Crisis y posibilidad de redefinir el estado de bienestar

A esta altura del siglo XXI podemos observar múltiples manifestaciones de crisis socioeconómica y política en muchos países, y la emergencia de liderazgos «anti-sistema» (1) y fuerzas autocráticas. Ellas apelan a sentimientos nacionalistas, xenófobos, a excederse -mediante la violencia- en el uso de la ley, y a medidas implementadas vinculadas con variedades de populismo, entre las principales.

¿Hay una «única» causa para esta situación? Seguramente no, pero si quisiéramos privilegiar una respuesta podríamos decir que se ha roto la relación entre crecimiento económico y equidad social (2) que se había presentado en el escenario de post guerra. A comienzos de los años setenta, la salida del patrón oro y los acuerdos con China (con su posterior ascenso) por parte del gobierno de Nixon, luego el primer y el segundo shock petrolero en esa década con el consiguiente reciclaje de los petrodólares y el auge de la financiarización de la economía (con un posterior hito y crisis grave de Lehman Brothers en 2008), la caída del muro de Berlín en 1989… fueron configurando un mundo muy diferente. Estos hechos (y en particular el último) fueron deteriorando el contexto en el cual operaba a nivel nacional el «estado de bienestar«, además de cuestiones de implementación como el sobredimensionamiento del estado, las dificultades para su financiamiento, la burocratización, el envejecimiento de la población y la reducción de la fuerza de trabajo (en especial industrial) en países desarrollados, un creciente individualismo y aumento de la desigualdad, cambios tecnológicos acelerados que van desplazando trabajo existente…entre los principales (3).

Lo señalado, más la cuestión de las migraciones (por guerras, miseria y hambrunas) y la economía ilegal (derivada del fraude comercial, la trata y el narcotráfico, entre las principales), han venido deteriorando la calidad de vida de sectores medios y bajos de la sociedad (así como el delito), lo que ha generado reacciones políticas como las lideradas por Trump, Bolsonaro y otros dirigentes en el mundo, así como sobre el enfoque «liberal». Frente a esto: ¿qué hacer?.

Más allá de respuestas individuales y grupales, así como culturales, que vayan en dirección a un cambio profundo, será importante fijar un «piso de reformas sistémicas» que se traduzcan en políticas, instituciones e instrumentos que vayan eliminando estas distintas causalidadesA estas reformas les daremos el nombre que conlleva la redefinición de un «nuevo estado de bienestar» a escala nacional, regional e internacional. Pregunta: ¿tiene que ver con el viejo estado de bienestar? (4) Respuesta: sólo en su espíritu o enfoque de búsqueda de un desarrollo equilibrado y equitativo. Este nuevo estado de bienestar ¿funciona ya en algún lado?: Sí, funciona, por ejemplo, en los países escandinavos o nórdicos, como Dinamarca, Noruega, Finlandia, Islandia y Suecia (5). ¿Es fácil de trasladar este modelo a otras realidades? Respuesta: No, no es fácil, y -de acordar que es un arquetipo deseable- habrá que hacerlo de manera gradual y adaptada a cada realidad. ¿Cuales son las fuerzas que lo pueden impulsar? Sectores de la sociedad, la cultura, los cultos, la política y la economía con «sensibilidad y conciencia de que así no podemos continuar y es necesario un cambio que ataque las principales causas y las vaya resolviendo». Esto debería ser tomado por la dirigencia política a nivel nacional e internacional (por ejemplo Consejo Económico y Social de la ONU y G20) para acordar las medidas a llevar a cabo, empalmadas con los Objetivos de Desarrollo Sostenible. ¿Habrá que encontrar nuevos instrumentos e instituciones que permitan una redistribución de la riqueza y disminución de la desigualdad? Sí, desde los que se implementan a nivel nacional en los países escandinavos hasta otros a nivel internacional como la tasa Tobin, terminar con los paraísos fiscales, gravar las empresas en la nube o aquellos que se consideren viables y efectivos. ¿Habrá sectores que se opongan frontalmente? Si, desde los liderazgos políticos y socioeconómicos que buscan «la solución sólo de sus países» (sin tener conciencia del componente sistémico y global) hasta el capital financiero que busque sólo la maximización de su retorno (será diferente de aquellos sectores que tengan un enfoque razonable orientado a aumentar el valor agregado, al desarrollo de la economía del conocimiento, la economía ecológica, la economía social y solidaria y la banca ética, entre otras). Con motivo de la pandemia del Covid-19, y sobre el estado post pandemia, Daron Acemoglu escribió esta interesante nota planteando la posibilidad de un «estado de bienestar 3.0».

