¿Cómo nos interconectamos?

En una nota de Silvina Scheiner, denominada «Capacitación: el liderazgo se aprende a través del juego», expresa que «en los minutos iniciales de Collateral beauty (2016, dirigida por David Frankel), el personaje que protagoniza Will Smith, alinea una descomunal cascada de dominó (ver imagen de la entrada) para explicar que todos los humanos estamos interconectados por tres valores esenciales: amor, tiempo y muerte». Cabe aclarar que lo del título traducido al español de «belleza colateral», se deriva de los actos de bondad desinteresada que resultan de las tragedias, como las que se narran en la película.

Seguramente podemos decir que además del amor, el tiempo y la muerte, u otras explicaciones derivadas de que formamos parte de un «campo mayor», hay otros elementos como es el caso de «la necesidad«. Es decir, por nuestras limitaciones como seres humanos necesitamos de las otras personas o individuos. «No tenemos otra», «nos interesa» vincularnos con los demás, asociarnos, acompañarnos….., «nos es útil«….. Son distintas formas o enfoques dependiendo de cada quien, cada contexto y enfoque, en un marco de complejidad de la naturaleza humana Si se plantea como una cuestión binaria y consideramos que «el ser humano es bueno por naturaleza» (Rousseau) será un enfoque y si no lo es será otro.

En este último caso, entre los pensadores que sostienen esta posición figura Hobbes. En este texto se desarrolla su antropología y en una parte del mismo se hace referencia a lo que dice en su obra «De Cive, I, 2: 16»: «La experiencia enseña, a todo el que considere con más atención las cosas humanas, que toda reunión se produce, bien por mutua necesidad, bien para conseguir gloria… Toda sociedad se forma por conveniencia o por vanagloria, esto es: por amor propio, no de los demás».

En esta otra fuente se refuerza esta visión de Hobbes y sus derivaciones: «El hombre es por naturaleza orgulloso, vengativo, parcial; su primera inclinación natural es un perpetuo deseo de poder y su fin principal es la propia conservación. Debido a que se encuentra en igualdad de facultades con todos los demás, debe prevenirse para no ser víctima de quienes tienen sus mismas pasiones. Esto deviene en un estado de guerra. El resultado de esta naturaleza del hombre es una vida solitaria, pobre, brutal, desagradable y corta. Si cada uno actúa guiado por sus pasiones naturales, no es posible alcanzar el fin básico (la conservación) y mucho menos otros fines como el deleite. Si tenemos en cuenta que el hombre elige por naturaleza el mal menor, no es extraño que en virtud de los efectos del estado de guerra comiencen a preponderar en él pasiones menos ambiciosas: miedo a la muerte, deseo de vivir mas cómodamente en base a su trabajo. La razón sugiere, entonces, ciertas leyes que Hobbes llama ‘leyes de naturaleza’. Estas constituyen el medio necesario para lograr la seguridad personal y hacer la vida mas grata. Si las condiciones están dadas, estas leyes Ilevan a realizar un contrato por el cuál todos ceden derechos a un soberano». De allí se deriva la necesidad de un contrato social y la existencia del Estado que lo implemente y controle.

Si los seres humanos tenemos grados de libertad (positiva y negativa) en nuestro accionar podríamos optar -como mínimo- por articular la mutua necesidad, en nuestro corto tiempo de vida antes de la muerte, como plantea la película del inicio, con el amor que no es fácil pero -podríamos afirmar- es necesario para alcanzar la felicidad. El amor va más allá de la propia necesidad y de la mutua necesidad, e incluye «lo desinteresado» personal y por lo tanto la posibilidad de buscar el bien del otro y ser altruistas. Esto nos conduce a un mundo mejor.

