este contexto son muy relevantes las industrias culturales y creativas. Según la Wikipedia, la UNESCO, en 1978, define a las industrias culturales y creativas de la siguiente manera:

«Las Industrias Culturales son aquellas industrias que combinan la creación, la producción y la comercialización de contenidos creativos, los cuales son intangibles y de naturaleza cultural. Los contenidos se encuentran protegidos por derechos de autor y pueden tomar la forma de bienes o servicios. Dentro de las industrias culturales por lo general se incluyen industrias como la imprenta, la editorial y la multimedia, la audiovisual, la fonográfica, la [cinematográfica], así como la artesanía y el diseño. […]

Las Industrias Creativas, por su parte, abarcan un conjunto más amplio de actividades las cuales contienen a las actividades propias de las industrias culturales más todas las producciones de carácter cultural o artístico. […] En las industrias creativas, los productos o servicios contienen un elemento sustancial de valor artístico o de esfuerzo creativo, e incluyen actividades tales como la arquitectura y la publicidad.»

En el caso de la Argentina, podemos mencionar la industria del software vinculada a los videojuegos como relevante en este sector, y en general en el mundo todo lo vinculado con lo visual, las redes sociales e internet que va absorbiendo un tiempo creciente de las personas (con sus aspectos positivos y negativos, como la adicción o la disminución del vínculo físico presencial).

También cabe destacar la importancia, no sólo para las personas individualmente sino como interacción social y cultural positiva del arte (jugando un papel relevante la música) y el deporte (por ejemplo el rugby en cárceles o el futbol en barrios y villas). A lo anterior podemos agregar las demás dimensiones de una sana recreación (en general) y el turismo (con 1235 millones de turistas a nivel mundial en 2016) lo cual da a lugar muchas posibilidades de trabajo (desde la hotelería hasta la gastronomía, pasando por los distintos espectáculos culturales) dependiendo de la situación internacional y de cada lugar.

El ocio es creador de trabajo para muchas personas y también de disfrute para otras que aprovechan de manera gozosa el tiempo libre. Saber cultivar el ocio nos lleva a un mundo mejor. No saber qué hacer con el tiempo libre nos puede llevar a la angustia, a la depresión, al consumo de drogas y -en general- a un mundo peor. Es importante saber prepararnos y proyectarnos hacia un ocio creativo para uno, los demás y el medio que nos rodea.

No son buenos los regímenes autocráticos

Se define a la autocracia como un sistema de gobierno en que el poder está concentrado en una sola persona. Puede ser bajo la forma de monarquía absoluta o dictadura. Si es un «régimen», como forma de gobierno, conlleva a que el liderazgo está compartido con otros, en especial por un grupo, una vanguardia , la cúpula de un partido… y todo ello acompañado de la fuerza militar.

Seguramente la búsqueda de este liderazgo está impulsado por distintas razones. Ideales nobles como los de Platón respecto a que la República estuviera conducida por los sabios (noocracia). También podemos mencionar, entre otros casos, al pueblo judío que buscaba un mesías que lo liberara del yugo de los romanos, y esto conllevaba entronizar a Jesús como «Rey de Israel». En este caso es el enfoque de alguien poderoso que exprese mi dignidad como pueblo (1) (por lo tanto sea reconocido dignamente y con mis derechos) y me libere del opresor. Es interesante en la historia de este pueblo como se produce la transformación de jueces a reyes (a solicitud del pueblo). En el capitulo 8 del libro de Samuel, este le advierte a su pueblo qué significa tener un rey: «Así hará el rey que reinará sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a caballo, para que corran delante de su carro; y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros.  Tomará también a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras. Asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares, y los dará a sus siervos. Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para dar a sus oficiales y a sus siervos. Tomará vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes, y vuestros asnos, y con ellos hará sus obras.  Diezmará también vuestros rebaños, y seréis sus siervos.  Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día. Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que habrá rey sobre nosotros...«

