Abordaje sistémico y territorio para el cambio

En esta página web hemos intentado plantear la cuestión de lo sistémico, y sus distintas dimensiones así como su complejidad. Ahora daremos dos ejemplos, sin duda perfectibles pero exitosos de cambios concretos: uno de una ciudad que pasó de una situación muy difícil (en cuanto a narcotráfico, criminalidad y pobreza) a ser catalogada como una de las más innovadoras del mundo: la ciudad de Medellín. El urbanismo social que se encaró articulado con un plan estratégico que la convierten en la actualidad en una smart city. En otro continente encontramos a Melbourne, en Australia, que viene siendo clasificada con el más alto ranking de mejor ciudad del mundo para vivir.

El otro caso es de una zona desértica en Egipto convertida en un vergel a través de un emprendimiento de Sekem (en antiguo lenguaje egipcio: «vitalidad – vitalidad del sol»), que se puede visualizar de manera sintética en este video . Ha desarrollado agricultura biodinámica en el desierto, productos alimenticios y algodón orgánico que se industrializa en el lugar, centro de salud y educación en todos los niveles y, en general, un gran desarrollo social y cultural.

En el caso de Argentina es interesante lo mencionado por María Eugenia Estenssoro en esta nota denominada «Lluvia de inversiones en Sunchales, capital nacional del cooperativismo». En las conclusiones del artículo plantea la relevancia de “los valores humanos que guían a las personas para utilizar esa valiosa materia prima para crear prosperidad y riqueza para el conjunto de la sociedad”. A ello se pueden agregar elementos que también aparecen en el artículo como ser capacidad de liderazgo y visión (como la de Alejandro Simón –CEO de Sancor Seguros– y quienes lo acompañan), de gestión tecnológica (como la del experto Oren Greshtein) y capacidad de aprendizaje de otras experiencias exitosas (como la israelí) que incidieron en este éxito.

Haberlo hecho en “la capital nacional del cooperativismo” (golpeada en los últimos años por las dificultades y falencias de la experiencia láctea cooperativa, y cuestionado como modelo viable en un sistema capitalista) le agrega un valor adicional. Como bien se expresa en la nota “fieles al espíritu pionero de los inmigrantes piamonteses y alemanes que hace 150 años fundaron esa comunidad, pero conscientes de los desafíos del siglo 21, los ejecutivos de Sancor Seguros decidieron emular el ejemplo israelí, un país que hace 30 años producía principalmente flores y naranjas y hoy es uno de los grandes exportadores de tecnología del mundo”. Por lo tanto el rol de la/s cultura/s en los procesos de cambio, el que se puedan trasladar experiencias exitosas (no mecánicamente, y con la debidas adaptaciones y cuidados) y que puede haber una economía plural dentro de un sistema, es algo muy digno de destacar en este desarrollo territorial que lo excede ampliamente en su proyección.

Hay otras experiencias de abordaje sistémico como es el caso de los pactos territoriales. Algunas de ellas en el marco de un planeamiento estratégico y de una prospectiva que busca articular la gobernanza de las experiencias sectoriales y horizontales en el territorio, así como las principales «microexperiencias», además de todos los enfoques e iniciativas concretas que se vienen mencionando en este blog. Solo hemos querido mencionar dos -pasar del desierto o de una historia muy difícil-  que nos da una esperanza concreta de que se puede avanzar hacia un mundo mejor.

PD: Para el caso del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA) es interesante esta nota, y más en general esta exposición de Daniel Chain en un Foro Metropolitano.

Cambios por catástrofes repentinas o a fuego lento: ¿las únicas opciones?

En este blog se han desarrollado notas generales sobre el cambio, otras que lo relacionan al comportamiento ético individual, a los requisitos, a los puntos críticos, a apuntes metodológicos, a la cuestión del abordaje sistémico y el territorio, a lo dificultoso…. entre los principales. Pero unos amigos (1) me motivaron a escribir estas notas sobre la relación entre «cambio y catástrofes» que se espera sean de alguna utilidad.

