El factor demográfico: el envejecimiento de la población y la diáspora africana

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Hacer pronósticos a la largo plazo en este mundo VICA (Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo) es muy difícil, por no decir imposible. Más aún con la aceleración del cambio científico-tecnológico, el cambio climático en curso, y la guerra de Ucrania que no sabemos cuándo y cómo puede terminar, por citar los principales elementos a tener en cuenta.

De todos modos hay personas que construyen escenarios vinculados a cuestiones como la evolución demográfica. Tal es el caso de esta nota sobre “Cinco reglas para un mundo que envejece”. Para quienes no tienen acceso a la misma, y dado que se cita la fuente, se la transcribe a continuación:

“Hay dos tipos de personas en el mundo: las que creen que el desafío que definirá el siglo XXI será el cambio climático y las que saben que será la escasez de nacimientos, la crisis de población, la vejez del mundo. Ese tipo de comienzo de columna es rehén de la suerte. Si me equivoco, puede que se cite de forma sombría o burlona en futuros libros de historia con Nueva York bajo el agua y Texas inhabitable.

Pero es importante que la gente rara más obsesionada con la demografía que con el clima, siga insistiendo, porque cualquiera sea el verdadero equilibrio de riesgos entre ambos, el equilibrio relativo está cambiando.

En los últimos quince años, algunas de las peores hipótesis de cambio climático se han vuelto menos probables que antes. Al mismo tiempo, diversas fuerzas, especialmente la crisis del Covid, han hecho descender más rápidamente la tasa de natalidad, adelantando rápidamente la era de la vejez.

La prueba más reciente es la noticia conocida la semana pasada de que la población china se redujo por primera vez desde el Gran Salto Adelante, hace más de 60 años. El declive se preveía desde hace tiempo, pero hasta hace poco se preveía que llegaría en la década de 2030; sin embargo, ya está aquí, en tanto la tasa de natalidad china alcanzó un mínimo histórico en 2022.

Eso significa que, justo cuando China surge como una cuasi-superpotencia, se asoma a un oscuro futuro en el que envejecerá y se estancará antes de terminar de enriquecerse. Entretanto, variantes de esa sombra se ciernen ahora sobre la mayoría de los países ricos y muchos de ingresos medios: amenaza de esclerosis generalizada, pérdida de dinamismo e innovación y una lucha de suma cero entre una población jubilada engrosada y una juventud sobrecargada.

Las protestas masivas de la semana pasada en Francia por el plan de Emmanuel Macron de elevar la edad de jubilación de 62 a 64 años fueron un anticipo de ese futuro.

De modo que vale la pena reflexionar sobre algunas reglas para la era de la decadencia demográfica: tendencias a las que prestar atención, principios que separarán a ganadores de perdedores, pautas para cualquiera que busque dinamismo en un mundo estancado.

Regla nº 1: El mundo rico necesitará una redistribución de prestaciones de los viejos a los jóvenes.

En las últimas décadas hemos visto muchos casos en los que se demostró que los tecnócratas se habían equivocado en sus presunciones: desde la creencia generalizada de que necesitábamos reducir el déficit casi inmediatamente después de la crisis financiera, hasta el optimismo imprudente sobre los efectos del libre comercio con China.

Pero en un mundo que envejece, el deseo tecnocrático de reformar las prestaciones a la vejez será cada vez más fundamental y correcto… siempre que el ahorro pueda utilizarse para facilitar a los jóvenes formar una familia, abrir una empresa, ser dueños de una vivienda. Y los países que encuentren la forma de realizar esa transferencia con éxito acabarán muy por delante de los que se hundan en la gerontocracia.

Regla nº 2: La innovación no es suficiente; el reto será la aplicación y la adopción.

Si se quiere crecer en un mundo que envejece, se necesitan avances tecnológicos. Pero como señalaba el economista Eli Dourado en un artículo reciente sobre los efectos de la nueva tecnología de inteligencia artificial, los grandes cuellos de botella no siempre están en la invención en sí, sino en la puesta a prueba, la infraestructura, la implementación y las trabas normativas. Y dado que las sociedades envejecidas y acostumbradas a hacer las cosas de determinada manera pueden ser más proclives a dejar los nuevos inventos en el cajón, eliminar esos cuellos de botella podría ser el principal desafío para los innovadores.

Regla nº 3: La guerra terrestre chocará con los límites poblacionales.

Esta dinámica ya se observa en la guerra entre Rusia y Ucrania. Los esfuerzos de movilización del presidente ruso Vladimir Putin no son lo que presumiblemente serían si su imperio tuviera más jóvenes. Ucrania, con tasas de natalidad inferiores incluso a las de Rusia, se enfrenta a un agravamiento de su crisis demográfica si la guerra se prolonga durante años. Lo mismo ocurrirá en Taiwán y otros puntos conflictivos: incluso donde las ambiciones estratégicas militan a favor de la guerra, el dolor de cada baja se agravará dramáticamente.

Regla nº 4: En el reino de los ancianos, un poco más de juventud y vitalidad vendrá muy bien.

Esto es cierto a escala internacional: los países que logren mantener o aumentar su tasa de natalidad cerca del nivel de reemplazo tendrán una ventaja de largo plazo respecto de los países que caigan en una fecundidad de reemplazo a medias al estilo de Corea del Sur. Y lo mismo ocurrirá dentro de cada sociedad: para predecir cuáles serán los estados y las ciudades más dinámicos de Estados Unidos y las tradiciones e ideologías religiosas más influyentes, hay que buscar los lugares y los grupos más amigables no sólo para los jóvenes, sino también para los jóvenes que tengan hijos. (Además, seguramente tendremos muchos más vecinos amish.)

Regla nº 5: La diáspora africana reconfigurará el mundo.

 Cuanto más rápido se produzca el envejecimiento en el mundo rico y de ingresos medios, más importante será el hecho de que la población de África siga rumbo a alcanzar los 2.500 millones en 2050 y a llegar a los 4.000 millones en 2100.

El desplazamiento de incluso una fracción de esa población probablemente sea la transformación mundial más significativa del siglo XXI. Y el equilibrio entre el éxito de la asimilación, por un lado, y la desestabilización y la reacción violenta, por otro, contribuirá a decidir si la era del declive demográfico terminará en revitalización o en colapso.”

Son todos elementos a tener en cuenta y para encarar positivamente a escala global y nacional, si queremos ir hacia un mundo mejor.

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