Podemos deducir que hay distintos motivos detrás de la concentración del poder: ideales nobles como el liderazgo de los sabios, la voluntad de poder e ideales «pretendidamente nobles» como el caso de Corea del Norte (véase, por ejemplo, esta serie de cuatro capítulos), la búsqueda de seguridad frente al miedo (1) o la amenaza, la preservación de la libertad, la búsqueda de la gloria sometiendo a otros pueblos o grupos sociales, entre otros muchos motivos. Relacionado con ello podemos agregar la exaltación de lo nacional (a través de un gran padre como sería el caso de Bolivar), el ideal revolucionario (desde la Francesa hasta las marxistas leninistas) o la defensa de sus intereses como «nueva clase». Si bien hay quienes, desde la izquierda, tienen razones fundadas para cuestionar las limitaciones de la democracia formal, el rol de la oposición en países como Venezuela o el de los medios y las grandes potencias (generalmente se enfoca en Estados Unidos pero no en otros países), no se puede defender -de ninguna manera- la concentración del poder, la abolición de la democracia republicana y la masacre de civiles desarmados en función de que «fines nobles justifican cualquier medio«. No agreguemos la cuestión de incompetencia de los autócratas (con la excusa del rol del imperialismo) no sólo para alcanzar el desarrollo económico sino para resolver las necesidades básicas y mínimas como alimentos y medicamentos.

Las autocracias, y más cuando se van convirtiendo en dictaduras, no nos llevan a un mundo mejor sino a un mundo mucho peor.

(1) El tema del reconocimiento, y también de «la venganza», sin duda ha jugado un rol relevante en el nacimiento del nazismo (véase, por ejemplo, el film «El huevo de la serpiente«. Sobre las características psicosociales que lo favorecen es bueno ver, o volver a ver, la película alemana La Ola.

(2) Sobre el tema del miedo y sus distintas versiones, expresiones y utilizaciones son relevantes libros como «El Miedo a la Libertad» (de Erich Fromm) así como más general y actual «La Sociedad del Miedo«, de Heinz Bude, Ed. Herder (agradezco a José M. Diaz Bonilla la referencia), entre los principales. En cuanto al rol de la inteligencia artificial en esta temática se ha tratado de analizar en esta reflexión y referido al capitalismo de vigilancia en esta nota.

PD: Sobre la fragilidad de los liderazgos autocráticos se puede ver esta nota y en cuanto a la fragilidad de las democracias que terminan generando las autocracias se presenta esta reflexión.

Postcapitalismo

El nacimiento del capitalismo (1), más allá de su vigoroso desarrollo, fue acompañado de reacciones y críticas tanto desde enfoques vinculados a la pre-modernidad como también desde la modernidad. Dentro de esta última se puede mencionar desde dimensiones de la cultura (como es el caso de obras de Charles Dickens, en especial Oliver Twist), pasando por lo social como es el caso del sindicalismo, lo socio económico con expresiones como el “owenismo” y el nacimiento del cooperativismo y otras formas de economía social, hasta lo político como es el caso de la izquierda con el anarquismo y el socialismo (desde el denominado utópico al científico con el marxismo-leninismo), por citar los principales (a las que habría que agregar otras como desde el catolicismo con expresiones como la Encíclica Rerum Novarum).
También cabe destacar las fuerzas de la cultura que promovieron su desarrollo. Según el enfoque de Max Weber, en su obra «La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo» tuvieron gran influencia, en un contexto donde la idea de progreso se articuló con el conocimiento de artesanos (en especial en Inglaterra y norte de Europa), el desarrollo del comercio que venía del mercantilismo y los cambios tecnológicos que se comenzaron a dar en forma significativa.
Haciendo un salto en el tiempo tenemos a Joseph Schumpeter que con su obra Capitalismo, socialismo y democracia (1942), planteó el problema de qué el capitalismo estaba amenazado por su éxito y no por sus limitaciones. Hoy la relación entre capitalismo y democracia tiene nuevos aportes.
Por su parte, Peter Drucker, considerado uno de los padres de la Administración, expresó su visión acerca de la sociedad que denominó postcapitalista (1993) luego de reseñar la particularidad de las distintas etapas de la humanidad. Al aludir a la creación de la «sociedad postcapitalista» mencionó en el proceso un giro hacia una «sociedad del saber«. Además de plantear las implicancias organizacionales y políticas, descartó hacer «una historia del futuro». En la obra de referencia desarrolló la perspectiva del saber “como el recurso» de la sociedad postcapitalista, la desaparición de la mano de obra como factor de producción y la redefinición y el papel del capital tradicional.
Sobre este enfoque consideramos que “el conocimiento como recurso” puede también considerarse una forma de capital, que los seres humanos adquirimos y desarrollamos como un haber vinculado en distinto grado y según modalidades diversas con el entorno familiar y social, la educación y el sistema científico-tecnológico.
También, desde esta perspectiva, Alvin Toffler en una obra escrita en 1990, señaló al conocimiento como un recurso de poder del futuro. Dicho recurso -de la más alta calidad-, puede ser ejercido de distintas maneras, algunas plenamente “compatibles” con el actual capitalismo y otras que se expresan como vehículo de una agresividad que adopta distintas formas como rivalidad, dominación o guerra.

