El trabajo desplazado por la IA

En otra entrada hemos planteado la posibilidad de la complementariedad del trabajo humano con la inteligencia artificial (IA). En esta entrada plantearemos la posibilidad de que el trabajo humano sea desplazado definitivamente por la IA (ver la temática de robotlución) y, más en general, que el ser humano sea desplazado y «las máquinas tomen el control» (por ahora sólo en la ciencia ficción). Un sitio que se puede consultar sobre este tema es este.

Hay una línea argumental de que en la historia de la humanidad se ha ido avanzando en lo científico-tecnológico y que, si bien han habido resistencias como con la aparición del maquinismo (ver el caso del ludismo), al final la destrucción de trabajo humano en determinados sectores ha generado nuevos trabajos en otros sectores que posibilitaron la inserción laboral y el progreso. Hoy este enfoque está en crisis (no tanto para un plazo cercano y a nivel «agregado», sino para el mediano y largo plazo), dado que -por lo que estamos viendo- este cambio es mucho más profundo y radical (al estilo de un «nuevo Neolítico» y que excede una nueva revolución industrial «más»). Y viene a pasos acelerados.

Científicos como Stephen Hawking y otros están alertando sobre la posibilidad que la autonomización de los robots los convierta en asesinos (la cuestión de «la ética» en el software de los robots, ya planteada en las tres leyes de la robótica de Isaac Asimov), empresarios exitosos en la aplicación comercial de la IA -como Elon Musk– hacen un fuerte señalamiento sobre la necesaria supervisión humana sobre este fenómeno, Facebook tuvo que desconectar a los robots Bob y Alice porque habían desarrollado autónomamente  y aplicado un lenguaje entre ellos que los humanos no podemos entender, la aplicación de drones autónomos para matar, Harari en su libro «Homo Deus» nos plantea un futuro inquietante con el «dataísmo», al igual que el último libro de Amy Webb (y también esta entrevista en CNN), esta entrevista con Santiago Bilinkis, y así podríamos seguir (la imagen de la entrada va en esa dirección). Algunas notas y autores comienzan a hablar de «robocalipsis«. Otra de las dimensiones es la señalada por Eric Sadin, en esta nota del diario La Nación donde plantea los peligros del «tecnoliberalismo».

Podemos hacer algo? Una primera respuesta, a corto y mediano plazo, puede ir en línea con iniciativas que se están haciendo en universidades de Estados Unidos que han comenzado a enseñar ética y regulación de la inteligencia artificial, a priorizar las actividades humanas relacionadas con la habilidades blandas (como la empatía), las actividades vinculadas al cuidado (más en general la economía del cuidado), a la cultura, al ocio….como señalan intelectuales como Eduardo Levy Yeyati, a generar un nuevo contrato social vinculado con lo digital como sostiene Gustavo Beliz y esta nota, entre otras.

Una segunda respuesta, y más a mediano plazo, podría ser: depende. De qué depende?: de que los seres humanos, además de la inteligencia limitada que tenemos, seamos «sabios». Qué sería ser «sabios»: canalizar nuestra energía positiva (agressiveness) en tratar de construir un mundo mejor, y no nuestra energía negativa (agressivity) en el dominio de unos sobre otros y en lucha de poderes y vanidades. La IA es resultado de la IH (inteligencia humana), es nuestra «hija» y si le transmitimos lo peor de nosotros mismos terminaremos devorados por ella. En esta línea reflexiona Gerd Leonhard y lo expresa en una nota de Lorena Oliva, del suplemento Ideas del diario La Nación del 1/7/18, donde dice que «harán falta sabiduría y previsión para manejar en forma adecuada el poder que le darán al hombre los próximos avances tecnológicos».

Un tema que viene emergiendo con fuerza es el de la inteligencia artificial generativa, y qué habrá que ir abordando en sus riesgos y aspectos negativos, así como en su potencialidad con un buen uso de la misma.

Si tomáramos conciencia de esta temática podríamos canalizar a la IA en complementarnos hacia un mundo mejor.

La globalización del rencor y el resentimiento

En un texto de Gilles Deleuze sobre el punto III de la Etica de Spinoza, expresa que este singular filósofo sigue paso a paso el encadenamiento terrible de las pasiones tristes: primero la tristeza misma, después el odio, la aversión, la burla, el temor, la desesperación, el morsus conscientiae, la piedad, la indignación, la envidia, la humildad, el arrepentimiento, la abyección, la vergüenza, el pesar, la cólera, la venganza, la crueldad…” Más adelante comentó que “la Ética dibuja el retrato del hombre del resentimiento, para quien toda felicidad es una ofensa y que hace de la miseria o la impotencia su única pasión. Y los que saben desanimar en lugar de fortificar los espíritus se hacen tan insoportables para sí mismos como para los demás”.

La temática del resentimiento es abordada por psicoanalistas como Luis Kancyper en su libro “Resentimiento terminable e interminable. Psicoanálisis y Literatura” (Ed. Lumen, Tercer Milenio, Buenos Aires, 2010). Al comienzo del primer capitulo de este libro expresa que “Albert Camus (1913-1960) encuentra en El Malentendido una forma original para exponer una tragedia universal: un mundo privado de sentido, en donde la trascendencia, la solidaridad y la amistad no tienen lugar”. Otra forma de abordaje puede ser a partir del lado oscuro o de «la sombra» (ensayo de Carl Jung, mencionado por Sergio Sinay en el diario Perfil).

Podemos afirmar, de manera simple, que todo esto emerge –en general- de la falta de amor, de haber sufrido discriminación, dominación, mal trato, agresión por parte de una o más personas, o de falta de conciencia y sabiduría (1). Hay situaciones producto de un sistema, de graves conflictos o guerras (en particular Irak y Siria, pero no sólo sino que abarca también situaciones nacionales de odio), de creencias o de prejuicios culturales, que –lamentablemente- promueven o generan estas situaciones.

Ultimamente hemos visto, entre otras cosas, violencia racista en Estados Unidos, atentados con vehiculos en Barcelona, Niza, Londres o Estocolmo, sin mencionar conflictos que hoy continúan como en Siria o en determinados países de Africa, por citar sólo algunos. El odio al diferente (al negro, al «infiel») o el considerar de «segunda» o de «cuarta» al inmigrante (por más que se le de un lugar de trabajo y vivienda) retroalimenta situaciones de resentimiento y de odio. Esto ha sido analizado en una multiplicidad de notas periodísticas como, por ejemplo, ver desde el minuto 8 al 32 de este programa o en este reportaje a Carlos Beristain que se sintetiza con el título «usar el odio es una forma de generar poder y control«.

Estamos “condenados” a convivir con estas situaciones? Podremos tratar de objetivar las múltiples causas que las generan e ir encarándolas de manera positiva tanto a nivel micro como macro? La cuestión del poder y la agresividad? Es posible generar dinámicas sociales y educativas como las de países que han abordado exitosamente el fenómeno del bullying en las escuelas o la interculturalidad y trasladarlos al fenómeno de la segregación y las causas originarias que las produjeron? Es imposible hacer esto con sectores de las minorías que puedan estar resentidos?  Los líderes religiosos y sociales pueden jugar un rol importante, así como los líderes políticos y económicos para que re-orienten las visiones y acciones agresivas y bélicas hacia la paz.

(1) Es muy interesante lo que dice al respecto el libro del Eclesiástico, 27, 33 – 28, 9:

«Rencor e ira también son detestables, el pecador los posee.
El vengativo sufrirá la venganza del Señor, que llevará cuenta exacta de sus pecados.
Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados.
Si un ser humano alimenta la ira contra otro, ¿cómo puede esperar la curación del Señor?
Si no se compadece de su semejante, ¿cómo pide perdón por sus propios pecados?
Si él, simple mortal, guarda rencor, ¿quién perdonará sus pecados?
Piensa en tu final y deja de odiar, acuérdate de la corrupción y de la muerte y sé fiel a los mandamientos.
Acuérdate de los mandamientos y no guardes rencor a tu prójimo; acuérdate de la alianza del Altísimo y pasa por alto la ofensa».

La construcción de la paz

La construcción de la paz tiene una serie de pre-requisitos que van desde cómo nos vinculamos entre los seres humanos y canalizamos nuestra energía, pasando por si la locura predomina sobre la racionalidad (al respecto véase el texto de W. Shakespeare en el acto cuarto de El rey Lear: «Es calamidad de estos tiempos que los locos guíen a los ciegos«) o si lo que predomina es el sentimiento de empatía compasiva y el valor de la justicia, hasta tener en cuenta los intereses vinculados con el negocio de la guerra. A mediados de 2019 se suma el conflicto entre EE.UU y China, más el persistente entre EE.UU e Irán y Corea del Norte, y en febrero  de 2022, con la invasión y guerra de Rusia a Ucrania, esto ha adquirido un gran dramatismo y preocupación por sus posibles derivaciones globales.