Según se ha podido relevar uno de los principales teóricos de este tema ha sido el científico René Thom, que otros han tratado de trasladar a distintas aplicaciones científicas, como el caso de las ciencias sociales. Lo que aquí se intenta abordar es cómo las catástrofes pueden ser:

  • repentinas o inesperadas, como el caso del meteorito que hizo desaparecer a los dinosaurios de la faz de la tierra, y un cambio de contexto que posibilitó el desarrollo de otras especies animales, así como -muy posteriormente- la especie humana,
  • o lentas como ilustra la imagen de la entrada con la rana o sapo que se va aletargando con el cambio gradual de temperatura, y que -finalmente- lo llevará inexorablemente a la muerte. La «parábola de la rana hervida» (o «el sapo en la olla», que mostramos en la imagen de la entrada) (2) se explica en este video presentado por Al Gore, en la película «La Verdad Incómoda 2«, relacionada con el cambio climático.

Quisiéramos finalizar esta nota, aplicando este enfoque al siglo XXI y sobre la «imperiosa necesidad» de reformular la globalización y constituir un gobierno (mejor aún una «gobernanza») mundial para abordar de manera eficaz cuestiones como la economía de plataformas, la desigualdad y el cambio climático, y no caer en una carrera armamentística, entre las principales.

Las instituciones globales que surgieron luego de la segunda guerra mundial estuvieron relacionadas con líderes, como Keynes, que tuvieron «la visión» de que las sanciones que se aplicaron -luego de la Primera Guerra Mundial- a los vencidos, iban a generar lentamente (como la olla) el «caldo de cultivo» de la Segunda Guerra Mundial. Una vez finalizada esta, Keynes tuvo un rol relevante para impulsar «una nueva institucionalidad de la globalización» que buscara evitar catástrofes como las ocurridas. Esta institucionalidad, más recientemente, tuvo como emergente al actual G20, pero que – a todas luces- es seriamente insuficiente para abordar los problemas del siglo XXI y sus perspectivas futuras.

Pero los seres humanos somos criaturas muy difíciles, tozudas, por momento muy estúpidas (sumado -muchas veces- a la negación de algo angustiante, al individualismo o al egoísmo) y sólo resaltamos la historia reciente y el muy corto plazo sin poder discernir que ello nos puede conducir a situaciones de características apocalípticas (3). No se termina de visualizar la importancia de generar sociedades, economías y estados más armónicos y sustentables (en un sentido integral) para evitar estas situaciones. Si tomamos como ejemplo el caso de la política económica de Trump, «superficialmente» se puede afirmar que «funciona» (por lo tanto ¿cual es la razón para cambiar?) creando empleo (a pesar de no cuidar el medio ambiente), alentando la xenofobia y la rivalidad con distintos países. Ello termina siendo lo que predomina en términos de «poder» de corto plazo, no importando los riesgos que ello conlleva su proyección en términos de la no sustentabilidad global, ambiental y social (en especial, por el incremento de la desigualdad).

Lamentablemente «la olla sigue calentándose a fuego lento» y la sabiduría no está operando eficazmente para apagar el fuego y salir de esta situación que nos llevará a una nueva y segura catástrofe (¿la última de la especie humana?»). Ojalá que no, y que podamos emprender un cambio para mejor.

(1) Hace un tiempo Miguel Mascialino me habló de «la teoría del cambio por grandes catástrofes» y más recientemente, con los amigos Jorge Remes Lenicov y José Bekinschtein, estuvimos intercambiando ideas sobre este tema en lo económico y en el cambio climático. Agradezco mucho estos aportes.

(2) Según esta fuente: La parábola de la rana hervida. “Dadme una palanca y moveré el mundo” Arquímedes. Peter Senge, autor de “La Quinta Disciplina”, afirma que los problemas no nos vienen como causas externas, sino que somos nosotros mismos los que creamos los problemas con nuestros actos. Son causas internas las que vemos reflejadas en el exterior, del que no estamos separados en ningún caso. Esta perspectiva se adentra en un enfoque global de las relaciones, los cambios y las crisis. Somos co-creadores de la realidad en que vivimos y podemos modificarla. Senge explica la manera en que las organizaciones fracasan por su falta de perspectiva global y da un ejemplo muy evidente: “La mala adaptación a amenazas crecientes para la supervivencia aparece con tanta frecuencia en los estudios sistémicos de los fracasos empresariales que ha dado nacimiento a la parábola de la “rana hervida”. Si ponemos una rana en una olla de agua hirviendo, inmediatamente intenta salir. Pero si ponemos la rana en agua a la temperatura ambiente y no la asustamos, se queda tranquila. Cuando la temperatura se eleva de 21 a 26 grados centígrados, la rana no hace nada, e incluso parece pasarlo bien. A medida que la temperatura aumenta, la rana está cada vez más aturdida y, finalmente, no está en condiciones de salir de la olla. Aunque nada se lo impide, la rana se queda allí y hierve. ¿Por qué? Porque su aparato interno para detectar amenazas a la supervivencia está preparado para cambios repentinos en el medio ambiente, no para cambios lentos y graduales”.

