Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia

Hoy se conmemora en la Argentina el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia referido  a las víctimas de la última dictadura militar, autodenominada «Proceso de Reorganización Nacional», que usurpó el gobierno del Estado nacional argentino entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 de diciembre de 1983. El objetivo es construir colectivamente una jornada de reflexión y análisis crítico de la historia reciente, y reafirmar el «Nunca más«. Es un punto de partida muy relevante para un mundo mejor en la Argentina.

 

 

 

Sobre la posibilidad de articular economía, valores y acuerdos

Con motivo de que algunos dirigentes de la oposición han planteado que no se puede llegar a acuerdos sino se comparten valores, en esta nota se hace una reflexión al respecto. Esperamos sea de utilidad para el debate.

Problemas económicos en común y ninguna solución estable

En la Argentina tenemos distintos problemas en común. Entre ellos están los económicos y sus distintos enfoques. En esta nota se intentan abordarlos a partir de dos enfoques o estilos que se vienen contraponiendo. Esperamos que sea de utilidad no sólo para el debate, sino para que los podamos resolver como expresa la imagen de la entrada.

Una reflexión sobre si ¿podemos vivir en un mundo mejor?

Vinculado con la temática de este blog, el filósofo Santiago Kovadloff disertó en la Universidad de Tel Aviv, acerca de si ¿podemos vivir en un mundo mejor?. La misma se puede visualizar en este video.

Vale la pena verlo, donde su respuesta es afirmativa, en tanto no pretendamos la perfección y otras muy interesantes consideraciones que realiza.

Sobre las implicancias de la humillación, y su relación con la locura

Padecer y hacer padecer la humillación es algo muy malo. Genera rencor, odio, frustración y otras pasiones negativas que -muchas veces- termina en locura y violencia.

A nivel internacional, luego de la primera guerra mundial, se ha mencionado el caso de Alemania con el Tratado de Versalles, que produjo graves consecuencias económicas para su pueblo, y posibilitó que un loco como Hitler pudiera ascender al poder.

John Carlin, en esta nota afirma las implicancias que pudo tener en Putin y en Trump. Para quienes no tienen acceso a la misma, nos permitimos transcribirla a continuación:

¿Obama provocó la guerra de Ucrania?. Qué une al ex presidente de Estados Unidos o, mejor dicho a lo que dijo en su momento, con decisiones tomadas por Trump y Putin.

Los dos monstruos más peligrosos del mundo en lo que va del siglo XXI son Vladimir Putin y Donald Trump. Existen argumentos para decir que Barack Obama es el Dr Frankenstein que los creó. O, mejor dicho, no el que los creó, ya que ese honor pertenece a sus madres, sino el que impulsó sus tendencias más malignas.

A lo que voy es a la teoría de que Trump no se hubiera presentado como candidato a la presidencia de Estados Unidos y Putin no hubiera invadido Ucrania si Obama, muy listo él, se hubiera callado la boca.

Putin primero. Acabo de ver un documental de la BBC titulado ‘Putin versus Occidente’ cuyo fin es trazar los factores que condujeron a Putin -él, solo- a lanzarse a la guerra. Un factor en el que se centra en el documental es especialmente llamativo. En 2014, después de que las tropas de Putin arrebataran el territorio ucraniano de Crimea, Obama declaró: “Rusia es una potencia regional que amenaza a sus vecinos inmediatos no en base a la fuerza sino a la debilidad”.

José Manuel Barroso, entonces presidente de la Comisión Europea, detectó la metida de pata. “Obama dice que Rusia es solo una potencia regional. Esto no ayuda”, dijo Barroso, ex primer ministro de Portugal. “No ayuda porque nutre el resentimiento y, para mí, Putin es esencialmente un producto del resentimiento que proviene del declive de Rusia tras el colapso de la Unión Soviética”. Barroso, que se había reunido varias veces con Putin, se vio rápidamente vindicado. En los meses siguientes a la desafortunada declaración del presidente de Estados Unidos Putin tuvo varios encuentros con líderes de la Unión Europea en los que una y otra vez recordó aquello de que Rusia solo era una potencia regional. Su lenguaje se volvió a la vez más bélico. Empezó a insistir en público que Ucrania no era un país independiente, que pertenecía a Rusia.

