La Economía del Decrecimiento: Degrowth

Desde el surgimiento de la economía política clásica en el siglo XVIII, la obsesión de autores como Adam Smith, David Ricardo y, posteriormente, Marx, fue el crecimiento económico y la distribución de sus frutos (asumiendo esa causalidad y no otra).

A partir de ese momento, y luego de cada una de las revoluciones industriales (hoy nos encontraríamos atravesando la 4ta. revolución vinculada a la expansión y desarrollo de las tecnologías de la información y comunicación)  el crecimiento de la economía global -mensurado por el siempre polémico indicador de PIB- experimentó niveles nunca alcanzados. En particular, desde la segunda mitad del siglo XX la economía global aumentó su tamaño a la par que diversos indicadores de bienestar material también mejoraron.

Los gráficos presentados a continuación dan cuenta de la evolución a la cual hacemos referencia.

Gráfico 1. La gran aceleración a partir de mediados del S.XX.


Fuente: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3357752/

Además de la mejora en las condiciones materiales de la mayoría de la humanidad, una consecuencia directa de esa gran aceleración fue el consumo precipitado de los recursos naturales del planeta. El siguiente conjunto de gráficos, en línea con los anteriores, también dan cuenta de esa desmejora ambiental.


Fuente: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3357752/

Si bien en este blog se han abordado cuestiones como estas vinculadas a la economía ecológica y la economía de los bienes comunes, en esta oportunidad se expondrán algunos conceptos básicos de la denominada economía del de-crecimiento o, simplemente, degrowth. Esta última no sólo complementa y abarca a las anteriores sino que afirma, además, que lo que se muestra en el segundo gráfico es consecuencia de las tendencias mostradas en el primero.

Sería una trampa caer en la literalidad del vocablo degrowth y aseverar que la economía del decrecimiento implica simplemente decrecer económicamente. De la misma manera, sería erróneo asumir que un PIB en caída solucionaría los problemas globales que esta corriente denuncia. Degrowth va mucho más allá que esos falsos supuestos e implica un postulado mucho más complejo.

Degrowth no sólo es un concepto teórico, sino que también es un movimiento social con una base creciente de activistas y seguidores. Degrowth apunta a «una sociedad con un metabolismo más pequeño, pero más importante, … un metabolismo que tiene una estructura diferente y cumple funciones nuevas» (D’Alisa et al., 2015, traducción propia). No se trata de producir o consumir menos, sino que se trata de hacer cosas diferentes, de diferentes maneras, y de establecer nuevas relaciones sociales, no necesariamente dentro de los límites ni de los valores que impone el mercado.

La idea de degrowth, como concepto, no es nueva. Sus orígenes pueden rastrearse en el informe pionero del Club de Roma llamado «Los límites del crecimiento» (del año 1972), donde se desafiaba la idea de un crecimiento económico ilimitado basado en una sociedad de consumo y las consecuencias ecológicas resultantes de dicha “adicción” al crecimiento y consumo.

La economía de degrowth plantea una idea completamente diferente (y a veces opuesta) al concepto de desarrollo económico. Como objetivos predominantes de la ortodoxia y heterodoxia económica, el crecimiento y el desarrollo económico siempre se han relacionado con la acumulación capitalista y la maximización de los beneficios. Degrowth irrumpe y rompe esa lógica y «se enfoca en la calidad en lugar de en la cantidad, en la cooperación en lugar de competencia, en lo público en lugar de privado, en la justicia social y redistribución en lugar de acumulación privada» (Wichterich 2015, traducción propia). En otras palabras, degrowth plantea cómo se podría seguir produciendo con una utilización cada vez menor de recursos naturales. En este sentido, también se podría hablar de una desmaterialización o desacople de la producción.

De acuerdo con D’alissa et al. (2015), degrowth  plantea críticamente cuestiones como las relaciones de poder asimétricas que surgen de una sociedad en conflicto con diferentes partes interesadas. En este sentido, la idea de “desarrollo económico sostenible”, argumentan los autores, elimina cualquier cuestionamiento político al prometer un futuro mejor y ecológicamente amigable gracias al avance de la ciencia y tecnología aplicada.

A su vez, degrowth desafía el concepto de crecimiento y desarrollo como metas o procesos alcanzables y unidireccionales. Cuestiona que sea necesario crecer y desarrollarse económicamente cuando, en nombre de esos objetivos, todo tipo de desigualdades y agresiones al medio ambiente han ido en aumento durante las últimas décadas.

