¿La Vida Importa?

En el festival internacional de cine independiente de Buenos Aires, denominado BAFICI, del año 2018 se estrenaron muchas películas. Una de ellas es la película argentina «Mekong – Paraná. Los últimos laosianos«. En ella se muestra como llegaron refugiados laosianos, escapando de la guerra de Vietnam, a Argentina y como ha venido siendo su vida.

En una escena de la misma uno de los protagonistas muestra un tatuaje en su brazo. Al explicar su significado expresa que literalmente quiere decir: «la vida no importa«. La razón por la cual el gobierno de Vietnam en esa época hacía estos tatuajes era porque «si la vida importaba, nadie iba a querer ir al frente de batalla».

Para que la vida importe tiene que tener un sentido que valga la pena. Las personas que viven en situaciones angustiosas como las que venimos de mencionar, las que no visualizan ninguna posibilidad de tener un lugar en la sociedad, de ser valoradas, de qué «están jugadas» por la droga o la maraña de la marginalidad y la violencia, que se consideran sólo un objeto mercantil o una mera pieza en un tablero de ajedrez del poder, entre otras, llegan a esta lamentable conclusión. Esto no sólo les concierne a ellos, sino también al medio que los rodea que también sufre el impacto de la violencia y del sin sentido de esos seres humanos.

La bella frase de la entrada de Abraham Lincoln nos remite a una vida de calidad, es decir a que nos sintamos felices. Para ello tenemos que estar en un entorno medioambiental y vínculos personales que nos lo posibilite. Su construcción depende de cada uno de nosotros, en lo micro y en lo macro (la sociedad, la economía y la política, así como las distintas expresiones culturales vinculadas con lo sapiencial). La construcción conjunta de un sentido del compartir, de justicia, de fraternidad y de amistad social nos puede llevar a un mundo mejor.

 

Un Mundo Preocupante

La vida tiene riesgos, como sabemos y la frase de la imagen de la entrada nos lo recuerda. De todo tipo, dada nuestra fragilidad humana, del contexto socioeconómico, político y ambiental y, de que lo que llamamos «vida», tiene un ciclo, más allá de los enfoques trascendentales sobre la vida eterna.

¿Cual es el sentido de esta vida? Una pregunta que no tiene una sola respuesta: ¿vegetar? ¿deambular, tratando de adaptarnos lo mejor posible a un contexto cambiante? ¿buscar un mero placer sensorial,… la gloria individual y el poder… el bienestar…la felicidad? Esta última ¿es posible sin estar en armonía con nosotros mismos y con los demás? ¿cómo juega la libertad, asociada con otros valores como la justicia, la solidaridad, la fraternidad, la amistad social, y el amor en todas sus dimensiones? Sin duda, no hay una sola repuesta y la misma es personal en un proceso de aprendizaje que puede ser nulo, algo o pleno, y que en cada generación se vuelve a hacer. Esto último -a veces- aprendiendo de la historia, de los aciertos y errores, y a veces no. Por lo tanto la historia puede terminar mal (¿apocalípticamente?), regular, bien o muy bien. Depende de nuestros móviles, acciones y resultados en conjunción con los demás (podríamos decir «sistémicamente»), en un contexto donde el ser humano tiene cada vez más poder y hay una asimetría entre poder crear (lleva un proceso) y poder destruir (puede ser instantáneo). En función de esto, y dada la velocidad del cambio, es fundamental encarar esta cuestión con premura.

Hablando de historia es interesante la visión de algunos historiadores. En una entrevista que le hace Carlos Pagni, el 5/3/18, al historiador Natalio Botana (ver este video del programa Odisea) donde se centra en la Argentina, pero en un marco mundial. Sobre esto último como señala este historiador (al principio y al final -del minuto 16 en adelante-), la dimensión internacional ha tenido situaciones terribles (como la primera y segunda guerra mundial) y en cuanto a la política han habido distintas etapas. Sobre esto define la actualidad como una tercera etapa de la representación política donde hay una crisis de la democracia de partidos y lo que hoy tenemos es la democracia de candidatos improvisados. Esto es el que da miedo y es grave. También plantea la cuestión de la corrupción y como esto puede llevar a la corrupción o degeneración de la democracia. Lo relaciona con esta tercera etapa de la representación política que se ha combinado con la revolución digital y robótica, así como con un ensanchamiento de la participación individual que no tiene rumbo. Esto es lo preocupante y para salir de esta situación destaca la importancia de rescatar la virtud en la dirigencia. Botana actualiza su visión de este mundo preocupante en esta nota donde hace especial referencia a los resultados de la elección de Brasil. En esta línea también está la visión de Angela Merkel sobre el mundo actual, y una actualización del contexto global se puede visualizar en esta. A comienzos de 2020 aún no sabemos los cambios que producirá el coronavirus