El sucesor de Barroso como presidente de la Comisión Europea a finales de 2014, Jean-Claude Juncker, también se lamentó de las palabras de Obama. Su jefe de gabinete dice en el documental de la BBC que Putin se sintió “dolido e insultado”. Otro entrevistado, un asesor de Obama, reconoció el error. “Putin se enardeció,” dijo. “Necesita sentirse un gran líder mundial, como sus antecesores soviéticos.” Avancemos al 11 de febrero de 2022, dos semanas antes de la invasión rusa. El ministro de defensa británico, Ben Wallace, se reunió en Moscú con el estado mayor ruso. Le aseguraron que no tenían ninguna intención de invadir Ucrania. La verdad salió de la boca del jefe del estado mayor ruso, Valeri Guerásimov, tras finalizar la reunión. Guerásimov, títere de Putin, le murmuró a Wallace: “Nunca más nos humillarán. Fuimos el cuarto ejército del mundo, ahora somos el número dos, Estados Unidos y nosotros.” “En ese instante entendí el por qué”, dijo Wallace a la BBC, de la inminente invasión rusa.

Lejos de los dramas de la guerra, en la vida cotidiana, hay pocas cosas más incómodas que tratar con gente de piel fina. Al oler su inseguridad, al detectar que no se sienten cómodos consigo mismos, que conviven con una permanente predisposición al rencor uno entiende que la única forma de tratar con ellos es de puntillas, cuidando mucho las palabras por temor a ofender. Así es Putin, como persona y como encarnación de un país fracasado, víctima tanto del experimento fallido del comunismo como del experimento fallido del capitalismo salvaje que lo sustituyó tras la caída de la Unión Soviética. Rusia sería poca cosa sin su arsenal nuclear y Putin, en el fondo de su cortex reptiliano, lo sabe. Es el bully del patio de colegio, con peores notas pero más grandote que sus compañeros, que tienen la inteligencia de saber que mejor no provocarle.

Obama le provocó. Dio en la herida. Se olvidó de que estaba tratando con un chico a la vez inseguro, malvado y destructivo. O, cambiando de metáfora, con un perro tonto pero feroz al que al que hay que tratar con exagerado respeto. “Buen perrito, fuerte perrito, lindo perrito.” Bromas, las mínimas.

Putin es un acomplejado. Rusia es un país acomplejado. Su problema ancestral es lo inferior que se siente a Occidente (hablaban francés en las cortes de los zares). Y Obama, como representante máximo de Occidente, va y le insulta donde más le duele. Hoy vemos las consecuencias.

Trump tiene un perfil psicológico similar al de Putin. Inseguro, resentido, envidioso, rencoroso. Su equivalente del complejo de Putin con Occidente es su complejo respecto al establishment de su Nueva York natal, que lo rechazó, y a la élite de Washington, que nunca disimuló su desdén por la vulgaridad y el infantil machismo que le define.

El que no solo no lo disimuló, sino que se lo echó en cara, fue Obama. Ocurrió en 2011 en la cena anual de los corresponsales que cubren la Casa Blanca en la que Trump estuvo entre los invitados. El presidente Obama dedicó cinco minutos de su discurso a Trump, cinco minutos de humor cruel en el que le retrató como el imbécil que es. Lo dejó en ridículo, lo humilló como nadie había sido humillado en un foro que hace años reúne a los personajes más ricos, famosos y poderosos del imperio americano, todos los cuales se morían de la risa – salvo Trump, mudo como una estatua — ante las gracias del presidente.

