¿Vamos hacia un mundo peor?

A  lo largo de la historia el arte, en sus distintas manifestaciones, muestra dimensiones de la realidad que luego son analizadas por las ciencias y también abordadas por las ideologías y las doctrinas. Entre los ejemplos se puede mencionar el caso de la novela Oliver Twist, de Charles Dickens, que puso de manifiesto las lacras del capitalismo manchesteriano. Otro ejemplo es la novela «1984» de Orwell sobre aspectos de un futuro donde estamos sometidos al control de un «gran hermano» (hoy posibilitado por la tecnología). También podríamos mencionar a la reciente serie «Black Mirror» de Netflix ya no sólo respecto del presente sino sobre un futuro negro y distópico.

Ya nos hemos referido en el blog sobre este mundo preocupante. Ahora bien, podríamos preguntarnos si la tendencia es ¿hacia un mundo peor? La respuesta depende de qué elementos, aspectos o variables elijamos. Entre los que podrían ir en esa dirección están:

  1. la guerra comercial entre Estados Unidos y China (en 2024 un tanto atenuada),
  2. el agravamiento del cambio climático. Al retiro de Estados Unidos del Acuerdo de París se suman las preocupantes declaraciones del nuevo presidente de Brasil respecto de continuar deforestando el Amazonas para producir soja (ver esta nota). De efectivizarse esto le daría un golpe mortal al cuidado del planeta,.
  3. una nueva carrera armamentística a partir del retiro de Estados Unidos del acuerdo sobre el tratado de reducción de armas de medio y corto alcance (INF, por sus siglas en inglés) que databa de 1987, la invasión de Rusia a Ucrania y otros hechos que se mencionan en esta nota (con información actualizada a comienzos de 2024),
  4. los impactos de las migraciones internacionales, tanto de centroamerica hacia EE.UU. o de venezolanos hacia países de América Latina, como en Europa con su impacto en el Brexit, en los países escandinavos,
  5. la emergencia de gobiernos autoritarios en muchos países del mundo, producto de los cambios en la globalización y en el panorama mundial desde los años 70 del siglo pasado hasta el presente (nos hemos referido en esta nota),

además de que no queda muy claro aún hasta donde llegará el profundo impacto del cambio científico tecnológico no sólo en el cambio de la vida humana y en el empleo, sino en los alcances de la autonomización de la inteligencia artificial respecto del ser humano.

Sabemos que la realidad a nivel mundial es compleja y diversa, que no somos todos iguales y que hay distintos niveles de responsabilidad, pero si la tendencia es que predomine el miedo, el «sálvese quien pueda», la lógica del corto plazo y la agresividad como dominio de unos sobre otros (en línea con la imagen de la entrada), sin dudas iremos a un mundo peor y significará el fin de la vida humana sobre la Tierra. Cada uno/a de nosotros/as deberíamos privilegiar una actitud y una ética del cuidado y la prevención, así como de políticas públicas en las distintas esferas o escalas, a fin de que prevalezca un mundo mejor.

Capitalismo desigual y sus implicancias

En este blog intentamos reflexionar, fundamentalmente, sobre la cuestión sistémica que nos pueda conducir a un mundo mejor. En función de ello hemos abordado, en distintas partes, la temática del sistema capitalista vigente hoy en el mundo. Del mismo hemos dicho diferentes cosas. Su fortaleza principal es que ha creado riqueza como ningún otro sistema. Sus principales debilidades: crisis recurrentes (con sus secuelas), no sustentabilidad ambiental expresado en sus efectos sobre los daños a la naturaleza y el cambio climático (Acuerdo de París, intelectuales y referentes religiosos que se han referido al mismo) y no sustentabilidad social. Esta última se expresa, en particular, en la distribución del ingreso (véanse datos en la imagen de la entrada) tanto en la relación capital-trabajo como en el rol del retorno del capital respecto de la provisión de bienes y servicios a los consumidores (con especial gravedad en la salud), y su reflejo en la cuestión fiscal (impuestos y asignación de gastos).

Antes de seguir avanzando con este tema debemos decir que la desigualdad se ha manifestado desde antes del surgimiento del capitalismo, y que la misma deriva fundamentalmente de relaciones de poder, en especial asimétricas. Por lo tanto el capitalismo es una forma particular de como se expresan las relaciones de poder en este sistema y en esta dimensión socioeconómica.