Degrwoth transmite un mensaje que no siempre es fácil de digerir, al menos para algunas sociedades. El cambio de paradigma por el cual degrowth pugna obedece a la sobreproducción y al consumo excesivo que ocurre, principalmente, en el Norte Global. Incluso si los daños ambientales están ocurriendo en otras partes del mundo, esto se debe a la fragmentación de las estrategias de producción de los países avanzados. En otras palabras, el agotamiento de los recursos naturales localizados en el Sur Global es atribuido al sobreconsumo del Norte.

Los seguidores de este movimiento reclaman un consumo más responsable y diferentes formas de producción que claramente son más fáciles de exigir en una sociedad próspera, cuyas necesidades materiales están satisfechas. Sin embargo, clamar por una economía de decrecimiento en las sociedades del Sur Global, todavía con necesidades insatisfechas, implicaría tener que renunciar en alguna medida al bienestar material del cual actualmente solo goza el Norte Global. De esta manera, la economía degrowth podría reforzar algunas desigualdades que aún persisten entre diferentes partes del mundo.

A pesar de esto, muchas expresiones o experiencias relacionadas a degrowth pueden encontrarse en el Sur Global. Países como Ecuador y Bolivia, con abundantes recursos naturales, han incorporado los derechos de la naturaleza en sus constituciones nacionales. Iniciativas como el Buen Vivir en Ecuador están relacionadas con la economía del decrecimiento. Aunque fuese, por ahora, sólo una palabra escrita, significa que las naciones tienen la voluntad de desempeñar un papel y equilibrar (o incluso luchar) contra las fuerzas del mercado cuando sea necesario. En el Norte Global, las semanas laborales más cortas o un ingreso básico separado del trabajo, como está sucediendo en algunas partes de Europa, pueden citarse como ejemplos cercanos al degrowth.

En conclusión, degrowth rechaza la idea de desarrollo (ya sea sostenible, local, etc.) y no tiene necesariamente una agenda estructurada. Sus activistas no abogan por menos consumo o producción, sino que demandan otras reglas, por fuera del sistema capitalista. Como movimiento de base es una iniciativa de tipo bottom-up y su escalamiento parece difícil. La corporación política encuentra difícil aceptar la agenda del decrecimiento debido a la lucha de poderes que esto implica. No es fácil imponer restricciones y regulaciones de producción a las firmas, y es aún menos atractivo pedirles a los votantes que consuman menos o de una manera diferente.

Degrowth lucha contra la lógica del capital como punto de partida lo cual también hace que sea difícil, como corriente ideológica (y en la práctica), expandirse a nivel mundial. Sin embargo, como señala Escobar (2015), algunos debates que suceden en algunos países de América Latina (mencionados anteriormente) están desafiando la perspectiva de las corrientes más mainstream. Más allá de estas experiencias, resta observar si hay chances de que el movimiento degrowth se transforme en una realidad más grande y más palpable.

El Autor de esta nota es Haroldo Montagu, Licenciado en Economía (UBA), Magister en Economía del Desarrollo (Institute of Social Studies, Holanda), a quien se le agradece particularmente.

Referencias:

D’Alisa, G., F. Demaria and G. Kallis (eds) (2015) Degrowth. A Vocabulary for a New Era. New York: Routledge.

Escobar, A. (2015) ‘Development, Critiques of’, en G. D’Alisa, F. Demaria and G. Kallis (ed.) Degrowth. A Vocabulary for a New Era, pp. 47-49. New York: Routledge. (l).

Georgescu-Roegen, Nicholas, “La Décroissance”, Sang de la Terre, Francia  1995. El libro se puede bajar desde aquí.

Wichterich, C. (2015) ‘Contesting Green Growth, Connecting Care, Commons and enough.’, en W. Harcourt and I. L. Nelson (ed.) Practicing Feminist Political Ecologies. Moving Beyond the ‘Green Economy’. London: Zed Books.

Crecimiento, Desarrollo y Futuro

En la historia de la humanidad, sin duda, el capitalismo ha sido el sistema que mayor crecimiento (entendido por mayor valor agregado o producto bruto) ha logrado, comparado con sistemas anteriores o con el socialismo «real» (muy centrado -básicamente- en la cuestión de la propiedad como forma de justicia e igualdad).

