Crecimiento, Desarrollo y Futuro

En la historia de la humanidad, sin duda, el capitalismo ha sido el sistema que mayor crecimiento (entendido por mayor valor agregado o producto bruto) ha logrado, comparado con sistemas anteriores o con el socialismo «real» (muy centrado -básicamente- en la cuestión de la propiedad como forma de justicia e igualdad).

Sin embargo, en otras entradas, hemos también señalado que si bien ha elevado el nivel de vida promedio y sacado de la pobreza a muchos millones de personas, ha profundizado -en especial en determinados períodos y en la actualidad- la desigualdad, formas de trabajo inhumano y gravísimos problemas medioambientales.

Sabemos que hay variedades de capitalismo y que aquellas que lograron pasar del crecimiento al desarrollo, a través de una cultura y una sociedad que participó y pudo impulsar formas inteligentes y adecuadas de intervención del Estado y responsabilidad social de las empresas (así como otras formas de emprendimientos), lograron sociedades más igualitarias y más «amigables» entre las personas y con el medio ambiente. A nivel mundial esto se ha podido plasmar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre el cambio climático (con la lamentable retirada de Estados Unidos de Norteamérica).

A fin de precisar los términos, en particular desde el punto de vista económico, utilizaremos un texto de Julio H.G. Olivera, publicado en El Trimestre Económico en 1959, denominado «Crecimiento, Desarrollo, Progreso, Evolución: Nota sobre relación entre conceptos», que sigue muy vigente. Al comienzo del mismo expresa que «aunque ordinariamente se utilizan de modo indistinto las expresiones crecimiento, desarrollo, progreso, y evolución económica, trátase en realidad de fenómenos diferentes que deben deslindarse con la mayor precisión posible. Proponemos, con tal objeto, el siguiente criterio de distinción:

1) crecimiento económico es la expansión del producto social como función del tiempo;

2) desarrollo económico, el aumento de la razón del producto social actual respecto del producto social potencial, ambos como función del tiempo; a su vez el producto social potencial se lo puede definir de diversas maneras,

3) el progreso económico el aumento en el grado de la satisfacción de las necesidades sociales,

4) evolución económica, el proceso de cambio cualitativo en la organización económica de la sociedad».

Estos conceptos pueden o no darse en la realidad concatenados unos con otros, y dependerá de cada circunstancia histórica. En lo que se refiere al concepto de evolución, como proceso de cambio cualitativo, en este blog lo hemos vinculado a una mayor conciencia (que puede o no darse, así como la posibilidad de «involucionar»).

El pasaje del crecimiento al desarrollo (1), y su vinculación con lo regional y sectorial (2)ha sido algo muy positivo en la línea de converger hacia un mundo mejor. Es un proceso complejo con distintos componentes, que deben articularse en un marco global de densificación y diversificación productiva (3). Las distintas expresiones de la cultura y la sociedad, articuladas con las instituciones (4) deberían tender a que esto «evolucione» en un mediano y largo plazo (se llame postcapitalismo u otra denominación). Para ello la razón debería estar impulsada por una empatía compasiva que se plasme en todas nuestras acciones, desde las personales y grupales hasta las socioeconómicas y políticas, con regulaciones y un Estado que actúe con inteligencia, gradualidad (pero a ritmo sostenido) y eficacia en un contexto de una institucionalidad global que vaya en esta misma dirección. No sólo es necesario sino que -seguramente- coincidamos en que es «urgente».

(1) En los últimos años se ha relativizado o puesto en cuestión en el enfoque de la «economía del decrecimiento«, del mismo modo que la noción de «progreso«. También es muy interesante el enfoque de Ricardo Hausmann en este video donde equipara la noción de desarrollo a «saber hacer».

(2) Para el caso argentino es muy interesante este texto.