Si bien hemos destacado la importancia de converger hacia un postcapitalismo, cuando hemos hecho la síntesis describimos las principales reacciones que han habido respecto del capitalismo (a las que habría que agregar las relacionadas con los populismos, en particular de izquierda). En estos últimos tiempos ha surgido un peculiar rescate de una variante de capitalismo, que es aquel que ha permitido el ascenso y la movilidad social y el progreso material de amplias capas de la población (incluyendo las de más abajo), en especial en casos de países que han recibido gran inmigración como la Argentina o Estados Unidos de América (*). Sobre este último país, el rescate del «sueño americano» ha tomado la variante comunicacional de «salvar al capitalismo«, por parte de Robert Reich, respecto del surgimiento de variantes anti-sistema. Además de un libro y conferencias, hay un film en Netflix sobre esta temática. Allí se pone de manifiesto, entre otros elementos, el poder de lobby («cabildeo») de los grandes grupos económicos sobre el Congreso (en especial desde los años 70 hasta el presente) para que las reglas o normas los favorezcan. Por lo tanto las instituciones, en cambio de estar a favor de la mayoría de los ciudadanos (y en especial de los más débiles), están a favor de los intereses de las grandes corporaciones. En esa línea es muy interesante este video.

Lo que venimos de mencionar también aparece en la nota realizada sobre «dirty money«, en particular vinculada a algunos laboratorios o industria farmacéutica, y al sistema financiero. Esto pone en cuestión la misma noción de democracia, desnaturalizando su esencia.

Para finalizar quisiéramos relacionar el papel de la política (que Robert Reich busca valorizar en su país), con una nota de Carlos Fara, sobre el futuro de la política, en un evento del T20 realizado en Buenos Aires el 1 y 2 de febrero de 2018, de un grupo de trabajo sobre “gobernanza global, cohesión social y el futuro de la política”. Allí, entre otros elementos, se destaca que si bien hay un apoyo general al sistema democrático «existen 2 luces amarillas:

  • Los sectores de menores recursos manifiestan menor apoyo a la democracia, y
  • A mayor nostalgia sobre el pasado de un país (hace 50 años estábamos mejor), menor apoyo a la democracia.

Esto significa que persisten dos fuentes de amenazas: los que tiene menos acceso a bienes materiales, y quienes sienten que el mundo vivió una época mejor.

En esa misma línea, Sergio Bitar del Diálogo Interamericano puso el foco sobre lo que está sucediendo de largo plazo en la región latinoamericana: somos la parte del planeta más desigual, más violenta y menos innovadora. Una confluencia explosiva. En función de eso, este ex ministro de Allende, Lagos y Bachellet, aboga por un sustancial incremento de las capacidades de los aparatos estatales de modo de poder satisfacer adecuadamente cuestiones claves como la protección social, la competitividad, la seguridad y la gobernabilidad. Pero Bitar fue muy taxativo respecto a que no necesitamos Estados más grandes (porque ya serían imposibles de financiar), sino más eficientes….»

Al final se pudo «subrayar que:

  1. la problemática de la cohesión social y la gobernanza es global y estructural;
  2. nos enfrentamos a sociedades más complejas que nunca antes;
  3. la construcción de una mayor capacidad de respuesta por parte de los Estados –sobre todo en la región- es central;
  4. los Estados no pueden resolver todo lo que las sociedades le plantean;
  5. no se trata de agrandar los Estados más de lo que ya están; y
  6. parte de la tarea tiene que ver con reequilibrar las expectativas que las sociedades tienen e implicarlas en la solución de los problemas en función de que asuman ciertas obligaciones.»

Si bien creemos que si no se remueve el individualismo y la codicia de la cultura reinante, se buscan alternativas de economías con otros valores y se promuevan otros tipos de intercambio y de fiscalidad (en línea con planteos como los de Thomas Piketty), no habrán soluciones de fondo a esta temática. De todos modos lo planteado por Reich, así como lo de Bitar y el T20 en Buenos Aires, es fundamental y lo más realista a corto plazo como base de encarar el fortalecimiento de instituciones eficaces que -al menos- acoten la desigualdad en el capitalismo. Si hay una amplia participación ciudadana en esta dirección y una dirigencia virtuosa, esto seguramente contribuirá a ir construyendo un mundo mejor.

(*) además del fenómeno de las migraciones entre países por motivos socioeconómicos, y todo el debate sobre la división internacional del trabajo y la globalización.