Del equilibrio de fuerzas al de armonía, equidad y amor

La noción de equilibrio se la define, en general, como el «estado de inmovilidad de un cuerpo sometido a dos o más fuerzas de la misma intensidad que actúan en sentido opuesto, por lo que se contrarrestan o anulan». En el caso de la noción de armonía se la expresa como el «equilibrio, proporción y correspondencia adecuada entre las diferentes cosas de un conjunto». El ejemplo clásico de esto se da en la música. Trataremos de hacer una reflexión sobre estas cuestiones planteando que necesitamos ir hacia un equilibrio armónico entre el cuidado del adentro y del afuera (como muestra la imagen de la entrada) y que el mismo sea con «más música y menos fuerza (como dominio)» que nos permita converger hacia un mundo mejor.
Entendemos que una de las cuestiones que subyace debajo de un equilibrio armónico es que haya un «piso» de justiciaEste término tiene distintas acepciones ya sea, por ejemplo, en la tradición judeocristiana como en la aristotélica (que luego fuera tomada por Santo Tomás de Aquino). Respecto de esta última, según esta fuente «la justicia universal representa la suma de las virtudes en las relaciones sociales… e implican que las mismas están sometidas a la autoridad y regularidad de las leyes… Sin embargo, aunque la legalidad es una condición necesaria de la justicia, no es una condición suficiente, pues las leyes positivas pueden ser injustas». En cuanto a la justicia particular «es una virtud (ética) entre otras (una parte del todo) que tiene como función básica contener la codicia (pleonexia) que se manifiesta en el comportamiento de los individuos. Mientras la justicia universal tiene como fin primordial el bien determinar el bien en términos colectivos, la justicia particular se centra en la determinación del bien en las relaciones entre individuos particulares». De acuerdo con la misma fuente se desagrega en los siguientes elementos:
  • «la justicia distributiva se sustenta en una proporcionalidad geométrica, la cual presupone definir un criterio de distribución, así como el mérito de cada individuo en relación con ese criterio (tratar igual a los que son iguales y de manera desigual a los desiguales). Aunque no es posible definir en abstracto un solo criterio de distribución, lo que se puede establecer es que, en la medida que la justicia distributiva es parte de la justicia universal, los criterios distributivos en las sociedades deben sustentarse en un consenso de todos los participantes.
  • la justicia conmutativa implica tanto el intercambio voluntario, faceta para la cual podemos reservar el término de justicia conmutativa en sentido estricto, como la situación en la que existe un daño que requiere ser reparado, faceta a la que podemos llamar justicia correctiva. Una manera de aproximarse a esta diferenciación es tomando en cuenta la actual distribución entre derecho civil y derecho penal…En sentido estricto se sustenta en una proporcionalidad aritmética. Si la división social del trabajo conduce a la necesidad del intercambio de bienes, se requiere que este intercambio se realice de manera voluntaria y que en este proceso el valor de los bienes intercambiados sea igual, para que cada uno conserve el valor de los bienes que le corresponden. La justicia conmutativa en su faceta de justicia correctiva tiene como objetivo restaurar la igualdad cuando esta se ha roto debido a acto violento, ya sea abierto u oculto. Aunque Aristóteles afirma que la justicia correctiva debe sustentarse también en una proporción aritmética, en su polémica en torno al término de reciprocidad asume la necesidad de una proporcionalidad geométrica para establecer la pena al infractor. Ello parece indicar una concepción jerárquica del orden social, inaceptable desde el punto de vista de las sociedades modernas».
Este enfoque -como se ha dicho- luego fue desarrollado por Santo Tomás y aplicado a conceptos como el «justo precio», abandonado en la modernidad (más recientemente ha tenido una actualización bajo el concepto de «comercio justo«). Desde los inicios de la ciencia económica, la misma ha estado muy influenciada por otras disciplinas como la física newtoniana y su noción de equilibrio (de fuerzas). Trasladado esto a la economía, su noción de equilibrio va a estar despojada de cualquier connotación valorativa y se va a referir al equilibrio (ya sea estático en un momento determinado, o dinámico) de las distintas fuerzas que operan en el mercado (1). El marco legal sólo tiene que garantizar el libre juego de fuerzas. Lo anterior luego va ir siendo formalizado por distintos pensadores como Vilfredo Pareto donde, según esta fuente «dada una asignación inicial de bienes entre un conjunto de individuos, un cambio hacia una nueva asignación que al menos mejora la situación de un individuo sin hacer que empeore la situación de los demás se denomina mejora de Pareto. Una asignación se define como «pareto-eficiente» o «pareto-óptima» cuando no pueden lograrse nuevas mejoras de Pareto. La eficiencia de Pareto es una noción mínima de la eficiencia y no necesariamente da por resultado una distribución socialmente deseable de los recursos. No se pronuncia sobre la igualdad, o sobre el bienestar del conjunto de la sociedad». Como bien señala Amartya Sen «puede haber muchas situaciones que son eficientes en término de Pareto sin que todas sean igualmente deseables o aceptables desde el punto de vista de la sociedad (o sus miembros)».