(3) Al respecto ver el enfoque de Ricardo Hausmann vinculado con la teoría scrabble del desarrollo y el concepto de complejidad económica. En este link se expresa, entre otros conceptos, lo siguiente: «esta nueva búsqueda llevó a Hausmann a concebir la noción de “complejidad económica”, que postuló por primera vez en julio de 2007 en un artículo en Science. Para muchos, este concepto constituye su mayor aporte al campo de la economía del desarrollo, dice Chris Papageorgiou del Departamento de Estudios del FMI. En su sitio web, Hausmann dice: “El secreto para producir cosas complicadas no radica en tener gente más inteligente, sino mucha gente con conocimientos diferentes y complementarios. Las sociedades más ricas tienen más conocimientos colectivos y los usan para generar una mayor variedad de productos más complejos”. Los países pobres, dice, pueden producir unos “pocos productos sencillos”. De lo anterior se deduce la importancia de la complementariedad en la diversidad para que haya desarrollo.

(4) En esta nota hemos dado un ejemplo sobre la necesaria articulación entre culturas e instituciones frente a un fenómeno grave.

Trabajo y Educación

La educación, sin duda -además de diferente al trabajo, tiene finalidades más amplias que este último. La educación en valores y actitudes (tan importante en un mundo –por momentos- muy hostil y poco fraterno, así como para el trabajo en “equipo, grupo u organización”), en ciudadanía (ahora con alcances no sólo nacionales sino también universales), en artes, en lectoescritura y literatura, en deportes… son aspectos muy significativos.

Lo anterior hace al desarrollo integral de la persona, y por lo tanto impacta directamente en las acciones que esta encara, como es el caso del trabajo. Pero lo que más relaciona a estas dos dimensiones es la educación en competencias, tanto las denominadas “blandas” como las denominadas “duras

En eventos  donde se abordó esta problemática, se ha definido a las competencias blandas a las vinculadas con actitudes como comportamiento personal, desempeño social, liderazgo y manejo emocional. Por su parte las competencias duras, son aptitudes relacionadas con conocimientos específicos en oficios o profesiones necesarios para desempeñar eficientemente una tarea. Sin duda, la combinación de ambas hace al talento (tanto original como adquirido) de la persona.

La educación integral es muy importante, incluida la preparación para el ocio creativo. En lo que se refiere al trabajo y dado que irán desapareciendo los trabajos manuales susceptibles de ser reemplazados por la inteligencia artificial, en general hay coincidencia que la mayoría de estos puestos requerirán una formación en ciencia, tecnología, ingeniería o matemáticas (el tipo de habilidades que los expertos agrupan bajo el acrónimo STEM) por lo cual será muy relevante no sólo la alfabetización digital y la alfabetización en robótica, sino también las áreas señaladas.

En el caso argentino, así como en otros países, se está requiriendo de programadores. y de allí la importancia de la formación en este campo. El caso de empresas como Globant así lo demuestran. Junto con la enseñanza a nivel secundario y terciario es bueno la articulación con el mundo del trabajo, como es el enfoque y práctica del sistema de formación dual en Argentina y otros países del mundo.

Sin embargo, al día de hoy, podemos afirmar que todas las profesiones que requieran de la empatía y cuidado humano específico seguirán siendo requeridas. Entre ellas podemos mencionar: trabajadores en salud mental y abuso de drogas, terapistas ocupacionales, odontólogos, tareas creativas como arte, cine y teatro, educación, cuidado de gente mayor (longevidad) así como tareas específicas de mantenimiento de bienes (casas, autos, artefactos).

No es un tema menor cambiar las estrategias y formas de enseñanza. En el capítulo 9 del libro de Santiago Bilinkis, referido a la educación (que se puede bajar gratuitamente por internet)  hace hincapié en aprovechar los aportes de las neurociencias así como hacer atractiva y atrapante la enseñanza (por ejemplo con la utilización de videojuegos). También es bueno articular, en general, la teoría y la práctica, y prepararnos para los trabajos del futuro.

