La necesidad de lograr puntos de encuentro

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Sabemos que el conflicto es parte de la vida, tanto al interior nuestro (intrapsíquico), con otros o con la naturaleza. También sabemos que lo ideal es poderlo superar, o irlo resolviendo positivamente, dado que su agudización sólo produce dolor y -a veces- la muerte propia, de otros (cuando los consideramos enemigos) o generando daños hacia el medio ambiente.

En esta reflexión sólo quisiéramos enfocar el conflicto que se manifiesta luego de las elecciones PASO en Argentina, que ha ido deteriorando -aún más- a la economía argentina, y en especial a los sectores más vulnerables. Un llamado a su superación y a lograr puntos de encuentro ha sido realizado por entidades como el Club Político Argentino o en notas como las de Alejandro Katz en La Nación. En esta última se reflexiona sobre la polarización y se señala que «no es exclusiva de la Argentina: de Brasil a México, de los Estados Unidos a Gran Bretaña, de Italia a Colombia, la escena política de las democracias occidentales está cada vez más tensionada entre opciones polares que obligan a los individuos, cuando deben tomar posición, a hacerlo por su identificación con una fuerza política particular y no con base en su propia reflexión autónoma ante cada problema. Al igual que en otros países, la polarización ha comenzado también a corroer la democracia argentina, al menos por cuatro razones:

La primera es, justamente, la negación de la legitimidad del oponente, uno de los rasgos característicos que, en un libro reciente, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt incluyen en una breve serie de «signos de alerta» que deben ser tenidos en consideración, porque cuando aparecen indican un deterioro de la democracia. La segunda razón es que la polarización hace que cada fuerza política hable principal si no exclusivamente a su propio público y proponga, en consecuencia, una agenda sesgada sobre los intereses, valores y propósitos que satisfacen solamente a sus votantes. De este modo, ambos contendientes pierden de vista el interés general.

 Tercera razón: el efecto combinado de una agenda sesgada sobre el interés de los votantes propios y la deslegitimación del adversario, en el marco de una campaña confrontativa, tiene como efecto desatender la verdad expresada en el voto de quienes acompañan a la oposición. Cada voto es portador de un mensaje: hay en él ideas acerca de cómo debe ser el país, de las esperanzas y temores de quien lo emite. De una campaña polarizada, el ganador sale convencido de que lo que triunfó no es una breve y ocasional mayoría (o una primera minoría), sino que piensa que triunfó su razón.

 Hay, por fin, una cuarta razón por la cual la polarización degrada la democracia: convierte a los ciudadanos en militantes, en personas que ceden su autonomía al partido o al líder: hablan con eslóganes y obedecen instrucciones. Un ciudadano hace de su autonomía su virtud: utiliza argumentos y no reconoce más autoridad que la ley ni acepta otra persuasión que la de las razones públicas. Una democracia es sólida si la sociedad civil lo es, es decir, si está integrada por personas independientes, críticas, que ponen al poder bajo un estado permanente de sospecha y se obligan a escrutar sus actos, cuestionar sus malas decisiones, intervenir en la vida pública de un modo activo e intenso cada día. El militante es una herencia de la vida religiosa y de la vida militar. El ciudadano es resultado de la invención de la política como esfera autónoma. Convertir a los ciudadanos en militantes significa quitar a la democracia a la vez su sentido y su fortaleza.»

Finaliza diciendo sobre el caso argentino: «Vamos a volver», gritan unos. «No vuelven más», responden los otros, alentados por sus respectivos líderes. Pero nadie se fue y nadie debe volver: todos estamos aquí, en esta casa común que nos empeñamos en seguir destruyendo, y que solo puede comenzar a reconstruirse si se cambian las reglas de un juego destructivo por otro de cooperación. Es en las crisis cuando es posible conocer la altura de los dirigentes. Los nuestros no parecen entender la gravedad del momento. Es posible que ninguno se desvíe del rumbo de colisión (1). La forma que tienen ellos de ganar es la que nos hace, a todos, perder nuevamente».

Ojalá que se logren puntos de encuentro, dado que ello nos puede evitar ir hacia un mundo peor.

(1) En la nota de Katz se hace mención al juego de la gallina y sus peligros. Desde un punto de vista positivo según este link «en la teoría de juegos, un punto focal o punto de Schelling es un equilibrio de Nash que destaca sobre los demás por razones de simetría, de optimalidad o por alguna otra característica que lo convierta en una solución del juego natural, intuitiva o relevante para los jugadores, a los cuales les hace converger en un mismo equilibrio.​ El término de punto focal fue introducido en el libro The Strategy of Conflict (1960), escrito por el economista estadounidense Thomas Schelling, ganador del premio Nobel de Economía en 2005. En un punto focal hay uno o múltiples equilibrios y nula o escasa comunicación entre los individuos, los cuales actúan con racionalidad para maximizar su objetivo». Agradezco esta última referencia a Ignacio Warnes, y también está relacionada a un intercambio de correos sobre una reflexión de Eduardo Levy Yeyati. 

 

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