La Desigualdad

Los seres humanos somos iguales por naturaleza y dignidad. También, cada uno, es singular y diferente: en género, en edad, en historia personal, en el contexto donde se desarrolló esa historia, en talentos o capacidades… entre otras características diferenciales.

En esta nota nos preguntaremos acerca de cuándo la diferencia se convierte en desigualdad y falta de equidad, y de allí la frase en la imagen de la entrada (1). Aquí van algunas de las posibles explicaciones con comentarios sobre medidas a adoptar:

  • según Jean-Jacques Rousseau, en su Discurso sobre el Origen y los Fundamentos de la Desigualdad de los Hombres, hace mención a la desigualdad de fuerzas y a la desigualdad surgida de la moral (hoy podríamos agregar de determinadas «pulsiones» y una razón práctica localizada a lo «útil de corto plazo»)Respecto de la moral, ve a la sociedad civil como una trampa perpetuada por los poderosos sobre los débiles, de modo que puedan conservar su poder y riqueza. Por lo tanto el origen de la desigualdad está en el poder. Relaciona esto con el lugar que cada uno ocupa en la división social del trabajo y tomar ventaja o aprovecharse (¿la codicia?, ¿la maximización de lo individual?, ¿la dificultad en compartir?) de ese lugar que cada uno ocupa en «la división del trabajo» (hoy podríamos decir dependiendo de las variedades de capitalismo y del tipo de globalización): «Mientras los hombres se limitaron a practicar diversas artes que no requerían la labor conjunta de varias manos, vivieron una vida libre, saludable, honesta y feliz. Todo esto cambió desde el momento en que un hombre empezó a necesitar la ayuda de otro y desde el momento en que a cada hombre empezó a parecerle ventajoso tener provisiones suficientes para dos”. De lo anterior se deduce que si la «raíz de la desigualdad está en las relaciones de poder» la «solución» de fondo va a pasar por canalizar nuestra energía de otro modo.
  • Quien no explica los orígenes de la desigualdad, pero sí muy bien la relación entre el progreso y la «inevitable» desigualdad (al menos hasta la actualidad), con la que va asociada, es Angus Deaton en su libro El gran escape: salud, riqueza y los orígenes de la desigualdad (Fondo de Cultura Económica 2015). Cabe destacar que la «inevitable» desigualdad, debería ser «acotada» cómo se propone hacia el final de esta nota.
  • Leonardo Gasparini explica la temática de la desigualdad en sus aspectos instrumentales en esta nota,
  • Si simplificáramos mucho el enfoque marxista, podríamos afirmar que -en la evolución de la conciencia humana- si sacamos la herramienta o «institución» de poder del explotador, que es la propiedad, socializamos las relaciones de producción (es decir el capital) y se retribuye el trabajo igualitariamente, se resuelve la desigualdad. Sabemos que la socialización se transformó -en la práctica- en estatización (con la consiguiente burocratización), y no se resolvió bien el balance entre estímulos materiales y morales (debatido al origen de la revolución cubana), emergiendo nuevamente variedades de capitalismo.
  • para el liberalismo económico la desigualdad es una cuestión natural y no sólo no es un problema, sino que genera un fenómeno de emulación hacia el arquetipo del «rico o exitoso en términos de acumulación económica» y por lo tanto es un motor poderoso de impulso y crecimiento del sistema capitalista (la evidencia empírica parece demostrarlo incluso en países como China recientemente),
  • la posición anterior tiene variantes como la de Branko Milanovic que dice que «la desigualdad es como el colesterol: hay una buena, que estimula la innovación, la competencia, etcétera, y una mala». El propone «revertir la concentración de capital, porque la participación del capital en el ingreso neto total está aumentando. Si el capital continúa estando concentrado, nuestra sociedad se vuelve automáticamente más desigual. En segundo lugar, debemos ofrecer a todas las personas las mismas oportunidades educativas de excelencia. Esto vale especialmente para Estados Unidos, pero también para otros países. Por lo tanto, el énfasis no debe estar en una mejor distribución del ingreso ya logrado, sino en garantizar a todos un punto de partida comparable. Me parece que este es el campo político futuro de la izquierda, junto con un impuesto a la herencia, aunque no sea muy popular. Tal impuesto no significa que se vayan a gravar todas las herencias, sino solo las grandes herencias de, digamos, más de un millón de euros. Esta podría ser una política sensata de izquierda: enfocarse más en el estadio anterior a la redistribución. Esta es una igualdad más sustancial que simplemente redistribuir el dinero que ya se ha ganado».
  • hay corrientes que plantean un sistema de bandas, entre un piso y un techo para la desigualdad. Volviendo a Rosseau, en “El contrato social” señala que “…el estado social será ventajoso para los hombres sólo cuando todos posean algo y ninguno tenga demasiado”, lo cual no implica igualdad absoluta entre los individuos, sino que establece como principio que “…ningún ciudadano sea lo suficientemente rico como para comprar a otro y ninguno tan pobre como para verse forzado a venderse». Esta ha sido en general la posición de la  socialdemocracia (podríamos incluir también al socialcristianismo) y experimentado, en particular, en los países nórdicos.
  • un autor reciente que ha fundamentado este tema en el sistema capitalista contemporáneo es Thomas Piketty (además de otros, como el citado Milanovic). Sintetizando su enfoque: «cuando la tasa de crecimiento de la rentabilidad del capital supera la tasa de crecimiento del producto y el ingreso, como sucedió en el siglo XIX, y parece muy probable que suceda de nuevo en el siglo XXI, el capitalismo genera desigualdades arbitrarias e insostenibles que socavan radicalmente los valores meritocráticos en los que se basan las sociedades democráticas«. Señala que «la política ideal es un impuesto progresivo sobre el capital, aplicado simultáneamente en todo el mundo, lo cual es indudablemente una utopía (pero una utopía útil)». En este sentido van las propuestas de gravar a las empresas tecnológicas que tienen sus activos «en la nube» y operan a escala global. Están quienes proponen gravar los flujos, como los financieros (tal es el caso de la tasa Tobin). También están las quince recomendaciones del Dr. Anthony Atkinson,
  • el 26/08/18 el diario La Nación publicó dos excelentes notas: una sobre las recetas exitosas que revirtieron el fenómeno de la concentración (que mencionamos en esta reflexión) y otra sobre felicidad y prosperidad.
  • la que nos hemos referido en esta entrada,