Hay que recordar que la institución de las Naciones Unidas fue creada vinculada el objetivo de que la paz prevalezca entre las naciones. En esta nota se hace referencia a «el que fue segundo secretario general de Naciones Unidas Dag Hammarskjöld expresó a mediados de los 50 que la organización “fue creada, no para llevar la humanidad al paraíso, sino para salvarla del infierno”. Sin embargo, la realidad geopolítica actual demuestra que este objetivo aún sigue sin cumplirse»

Por lo tanto construir la paz requiere de condiciones subjetivas y objetivas. En cuanto a las primeras la educación para la paz en las familias y escuelas, el aporte de las religiones, emprendimientos económicos que se niegan a producir armas y la cultura. el manejo de la ira como aporta el nieto de Gandhi, son esenciales. Respecto de las segundas habría que introducir una serie de penalidades o sanciones (como las que establece el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en particular en lo nuclear) y de estímulos económicos para reconducir la industria armamentística (no sólo de un país sino del conjunto de países) hacia fines no bélicos. El marco puede ser el de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas en general  y, en particular, la relativa a la paz, justicia e instituciones sólidas. Una fuente importante para el estudio del tema es el Instituto de Estocolmo para la Investigación de la Paz. Trataremos de dar algunos posibles ejemplos, vinculados a reorientación de intereses, y a evaluar su factibilidad:

  • industrias orientadas a disminuir los riesgos del espacio exterior: va desde potenciar las iniciativas para desviar o neutralizar la posible caída de asteroides a la Tierra hasta la eliminación de la chatarra espacial en la atmósfera que puede generar una multiplicidad de riesgos.
  • investigaciones y aplicaciones tecnológicas orientadas a industrias que mitiguen o disminuyan los devastadores efectos de huracanes y tifones que afectan a muchos países del mundo, así como todo lo relativo a buscar mitigar (con cambios en la construcción y ejercicios de prevención) los terremotos.
  • acciones como las campañas por la abolición de las armas nucleares, como las realizadas por ICAN que fue galardonada en 2017 con el Premio Nobel de la Paz. De igual modo la experiencia de «Leaders for Peace«, nacida en Rondine, Ciudad de la Paz, es muy significativa.
  • investigaciones y aplicaciones tecnológicas orientadas a mitigar y remediar los efectos del cambio climático y más en general al cuidado del medio ambiente. Esto implica reorientar los intereses de la industria hidrocarburífera que busca primero agotar y amortizar el capital invertido en energía no limpia. Los «negocios» orientados a la economía verde y la economía azul deberían ser estimulados fuertemente.
  • actividades orientadas a no generar más basura en los mares, y encarar su limpieza, así como el desarrollo de la economía circular que re-utilice los residuos o desechos evitando también su deposición en tierra.
  • ser conscientes de la insensatez humana que, mientras nos armamos unos contra otros, no hemos podido ganar la «guerra contra el mosquito» que genera, entre otras enfermedades, dengue, fiebre amarilla y malaria. Dar fondos y desarrollar la industria vinculada con la salud y el medio ambiente, es de fundamental importancia.
  • el desarrollo de las industrias culturales y el turismo (y más en general el ocio creativo) son actividades afines con la paz.
  • el desarrollo de innovaciones científico-tecnológicas que colaboren con la provisión de alimentos y demás bienes y servicios para personas en situación de pobreza. Ellas pueden ir desde agricultura urbana hasta impresoras 3D que generen alimentos, ropa y bienes para el hogar.
  • Abaratar los costos de desalinización del agua de los mares, así como la depuración y recuperación de agua no salada, a fin de mitigar y generar más agua potable para la población mundial,
  • Dar seguimiento a los procesos y resultados derivados de los acuerdos de paz de Colombia, y la denominada «conversación más grande del mundo» (ver su manual), pueden servir como guía o ejemplos a considerar en la reorientación cultural y económica para alcanzar la paz,
  • Las políticas culturales y cómo se realiza una buena articulación entre civismo y religiones como señala esta nota,

son algunos posibles ejemplos de reordenación de intereses económicos con finalidades acordes con la construcción de la paz en el mundo. A ellos habría que agregar el impulso de la solidaridad e intercambios de reciprocidad a nivel internacional, otros tipos de intercambios (por ejemplo el comercio justo o fair trade) y la construcción de una gobernanza global que vaya en esta dirección. Una activa participación de todos nos permitirá enfrentar los negocios de la guerra con propuestas concretas para la paz, y ello nos ayudará a converger hacia un mundo mejor.

PD: Es muy signficativa esta mención sobre un conflicto de larga data: «Isaac Rabin, 20 años después de la Guerra de Yom Kipur volvió a cumplir con el principio de que “la paz se hace con el enemigo”. Al firmar los acuerdos con la OLP, Rabin declaró: «Yo quisiera firmar un acuerdo de paz con el Príncipe de Mónaco y la Reina de Holanda, pero la paz se firma con los enemigos y Arafat es el principal enemigo”. Profundizando en esta perspectiva se puede ver esta conferencia de Amos Oz.

 

Poder como Energía transformada en Fuerza

¿Qué energía se canaliza en forma de poder? Vamos a suponer que esto se expresa como “agresividad”. Dicho término tiene dos versiones en idioma inglés: a) agressivity y b) aggressiveness. Para esto la fuente que utilizaremos es el Diccionario de Psicoanálisis, de J. Laplanche y J-B. Pontalis (1993), páginas 12 a 17, donde expone sobre la “agresividad”.

Señala que hay distintos enfoques. Por un lado tenemos el vinculado con las pulsiones desarrollado por Freud (antes por Adler en 1908) donde “el término pulsión agresiva lo reserva Freud para designar la parte de la pulsión de muerte dirigida hacia el exterior con la ayuda especial de la musculatura. Se observará que esta pulsión agresiva, y quizás también la tendencia a la autodestrucción, solamente puede ser captado, según Freud, en su unión con la sexualidad”. Esta forma de entender la agresividad se relaciona con la palabra inglesa “agressivity” por lo tanto está relacionada con el “dominio” (y formas de destrucción hacia fuera y hacia dentro).

En cambio la palabra “aggressiveness” es raramente maliciosa o destructiva y es entendida como una acción asertiva o de manejo. Podríamos decir que es una forma de energía vinculada con la actividad. Este concepto más amplio de “actividad” es planteado por Daniel Lagache. Por lo tanto una clave será, si tomamos esta última definición más amplia, en que orientamos esta energía, esta actividad en el marco de una libertad positiva de servicio y de vínculo constructivo con otras personas y el medio ambiente.

Si fuera el primer concepto (de “agressivity”) sin duda será una expresión de dominio, y por lo tanto de injusticia, exclusión, infelicidad (entendida como falta de un sentido de vínculo de armonía y de paz) que generará daños y reacciones en terceras personas con las consiguientes revueltas, revoluciones y guerras. Por lo tanto este tipo de energía no nos llevará a un mundo mejor. Encontraremos los caminos para una “buena aggressiveness”? En este sentido hay una frase de Carl Jung: «cuando el amor es la norma, no hay voluntad de poder, y donde el poder se impone, el amor falta».

Si vamos en esta última dirección, ello nos podrá ayudar a expresarlo también en nuestros vínculos socioeconómicos, por ejemplo construyendo un postcapitalismo que nos pueda llevar a un mundo mejor que el presente.

El Poder Como Realidad y Como Problema

El poder es una “realidad”, pero también –dependiendo del enfoque y de la práctica- es un “problema” para alcanzar un mundo mejor.

Existe una abundante literatura y enfoques sobre su definición y características que no intentaremos sintetizar (1), entre otras cuestiones porque me “excede” en cuanto a formación específica. Sin embargo, de los enfoques más corrientes, nos animamos a decir que “poder es la capacidad que un individuo o grupo A de influenciar o incidir en las decisiones de otro individuo o grupo B”.  Aspectos esenciales serán:

  • La actitud y el propósitode quien ejerce esa influencia
  • El contexto en el qué se da y la actitud de quien es objeto de esa influencia
  • La forma(o modo, medios recursos que se utilicen) intensidad en el ejercicio de esta influencia, y por lo tanto de los grados de libertad (desde tendiendo a cero en la cárcel o frente amenaza de muerte hasta el poder omnímodo de control de todos los recursos) para las prácticas de poder.
  • Tiene que haber una coherencia entre la actitud o propósito los medios para que se obtengan resultados para un mundo mejor. Por lo tanto se desecha el enfoque y la práctica de que “elfin que justifica los medios”, porque -por ejemplo- la apelación sistemática al medio o recurso de la violencia no posibilitará llegar al fin de un mundo mejor (que conlleva “la no violencia”).

Sobre la cuestión del “contexto” y los “recursos” que se utilizan es interesante el enfoque de Alvin Toffler donde en distintos textos (como el “Cambio de Poder” y “La Tercera Ola”) va analizando como cambia el eje del poder a medida que van cambiando las civilizaciones (desde la revolución agrícola hasta la sociedad post industrial). 

También la palabra “poder” está relacionada al “verbo” (estoy en capacidad y posibilidad de hacer algo) o al “sustantivo” como lugar de “dominio”. Esta última es la acepción que adopta Max Weber (en Economía y Sociedad) donde el concepto de poder está relacionado al de dominación, es decir, ejercer una autoridad sobre un grupo social determinado y encontrar un grado de obediencia. El que ha analizado esta temática desde el punto de vista psicológico es Alfred Adler (2) como se visualiza en esta nota. Alli se menciona que «la “voluntad de poder” es la patología por excelencia, ya que es la causante –a modo de fin– de los desórdenes de la personalidad. Si bien Adler expresa la misma teoría en toda su obra, lo hace fundamentalmente en su libro “El carácter neurótico” publicado en 1912 luego de su ruptura con Freud.

Adler propone estudiar la neurosis partiendo de las compensaciones que resultan del sentimiento de inferioridad (que comienza en la infancia) y que se resuelven en un sentimiento de superioridad, afán de poder, elevación del “sentimiento de personalidad”, cuyo objetivo final es lograr la supremacía sobre los demás, el estar siempre por encima de los otros, su aspiración a ser el más fuerte y el mejor. Afirma Adler: «Hasta ahora venimos considerando el aumento del sentimiento de personalidad, siempre en procura de lograrse con especial vigor, como la fuerza fundamental y el objetivo de la neurosis. Pero no ignoramos que este deseo se halla profundamente enclavado en la naturaleza humana. Si se examina más de cerca este deseo –al que Nietzsche denominó “Voluntad de poder”– y se observan sus formas de expresión, se comprueba que en el fondo no es más que una fuerza compensadora especial, destinada a poner término a la inseguridad interna común a todo hombre. Con la ayuda de una fórmula rígida, que de ordinario alcanza a la superficie de la conciencia, el neurótico procura darse un punto fijo y firme para mover el universo.»

En esta nota de Sergio Sinay señala que la filósofa alemana Hannah Arendt advierte «en La condición humana: “El poder solo es realidad en donde la palabra y el acto no se han separado”. Esto es, agrega, cuando las palabras descubren realidades en lugar de ocultarlas y cuando los actos crean nuevas realidades. No hay riqueza material que pueda compensar la pérdida y el alejamiento del poder real, dice Arendt. En tiempos electorales, el deseo de poder es un síntoma extendido. Cada uno a su manera, los candidatos o precandidatos van por él convencidos de que lo seducirán y capturarán. La pregunta que ninguno responde (o no lo hace de manera sólida y convincente) es la que inquiere acerca del objetivo de esa búsqueda. Como bien apunta el filósofo español José Antonio Marina en «La pasión del poder», existe el poder “de” y el poder “sobre”. El poder “de” (o poder “para”) es aquel que, una vez alcanzado, se convierte en medio para la concreción de un proyecto, de una transformación, de una visión. En cambio el poder “sobre” otros imponiendo el propio deseo y el propio interés es un fin en sí mismo. Mientras el poder “de” expande la visión y la energía de quien lo tiene para convocar y aunar a otros en procura de una acción conjunta que contribuirá al bien común o al bien de muchos (imaginemos el poder de Gandhi, el de Mandela, el de la Madre Teresa, el de Churchill) y lo hará sin violentar ni destruir, el poder “sobre” cambia la impronta de ese impulso afirmativo. Lo convierte, señala Marina, en algo que ya no es la expansión de la propia energía sino puro y simple afán de dominio». Finaliza afirmando que «decía Bertrand Russell que las dos principales pasiones humanas son el afán de poder y el afán de gloria. Pero uno no conduce necesariamente a la otra. Y como recordaba Michel de Montagne, gran humanista del Renacimiento, “por muy alto que sea el trono, siempre está usted sentado sobre el c….”.