Entre tanto habrá que estar atentos a la evolución de la inteligencia artificial y sus impactos, teniendo presente especulaciones como las planteadas en el texto Homo Deus y el rol del estado expresado por personas como Elon Musk. Si además de ser inteligentes podemos ser sabios, seguramente construiremos un mundo mejor.

PD: Es muy importante la vinculación entre la oferta educativa (por ejemplo universitaria) y las necesidades del sector productivo. Según esta nota para la Argentina estaría desfasada.

Acerca de «HOMO DEUS»

La lectura de una nota en una revista me llevó a comprar y leer el libro “Homo Deus. Breve historia del mañana (Ed. Debate, 2016) de Yuval Noah Harari (que se muestra en la imagen de la entrada). Este libro, avanza hacia el futuro vinculado con un “best seller” anterior del autor denominado “De animales a dioses” (hicimos una reflexión sobre una parte del mismo).

Es un texto extenso (490 páginas) del que desearía comentar solamente la última parte. En el Capítulo 9 (“la gran desconexión”) señala que en el siglo XXI, con motivo de los cambios científicos-tecnológicos, pueden ocurrir tres fenómenos:

  1. Los humanos perderán su utilidad económica y militar, de ahí que el sistema económico y político deje de atribuirles mucho valor.
  2. El sistema seguirá encontrando valor en los humanos colectivamente, pero no en los individuos.
  3. El sistema seguirá encontrando valor en algunos individuos, pero estos serán una nueva élite de superhumanos mejorados y no la masa de la población.

En el Capítulo 10 (“el océano de la conciencia”) plantea la emergencia de nuevas religiones de lugares como Silicon Valley. Al respecto afirma que es “allí donde gurúes de la alta tecnología están elaborando para nosotros religiones valientes y nuevas que poco tienen que ver con Dios y todo que ver con la tecnología. Prometen todas las recompensas antiguas (felicidad, paz, prosperidad e incluso vida eterna), pero aquí, en la Tierra, y con la ayuda de la tecnología, en lugar después de la muerte y con la ayuda de seres celestiales”.

Continúa diciendo que “estas nuevas tecnorreligiones pueden dividirse en dos clases principales: tecnohumanismo y religión de los datos. La religión de los datos afirma que los humanos ya han completado su tarea cósmica y que ahora deberían pasar el relevo a tipos de entidades completamente nuevos. Abordaremos los sueños y las pesadillas de la religión de los datos en el siguiente capítulo. Este lo dedicaremos al credo más conservador del tecnohumanismo, que sigue viendo a los humanos como la cúspide de la creación y se aferra a muchos valores humanistas tradicionales. El tecnohumanismo conviene en que el Homo sapiens, tal como lo conocemos, ya ha terminado su recorrido histórico y ya no será relevante en el futuro, pero concluye que, por ello, debemos utilizar la tecnología para crear Homo Deus, un modelo humano muy superior. Homo Deus conservará algunos rasgos humanos esenciales, pero también gozará de capacidades físicas y mentales mejoradas que le permitirán seguir siendo autónomo incluso frente a los algoritmos no conscientes más sofisticados. Puesto que la inteligencia se está escindiendo de la conciencia y se está desarrollando a una velocidad de vértigo, los humanos deben mejorar activamente su mente si quieren seguir en la partida.”

Para terminar con las referencias diremos –a modo de síntesis- que el dataismo, en perspectiva, consiste en que los algoritmos electrónicos más sofisticados (IA) se fusionan con los algoritmos bioquímicos (los humanos), los superan y toman el dominio. En ese contexto los humanos pasaremos a ser tratados por ellos como nosotros tratamos hoy a los animales. También otra posibilidad (que el libro no plantea) es considerar que nos exterminen (la ciencia ficción, como la saga de “Terminator”, es ilustrativa al respecto).

