Economias Deficitarias Fiscalmente

En otra entrada hemos hablado de economías desequilibradas. En esta nos referiremos a un tipo especial de desequilibrio (que tiene relación con la anterior, en particular por su impacto en el balance comercial y más en general en el balance de pagos y nivel de actividad) como es el caso de cuando los egresos fiscales de un estado, de manera persistente, son superiores a sus ingresos.  Para ellos tomaremos el caso argentino y un artículo de la economista Victoria Giarrizzo donde expresa que de «117 años de historia argentina sólo en 10 hubo equilibrio o superávit fiscal».

A continuación plantearemos algunas hipótesis, a modo de preguntas, acerca de cuales serían las principales razones o causas:

  • somos un país rico (en esa dirección va este link) y por lo tanto podemos gastar lo que sea porque con una o varias cosechas pagaremos ese déficit o «la fiesta que nos dimos». Mientras tanto como hay déficit lo financiamos con emisión monetaria o deuda (interna y/o externa) (1) y «pateamos para adelante esta cuestión»,
  • la ambición desmedida (como un rasgo cultural relevante) nos desenfoca de nuestra realidad,
  • no terminamos de ser una Nación sino que predominan individualidades e intereses sectoriales que «tironeamos» los unos de los otros, donde el que se tiene que «ajustar es el otro». Ello conllevaría a que no hay consenso acerca cómo debe concretarse el valor de la justicia social en las relaciones interpersonales.
  • los impuestos son de características regresivas y no progresivos a las personas (como se insiste en esta nota) por lo que se acentúa la sensación de injusticia,
  • no hay suficiente conciencia de que lo común o público, de uso -en general- gratuito – tiene un costo (de construcción, mantenimiento y reposición) que debe ser aportado por TODOS (2) de manera justa y equitativa,
  • los elementos anteriores también estarían relacionados con una Argentina dividida y pendular, producto de su conformación socioeconómica e intereses, que no termina de tener un proyecto común que sea sostenible fiscalmente en el tiempo,
  • falta de institucionalidad eficaz en cuanto a la generación de estímulos adecuados y penalidades correspondientes. En general esto va acompañado de una justicia que no actúa como corresponde y en forma rápida, y que no hay equipos profesionalizados en la gestión de lo público,
  • somos malos administradores, tanto en lo que se refiere a la conciencia de los límites, de la escasez (por lo dicho en primer término «no habría»), de la «sintonía fina y los detalles» y por la ambición desmedida e individualismo que hace que se caiga en la corrupción,
  • en las erogaciones fiscales totales (Nación, Provincias y Municipios) se ha priorizado gastar en personal administrativo (para cubrir problemas de empleo de corto plazo), además de maestros, policías y médicos, que en fomentar la inversión productiva sustentable en el tiempo (para cubrir problemas de empleo de mediano y largo plazo). Según una estimación que hizo Jorge Remes Lenicov hubo un fuerte aumento del gasto total en el periodo 2003 – 2016 que equivalió a 700.000 millones de dólares,
  • en línea con lo que se viene de mencionar, a veces, se ha priorizado el consumo y no la inversión, y no ha habido una articulación virtuosa entre el equilibrio entre mercado interno y externo (este último para generar las divisas necesarias para pagar importaciones y deuda externa),
  • lo anterior significa que el papel de la deuda externa (y su pago de intereses y capital), en particular desde el golpe militar de 1976 hacia la actualidad ha jugado un rol significativo en el déficit fiscal. Podríamos decir que «son ganadores» en el sentido de que se han beneficiados cómo financiadores -en general- a altas tasas de interés, así como los que se beneficiaron con la alta inflación resultante de la emisión como co-financiadora también de este déficit fiscal,
  • en las erogaciones fiscales se ha canalizado en gastos militares en conflictos (Malvinas, Beagle) o en obras no prioritarias, mal hechas o que se pagaron y no terminaron, en cambio de una educación de calidad,
  • en las erogaciones fiscales se ha subsidiado a sectores sociales que no lo necesitaban (caso de la energía para sectores medios altos y altos) o a personas que alegaron derechos que -en realidad- no les correspondían (por ejemplo fraguar datos sobre incapacidad, o pensiones a personas que no las necesitaban) (3),
  • el aumento del gasto improductivo, como la mayor presión tributaria, generan pérdida de ingresos personales (si la carga es regresiva perjudica en especial a quienes tienen menores ingresos) y de la competitividad de las empresas,
  • en los ingresos fiscales ha habido evasión y elusión en el pago de impuestos, así como una economía informal y el incremento de la pobreza que afectan significativamente la no tributación.
  • la inestabilidad socioeconómica y política, y el «sálvese quien pueda» (producto de elementos anteriores), hizo que no prime la confianza y muchos recursos estén fuera del país o del circuito formal de la economía,

entre otras cuestiones.

Sino no se remueven causales como las que se vienen de mencionar, no habrá posibilidades de construir un país «en serio» y un mundo mejor de manera sustentable y colectiva.

(1) Sarmiento lo expresó en 1887, en su profético poema sobre la Argentina (agradezco a I. Lotersztain la información): 

«Calle su grandeza Roma
calle Esparta su virtud
¡Silencio! ¡Que al mundo asoma
la gran Deudora del Sud!«

(2) el tema del no pago de impuestos para financiar bienes y servicios públicos es de larga data y aparece -por ejemplo- en la película argentina «Mercado de Abasto«, filmada en 1954 y estrenada en febrero de 1955, donde el personaje «Lorenzo» evade el pago de impuestos, y al tener un infarto tiene que ser atendido en un hospital público.

(3) la cuestión de «la facciosidad» planteada en esta nota, donde se expresa al final: «Todos podemos soñar con nuestras visiones de la Argentina futura, pero lo que debemos discutir son los privilegios del poder judicial, de los empresarios que gozan de protecciones y promociones injustificables, del sesgo tributario contra la equidad, de aquellos sindicalistas que se enriquecen de modos alucinantes, de los gobiernos provinciales que han moldeado las reglas de juego político para perpetuarse, de los senadores y diputados protegidos por fueros de actos de delincuencia, de la increíble lenidad con que se mantiene la injusticia de la coparticipación federal, de quiénes se benefician con los precios de los medicamentos que paga el estado, y muchos etcéteras. Si no, de poco servirá que soñemos con una Argentina próspera y justa».

Agradezco los comentarios al texto por parte de Jorge Remes Lenicov y Juan Carlos Esteves.