Sobre las implicancias de la humillación, y su relación con la locura

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Padecer y hacer padecer la humillación es algo muy malo. Genera rencor, odio, frustración y otras pasiones negativas que -muchas veces- termina en locura y violencia.

A nivel internacional, luego de la primera guerra mundial, se ha mencionado el caso de Alemania con el Tratado de Versalles, que produjo graves consecuencias económicas para su pueblo, y posibilitó que un loco como Hitler pudiera ascender al poder.

John Carlin, en esta nota afirma las implicancias que pudo tener en Putin y en Trump. Para quienes no tienen acceso a la misma, nos permitimos transcribirla a continuación:

¿Obama provocó la guerra de Ucrania?. Qué une al ex presidente de Estados Unidos o, mejor dicho a lo que dijo en su momento, con decisiones tomadas por Trump y Putin.

Los dos monstruos más peligrosos del mundo en lo que va del siglo XXI son Vladimir Putin y Donald Trump. Existen argumentos para decir que Barack Obama es el Dr Frankenstein que los creó. O, mejor dicho, no el que los creó, ya que ese honor pertenece a sus madres, sino el que impulsó sus tendencias más malignas.

A lo que voy es a la teoría de que Trump no se hubiera presentado como candidato a la presidencia de Estados Unidos y Putin no hubiera invadido Ucrania si Obama, muy listo él, se hubiera callado la boca.

Putin primero. Acabo de ver un documental de la BBC titulado ‘Putin versus Occidente’ cuyo fin es trazar los factores que condujeron a Putin -él, solo- a lanzarse a la guerra. Un factor en el que se centra en el documental es especialmente llamativo. En 2014, después de que las tropas de Putin arrebataran el territorio ucraniano de Crimea, Obama declaró: “Rusia es una potencia regional que amenaza a sus vecinos inmediatos no en base a la fuerza sino a la debilidad”.

José Manuel Barroso, entonces presidente de la Comisión Europea, detectó la metida de pata. “Obama dice que Rusia es solo una potencia regional. Esto no ayuda”, dijo Barroso, ex primer ministro de Portugal. “No ayuda porque nutre el resentimiento y, para mí, Putin es esencialmente un producto del resentimiento que proviene del declive de Rusia tras el colapso de la Unión Soviética”. Barroso, que se había reunido varias veces con Putin, se vio rápidamente vindicado. En los meses siguientes a la desafortunada declaración del presidente de Estados Unidos Putin tuvo varios encuentros con líderes de la Unión Europea en los que una y otra vez recordó aquello de que Rusia solo era una potencia regional. Su lenguaje se volvió a la vez más bélico. Empezó a insistir en público que Ucrania no era un país independiente, que pertenecía a Rusia.

El sucesor de Barroso como presidente de la Comisión Europea a finales de 2014, Jean-Claude Juncker, también se lamentó de las palabras de Obama. Su jefe de gabinete dice en el documental de la BBC que Putin se sintió “dolido e insultado”. Otro entrevistado, un asesor de Obama, reconoció el error. “Putin se enardeció,” dijo. “Necesita sentirse un gran líder mundial, como sus antecesores soviéticos.” Avancemos al 11 de febrero de 2022, dos semanas antes de la invasión rusa. El ministro de defensa británico, Ben Wallace, se reunió en Moscú con el estado mayor ruso. Le aseguraron que no tenían ninguna intención de invadir Ucrania. La verdad salió de la boca del jefe del estado mayor ruso, Valeri Guerásimov, tras finalizar la reunión. Guerásimov, títere de Putin, le murmuró a Wallace: “Nunca más nos humillarán. Fuimos el cuarto ejército del mundo, ahora somos el número dos, Estados Unidos y nosotros.” “En ese instante entendí el por qué”, dijo Wallace a la BBC, de la inminente invasión rusa.

Lejos de los dramas de la guerra, en la vida cotidiana, hay pocas cosas más incómodas que tratar con gente de piel fina. Al oler su inseguridad, al detectar que no se sienten cómodos consigo mismos, que conviven con una permanente predisposición al rencor uno entiende que la única forma de tratar con ellos es de puntillas, cuidando mucho las palabras por temor a ofender. Así es Putin, como persona y como encarnación de un país fracasado, víctima tanto del experimento fallido del comunismo como del experimento fallido del capitalismo salvaje que lo sustituyó tras la caída de la Unión Soviética. Rusia sería poca cosa sin su arsenal nuclear y Putin, en el fondo de su cortex reptiliano, lo sabe. Es el bully del patio de colegio, con peores notas pero más grandote que sus compañeros, que tienen la inteligencia de saber que mejor no provocarle.

Obama le provocó. Dio en la herida. Se olvidó de que estaba tratando con un chico a la vez inseguro, malvado y destructivo. O, cambiando de metáfora, con un perro tonto pero feroz al que al que hay que tratar con exagerado respeto. “Buen perrito, fuerte perrito, lindo perrito.” Bromas, las mínimas.

Putin es un acomplejado. Rusia es un país acomplejado. Su problema ancestral es lo inferior que se siente a Occidente (hablaban francés en las cortes de los zares). Y Obama, como representante máximo de Occidente, va y le insulta donde más le duele. Hoy vemos las consecuencias.

Trump tiene un perfil psicológico similar al de Putin. Inseguro, resentido, envidioso, rencoroso. Su equivalente del complejo de Putin con Occidente es su complejo respecto al establishment de su Nueva York natal, que lo rechazó, y a la élite de Washington, que nunca disimuló su desdén por la vulgaridad y el infantil machismo que le define.

El que no solo no lo disimuló, sino que se lo echó en cara, fue Obama. Ocurrió en 2011 en la cena anual de los corresponsales que cubren la Casa Blanca en la que Trump estuvo entre los invitados. El presidente Obama dedicó cinco minutos de su discurso a Trump, cinco minutos de humor cruel en el que le retrató como el imbécil que es. Lo dejó en ridículo, lo humilló como nadie había sido humillado en un foro que hace años reúne a los personajes más ricos, famosos y poderosos del imperio americano, todos los cuales se morían de la risa – salvo Trump, mudo como una estatua — ante las gracias del presidente.

¿Ahí fue dónde Trump gestó la idea de presentarse a la presidencia? ¿Fue ese el momento, como Putin cuando oyó aquello del “poder regional”, en el que decidió tomarse su venganza? Hay muchos observadores políticos en Washington que así lo entienden. Yo sospecho que tiene mucho que ver. Como también sospecho que el desdén y los aires de superioridad intelectual de la izquierda y de listillos como yo, no solo en Estados Unidos sino en muchos países más, tienen que ver con el auge en los últimos años de la extrema derecha rabiosa, aquella de la que Trump y Putin son la máxima expresión.”

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