¿Para qué sirve la política?

Aristóteles fue uno de los primeros -junto a Platón- que sistematizó la temática de «la política» (1), en línea con lo que se expresa en la imagen de la entrada y a lo señalado en el último link respecto de que «el hombre puede alcanzar el eu zeen, el bien vivir o felicidad (audaimonía). En la pólis, desde otro ángulo la naturaleza social encontraría la plenitud de su expresión, porque en definitiva el hombre no es solamente un zoon koinonikón, un animal comunitario, sino más que eso, un zoon politikón,  un animal abocado a llevar una vida política o ciudadana, un bíos politikós. O sea, una vida en la comunidad más completa, que es la polis. Por eso, interpretando fielmente a Aristóteles, Tomás de Aquino llamó societas perfecta a su versión latina, la civitas».

Este enfoque premoderno de la política ha sido retomado por la Iglesia católica desde Tomás de Aquino hasta los papas Pablo VI y Francisco. Este último ha destacado el rol «noble» que tiene la política. Tal vez la expresión más correcta sería que «debe tener la política».

Con la modernidad (2), y considerando a la política como «ciencia política,» se deja de lado esta perspectiva valorativa. Según la fuente que acabamos de mencionar, «Norberto Bobbio propone dos acepciones, una en sentido amplio (ciencias políticas), y otra en sentido estricto (ciencia política). La primera abarcaría todos los estudios relacionados con la política desde la antigüedad hasta nuestros días, incluidos todos los filósofos y teóricos que han pensado, escrito y analizado la política. En sentido estricto, la ciencia política contemporánea nació a partir de la corriente conductista que trata de observar las conductas de los actores políticos y de los ciudadanos conforme a premisas estrictamente científicas. Esta última acepción hace referencia a lo que se denomina generalmente «ciencia política positiva», para distinguirla de la filosofía política o teoría política normativa; la otra parte de estudio de la disciplina tiene como objeto de estudio propio al poder que se ejerce en un colectivo humano. La politología se encarga de analizar las relaciones de poder que se encuentran inmersas en un conjunto social, sean cuales sean sus dimensiones (locales, nacionales o a nivel mundial).»

El politólogo Andrés Malamud ha elaborado un libro denominado «El oficio más antiguo del mundo. Secretos, mentiras y belleza de la política» donde hace una excelente reseña de esta temática.

Hay muchos enfoques y prácticas de la política que se encarga de analizar la «sociología política» y se desarrollan en la «filosofía política«. Entre los enfoques más recientes -y más vinculados a esta última- están las versiones posmarxistas así como del populismo de izquierda, entre las que se pueden destacar -entre otras- a las de intelectuales como Chantal Mouffe y Ernesto Laclau. Han tenido importante incidencia en corrientes políticas de Argentina, en especial en el kirchnerismo. Un ejemplo de esto último es lo que menciona la periodista Luciana Vazquez, en este video y en esta nota, donde expresa -en un momento- que «la palabra clave acá es «puja», es decir, conflicto. Lo sintetizó bien Máximo Kirchner ayer: «Hay que afectar intereses para darle consistencia a la política»Podríamos preguntarnos si la agenda política es fundamentalmente «conflicto» y «afectar intereses»,  y ¿eso es lo que le da «consistencia a la política«? (3) Posiblemente, si en esto consiste la política, su consistencia y su agenda (4), sea explicativo de por qué no predomina el diálogo (5) y ¿por qué estamos como estamos no pudiendo lograr acuerdos básicos para desatar el «nudo gordiano argentino«, no?. ()

Ojalá que el enfoque y práctica de la política trascienda a «la lógica conflictiva», y la «consistencia» esté relacionada en cuestiones «sustantivas» como es alcanzar acuerdos superadores de las facciones, posibilitando superar los conflictos articulando los intereses de manera virtuosa para superar una pobreza creciente así como salir del estancamiento y grave deterioro (en especial, aunque no sólo, producido por los efectos de la pandemia), pudiendo así alcanzar un desarrollo integral.

(1) Aunque tiene antecedentes anteriores, particularmente en las obras de Homero, Hesíodo, Tucídides, Jenofonte o Eurípides.

(2) Durante el Renacimiento italiano, fue Nicolás Maquiavelo quien hizo observación empírica directa de los actores e instituciones políticas (El Príncipe). Se considera a Maquiavelo como uno de los teóricos políticos más notables del Renacimiento, pues con su aporte se abre camino a la modernidad en su concepción política y a la reestructuración social.

(3) A este tema, también responde a una pregunta de Pablo Marmorato el Dr. Alejandro Razé, en el minuto 15,50 de este programa de radio.