¿Ahí fue dónde Trump gestó la idea de presentarse a la presidencia? ¿Fue ese el momento, como Putin cuando oyó aquello del “poder regional”, en el que decidió tomarse su venganza? Hay muchos observadores políticos en Washington que así lo entienden. Yo sospecho que tiene mucho que ver. Como también sospecho que el desdén y los aires de superioridad intelectual de la izquierda y de listillos como yo, no solo en Estados Unidos sino en muchos países más, tienen que ver con el auge en los últimos años de la extrema derecha rabiosa, aquella de la que Trump y Putin son la máxima expresión.”

El resurgimiento del pensamiento antidemocrático

La imagen de la entrada es la de Carl Schmitt, junto con un oficial nazi, que ha sido tomada de esta nota del diario El País, de España. En su libro «El Concepto de lo político» plantea que la política se desenvuelve en base a la antinomia amigo-enemigo (para más detalle se puede consultar este enlace).

Este pensamiento tuvo una gran influencia en el nazismo y en el fascismo. Sin embargo este enfoque radicalmente agonal es más amplio y es característico de todo régimen integrista (ya sea desde lo étnico, lo religioso, lo ideológico de extrema izquierda o de extrema derecha, etc.), autoritario extremo o totalitario, donde la historia y la cultura existente también inciden en que haya personalidades autoritarias. Cabe destacar que el fascismo es sólo una expresión particular de totalitarismo y -a veces- se lo usa como equivalentes, y esto es incorrecto.

Para aclarar aún más lo anterior es importante conocer la definición de fascismo que da Robert Paxton en su libro «Anatomía del Fascismo«, y es la siguiente: «Una forma de política caracterizada por una preocupación obsesiva por la decadencia de la comunidad, su humillación o victimización, simultáneamente compensados por cultos de unidad, energía y pureza. Cultos en los que un partido  con una base de militantes ultra nacionalistas comprometidos, trabajando en una colaboración incómoda pero sumamente eficaz con elites tradicionales, abandona las libertades democráticas y persigue con violencia redentora y sin limitaciones éticas o legales objetivos de limpieza interna y expansión exterior» (1).

La consideración que se viene de realizar sirve para discrepar -en un punto- sobre esta excelente nota de Juan Corradi sobre la resurrección del pensamiento antidemocrático, donde usa como equivalentes ambos términos. Más allá de esta precisión conceptual vale la pena leerla y, para quienes no tienen acceso, nos permitimos transcribirla a continuación:

«Se han cumplido cien años del nacimiento del fascismo en Europa. Hoy estamos presenciando su resurrección en el mundo entero. A pesar de su derrota por las armas en la Segunda Guerra Mundial el fascismo en realidad nunca murió.

Winston Churchill decía que la diferencia entre la política y la guerra está en que en la guerra se muere sólo una vez. En política la resurrección es frecuente. ¿Dónde anida el fascismo? Muchos dirán que anida en las emociones de un pueblo decepcionado por el sistema político, en particular el democrático.

Yo propongo otra hipótesis: el nido del fascismo no está en el corazón humano sino en su cerebro. Es un cierto tipo de razonamiento polarizante, un razonamiento que funciona con oposiciones simples del tipo nosotros/ellos. Su forma abstracta es la computación, los “bits” 0/1 de cualquier cálculo algorítmico.

La lingüística estructural distingue entre las relaciones paradigmáticas y las relaciones sintagmáticas. Las primeras son contrastes funcionales. El método semiótico incluye la identificación de oposiciones semánticas polares o binarias, por ejemplo “amigo/enemigo,” “público/privado,” etc. 

En el pensamiento político el caso más notable se encuentra en un libro publicado en 1927 por Carl Schmitt bajo el título de El Concepto de lo político en el que sostiene que toda relación política puede reducirse a la oposición “amigo/enemigo.” Schmitt intenta hallar una serie de distinciones que puedan servir como criterio para considerar un problema político. Son binarias, es decir, paradigmáticas.

Schmitt fue celebrado como el teórico del nacional-socialismo alemán. Su concepción de la política la reduce a una relación de fuerza, y rechaza todo campo de negociación y compromiso, que es la esencia de la democracia. El enemigo político “simplemente es el otro, el extraño, y para determinar su esencia basta con que sea existencialmente distinto y extraño en un sentido particularmente intensivo.”

Tal concepción se distingue nítidamente de la reflexión de otro teórico, Norberto Bobbio para quien la gran contribución del pensamiento occidental es la idea de democracia como forma de gobierno dirigido por la razón en el diálogo y la libertad entre iguales, más allá de la lucha y la dominación. Es una concepción de lo político asociada a la paz, la inclusión y los derechos humanos.

Para un fascista, toda reflexión es síntoma de debilidad. La acción se antepone a todo razonamiento. El poeta Antonio Machado captó bien esta actitud en la España de su época (la fascista): “De diez cabezas, nueve embisten y una piensa”. De la misma España Borges dijo: “Hablan con el aplomo de quien no conoce la duda”.

La prioridad de la acción ha conducido a igualar el fascismo con el irracionalismo. Umberto Eco escribió que la sospecha hacia el mundo intelectual ha sido siempre un síntoma de proto-fascismo (“alpargatas sí, libros no”). Sin embargo, hay un método detrás de la aparente locura, y se llama razonamiento binario, o “razón subjetiva” que hoy cunde en las pequeñas pantallas del Iphone y sus aplicaciones. Permite el cálculo rápido e irreflexivo en un mundo cada vez más dependiente de la inteligencia artificial.

Las redes sociales hacen uso frecuente de los opuestos simples. En términos semióticos rechazan el sintagma (frases lineales y a veces complejas) a favor de paradigmas simples. El lingüista Roman Jakobson llamaba a tal característica (presencia/ausencia de un elemento) marcación. El discurso fascista hace uso frecuente de la marcación de una característica distintiva a un significante antes desmarcado.

Por ejemplo, antes de la irrupción del nazismo en Alemania, la asimilación cultural de los judíos significaba que el judaísmo estaba desmarcado. Los nazis hicieron una intensa campaña de marcación (oposición judío/no-judío) para movilizar al pueblo en contra de ese grupo y promover su persecución y exterminio.

El uso de oposiciones binarias cultiva el odio en la polarización. Hoy la operación cunde por las redes sociales. Se trata de “colgar el cartelito” de discriminación y rechazar lo desmarcado como “camaleónico,” o “débil.” Se reduce toda ambigüedad a una marcación fuerte con términos opuestos. El “cortar por lo sano” es cada vez más el modo de hacer política. Valen tomar el poder y eliminar al enemigo. La soberanía se iguala al golpe y la dictadura.

El razonamiento anti-democrático tiene algunas de sus raíces en el uso difundido de oposiciones binarias y en la acción mediatizada por los algoritmos de nuestro andar cotidiano. El corolario político no es nada halagüeño. La verdadera reflexión parece quedar marginada en ambientes cada vez mas reducidos. Hoy el “hombre masa” de Ortega es un ser híper-informado pero incapaz de pensar con profundidad y serenidad.

Pero no desesperemos. La reflexión y la democracia no morirán. El fascismo encuentra resistencias y comete errores. Hasta hay un rayo de esperanza en la inteligencia artificial, hasta hoy basada en el cálculo binario. Estamos ante el umbral de la computación cuántica, que a su manera habrá de potenciar nuevamente el pensamiento complejo y multidimensional. Por ahora, hagamos descansar las pantallitas, suspendamos la matriz binaria y cultivemos la duda. No dejemos que futuros extra-terrestres nos consideren simios teledirigidos.”

(1) Agradezco a Israel Lotersztain la referencia.

La posibilidad de un acuerdo económico institucional como en Bolivia y Perú

En esta nota, que se invita a leer, se aborda esta temática (1). Se espera que la misma sea de utilidad para tratar de construir una Argentina mejor.

(1) Hay que aclarar que en 2023 se ha desvanecido el «milagro económico» de Bolivia como expresa este artículo.

