El trabajo y su protección

En una nota anterior hemos intentado hacer una presentación general de la temática del trabajo, y aquí trataremos de describir características generales sobre la protección del trabajo.

En general hay coincidencia que este derecho comienza en Occidente con la Revolución Industrial. Se universaliza con la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas del 10/12/1948. En su artículo 23 expresa que “toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.

Esto ha sido adoptado por todos los países que han adherido a esta Declaración así como al Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 e implementado a partir de 1976.

El gran desafío es cómo hacen los Estados, a través de sus gobiernos y sus políticas públicas, para que este derecho se haga efectivo. Una primera respuesta sería a partir del dictado de normas y a su adecuado control. Una segunda respuesta conllevaría el ejercicio de una política económica que –más allá del empleo público para los servicios que debe proporcionar de manera eficaz y eficiente el Estado- promueva la empresarialidad (y por lo tanto el empleo) en todas sus formas –desde la empresa privada hasta las empresas mixtas, cooperatvas y empresas sociales- y más en general el trabajo (es decir, no sólo empleo en relación de dependencia). En la nota aparte desarrollaremos este punto.

Alejandro Melamed en su libro “El futuro del trabajo y el trabajo del futuro” (Planeta, 2017) menciona en las páginas 51 y 52 a un especialista que dice que hay tres grandes modelos de derecho laboral: 1. El europeo donde el empresario es responsable por su empleado (de ahí la indemnización en caso de despido); 2. El estadounidense (imbuido de la cultura luterana) donde en caso de fracaso de la empresa y del trabajador no hay indemnización (implícitamente se los considera culpables) y 3. El oriental, como en China, donde –por influencia de Confucio- la salvación es a través del grupo solidario generando una mutua responsabilidad en la conservación del emprendimiento.

De lo expresado más arriba podemos deducir que las normas están imbuidas de culturas, de contextos históricos y de cómo va cambiando el sistema económico (capitalista de la revolución industrial a la actualidad) que generan distintas modalidades. Si volvemos al “espíritu” de la convención universal de derechos humanos, podríamos hacernos preguntas como las siguientes:

  • el derecho al trabajo es una parte significativa del derecho a la vida: no habrá que buscar distintas modalidades que garanticen el derecho a la vida que vayan acompañando pero a la vez se “independicen” de los cambios del sistema socioeconómico?
  • mientras se promueve una globalización diferente que garantice un “piso” de trabajo decente y un comercio justo, no habrá que implementar un ingreso de ciudadanía  que fije también un “piso decente” de vida?
  • entre tanto no habrá que “compartir” el trabajo existente, trabajando menos horas y permitiendo que otros accedan?
  • frente al avance de la “uberización” de la economía no habrá que implementar medidas como las que propone Bill Gates de un “impuesto a los robots” o generar algunas restricciones al avance de la inteligencia artificial?
  • la educación y la capacitación para desarrollo de nuestros talentos no tendrá que ir acompañando de manera acelerada todo esto?
  • habrá que incluir en la “alfabetización digital” la “alfabetización robótica” aprendiendo a utiizar impresoras 3D preparándonos para ser “prosumidores en el futuro”?
  • tendrá todo esto que ser acompañado de un “kit de supervivencia” con autogeneración de energía (por ejemplo solar), autoproducción de bienes y servicios básicos (ligado al punto anterior) junto al desarrollo del ocio creativo?

Entre otras preguntas frente a un mundo “vica”: volátil, incierto, complejo y ambiguo que está en búsqueda de un “mundo mejor”.

PD: Esta temática también es abordada en un documento reciente de la OIT.

Trabajo Decente

Según la Organización Internacional del Trabajo: «trabajo decente es un concepto que busca expresar lo que debería ser, en el mundo globalizado, un buen trabajo o un empleo digno. El trabajo que dignifica y permite el desarrollo de las propias capacidades no es cualquier trabajo; no es decente el trabajo que se realiza sin respeto a los principios y derechos laborales fundamentales, ni el que no permite un ingreso justo y proporcional al esfuerzo realizado, sin discriminación de género o de cualquier otro tipo, ni el que se lleva a cabo sin protección social, ni aquel que excluye el diálogo social y el tripartismo.

En 1999, Juan Somavia –primer director general de la OIT (fundada en 1919) proveniente del hemisferio sur– presentó su memoria «Trabajo decente» . En ella introduce el mencionado concepto, caracterizado por cuatro objetivos estratégicos: los derechos en el trabajo, las oportunidades de empleo, la protección social y el diálogo social. Cada uno de ellos cumple, además, una función en el logro de metas más amplias como la inclusión social, la erradicación de la pobreza, el fortalecimiento de la democracia, el desarrollo integral y la realización personal».

La OIT ha avanzado en medir el trabajo decente (ver también documentos relacionados) en distintos países (incluida Argentina), así como desarrollar programas al respecto. También se lo ha incluido en la Agenda 2030 de desarrollo sostenible de Naciones Unidas. En esta línea está lo expresado por Ban Ki-moon, Secretario General de las Naciones Unidas, el Día mundial de la justicia social de 2014: «la experiencia nos enseña que el crecimiento económico por sí solo no es suficiente. Debemos hacer más para empoderar a las personas gracias al trabajo decente, apoyarlas a través de la protección social, y garantizar que las voces de los pobres y los marginados sean escuchadas.”