(4) Sobre el tema de «la agenda» de esta corriente (a septiembre de 2020) es interesante la reflexión de Alejandro Catterberg que se puede visualizar en este video.

(5) Para ello hay que hacer un esfuerzo para objetivar las principales causas de los problemas argentinos más relevantes, cómo articular crecimiento, justicia social e institucionalidad, y cuáles son las mejores políticas y los mejores instrumentos (sin caer en el «efecto cobra«) que nos permitan ir hacia un sendero de desarrollo sustentable en lo económico, en lo social y en lo ambiental.

(6) Ello no obsta para destacar la importancia que también tienen las otras fuerzas políticas (en especial de la oposición, donde no ha predominado la autocrítica de los errores cometidos) y socioeconómicas (en especial de aquellos sólo han privilegiado sus intereses sectoriales y cortoplacistas, o que se han beneficiado de manera prebendaria) para alcanzar el diálogo en la Argentina, que trascienden al rol del kirchnerismo y del gobierno (aunque este último es quien está a cargo de conducir el rumbo del país -y por lo tanto con una responsabilidad «mayor»- desde que ganara las elecciones).

 

¿Cuál sería un buen punto de partida para un diálogo entre gobierno y oposición?

En este blog hemos resaltado la importancia de encontrar puntos de encuentro, no caer en la tentación de «querer ser el Todo» (y que sólo cuenten nuestros intereses y visiones), así como del diálogo en reflexiones como esta o esta, entre otras.

Respecto de la temática general, y lo que nos bloquea para dialogar en general, es muy interesante esta nota del diario El País (1) donde se expresa que «a la hora intentar alcanzar un consenso, busquemos un punto de partida en el que estemos de acuerdo, y a partir de ahí será más fácil». Respecto de la contribución de las neurociencias acerca de las dificultades para cambiar nuestra opinión, también es muy relevante este aporte (2).

En el caso argentino es importante llamados al diálogo, entre oficialismo y oposición, como el realizado por el Club Político Argentino. Ojalá se pueda concretar, no?

(1) Se agradece a Francisco (Paco) del Campo la referencia a esta nota, que se invita a leer completa.

(2) Se agradece a José Bekinschtein la referencia, que también se invita a leer completa.

La democracia: un ideal difícil y necesario de construir cotidianamente

Sabemos que la democracia nació en Grecia, y desde sus orígenes fue imperfecta (no participaban de ella las mujeres, los esclavos, los extranjeros…) y duró poco tiempo. En el libro de José Nun, Democracia. Gobierno del pueblo o gobierno de los políticos, lo analiza en detalle.

Este autor, en una nota (1) publicada en el diario La Nación del 16 de agosto de 2020, se refiere específicamente al caso argentino y a las dificultades que hemos tenido y tenemos para construirla. No es ajeno a ella la vinculada a construir, como sociedad, una base donde confluyan las libertades republicanas con la justicia social, que hemos comentado en notas como esta y esta.

Ojalá que lo podamos ir haciendo, dado que ello nos llevará a un mundo mejor.

(1) Para quienes no puedan acceder, entren el buscador de google y coloquen «en el país de las malezas autocráticas» y, tal vez, puedan leerlo.

¿Hay plan o no hay plan?

En este blog hemos escrito notas como esta o esta planteando la importancia de tener un horizonte que pueda ser formalizado en un plan. En esta entrada intentaremos dilucidar si para el gobierno actual es importante o no tener un plan.

Antes de asumir Alberto Fernández sus equipos técnicos plantearon un plan para los primeros cien días de gobierno, luego con la pandemia se instrumentaron una serie de medidas de emergencia (como el IFE, el ATP, etc.), acompañadas del programa Potenciar Trabajo del Ministerio de Desarrollo Social (1) y priorizando a nivel económico la renegociación de la deuda externa. Muchos opinan que en -este contexto- es muy difícil formalizar un plan a largo plazo, pero hay sectores del peronismo que sostienen que esto es parte un plan. En cuanto a definiciones del Ministro de Economía, en este programa televisivo, indicó que en el presupuesto para 2021, y a partir del año que viene, habrá un plan consistente.

Sin embargo, un elemento de confusión sobre esta temática (ilustrada en la imagen de la entrada) fue introducido por las declaraciones del Presidente al periódico Financial Times, donde expresó que “francamente no creo en los planes económicos” (2). Economistas como Marcos Buscaglia sostienen que “sí hay un plan económico, y que consiste en la sustitución de importaciones”. Vamos a partir de suponer que esta conjetura fuera cierta y analizar algunos aspectos de su viabilidad.

