¿Es posible trasladar exitosamente un enfoque de gestión japonés a la Argentina?: La experiencia de Toyota

La Argentina y Japón son, sin duda, países muy diferentes en cuanto a su historia, su cultura, su organización económica… y cualquier persona podría afirmar seriamente que no es posible trasladar experiencias de este último país al primero. Y sin embargo…hay un caso que demuestra que se pudo adaptar muy exitosamente el enfoque y modelo de gestión empresarial como es el caso de Toyota.

En este artículo de Pablo Ortega, en el diario La Nación, se relata que «Daniel Herrero, ex número uno de la automotriz japonesa, acaba de editar un libro en el que cuenta su experiencia durante el gran salto de la compañía; cómo logró compatibilizar con éxito la filosofía japonesa de mejora continua con la cambiante realidad local.

La historia de Toyota en la Argentina puede ser contada a través de los números, que hablan por sí solos: de fabricar apenas 10.000 pick ups en su primer año, en 1997, saltó al récord histórico de casi 182.000 unidades conseguido en 2023, cuando ya llevaba varios años consolidada como la principal automotriz en producción y exportaciones del país. De emplear a 2200 personas, pasó a tener 8000. Pero quedarse en las cifras sería una visión incompleta: detrás de ese logro hay un conjunto de ideas, una adaptación del “modelo japonés a la argentina” y un norte a seguir que permitió alinear a todas las partes detrás de un objetivo.

Daniel Herrero fue presidente de Toyota entre fines de 2010 y mayo de 2022, cuando fue sucedido por Gustavo Salinas, actual CEO. Entró a la automotriz en 1999 como gerente de Contabilidad y Finanzas, por un aviso que vio en LA NACION, y fue escalando hasta llegar a número uno. Bajo su liderazgo, la filial local protagonizó su gran expansión, al lograr una inversión de US$800 millones en 2013 para ampliar la fábrica de Zárate que le permitió ganar escala y crecer año tras año en producción, a pesar de la inestabilidad económica argentina. La catapulta que posibilitó ese salto fue conseguir mercados de exportación en América Latina, que se abastecían de pick ups Hilux desde la fábrica de Toyota en Tailandia.

“Ganarle” la competencia interna a esa filial con mejoras de competitividad y eficiencia resultó el “sueño” (como él mismo lo define) que Herrero logró transmitir a toda la empresa cada día. Para ese objetivo, resultó esencial el diálogo con el sindicato de mecánicos Smata, que permitió arribar a un acuerdo para incrementar la productividad.

Con “tiempo para escribir” al ya no estar en el máximo nivel de responsabilidad –hoy es presidente de Toyota Plan de Ahorro en la Argentina y de Gazoo Racing, la división deportiva de la marca, en la región-, Herrero puso toda su experiencia vivida dentro de la empresa en un libro, “Kaizen: el método Toyota de la mejora continua”, en el que cuenta cómo logró compatibilizar la filosofía japonesa de trabajo con las urgencias argentinas. En las oficinas de la automotriz en Martínez, recibió a LA NACION para hablar sobre esos años y sobre las lecciones que deja el caso local de Toyota.

– ¿Cómo surgió la idea del libro? Respuesta: La idea original vino por un periodista que me insistió en dejar plasmado en un libro la historia de un proyecto que fue bastante exitoso en la Argentina. También en una reunión, Akio Toyoda –presidente de Toyota a nivel global- me sugirió que lo escribiera porque la experiencia en la Argentina había sido muy buena para la compañía en términos de imagen y fidelidad (de la marca). Un día junté fuerzas y lo arranqué. Me llevó un poco más de seis meses. Cuando uno se corre de la posición de presidente y deja la vorágine de reuniones, visitas y viajes, se da cuenta que recupera tiempo para hacer lo que le gusta, como manejar, o dedicarse a escribir un libro.

– El punto de partida es el “método Toyota a la argentina”, con esos dos mundos tan culturalmente opuestos, entre la planificación a largo plazo y el orden japonés, y la realidad argentina tan inestable. ¿Cómo logró compatibilizar ambas realidades?. Respuesta:  Cuando uno está en una posición de presidente de una multinacional, y más en un país como la Argentina que tiene tanto antagonismo con lo que puede ser Japón, hay que hacer de traductor inteligente sobre lo que está pasando. Por ejemplo: al no haber corresponsales japoneses en el país, las noticias sobre la Argentina que llegaban a Japón provenían de Brasil o Estados Unidos. Para mí era muy importante anticiparme a la noticia y avisarles (a la casa matriz) que mañana iban a leer algo referido a un tema, explicándoles de qué se trataba y hacia dónde podía ir. Ese ejercicio adicional hacía que el japonés estuviera tranquilo de recibir la información de antemano. Todo demandaba una explicación mayor por la situación argentina.

– ¿Esa traducción comenzó desde su posición previa como director de Finanzas?. Respuesta: Sí, la situación demandó crear herramientas de gestión distintas porque en Japón los precios no cambian, al revés de la Argentina. Lo mismo que el inventario: allá lo tiene el proveedor, y a fin de mes la empresa paga las autopartes que utilizó. Acá es diferente. Siempre traté de entender el negocio y dar un paso más, porque la operación acá funcionaba muy distinto a la de Japón. Otro ejemplo: en impuestos, ingresos brutos allá no existe. Acá, una pieza paga cinco veces antes de ser exportada.

– Cuando fue nombrado presidente, ¿con qué desafíos adicionales se enfrentó en términos de cultura y gestión?. Respuesta: El gran cambio fue el horizonte de planeamiento. Yo venía de ser el típico financiero desesperado por cómo cerraba la mesa (de dinero) y de golpe tuve que empezar a pensar en una planta de producción, en la cantidad de empleos que dependen de una fábrica de autos. Estirar ese horizonte te lleva a tener que anticiparte a lo que puede pasar. Y como la Argentina no es tan estable, siempre había que tener cinco o seis opciones frente a lo que podía pasar. Todos los planes requerían una anticipación mayor. Ahí surgió la idea de que, en una condición de inestabilidad como la de la Argentina, lo único que nos podía dar estabilidad era un volumen de operación global y de exportaciones importante, con contenido local que garantizara el abastecimiento para no depender de fluctuaciones del tipo de cambio.

– ¿Esa certeza surgió al poco tiempo de ser CEO, o ya venía de antes? Respuesta: En la empresa anterior a Toyota en la que trabajé, la exportación se veía con la típica mirada de corto plazo argentina, de que sirve solo si deja plata en ese momento. Yo ya venía con la idea de que, en el largo plazo, un volumen de exportación grande te da estabilidad y cierta seguridad para todos los que dependen de la operación. Hoy Toyota emplea a 8000 personas en forma directa y unos 35.000 de manera indirecta. Para la competitividad del producto, tener una escala mayor ayuda a reducir los costos. Una de las grandes cosas fue pasar a una escala global de más de 100.000 unidades anuales de producción. Con esa escala, un proveedor podía vivir solo con Toyota y podíamos invitar a que se sumen nuevos. Es lo que nos pasó con el proveedor de asientos y el de la caja de dirección

– ¿Pasar las 100.000 unidades fue uno de los momentos clave que mencionaría en todo ese proceso? ¿Qué otros hitos rescata? Respuesta: El primer momento clave fue cuando queríamos hacer el proyecto de ampliar la fábrica y nos habían empezado a escuchar en Japón. Dicho un poco en chiste, nos plantearon primero que hiciéramos más de 95.000 unidades con lo que teníamos, con “la coca y el pancho”. Si pasábamos esa cifra, nos habilitaban un plan en serio para invertir en la ampliación de la fábrica. Lo reconozco como el primer hito porque involucró a toda la compañía, en 2012. Después de eso se aprobó la ampliación de la fábrica con una inversión de US$800 millones que terminó en 2015 con el lanzamiento del nuevo modelo (por la actual generación de la Hilux).

La relación con el sindicato

 En el libro ocupa un lugar importante la relación con el sindicato Smata y en especial con su líder, Ricardo Pignanelli (que incluso escribe el prólogo). ¿Cómo se dio ese vínculo y cuánto influyó el proyecto de ampliación de la planta?. Respuesta: La relación venía de antes. Cuando creamos “el monstruo” y empezamos a crecer, el proyecto era de todos. Todos queríamos la ampliación de la planta, desde el último operario hasta nosotros y Pignanelli. Hay algo que siempre recalco: durante mi gestión hicimos fiestas, sorteamos autos, pagamos bonos… Pero el aplauso más grande siempre lo recibí cuando decíamos que íbamos a tomar 10 personas más. El proyecto de crecimiento y de incorporación de gente era un gran atractivo. Y después, el hecho de ser número uno (del mercado), también. La gente veía que lo que hacíamos funcionaba y que era consistente con lo que pasaba. Eso demandó una comunicación interna fuerte para que todos supieran hacia dónde había que ir.

– En distintos pasajes habla de la transparencia en la relación con el sindicato. ¿Cree que fue una de las claves para que el proyecto funcionara? ¿Qué se puede comentar al respecto?. Respuesta: La transparencia con el sindicato en el manejo de la información funcionó. Por ejemplo, hoy la ergonomía de la planta [el control de que las herramientas no lastimen y la posición en la línea sea saludable] la maneja el sindicato, pero el médico lo maneja la empresa. Cuando arrancamos con ese pacto, dijimos que si teníamos discrepancias haríamos una junta. Nunca hubo un problema.

– ¿Ese tipo de relación basado en la confianza fue parte del método “Toyota a la argentina”? ¿O hay algo de eso también en Japón?. Respuesta: No, fue parte de adaptar a la Argentina lo que era el modelo. El ejemplo más grande de confianza para mí fue la pandemia. Lo que veíamos era que Toyota tenía espaldas para pagar los sueldos, pero el segundo y tercer anillo (de proveedores) iban a morir si nosotros tardábamos en volver a producir. Ahí había que salir y ya no era una decisión de ganar o perder plata, sino de qué pasaba si alguien se contagiaba y se moría trabajando. Fue un gesto de confianza de todos. El sindicato estuvo muy bien. Los intereses eran muy contrapuestos en ese momento: por un lado, estaban los funcionarios que te llamaban y te pedían que volviéramos a producir, y por el otro los intendentes que te decían que no querían dejar pasar los camiones por las dudas. Tuvimos que negociar con ocho provincias y 52 municipios para volver a poner la planta en marcha. Usamos los mismos protocolos que en otras fábricas de Toyota y no tuvimos problemas. Los contagios que tuvimos fueron más de afuera.

– Uno de los puntos centrales en el crecimiento de la automotriz fue el hecho de ganarle a la planta de Tailandia (una de las más grandes del mundo de Toyota) como proveedor de pick ups para la región. Para eso, debieron mejorar la productividad y llevar el ausentismo a niveles japoneses. ¿Cómo logró que todos se encolumnen detrás de ese objetivo? Respuesta: La gente no quiere que la dirijan, sino que la administren. Y más hoy, cuando la gente joven cuestiona todo. Teníamos la obligación de comunicar mucho más. Había que explicar lo que significaba si alguien faltaba y la línea se paraba, o qué pasaba si la calidad no era la que pretendíamos. Tuvimos que explicar mucho para que se entendiera la magnitud de lo que íbamos a hacer y que todos se sintieran parte del proyecto.

– En el libro menciona que la filial local terminó siendo de las que más soluciones propuso dentro del método de la mejora continua de la automotriz. ¿Por qué ocurrió?. Respuesta: El operario argentino es creativo. Por ahí lo que le cuesta más es la estandarización, al revés del japonés, que no se mueve de lo establecido. A los dos días, el argentino ya está pensando en cómo puede hacer algo de otra manera. Después hay un sentido de pertenencia, de tomar el proyecto como propio. Eso permitió que no hubiera rotación (de empleados). Si no hubiésemos hecho todo lo que hicimos con la pasión con que lo hicimos, no hubiéramos llegado al mismo resultado. Es que en el fondo ganaban todos. Cuando arrancamos éramos 2200 personas y terminamos 8000. Pero lo dijimos de entrada: el proyecto era diferente. De ahí salió el viaje a Japón con los delegados del sindicato, para que vieran cómo se trabaja allá y entendieran por qué teníamos que lograr un 95% de eficiencia y un 3% de ausentismo. A nivel calidad, Latinoamérica percibía que la Hilux argentina no iba a ser igual que la de Tailandia. Hoy con gran orgullo logramos que ya no quieran la de Tailandia. Cuando empezamos a exportarle a América latina, si había un problema garantizábamos que en menos de 12 horas alguien de la Argentina viajaría para solucionarle el problema a un cliente.

Las lecciones del “ceder para crecer”

– Si tuviera que resumir los mejores y peores momentos, ¿cuáles serían? Respuesta:  De los buenos momentos, la aprobación de la ampliación de la planta (en 2013) es el primero, porque nos dio otra escala y nivel global, y también el hecho de sentir que le habíamos ganado a Tailandia (como proveedores para América Latina). Nunca tuve dudas de que lo íbamos a lograr, era tal el compromiso de la gente que nunca dudé que íbamos a poder cumplir con las metas de producción.Otra satisfacción fue el proyecto de Gazoo Racing (en 2019), el desarrollo de la Hilux deportiva hecho en la Argentina. En cuanto al momento más duro, fue la pandemia. Yo había tomado la decisión de volver y sentía esa responsabilidad.

– ¿Qué lecciones de liderazgo se pueden extraer de la experiencia Toyota?. Respuesta:  Lo que digo siempre es que el diálogo es fundamental. La gente quiere ser administrada y ser parte del proyecto, y eso es muy demandante. Pero hace al entendimiento del proyecto, a que todos sepan lo que hay que hacer. El segundo consejo es la empatía, entender las necesidades del otro. Ahí aparece el “ceder para crecer”: cuando uno va con posturas rígidas [a una negociación], lo más probable es que vuelva sin nada. Si uno va con la intención de hacer algo que ponga a las dos partes en un estadio superior al que estaban, eso es negocio para todos. Si se le plantea a alguien que haga un sacrificio, hay que mostrarle los resultados que obtendrá después.

En lo que uno haga, hay que poner un sueño. Tener una meta clara y levantarse cada día para cumplirlo. Nos pasó con el proyecto de ampliar la planta y ganarle a Tailandia. Lo repetíamos constantemente. Buscamos la forma de ahorrar para bajar costos. Un día, un chico de la planta acercó una sugerencia: desconectar el agua caliente en los bebederos de la línea de montaje, porque ahí solo se toma agua fría. Son centavos, pero ese gesto mostró el nivel de compromiso de la gente para ganarle a Tailandia. Ese operario sabía hacia dónde íbamos, sabía cuál era nuestro punto débil y lo que teníamos que conseguir.”

Esta historia demuestra que se pudo y se puede adaptar y adoptar las mejores prácticas en la organización empresarial, Ojalá este ejemplo se extienda y generalice !!!

El Poder Como Realidad y Como Problema

El poder es una “realidad”, pero también –dependiendo del enfoque y de la práctica- es un “problema” para alcanzar un mundo mejor.

Existe una abundante literatura y enfoques sobre su definición y características que no intentaremos sintetizar (1), entre otras cuestiones porque me “excede” en cuanto a formación específica. Sin embargo, de los enfoques más corrientes, nos animamos a decir que “poder es la capacidad que un individuo o grupo A de influenciar o incidir en las decisiones de otro individuo o grupo B”.  Aspectos esenciales serán:

  • La actitud y el propósitode quien ejerce esa influencia
  • El contexto en el qué se da y la actitud de quien es objeto de esa influencia
  • La forma(o modo, medios recursos que se utilicen) intensidad en el ejercicio de esta influencia, y por lo tanto de los grados de libertad (desde tendiendo a cero en la cárcel o frente amenaza de muerte hasta el poder omnímodo de control de todos los recursos) para las prácticas de poder.
  • Tiene que haber una coherencia entre la actitud o propósito los medios para que se obtengan resultados para un mundo mejor. Por lo tanto se desecha el enfoque y la práctica de que “elfin que justifica los medios”, porque -por ejemplo- la apelación sistemática al medio o recurso de la violencia no posibilitará llegar al fin de un mundo mejor (que conlleva “la no violencia”).

Sobre la cuestión del “contexto” y los “recursos” que se utilizan es interesante el enfoque de Alvin Toffler donde en distintos textos (como el “Cambio de Poder” y “La Tercera Ola”) va analizando como cambia el eje del poder a medida que van cambiando las civilizaciones (desde la revolución agrícola hasta la sociedad post industrial). 

También la palabra “poder” está relacionada al “verbo” (estoy en capacidad y posibilidad de hacer algo) o al “sustantivo” como lugar de “dominio”. Esta última es la acepción que adopta Max Weber (en Economía y Sociedad) donde el concepto de poder está relacionado al de dominación, es decir, ejercer una autoridad sobre un grupo social determinado y encontrar un grado de obediencia. El que ha analizado esta temática desde el punto de vista psicológico es Alfred Adler (2) como se visualiza en esta nota. Alli se menciona que «la “voluntad de poder” es la patología por excelencia, ya que es la causante –a modo de fin– de los desórdenes de la personalidad. Si bien Adler expresa la misma teoría en toda su obra, lo hace fundamentalmente en su libro “El carácter neurótico” publicado en 1912 luego de su ruptura con Freud.

Adler propone estudiar la neurosis partiendo de las compensaciones que resultan del sentimiento de inferioridad (que comienza en la infancia) y que se resuelven en un sentimiento de superioridad, afán de poder, elevación del “sentimiento de personalidad”, cuyo objetivo final es lograr la supremacía sobre los demás, el estar siempre por encima de los otros, su aspiración a ser el más fuerte y el mejor. Afirma Adler: «Hasta ahora venimos considerando el aumento del sentimiento de personalidad, siempre en procura de lograrse con especial vigor, como la fuerza fundamental y el objetivo de la neurosis. Pero no ignoramos que este deseo se halla profundamente enclavado en la naturaleza humana. Si se examina más de cerca este deseo –al que Nietzsche denominó “Voluntad de poder”– y se observan sus formas de expresión, se comprueba que en el fondo no es más que una fuerza compensadora especial, destinada a poner término a la inseguridad interna común a todo hombre. Con la ayuda de una fórmula rígida, que de ordinario alcanza a la superficie de la conciencia, el neurótico procura darse un punto fijo y firme para mover el universo.»

En esta nota de Sergio Sinay señala que la filósofa alemana Hannah Arendt advierte «en La condición humana: “El poder solo es realidad en donde la palabra y el acto no se han separado”. Esto es, agrega, cuando las palabras descubren realidades en lugar de ocultarlas y cuando los actos crean nuevas realidades. No hay riqueza material que pueda compensar la pérdida y el alejamiento del poder real, dice Arendt. En tiempos electorales, el deseo de poder es un síntoma extendido. Cada uno a su manera, los candidatos o precandidatos van por él convencidos de que lo seducirán y capturarán. La pregunta que ninguno responde (o no lo hace de manera sólida y convincente) es la que inquiere acerca del objetivo de esa búsqueda. Como bien apunta el filósofo español José Antonio Marina en «La pasión del poder», existe el poder “de” y el poder “sobre”. El poder “de” (o poder “para”) es aquel que, una vez alcanzado, se convierte en medio para la concreción de un proyecto, de una transformación, de una visión. En cambio el poder “sobre” otros imponiendo el propio deseo y el propio interés es un fin en sí mismo. Mientras el poder “de” expande la visión y la energía de quien lo tiene para convocar y aunar a otros en procura de una acción conjunta que contribuirá al bien común o al bien de muchos (imaginemos el poder de Gandhi, el de Mandela, el de la Madre Teresa, el de Churchill) y lo hará sin violentar ni destruir, el poder “sobre” cambia la impronta de ese impulso afirmativo. Lo convierte, señala Marina, en algo que ya no es la expansión de la propia energía sino puro y simple afán de dominio». Finaliza afirmando que «decía Bertrand Russell que las dos principales pasiones humanas son el afán de poder y el afán de gloria. Pero uno no conduce necesariamente a la otra. Y como recordaba Michel de Montagne, gran humanista del Renacimiento, “por muy alto que sea el trono, siempre está usted sentado sobre el c….”.

Siguiendo con Hanna Arendt también expresó lo siguiente: «El poder nunca es propiedad de un individuo; pertenece a un grupo y continúa existiendo solo mientras el grupo se mantiene unido. Cuando decimos que alguien ‘está en el poder’ estamos diciendo que ha sido empoderado por un cierto número de personas para actuar en su nombre. En cuanto el grupo donde se origina el poder (potestas in populo, sin pueblo no hay poder) desaparece, ‘el poder’ (del que está en el poder) también se esfuma”. A tener muy en cuenta. También lo analiza en relación con la intoxicación y la salud mental en esta nota, así como esta reflexión (y en especial el síndrome de hibris).

Según H. Touzard (La mediación y la solución de conflictos, Ed. Herder, 1980, Barcelona, págs. 56 y siguientes) citando un artículo de French y Raven (de 1959) menciona –desde un punto de vista cualitativo- que las bases del poder son cinco:

  1. El poder de recompensa: es la capacidad que tiene O de procurar a P unas gratificaciones a cambio de un comportamiento dado,
  2. El poder de coerción: consiste en la capacidad que tiene O de administrar castigos a P, si este no acata lo que O le ordena.
  3. El poder legítimo: es el que se basa en el derecho que P le reconozca a O de influir sobre él. Es la definición corriente de la autoridad, que supone un consenso entre las dos personas acerca de la relación entre el status y el comportamiento. En la imagen de la entrada se coloca una frase del P. Eduardo Casas sobre la diferencia de «poder» respecto de «autoridad».
  4. El poder de referencia: descansa en la identificación de P con O. P se deja influir por O porque valora a O. El poder carismático de ciertos individuos prestigiosos corresponde a esta definición.
  5. El poder de competencia: se origina en los conocimientos particulares de O, reconocidos por P. Es el poder que posee el experto (podemos generalizar al sistema científico-tecnológico que posee una comunidad o un país)y que presume la confianza, la certidumbre P que O no abusará de sus conocimientos para engañarle.

También se han agregado el poder de información y comunicación, Los “recursos” para ejercer estos poderes van desde el control de instituciones (la más importante es el Estado), del dinero bajo forma de capital (por lo tanto el sistema capitalista puede ser considerado como una forma particular de manifestación del poder y en consecuencia abordado desde esta perspectiva), de redes y medios de información y comunicación.

Nos parece relevante incluir el enfoque de K. Boulding. Según este artículo «desde comienzos de los años sesenta Boulding se adentró en el campo de los estudios sobre la paz y los conflictos e investigó por qué algunos conflictos tenían un resultado “creativo” y otros un final “destructivo”. Comenzó a intuir que esta divergencia tenía que ver, seguramente, con la naturaleza y tipos diferentes de poder existentes en una sociedad. La noción de poder es,posiblemente, una de las más transversales entre diferentes campos científicos y dimensiones de la realidad, por eso su estudio global “se ha deslizado por las grietas abiertas entre las diferentes disciplinas”. Así, el poder se presentaba para él como una de aquellas nociones comunes que podían servir para lograr su vieja aspiración: integrar las ciencias que estudian el sistema social. “La influencia recíproca entre las diferentes formas de poder —sugiere Boulding— es tan grande que si el estudio del poder se limitara a un solo aspecto, como el poder político, económico o social, se perderían elementos importantes para la comprensión de la dinámica del poder en su conjunto (Boulding 1993[1989], 11). Fue esta convicción la que motivó su estudio del poder en los sistemas sociales y la distinción básica entre tres categorías que operan entrelazadas: el poder amenazador, el poder económico y el poder integrador (lo que llamó “el bastón, la zanahoria y el abrazo”). El primero estaría relacionado con la capacidad de destruir, el segundo con el poder de producir e intercambiar y el tercero con la capacidad de crear relaciones de respeto, amor, legitimidad y amistad. La división del trabajo académico ha hecho que la ciencia política se encargara de estudiar el primero de ellos, y la ciencia económica el segundo, mientras que el poder integrador recaería sobre el ámbito de la sociología aunque, al decir de Boulding, ésta nunca haya reclamado la responsabilidad exclusiva sobre su estudio.

A partir de aquí su argumento principal es que el poder integrador constituye la forma de poder principal ya que poco pueden conseguir el poder amenazador y el económico —a medio y largo plazo— si les falta la legitimidad.  Por otra parte, una de las claves es que el ejercicio razonable del poder integrador permitiría decantar el resultado de los conflictos hacia un final “constructivo” en vez de “destructivo”.

Fue la preocupación por intentar medir ese poder integrador lo que llevó a Boulding a proponer la donación o subvención (grant) —y sobre todo la donación voluntaria— como una forma de aproximación a esa vertiente (Boulding 1973b). En la medida en que pudiera construirse una “matriz social de donaciones”, cabría la posibilidad de estimar la potencia de la estructura integradora de una sociedad, pues la donación como transferencia unidireccional de valor económico es algo que choca con la lógica tradicional del “intercambio entre equivalentes” de la economía convencional. Boulding era también consciente de que, aparte del poder integrador, el poder amenazador (a través, por ejemplo, de algunas funciones del Estado) podía ser una fuente de donaciones o subvenciones importantes, a diferencia del poder económico (mercantil) tradicional. Como sugiere Mott (2000, F437), Boulding se percató pronto de que el desarrollo del capitalismo y su esfera mercantil habían minado la capacidad del poder amenazador, pero sobre todo también del poder integrador de las costumbres en las sociedades tradicionales, lo que implicaba en algunos casos riesgos importantes. Creo que esta preocupación bouldingniana encaja bien con la sugerencias de Karl Polanyi sobre la “gran transformación” que supuso la propagación social del “mercado autorregulado”, con el crecimiento del poder compensatorio frente al condicionado (Galbratih, 1983), o de la esfera del poder de mercado frente a la esfera valorativa y de persuasión (Anisi, 1992)».

Podemos preguntarnos (y desear) que pueda prevalecer el poder como un servicio expresado en una influencia basada en una autoridad del ejemplo personal (3), del respeto de reglas acordadas democráticamente que cuiden las personas y el medio ambiente, donde el recurso económico del capital sea un “medio” y “no un fin”, que las redes sirvan para compartir saberes, aumentar la empatía y posibilitar acciones para el bien común, que en lo macro sea derivado de una democracia que crece en conciencia y nos lleven a un mundo mejor. Por lo tanto la actitud (4) y la forma de ejercer el poder son cruciales. De lo contrario, si prevalece el poder como dominio (5), con recursos cada vez más poderosos, seguramente pereceremos sobre la faz de la Tierra.

Relacionado con la pandemia es interesante lo que dice esta nota de que «para el escritor y analista Moises Naím, el veredicto de la pandemia de la Covid-19 es que “el poder es efímero”. Esta, además de ser la principal tesis de uno de sus aclamados libros El fin del poder (Debate, 2019), es la gran cuestión geopolítica a la que se enfrenta el mundo de hoy. “En estos tiempos el poder se ha hecho más fácil de obtener, más difícil de usar y más sencillo de perder”, explica Naím desde Nueva York durante su intervención en el evento Retina Reset, impulsado por Santander y Telefónica, y patrocinado por Accenture, Novartis, Philip Morris, Renfe, Unir y Red Eléctrica de España».

Para finalizar, y a modo de hipótesis, si tomamos al concepto de poder desde la energía o desde la física, podemos decir que el poder es energía transformada en fuerza. Qué tipo de energía? Qué tipo de fuerzas? De ello dependerá el tipo de poder? En otra entrada se reflexiona sobre la energía expresada como “agresividad” y sus interpretaciones.

(1) Un último texto muy interesante es el de Byung-Chul Han «Sobre el poder«. También hemos reflexionado sobre «la voluntad de poder«.

(2) Agradezco a José M. Diaz Bonilla la referencia.

(3) Una expresión radical de esto es que los gobernantes sean sabios como postulaba Platón.

(4) Según el psicoanalista Alejandro Razé, el poder ejercido por la ley (simbólica) o la fuerza es una mediación entre las fuerzas del goce y la de la muerte.

(5) En el Evangelio ello está relacionado con el concepto de «mundo», a diferencia de la búsqueda de tender hacia el reino de Dios y su justicia.