entre otras (véase, por ejemplo, el impacto de la desigualdad no sólo en los pobres sino también en los ricos).

Entonces para quienes vemos los problemas que conlleva la desigualdad, las propuestas sobre los procesos para disminuirlas o tender a resolverlas son muy variadas, además de la más arriba mencionada del diario La Nación:

  • generar un piso de oportunidades de condiciones de vida digna, y en particular con una educación de calidad, con políticas públicas adecuadas, e instrumentos como el ingreso universal, así como promoviendo nuevos tipos de trabajo y emprendimientos,
  • evitar la concentración del capital con restricciones como la defensa de la competencia y/o gravando más cuando esto se produzca,
  • gravar progresivamente el capital (stocks en general, e impuestos progresivos a la herencia y bienes personales) y flujos (ingresos personales y movimientos especulativos de capitales) que nos permitan financiar lo indicado en primer término, y posibilitando desgravar lo que vaya a inversiones que generen valor agregado (articulando generación de riqueza con distribución) hacia sectores con oportunidades de desarrollo sostenido en el tiempo y sustentable en lo medioambiental y social. Del mismo modo orientar el cambio tecnológico con políticas adecuadas («el cambio tecnológico tiene un paradigma redistributivo, ya que este resulta en fuentes de ingresos de capital. Como Atkinson mismo lo menciona, aludiendo a James Meade, esto es crucial porque “sí importa de quién son los robots”),
  • generar otro tipo de organizaciones (con otras culturas diferentes a la sola maximización del lucro) que agreguen valor tanto de empresas capitalistas que compartan el excedente así como las «no capitalistas» (de economía social, de comunión, y otras experiencias), articuladas con empresas públicas o mixtas eficientes,
  • acordar, en el marco del G20 y Naciones Unidas, otro tipo de globalización (más allá del nuevo esquema de re-equilbiro de poder que busca EEUU) no sólo para el comercio o la tecnología (en cuanto a su sentido, distribución y frutos), sino especialmente para que las medidas impositivas no sean eludidas o evadidas a paraísos fiscales o países con legislación permisiva. Si esto último ocurriera no se podría asignar la redistribución de lo recaudado a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en particular a erradicar la pobreza en el mundo, evitar las migraciones por esta causal y revertir el cambio climático. Hasta tanto se avance a escala global habrá que discernir cuales son las posibilidades y límites a escala nacional y de bloques regionales, para avanzar en esa dirección,
  • generar otro tipo de intercambios,