Sobre esto último se mencionarán algunos ejemplos de una expresión de rivalidad en esta “sociedad del conocimiento”. En el primero de ellos nos basamos en la nota de Ernesto Martelli en el diario La Nación del 19/3/2017 donde dice, entre otras cosas: El diario británico The Guardian contabilizó esta semana 18 elementos copiados a Snapchat directamente por Facebook o a través de sus distintas empresas (el Status de WhatsApp o el Messenger Day entre las más recientes). De todos modos, la controversia excede la visión de negocios: mientras muchos señalan una crisis del departamento de investigación y desarrollo, otros precisan un empeño personal de Zuckerberg en imitar hasta destruir a su colega Spiegel, de 26 años. Aunque para eso sacrifique su perfil innovador. Recuerdan sus analistas la frase favorita de Zuckerberg para sus adversarios, tomada del Imperio Romano: Cartago debe ser destruida”. Se pueden dar otros ejemplos como la rivalidad entre Steve Jobs y Bill Gates, o los suicidios e intentos de suicidios entre 2009 y 2012 en plantas fabriles de Foxconn por la “presión laboral”.

Volviendo a la cuestión de “superar o trascender” al capitalismo encontramos enfoques vinculados al cambio climático (por ej. el libro de Naomi Klein, «Esto lo cambia todo. El Capitalismo contra el clima», Paidós Ibérica, 2015) y de este con su imbricación en las demás relaciones sociales y el impacto en la pobreza («Encíclica Laudato Si, Sobre el cuidado de la Casa Común», del Papa Francisco).

Sin embargo la mayor parte de la literatura reciente sobre esta temática va por el lado del impacto de los cambios científicos-tecnológicos, como lo menciona un artículo del 8/3/2016 de Justo Barranco en el periódico La Vanguardia. En esta nota menciona a cinco autores:

  • Paul Mason y su libro «Postcapitalismo. Hacia un nuevo futuro» (Ed. Paidós, Barcelona, 2016). Lo que sintetiza Barranco es que: «la crisis actual no sólo anuncia el fin del neoliberalismo sino que las nuevas tecnologías de la información no son compatibles ya con el capitalismo actual porque en condiciones de competitividad y mercado libre, el precio de algo que no cuesta nada de reproducir debería estar próximo a cero. Ya no es una utopía pensar en sustituir el capitalismo, dice, y ve formas básicas de una economía poscapitalista en el sistema actual, como el gran auge de la producción colaborativa»
  • Jeremy Rifkin y su libro «La Sociedad de Coste Marginal Cero: El Internet de las cosas, el Procomún Colaborativo y el eclipse del capitalismo» (Paidós, España, 2014). En la nota de La Vanguardia, sobre este texto se expresa entre otros conceptos que: «el capitalismo comenzará su ocaso en las próximas décadas y será en buena parte sustituido por otro paradigma: el procomún colaborativo. Una economía donde el capital social será mucho más importante que el financiero, compartir más importante que competir, los mercados perderán terreno ante las redes a las que se conectan miles de millones de personas y cosas y los consumidores se convertirán en fabricantes de su energía y bienes, en prosumidores….  El capitalismo será un complemento en las áreas en las que los costes marginales sigan siendo notables. La sociedad será menos materialista y la idea de que el valor de un ser humano se mida por su nivel de producción de bienes se verá primitiva».
  • Zygmunt Bauman, en su presentación en el documental «En el mismo barco«: En la síntesis periodística se expresa que «Hace 30 o 40 años en los países llamados desarrollados se prometía el empleo total. La palabra ‘desempleado’ subrayaba que eso estaba fuera de la norma. Hoy en los países anglosajones se utiliza la palabra redundant, redundante. Es un veredicto en el mercado laboral. Es gente inútil, un problema de ley y orden más que social”. No sólo se deslocalizan trabajos al Tercer Mundo. A eso se añade la computerización de todo. “Si no se ha extendido más es porque hay países pobres donde el trabajo es aún más barato. Cuando sea más caro, será completada. También la del trabajo intelectual. Así que estamos a punto de un mundo nuevo y la única posibilidad que nos queda en él es cortar la conexión entre empleo y medios de subsistencia. Que el ingreso de la sociedad se divida para que todos sean mantenidos con vida. La robotización del trabajo duro es una bendición. Pero hay que hacer algo con los actuales mecanismos de la sociedad para hacerla vivible”.
  • Erik Brynjolfsson y Andrew Mcafee, investigadores del MIT, y sus libros «La carrera contra la máquina»  (Antoni Bosch editor, 2013) y «La segunda era de las máquinas» (Hardcover, 2014) . En este último texto afirman que «está en la naturaleza de la economía digital, afirman, que los bienes y servicios se provean a la vez a un infinito número de compradores a un precio cercano a cero. Son optimistas porque creen que estamos al borde de una explosión de creación de riqueza por la revolución digital, pero saben que las ganancias van a ser para los consumidores y para los que crean y financian las máquinas. A los trabajadores se les deberán impartir las habilidades para trabajar no contra sino junto a las nuevas máquinas inteligentes».
  • Por último se cita a Tyler Cowen y su obra «Se acabó la clase media» (Antoni Bosch editor, 2014) donde señala el impacto del cambio tecnológico sobre esta clase y las brechas sociales cada vez mayores. También menciona que «los equipos hombre-máquina revolucionarán la economía, la medicina y la ciencia. Las empresas podrán evaluar el rendimiento económico de cada trabajador con precisión agobiante: habrá hipermeritocracia. Y un gran crecimiento del empleo en los servicios personales: criados, chóferes, jardineros. Y gente que ofrezca experiencias a los ricos, que serán entre el 10% y el 15% de la ciudadanía. Gran parte del resto tendrá salarios estancados o menguantes, aunque con más oportunidades de diversión y educación baratas».

Sin duda hay muchos otros enfoques como los planteados en los artículos de la publicación “Alternatives Economiques”, de Ludovic Desmedt et Odile Lakomski-Laguerre: “Du bitcoin au faircoin et au-delà”, otras similares o de Christian Arnsperger, “Revenu de base, économie soutenable et alternatives monétaires«. Este último autor ha escrito también el libro Étique de l´existence post-capitaliste. Pour un militantisme existentiel, CERF, Paris, 2009), donde –entre otras cosas- plantea sobre la importancia de orientarse en base a nuevos principios de vida, repensar profundamente la social-democracia e inaugurar una visión «comunalista» (tal vez podría traducirse como «comunitaria» ubicada localmente)  de la economía, crear nuevas «comunidades existenciales críticas», promoviendo una ética de la simplicidad voluntaria, de la redistribución radicalmente igualitaria y de la democratización profunda.

