Erizos Sabios y Zorros Prácticos

Los comportamientos de los distintos animales han servido de inspiración a pensadores, escritores y filósofos sobre las similitudes o no con el ser humano. Respecto de los erizos y los zorros el primero fue Esopo con una fábula (la moraleja indica que el zorro es el que percibe lo que «en la práctica es lo mejor«) y también al erizo se refirió el filósofo Schopenhauer. Hace una similitud con los seres humanos: es bueno acercarnos mutuamente para darnos calor pero no demasiado porque nos clavamos las espinas los unos a los otros.

El que ha escrito también sobre el erizo y el zorro es Isaiah Berlin. En el prólogo que hace Jorge Fontevecchia del libro de Durán Barba y Nieto («La Política en el Siglo XXI, Arte, Mito o Ciencia, Ed. Debate, 2017, págs. 22 y 23) parafrasea el prólogo de Vargas Llosa a la edición en español del libro de Berlin sobre este tema que expresa:

«Entre los fragmentos conservados del poeta griego Arquíloco, uno dice: «muchas cosas sabe el zorro, pero el erizo sabe una sola y grande». Fórmula, según Isaiah Berlin, que puede servir para diferenciar a dos clases de pensadores, de artistas, de seres humanos en general:

  • aquellos que poseen visión central, sistematizada, de la vida; un principio ordenador en función del cual tienen sentido, y se ensamblan acontecimientos históricos y menudos sucesos individuales, persona y sociedad, y
  • aquellos que tienen visión dispersa y múltiple de realidad y de hombres, que no integran lo que existe, en una explicación u orden coherente, pues perciben mundo como compleja diversidad, en la que, aunque hechos o fenómenos particulares gocen de sentido y coherencia, el todo es tumultuoso, contradictorio, inapresable.

Primera, es visión «centrípeta». Segunda «centrífuga».

Dante, Platón, Hegel, Dostoievski, Nietzsche, Proust fueron, según Isaiah Berlin, erizos. Y zorros: Shakespeare, Aristóteles, Montaigne, Moliere, Goethe, Balzac, Joyce. El profesor Berlín está, qué duda cabe, entre los zorros».

Fontevecchia agrega: «Y obviamente también Jaime Durán Barba está entre los zorros».

El erizo es un pequeño animal que, como dice Erasmo de Rotterdam (en la imagen de la entrada), termina -en la fábula- venciendo al zorro. Por supuesto ello está en función de la sabiduría y la astucia del erizo. Si trasladamos esto al ser humano, entre los peligros o riesgos en los que puede caer el «erizo» están que deje de ser pequeño, sabio y humilde, y comience a «hincharse y agrandarse» para convertirse en poderoso, totalitario o fanático y utilizar la astucia para dominar a los demás.

Las virtudes del zorro, según Berlin, son su visión amplia, abierta (curiosa, por lo tanto propensa al conocimiento científico y a la filosofía) y diversa (por ende respetando las singularidades y la diversidad), y -retomando a Esopo- su «practicidad».  Estas son condiciones fundamentales para un mundo cambiante, complejo, incierto… donde «las buenas intenciones e ideas» no alcanzan sino se verifican en la práctica. Entre los riesgos o peligros del zorro están el «deambular por el mundo» sin ningún sentido más que el adaptarse lo mejor posible -como el camaleón (otro animal)- a una materialidad cambiante.

Tal vez uno de los arquetipos que reúna ambas características sea Aristóteles que, según lo mencionado, es «un zorro» pero también «un erizo sabio», dando un sentido de felicidad a la existencia humana (se podrían agregar otros arquetipos pero habría que entrar en consideraciones religiosas y filosóficas que exceden estas breves líneas y, seguramente, no compartidas por todos). Las investigaciones recientes sobre «economía y felicidad» reafirman -a través de las encuestas- la valoración que hace el ser humano contemporáneo de la felicidad.