entre las principales. Sabemos que es un camino muy difícil (en particular a escala global), pero estos procesos serán posibles si tomamos conciencia -al menos- de cuales son las consecuencias de no hacerlo y tenemos la sensibilidad y voluntad para que se movilicen todas las fuerzas culturales, sociales y políticas que permitan implementar instituciones adecuadas -tanto a nivel nacional como internacional- dándole un rol efectivo y adecuado a los Estados en los procesos mencionados. Al mismo tiempo será fundamental dejar de lado una cultura individualista y de relaciones de poder y pasar a vínculos articulados con móviles más empáticos, altruistas y solidarios, sin los cuales las instituciones no se sostienen (o se transforman en una «cáscara vacía» o en «un como sí»). Seguramente ello contribuirá a que las diferencias y singularidades no se transformen en desigualdades y sufrimiento, y podamos converger a «un compartir» de un mundo mejor y sustentable.

(1) En esta misma dirección va una frase de Freud en su obra publicada en 1927, denominada «El Porvenir de una Ilusión». Allí, entre otros conceptos expresa: “No hace falta decir que una cultura que deja insatisfecho a un núcleo tan considerable de sus partícipes y les incita a la rebelión no puede durar mucho tiempo, ni tampoco lo merece”. En la edición de este libro por parte de Rueda está en la pagina 16, tomo XIV, y en la de Editorial Amorrortu en la página 12, tomo XXI (agradezco a César Merea la referencia).

 

Ser Competentes y No Competitivos

Cada uno de nosotros es singular y ello nos hace diferentes. Esto conlleva a que tenemos distintos talentos, desde los innatos hasta los que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra vida. También significa que tenemos fortalezas y debilidades, y por lo tanto y tenemos límites. Lo ideal es que los demás nos ayuden constructivamente a poder visualizar lo anterior y nosotros podamos estar abiertos a aprender lo que nos señalan.

Nuestros vínculos y relaciones pueden ser de distintos tipos. Uno de ellos es ser rivales los unos de los otros. En el relato bíblico, es el segundo hecho dramático que aparece en el Génesis. El primero es querer ocupar el lugar de Dios (no cumpliendo un mandato) y ser expulsados del paraíso terrenal. El segundo es un fratricidio. En el capítulo 4 del libro mencionado se señala que Adán y Eva tuvieron dos hijos: el primogénito Cain (que va a ser sedentario y se va a dedicar a la agricultura) y el segundo Abel  (que va a ser nómade y se dedicará al pastoreo). Según el relato, a Dios le cayó mejor la ofrenda o sacrificio de Abel. Frente a esto Caín «enloqueció de celos y mató a su hermano». También se puede interpretar que, además de competir por el amor y preferencias del Creador, rivalizaban por el territorio o por «el recurso tierra»  (tal vez las ovejas de Abel invadían el terreno cultivado de Caín). Esta cuestión de competir debido a la rivalidad por los recursos -además de por ser amados- continúa hasta hoy bajo distintas modalidades.