Entre los enfoques debemos incorporar el denominado «aceleracionismo» que según esta fuente «la teoría aceleracionista surgió en la década de 1990 y se ha dividido en variantes de izquierda y de derecha mutuamente contradictorias, existiendo aceleracionismos procapitalistas, poscapitalistas y anticapitalistas». En lo que se refiere a los postcapitalistas, la fuente mencionada expresa que «en el Manifiesto por una política aceleracionista, Alex Williams y Nick Srnicek consideran necesario revivir el argumento a favor de una sociedad poscapitalista: «No solo el capitalismo es un sistema injusto y pervertido, sino que también es un sistema que frena el progreso». En este sentido, ambos argumentan que «el aceleracionismo es la creencia básica de que estas capacidades pueden y deben ser liberadas al ir más allá de las limitaciones impuestas por la sociedad capitalista» Autores como Mark Fisher, aclaran que no se trata de acelerar cualquier proceso capitalista, sino que aquellos procesos y deseos producidos por el capitalismo, pero cuyos efectos no pueden ser contenidos por áquel y que podrían conducir a un mundo poscapitalista».

Vemos que hay coincidencias sobre el enorme impacto en el trabajo y en el vínculo entre humanos y tecnología, pero hay diferencias de opinión acerca de si el capitalismo cambiará de forma en un postcapitalismo que mantendrá su esencia (en la búsqueda del lucro y la propiedad) pero con una gran robotización (con algunos planteos negativos sobre los alcances de la inteligencia artificial), y otros en cambio plantean que predominará la economía colaborativa y una sociedad menos materialista, con lo que este postcapitalismo no tendrá la misma «substancia o esencia» que el capitalismo.

Nuestra perspectiva adhiere a esta última posición, a un cambio de cultura donde prevalezca la «cultura del cuidado» frente a lo que es una cultura de «relaciones de poder«. Esta cultura del cuidado está relacionada a buenas experiencias de vínculos familiares (aunque hay miradas pesimistas o que ponen en cuestión esto), del rol de lo femenino, del cuidado materno y también paterno, y de otras personas o expresiones culturales (experiencias religiosas, etc.) que nos «marcaron positivamente» en la vida. Ello debería ser trasladado de lo micro (esfera personal) a lo macro (esfera socio-económica-política) superando la dicotomía original planteada en los orígenes de la economía clásica (la no benevolencia de La Riqueza de la Naciones, de la simpatía, en la Teoría de los Sentimientos Morales, en Adam Smith). Sabemos que este traslado es difícil a medida que aumentamos las escalas humanas, donde aparece una mayor complejidad, la ley y los estímulos materiales y no materiales para orientar la acción humana. Pero es una «base» cultural existente y sólida donde deberíamos apoyarnos en esta nueva etapa de la humanidad, si queremos tener futuro. El riesgo de «no tener futuro» es claramente expresado por Steven Hawking, donde en una nota del diario El País dice -entre otras cosas- que: «creo que la supervivencia de la raza humana dependerá de su capacidad para encontrar nuevos hogares en otros lugares del universo, pues el riesgo de que un desastre destruya la Tierra es cada vez mayor».

Volviendo a una propuesta de vida esperanzadora en un mundo mejor podríamos concluir que la construcción de la cultura del cuidado conlleva la «cultura del compartir» y por lo tanto de compartir trabajo y el excedente que se genera. Todo ello través de nuevas formas de intercambio, de redistribución y donde la reciprocidad se vuelque en  experiencias de economía colaborativa, solidaria, de empresas sociales y demás experiencias similares (que incluyan el cambio tecnológico en esa dirección).

(1) Acerca de que se entiende por «capitalismo» es interesante el primer capítulo del libro «Historia del capitalismo», de Jürgen Kockca.

Una versión de esta nota también se ha reproducido en Facebook.

Mística, Política y Discernimiento

La etimología de la palabra mística, proviene del verbo griego myein, «encerrar», de donde mystikós, «cerrado, arcano o misterioso» y está asociado -en las distintas religiones- a la unión del alma humana con lo sagrado o con la perfección. Sin embargo este concepto también abarca una mística pagana, no religiosa o no filosófica, o asociada a «religiones civiles» o «políticas».