Esta temática también se ha reflejado en la Declaración de Derechos de Virginia (Estados Unidos) que, en su artículo primero establece, entre otras cuestiones «…perseguir y obtener felicidad..»  La felicidad también es consagrada en la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano del 26 de agosto de 1789, en cuyo preámbulo se establece que: “Los representantes del pueblo francés…han resuelto exponer, en una declaración solemne, los derechos naturales, inalienables y sagrados del hombre…a fin de que los actos del poder legislativo y del poder ejecutivo…redunden siempre en beneficio del mantenimiento de la Constitución y de la felicidad de todos”. Así mismo está en la Constitución de Japón y de Corea del sur, en «el buen vivir» de las constituciones de Ecuador y Bolivia, en Bután y la felicidad nacional bruta, en una iniciativa del Presidente Sarkozy y del Gobierno del Reino Unido -durante el Primer Ministro Cameron- quien inició un periodo de consultas para elaborar un «Índice de la Felicidad», o en las afirmaciones del Presidente Macri vinculando la felicidad al protagonismo de la gente, entre otras menciones.

Las aspiraciones reflejadas en las encuestas de economía y felicidad, así como en las normas o en declaraciones políticas, deberían estar articuladas -a nivel nacional y global- en base a lo acordado en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas y con medidas concretas y prácticas. Habrá que verificar con indicadores y evidencias empíricas si nos acercamos o no a los mismos,  y por lo tanto si vamos convergiendo o no a dicha felicidad.

En síntesis, tal vez la clave sea ir consensuando democráticamente (por lo tanto «no imponer») la articulación de una cultura que vaya expresando la sabiduría (en el sentido aristotélico) a través de una educación que la promueva no sólo en los valores y actitudes sino también en prácticas personales, grupales, socioeconómicas y políticas. Los resultados habrá que irlos revisando (en base a la evidencia científica y no a sesgos cognitivos o ideológicos) y verificando si son o no satisfactorios. La «practicidad» del zorro -articulada con el conocimiento científico- y la sabiduría del erizo, seguramente nos pueden ir conduciendo gradualmente hacia un mundo mejor.

 

Izquierda y Derecha

En línea con presentar ensayos sobre distintos temas, según diferentes enfoques y con la esperanza de construir un mundo mejor, uno de los debates que se da en muchas sociedades es si un gobierno, un partido o líder político es de «izquierda», de «centro» o de «derecha». Sabemos que esta caracterización surge originalmente de la posición que ocupaban los Diputados en la Asamblea Nacional Constituyente de la Revolución Francesa. Los que estaban sentados a la izquierda propugnaban un cambio a la situación de ese momento (el Rey tenía el poder absoluto). El cambio se basaba en el valor de la igualdad social, mientras que los que estaban sentados a la derecha se oponían a este cambio de limitar el poder del Rey.

Norberto Bobbio ha actualizado esta temática en su libro «Derecha e Izquierda» (Ed. Taurus, 2014), pudiéndose visualizar un resumen en este link. En el mismo se indica que «Bobbio señala que frente al fracaso del “comunismo real” y de los regímenes autoritarios de derecha, “toda concepción totalizadora de la historia, según la cual la historia tiene una meta preestablecida y definida, no tiene futuro, porque ninguna meta está establecida de antemano, ninguna meta es nunca definitiva. Al menos en una concepción no profética, no escatológica de la historia, como la que caracteriza al pensamiento laico al que me siento ligado”.

Sin embargo, Bobbio no cree que dichos autoritarismos hayan agotado los conceptos de derechas e izquierdas. Él se mantiene dentro de esta conceptualización, ampliándola, otorgándole contenidos que no permiten que los extremismos identifiquen estos conceptos, resalta el rol de los moderados en la democracia, no niega otras clasificaciones -como progresismo y conservadores- sino más bien entrega al debate los principios de los cuales él parte para considerar válidas aún estas diferenciaciones y enriquecerlas». Además de derechas e izquierdas, y la igualdad, desarrolla la cuestión de la libertad.