Lo que está ocurriendo en las empresas y organizaciones de todo tipo es también moneda corriente en los individuos, familias y parejas. ¿Nos estamos convirtiendo en “ranas hervidas”? ¿Somos conscientes de la interconexión que subyace en todos los sistemas de que formamos parte? ¿Sabemos qué consecuencias generan nuestras decisiones y actos en nosotros mismos y en los demás a medio y largo plazo? Desde pequeños, para facilitarnos el aprendizaje, nos enseñaron a analizar y fragmentar las cosas como si el mundo estuviera compuesto por miles de compartimentos estancos sin relación alguna. Sin embargo, en momentos de cambio o crisis, al querer reunir los trozos dispersos para tener una visión general, somos incapaces de retroceder al estado unitario, porque hemos perdido la perspectiva global en el camino. Las fuerzas no están separadas ni desconectadas, sino que son causa y consecuencia entre sí. La realidad no es lineal, como nuestro pensamiento nos quiere hacer creer. Sabiendo la palanca que mueve el cambio, como dijo Arquímedes, sabremos alinear los objetivos hacia una misma dirección y podremos recobrar el equilibrio.

Este tipo de pensamiento nos transforma en aprendices de una nueva forma de abordar los problemas y los recursos. Se trata de un aprendizaje que abarca al individuo y a las organizaciones en un mundo sostenible e inteligente. En tiempos de crisis como el actual, estamos viviendo las consecuencias de un pensamiento asistémico y lineal, de modo que la “Quinta Disciplina” de Peter Senge recobra una mayor importancia y vigor. Podemos desaprender para aprender a mover la palanca que mueve el mundo hacia la sostenibilidad. La pregunta es: ¿en qué estado de ebullición nos encontramos cada uno?».

(3) Esto es compartido, desde perspectivas muy diferentes, por personas como Bruno Latour y Horacio Fazio, por un lado, y Osvaldo Baccino por el otro, entre muchos más. Lo «apocalíptico» está relacionado con el incremento exponencial del poder del ser humano y su utilización sin sabiduría. Vinculado al «futuro en crisis» es muy interesante esta nota  de Héctor M. Guyot, así como una esperanzadora reflexión de Kovadloff.

¿Cambiar el mundo es el cambio científico-tecnológico? ¿Es para mejor?

En la cultura anglosajona contemporánea -especialmente en Silicon Valley, aunque no sólo- ante cualquier avance o cambio tecnológico se utiliza la expresión «que ha cambiado -o qué he cambiado (para el autor o empresa)- el mundo«.

Sabemos que en la historia de la evolución humana hemos avanzado en el autoconocimiento, en el conocimiento del contexto que nos rodea (lo micro, lo macro, lo planetario y el universo), y, a través de prueba y error, hemos venido progresando en lo científico-tecnológico () con sus derivaciones en los distintos campos de la actividad humana. En la actualidad, este último tipo de conocimiento, se ha transformado en un elemento clave de la competitividad de las naciones (como podemos ver en el caso de la rivalidad entre EEUU y China) y por lo tanto en un instrumento de poder en línea con lo que escribió hace un tiempo Alvin Toffler en su libro «El cambio del poder».

Si hiciéramos un balance de cómo la humanidad ha utilizado el conocimiento, podríamos afirmar que lo ha hecho en poder transformar la naturaleza para poder alimentarnos y cuidarnos mejor (ser más saludables y tener mayor bienestar), protegernos de las distintas amenazas (desde las naturales hasta las de otras personas o naciones, y que ha derivado -lamentablemente- en una carrera armamentística de los países más poderosos)… pero también para usar estos conocimientos en dominar a otros y en dañar la naturaleza. Coincidiremos que esto último «no es para mejor«. Por lo tanto no hay una respuesta única a este tipo de cambio, sino que depende de nuestras actitudes o móviles, enfoques, procedimientos y prácticas (2) en determinados contextos, que darán resultados en una u otra dirección.