Relacionado con estas últimas se hace referencia, por ejemplo, a la mística que tiene una persona «militante» de una causa nacional (o de la Patria), revolucionaria o que se identifica con un arquetipo o líder como Bolivar, Chavez, Fidel, Perón o Néstor Kirchner (en el caso argentino), por citar sólo algunos casos. La mística da fuerzas, pero -en general- puede absolutizar el fin (justificando a todo medio válido para alcanzarlo) y transforma ideales en idealización. Esto último invalida poder razonar o discernir sobre los fenómenos reales dado que estos aparecen con un «sesgo cognitivo» o prejuicio que viene teñido por lo que representa el arquetipo o con algo -en la práctica- «sagrado» con quien se identifica el militante.

Todo esto generalmente viene asociado al «fanatismo» que se lo ha definido como una «pasión exagerada, desmedida, irracional y tenaz» y enemigo de la libertad (en particular de los demás). Carl Jung dice que «el fanatismo es la sobrecompensación de la duda» con el peligro -al decir de Diderot- que «del fanatismo a la barbarie solo media un paso». La capacidad de discernimiento es clave para evitar estas situaciones, así como la capacidad de diálogo.

Seguramente todos necesitamos «trascender» lo material, y la mística, lo espiritual, lo poético…  juegan un rol muy importante en  el sentido de nuestras vidas. Pero no es bueno trasladar lo sagrado a lo profano, mundano e imperfecto (por más valioso que sea), o confundir ideales con idealización, y menos aún transformarlo en algo fanático. No nos lleva a un mundo mejor.

La Revolución y el Mito de Procusto

Las revoluciones, en general, resultan de procesos históricos que buscan una emancipación de personas, pueblos y naciones de situaciones consideradas injustas o de falta de equidad, así como por insatisfacciones prolongadas ante aspiraciones frustradas. También pueden ser disrupciones graves por calamidades, catástrofes (como por ejemplo derivadas del cambio climático) o por cambios tecnológicos que no generen posibilidades de trabajo para la mayoría de la población. O sea, que no es un tema del pasado, sino que está abierta a suceder en el futuro como plantea esta nota.

En busca de acabar definitivamente y radicalmente con “la cizaña” de distintas formas de dominación y esclavitud (o situaciones como las que se vienen de mencionar), se impone un modelo o sistema que busque drásticamente garantizar este fin. Lamentablemente ello puede estar asociado a instaurar un sistema o gobierno autocrático con líderes «mesiánicos».

Muchos mitos de la antigua Grecia nos invitan a reflexionar sobre algunas cuestiones. Uno de estos mitos es el mito de Procusto. Sintéticamente este personaje mítico tenía una unidad de medida propia (un camastro) donde toda persona que pasaba por ahí tenía que “cuadrar exactamente” con su dimensión. En caso de que fuera más pequeño lo descoyuntaba y en caso de que fuera más grande lo mutilaba hasta cuadrar.

Esto que se puede aplicar a las relaciones entre padres e hijos o a lo que “espera el macho varón” de la mujer, también se aplica a ideologías, creencias -en general vinculadas al fundamentalismo de distinto tipo- y a prácticas socio-económicas y políticas en distintas situaciones históricas.

Algunas corrientes filosóficas (1), y en especial socio políticas, lo aplican a lo que consideran un «hombre nuevo». Si lo relacionamos con el mito que estamos mencionando se transforma en un «arquetipo rígido», de carácter «integrista» y «desmesuradamente ambicioso». En realidad se transforma en un «delirio», desde el punto de vista subjetivo, respecto de lo que es nuestra condición humana imperfecta y limitada.

Si la revolución y los arquetipos humanos nos conducen a llevar a la práctica el mito de Procusto, coincidiremos que no nos lleva a un mundo mejor (2). Ello no invalida sino que, por el contrario, hace necesario a que tendamos a un horizonte personal y global que nos permita ir convergiendo hacia un mundo mejor.