Tal vez el autor contemporáneo que mejor ha analizado la cuestión de la competitividad es Michael Porter. El ha desarrollado un enfoque denominado el rombo de Porter o modelo de las cinco fuerzas, donde una de las fuerzas es «la rivalidad» de las empresas y de las naciones (y podríamos decir de los grupos humanos) como motor de la competencia socioeconómica.

Sin duda esto que menciona Porter es una «realidad».  Las razones pueden ser muy diversas comenzando porque si no compito exitosamente en el mercado, quedo marginado o fuera de él (termina mi existencia como emprendedor o empresa, o fracaso económicamente como Nación). Por lo tanto la lucha por la supervivencia (en términos darwinianos) nos mueve a «competir». Aquí subyace «el miedo» (a «la muerte o al fracaso«) como un gran motor de la competencia.

En términos individuales también esto juega, en particular, cuando los lugares o recursos son escasos y están relacionados con nuestra supervivencia. Seguramente hay otros factores que nos llevan a competir: narcisismo, baja autoestima, necesidad de hacer algo diferente o espectacular a fin de demostrar que existo y soy «visible, valioso, diferente….», entre otros elementos.

Hay otro término que es «ser competentes». Siguiendo con los ejemplos bíblicos, en este caso del Nuevo Testamento, se destaca la parábola de los talentos donde se hace referencia a la importancia de que cada uno de nosotros dé lo mejor de sí mismo. Esto, junto al amor hacia todas las dimensiones, será «la medida del éxito» de nuestro paso por la vida, según el cristianismo.

No es fácil, en el mundo actual, pasar de ser competitivos a competentes. Sin embargo distintos autores han puesto de relevancia que para competir exitosamente hay que cooperaral interior de la empresa (saber trabajar en equipo), entre empresas y al interior de un lugar o nación. En este sentido están los enfoques de «coopetencia» y de «competitividad sistémica«. También el rol del juego y competencias -por ejemplo- en el deporte o en expresiones culturales son muy importantes como «forma de sublimación» y «desdramatización» de la rivalidad. Habría que agregar que pasar de juegos competitivos a juegos cooperativos será relevante en el campo educativo a fin de construir otro tipo de vínculos y la paz entre los seres humanos.

Retomando la imagen de la entrada destacamos sus rasgos muy innovadores y de competencia de Jobs, pero -tal vez y de acuerdo a sus biografías- por razones de origen, carácter y contexto económico capitalista global también fue muy competitivo. De todo ello qusiéramos rescatar sus primeras características y su frase como aquello que nos puede conducir a un mundo mejor.

PD: Entre los aspectos que está relacionada esta temática es la del mérito y su generalización en el enfoque de la «meritocracia». Acerca de la dimensión polisémica e implicancias sociopolíticas de este término se puede ver este artículo (también e interesante esta nota, vinculándola con la equidad). Respecto de la dificultad de articular competencias (o méritos) y criterios de inclusión vinculados a afectos (extensibles a «afinidad personal» y «lealtades políticas») es muy interesante esta opinión de Orson Welles sobre lo complejo y contradictorio (agradezco a Elias su aporte). Claro, una cosa es incorporar actores «amigos» con un Director como Orson Welles (que puede mitigar defectos y errores de actuación) y otra cosa es incorporar -con el sólo criterio de la amistad- a profesionales en disciplinas como la cirugía, los anestesistas… Un amigo belga me decía que los concursos para ingresos de profesionales en el Estado de su país (en los años ochenta), se regían por la «regla escrita» de demostrar su competencia en la temática que se iba a seleccionar, a la que «agregaban» la «regla no escrita» de que a «similares competencias» miembros del jurado -muchas veces- optaban por la adhesión a un partido político de gobierno (o del Parlamento) o a amistades (es decir, los criterios de afinidad y lealtad). Me parece que, tal vez, puede ser más realista y una buena síntesis.