Hay mucha bibliografía que ha tratado de describir el proceso evolutivo. Entre las más recientes está el texto de Yuval Harari «Sapiens, de animales a dioses. También este autor se ha animado a plantear posibles escenarios futuros en su libro «Homo deus«. La ciencia ficción, y series como Star trek (entre muchas otras), han tratado de imaginar cual puede ser la vida en el universo, donde todo parece indicar que no estamos solos (3), sino que hay otras civilizaciones (muchas de ellas más avanzadas tecnológicamente que la nuestra).

Hay personas, como el astrofísico ruso Nicolái Kardashov, que -en 1964- construyó una escala (ver imagen de la entrada) que consiste en «un método para medir el grado de evolución tecnológica de una civilización. Tiene tres categorías Tipo I, II, y III, basadas en la cantidad de energía que una civilización es capaz de utilizar de su entorno. Estos tipos, que se incrementan de manera exponencial, también denotan el grado de colonización del espacio. En términos generales, una civilización de Tipo I ha logrado el dominio de los recursos de su planeta de origen, Típo II de su sistema planetario, y Tipo III de su galaxia. La civilización humana tendría actualmente un valor de 0,73 en dicha escala, con cálculos que sugieren que podríamos alcanzar el estado Tipo I en unos 100-200 años, el Tipo II en unos cuantos miles de años, y el Tipo III entre 100 000 a un millón de años» (4). Claro para llegar al estado de Tipo I tendríamos primero que evolucionar del «dominio irracional» o destructivo de los recursos del planeta a un sistema socioeconómico sustentable ambientalmente. Sino es posible que nuestro proceso evolutivo se «aborte» en un final apocalíptico.

Para que no se aborte nuestro proceso evolutivo, seguramente tendríamos que coincidir con el astrofísico Carl Sagan (5), que en un capítulo de su serie «Cosmos», se preguntaba sobre la posible existencia de extraterrestres y por el hecho de que estuvieran navegando por el universo. En el libro del mismo nombre (Ed. Planeta, Barcelona, 1985) en la página 311, afirma que “es muy probable que el solo hecho de que hayan sobrevivido tanto tiempo demuestra que han aprendido a vivir con ellos mismos y con los demás”. Sobre este tema también es interesante este video de Michio Kaku.

Si tuviéramos que preguntarnos cual es el sentido de una «carrera científico-tecnológica» podríamos dar algunas posibles respuestas como las siguientes:

  1. Tener la «primacía» es una fuente de poder muy relevante (dependiendo de «en qué» y si la sabemos utilizar bien), en particular como  ventajas económicas y/o militares.
  2. Ser reconocidos como «poderosos» (la «gloria», la «vanidad»….). Esta temática la desarrollamos, en general, en esta nota.
  3. Somos seres curiosos y, en definitiva, nómades en territorios físicos (corrientes migratorias, turismo, trabajos ocasionales…) y virtuales (más allá de grandes procesos de sedentarización) (6). Por lo tanto el «espíritu explorador» de otros mundos nos atrae, y por eso vamos hacia «la conquista del espacio».
  4. En realidad, lo anterior lo hacemos para ver si podemos evitar caídas futuras de meteoritos, extraer minerales de ellos (o de la Luna, de Marte….) o si -como expresan un grupo importante de científicos- prima el pesimismo sobre nuestro accionar en el planeta Tierra (cambio climático, lucha armamentística donde los robots sea puedan autonomizar y se conviertan en asesinos, etc.) y entonces hay que organizar pequeños contingentes humanos que puedan escapar de este futuro terrible buscando otro destino en el espacio interestelar,

entre otras.

Si «cambiar el mundo» significa sólo cambio científico-tecnológico sin un horizonte ético, sin sabiduría (7) y sin incorporar aportes como este, no tendremos un futuro perdurable ni en este planeta ni en ningún otro lugar del Universo con condiciones de desarrollar vida humana.

(1) Sobre la diversidad tecnológica o cosmotécnica véase este reportaje de Jorge Fontevecchia al ingeniero y filósofo chino Yuk Hui.

(2) Algo hemos dicho en esta nota.