El politólogo José Nun también retoma este concepto en un programa televisivo y en una nota en el diario La Nación. Respecto del valor de la libertad, distingue entre «liberales» y «liberistas» en base a un enfoque de Benedetto Crocce. Este filósofo plantea que el «liberalismo» lucha por las libertades y las instituciones republicanas, mientras que el «liberismo» lucha por las manos absolutamente libres en el mercado. Lo primero sería un enfoque progresista, mientras que el segundo no porque implica la concentración del poder económico y el aumento de la desigualdad.

En base a lo expresado, tal vez podemos decir que los valores, las cosmovisiones y los relatos son importantes, pero dada la complejidad de los procesos que se juegan en la realidad, las acciones -muchas veces- no sólo no se correlacionan con ellos sino que se entremezclan y son contradictorios, como bien menciona Nun. Al respecto cita los casos de dos líderes que vienen de «la derecha» e implementan medidas consideradas «de izquierda» (el caso inverso también se da). Al respecto menciona particularmente a Otto von Bismarck que implementa el sufragio universal y sistema de protección social (como antecedente del estado de bienestar) y a Winston Churchill solicitándole planes sociales avanzados para los trabajadores a William Beveridge.

Quien retoma este último tema, desde la ciencia política aplicada, es el intelectual y asesor político ecuatoriano Jaime Durán Barba cuando en la página 286 de su libro (en colaboración con Santiago Nieto) «La Política en el Siglo XXI. Arte, Mito o Ciencia (Ed. Debate, Buenos Aires, 2017) dice «a casi nadie le importaba que Lula fuera de izquierda, pero la mayoría apreciaba su labor». Aquí se reafirma la importancia de analizar la realidad en base a resultados valorados por la mayoría, más que a un debate sobre conceptos o categorías que la mayoría considera abstractos, difíciles de asir o del pasado.

De todos modos los conceptos, las cosmovisiones, paradigmas…. juegan en el abordaje de los fenómenos y en particular el sentido de la acción y de los resultados. Jorge Fontevecchia (quien ha escrito sobre esta temática o en entrevistas a intelectuales como Comte-Sponville) hace la introducción al libro mencionado de Durán Barba, titulándola «Antropólogo del presente». Al final dice: «este es un libro sobre el cambio, sobre cómo la existencia es cambio, como el cambio se cambia a sí mismo acelerando el proceso de cambio, lo que llamamos posmodernidad, cómo aplicar la teoría del cambio a la fabricación de consensos como herramienta de la política».

Además de lo señalado por Fontevecchia, en el primer capítulo del libro mencionado, los autores utilizan textos como los de Harari, las cosmogonías relacionadas con Lao Tsé, Confucio y Buda con sus aportes a la sabiduría universal, entre otros, siempre bajo un paradigma positivista del análisis científico y de la caída de los grandes relatos que plantea la posmodernidad.  Aborda la cuestión del «sentido de la justicia y la desigualdad» (págs. 172 a 175, op.cit.), donde -entre otras cosas- dice que «el sentido de la equidad es un elemento arraigado en nuestro ser antes que apareciera la especie». En el punto «Una nueva ética» (págs. 233 a 235,  op.cit.) parte de un libro de Pekka Himanen donde -en el prólogo del mismo que hace Linus Torvalds-, expresa que «la humanidad atraviesa tres etapas en todas sus actividades: supervivencia, vida social y entretenimiento». Relacionado con esta temática, en la parte de «Nuevos valores» (págs. 321/2) plantea los de las nuevas generaciones, resaltando el «rol de lo femenino» y el pluralismo, entre otros conceptos. Aclara en la página 189 que «la democracia y la ciencia se llevan mal con los profetas».  En las 373 páginas que tiene el texto se abordan muchos otros temas y enfoques.

En base a este marco general Durán Barba, en declaraciones a los medios, considera perimido -en términos tradicionales- este debate de izquierda y derecha y propone «resignificarlo». Según su opinión «la izquierda es la que mira hacia el futuro» y por lo tanto líderes como Macri o Macrón son los que hoy la representan en acciones concretas y prácticas que llevan a mejoras materiales, a estar mejor, en el trabajo en equipo, en una nueva forma de liderazgo más horizontal….

