Acerca de «HOMO DEUS»

La lectura de una nota en una revista me llevó a comprar y leer el libro “Homo Deus. Breve historia del mañana (Ed. Debate, 2016) de Yuval Noah Harari (que se muestra en la imagen de la entrada). Este libro, avanza hacia el futuro vinculado con un “best seller” anterior del autor denominado “De animales a dioses” (hicimos una reflexión sobre una parte del mismo).

Es un texto extenso (490 páginas) del que desearía comentar solamente la última parte. En el Capítulo 9 (“la gran desconexión”) señala que en el siglo XXI, con motivo de los cambios científicos-tecnológicos, pueden ocurrir tres fenómenos:

  1. Los humanos perderán su utilidad económica y militar, de ahí que el sistema económico y político deje de atribuirles mucho valor.
  2. El sistema seguirá encontrando valor en los humanos colectivamente, pero no en los individuos.
  3. El sistema seguirá encontrando valor en algunos individuos, pero estos serán una nueva élite de superhumanos mejorados y no la masa de la población.

En el Capítulo 10 (“el océano de la conciencia”) plantea la emergencia de nuevas religiones de lugares como Silicon Valley. Al respecto afirma que es “allí donde gurúes de la alta tecnología están elaborando para nosotros religiones valientes y nuevas que poco tienen que ver con Dios y todo que ver con la tecnología. Prometen todas las recompensas antiguas (felicidad, paz, prosperidad e incluso vida eterna), pero aquí, en la Tierra, y con la ayuda de la tecnología, en lugar después de la muerte y con la ayuda de seres celestiales”.

Continúa diciendo que “estas nuevas tecnorreligiones pueden dividirse en dos clases principales: tecnohumanismo y religión de los datos. La religión de los datos afirma que los humanos ya han completado su tarea cósmica y que ahora deberían pasar el relevo a tipos de entidades completamente nuevos. Abordaremos los sueños y las pesadillas de la religión de los datos en el siguiente capítulo. Este lo dedicaremos al credo más conservador del tecnohumanismo, que sigue viendo a los humanos como la cúspide de la creación y se aferra a muchos valores humanistas tradicionales. El tecnohumanismo conviene en que el Homo sapiens, tal como lo conocemos, ya ha terminado su recorrido histórico y ya no será relevante en el futuro, pero concluye que, por ello, debemos utilizar la tecnología para crear Homo Deus, un modelo humano muy superior. Homo Deus conservará algunos rasgos humanos esenciales, pero también gozará de capacidades físicas y mentales mejoradas que le permitirán seguir siendo autónomo incluso frente a los algoritmos no conscientes más sofisticados. Puesto que la inteligencia se está escindiendo de la conciencia y se está desarrollando a una velocidad de vértigo, los humanos deben mejorar activamente su mente si quieren seguir en la partida.”

Para terminar con las referencias diremos –a modo de síntesis- que el dataismo, en perspectiva, consiste en que los algoritmos electrónicos más sofisticados (IA) se fusionan con los algoritmos bioquímicos (los humanos), los superan y toman el dominio. En ese contexto los humanos pasaremos a ser tratados por ellos como nosotros tratamos hoy a los animales. También otra posibilidad (que el libro no plantea) es considerar que nos exterminen (la ciencia ficción, como la saga de “Terminator”, es ilustrativa al respecto).

Al respecto podemos preguntarnos: estos escenarios son improbables? En base a las argumentaciones del autor podríamos decir que no son improbables. En esta dirección va la afirmación de más de 1000 científicos y tecnólogos, así como de Elon Musk el CEO de Tesla y SpaceX y este pionero de la IA.

Otra pregunta que pudiéramos formularnos es: qué podemos hacer al respecto? Sin duda una de las primeras cosas que pudiéramos hacer es establecer una Convención Internacional, acompañada de leyes nacionales, que permitan aplicar a los fabricantes de robots que puedan tomar decisiones autónomas las tres leyes de la robótica de Isaac Asimov, que surgen por primera vez en el relato “Círculo vicioso” (Runaround, de 1942), que establecen lo siguiente:

  1. Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
  2. Un robot debe hacer o realizar las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
  3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.