Siguiendo con Hanna Arendt también expresó lo siguiente: «El poder nunca es propiedad de un individuo; pertenece a un grupo y continúa existiendo solo mientras el grupo se mantiene unido. Cuando decimos que alguien ‘está en el poder’ estamos diciendo que ha sido empoderado por un cierto número de personas para actuar en su nombre. En cuanto el grupo donde se origina el poder (potestas in populo, sin pueblo no hay poder) desaparece, ‘el poder’ (del que está en el poder) también se esfuma”. A tener muy en cuenta. También lo analiza en relación con la intoxicación y la salud mental en esta nota, así como esta reflexión (y en especial el síndrome de hibris).

Según H. Touzard (La mediación y la solución de conflictos, Ed. Herder, 1980, Barcelona, págs. 56 y siguientes) citando un artículo de French y Raven (de 1959) menciona –desde un punto de vista cualitativo- que las bases del poder son cinco:

  1. El poder de recompensa: es la capacidad que tiene O de procurar a P unas gratificaciones a cambio de un comportamiento dado,
  2. El poder de coerción: consiste en la capacidad que tiene O de administrar castigos a P, si este no acata lo que O le ordena.
  3. El poder legítimo: es el que se basa en el derecho que P le reconozca a O de influir sobre él. Es la definición corriente de la autoridad, que supone un consenso entre las dos personas acerca de la relación entre el status y el comportamiento. En la imagen de la entrada se coloca una frase del P. Eduardo Casas sobre la diferencia de «poder» respecto de «autoridad».
  4. El poder de referencia: descansa en la identificación de P con O. P se deja influir por O porque valora a O. El poder carismático de ciertos individuos prestigiosos corresponde a esta definición.
  5. El poder de competencia: se origina en los conocimientos particulares de O, reconocidos por P. Es el poder que posee el experto (podemos generalizar al sistema científico-tecnológico que posee una comunidad o un país)y que presume la confianza, la certidumbre P que O no abusará de sus conocimientos para engañarle.

También se han agregado el poder de información y comunicación, Los “recursos” para ejercer estos poderes van desde el control de instituciones (la más importante es el Estado), del dinero bajo forma de capital (por lo tanto el sistema capitalista puede ser considerado como una forma particular de manifestación del poder y en consecuencia abordado desde esta perspectiva), de redes y medios de información y comunicación.

Nos parece relevante incluir el enfoque de K. Boulding. Según este artículo «desde comienzos de los años sesenta Boulding se adentró en el campo de los estudios sobre la paz y los conflictos e investigó por qué algunos conflictos tenían un resultado “creativo” y otros un final “destructivo”. Comenzó a intuir que esta divergencia tenía que ver, seguramente, con la naturaleza y tipos diferentes de poder existentes en una sociedad. La noción de poder es,posiblemente, una de las más transversales entre diferentes campos científicos y dimensiones de la realidad, por eso su estudio global “se ha deslizado por las grietas abiertas entre las diferentes disciplinas”. Así, el poder se presentaba para él como una de aquellas nociones comunes que podían servir para lograr su vieja aspiración: integrar las ciencias que estudian el sistema social. “La influencia recíproca entre las diferentes formas de poder —sugiere Boulding— es tan grande que si el estudio del poder se limitara a un solo aspecto, como el poder político, económico o social, se perderían elementos importantes para la comprensión de la dinámica del poder en su conjunto (Boulding 1993[1989], 11). Fue esta convicción la que motivó su estudio del poder en los sistemas sociales y la distinción básica entre tres categorías que operan entrelazadas: el poder amenazador, el poder económico y el poder integrador (lo que llamó “el bastón, la zanahoria y el abrazo”). El primero estaría relacionado con la capacidad de destruir, el segundo con el poder de producir e intercambiar y el tercero con la capacidad de crear relaciones de respeto, amor, legitimidad y amistad. La división del trabajo académico ha hecho que la ciencia política se encargara de estudiar el primero de ellos, y la ciencia económica el segundo, mientras que el poder integrador recaería sobre el ámbito de la sociología aunque, al decir de Boulding, ésta nunca haya reclamado la responsabilidad exclusiva sobre su estudio.