Habiendo presentado estos enfoques, desearía dejar planteadas a los lectores algunas preguntas que me surgen:

  • ¿podremos hacer un discernimiento «no prejuicioso y simplista» tratando de ver -como plantea Nun- si las acciones concretas -más allá de los relatos y posiciones originales- van en una dirección u otra?
  • ¿»la buena labor» que hizo Lula, mencionada por Durán Barba, no tiene ninguna relación con la cosmovisión de este dirigente aplicada a la política concreta de Brasil?
  • ¿el valor del pluralismo -que señala Durán Barba- de la democracia liberal conlleva necesariamente «el liberismo»  planteado por Crocce? ¿buscar «pisos» de igualdad y modalidades de libertad positiva vinculadas con la justicia  y la solidaridad…es caer en un «profetismo que se lleva mal con la democracia y la ciencia»? La respuesta puede ser «no» si se consensuan democráticamente «derechos». Después habrá que analizar cómo se implementan, no?
  • En el marco de lo anterior ¿podremos ir más allá de la libertad de mercado que plantea el «liberismo» (o los «liberales económicos») y evolucionar hacia el comercio justo y otros tipos de empresas (sociales, economía social, cuatro retornos, empresas de triple impacto…)? ¿Esto seguramente tendrá que ver más con «la cultura» que con «la ley»?
  • ¿se podrá superar una contra cultura adolescente y consensuar y evolucionar hacia una «madurez» (superando el «narcisismo individualista«)?
  • para quienes vienen de una tradición nacionalista y popular ¿se podrá consensuar que es un valor lo planteado por los «liberals» en el sentido de la importancia de la existencia de la libertad republicana dado que los regímenes autocráticos no son buenos? ¿o la autocracia es una «mal menor» con el que estamos «condenados» a convivir?
  • para quienes vienen de una tradición liberal ¿podrán hacer una política popular que vaya eliminando la pobreza?:  para quienes vienen de una tradición popular ¿podrán hacer una política sostenible en el tiempo sin caer en el populismo?
  • en el marco de leyes e instituciones cada vez más justas ¿podremos adicionar y enfatizar cada vez más la empatía compasiva, la amistad social y la solidaridad ubicándola en el lugar que le intentó dar la revolución francesa a la «fraternidad»? en el caso de la igualdad ¿podremos construir, además de la igualdad de oportunidades, un piso universal de igualdad?
  • los liderazgos democráticos ¿sólo tienen que «espejarse» en las demandas de los distintos públicos o pueden -además y a partir de allí- establecer un diálogo con la sociedad de la que forman parte e invitar fraternal y amistosamente a ir «más allá» y mostrar caminos e instrumentos que nos puedan llevar a un mundo mejor al conjunto? ¿luego de la caída de los grandes relatos sólo seremos cortoplacistas, individualistas e «inmanentistas» sin ningún horizonte común consensuado democráticamente que nos movilice?

Seguramente es complejo y difícil, en el contexto de la globalización y del mundo de hoy, y tal vez sea «ingenuo» o una utopía, pero si queremos construir la paz donde la humanidad sea más feliz sería bueno intentarlo, no?

 

No son buenos los regímenes autocráticos

Se define a la autocracia como un sistema de gobierno en que el poder está concentrado en una sola persona. Puede ser bajo la forma de monarquía absoluta o dictadura. Si es un «régimen», como forma de gobierno, conlleva a que el liderazgo está compartido con otros, en especial por un grupo, una vanguardia , la cúpula de un partido… y todo ello acompañado de la fuerza militar.

Seguramente la búsqueda de este liderazgo está impulsado por distintas razones. Ideales nobles como los de Platón respecto a que la República estuviera conducida por los sabios (noocracia). También podemos mencionar, entre otros casos, al pueblo judío que buscaba un mesías que lo liberara del yugo de los romanos, y esto conllevaba entronizar a Jesús como «Rey de Israel». En este caso es el enfoque de alguien poderoso que exprese mi dignidad como pueblo (1) (por lo tanto sea reconocido dignamente y con mis derechos) y me libere del opresor. Es interesante en la historia de este pueblo como se produce la transformación de jueces a reyes (a solicitud del pueblo). En el capitulo 8 del libro de Samuel, este le advierte a su pueblo qué significa tener un rey: «Así hará el rey que reinará sobre vosotros: tomará vuestros hijos, y los pondrá en sus carros y en su gente de a caballo, para que corran delante de su carro; y nombrará para sí jefes de miles y jefes de cincuentenas; los pondrá asimismo a que aren sus campos y sieguen sus mieses, y a que hagan sus armas de guerra y los pertrechos de sus carros.  Tomará también a vuestras hijas para que sean perfumadoras, cocineras y amasadoras. Asimismo tomará lo mejor de vuestras tierras, de vuestras viñas y de vuestros olivares, y los dará a sus siervos. Diezmará vuestro grano y vuestras viñas, para dar a sus oficiales y a sus siervos. Tomará vuestros siervos y vuestras siervas, vuestros mejores jóvenes, y vuestros asnos, y con ellos hará sus obras.  Diezmará también vuestros rebaños, y seréis sus siervos.  Y clamaréis aquel día a causa de vuestro rey que os habréis elegido, mas Jehová no os responderá en aquel día. Pero el pueblo no quiso oír la voz de Samuel, y dijo: No, sino que habrá rey sobre nosotros...«

Podemos deducir que hay distintos motivos detrás de la concentración del poder: ideales nobles como el liderazgo de los sabios, la voluntad de poder e ideales «pretendidamente nobles» como el caso de Corea del Norte (véase, por ejemplo, esta serie de cuatro capítulos), la búsqueda de seguridad frente al miedo (1) o la amenaza, la preservación de la libertad, la búsqueda de la gloria sometiendo a otros pueblos o grupos sociales, entre otros muchos motivos. Relacionado con ello podemos agregar la exaltación de lo nacional (a través de un gran padre como sería el caso de Bolivar), el ideal revolucionario (desde la Francesa hasta las marxistas leninistas) o la defensa de sus intereses como «nueva clase». Si bien hay quienes, desde la izquierda, tienen razones fundadas para cuestionar las limitaciones de la democracia formal, el rol de la oposición en países como Venezuela o el de los medios y las grandes potencias (generalmente se enfoca en Estados Unidos pero no en otros países), no se puede defender -de ninguna manera- la concentración del poder, la abolición de la democracia republicana y la masacre de civiles desarmados en función de que «fines nobles justifican cualquier medio«. No agreguemos la cuestión de incompetencia de los autócratas (con la excusa del rol del imperialismo) no sólo para alcanzar el desarrollo económico sino para resolver las necesidades básicas y mínimas como alimentos y medicamentos.

Las autocracias, y más cuando se van convirtiendo en dictaduras, no nos llevan a un mundo mejor sino a un mundo mucho peor.

(1) El tema del reconocimiento, y también de «la venganza», sin duda ha jugado un rol relevante en el nacimiento del nazismo (véase, por ejemplo, el film «El huevo de la serpiente«. Sobre las características psicosociales que lo favorecen es bueno ver, o volver a ver, la película alemana La Ola.

(2) Sobre el tema del miedo y sus distintas versiones, expresiones y utilizaciones son relevantes libros como «El Miedo a la Libertad» (de Erich Fromm) así como más general y actual «La Sociedad del Miedo«, de Heinz Bude, Ed. Herder (agradezco a José M. Diaz Bonilla la referencia), entre los principales. En cuanto al rol de la inteligencia artificial en esta temática se ha tratado de analizar en esta reflexión y referido al capitalismo de vigilancia en esta nota.

PD: Sobre la fragilidad de los liderazgos autocráticos se puede ver esta nota y en cuanto a la fragilidad de las democracias que terminan generando las autocracias se presenta esta reflexión.

Venezuela

En estos primeros días del mes de agosto de 2017 hemos visto cómo la situación de Venezuela se ha tornado cada vez más dramática en lo que se refiere al desprecio por la vida (más de 100 muertos) y por la democracia republicana. Más allá de desear fervientemente que esto termine prontamente, deseo hacer algunas reflexiones sobre algunas cuestiones que considero han contribuido a conducir a esta situación.