(1) Es muy interesante esta reflexión.

(2) Lo hemos asociado en esta nota con la instauración del paraíso aquí en la Tierra.

Cuando las cosas van mal

Cuando “las cosas” van mal, nos angustiamos, nos deprimimos, a veces nos enfermamos, y en general nos ponemos agresivos. Si esta situación no es sólo “individual” sino que abarca a muchas personas se dan fenómenos sociales vinculados a la violencia, al “sálvese quien pueda”, al crecimiento de la economía informal (y muchas veces de la economía ilegal, por ejemplo, vinculada al narcotráfico), a buscar chivos expiatorios (los inmigrantes, los “vagos mantenidos por el Estado”, “los políticos que no solucionan nada”, etc.) y la necesidad de que emerja algún “salvador”.

No es fácil detectar las causales, y por lo tanto las posibles soluciones a que las cosas “vayan mejor”. En 1798 apareció un libro anónimo (pero escrito por un clérigo anglicano y erudito llamado Thomas Malthus con el título: “Ensayo sobre el principio de la población”. Allí se sostenía que “el poder de la población es indefinidamente más grande que el poder de la tierra para garantizar la subsistencia del hombre”. Si bien el progreso tecnológico desmintió esta afirmación, el autor sostenía que entre los obstáculos destructivos (no voluntarios) que re-equilibraban esta situación estaban la miseria, las enfermedades, las epidemias, el hambre y la peste, así como desgracias entre las que señalaba las guerras, las catástrofes naturales y los conflictos políticos.

Este autor “influyó, a través de la novelista Harriet Martineau, en los biólogos evolucionistas, en particular en Charles Darwin y Alfred Russel Wallace, para quienes el malthusianismo era una especie de trampolín intelectual a la idea de selección natural y a la teoría de la evolución”.

Si bien la causal de la población quedó hasta ahora descartada, los mecanismos de re-equilibrio (no deseados) tienen “plena vigencia”.

Una de las formas políticas que emergió –desde el siglo pasado- como “respuesta” a estos fenómenos fue el “fascismo”. Según esta fuente “el proyecto político del fascismo es instaurar un corporativismo estatal totalitario y una economía dirigista, mientras su base intelectual plantea la sumisión de la razón a la voluntad y la acción, aplicando un nacionalismo fuertemente identitario con componentes victimistas o revanchistas, lo que conduce a la violencia (ya sea por parte de las masas adoctrinadas o de las corporaciones de seguridad del régimen) contra aquellos que el Estado defina como enemigos mediante un eficaz aparato de propaganda; todo esto aunado a un componente social interclasista y una negación a ubicarse en el espectro político (izquierdas o derechas). Esto no impide que diferentes enfoques ideológicos proporcionen diferentes visiones del fascismo: los ejemplos más comunes se dan en la historiografía, la politología y otras ciencias sociales, al ubicar al fascismo en la extrema derecha, vinculándolo con la plutocracia e identificándolo algunas veces como una variante del capitalismo de Estado, o bien de orientación liberal, identificándolo como una variante chovinista del socialismo de Estado

El fenómeno “cultural” está bien explicado en la película “La Ola” y como el mismo conduce necesariamente a una “autocracia”. Más recientemente  (a comienzos del año 2020) ha reaparecido el fenómeno de las pestes bajo la modalidad del Covid-19 con alta transmisibilidad y contagio, y letalidad -en especial- para adultos mayores y personas con otras dolencias preexistentes. Esta temática se ha abordado en el punto 3 de este Indice.

Poder discernir sobre las distintas causas “sistémicas” (tanto estructurales como coyunturales) de por qué las cosas van mal (como ha sido la crisis y desmantelamiento -en muchos países- de los estados de bienestar), así como de los caminos a nivel micro y macro que nos pueden llevar a un mundo mejor (y no a “mundo peor”), serán clave para encontrar una salida virtuosa.