Respecto de la cuestión de la igualdad (que no aborda Pareto) y su relación con la libertad en una sociedad democrática, va a ser desarrollado desde la filosofía política liberal por pensadores como John Rawls (2) y, en particular, en su libro «Teoría de la Justicia«. En el mismo intenta resolver el problema de la justicia distributiva empleando una variante del recurso familiar del contrato social. La teoría resultante se conoce como «Justicia como equidad«, de la cual Rawls deriva sus dos célebres principios de justicia: El principio de la libertad y El principio de la diferencia. Para este pensador el primer principio de justicia es que cada persona debe tener un derecho igual al esquema más extenso de libertades básicas iguales compatible con un esquema similar de libertades para otros. El segundo principio de justicia consiste en que las desigualdades sociales y económicas deben de resolverse de modo tal que:

  1. resulten en el mayor beneficio de los miembros menos aventajados de la sociedad (el principio de la diferencia).
  2. los cargos y puestos deben de estar abiertos para todos bajo condiciones de igualdad de oportunidades (justa igualdad de oportunidades)

Más allá de la gran significación que ha tenido, así como sus aspectos controversiales y múltiples comentarios que recibió, es un gran «avance» desde el enfoque liberal el abordar la cuestión de la justicia como equidad y sus derivaciones en el derecho, la economía, la sociedad (la ciudadanía) y la política.

El pensamiento socialcristiano y socialdemócrata van a retomar en la modernidad también la cuestión de la justicia social. Según esta fuente en el primer caso se remonta a Luigi Taparelli, «considerado uno de los fundadores de la doctrina Social de la Iglesia, basó sus ideas en una renovación del pensamiento tomista y consideró que la justicia social era una noción diferente tanto de las nociones de justicia conmutativa como de la justicia distributiva, que caracterizan al pensamiento aristotélico-tomista (3).

Varias décadas después, a finales del siglo XIX, el término «justicia social» (social justice) vuelve a usarse en Inglaterra, por parte de los socialistas fabianos. La expresión ya aparece en los famosos Fabian Essays in Socialism (Ensayos fabianos sobre el socialismo), publicados en 1889. En el socialismo fabiano, la justicia social desempeña el papel de finalidad ética por excelencia, para guiar la evolución social mediante cambios no revolucionarios hacia un sistema de socialdemocracia. A partir de los fabianos, el concepto de justicia social fue adoptado por la socialdemocracia, principalmente en InglaterraFrancia y Argentina. En Inglaterra, el concepto pasó al Partido Laborista inglés, al que la Sociedad Fabiana se integró, y fue aceptado y retomado por el gobierno liberal a través de su emergente el Ministro de Comercio David Lloyd George, cuyo objetivo manifiesto era «lograr la justicia social». En la misma época, en Francia, el Partido Socialista a través de Jean Jaurés, adopta el concepto de justicia social como parte de su socialismo ético y pacifista. En Argentina, el Partido Socialista incorpora el concepto a través de Alfredo Palacios, elegido diputado en 1904, vinculando las ideas de «nuevo derecho» y justicia social.

Luego de la Primera Guerra Mundial, en 1919, se crea la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que incorpora la noción de justicia social a su Constitución, en la primera frase, como fundamento indispensable de la paz universal… A partir de este punto, la discusión de la justicia social entró al discurso jurídico y académico. En 1931, la noción de justicia social se incorpora plenamente a la Doctrina social de la Iglesia Católica, al utilizarla el papa Pío XI en la Encíclica Quadragesimo anno. Para Pío XI, la justicia social es un límite al que debe sujetarse la distribución de la riqueza en una sociedad, de modo tal que se reduzca la diferencia entre los ricos y los necesitados:

58. A cada cual, por consiguiente, debe dársele lo suyo en la distribución de los bienes, siendo necesario que la partición de los bienes creados se revoque y se ajuste a las normas del bien común o de la justicia social, pues cualquier persona sensata ve cuán gravísimo trastorno acarrea consigo esta enorme diferencia actual entre unos pocos cargados de fabulosas riquezas y la incontable multitud de los necesitados.

De nuevo, en la encíclica Divini Redepmtoris de 1937, la Iglesia prescribió que la realización de la justicia social dependía en la promoción de la dignidad de la persona humana. El mismo año, a causa de la documentada influencia de Divini Redemptoris en sus redactores, la Constitución de Irlanda fue la primera constitución en consagrar el término como un principio de la economía en el Estado, y después otros países alrededor del mundo hicieron lo mismo a lo largo del siglo XX, incluso en regímenes socialistas como la Constitución de Cuba de 1976.

A finales del siglo XX, un número de pensadores, especialmente Friedrich von Hayek, rechazó el concepto diciendo que no significaba nada, o significaba muchas cosas.​ Sin embargo, el concepto mantuvo su influencia, particularmente con su promoción por filósofos como John Rawls (que se mencionó más arriba). Aunque el significado de justicia social hoy varía, al menos tres elementos comunes pueden ser identificados en las teorías contemporáneas al respecto: un deber del Estado de distribuir ciertos medios mínimos vitales (como derechos económicos, sociales y culturales, por ejemplo), la protección de la dignidad humana y las acciones afirmativas para promover la igualdad de oportunidades

Al liberalismo económico no le gustan los enfoques que venimos de mencionar (salvo el de Hayek y similares) porque distorsionan las fuerzas del mercado. También desde un pensamiento progresista, exponentes como Tzvetan Todorov, nos alertan sobre quienes buscan lo que consideran “el bien” de cualquier manera y a cualquier costo imponiendo su poder con una actitud mesiánica. Ambas posiciones tienen elementos válidos a ser tenidos en cuenta en el sentido de que:

  • hay que ser realistas de que «las fuerzas de los intereses» particulares tiene distintas formas de expresarse en la economía (en lo que llamamos mercado), en la sociedad y en la política, y deben ser tenidos en cuenta. No se trata de distorsionar estas fuerzas sino de luchar por darles otro sentido. Ser conscientes de que ello es el fruto de un largo proceso evolutivo que nos ha llevado a un capitalismo que disminuyó la pobreza pero es cada vez más desigual y degradante del medio ambiente, pero que no es sustentable. Ello no puede resolverse de «cualquier manera» (hay ejemplos que así lo testimonian) porque pueden conducirnos a un mundo peor, en linea con lo que se menciona a continuación:
  • buscar el bien no es suficiente sino que es deseable y necesario que ello se haga articulando igualdad con libertad en el marco de un sistema democrático, como plantea Rawls y tantos otros. Ejemplos concretos de esto son países como Suecia, o en general los países escandinavos. Estas experiencias, con sus debidas adaptaciones a cada realidad (4), deberían ser un nuevo piso civilizatorio.

De la lucha por ese nuevo piso civilizatorio donde haya equidad, deberíamos seguir evolucionando tomando expresiones sublimes de la cultura humana como es la música que -como dijimos al principio- expresan un equilibrio armónico. Es una metáfora que, tal vez, nos pueda estimular a pasar de situaciones dolorosas y dramáticas de desarmonía (interior y exterior) por conflictos entre fuerzas de dominio, a ser partícipes de una energía transformada en música como lo expresa la sinfonía Oda a la Alegría de Beethoven. Tal vez sea utópico pero se podría intentar, no?