La felicidad según el Evangelio

Se ha escrito mucho sobre el tema de la felicidad. Uno de los primeros que reflexionó sobre esta temática fue Aristóteles. En esta nota se sintetiza su pensamiento y se expresa que «para Aristóteles, la felicidad es el fin que busca todo ser humano, es decir, el bien es el mayor deseo que guía a todas las acciones humanas.

En Ética a Nicómaco, el filósofo utiliza el término griego eudemonia (eu= bien,  y daimon= espíritu) que puede traducirse como “felicidad”, pero también se le atribuyen los significados de prosperidad, riqueza, buena fortuna, vivir bien y florecer.

El alcance de la eudemonia está ligado a lo que dice el filósofo sobre lo que es la felicidad. Para él, las personas le atribuyen diferentes significados, que pueden ir desde acumular riqueza hasta gozar de una buena salud o validar a otras personas.

Para alcanzar la verdadera felicidad, Aristóteles, en su libro Ética a Nicómaco, sostiene que el ser humano necesita basar su vida en acciones virtuosas, sustentadas en el pensamiento, la justicia y la razón.

Identifica tres formas de vida que buscan la felicidad. El primero está guiado por el placer en el que la felicidad se encuentra en la satisfacción de los impulsos. Para Aristóteles, esta forma de vida es comparable a la de los animales.

La segunda es la vida política, en la que el individuo busca la felicidad a través de los honores, las grandes hazañas y las riquezas, como si ser feliz dependiera de la aprobación del otro.

El tercer punto es la forma más alta de vida, que el filósofo llama contemplativa. En esta modalidad, el individuo actúa de forma puramente racional y entiende que la felicidad es un fin en sí mismo, es decir, no son necesarias herramientas como el dinero o el poder para alcanzarla.»

Luego diversos pensadores y filósofos se han referido a ella. En la actualidad muchos la asocian al bienestar y el placer individual. Otros la vinculan con una visión más sistémica, compleja y de qué no es posible ser felices en un mundo con luchas de poder, centrarse solo en el tener y no en el ser, sin el cuidado de los demás y de la naturaleza…

En esta última perspectiva se inscribe el Sermón de la Montaña (o del monte) de Jesús y sus Bienaventuranzas o deseos de bien y felicidad. Allí expresa que:

  • «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (1).
  • Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
  • Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
  • Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
  • Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
  • Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
  • Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
  • Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
  • Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.»

No habla sólo de un Reino de los Cielos luego de la muerte física, sino fundamentalmente de lo que deberíamos hacer en esta vida.  No es fácil, pero es un mensaje a tener muy en cuenta si queremos un construir en el presente y en el futuro inmediato un mundo mejor.

(1) Se refiere al desapego de los bienes materiales, y centrarse en el ser y no en el tener. No confundir con el elogio de la miseria o de la pobreza material que impide la satisfacción de las necesidades básicas.

PD: Agradezco a Gladys Biancosino el envío de esta reflexión que ayudó a la redacción de esta nota.

El factor demográfico: el envejecimiento de la población y la diáspora africana

Hacer pronósticos a la largo plazo en este mundo VICA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo) es muy difícil, por no decir imposible. Más aún con la aceleración del cambio científico-tecnológico, el cambio climático en curso, y la guerra de Ucrania que no sabemos cuándo y cómo puede terminar, por citar los principales elementos a tener en cuenta.

De todos modos hay personas que construyen escenarios vinculados a cuestiones como la evolución demográfica. Tal es el caso de esta nota sobre “Cinco reglas para un mundo que envejece”. Para quienes no tienen acceso a la misma, y dado que se cita la fuente, se la transcribe a continuación:

“Hay dos tipos de personas en el mundo: las que creen que el desafío que definirá el siglo XXI será el cambio climático y las que saben que será la escasez de nacimientos, la crisis de población, la vejez del mundo. Ese tipo de comienzo de columna es rehén de la suerte. Si me equivoco, puede que se cite de forma sombría o burlona en futuros libros de historia con Nueva York bajo el agua y Texas inhabitable.