La industrialización por sustitución de importaciones en general, en el mundo y también en Argentina, se realizó a partir de las dos guerras mundiales. Una reflexión sobre este proceso en nuestro país se hizo en esta publicación. El desbalance de comercio entre EEUU y China, generó en la presidencia de Donald Trump el “First America” buscando que las industrias se queden, y fundamentalmente vuelvan a ese país. La pandemia del Covid-19 ha reinstalado esta temática, en especial para insumos críticos o estratégicos y, países como Japón lo están incentivando.

En un intercambio de mails, Carlos Gervasoni, aporta “un dato clave pero a menudo desconocido: Argentina es algo así como el cuarto país del mundo que MENOS importa en relación a su PBI (y, la contracara, uno de los que menos exporta también). O sea, no hay muchas importaciones para sustituir, pero sí un enorme potencial para el crecimiento exportador. Pero buena parte de la clase política sigue con el discurso de la “avalancha de importaciones” y “sustituir importaciones”. Contra los esteroetipos, incluso en lo agroindustrial estamos lejísimos de nuestro potencial: hay países con mucha menos tierra y clima que Argentina, que exportan muchos más dólares en alimentos (Bélgica, España, Francia y Holanda por ejemplo). Es lógico en uno de los pocos países del mundo que cobra impuestos a las exportaciones y hace lo imposible por mantener un tipo de cambio bajo (= dolar barato)” (3).

Si bien cada país quiere tener la mayor diversidad de bienes y servicios producidos en su territorio, en un mundo donde hay competencia global (por más que esté en crisis) deben tenerse en cuenta las ventajas comparativas que tiene y las ventajas competitivas que dispone o puede generar en un futuro cercano (por ejemplo vinculada a la economía del conocimiento). Por lo tanto no es racional ni conveniente cerrar o condicionar seriamente la importación de insumos para el proceso industrialización porque ello genera efectos negativos como en el caso argentino de una fábrica de aviones en Córdoba que tuvo que cerrar o experiencias como las de Satellogic que ha tenido que deslocalizar partes de su producción.

Tenemos en la Argentina casos muy exitosos de desarrollo industrial, como es el de la maquinaria agrícola, donde no sólo abastecemos el mercado local sino que somos importantes exportadores y otros que no como el caso de gran parte de lo localizado en Tierra del Fuego. Ojalá que el gobierno aclare bien cual es su enfoque al respecto, en el marco de un programa o plan económico (4).

(1) Focalizado en cinco sectores: construcción, textil, alimentos, economía del cuidado y economía circular. Se propone que esté acompañado de un plan de infraestructura social para 4000 barrios y un programa de Ingreso Básico (que incluye la transformación del IFE).

(2) La hipótesis del periodista Daniel Bilotta sobre por qué habría realizado esta afirmación, se debería a que no desea explicitar cómo se va a generar el pago de la deuda externa en dicho plan y en el presupuesto. Desde el humor se puede ver esta nota.

3) Sobre la importancia de un significativo aumento de las exportaciones (en especial agroindustriales), y de un nuevo equilibrio se han escrito notas como las de Pablo Gerchunoff, Martín Rapetti y Gonzalo de León,

(4) Esperemos que la frase expresada al Financial Times haya sido “poco feliz” (y, que sólo son importantes los objetivos), finalmente se implemente un plan económico consistente. Sergio Berensztein nos  recuerda, en esta nota,  la afirmación de Saint-Exupéry de que «un objetivo sin un plan es solo un deseo».

 

Rol del estado en el economía: ¿en qué y cómo?

Karl Polanyi especificó que, a lo largo de la historia, en los modos de integración o sistemas económicos, hay tres características que están siempre presentes: la redistribución, el intercambio y la reciprocidad. El primero de ellos consiste en que hay un «centro» que reasigna lo producido o el excedente (1) que genera un grupo humano, un emprendimiento, una comunidad o una economía. Desde el jefe de la tribu, el padre o el líder de una comunidad, hasta el estado. Esta redistribución puede ser hecha tratando de mantener un determinado equilibrio, relación de fuerzas, o utilizando criterios de compartir o de justicia. Esto último puede ser de manera progresiva o regresiva (en lo que se refiere a la equidad) tanto en el cobro de los impuestos o tributos como en la asignación del gasto y las inversiones, y de manera responsable y transparente, o irresponsable y con corrupción. Del mismo modo puede realizarse teniendo en cuenta no sólo el presente, sino también haber aprendido de la historia y prever su impacto en las generaciones futuras (esto es clave, por ejemplo, en lo que se refiere en la sostenibilidad de un proceso de desarrollo así como en el impacto de las decisiones en el medio ambiente).

También hay que decir que el estado es una «organización», que existe en un determinado contexto histórico e institucional establecido por una carta magna o Constitución a nivel nacional (como es el caso de una democracia representativa, republicana y federal en Argentina) y de las distintas provincias (o en algunos países «regiones», así como el caso de supraregiones como la Unión Europea). Allí, en el marco del Preámbulo, se establecen los principios, así como los derechos que debe promover de manera directa o indirecta, establecidos -en el caso de Argentina- en el artículo 14: «Todos los habitantes de la Nación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio; a saber: de trabajar y ejercer toda industria lícita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender» y ampliado en los artículos 36 a 43. Del mismo modo en la Constitución se establecen los principios fundamentales de la vida de los ciudadanos que posteriormente se detallan en las leyes y normas reglamentarias que se dicten. Las finalidades y grandes objetivos, luego se desagregan en objetivos específicos y procedimientos, que deben contar con los recursos presupuestarios y humanos adecuados para su cumplimiento y auditados (en el caso de la Argentina por la SIGEN y, la Auditoría General de la Nación que depende del Congreso).

No tenemos suficiente espacio en esta nota para abordar el difícil y controvertido tema sobre los bordes económicos del estado (2) y sólo podemos decir que su escala o tamaño, su perfil funcional, así como su organización, administración, criterios de selección y promoción de su personal, su  profesionalidad, el equipamiento de infraestructura y tecnológico, deben ser los adecuados para que cumpla con eficacia, equidad, eficiencia y calidad en su funcionamiento. Sería deseable que sus distintos servicios se implementaran con un presupuesto base cero en función de dimensionar las necesidades específicas a satisfacer por los distintos niveles del estado (complementado con un presupuesto por programas, con objetivos y metas) y si se cumple o no el principio de subsidiariedad (y con qué características).

Claro, todo lo mencionado funciona, como se ha comentado al principio, en un contexto socioeconómico (por ejemplo, al redactar esta nota los graves efectos de la pandemia del Covid-19), cultural y con distintos grados de imbricación con los distintos factores de poder a nivel nacional e internacional (tendrá gran influencia el tipo de división del trabajo en el que está inserta una nación y el modo de accionar de su estado).  A título de ejemplo, en el caso de EEUU, el economista Jeffrey Sachs en esta entrevista (del momento 1.11.26 al 1.15.11) expresa -entre otras cuestiones- que su país es una «plutocracia«. En otros casos no es así (o lo es en menor grado) y depende de los partidos o coaliciones políticas que llegan al poder del poder ejecutivo y del poder legislativo. También depende cómo el poder político interactúa con los distintos sectores de la sociedad y su grado de sensibilidad a lo que expresan los medios de opinión pública, las redes sociales, las encuestas y las protestas o movilizaciones populares.

Sobre lo que venimos de expresar quisiéramos mencionar una cuestión controversial de un ejemplo de ida y vuelta en una decisión del gobierno argentino. El caso es sobre si se expropiaba o no la empresa Vicentín que se encontraba en convocatoria de acreedores. Según algunos periodistas se le acercaron al Presidente encuestas como esta donde «más del ochenta por ciento de los encuestados creen que el estado debe asumir la producción y la distribución si los empresarios especulan» y, en ese contexto, decidió aceptar una propuesta de un sector de su coalición de gobierno para expropiarla.  Seguramente en esta muestra de opinión pesó más la población de grandes centros urbanos que la del interior productivo, y cuando el Presidente anunció la expropiación se generó una gran reacción en contra en la Provincia de Santa Fe (3) y en otros lugares del país. En función de esto el Presidente anuló esta iniciativa y «señaló que se equivocó y que pensaba que la gente iba a salir a festejar». Es una muestra de la complejidad en la toma de decisiones sobre esta temática, así como un llamado de atención acerca del rumbo más apropiado a adoptar en la relación entre el estado y el capital privado en situaciones normales (4) o en situaciones de crisis (5). En lo que se refiere al rol del estado en el crecimiento de Argentina es interesante, entre otros, la opinión de Carlos Leyba -a noviembre de 2020- en este video.