(1) cabe decir que hay distintas situaciones de equilibrio y de desequilibrio, así como diversos enfoques como es el caso del equilibrio de Nash, que no se desarrollarán en esta breve nota. Desde el punto de vista de la teoría económica se puede consultar el texto de Joseph A. Schumpeter, Historia del Análisis Económico, Ed. Ariel, Barcelona, 1954, páginas 1037 a 1143.

(2) En el libro «Rawls, la justicia es la virtud más importante de una sociedad democrática», Colección Aprender a pensar, RBA, España, 2015, en la pagina 60 dice: «según Rawls, la cultura política occidental entiende la sociedad como un sistema equitativo de cooperación a lo largo del tiempo, de una generación a otra. De entrada, esto significa que rigen la convivencia y la cooperación entre las personas tienen que aparecer adecuadas a todas ellas, si se quiere la aceptación general. No existe la cooperación forzada. Pero también significa que los bienes sociales son tales porque se han producido colectivamente, gracias a la cooperación entre todos los ciudadanos. Por consiguiente sostuvo Rawls que <<todos los que están comprometidos con la cooperación y cumplan con ella tal y como lo exijan las reglas y los procedimientos (aceptados por todos) han de resultar beneficiados de la manera convenientemente fijada por un punto de referencia adecuado>>. Este punto de referencia serán los principios de justicia distributiva.» En la página 61 se explican las diferencias que tiene Rawls con el comunitarismo y con el neoliberalismo.  Por otra parte la cuestión de la cooperación subyace en la teoría del equilibrio general de Léon Walras (quien fuera un gran promotor del cooperativismo). En la cita 105, de la página 1088, del libro de Schumpeter mencionado en (1), comenta que Walras criticó a los economistas ingleses por confundir la función empresarial con la del capitalista, y que lo que hizo fue aislar la función «combinadora con mayor claridad, y la emparenta al cuarto agente productivo de Marshall: la organización». También menciona que este autor admitiera en su enfoque «colectividades entre lo empresarios«.

(3) Cabe destacar que en la parábola de los jornaleros en el Evangelio (Mateo 20) Dios «va más allá de la justicia» (puede abordarse desde el enfoque del «don generoso»). Está relacionado con el enfoque y práctica del altruismo.

(4) para la adaptación al caso argentino es interesante la opinión de Beatriz Sarlo en este video.

Entre la Duda y la Seguridad

La frase de Bertrand Russell nos invita a pensar, a ejercer el discernimiento y a ser humildes en nuestras afirmaciones, en línea con la expresión de Sócrates: «sólo sé que no sé nada, y esto cabalmente me distingue de los demás filósofos, que creen saberlo todo».  Coincide con lo que piensan genios científicos contemporáneos como Albert Einstein quien expresó: «cada día sabemos más, y entendemos menos«.

Claro, «vivir a la intemperie total» en cuanto a estas temáticas nos genera angustias y tenemos necesidad de creer, o «aferrarnos a algo o a alguien». Los místicos y las personas que tienen una profunda fe religiosa esto lo han resuelto, así como -en el otro extremo y de manera diferente– los «tontos y fanáticos» que señala Russell. Ahora bien, el problema viene cuando queremos trasladar nuestras creencias a la complejidad de la realidad, del mundo actual, del universo….

Si nuestras creencias se redujeran a «una sola», la cuestión estaría -de algún modo- resuelta. En la «esencia» de la tradición judeocristiana (sin entrar a detallar las desviaciones y aberraciones producidas en su largo camino hasta el presente) sería la creencia y práctica del amor en todas sus expresiones y hondura. Amor como actitud, como sentimiento profundo (es decir, «sin caer en la superficialidad»), como valor, como práctica expresada en el cuidado, en el afecto, en el respeto y la valoración del otro «diferente»,  en promover la «amistad social»…. De allí en adelante todo lo demás está «en duda», «en cuestión», sujeto a verificación empírica, al análisis riguroso de cada contexto histórico y al progresivo conocimiento científico.

Una complejidad «particular» es cuando priman relaciones de intereses y de poder. Ahí «el amor no juega». La ciencia (en particular las ciencias sociales) y la filosofía (además de la ley) ¿nos podrán ayudar a discernir esto?, ¿poder «cambiar» y converger a una transformación de la cultura donde la duda nos ayude a ver -en cada contexto y de manera provisoria- los caminos que nos conduzcan a un mundo mejor?

 

Poder como Energía transformada en Fuerza

¿Qué energía se canaliza en forma de poder? Vamos a suponer que esto se expresa como “agresividad”. Dicho término tiene dos versiones en idioma inglés: a) agressivity y b) aggressiveness. Para esto la fuente que utilizaremos es el Diccionario de Psicoanálisis, de J. Laplanche y J-B. Pontalis (1993), páginas 12 a 17, donde expone sobre la “agresividad”.

Señala que hay distintos enfoques. Por un lado tenemos el vinculado con las pulsiones desarrollado por Freud (antes por Adler en 1908) donde “el término pulsión agresiva lo reserva Freud para designar la parte de la pulsión de muerte dirigida hacia el exterior con la ayuda especial de la musculatura. Se observará que esta pulsión agresiva, y quizás también la tendencia a la autodestrucción, solamente puede ser captado, según Freud, en su unión con la sexualidad”. Esta forma de entender la agresividad se relaciona con la palabra inglesa “agressivity” por lo tanto está relacionada con el “dominio” (y formas de destrucción hacia fuera y hacia dentro).

En cambio la palabra “aggressiveness” es raramente maliciosa o destructiva y es entendida como una acción asertiva o de manejo. Podríamos decir que es una forma de energía vinculada con la actividad. Este concepto más amplio de “actividad” es planteado por Daniel Lagache. Por lo tanto una clave será, si tomamos esta última definición más amplia, en que orientamos esta energía, esta actividad en el marco de una libertad positiva de servicio y de vínculo constructivo con otras personas y el medio ambiente.

Si fuera el primer concepto (de “agressivity”) sin duda será una expresión de dominio, y por lo tanto de injusticia, exclusión, infelicidad (entendida como falta de un sentido de vínculo de armonía y de paz) que generará daños y reacciones en terceras personas con las consiguientes revueltas, revoluciones y guerras. Por lo tanto este tipo de energía no nos llevará a un mundo mejor. Encontraremos los caminos para una “buena aggressiveness”? En este sentido hay una frase de Carl Jung: «cuando el amor es la norma, no hay voluntad de poder, y donde el poder se impone, el amor falta».

Si vamos en esta última dirección, ello nos podrá ayudar a expresarlo también en nuestros vínculos socioeconómicos, por ejemplo construyendo un postcapitalismo que nos pueda llevar a un mundo mejor que el presente.

No nos une el Amor sino el Espanto

En el poema “Buenos Aires”, Jorge Luis Borges menciona la frase “no nos une el amor sino el espanto”.

Muchas veces en la vida un dolor, una tragedia… nos marcan por el “espanto”.

En lo macro y socioeconómico también nos pasa, y aunque no se llegue al nivel del espanto está el “miedo”: una crisis del sistema (la del 30, la de las “hipotecas”…), el desabastecimiento por la implementación de malas políticas, el miedo a perder el trabajo, el miedo de que la empresa u organización quede fuera del mercado o “del interés de la gente”…. nos lleva a distintas conductas:

  1. Tratar de revisar nuestras conductas y procedimientos (a nivel micro y macro) para que esto no suceda: ser competentes y valorados pero no alentar la rivalidad competitiva.
  2. Agudizar la rivalidad y llevarla a niveles de paranoia (ver frase de Andy Grove, CEO de Intel: “sólo los paranoides sobreviven”) o a extremos violentos (según Thomas Malthus la guerra aparece como una “solución”),
  3. Enfermarnos y morir en silencio,
  4. Buscar un Mesías o salvador: generalmente un líder político autoritario que termina no resolviendo la cuestión de fondo a través de la violencia.