El “no matarás, no harás daño” a un ser humano, sería el “piso” mínimo de consenso a construir entre todas las naciones. Pero, para ello, habría que ver en qué dirección o sentido se resuelve la cuestión de la «voluntad de poder” de nosotros los humanos planteada por Nietzche. Si va más allá de voluntad de superación o mejoramiento individual y ello conlleva dominar a otros, la inteligencia artificial se pondrá al servicio del dominio (tanto humano como autonomizándose de nosotros).

En relación con lo que se viene de mencionar, está la afirmación que hizo Julián Assange en un reportaje de Fontevechia  donde afirma: “La historia de Silicon Valley se remonta a la Segunda Guerra Mundial. Durante la Segunda Guerra Mundial hubo un esfuerzo enorme de investigación con el fin de desactivar los sistemas de radares que las fuerzas armadas alemanas habían instalado en Alemania y Francia. Se trataba de una red de radares muy compleja y sofisticada que detectaba y destruía bombarderos estadounidenses y británicos. En la costa oeste, donde se encuentra Stanford, algunos ingenieros y académicos ingresaron al sistema de investigación militar secreta y fueron ampliamente subsidiados por el sistema de financiación del gobierno de los Estados Unidos y luego instados a fundar pequeñas empresas que produjeran componentes de misiles, y así trabajar como contratistas militares para la Agencia de Seguridad Nacional. Este fue el nacimiento de Silicon Valley y también el nacimiento del capital de riesgo. Silicon Valley, y Stanford, su núcleo. Se ha utilizado a Stanford desde la Segunda Guerra Mundial como una fuente de tecnología para el complejo de guerra de los Estados Unidos, por eso es habitual que los proyectos de tecnología de Stanford y muchas otras universidades estadounidenses estén subsidiados por la Agencia de Investigación Avanzada de Defensa”. En esta misma dirección va la nota de David E. Sanger y William J. Broad que aparece el 15/07/2017 en la versión español del New York Times en el diario Clarín de Argentina,  acerca de empresas como Capella Space en el Silicon Valley.

Si lo anterior continúa en esa dirección, y otras naciones lo están aplicando en la actualidad o lo harán más adelante, la ley de Asimov no se implementará y nuestro futuro no se diferenciará mucho de la saga de Terminator.

De los dos escenarios que plantea Harari, si se diera el de tecnohumanismo y en el caso de ser optimistas, debería predominar una cultura a favor de la vida y del cuidado, democratizando los avances tecnológicos (que no queden en una élite) comenzando por los más débiles o necesitados (en particular en cuanto a limitaciones físicas y socioeconómicas). Ello debería posibilitar avanzar en regulaciones, políticas y acciones adecuadas para que la inteligencia artificial esté a nuestro servicio, y de una vida plena que nos permita a toda la humanidad ser más felices.

PD: En línea con lo que aquí se comenta es interesante el último libro de Amy Webb, también esta entrevista en CNN así como esta entrevista con Santiago Bilinkis, o esta nota. Cabe destacar que también sería loable avanzar en iniciativas como esta.

Para Qué y Para Quién

Este documento tiene que ver con el “para qué y para quien”?, es decir, con la cuestión del “sentido” en los sistemas. Un primer punto de vista puede ser que el sentido de la vida tiene que ver con nuestras creencias, y por lo tanto con algo diferente a lo abordado por la ciencia.

Sin embargo hay enfoques vinculados con los sistemas (que expresan interrelaciones de la vida humana en un contexto medio ambiental) que abordan esta cuestión. A grandes trazos:

  • En el caso del marxismo el comunitarismo primitivo (el origen de la organización social de la humanidad) volverá -al final de la historia- plenificado a través del desarrollo de las fuerzas productivas (la ciencia y la técnica en su máximo desarrollo al servicio del hombre) y del desarrollo de la conciencia a través de la praxis del socialismo que nos conducirá al comunismo.
  • En el caso del enfoque de la economía clásica no hay un “paraíso original” (más bien es caracterizado como “primitivamente salvaje”) pero si hay un progreso creciente –a través del libre mercado en un cuadro institucional adecuado- que nos llevará a la abundancia y a la riqueza (vinculado con el desarrollo de la ciencia y la tecnología) al final de la historia.
  •  Para otros autores, como Francis Fukuyama, han planteado –en algún momento- que el capitalismo (y lo socio-político vinculado con este sistema) es el “fin de la historia”. Las alternativas (véase luego de la caída del muro de Berlín) han fracasado. Por lo tanto “es lo que hay” y no podemos aspirar a nada mejor.
  • En la Introducción de esta página hemos visto que hay autores, como Kenneth Boulding, que en el marco de la teoría general de los sistemas, plantean posibilidades de una evolución hacia escenarios mayores como el que denomina “trascendental”.