(3) Si bien la mayoría de los gobiernos han negado o tergiversado información vinculadas a los ovnis, hay algunos como Inglaterra o Argentina que han desclasificado información que comprueba su existencia. Hay otros que se animan a decir que -en base al análisis de platos voladores caídos en la Tierra- se habría avanzado en descubrir la presencia en ellos de elementos físicos nuevos (como es el caso del moscovio). Esto habría posibilitado hacer ingeniería inversa para copiar estas tecnologías y otras fuentes de energía que nos permitirían hacer viajes intergalácticos (según fuentes controvertidas como las que menciona esta publicación). Con el paso del tiempo sabremos qué hay de verdad o mentira en esta cuestión. Lo que sí sabemos es que, hasta el momento, con la física y la tecnología de la que disponemos es imposible utilizarlo como combustible.

(4) La fuente mencionada expresa que «ha sido argumentado que debido a que no podemos entender a las civilizaciones avanzadas, no podemos predecir su comportamiento. Por lo tanto, la escala de Kardashov no es relevante o útil para clasificar civilizaciones extraterrestres. Este argumento puede encontrarse en el libro «Evolving the Alien: The Science of Extraterrestrial Life», del biólogo Jack Cohen y el matemático Ian Stewart».

(5) Lo comentamos en esta nota.

(6) Al respecto es interesante el libro de Michel Maffesoli, «El Nomadismo. Vagabundeos iniciáticos«, FCE, México 2008.

(7) O al menos «sin sublimar nuestra energía» que nos impida la violencia de unos contra otros. Es la pregunta que le hace Einstein a Freud (¿Por qué la guerra?), cuya respuesta se puede leer en el siguiente link, Sobre la relación entre cambio científico-tecnológico y la evolución moral es muy interesante esta nota que hipotetiza acerca de que los hermanos Christopher y Jonathan Nolan se inspiraron en el pensamiento de Joseph Ratzinger sobre la esperanza al escribir el guion de la película Interstellar. En la misma se muestran seis coincidencias conceptuales entre la película de 2014 y la carta encíclica Spe Salvi publicada en 2007 y se proveen citas textuales para ello. Las seis convergencias encontradas versan sobre los siguientes temas: el progreso científico y el progreso moral, la naturaleza social de la esperanza, la confianza, el amor como salvación, el reencuentro con los seres queridos más allá del tiempo, la victoria del bien y la eternidad.

 

Tradiciones religiosas y políticas públicas: el caso del Talmud y la educación

En esta nota de Ignacio Mazzocco (que se invita a leer completa) (1), señala que el propósito de la misma es compartir «ideas del Talmud: una fuente de conocimiento milenaria que ha puesto en práctica una serie de procedimientos aplicados a un determinado campo: la educación. Estos procedimientos – convertidos en “políticas públicas” – tienen más de 2.000 años y surgen del propio Talmud, que es la fuente legal más importante del Pueblo judío. A continuación, enumero algunas de sus reglas, que ya tienen 20 siglos:

Educación universal obligatoria. La Torá (la biblia hebrea) señala a los padres como los responsables primarios de la educación de los hijos. El Talmud establece una regla maravillosa para resolver la situación de niños y niñas huérfanos, quienes al carecer de “padres” quedarían sin “maestros”: crea la escuela pública obligatoria.

Inclusión social. En aquella época, como consecuencia de la regla talmúdica que exigía la educación universal, se crean mútiples escuelas en Jerusalem. Todas las familias se dirigían allí con sus hijos para que estos sean educados. Sin embargo, los niños vulnerables volvían a estar en problemas: ellos no tenían forma de llegar a esa ciudad. Es por eso que se crea una regla dorada: debe existir una escuela en cada ciudad. Esto resolvió el acceso a la escuela para todos los niños y niñas. Uno de los sabios del Talmud termina por institucionalizar la edad de comienzo escolar: los seis años. Hasta aquí tenemos una educación con tres atributos: pública, masiva y temprana. ¿Suena familiar?

Aprendizaje colaborativo. Otra de las reglas talmúdicas consiste en exigir que el estudio se realice en parejas (denominado javrutá, en hebreo “grupo de compañeros, amigos”). Este es el método de estudio desarrollado en todas las casas de estudios judaicos del mundo (yeshivot). Es tan eficaz este sistema, que Corea del Sur – uno de los países más avanzados del planeta – adoptó el método talmúdico en todas sus escuelas públicas. La idea detrás de esta regla es que dos alumnos siempre aprenden más si comparten y discuten los contenidos; y un alumno que domina cierto tema aprenderá más todavía si tiene la obligación de explicárselo a otro que tiene dificultades para comprenderlo. Y, por último, el alumno que no ha logrado acceder a un conocimiento podrá hacerlo más eficazmente si un par se lo explica en su mismo idioma.