El chavismo fue una respuesta populista, llevada al extremo de «ir por todo», frente a una situación de marginación de una parte importante de la población, a qué los partidos políticos tradicionales se habían deteriorado en su representatividad y no habían logrado resolver la cuestión de la pobreza estructural. Bueno es recordar que cuando comenzó Chavez a gobernar no sólo no expresó que iba a llevar al extremo actual su política económica sino que iba a ser muy moderado, democrático y pro inversión privada (esto se puede verificar en sus declaraciones que aparecen en el video del programa Odisea del 3/4/17).

Si nos remontamos a los orígenes del surgimiento de Venezuela como nación, recordemos que ha sido fundada en base al «arquetipo de Bolivar». A diferencia de los colombianos (a partir de la influencia de líderes como José María Córdoba y Francisco de Paula Santander) muchos venezolanos (en particular del chavismo) han tenido tendencia a «endiosar» a Bolivar. Hay un libro de Elías Pino Iturrieta, llamado «El divino Bolivar: Ensayo sobre una religión republicana» (Ed. La Catarata, 2003) que ilustra abundantemente esto. El «personaje» daba para caer en esta «tentación», dadas sus características excepcionales, pero a la vez megalómanas (a diferencia del realismo y prudencia de San Martin).

La segunda cuestión que quisiera resaltar es la marca que fue dejando la «paradoja de la riqueza» o también llamada «la maldición de los recursos o enfermedad holandesa» a partir del recurso petrolero que comenzara en 1904 pero que hacia 1929 resultó en que Venezuela alcanzara a ser el segundo exportador mundial. Ello conllevó a gozar de una importante renta petrolera que desestimuló producciones menos rentables como la agricultura (representaba del orden de un tercio de la producción económica en los años veinte del siglo pasado, pero hacia la década de 1950 se vio drásticamente reducida a una décima parte). Ello generó migraciones del campo hacia la ciudad que luego continuaron y no fueron acompañadas de una política habitacional y de ocupación adecuada de esa población.

La dictadura de Perez Jimenez contribuyó a «modernizar » el país en cuanto a infraestructura, urbanización, y conglomerados industriales. En este período comienza la explotación de mineral de hierro, es creado el Instituto Venezolano del Hierro y el Acero, la Empresa Siderúrgica de Venezuela SA (Sivensa) y se inician los estudios sobre el rio Caroní y la construcción de la Central Hidroeléctrica Macagua I, así como se crea el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas y se amplía la Universidad Central de Venezuela. Con el advenimiento de la democracia republicana, con la firma del Pacto de Punto Fijo por parte de los principales partidos políticos en octubre de 1958, se profundiza (en especial en las siguientes cuatro décadas) el cambio de la estructura productiva en el sentido de «sembrar el petróleo».En 1960, bajo la presidencia de Rómulo Betancourt, es creada oficialmente la Corporación Venezolana de Guayana (nombrando al General Alfonso Ravard, que ya venía trabajando del período anterior) y se le traspasan los patrimonios y funciones del Instituto Venezolano del Hierro y el Acero y la Comisión de Estudios para la Electrificación del Caroní. Entre los logros se pueden destacar la construcción de la represa del Guri (segunda central hidroeléctrica de América),  darle mayor valor al mineral de hierro en briquetas y siderurgia, a la bauxita y la generación de la industria del aluminio, a la producción de carne en el Delta del Amacuro, la contratación del experto israelí Meir Merhav para promover el desarrollo industrial,  la incorporación de maestros uruguayos, la creación de muchas universidades y las becas Gran Mariscal de Ayacucho (para estudios de post grado en el exterior), son algunos hitos fundamentales.

Este avance progresivo del Estado tuvo un hito fundamental el 1º de enero de 1976 sobre el manejo del recurso petrolero con su nacionalización (pero respetando la profesionalización de sus cuadros organizacionales que venían de las empresas multinacionales).