Si el planteo es que el sistema nos dé un marco adecuado desde lo macro o contextual “hacia un mundo mejor”, tendremos que discernir, de estos y otros enfoques, cuales nos puedan ayudar en esa dirección.

El planteo de los clásicos sobre el capitalismo, y en términos de lo señalado por Francis Fukuyama, para algunos será “realista” y para otros “pesimista”. En la entrada de esta página web donde se plantea “el cómo”, se ha visto que, si bien el capitalismo ha tenido logros notables en cuanto a progreso material, los costos (en términos de  exclusiones e inclusiones no satisfactorias de muchas vidas humanas y de medio ambiente) son –en particular para algunas variedades de este sistema- inaceptables para quienes deseamos alcanzar un “mundo mejor”.

El sendero entre el comunitarismo original y el comunismo final, a través de sus variantes “revolucionaria” (en particular marxista leninista) y “social democrática” (o gradualismo reformista), requiere un análisis más pormenorizado (que no haremos aquí) donde –según las distintas variedades y experiencias históricas- ha tenido notables aportes hacia un mundo mejor y también notables horrores en dirección contraria.

Quedan entonces planteos muy sugerentes como el de Boulding (y otros), referidos a que hay una evolución en un contexto mucho mayor en que creencias religiosas, enfoques holísticos y de la física cuántica van en esa dirección. Si bien el que redacta este blog coincide con estos enfoques, como hemos señalado en la página “a quien va dirigida esta página” (en el párrafo sobre el enfoque de la posmodernidad), el criterio que se adopta aquí es que las “partes de ese todo” tienen “grados de libertad” y por lo tanto dependerá del sentido que le demos a nuestros móviles y procesos para alcanzar o no resultados de un mundo mejor. En este marco será posible la construcción de un postcapitalismo?

No quisiera terminar esta página del blog sin plantear tres temas relacionados. El primero de ellos es el reciente enfoque sobre la “economía de la felicidad”.

Como señala Victoria Giarrizzo (2012 Economía y Felicidad, Existe vínculo?, FCE-UBA), si bien el concepto tiene una larga historia, uno de los primeros trabajos empíricos sobre la relación entre economía y felicidad fue Easterling (véase Easterlin, R.A. (1974). “Does Economic Growth improve the human lot?. Some empirical evidence”. En P.A David y M.W.Rider (eds) Nations and Households in Economic Growth: Essays in Honor of Moses Abramovvitz. New York and London: Academic Press, y Easterlin, R.A. (1995). “Will Raising the Incomes of all Increase the Happiness of all?” Journal of Economic Behavior and Organization 27: 35-48).

También son muy valiosos los aportes de Marita Carballo (2015, La Felicidad de las Naciones, Editorial Sudamericana), N. Powdthavee (2007 Economics of happiness: A review of literature and applications”, Chulalongkorn, Journal of Economics, 19 (1)) citado por Martín Tetaz (2014 Psychonomics, La Economía está en tu mente, Ediciones B), los trabajos y blog de Sebastián Campanario, entre otros.

En base a lo expuesto el concepto de felicidad que utilizaremos en esta página, parte del concepto aristotélico de que la felicidad consiste en hacer el bien. Al respecto nos remitimos a lo mencionado por Marita Carballo (en la obra que venimos de referenciar) citando a M. Seligman (2003, La auténtica felicidad, Vergara, y 2011, Flourish, Nueva York, Free Press)) donde expresa, en la página 68, que este autor “se concentra básicamente en la satisfacción con la vida y la vida en un sentido más bien aristotélico, es decir asumiendo que todo lo que hacemos apunta a ser felices”. Luego Carballo, en la página 69, indica como Seligman pasa al concepto de bienestar (“well being”) que se compone de “cinco elementos: emoción positiva (sentirse bien), compromiso (estar completamente absorbido por su actividad), relaciones (estar auténticamente conectado con los demás), sentido (propósito) y logro (sensación de plenitud por haber alcanzado algo). Para fluir un individuo tiene que poseer esas cinco características, y por lo menos tres de los seis elementos adicionales: optimismo, autoestima, resiliencia, vitalidad y autodeterminación”. En esta página intentamos retomar la cuestión de hacer el bien de Aristóteles y del “sentido” vinculándolo con el bienestar y la felicidad donde están involucrados los elementos mencionados.