Se necesitará de conciencia, buena voluntad, diálogo y encontrar caminos que vayan produciendo resultados satisfactorios para todas las partes involucradas. De lograrse podremos ir saliendo de un malestar creciente para ir convergiendo a un mundo mejor.

(1) En otra entrada hemos hecho referencia a este tema en una reflexión de Jorge Fontevecchia en un reportaje que le hace Carlos Pagni (ver minuto 31 en adelante de este video), donde hace referencia a la obra de Thomas Piketty («El capital del siglo XXI).

(2) un debate más general sería: capitalismo y democracia, o variedades de capitalismo, desarrollo e inclusión, entre otros. También es muy interesante esta nota de Rodolfo Rieznik.

(3) habría que agregar el efecto del cambio climático que va en aumento y a la inacción de muchos gobiernos al respecto.

(4) véase en esta nota el punto llamado “Una breve síntesis sobre la experiencia socialdemócrata”.

(5) Luego de publicada esta nota, el día 4/3/19 el Presidente Macron presentó su carta abierta denominada “Por un renacimiento europeo”. De los puntos de la misma se sugiero ver, en particular, el de “recuperar el espíritu de progreso” que conlleva un “piso” de un “nuevo estado de bienestar” para Europa. Habrá que ver si los demás países de la UE comparten esta visión y la misma se implementa.

Un Mundo Preocupante

La vida tiene riesgos, como sabemos y la frase de la imagen de la entrada nos lo recuerda. De todo tipo, dada nuestra fragilidad humana, del contexto socioeconómico, político y ambiental y, de que lo que llamamos «vida», tiene un ciclo, más allá de los enfoques trascendentales sobre la vida eterna.

¿Cual es el sentido de esta vida? Una pregunta que no tiene una sola respuesta: ¿vegetar? ¿deambular, tratando de adaptarnos lo mejor posible a un contexto cambiante? ¿buscar un mero placer sensorial,… la gloria individual y el poder… el bienestar…la felicidad? Esta última ¿es posible sin estar en armonía con nosotros mismos y con los demás? ¿cómo juega la libertad, asociada con otros valores como la justicia, la solidaridad, la fraternidad, la amistad social, y el amor en todas sus dimensiones? Sin duda, no hay una sola repuesta y la misma es personal en un proceso de aprendizaje que puede ser nulo, algo o pleno, y que en cada generación se vuelve a hacer. Esto último -a veces- aprendiendo de la historia, de los aciertos y errores, y a veces no. Por lo tanto la historia puede terminar mal (¿apocalípticamente?), regular, bien o muy bien. Depende de nuestros móviles, acciones y resultados en conjunción con los demás (podríamos decir «sistémicamente»), en un contexto donde el ser humano tiene cada vez más poder y hay una asimetría entre poder crear (lleva un proceso) y poder destruir (puede ser instantáneo). En función de esto, y dada la velocidad del cambio, es fundamental encarar esta cuestión con premura.

Hablando de historia es interesante la visión de algunos historiadores. En una entrevista que le hace Carlos Pagni, el 5/3/18, al historiador Natalio Botana (ver este video del programa Odisea) donde se centra en la Argentina, pero en un marco mundial. Sobre esto último como señala este historiador (al principio y al final -del minuto 16 en adelante-), la dimensión internacional ha tenido situaciones terribles (como la primera y segunda guerra mundial) y en cuanto a la política han habido distintas etapas. Sobre esto define la actualidad como una tercera etapa de la representación política donde hay una crisis de la democracia de partidos y lo que hoy tenemos es la democracia de candidatos improvisados. Esto es el que da miedo y es grave. También plantea la cuestión de la corrupción y como esto puede llevar a la corrupción o degeneración de la democracia. Lo relaciona con esta tercera etapa de la representación política que se ha combinado con la revolución digital y robótica, así como con un ensanchamiento de la participación individual que no tiene rumbo. Esto es lo preocupante y para salir de esta situación destaca la importancia de rescatar la virtud en la dirigencia. Botana actualiza su visión de este mundo preocupante en esta nota donde hace especial referencia a los resultados de la elección de Brasil. En esta línea también está la visión de Angela Merkel sobre el mundo actual, y una actualización del contexto global se puede visualizar en esta. A comienzos de 2020 aún no sabemos los cambios que producirá el coronavirus

