De la Libertad Negativa a la Positiva

Entre los anhelos y deseos fundamentales del ser humano está la libertad. El intelectual Isaiah Berlin, que pusimos en la imagen de la entrada, distinguió a la libertad negativa de la positiva. La primera se caracteriza porque nada ni nadie restrinja la libertad del individuo, mientras que la segunda es la facultad de tomar decisiones que conduzcan a la acción. La acción puede ser la autorealización personal, co-crear con otros o realizar acciones solidarias, pero también -advierte Berlin- puede conducir al totalitarismo en tanto no respete la libertad de los demás.

En primera instancia vamos a intentar profundizar un poco más en el concepto de libertad negativa. Si bien es bueno que nada ni nadie restrinja mi libertad, también es cierto que puede esconder una concepción individualista y defensiva frente a terceros, si todo empieza y termina en una libertad «negativa». Tal vez esta fue la concepción de la cultura sueca a partir de los años 70 (vinculada con el manifiesto político en 1972: La familia del futuro: una política socialista para la familia), según este link.  En el mismo se menciona el film ««La teoría sueca del amor  donde se presenta aquel ambicioso manifiesto elaborado en el gobierno de Olof Palme y en el que se apostaba por despegarse de las estructuras familiares anticuadas y buscar la independencia, “el valor más sueco de todos”. “Había llegado el momento de liberar a la mujer del hombre, liberar a la gente mayor de sus hijos, liberar a los adolescentes de sus padres elaborando un manifiesto La familia del futuro”, dice el narrador de la película. La idea era que ningún adulto dependiera económicamente de ningún familiar. “El principio es muy simple: cada individuo debe sentirse como un ente autónomo y no como un apéndice de su cuidador. Y para lograrlo hace falta crear las condiciones económicas y sociales. Y a partir de ahora solo las relaciones auténticas nos mantendrían unidos”. La nota termina diciendo: «La nueva vida del doctor Erichssen, un cirujano sueco hoy en un hospital de campaña en Etiopía – “aquí he encontrado un sentido a la vida”-, y las palabras del célebre sociólogo polaco Zygmunt Bauman terminan, finalmente, por despejar la clave de la verdadera felicidad. “Los suecos han perdido las habilidades de la socialización. Al final de la independencia no está la felicidad, está el vacío de la vida, la insignificancia de la vida y un aburrimiento absolutamente inimaginable”.

Más allá de los aspectos culturales (en las distintas sociedades) y de los vínculos humanos más íntimos, están todos los enfoques filosóficos, políticos y socioeconómicos.  Allí estarán -por ejemplo Hobbes- que justificarán la creación de un estado que garantice esta libertad negativa («de hombres lobos del hombre») y ciertas posiciones de liberalismo extremo o de anarcocapitalismo, que plantean -entre otras cosas- que pagar impuestos es un «robo» (incluso sostienen que la defensa y la seguridad pueden ser proporcionadas por empresas privadas).

En el marco de los que tienen un concepto de libertad negativa están los anarquistas individualistas (y dentro de ellos, aunque no sólo, los anarcocapitalistas ya mencionados). En cambio los anarquistas societarios o socialistas consideran la libertad individual como conceptualmente relacionada con la igualdad y juegan la libertad positiva en la comunidad y la ayuda mutua. Según fuentes como la Wikipedia, valoran la libre asociación de personas y la convivencia y la cooperación en comunidades libres, e incluyen  (pero no está limitado) al expresiones como el anarcocolectivismo, el anarcocomunismo, el anarcosindicalismo, la ecología social (municipalizo libertario) y la economía participativa.

Algunos anarquistas -como Bakunin y Malatesta- justificaron en alguna oportunidad (como «defensiva»)  la violencia, mientras otros -como Tolstoi (que se lo ha visualizado como una forma de anarquismo cristiano) han sostenido la «no violencia». Si bien el anarquismo tiene raíces antiguas, tomó fuerza con la modernidad y continúa en grupos reducidos hasta nuestros días.