El segundo tema tiene que ver sobre el aspecto de si en el camino a este mundo mejor (en caso de que lo compartamos) hay prioridades o no. El criterio que aquí se adopta (vinculado a criterios como equidad, justicia, solidaridad, compasión…) es que la atención de las personas más vulnerables y frágiles -en particular en situación de pobreza– y el medio ambiente más dañado deben tener prioridad.

Al respecto se consideran relevantes los enfoques, y en particular las acciones concretas, vinculadas con el desarrollo, en especial el desarrollo humano (para los conceptos básicos véanse links de Naciones Unidas), el logro de los Objetivos del Milenio planteados por esta organización y su continuidad con los objetivos de desarrollo sostenible. Los medios e instrumentos para llevar adelante el desarrollo requerirán de un adecuado análisis e implementación evitando “atajos” (por ejemplo subordinando el mediano y largo plazo al corto plazo en lo que se ha denominado “populismo”). Si bien las crisis del sistema económico mundial y las reacciones “regresivas” no sólo no colaboran sino que, muchas veces, van en dirección contraria a estos planteos y acciones, será fundamental re-impulsar estas iniciativas –tanto en lo social como en lo público-estatal- a nivel concreto y de detalle en lo local, nacional, regional e internacional para ir hacia un mundo mejor atendiendo las situaciones más extremas y graves.

El tercer tema es la “aceleración del cambio científico-tecnológico” y las implicancias que ello tiene. En la Introducción habíamos comentado la característica de “aceleración” y de creciente asimetría entre destrucción y creación/cuidado que va teniendo el poder humano. Esto último es lo que nos advierten referentes mundiales desde el Papa Francisco hasta científicos como el caso de Stephen Hawking. En entrevistas y notas de este último se plantean algunas posibles escenarios pesimistas sobre la continuidad de la vida humana en la Tierra.

Aunque alguno de estos escenarios no se dé (sin duda dependerá de nosotros), hay cambios tecnológicos como las impresoras 3D y la posibilidad de que pasemos a ser –en términos de Alvin Toffler– “prosumidores” (prácticamente “de todo”) nos enfrenta a lo que podríamos denominar un “Nuevo Neolítico” o un salto civilizatorio que excede el de una nueva revolución industrial. Al respecto el interesante texto “Pasaje al Futuro” de Santiago Bilinkis nos plantea los desafíos de la redefinición de lo que denominamos trabajo y su «compartir» (entre los que tienen y no tienen), ingresos (del salario al ingreso ciudadano), ocio y educación, entre los principales.

Sino nos preparamos adecuadamente y desde hoy, para que esto nos lleve a “un mundo mejor” seguramente será “muy doloroso y peor”, y en un extremo nos conducirá al destino que tuvieron los dinosauros en la Tierra.

Ciencia y Valores

TRES REFERENCIAS Y UN COMENTARIO

PRIMERA:La ciencia no se confunde, cierto, con la política o la moral; sin embargo las propias ciencias humanas tienen finalidades ligadas con los valores y estos pueden ser aceptables o inaceptables para nosotros”. Mencionado por Tzvetan Todorov, en la Conferencia magistral dictada en la Cátedra Latinomericana Julio Cortázar de la Universidad de Guadalajara (extraído de este sitio).

SEGUNDA: El sociobiólogo E.O. Wilson escribió no hace mucho en Conscience; No hay problema más urgente que aproximar la cultura científica y la cultura humanística. Será el siglo veintiuno el siglo de esta reconciliación?…” Texto extractado de la página 171 del libro de Arnaud Spire, “El pensamiento de Prigogine”, Ed. Andrés Bello, Chile, 2000

TERCERA: “Nicholás Rescher en su libro Razón y valores en la Era científico-tecnológica, después de analizar ampliamente toda la problemática del valor, y de mostrar que el valor no es sólo una cuestión subjetiva, sino también objetiva, explica que los valores en la ciencia tienen que ver fundamentalmente con:

Los objetivos de la ciencia: los cometidos de la investigación científica siempre tienen que ver con valoraciones, por ejemplo, el tema de una investigación es elegido por sujetos individuales o por grupos, pero dicha elección se hace siempre dando preferencia a unos temas sobre otros y teniendo en cuenta la inversión en tiempo, esfuerzos y recursos. La conducta misma del investigador está vinculada con valores tales como la veracidad, la precisión, la objetividad. De igual manera sucede con la descripción efectiva, la predicción, el control y dominio de la naturaleza que se traduce en tecnología.

Valores de la ciencia en cuanto a teoría. Ciertos factores de valor constituyen los desiderata de las teorías científicas, en los cuales se incluyen los factores de coherencia, consistencia, generalidad, comprensibilidad, simplicidad, exactitud, precisión y otros. Aquí se encuentran también los valores incluidos en la gestión del riesgo cognitivo, en especial los standars de prueba y rigor en las consideraciones que sirven para determinar, cuántas pruebas empíricas se requieren para justificare la aceptabilidad de ciertas afirmaciones científicas.

Valores de la ciencia en cuanto proceso de producción: valores inherentes a los trabajadores científicos, es decir a los actores mismos, tales como perseverancia y persistencia, veracidad, honradez intelectual, cuidado del detalle, pasión por la búsqueda de la verdad, modestia intelectual. Aquí entran también los estímulos al investigador y la búsqueda por el investigador mismo de incentivos y premios.

Valores de la ciencia en cuanto a aplicación: Algunos factores de valor representan el beneficio de los productos de la ciencia, relacionados principalmente con la aplicación de ésta a las ventajas de los desideratas humanos, tales como el bienestar, la salud, la longevidad, la comodidad, etc., especialmente hablando de ciencias como la medicina, la agricultura y la ingeniería genética(27). En estas ciencias sobre todo encontramos los modos a través de los cuales los valores impregnan la labor científico-tecnológica, por ejemplo al evaluar el carácter deseable o no de las diversas implementaciones tecnológicas, al preguntar ¿es deseable (ética o moralmente) realizar manipulaciones psicológicas, organizar grupos de presión para orientar la opinión, desarrollar armas de destrucción masiva, etc?. En diversas áreas de la medicina surgen preguntas sobre la clonación y el aborto, sólo para dar dos ejemplos; o sobre la puesta en práctica de la investigación médica: el ensañamiento terapéutico, la eutanasia, la prolongación artificial de la vida, y muchas otras preguntas que hoy plantea el desarrollo de las últimas tecnologías en medicina.

El conocimiento científico es un bien humano, un bien valiosísimo, pero al fin y al cabo un bien entre otros, puesto que el hombre además de bienes específicamente cognitivos, estima también otros bienes relacionados con la calidad de vida personal y comunitaria: bienestar físico, compañerismo, atractivo del medio ambiente, armonía social, desarrollo cultural, etc. El progreso científico-tecnológico si es cierto, como pensaba Francisco Bacon, que puede hacer más fácil la vida humana, pero no la simplifica ni elimina su complejidad, y con frecuencia, mal empleada, aumenta por el contrario los problemas, o plantea nuevos problemas. Problemas que obligan hoy a preguntarnos seriamente sobre los límites del progreso científico, límites no tanto teóricos sino prácticos. No se trata de ponerle límites a la mente humana, sino sólo de ponerle límites a la aplicación irresponsable de aquello que el hombre es capaz de inventar o descubrir”.

Texto extractado de: Blanca Inés Prada Marquez en este sitio (donde hay una síntesis de los principales enfoques). Hay otras referencias valiosas como las del filósofo español Javier Echeverría planteando que la ciencia “es una actividad transformadora del mundo, que por tanto no se limita a la indagación de cómo es el mundo, sino que trata de modificarlo en función de valores y fines […].” (p. 68).

Finalmente podemos comentar que hay un nexo claro entre la ética y los humanos creadores de ciencia. Nos hemos referido al respecto en esta nota, y -a nivel de difusión- se pueden ver links publicados en Argentina. en España, en general y los que emergen de buscadores en Internet.