Un economista que ha reflexionado mucho sobre la política económica es Jan Tinbergen (1952). Según esta fuente «los encargados de diseñar y conducir la política económica deben considerar en primera instancia los siguientes tres aspectos: a) determinar el interés general de la sociedad, b) seleccionar las políticas cuantitativas o cualitativas que conlleven a satisfacer el punto anterior, y c) seleccionar la teoría económica ad-hoc que les permita identificar las preferencias de los agentes y estas puedan ser consideradas en la formulación de la política óptima. Bajo estos aspectos, la política económica se define como el acto que describe el comportamiento económico de los hacedores de política, la cual incluye la teoría económica para interpretar las preferencias de los individuos y las empresas». Ha remarcado que cada objetivo de política económica debe tener un instrumento adecuado para alcanzarlo, y ello se debe articular con los otros objetivos e instrumentos. Lamentablemente muchas veces no es así, con los consiguientes desequilibrios que se producen (6).

Siguiendo con Tinbergen tomamos esta frase que escrita hace casi 50 años por Jan Tinbergen en su libro Shaping the World Economy (7): “Nuestros conocimientos son solo parciales y deben ser aumentados por creencias intuitivas, condición que necesariamente introduce diferencias de opinión. Pero por lo menos es hoy día evidente que el mejor sistema no puede ser encontrado en los extremos de la escala. La libre empresa en su vieja forma siglo XIX no es el mejor sistema; ni lo es tampoco la completa regulación de todos los detalles. Principalmente la cuestión es de grados. Ciertas actividades son mejor comprendidas por medios públicos mientras que otras pueden ser mejor manejadas por medios privados. Tiene sentido dejar muchos mercados libres y también regular algunos pocos. Los impuestos son necesarios: aun relativamente altos impuestos a los réditos hacen poco daño mientras hacen posibles muchos beneficios. Los ingresos no pueden ser todos iguales, pero las desigualdades extremas deterioran el espíritu de cooperación en la sociedad que son altamente peligrosas, aparte de ser contrarias a los principios humanitarios. Es así que en casi todo el justo medio parece ser lo que buscamos”.

La cuestión del Estado (en sus distintos niveles y ojalá que -en un futuro- hacia un estadío global) (8), su direccionalidad y gestión eficaz, es central para ir hacia un mundo mejor o hacia un mundo peor. Reflexionarla y analizarla es fundamental para ir hacia uno u otro sentido.

(1) También pueden ser lo roles y funciones, o la división del trabajo

(2) Descriptos en este excelente libro: «The economic borders of state«. En esa línea podemos decir que ello depende de las visiones y enfoques que tenga una determinada sociedad, y en particular su clase dirigente. Una visión ultra liberal irá hacia un estado «mínimo» y, en el otro extremo, una visión o enfoque de socialismo autoritario (o algunas variantes de populismo) o de capitalismo de estado tenderá a «ir por todo». Cabe la pregunta si se podrá acordar un modelo de economía mixta donde se compartan los éxitos y los fracasos como señala esta reflexión. También, como se ha mencionado en el texto, el grado y modo de intervención del estado dependerá también de circunstancias extraordinarias como la generada por el coronavirus (ver por ejemplo esta nota de CEPAL). Desde un punto de vista conceptual, y relacionado con el caso argentino, es muy interesante el libro El futuro del Estado en la Argentina. Escenarios en disputa hacia el año 2030, dirigido por Gustavo Blutman y Horacio Cao (Edicon, Buenos Aires, 2019), escrito antes del Covid-19 (un comentario se puede ver en esta nota), donde en la segunda parte, se hace una muy buena reseña de los principales enfoques y recorrido estatal. Se basan en análisis desarrollados particularmente por Oscar Ozlak y Guillermo O´Donnell «que conciben una dimensión política (cuyos objetos son el patrón de intervención estatal, las relaciones entre el Estado y la sociedad y la reproducción social) con una dimensión administrativa (encaminada a analizar su aparato organizacional) más las múltiples relaciones que pueden establecerse entre ambas.  Derivada de esta tríada Sociedad, Estado y administración pública, a lo largo del trabajo se utilizaron tres dimensiones que llamamos «configuración social, «patrón de intervención» y «modelos de gestión pública»….». Hay que incorporar también el enfoque Mariana Mazzucato sobre El Estado Emprendedor, donde en el libro se ilustra cómo la industria aeronáutica, la energía nuclear, las tecnologías de información y comunicación, la biotecnología, las tecnologías verdes y la industria farmacéutica, fueron en sus etapas iniciales, desarrollo y difusión, objetos de estímulo por parte de diferentes mecanismos y agencias estatales. El Estado ha sido actor principal en la financiación, fomento, incubación y desarrollo de tecnologías radicales que han sido posteriormente comercializadas por la empresa privada.