Posiblemente coincidamos (aunque sea considerada muy difícil y tal vez utópica) que la alternativa 1 es la que más nos conduce a “un mundo mejor”.

Liberarnos

Una de las características que tenemos como seres vivientes es la búsqueda y práctica de la libertad (1).

Por lo tanto rechazamos toda forma de dominación tanto la que puede ejercernos la naturaleza como otros seres humanos (y de allí la importancia de emanciparnos).

Un tema tan complejo tiene distintos abordajes como los siguientes:

  • Nuestros conocimientos científico-tecnológicos nos harán progresivamente libres de las restricciones naturales. El progreso en este campo y traducido a lo material en el pensamiento liberal económico y el desarrollo de las fuerzas productivas en el marxismo son dos enfoques de cómo concretar este deseo.
  • En cuanto a liberarnos de la dominación de otros seres humanos, los enfoques son muy diversos:
  1. Anulando al que nos oprime: puede ser desde neutralizarlo y apartarlo, hasta exterminarlo.
  2. Sacarle la herramienta o práctica de dominación e introduciendo una práctica social que se considera superadora: en el caso del marxismo sacando la propiedad de los medios de producción y pasando este dominio a la sociedad en una práctica de socialización.
  3. Estableciendo enfoques y prácticas (como la política) así como reglas de juego o instituciones que impidan, nos “defiendan” o moderen esta situación de jugar la libertad de manera “negativa”: en cambio de apropiarse de recursos o bienes del otro establecer la institución del intercambio (como es el caso del treque y el comercio), en cambio de monopolizar todo establecer limitaciones a la acumulación, en cambio de ser excluido de bienes y servicios básicos elementales establecer derechos que los garanticen….
  4. Ir estableciendo una cultura del compartir, de la empatía, de la solidaridad, del cuidado…. que posibiliten jugar la libertad de manera “positiva y constructiva” entre los seres humanos.

La alternativa 1, lamentable ha sido la más usual. Se basa en buscar la justicia, pero muchas veces está alimentada por el rencor de haber sido dominado o desplazado de un lugar considerado “propio” y posteriormente por ocupar el lugar vacante “como nuevo amo”. Frente al crecimiento del poder creciente del conocimiento-tecnológico del ser humano que hoy poseemos, ello nos puede conducir al holocausto generalizado y por lo tanto al fin de la especie humana en la Tierra. Por esta razón es claramente “desaconsejable” (excepto para los cuales prevalezca la pulsión autodestructiva y suicida).

La alternativa 2, implementada a través de una dictadura (del proletariado, de una vanguardia o líder que lo represente) hasta el momento no ha dado los resultados esperados por la teoría a mediano plazo, en tanto vuelven a emerger clases, grupos y personas que van tomando “antiguos lugares” de dominación (sean restringidos y con mayores beneficios para los dominados o sean salvajes y con nuevas exclusiones).

La alternativa 3 puede ser la más “realista desde una perspectiva racional” (en el mundo actual) en tanto las instituciones sean las adecuadas y sus resultados se vayan evaluando a fin de que se puedan realizar las correcciones necesarias a los procesos o medios involucrados.

La alternativa 4 es la que practican en general (con excepciones) las personas y familias que comparten amor, amistad y afectos en sus núcleos próximos. Buscar de cómo extender estas prácticas culturales de lo micro a lo macro será crucial en la búsqueda de un mundo mejor, y podríamos afirmar en la construcción de un postcapitalismo. Para ello lo macro no lo debe impedir sino más bien dar el marco general para promoverlo.

(1) Sobre el significado cristiano de la libertad véase esta reflexión del Papa Francisco.