Grupos reducidos. Existe otra regla que tiene 2.000 años de antigüedad, pero parece haber sido diseñada hace tan sólo seis meses, en un centro de innovación educativa ubicado en un país nórdico: el número máximo permitido por clase (por maestro) es 25 alumnos. Si hubiera 40 alumnos, es obligatorio sumar un maestro ayudante.

Preguntas estructurales. Por último, el Talmud plantea una discusión brillante, y de furiosa actualidad. Nos propone una pregunta: ¿qué ocurre si llega a una ciudad un maestro que es mejor que aquél que ya se encuentra desempeñando su tarea docente allí? Fiel a su costumbre, el Talmud plantea más preguntas que respuestas. O sea, no resuelve el interrogante. Pero nos ofrece una reflexión para alimentar el debate: la libre competencia no siempre es la mejor opción, debido a que genera inestabilidad. En este caso, un docente vivirá pendiente de la posibilidad de ser desplazado por uno mejor. Sin embargo, afirma el Talmud, justo en el caso de la educación de nuestros hijos e hijas la competencia es bienvenida porque, necesariamente, generará un “mayor caudal de saber”: los mejores maestros (más dedicados, más talentosos, más apasionados) darán a los niños una mejor educación. Miremos cuán poéticamente lo expresa el propio Talmud: “(…) los celos de los escribas aumentan la sabiduría”. En un sistema de libre competencia, son estos últimos maestros quienes terminarán desempeñado la tarea docente. Ellos serán los protagonistas. Y las futuras generaciones, los grandes beneficiarios».

Sin duda es un gran aporte de la tradición talmúdica para fundamentar buenas políticas públicas, en este caso para la educación.

(1) Un amigo especialista en el análisis de esta tradición y con una mirada crítica, señala que la visión que expresa el autor de la nota es un tanto edulcorada.

 

Apuntes de Metodologías de Abordaje para un Cambio

Sin duda uno de los problemas para abordar «lo sistémico», o de manera «integral» un fenómeno, es la complejidad que ello conlleva, en particular si queremos promover el cambio. No pretendemos resolver este tema, en especial vinculado a todas las dimensiones de un cambio profundo, pero si dar algunos apuntes vinculados a metodologías de abordaje existentes, que son complementarios a los que mencionamos en requisitos para el cambioabordaje sistémico y territorio para el cambio y al «ver, juzgar y actuar«.

Lo primera, y más elemental, es tratar de responder las siguientes preguntas:

  • qué: definir bien de «qué» estamos hablando, analizando o encarando, el contexto del cual proviene, lo que posiblemente subyace (en particular cuestiones ideológicas, a veces personales, de historias pasadas), y lo que se encuentra vigente «cómo expectativa» y podemos objetivar en la actualidad o para el futuro próximo. Es lo primero que hay que hacer. La cuestión de los distintos significados que tienen las palabras (como metáfora «la torre de Babel», mencionada en el libro del Génesis 11:1-9) debe ser abordada de entrada para poder entender y entendernos. Respecto de la cuestión de «los datos» hay que buscar la mayor objetividad posible, sabiendo que «la verdad» siempre es incompleta y con múltiples aristas (donde también juegan nuestros «sesgos cognitivos»). El «qué» pueden ser distintos tópicos a priorizar en base a lo que consideremos cuales son los «puntos críticos» o cómo jerarquizamos los problemas (por ejemplo: la pirámide de Maslow). Ello de acuerdo con nuestra cosmovisión, sistema de ideas y valores.
  • quien/es: Es fundamental tener un buen «mapa de actores», sus intereses, conflictos actuales y potenciales, visiones, expectativas. y posibilidades de acuerdo. Dentro de ellos es muy relevante detectar quienes son los decisores (o liderazgos) y quienes pueden aportar conocimientos,  saberes y competencias para los diagnósticos, elaboración de planes, programas y proyectos, y posibilidades de implementarlos.
  • cómo: De lo anterior tiene que surgir la articulación de decisores e intereses y la incorporación de conocimientos. Es importante realizar una simulación previa en base a la teoría de los juegos  y visualizar si se puede lograr «un equilibrio medio» o tratar de converger a «juegos ganador-ganador». En caso de lograrse, de allí deberían surgir unidades operativas (que articulan “el todo y la parte”), con sus distintos recursos, que nos permitan conducir a los resultados que esperamos. Esto se hace en el contexto de determinadas culturas, estructuras (instituciones) y redes, que interactúan en un sistema (con subsistemas).
  • dónde y cuándo: son las coordenadas espacio-temporales. Conlleva darle «historicidad» al tema y contextualizarlo en un territorio determinado.
  • para qué y para quien: refiere al «sentido» o «fin» que perseguimos, y por lo tanto a lograr resultados de los objetivos que nos propusimos y a quienes fueron dirigidos.
  • relación con otros «qué», «quienes» y «cómo» situados en un espacio-tiempo con diversidad de finalidades: en el penúltimo párrafo de esta nota se plantean metodologías como FODA y Pestel,  que incluyen la vinculación con el contexto y otras dimensiones.

Otra forma de abordaje es similar a cuando vamos a encarar un proyecto o un emprendimiento de cualquier tipo, que consiste en seguir la siguiente secuencia:

  • Visión (se enmarca en una cosmovisión, ideología o sistema de ideas). Es la definición de lo que una persona, organización, lugar o país quiere ser en un futuro (hacia dónde quiere llegar) con nuestros esfuerzos y acciones. Por lo tanto está relacionada con la prospectiva.
  • Misión: es la razón de ser de una persona, equipo u organización, con lo que le permite existir y lograr su sostenibilidad. Por lo tanto está relacionada con la «identidad», la «singularidad» y con el propósito general.
  • Valores: son las virtudes éticas o nuestros principios rectores para la acción.
  • Objetivos: es el fin al que se desea llegar. Pueden ser generales o específicos, en el marco de una estrategia y un plan adecuado (con programas y proyectos), a revisar periódicamente (ver último punto).
  • Metas: son la cuantificación, en el tiempo, de los objetivos.
  • Procesos (o «el cómo»): acciones paso a paso, con una organización adecuada.
  • Indicadores de procesos y de resultados: Pueden ser cuantitativos y/o cualitativos y nos permiten tratar de objetivar o medir si hemos alcanzado lo que nos hemos propuesto.
  • Evaluación continúa para introducir las mejoras o cambios necesarios para lograr los resultados esperados.

Hay otras lógicas, o metodologías como la «Reder«, que consiste primero en determinar los resultados que se quieren lograr (como parte del proceso de elaboración de una política y estrategia), luego la planificación y desarrollo de enfoques sólidamente fundamentados e integrados, el despliegue de esos enfoques de manera sistemática, y finalmente el evaluar y el revisar los mismos, para luego ver las mejoras que haya que implementar.

Son muy valiosos también el análisis FODA, (vinculado al planeamiento estratégico), el análisis Pestel (con los principales elementos de contexto -y de restricciones o condicionamientos- a tener en cuenta), así como los procedimientos que establecen normativas de calidad como las ISO o EFQM, entre otros. A veces se utilizan modelos multidimensionales para aspectos específicos (ej. la competitividad entre países).

Si bien varios de los abordajes mencionados se han implementado fundamentalmente en empresas, ongs y ciudades, pueden utilizarse también para cualquier otro tipo de organización o emprendimiento a cualquier escala como puede ser el planeamiento estratégico para un país, con las adaptaciones del caso. Seguramente el primer requisito es el de encarar un cambio cultural que reoriente nuestras actitudes y acciones en una resolución virtuosa de los conflictos pasando de relaciones de fuerza a las de armonía, equidad y -deseablemente, aunque suene utópico- de amistad social y amor, comenzando por los más frágiles y débiles. Luego vienen instrumentos -sólo a título de ejemplos- como los que se acaban de mencionar. En el contexto de un mundo volátil e incierto, una aplicación adecuada de distintas herramientas y procedimientos pueden ayudarnos a lograr una mayor eficacia en dirección a un cambio para un mundo mejor.

PD: Aquí no se abordan metodologías de formulación y análisis de políticas públicas (en google académico hay 233.000 referencias, entre las que está este texto) y esta sección.