Más allá del liberalismo extremo y de las variantes del anarquismo como expresiones «radicales» de la libertad, desearíamos enfatizar a la libertad positiva vinculada con otros valores y como una posibilidad deseable de co-crear, co-construir, cuidar y generar vínculos de solidaridad y empatía compasiva, que nos permitan construir una amistad social (por lo tanto que no apele a la violencia o a la coerción) y poder así converger a un mundo mejor

 

Los Problemas de esta Globalización

Los europeos, y en particular los franceses, utilizan conceptos como internacionalización o mundialización como diferentes a globalización, entendiendo esta última como una modalidad particular de la primera, difiriendo en el momento de su comienzo

  • … en el Siglo XVI, al iniciarse la expansión capitalista y la modernidad occidental.
  • a mediados del Siglo XX, cuando las innovaciones tecnológicas y las comunicaciones articulan los mercados a escala mundial.
  • hacia finales del Siglo XX, cuando lo anterior se profundiza, estableciéndose mercados planetarios de comunicaciones que se consolidan al desaparecer la Unión Soviética y la división bipolar del mundo.

La literatura anglosajona, y en particular norteamericana, utiliza – en general – el concepto globalización como equivalente a los anteriores en el sentido de “escala”: local, regional, global.

Más recientemente se la ha vinculado con fenómenos como la financiarización de la economía y las crisis derivadas de la misma, y los efectos de la relocalización de la industria en una nueva división internacional del trabajo. Esta última se genera, fundamentalmente luego de la Segunda Guerra Mundial con la reconstrucción de Japón y Alemania, y el cambio de Estados Unidos con China en 1972 y el proceso que se da en este último país (véase la interesante nota de J. Fontevecchia en este link e informaciones a agosto de 2018 sobre el conflicto entre los dos países. A ello debe sumarse el drama de los refugiados de la guerra y los migrantes por situaciones socioeconómicas o de catástrofes climáticas, con sus efectos colaterales sociopolíticos en particular en Europa.

Muchos de los impactos recientes y de algunas propuestas sobre esta globalización están descriptos en un artículo de Dani Rodrik. A ello habría que agregar la nueva presidencia de Estados Unidos, su replanteo de relaciones con países como México, Unión Europa y actualmente con China, y -en general- hacia un planteo de desglobalización (esta nota lo refuerza) En una entrevista del diario Clarín a Charles Powell se expresa:

-De acuerdo al panorama internacional, hoy podríamos decir que la idea del estado como nación estaría en crisis. ¿Considera que es así? -A veces olvidamos lo recientes que son nuestros estados. El estado nación, tal y como entendemos ese fenómeno, nació en el siglo XIX. Tenemos en Europa dos estados muy jóvenes: Italia y Alemania, de 1870 y 1871. Los tres estados fascistas, las tres potencias del eje -Japón, Alemania e Italia- son tres estados nación muy recientes. En el fondo, en la Segunda Guerra Mundial estaban dando expresión a esa nacionalidad recién creada. Dani Rodrik, profesor de Harvard, dice que todo estado moderno tiene que enfrentar cómo hacer compatible la globalización económica, la soberanía nacional y la democracia parlamentaria. Concluye que es casi imposible acomodar los tres fenómenos.

-¿Por qué? -Porque la globalización económica erosiona las otras dos. Por un lado, la globalización salta por encima de nuestras fronteras, erosiona al estado nación. Y, por lo mismo, debilita a la democracia. Por ejemplo, los griegos se dan cuenta de que no importa a quién voten: al final tienen que aceptar políticas económicas diseñadas desde Bruselas.

-Si la globalización jaquea al estado en tanto nación, pareciera no haber futuro para ese sistema de organización política… – La globalización, que se aceleró después de la caída del Muro de Berlín y con la incorporación de los países ex soviéticos al mundo de la economía de mercado, está produciendo una erosión del estado-nación en el sentido convencional. La Unión Europea es nuestra respuesta a este fenómeno. Nuestros pequeños estados-nación son débiles, incapaces de enfrentar estos retos. Nuestra respuesta ha sido la integración económica y política que encarna la Unión Europea¨.

Reconfigurar esta globalización y una nueva división internacional del trabajo tal como la ha encarado Trump con Méjico y la Unión Europea, ¿será posible con China? Es prematuro saberlo (hasta mediados de 2019 parece que no), y el conflicto es muy riesgoso dadas la partes involucradas. Si bien es un re-equilibrio de poder entre los «principales jugadores del sistema», estamos lejos de pasar de lo mercantil a un comercio justo, a terminar con los paraísos fiscales y a generar tasas o impuestos a nivel internacional que permitan terminar con la pobreza y ayudar a revertir el cambio climático, promover una globalización de la solidaridad e ir hacia una autoridad mundial que trascienda los nacionalismos (hoy más fuertes por la crisis del sistema). Tal vez hoy «suene» utópico, pero analizado desde una perspectiva más amplia y sustentable seguramente valdrá la pena tratar de intentarlo para converger hacia un mundo mejor.