A partir de aquí su argumento principal es que el poder integrador constituye la forma de poder principal ya que poco pueden conseguir el poder amenazador y el económico —a medio y largo plazo— si les falta la legitimidad.  Por otra parte, una de las claves es que el ejercicio razonable del poder integrador permitiría decantar el resultado de los conflictos hacia un final “constructivo” en vez de “destructivo”.

Fue la preocupación por intentar medir ese poder integrador lo que llevó a Boulding a proponer la donación o subvención (grant) —y sobre todo la donación voluntaria— como una forma de aproximación a esa vertiente (Boulding 1973b). En la medida en que pudiera construirse una “matriz social de donaciones”, cabría la posibilidad de estimar la potencia de la estructura integradora de una sociedad, pues la donación como transferencia unidireccional de valor económico es algo que choca con la lógica tradicional del “intercambio entre equivalentes” de la economía convencional. Boulding era también consciente de que, aparte del poder integrador, el poder amenazador (a través, por ejemplo, de algunas funciones del Estado) podía ser una fuente de donaciones o subvenciones importantes, a diferencia del poder económico (mercantil) tradicional. Como sugiere Mott (2000, F437), Boulding se percató pronto de que el desarrollo del capitalismo y su esfera mercantil habían minado la capacidad del poder amenazador, pero sobre todo también del poder integrador de las costumbres en las sociedades tradicionales, lo que implicaba en algunos casos riesgos importantes. Creo que esta preocupación bouldingniana encaja bien con la sugerencias de Karl Polanyi sobre la “gran transformación” que supuso la propagación social del “mercado autorregulado”, con el crecimiento del poder compensatorio frente al condicionado (Galbratih, 1983), o de la esfera del poder de mercado frente a la esfera valorativa y de persuasión (Anisi, 1992)».

Podemos preguntarnos (y desear) que pueda prevalecer el poder como un servicio expresado en una influencia basada en una autoridad del ejemplo personal (3), del respeto de reglas acordadas democráticamente que cuiden las personas y el medio ambiente, donde el recurso económico del capital sea un “medio” y “no un fin”, que las redes sirvan para compartir saberes, aumentar la empatía y posibilitar acciones para el bien común, que en lo macro sea derivado de una democracia que crece en conciencia y nos lleven a un mundo mejor. Por lo tanto la actitud (4) y la forma de ejercer el poder son cruciales. De lo contrario, si prevalece el poder como dominio (5), con recursos cada vez más poderosos, seguramente pereceremos sobre la faz de la Tierra.

Relacionado con la pandemia es interesante lo que dice esta nota de que «para el escritor y analista Moises Naím, el veredicto de la pandemia de la Covid-19 es que “el poder es efímero”. Esta, además de ser la principal tesis de uno de sus aclamados libros El fin del poder (Debate, 2019), es la gran cuestión geopolítica a la que se enfrenta el mundo de hoy. “En estos tiempos el poder se ha hecho más fácil de obtener, más difícil de usar y más sencillo de perder”, explica Naím desde Nueva York durante su intervención en el evento Retina Reset, impulsado por Santander y Telefónica, y patrocinado por Accenture, Novartis, Philip Morris, Renfe, Unir y Red Eléctrica de España».

Para finalizar, y a modo de hipótesis, si tomamos al concepto de poder desde la energía o desde la física, podemos decir que el poder es energía transformada en fuerza. Qué tipo de energía? Qué tipo de fuerzas? De ello dependerá el tipo de poder? En otra entrada se reflexiona sobre la energía expresada como “agresividad” y sus interpretaciones.

(1) Un último texto muy interesante es el de Byung-Chul Han «Sobre el poder«. También hemos reflexionado sobre «la voluntad de poder«.

(2) Agradezco a José M. Diaz Bonilla la referencia.

(3) Una expresión radical de esto es que los gobernantes sean sabios como postulaba Platón.

(4) Según el psicoanalista Alejandro Razé, el poder ejercido por la ley (simbólica) o la fuerza es una mediación entre las fuerzas del goce y la de la muerte.

(5) En el Evangelio ello está relacionado con el concepto de «mundo», a diferencia de la búsqueda de tender hacia el reino de Dios y su justicia.