PD: sobre esta temática también puede verse este Informe.

Crecimiento, Desarrollo y Futuro

En la historia de la humanidad, sin duda, el capitalismo ha sido el sistema que mayor crecimiento (entendido por mayor valor agregado o producto bruto) ha logrado, comparado con sistemas anteriores o con el socialismo «real» (muy centrado -básicamente- en la cuestión de la propiedad como forma de justicia e igualdad).

Sin embargo, en otras entradas, hemos también señalado que si bien ha elevado el nivel de vida promedio y sacado de la pobreza a muchos millones de personas, ha profundizado -en especial en determinados períodos y en la actualidad- la desigualdad, formas de trabajo inhumano y gravísimos problemas medioambientales.

Sabemos que hay variedades de capitalismo y que aquellas que lograron pasar del crecimiento al desarrollo, a través de una cultura y una sociedad que participó y pudo impulsar formas inteligentes y adecuadas de intervención del Estado y responsabilidad social de las empresas (así como otras formas de emprendimientos), lograron sociedades más igualitarias y más «amigables» entre las personas y con el medio ambiente. A nivel mundial esto se ha podido plasmar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre el cambio climático (con la lamentable retirada de Estados Unidos de Norteamérica).

A fin de precisar los términos, en particular desde el punto de vista económico, utilizaremos un texto de Julio H.G. Olivera, publicado en El Trimestre Económico en 1959, denominado «Crecimiento, Desarrollo, Progreso, Evolución: Nota sobre relación entre conceptos», que sigue muy vigente. Al comienzo del mismo expresa que «aunque ordinariamente se utilizan de modo indistinto las expresiones crecimiento, desarrollo, progreso, y evolución económica, trátase en realidad de fenómenos diferentes que deben deslindarse con la mayor precisión posible. Proponemos, con tal objeto, el siguiente criterio de distinción:

1) crecimiento económico es la expansión del producto social como función del tiempo;

2) desarrollo económico, el aumento de la razón del producto social actual respecto del producto social potencial, ambos como función del tiempo; a su vez el producto social potencial se lo puede definir de diversas maneras,

3) el progreso económico el aumento en el grado de la satisfacción de las necesidades sociales,

4) evolución económica, el proceso de cambio cualitativo en la organización económica de la sociedad».

Estos conceptos pueden o no darse en la realidad concatenados unos con otros, y dependerá de cada circunstancia histórica. En lo que se refiere al concepto de evolución, como proceso de cambio cualitativo, en este blog lo hemos vinculado a una mayor conciencia (que puede o no darse, así como la posibilidad de «involucionar»).

El pasaje del crecimiento al desarrollo (1), y su vinculación con lo regional y sectorial (2)ha sido algo muy positivo en la línea de converger hacia un mundo mejor. Es un proceso complejo con distintos componentes, que deben articularse en un marco global de densificación y diversificación productiva (3). Las distintas expresiones de la cultura y la sociedad, articuladas con las instituciones (4) deberían tender a que esto «evolucione» en un mediano y largo plazo (se llame postcapitalismo u otra denominación). Para ello la razón debería estar impulsada por una empatía compasiva que se plasme en todas nuestras acciones, desde las personales y grupales hasta las socioeconómicas y políticas, con regulaciones y un Estado que actúe con inteligencia, gradualidad (pero a ritmo sostenido) y eficacia en un contexto de una institucionalidad global que vaya en esta misma dirección. No sólo es necesario sino que -seguramente- coincidamos en que es «urgente».

(1) En los últimos años se ha relativizado o puesto en cuestión en el enfoque de la «economía del decrecimiento«, del mismo modo que la noción de «progreso«. También es muy interesante el enfoque de Ricardo Hausmann en este video donde equipara la noción de desarrollo a «saber hacer».

(2) Para el caso argentino es muy interesante este texto.

(3) Al respecto ver el enfoque de Ricardo Hausmann vinculado con la teoría scrabble del desarrollo y el concepto de complejidad económica. En este link se expresa, entre otros conceptos, lo siguiente: «esta nueva búsqueda llevó a Hausmann a concebir la noción de “complejidad económica”, que postuló por primera vez en julio de 2007 en un artículo en Science. Para muchos, este concepto constituye su mayor aporte al campo de la economía del desarrollo, dice Chris Papageorgiou del Departamento de Estudios del FMI. En su sitio web, Hausmann dice: “El secreto para producir cosas complicadas no radica en tener gente más inteligente, sino mucha gente con conocimientos diferentes y complementarios. Las sociedades más ricas tienen más conocimientos colectivos y los usan para generar una mayor variedad de productos más complejos”. Los países pobres, dice, pueden producir unos “pocos productos sencillos”. De lo anterior se deduce la importancia de la complementariedad en la diversidad para que haya desarrollo.