Siguiendo con «lo preocupante en el mundo», podemos ampliar diciendo que tiene múltiples dimensiones que relaciona crisis económicas (o muy poco crecimiento en algunos países), creciente desigualdad, situaciones donde priva la sola maximización de la rentabilidad financiera y la codicia, situaciones derivadas de grandes migraciones y sufrimientos productos de guerras (como las de medio oriente o tribales en Africa), hambrunas, indigencia y pobreza, así como luchas de poder. Frente a esto hay distintas reacciones muy dispares: ellas van desde refugiarse en la interioridad y en pequeños grupos de amistad y afecto, pasando por negar la situación y seguir por inercia, hasta la búsqueda de novedades sociopolíticas desde las bases (rechazando la corrupción y valorizando la democracia) o por otro lado -y en sentido inverso- fortalecimiento de muy diversas autocracias (China, Rusia, Corea del Norte, Venezuela….) con muy distintos resultados. A comienzos de 2021, en esta nota se sintetizan los principales conflictos.

Junto a la pandemia del Covid-19 (y sus variantes), el avance del cambio climático y los cambios científico-tecnológicos impactan como nunca antes en la humanidad Por lo tanto, podemos reafirmar que es un momento preocupante. Pero el miedo al futuro está muy presenta como señala esta nota de Pablo Stefanoni.

¿Puede terminar muy mal? Si, es una posibilidad que -con otras características- ya se ha dado en el pasado. ¿Puede terminar bien? Si, también es una posibilidad -como se menciona en esta nota– dependiendo de cuales sean nuestras actitudes y como juguemos en la práctica nuestra energía y la libertad positiva que de ella emana, en procedimientos o acciones en lo individual o micro que nos rodea, en lo mezzo y en lo macro, que no se pueden reducir a un mero relato (a veces acompañado de una falsa mística), enunciación de derechos o maquillaje de cambio. El rol de la cultura -y más específicamente de todos quienes intervienen en el proceso educativo-, poder transformar la inteligencia en sabiduría, y el papel de la política y de la reconstitución de los partidos políticos (con plataformas debatidas técnica y democráticamente), de nuevos enfoques y prácticas en la economía y en la sociedad, así como de la formación y virtud de sus líderes (como dice Botana) serán cruciales. La perspectiva y aplicación del cuidado y la prevención frente a los distintos riesgos también.

No estamos condenados ni al fracaso ni al éxito. Depende de una conjunción de factores donde nosotros somos parte de cualquiera de los posibles escenarios. Avanzar de buena fe en una agenda detallada de las acciones que se derivan de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, llevarlo a la plataforma de los distintos partidos políticos, junto a la formación de cuadros dirigenciales y profesionales que los implementen en las distintas esferas de acción, puede ser un «piso» de buen comienzo.

No nos une el Amor sino el Espanto

En el poema “Buenos Aires”, Jorge Luis Borges menciona la frase “no nos une el amor sino el espanto”.

Muchas veces en la vida un dolor, una tragedia… nos marcan por el “espanto”.

En lo macro y socioeconómico también nos pasa, y aunque no se llegue al nivel del espanto está el “miedo”: una crisis del sistema (la del 30, la de las “hipotecas”…), el desabastecimiento por la implementación de malas políticas, el miedo a perder el trabajo, el miedo de que la empresa u organización quede fuera del mercado o “del interés de la gente”…. nos lleva a distintas conductas:

  1. Tratar de revisar nuestras conductas y procedimientos (a nivel micro y macro) para que esto no suceda: ser competentes y valorados pero no alentar la rivalidad competitiva.
  2. Agudizar la rivalidad y llevarla a niveles de paranoia (ver frase de Andy Grove, CEO de Intel: “sólo los paranoides sobreviven”) o a extremos violentos (según Thomas Malthus la guerra aparece como una “solución”),
  3. Enfermarnos y morir en silencio,
  4. Buscar un Mesías o salvador: generalmente un líder político autoritario que termina no resolviendo la cuestión de fondo a través de la violencia.

Posiblemente coincidamos (aunque sea considerada muy difícil y tal vez utópica) que la alternativa 1 es la que más nos conduce a “un mundo mejor”.