La felicidad según el Evangelio

image_pdfimage_print

Se ha escrito mucho sobre el tema de la felicidad. Uno de los primeros que reflexionó sobre esta temática fue Aristóteles. En esta nota se sintetiza su pensamiento y se expresa que «para Aristóteles, la felicidad es el fin que busca todo ser humano, es decir, el bien es el mayor deseo que guía a todas las acciones humanas.

En Ética a Nicómaco, el filósofo utiliza el término griego eudemonia (eu= bien,  y daimon= espíritu) que puede traducirse como “felicidad”, pero también se le atribuyen los significados de prosperidad, riqueza, buena fortuna, vivir bien y florecer.

El alcance de la eudemonia está ligado a lo que dice el filósofo sobre lo que es la felicidad. Para él, las personas le atribuyen diferentes significados, que pueden ir desde acumular riqueza hasta gozar de una buena salud o validar a otras personas.

Para alcanzar la verdadera felicidad, Aristóteles, en su libro Ética a Nicómaco, sostiene que el ser humano necesita basar su vida en acciones virtuosas, sustentadas en el pensamiento, la justicia y la razón.

Identifica tres formas de vida que buscan la felicidad. El primero está guiado por el placer en el que la felicidad se encuentra en la satisfacción de los impulsos. Para Aristóteles, esta forma de vida es comparable a la de los animales.

La segunda es la vida política, en la que el individuo busca la felicidad a través de los honores, las grandes hazañas y las riquezas, como si ser feliz dependiera de la aprobación del otro.

El tercer punto es la forma más alta de vida, que el filósofo llama contemplativa. En esta modalidad, el individuo actúa de forma puramente racional y entiende que la felicidad es un fin en sí mismo, es decir, no son necesarias herramientas como el dinero o el poder para alcanzarla.»

Luego diversos pensadores y filósofos se han referido a ella. En la actualidad muchos la asocian al bienestar y el placer individual. Otros la vinculan con una visión más sistémica, compleja y de qué no es posible ser felices en un mundo con luchas de poder, centrarse solo en el tener y no en el ser, sin el cuidado de los demás y de la naturaleza…

En esta última perspectiva se inscribe el Sermón de la Montaña (o del monte) de Jesús y sus Bienaventuranzas o deseos de bien y felicidad. Allí expresa que:

  • «Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (1).
  • Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
  • Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
  • Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
  • Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
  • Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
  • Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
  • Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
  • Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.»

No habla sólo de un Reino de los Cielos luego de la muerte física, sino fundamentalmente de lo que deberíamos hacer en esta vida.  No es fácil, pero es un mensaje a tener muy en cuenta si queremos un construir en el presente y en el futuro inmediato un mundo mejor.

(1) Se refiere al desapego de los bienes materiales, y centrarse en el ser y no en el tener. No confundir con el elogio de la miseria o de la pobreza material que impide la satisfacción de las necesidades básicas.

PD: Agradezco a Gladys Biancosino el envío de esta reflexión que ayudó a la redacción de esta nota.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *