La cuestión nacional

La cuestión nacional, tiene su origen cuando los pueblos -en base a determinadas características comunes- buscan formar estados independientes que, en principio, se plantean un futuro en común. El politólgo Benedict Anderson las denomina «comunidades imaginadas«.

Luego del desmembramiento del imperio romano, se fueron gestando -bajo el feudalismo- distintas unidades territoriales. Es así como hay coincidencia de que el «estado moderno» surgió entre los siglos XV y XVI (en especial con la Paz de Westfalia) bajo distintas formas de reinado (en particular en Europa). Este proceso fue respaldado por la burguesía que, a través de distintas revoluciones (industrial, burguesa, liberal…), fue configurando desde finales del siglo XVIII los estados nacionales que conocemos hoy en día.

Zygmunt Bauman, en su libro «La Sociedad Sitiada» (FCE, España, 2004), plantea que el estado nación surgió de los descendientes republicanos de los Imperios Sacros que se encontraban en decadencia y descomposición, y se separaron de sus respectivas Iglesias. Allí emergió la alianza de la «joven nación» con el «incipiente estado». El Estado colaboraba secundando las ambiciones de integración, asimilación y represión que la Nación le planteaba. La fe religiosa era un asunto privado que no concernía al soberano político, pero luego el Estado “toma a la Nación como compañera y esposa”, proclamando que la función del estado soberano y el deber cívico de sus sujetos debía ser la promoción del “patriotismo”. De ahí el carácter o dimensión «religiosa» del nacionalismo, con sus distintas manifestaciones sociales, económicas y políticas según el país y el momento.

Según Ernest Renan la nación es un futuro en común. Por ello la «potencia» que tienen planteos independentistas, como el de una parte significativa de la sociedad de Cataluña (ojalá se puedan seguir cursos de acción como lo propuesto en este video). El pensamiento de Renan se relaciona con el de Lord Acton (crítico del nacionalismo). Sobre la cuestión de «¿cuando se justifica la independencia? es interesante la reflexión de Mario Bunge.

El marxismo, si bien plantea el internacionalismo proletario, también discute la «cuestión nacional» en sus orígenes, y más recientemente en consignas como las de Fidel de «patria o muerte«. Por lo tanto vemos que es una cuestión contemporánea muy relevante.

Pasar de lo individual o personal a lo familiar y grupal, y de ahí a lo local y nacional, forma parte de nuestra historia singular y es bueno valorizarlo. Ahora ¿como «seres humanos» y vinculado a la frase de la imagen de la entrada (de Séneca) podremos tener un «proyecto en común» que incluya, pero vaya más allá, de lo nacional hacia lo «universal»? Seguramente, y la historia lo demuestra, es difícil y complejo articular «lo particular» con «lo común» y «asir lo universal«. Pero ¿la «evolución humana» se agota en nuestro «pedazo de territorio»? Con la información que tenemos hoy sobre el cosmos, ¿podemos ser tan «parroquianos»? ¿la fraternidad o la amistad social no se proyecta? ¿no «trasciende estos límites estrechos»? Las respuestas las tenemos nosotros.

PD: una versión actualizada de la noción de patriotismo se puede visualizar en el discurso de Donald Trump en la ONU el 25/9/2018. También es interesante este artículo de John Carlin, donde hace referencia a la palabra inglesa Jingoism: significa, según el diccionario, “patriotismo extremo, agresivo”.

Mística, Política y Discernimiento

La etimología de la palabra mística, proviene del verbo griego myein, «encerrar», de donde mystikós, «cerrado, arcano o misterioso» y está asociado -en las distintas religiones- a la unión del alma humana con lo sagrado o con la perfección. Sin embargo este concepto también abarca una mística pagana, no religiosa o no filosófica, o asociada a «religiones civiles» o «políticas».

Relacionado con estas últimas se hace referencia, por ejemplo, a la mística que tiene una persona «militante» de una causa nacional (o de la Patria), revolucionaria o que se identifica con un arquetipo o líder como Bolivar, Chavez, Fidel, Perón o Néstor Kirchner (en el caso argentino), por citar sólo algunos casos. La mística da fuerzas, pero -en general- puede absolutizar el fin (justificando a todo medio válido para alcanzarlo) y transforma ideales en idealización. Esto último invalida poder razonar o discernir sobre los fenómenos reales dado que estos aparecen con un «sesgo cognitivo» o prejuicio que viene teñido por lo que representa el arquetipo o con algo -en la práctica- «sagrado» con quien se identifica el militante.

Todo esto generalmente viene asociado al «fanatismo» que se lo ha definido como una «pasión exagerada, desmedida, irracional y tenaz» y enemigo de la libertad (en particular de los demás). Carl Jung dice que «el fanatismo es la sobrecompensación de la duda» con el peligro -al decir de Diderot- que «del fanatismo a la barbarie solo media un paso». La capacidad de discernimiento es clave para evitar estas situaciones, así como la capacidad de diálogo.

Seguramente todos necesitamos «trascender» lo material, y la mística, lo espiritual, lo poético…  juegan un rol muy importante en  el sentido de nuestras vidas. Pero no es bueno trasladar lo sagrado a lo profano, mundano e imperfecto (por más valioso que sea), o confundir ideales con idealización, y menos aún transformarlo en algo fanático. No nos lleva a un mundo mejor.