Sin embargo, en otras entradas, hemos también señalado que si bien ha elevado el nivel de vida promedio y sacado de la pobreza a muchos millones de personas, ha profundizado -en especial en determinados períodos y en la actualidad- la desigualdad, formas de trabajo inhumano y gravísimos problemas medioambientales.

Sabemos que hay variedades de capitalismo y que aquellas que lograron pasar del crecimiento al desarrollo, a través de una cultura y una sociedad que participó y pudo impulsar formas inteligentes y adecuadas de intervención del Estado y responsabilidad social de las empresas (así como otras formas de emprendimientos), lograron sociedades más igualitarias y más «amigables» entre las personas y con el medio ambiente. A nivel mundial esto se ha podido plasmar en los Objetivos de Desarrollo Sostenible y el Acuerdo de París sobre el cambio climático (con la lamentable retirada de Estados Unidos de Norteamérica).

A fin de precisar los términos, en particular desde el punto de vista económico, utilizaremos un texto de Julio H.G. Olivera, publicado en El Trimestre Económico en 1959, denominado «Crecimiento, Desarrollo, Progreso, Evolución: Nota sobre relación entre conceptos», que sigue muy vigente. Al comienzo del mismo expresa que «aunque ordinariamente se utilizan de modo indistinto las expresiones crecimiento, desarrollo, progreso, y evolución económica, trátase en realidad de fenómenos diferentes que deben deslindarse con la mayor precisión posible. Proponemos, con tal objeto, el siguiente criterio de distinción:

1) crecimiento económico es la expansión del producto social como función del tiempo;

2) desarrollo económico, el aumento de la razón del producto social actual respecto del producto social potencial, ambos como función del tiempo; a su vez el producto social potencial se lo puede definir de diversas maneras,

3) el progreso económico el aumento en el grado de la satisfacción de las necesidades sociales,

4) evolución económica, el proceso de cambio cualitativo en la organización económica de la sociedad».

Estos conceptos pueden o no darse en la realidad concatenados unos con otros, y dependerá de cada circunstancia histórica. En lo que se refiere al concepto de evolución, como proceso de cambio cualitativo, en este blog lo hemos vinculado a una mayor conciencia (que puede o no darse, así como la posibilidad de «involucionar»).

El pasaje del crecimiento al desarrollo (1), y su vinculación con lo regional y sectorial (2)ha sido algo muy positivo en la línea de converger hacia un mundo mejor. Es un proceso complejo con distintos componentes, que deben articularse en un marco global de densificación y diversificación productiva (3). Las distintas expresiones de la cultura y la sociedad, articuladas con las instituciones (4) deberían tender a que esto «evolucione» en un mediano y largo plazo (se llame postcapitalismo u otra denominación). Para ello la razón debería estar impulsada por una empatía compasiva que se plasme en todas nuestras acciones, desde las personales y grupales hasta las socioeconómicas y políticas, con regulaciones y un Estado que actúe con inteligencia, gradualidad (pero a ritmo sostenido) y eficacia en un contexto de una institucionalidad global que vaya en esta misma dirección. No sólo es necesario sino que -seguramente- coincidamos en que es «urgente».

(1) En los últimos años se ha relativizado o puesto en cuestión en el enfoque de la «economía del decrecimiento«, del mismo modo que la noción de «progreso«. También es muy interesante el enfoque de Ricardo Hausmann en este video donde equipara la noción de desarrollo a «saber hacer».

(2) Para el caso argentino es muy interesante este texto.

(3) Al respecto ver el enfoque de Ricardo Hausmann vinculado con la teoría scrabble del desarrollo y el concepto de complejidad económica. En este link se expresa, entre otros conceptos, lo siguiente: «esta nueva búsqueda llevó a Hausmann a concebir la noción de “complejidad económica”, que postuló por primera vez en julio de 2007 en un artículo en Science. Para muchos, este concepto constituye su mayor aporte al campo de la economía del desarrollo, dice Chris Papageorgiou del Departamento de Estudios del FMI. En su sitio web, Hausmann dice: “El secreto para producir cosas complicadas no radica en tener gente más inteligente, sino mucha gente con conocimientos diferentes y complementarios. Las sociedades más ricas tienen más conocimientos colectivos y los usan para generar una mayor variedad de productos más complejos”. Los países pobres, dice, pueden producir unos “pocos productos sencillos”. De lo anterior se deduce la importancia de la complementariedad en la diversidad para que haya desarrollo.

(4) En esta nota hemos dado un ejemplo sobre la necesaria articulación entre culturas e instituciones frente a un fenómeno grave.