Pero es importante que la gente rara más obsesionada con la demografía que con el clima, siga insistiendo, porque cualquiera sea el verdadero equilibrio de riesgos entre ambos, el equilibrio relativo está cambiando.

En los últimos quince años, algunas de las peores hipótesis de cambio climático se han vuelto menos probables que antes. Al mismo tiempo, diversas fuerzas, especialmente la crisis del Covid, han hecho descender más rápidamente la tasa de natalidad, adelantando rápidamente la era de la vejez.

La prueba más reciente es la noticia conocida la semana pasada de que la población china se redujo por primera vez desde el Gran Salto Adelante, hace más de 60 años. El declive se preveía desde hace tiempo, pero hasta hace poco se preveía que llegaría en la década de 2030; sin embargo, ya está aquí, en tanto la tasa de natalidad china alcanzó un mínimo histórico en 2022.

Eso significa que, justo cuando China surge como una cuasi-superpotencia, se asoma a un oscuro futuro en el que envejecerá y se estancará antes de terminar de enriquecerse. Entretanto, variantes de esa sombra se ciernen ahora sobre la mayoría de los países ricos y muchos de ingresos medios: amenaza de esclerosis generalizada, pérdida de dinamismo e innovación y una lucha de suma cero entre una población jubilada engrosada y una juventud sobrecargada.

Las protestas masivas de la semana pasada en Francia por el plan de Emmanuel Macron de elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años fueron un anticipo de ese futuro.

De modo que vale la pena reflexionar sobre algunas reglas para la era de la decadencia demográfica: tendencias a las que prestar atención, principios que separarán a ganadores de perdedores, pautas para cualquiera que busque dinamismo en un mundo estancado.

Regla nº 1: El mundo rico necesitará una redistribución de prestaciones de los viejos a los jóvenes.

En las últimas décadas hemos visto muchos casos en los que se demostró que los tecnócratas se habían equivocado en sus presunciones: desde la creencia generalizada de que necesitábamos reducir el déficit casi inmediatamente después de la crisis financiera, hasta el optimismo imprudente sobre los efectos del libre comercio con China.

Pero en un mundo que envejece, el deseo tecnocrático de reformar las prestaciones a la vejez será cada vez más fundamental y correcto… siempre que el ahorro pueda utilizarse para facilitar a los jóvenes formar una familia, abrir una empresa, ser dueños de una vivienda. Y los países que encuentren la forma de realizar esa transferencia con éxito acabarán muy por delante de los que se hundan en la gerontocracia.

Regla nº 2: La innovación no es suficiente; el reto será la aplicación y la adopción.

Si se quiere crecer en un mundo que envejece, se necesitan avances tecnológicos. Pero como señalaba el economista Eli Dourado en un artículo reciente sobre los efectos de la nueva tecnología de inteligencia artificial, los grandes cuellos de botella no siempre están en la invención en sí, sino en la puesta a prueba, la infraestructura, la implementación y las trabas normativas. Y dado que las sociedades envejecidas y acostumbradas a hacer las cosas de determinada manera pueden ser más proclives a dejar los nuevos inventos en el cajón, eliminar esos cuellos de botella podría ser el principal desafío para los innovadores.

Regla nº 3: La guerra terrestre chocará con los límites poblacionales.

Esta dinámica ya se observa en la guerra entre Rusia y Ucrania. Los esfuerzos de movilización del presidente ruso Vladimir Putin no son lo que presumiblemente serían si su imperio tuviera más jóvenes. Ucrania, con tasas de natalidad inferiores incluso a las de Rusia, se enfrenta a un agravamiento de su crisis demográfica si la guerra se prolonga durante años. Lo mismo ocurrirá en Taiwán y otros puntos conflictivos: incluso donde las ambiciones estratégicas militan a favor de la guerra, el dolor de cada baja se agravará dramáticamente.

Regla nº 4: En el reino de los ancianos, un poco más de juventud y vitalidad vendrá muy bien.