(3) Un argumento de la reacción la dio el Intendente de Avellaneda (al norte de Santa Fe) que expresó que «el Estado no puede cortar ni el pasto en la ruta 11…¿qué va a manejar Vicentin?». Sabemos que esto no es así en empresas como INVAP, YPF y algunas más (en línea con lo mencionado en la llamada anterior vinculada al enfoque de M. Mazzucato). Ello demuestra la relevancia del tema de «la gestión» del estado a la hora de aprobar o no algo tan loable como es la intervención del estado en la producción de bienes y servicios de la economía. Si no hay conciencia de que puede gestionar bien o no (y cuales son sus «bordes» en cuanto a capacidades) se puede caer en el caso extremo del mal ejemplo como es Venezuela. Entendemos que sería más deseable que quienes administran el estado argentino se centraran en analizar su rol para hacer viables iniciativas como esta (que fue  apoyada por Sergio Massa y por CFK) o promuevan casos exitosos de emprendimientos de la economía del conocimiento como este.

(4) Por ejemplo si hay que convocar a dialogar a todos o sólo a algunos. Un ejemplo de diálogo es el de la CGT y AEA y la coincidencia de que es el capital privado el que debe liderar la producción de bienes y servicios (a diferencia de una de las interpretaciones que se le puede dar a la encuesta de Analogías mencionada en el texto).

(5) El modelo europeo de intervención a empresas en crisis, es muy interesante y no conlleva a la expropiación de las empresas.

(6) Un interesante texto al respecto es el libro de Juan Carlos De Pablo, Política Económica para decidir en tiempos difíciles, Editorial El Ateneo, Buenos Aires, Abril de 2019.

(7) Tomada de esta nota.

(8) El modelo supraregional de la Unión Europea es un buen modelo (con sus pros y contras) de lo que debería ser una institucionalidad de una nueva globalización.

 

 

Belgrano, la bandera y las enseñanzas de la historia

El gobierno nacional ha declarado el año 2020 como el «Año de Manuel Belgrano», para conmemorar 250 años de su nacimiento y 200 de su muerte. Una figura muy destacada de nuestra historia (se lo ha incluido, junto a San Martín, como «Padre de la Patria«), con ideas de avanzada para su época, de una gran honestidad, sacrificio (en especial en la lucha por la independencia y al final de su vida murió pobre) y creador de nuestra bandera.

Sin duda es muy relevante homenajear a una persona de estas características, sin idealizarlo y contextualizarlo en su época, como bien plantea esta nota (1). Es muy importante discernir los momentos claves de nuestra historia, valorando todo aquello que hizo que la construcción compleja de nuestra identidad común se expresara con un desarrollo con justicia y lamentando todo aquello que nos ha dividido y aún nos divide en el presente. Sobre esto último tenemos aún pendiente saldar muchas de estas grietas y construir un futuro mejor para la Argentina en el contexto de un mundo también mejor que tenga una base de ciudadanía universal, al menos, en paz (2).

(1) Respecto de un enfoque de la identidad de una persona y su relación con el contexto es interesante el inicio de esta reflexión (luego aborda los modelos de integración -relacionados con la igualdad- de las culturas francesa e inglesa).

(2) Sobre un origen y un destino universal como humanidad, hace un tiempo, se escribió esta nota.

¿Podremos construir un «capitalismo justo»?

En esta nota de Infobae, del 3/06/2020 (de donde hemos tomado la imagen de la entrada), se menciona que el Presidente Alberto Fernández se reunió con los dueños de las principales empresas industriales de Argentina, y en la misma se expresó que «fue una discusión sobre el día después de la pandemia. Cómo empezar a poner en marcha la economía. Junto a decisores directos de las compañías, muy interesados en construir acuerdos y en proyectar a futuro».

Según esta otra nota, en la misma reunión, el Presidente habría mencionado que la construcción de un nuevo contrato social conllevaría converger hacia una visión y una práctica de un «capitalismo justo» (1). Tal vez ello esté relacionado con opiniones como esta, con una fiscalidad que sea progresiva para las personas pero no para las empresas, con una gestión del estado eficaz (y por lo tanto profesionalizada), transparente y eficiente en cuanto a su tamaño y gestión, promotora del emprendedorismo… entre otros elementos. Unos días después Alberto Fernández se refirió a un capitalismo «noble» y en relación a esto el presidente de ACDE respondió «probablemente una nueva economía esté naciendo a nivel mundial, así que es de esperar que acá en la Argentina también haya que repensar todo de nuevo. El Presidente también se refirió a un capitalismo al estilo de Enrique Shaw (fundador de ACDE), basado en la producción. Obviamente estamos muy de acuerdo ahí, porque eso es lo que ACDE viene pregonando hace muchísimos años. Pero tenemos que entender que ese capitalismo se basaba en el respeto a la propiedad privada, en la libertad personal para emprender cualquier tipo de actividad lícita y en la libre competencia de mercado. Siempre que se cumplan esas condiciones nosotros vamos a estar de acuerdo en sentarnos a revisar el resto. En ese diseño económico de la Argentina tenemos que estar todos unidos y ser parte del grupo que lo diseñe».