(4) En esta nota hemos dado un ejemplo sobre la necesaria articulación entre culturas e instituciones frente a un fenómeno grave.

Visión, Plan Estratégico y Mundo Mejor

Venimos de una historia y tenemos un presente que generan tendencias hacia el futuro, que hoy -más que nunca- son inciertas. Tenemos una «visión» de donde queremos ir? Una primera respuesta es que, a nivel de la humanidad y en el marco de Naciones Unidas, hay Objetivos de Desarrollo Sostenible y un Acuerdo Climático de París, (en el contexto del Convenio Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático), con ausencias importantes como la de Estados Unidos de Norteamérica. Los planes, programas, proyectos, acciones y presupuestos asignados por los distintos países serán claves para que estos objetivos y este acuerdo no queden en letra muerta.

En función de lo anterior hay muchas iniciativas de planes estratégicos a nivel de ciudades. En el caso de Argentina están los casos del Plan Estratégico de la Ciudad de Buenos Aires, el Plan Estratégico de Rosario, entre otros.  A nivel internacional también hay variadas experiencias como el Plan Estratégico de Barcelona, de San Sebastián, de Burgosde Medellín y muchos otros. Tal vez, de todos los ejemplos mencionados, el que partió de la situación más compleja y difícil, y tuvo logros muy significativos, fue Medellín.

No es fácil realizarlo a nivel nacional y del desarrollo socioeconómico, pero se considera que resulta imprescindible realizar este esfuerzo. ¿Qué podemos hacer bien? ¿qué recursos naturales tenemos desaprovechados en tierras semidesérticas, inundadas, montañosas, bajo tierra, de uso del viento, de la energía solar….? ¿qué nuevos cultivos (como la quinoa, en las tierras aptas para su cultivo) o con las nuevas tecnologías de agricultura urbana y vertical (por ej. a través de la hidroponía) se pueden realizar? ¿qué talentos tenemos vinculados al sistema educativo y científico-tecnológico actual y futuro para desarrollar (en especial en inteligencia artificial)? ¿qué población está excluida y es necesario de incorporar al desarrollo socio-económico y como mínimo «contener y asistir»?. Las que acabamos de mencionar son algunas preguntas que pudiéramos tratar de responder en un ejercicio de planeamiento estratégico y de gobernanza (es decir, con multiplicidad de actores involucrados) que nos lleven posteriormente a acciones concretas.

Si no hacemos como Miguelito, en la imagen de la entrada, podremos ir convergiendo entre todos hacia un mundo mejor.

 

Consensos Institucionales para Converger a un Mundo Mejor

Hasta ahora los consensos institucionales que se han logrado, a nivel global y en el marco de Naciones Unidas, son los Objetivos de Desarrollo Sostenible que son una continuidad y ampliación de los Objetivos del  Milenio que se plantearon hasta 2015.

Lo anterior está vinculado con acciones de organizaciones no gubernamentales como las relacionadas al “Mundo que queremos”, “Mi mundo”, y  tantas otras miles de iniciativas de personas de buena voluntad, confesiones religiosas, otras ongs, movimientos culturales, sociales y políticos, iniciativas económicas para enfoques y prácticas alternativas en lo económico, entre las principales.

También es importante lo firmado sobre cambio climático en el Acuerdo de Paris, que fuera redactado entre noviembre y diciembre de 2015, y firmado el 22/4/2016, así como posturas en esta temática como la del Papa Francisco en su Encíclica “Laudato Si” o de intelectuales como Naomi Klein en su libro Esto lo Cambia Todo. El Capitalismo contra el Clima  (Ed. Paidós Ibérica, 2015),

Si bien el nuevo Presidente de Estados Unidos se ha manifestado en contra de acuerdos como el que acabamos de mencionar (y se ha retirado del mismo), se considera importante continuar avanzando en llevar adelante e irles dando cada vez mayor precisión a estas iniciativas que nos pueden conducir a un mundo mejor.

En el caso de Argentina esto se ha abordado en notas como esta.