Al respecto podemos preguntarnos: estos escenarios son improbables? En base a las argumentaciones del autor podríamos decir que no son improbables. En esta dirección va la afirmación de más de 1000 científicos y tecnólogos, así como de Elon Musk el CEO de Tesla y SpaceX y este pionero de la IA.

Otra pregunta que pudiéramos formularnos es: qué podemos hacer al respecto? Sin duda una de las primeras cosas que pudiéramos hacer es establecer una Convención Internacional, acompañada de leyes nacionales, que permitan aplicar a los fabricantes de robots que puedan tomar decisiones autónomas las tres leyes de la robótica de Isaac Asimov, que surgen por primera vez en el relato “Círculo vicioso” (Runaround, de 1942), que establecen lo siguiente:

  1. Un robot no hará daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
  2. Un robot debe hacer o realizar las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entrasen en conflicto con la 1ª Ley.
  3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la 1ª o la 2ª Ley.

El “no matarás, no harás daño” a un ser humano, sería el “piso” mínimo de consenso a construir entre todas las naciones. Pero, para ello, habría que ver en qué dirección o sentido se resuelve la cuestión de la «voluntad de poder” de nosotros los humanos planteada por Nietzche. Si va más allá de voluntad de superación o mejoramiento individual y ello conlleva dominar a otros, la inteligencia artificial se pondrá al servicio del dominio (tanto humano como autonomizándose de nosotros).

En relación con lo que se viene de mencionar, está la afirmación que hizo Julián Assange en un reportaje de Fontevechia  donde afirma: “La historia de Silicon Valley se remonta a la Segunda Guerra Mundial. Durante la Segunda Guerra Mundial hubo un esfuerzo enorme de investigación con el fin de desactivar los sistemas de radares que las fuerzas armadas alemanas habían instalado en Alemania y Francia. Se trataba de una red de radares muy compleja y sofisticada que detectaba y destruía bombarderos estadounidenses y británicos. En la costa oeste, donde se encuentra Stanford, algunos ingenieros y académicos ingresaron al sistema de investigación militar secreta y fueron ampliamente subsidiados por el sistema de financiación del gobierno de los Estados Unidos y luego instados a fundar pequeñas empresas que produjeran componentes de misiles, y así trabajar como contratistas militares para la Agencia de Seguridad Nacional. Este fue el nacimiento de Silicon Valley y también el nacimiento del capital de riesgo. Silicon Valley, y Stanford, su núcleo. Se ha utilizado a Stanford desde la Segunda Guerra Mundial como una fuente de tecnología para el complejo de guerra de los Estados Unidos, por eso es habitual que los proyectos de tecnología de Stanford y muchas otras universidades estadounidenses estén subsidiados por la Agencia de Investigación Avanzada de Defensa”. En esta misma dirección va la nota de David E. Sanger y William J. Broad que aparece el 15/07/2017 en la versión español del New York Times en el diario Clarín de Argentina,  acerca de empresas como Capella Space en el Silicon Valley.

Si lo anterior continúa en esa dirección, y otras naciones lo están aplicando en la actualidad o lo harán más adelante, la ley de Asimov no se implementará y nuestro futuro no se diferenciará mucho de la saga de Terminator.

De los dos escenarios que plantea Harari, si se diera el de tecnohumanismo y en el caso de ser optimistas, debería predominar una cultura a favor de la vida y del cuidado, democratizando los avances tecnológicos (que no queden en una élite) comenzando por los más débiles o necesitados (en particular en cuanto a limitaciones físicas y socioeconómicas). Ello debería posibilitar avanzar en regulaciones, políticas y acciones adecuadas para que la inteligencia artificial esté a nuestro servicio, y de una vida plena que nos permita a toda la humanidad ser más felices.

PD: En línea con lo que aquí se comenta es interesante el último libro de Amy Webb, también esta entrevista en CNN así como esta entrevista con Santiago Bilinkis, o esta nota. Cabe destacar que también sería loable avanzar en iniciativas como esta.