Más allá de visiones ultraliberales, así como de una izquierda que no se ha actualizado, entendemos que hay un amplio espectro socioeconómico y político para encontrar caminos concertados en esta dirección (2). Ello nos puede ayudar a salir de una tendencia declinante, con cada vez más pobres (acentuado por los graves efectos de la pandemia y la cuarentena en las regiones más ampliamente pobladas), a encontrar un sendero de desarrollo sustentable, y por lo tanto mejor que el que veníamos teniendo. Sobre esta temática se puede ver esta interesante nota de Sergio Berensztein.

(1) El sustantivo «capitalismo» tiene distintas acepciones, entre las que está la maximización del lucro. Se supone que este no es el caso de lo que se quiere significar, sino que sería equivalente a «economía de mercado» con un reparto del excedente más equitativo tanto en la economía en general, como en la fiscalidad y en el accionar del estado.

(2) Dos días después de escribir esta nota, el día 8/06/20, el Poder Ejecutivo decidió la intervención -con la posibilidad de expropiarla- de la empresa Vicentin que estaba en un proceso judicial de convocatoria de acreedores. Ello tiene múltiples implicancias a futuro acerca del «tipo de capitalismo» y del rol del Estado. De todos modos el 19/6/20, el Gobernador de Santa Fe anunció, desde la quinta de Olivos, que se elige una vía a través de la Justicia, y sin expropiarla, para su rescate. Hacia comienzos de julio continuaba esta alternativa.

La renegociación de la deuda externa

¿Podremos resolver el nudo gordiano argentino?

En este blog hemos destacado la importancia de encontrar consensos en notas como esta o esta, así como hemos glosado reflexiones de Eugenio Diaz Bonilla y Pablo Gerchunoff, que van en esa dirección, entre otras.

Hoy quisiéramos glosar esta nota de Pablo Gerchunoff sobre «el nudo argentino» (que invitamos a leer completa). Comienza diciendo que «fuera de la utopía de la libertad, sea en su versión moderna, sea en la versión pastoril y nostálgica de Martín Fierro, hay dos utopías argentinas que son utopías populares, aunque alguna vez hayan sido construcciones de las élites. La utopía de la movilidad social y la utopía de la justicia social. No son abstracciones. Cada una de ellas se encarna en algún momento de nuestra historia. O en varios momentos de nuestra historia. Parecen lo mismo pero no son lo mismo. La utopía de la movilidad social permea hacia abajo más de lo que se supone pero es, predominantemente, una utopía de clase media, relativamente autónoma del Estado, vinculada al progreso individual y a la modernización colectiva, y su sujeto clásico, aquel con el que emocionalmente nos vinculamos, son los inmigrantes del Centenario; la utopía de la justicia social es una utopía de las clases trabajadoras y, últimamente, de los sectores informales, más dependiente de la intervención pública. En este caso su sujeto clásico, aquel que nos evoca una bisagra de la historia, son los obreros industriales de los años 40. La “edad de oro” de la movilidad social fue la gran expansión exportadora, desde Roca hasta Yrigoyen, los años de aquella sociedad de frontera en la que muy pocos se quedaban estancados en el mismo lugar. En la etapa industrial renació como una breve promesa durante los años sesenta desarrollistas, inaugurados por Frondizi. En la etapa pos-industrial, conoció otra breve pero frustrada promesa durante los años 90, “el hecho maldito del país peronista” que terminó sin movilidad social, sin justicia social y con alto desempleo. La “edad de oro” de la justicia social la recordamos fácilmente: fue el peronismo de Perón, y su vital y persistente reedición fue el kirchnerismo.

Alejando la lente, movilidad social y justicia social parecen intersectarse, y de hecho resulta incomprensible que no se hayan intersectado salvo para breves períodos, que no se hayan combinado más persistentemente, como se combinaron en otras latitudes. Sin embargo, la ausencia de intersección en Argentina se explica, y esa explicación tiene resonancias conceptuales: movilidad social significa crecimiento, competencia, innovación, flexibilidad de la economía y sus instituciones, trabajadores cuyos hijos se convierten en profesionales o empresarios, empresarios que se expanden; justicia social significa salarios altos, protección económica, protección social, dignificación de los desposeídos, empresarios que progresan en sociedad implícita o explícita con el Estado en una comunidad más orgánica. La movilidad social contiene una ética de la paciencia y del esfuerzo; la justicia social contiene una ética de la reparación inmediata de las heridas sociales. Son dos mundos, cada uno con su propia legitimidad y su base electoral y política. El hecho significativo es que, a diferencia de otros países, Argentina no ha sabido encontrar la fórmula para firmar un tratado de paz entre ambos. ¿Habrá en el futuro un liderazgo político que la encuentre?».