Esto es cierto a escala internacional: los países que logren mantener o aumentar su tasa de natalidad cerca del nivel de reemplazo tendrán una ventaja de largo plazo respecto de los países que caigan en una fecundidad de reemplazo a medias al estilo de Corea del Sur. Y lo mismo ocurrirá dentro de cada sociedad: para predecir cuáles serán los estados y las ciudades más dinámicos de Estados Unidos y las tradiciones e ideologías religiosas más influyentes, hay que buscar los lugares y los grupos más amigables no sólo para los jóvenes, sino también para los jóvenes que tengan hijos. (Además, seguramente tendremos muchos más vecinos amish.)

Regla nº 5: La diáspora africana reconfigurará el mundo.

 Cuanto más rápido se produzca el envejecimiento en el mundo rico y de ingresos medios, más importante será el hecho de que la población de África siga rumbo a alcanzar los 2.500 millones en 2050 y a llegar a los 4.000 millones en 2100.

El desplazamiento de incluso una fracción de esa población probablemente sea la transformación mundial más significativa del siglo XXI. Y el equilibrio entre el éxito de la asimilación, por un lado, y la desestabilización y la reacción violenta, por otro, contribuirá a decidir si la era del declive demográfico terminará en revitalización o en colapso.”

Son todos elementos a tener en cuenta y para encarar positivamente a escala global y nacional, si queremos ir hacia un mundo mejor.

Cambio de época

Mucho se viene escribiendo sobre el cambio de época que estamos viviendo. En esta nota se menciona sólo a dos referentes: «Larry Fink y Emmanuel Macron. El primero, director general de BlackRock, gran conocido de los argentinos por administrar el mayor fondo de inversiones del mundo, dirigió en febrero una carta a sus accionistas advirtiendo que “la invasión rusa de Ucrania ha puesto fin a la globalización que hemos vivido durante las últimas tres décadas».

La segunda cita, la del actual Presidente francés, que declaró en junio, luego de una reunión de gobierno, “el fin de la era de la abundancia”.

Tal vez el concepto de globalización estaba esperando solo el momento de que lo enterraran, ya que su ocaso es un parte de un fenómeno que comenzó luego de la crisis económica del 2008, producto de un aumento de los proteccionismos y de las tensiones comerciales entre distintos países».

También podríamos agregar a Tony Blair y a muchos otros que lo analizan desde distintas perspectivas. Una muy buena síntesis se presenta en este artículo de Carlos Pérez Llana. Se refiere a que el mundo de Davos es pasado y que nos permitimos glosar (citando la fuente y respetando a la misma): «Dos mil kilómetros separan a Davos de Kiev. La distancia es corta, pero en verdad poco importa la geografía, se vive un cambio de época donde lo más relevante es la guerra. Basta observar que el único dirigente del G7 que participó en el reciente Foro fue el canciller alemán Olaf Scholz, acosado porque la OTAN le reclama que facilite el envío a Ucrania de tanques germanos.

Las convocatorias de Davos durante años se convirtieron en una cita obligada. Para los empresarios equivalía a una ONU de los negocios, para los Jefes de Estado, su presencia suponía vigencia. El horizonte insuperable de la globalización se expresaba, cual oráculo, en una idea pasteurizada: la cooperación.

La invasión a Ucrania hoy significa la negación de la utopía nacida en las montañas suizas. Cuarenta años de globalización han llegado a su fin. El discurso obituario es una suma de fenómenos disruptivos: Covid; guerras; conflicto chino-americano; regreso de la inflación; energía cara, etc.

En síntesis, para entender el cambio de época hay que observar la profundidad del reequilibrio entre lo local y lo global. Como bien lo viene sosteniendo, en el Financial Times, R. Foroohar, la globalización de régimen único desapareció y el sustituto podría ser, en principio, la regionalización o la balcanización con agendas centradas en la transición energética y en la confrontación tecnológica. Y en ese marco se destacan dos modalidades de guerras: comerciales y tecnológicas.