Si bien todo esto produjo diversificación productiva, mayor riqueza y generación de clase media, no resolvió el problema de la pobreza estructural y lamentablemente la corrupción fue carcomiendo el sistema democrático. De ahí emerge Chavez.

El chavismo tuvo logros iniciales en la mejora de distribución del ingreso y de atención de los sectores excluidos, pero desprofesionalizó la gestión del Estado (en particular de la industria petrolera, pero no sólo) y encaró una política populista de carácter cada vez más estatista que ahuyentó, expropió (cometiendo todo tipo de excesos) y redujo cada vez más la iniciativa privada, y no pudo reemplazar estas iniciativas de manera efectiva ni con la economía social ni con otros actores económicos. Todo ello acompañado de la caída, a la mitad, del precio del barril de petróleo (respecto del momento de auge). Distintas informaciones señalan que esto fue concomitante con un creciente y grave desabastecimiento de bienes y servicios básicos (como en la alimentación y la salud), así como con un crecimiento de la economía ilegal (en particular vinculada al narcotráfico) y la corrupción (denunciada por la ex fiscal Luisa Ortega) (1). Ello generó una fuerte emigración o diáspora de más de tres millones de venezolanos. Al día de hoy todo parece indicar que el avance del autoritarismo puede terminar consolidando una dictadura (2).

Podemos afirmar que nadie está exento de identificarse con determinados arquetipos que aludan a algún tipo de «mesias», tampoco de no saber administrar a nivel macroeconómico la renta económica a fin guardar un equilibrio entre el estímulo a la producción y a la vez una distribución con equidad, así como tampoco poder resolver la cuestión de la pobreza estructural. Para esto último habrá que preguntarse si además de generar ocupación y emprendimientos urbanos para este sector, no habrá que implementar proyectos -por ejemplo- de agricultura familiar (que combinen autosubsistencia con generación de excedente para vender en el mercado) revirtiendo la migración de las ciudades hacia el campo. Todo lo demás son fenómenos que vienen por añadidura.

(1) Hay datos complementarios aportados por la oposición venezolana que se pueden visualizar en el minuto 9,50 en adelante de este video. Entre ellos se pueden destacar respecto de la diáspora y la emigración venezolana si se toma el período de desde 1999 hasta 2019 han salido de Venezuela más de 4.000.000 de personas (de los cuales, en un periodo más reciente, más de 3.000.000). En cuanto a datos económicos: a) la producción de petróleo a comienzos del chavismo era del orden de los 3.000.000 barriles diarios con 25.000 trabajadores, siendo a principios de 2019 de 1.100.000 barriles diarios con 240.000 trabajadores; b) la producción de acero por parte de SIDOR (Siderúrgica del Orinoco) era de 4.800.000 toneladas anuales con 10.000  trabajadores, y en la actualidad es de sólo 180 toneladas anuales (es decir casi tendiendo a cero) con 22.000 trabajadores, c) se expropiaron 7.000.000 de hectáreas y 15.000 industrias no redundando en mayor producción sino en un derrumbe de la misma, d) los empleados públicos eran de 2.200.000 y en la actualidad son 6.000.000 (sin que se incrementara la cantidad y calidad de los servicios públicos sino todo lo contrario), e) el crecimiento del pbi en 2012 era del 5,6 % y en 2018 de -18%; f) la inflación anual era en 2012 del 21% y en 2018 era 1.370.000 %, entre los principales datos.

(2) A comienzos de 2019 Nicolás Maduro y Diosdado Cabello definieron su gobierno como una unión cívico-militar, por lo tanto como una forma de autocracia. A ello se le sumó que en las últimas elecciones, donde ganó Maduro, fue proscripta gran parte de la oposición con lo cual muchos países no reconocieron su gobierno y sí el que emerge de Juan Gauidó, como Presidente Encargado o interino de Venezuela. Esto ha profundizado la crisis  así como un final incierto.

PD: quien escribe esta nota vivió en Venezuela entre 1976 y 1980 (país al que le está muy agradecido por su hospitalidad), y trabajó para la Corporación Venezolana de Guayana.