Luego plantea que no hay «atajos» y en cuanto a «la salida» señala que «no tenemos crecimiento, no tenemos movilidad social, no tenemos justicia social. Si algún sentido tiene una propuesta de gobierno de unidad nacional –que en otros aspectos no tiene ningún sentido– es el de ponernos de acuerdo sobre que el problema existe y que entonces hay que resolverlo, blindados por una mayoría política y social amplia… la Argentina desnortada puede tener un norte. El escepticismo sistemático es la haraganería de los intelectuales, además de su jactancia. Dibujar los primeros trazos de un patrón de crecimiento en un papel no es difícil. Argentina necesita dólares para comprar bienes de capital, insumos y bienes de consumo, y para eso necesita exportar. No necesita exportar para ser un tigre asiático, porque definitivamente no lo será. Necesita exportar para satisfacer sin chocar contra la pared las demandas asociadas históricamente a su nivel de vida. Las exportaciones son el aceite que lubrica el motor del consumo y la inversión, la garantía que sostiene al mercado interno. De modo que lo que Argentina demanda, en términos políticos, es una coalición social y política pro exportadora para defender su prosperidad interna. La economía argentina necesita productores de dólares en sus campos, en sus industrias, en sus yacimientos mineros y petroleros, en las oficinas de quienes abastecen al mundo de servicios modernos. La condición es que los dólares que produzcan no se gasten excesivamente, si se trata de empresas extranjeras, en remisión de utilidades y dividendos o de regalías. En otras palabras, la condición es que el balance de divisas de las inversiones sea beneficioso para la nación».

Finaliza reconociendo el panorama sombrío actual y las múltiples dificultades, y expresa que «confinados en nuestra pequeña comarca, recuperemos en medio del estruendo esa verdad que quisimos transmitir. Argentina está sin rumbo; Argentina está condenada a exportar como resultado de un consenso si quiere emerger de su larga crisis sin presentir en el horizonte una nueva crisis de deuda.  De modo que, mientras cuidamos nuestras vidas, pensemos el futuro».

 

El «sentido de la política» vinculado al «sentido del cuidado»

Sabemos que a «la política» se la define, en general, como un proceso de toma decisiones que se aplican a todos los miembros de la comunidad humana, a distintos niveles. También se la define como «arte, doctrina u opinión referente al gobierno de los Estados». Es una forma de convivencia (a diferencia de formas de «no convivencia», como la guerra) que teóricamente busca orientar sus acciones hacia el bien común (aunque sabemos que, lamentablemente, no siempre es así aunque haya «buenas intenciones», como se expresa en esta nota).

En base al breve marco general que venimos de explicitar quiséramos relacionarlo con el tema del cuidado, en general, y en particular de los adultos mayores. Respecto de esto último tomaremos el caso de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, que había prohibido la salida de sus casas de esta franja etaria de personas.

Finalmente el gobierno de la Ciudad reconoció que la medida vinculada a «la prohibición de que los adultos mayores puedan salir a la calle» fue «mal comunicada» y, a partir de las críticas recibidas y de un fallo judicial, fue transformada en un «sistema de apoyo a los adultos mayores de 70 años». Digamos también que este sistema de apoyo funcionó muy bien en el primer día de funcionamiento. Logró que 12000 personas mayores de 70 años no salieran a la calle. Ojalá podamos comunicar siempre a la política como un sistema de apoyo y mejora continua de los vínculos sociales y económicos !!!.

En este sentido va la nota del Dr. Alejandro Razé en el diario Perfil de Argentina. La misma se puede interpretar vinculada a una articulación armoniosa entre el «sentido de la política» y el «sentido del cuidado», que -seguramente coincidiremos- es una forma de amarnos los unos a los otros, como postula la tradición judeocristiana, independiente de que formemos parte o creamos explícitamente en ella.

Son señales positivas de «evolución» hacia un mundo mejor. Ojalá sean acompañadas de muchas otras señales, gestos y acciones concretas, teniendo en cuenta reflexiones como esta (que, sin duda, ha incidido en el resultado electoral de 2023).