Siguiendo con «lo preocupante en el mundo», podemos ampliar diciendo que tiene múltiples dimensiones que relaciona crisis económicas (o muy poco crecimiento en algunos países), creciente desigualdad, situaciones donde priva la sola maximización de la rentabilidad financiera y la codicia, situaciones derivadas de grandes migraciones y sufrimientos productos de guerras (como las de medio oriente o tribales en Africa), hambrunas, indigencia y pobreza, así como luchas de poder. Frente a esto hay distintas reacciones muy dispares: ellas van desde refugiarse en la interioridad y en pequeños grupos de amistad y afecto, pasando por negar la situación y seguir por inercia, hasta la búsqueda de novedades sociopolíticas desde las bases (rechazando la corrupción y valorizando la democracia) o por otro lado -y en sentido inverso- fortalecimiento de muy diversas autocracias (China, Rusia, Corea del Norte, Venezuela….) con muy distintos resultados. A comienzos de 2021, en esta nota se sintetizan los principales conflictos.

Junto a la pandemia del Covid-19 (y sus variantes), el avance del cambio climático y los cambios científico-tecnológicos impactan como nunca antes en la humanidad Por lo tanto, podemos reafirmar que es un momento preocupante. Pero el miedo al futuro está muy presenta como señala esta nota de Pablo Stefanoni.

¿Puede terminar muy mal? Si, es una posibilidad que -con otras características- ya se ha dado en el pasado. ¿Puede terminar bien? Si, también es una posibilidad -como se menciona en esta nota– dependiendo de cuales sean nuestras actitudes y como juguemos en la práctica nuestra energía y la libertad positiva que de ella emana, en procedimientos o acciones en lo individual o micro que nos rodea, en lo mezzo y en lo macro, que no se pueden reducir a un mero relato (a veces acompañado de una falsa mística), enunciación de derechos o maquillaje de cambio. El rol de la cultura -y más específicamente de todos quienes intervienen en el proceso educativo-, poder transformar la inteligencia en sabiduría, y el papel de la política y de la reconstitución de los partidos políticos (con plataformas debatidas técnica y democráticamente), de nuevos enfoques y prácticas en la economía y en la sociedad, así como de la formación y virtud de sus líderes (como dice Botana) serán cruciales. La perspectiva y aplicación del cuidado y la prevención frente a los distintos riesgos también.

No estamos condenados ni al fracaso ni al éxito. Depende de una conjunción de factores donde nosotros somos parte de cualquiera de los posibles escenarios. Avanzar de buena fe en una agenda detallada de las acciones que se derivan de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, llevarlo a la plataforma de los distintos partidos políticos, junto a la formación de cuadros dirigenciales y profesionales que los implementen en las distintas esferas de acción, puede ser un «piso» de buen comienzo.

Mística, Política y Discernimiento

La etimología de la palabra mística, proviene del verbo griego myein, «encerrar», de donde mystikós, «cerrado, arcano o misterioso» y está asociado -en las distintas religiones- a la unión del alma humana con lo sagrado o con la perfección. Sin embargo este concepto también abarca una mística pagana, no religiosa o no filosófica, o asociada a «religiones civiles» o «políticas».

Relacionado con estas últimas se hace referencia, por ejemplo, a la mística que tiene una persona «militante» de una causa nacional (o de la Patria), revolucionaria o que se identifica con un arquetipo o líder como Bolivar, Chavez, Fidel, Perón o Néstor Kirchner (en el caso argentino), por citar sólo algunos casos. La mística da fuerzas, pero -en general- puede absolutizar el fin (justificando a todo medio válido para alcanzarlo) y transforma ideales en idealización. Esto último invalida poder razonar o discernir sobre los fenómenos reales dado que estos aparecen con un «sesgo cognitivo» o prejuicio que viene teñido por lo que representa el arquetipo o con algo -en la práctica- «sagrado» con quien se identifica el militante.

Todo esto generalmente viene asociado al «fanatismo» que se lo ha definido como una «pasión exagerada, desmedida, irracional y tenaz» y enemigo de la libertad (en particular de los demás). Carl Jung dice que «el fanatismo es la sobrecompensación de la duda» con el peligro -al decir de Diderot- que «del fanatismo a la barbarie solo media un paso». La capacidad de discernimiento es clave para evitar estas situaciones, así como la capacidad de diálogo.

Seguramente todos necesitamos «trascender» lo material, y la mística, lo espiritual, lo poético…  juegan un rol muy importante en  el sentido de nuestras vidas. Pero no es bueno trasladar lo sagrado a lo profano, mundano e imperfecto (por más valioso que sea), o confundir ideales con idealización, y menos aún transformarlo en algo fanático. No nos lleva a un mundo mejor.