En ambos casos no hay reglas: las Naciones Unidas y la Organización Mundial de Comercio se encuentran en “modo pausa”. Importa la fuerza, no las reglas, y Ucrania es el testimonio del retorno a una geopolítica darwinista: desaparecer es el riesgo. En paralelo se fueron desvaneciendo los sistemas democráticos: según el Instituto V-Dem -Univ. de Goteborg- el 70% de la población mundial vive en autocracias y para el Freedom House, sólo el 20% viviría bajo el imperio de la libertad.

La apuesta de Davos a una globalización lubricada por el libre comercio quedó superada. El proteccionismo se legitima, en la era del tecno-nacionalismo, en base a criterios de seguridad y constituye un arma de guerra insoslayable donde los EE.UU. y China constituyen la centralidad.

Desde el año pasado Washington posee dos “armas de destrucción masiva” que le permiten obstaculizar el acceso de China a los semiconductores sofisticados ( la “Chips and Science Act”) y la subvención que protege a los sectores ligados a la transición energética ( “Inflation Reduction Act” ). Las restricciones comerciales de la era Trump, fueron superadas cuando la gestión Biden optó por reindustrializar a los EE.UU.

Europa y China están al tanto de los peligros y desafíos: Europa puede salir de la historia, porque la apuesta de la Unión está armada sobre el comercio, particularmente Alemania, y en China renació el “dilema de Malaca”, que marcó la primera debilidad estratégica de Beijing por su dependencia de las importaciones de petróleo del Medio Oriente a través de las vías marítimas.

Xi no ignora que en la cadena de suministro de semiconductores, sus empresas participan sólo con el 6% del mercado, frente al 39% de los EE.UU, el 16% de Corea del Sur y el 12% de Taiwan, (Chris Miller, “Chip War”, Scribner 2022). La dependencia china de países/empresas aliados de Washington (Holanda, Japón; Corea del Sur y Taiwan) es notable, de allí la remisión a las importaciones de petróleo: un bloqueo medido en bytes es más grave que un bloqueo naval en el Océano Indico.

A través de oleoductos y gasoductos China se liberó de la restricción marítima, buscando proveedores seguros como Rusia y los países aliados del Asia Central y la Organización de Shangai. La Ruta de la Seda en gran medida se explica en base a la realidad de la vulnerabilidad energética.

Ahora, Beijing está advirtiendo el designio de la nueva concepción estratégica americana: construir una nueva Gran Muralla tecnológica para rodearla. La vulnerabilidad china es notable en este campo: muchos datos se almacenan y procesan con semi conductores importados.

Este nuevo diseño implica un proteccionismo renovado que se expresó en el impulso americano para la creación del Consejo de Comercio y de Tecnologías (CCT) en el año 2021. La idea consiste en securitizar las cadenas productivas y también incluye la prohibición de exportaciones sensibles hacia países no-amigos.

Este transformado “estado del mundo” sumó en los días previos al Foro de Davos tres noticias relevantes. El pronóstico de crecimiento de la economía mundial para el 2023, elaborado por el Banco Mundial, refleja una realidad que suma incertidumbre y fragmentación: en el 2023 la economía mundial crecería el 1,7%. Tres motores del crecimiento se han frenado: EE.UU; Europa y China, y según The Economist, 53 países estarían al borde del default.

El “mundo de Davos” es el pasado: la Agenda Internacional, los protagonistas y las prioridades han mutado. El único punto donde la cooperación, la clave de bóveda del “espíritu del Foro”, podría concitar interés radica en la cuestión ambiental.

Pero la realidad orienta los debates y las preocupaciones hacia otras demandas, más centradas en la lógica de los antecedentes. El paraíso perdido de la globalización todavía ejerce una influencia decisiva, es un velo ideológico que impide observar un cambio de época que se inició en Ucrania.”

Una cuestión muy relevante y a tener en cuenta. Ojalá podamos transformarla en la dirección de un mundo mejor.