De todos modos falta vincular, de manera efectiva, trabajo decente con globalización. El rol de ongs y voces que denuncian situaciones de trabajo infantil, trabajo esclavo, trabajo en exceso…. deben ser acompañadas de inspecciones de organismos internacionales como la OIT y sanciones a los países que presenten estas situaciones por la Organización Mundial del Comercio. Las declaraciones, buenas intenciones y programas no alcanzan para fijar un piso mínimo de dignidad humana y de relaciones de intercambio entre los países que vayan evolucionando a un comercio justo y un mundo mejor.

 

Del Libre Mercado al Comercio Justo y Responsable

En esta nota intentaremos vincular los valores de libertad, de justicia y de responsabilidad en una determinada forma de intercambio que se denomina mercadoen el marco de una perspectiva histórica y de una deseable convergencia hacia un mundo mejor.

Sabemos que los seres humanos comenzamos nuestra existencia aquí en la Tierra compartiendo la recolección de frutos, la caza y la pesca, no sin conflictos derivados del cambio climático y de la cantidad de humanos sobre una determinada capacidad de un territorio para su subsistencia (por lo tanto la escasez o la abundancia). A medida que se fue generando un excedente, según autores como Karl Polanyi (autor de numerosos textos), emergió el don y la reciprocidad entre las tribus, y el trueque -como forma primaria- de comercio (salto evolutivo de pasar de la guerra por los recursos al intercambio pacífico).

Este autor valora el enfoque sustantivo (la economía como sustento humano en base a la satisfacción de las necesidades) y lo diferencia de la economía formal (corriente principal de la economía, hasta el momento). Los sistemas económicos los denomina «modos de integración» y, como ya hemos expresado, los desagrega -desde el punto de vista empírico- en tres modelos principales: la reciprocidad, la redistribución y el intercambio. El modo o tipo de intercambio que viene desde el mercantilismo y se formaliza en el capitalismo, es bastante reciente en la historia de la humanidad, y seguramente no lo será a mediano y largo plazo (desde cambios científico-tecnológicos, pasando por el acelerado cambio climático hasta los culturales que lo modificarán).

De todos modos el «mercado» hoy en día es un espacio donde se juegan diversas «fuerzas» de necesidades, deseos y preferencias de los consumidores (demanda) y quienes buscan satisfacerlas (oferta) e incluso -bajo el capitalismo- promover nuevas a través de la publicidad.  Son muy diversas y la economía del comportamiento busca profundizar su conocimiento. En este marco cabe destacar que según, D. Kahneman, en particular en su texto «Pensar rápido, pensar despacio» señala como estos dos tipos de pensamiento marcan o sesgan nuestras decisiones. Por lo tanto, cuando muchas veces criticamos «al mercado» estamos criticando como los seres humanos reaccionamos frente a la estética, apariencia, marketing o bajo precio de un bien o servicio, y nos cuesta aplicar una reflexión más lenta y profunda -donde se juegan prioridades y valores como la justicia o la responsabilidad- en nuestras decisiones (al respecto hay una referencia irónica que hace el poeta Galeano). La educación (familiar, la de las instituciones educativas y la de los medios) y el accionar del Estado (generando incentivos para decisiones de mediano y largo plazo) son fundamentales para esto último.

No vamos a hacer referencia a enfoques del marxismo (véase -por ej.- artículo de Diane Elson) o posiciones más recientes, sino que nos referiremos a la importancia de fijar, desde la oferta, un piso vinculado con las condiciones de producción que eviten el dumping social (ver posturas como la del Parlamento Europeo) y -cómo minímo- partan de un trabajo decente. Lamentablemente la Organización Mundial del Comercio (OMC) no ha tenido en cuenta -de manera concreta- esta cuestión (más allá de algunos estudios realizados) y no se ha podido direccionar una «libertad positiva» de los intercambios asociados en conjunción con los otros valores mencionados. Ello se expresa, por ejemplo, en la publicidad que realiza «fashion revolution«. Esto nos impide a ir a «otro tipo de globalización«.

Una experiencia muy valiosa a extender, replicar y deseable de incorporar en la OMC es la del comercio justo o, en inglés, fair trade que ha avanzado en productos como café, té, miel, azúcar, cacao, nueces, vinos, otros productos primarios y artesanías. Hay certificación internacional, las estadísticas sobre este comercio son crecientes (con países como Suiza a la cabeza, y organizaciones como OXFAM, The Coop, y otras cooperativas), en países como España y en el caso argentino experiencias muy valiosas como la empresa La Riojana, así como las que menciona esta nota. De todos modos hay que señalar que por ahora es una experiencia pequeña y naciente. En el mes de septiembre de 2017, en una entrevista en una radio de Bélgica, le consultaron a Jacques Defourny  ¿por qué los productos «bio» tenían mayor demanda que los productos de «comercio justo»? Señaló que, por ahora, prevalece en esa sociedad lo que a uno lo beneficia personalmente y todavía cuesta visualizar y practicar aquello que también es beneficioso para terceros desfavorecidos. Por último podemos decir que también hay otras formas de intercambio relacionadas, así como su búsqueda a través de otras monedas.

Un conocedor de la bibliografía de Polanyi fue Alvin Toffler, a quien cita en su libro «La Tercera Ola». Entre otros conceptos allí genera el término «prosumidores» (que también había mencionado en su texto «El shock del futuro») donde seremos a la vez productores y consumidores. Si los efectos del cambio climático y las guerras no terminan antes con la humanidad, seguramente con una evolución futura de sofisticadas y potentes impresoras 3D hogareñas, resolveremos esta temática de manera radicalmente nueva. Entre tanto, y partiendo del hoy, si deseamos converger a un mundo mejor deberíamos ir a formas de intercambio donde la libertad positiva se articule con la justicia y la responsabilidad social y ambiental de nuestros actos.