¿Seremos como la zorra y las uvas, o propositivos viables?

Se atribuye al fabulista griego Esopo la primera versión de la “Fábula de la zorra y las uvas”. La zorra va paseando hambrienta y descubre en una viña un racimo de uvas que le apetece, intenta tomarlas pero están muy altas y en vez de aceptar su imposibilidad las desprecia diciendo: “no las quiero, están verdes”. Este bello y metafórico relato ha sobrevivido dos mil seiscientos años y ha sido reformulado muchas veces manteniendo el sentido original: la no aceptación de la realidad y la búsqueda de una excusa falsa, echando culpas a personas y objetos, para justificar la impotencia de no lograr algo. Jaime Correas hace esta reflexión vinculándola al caso argentino.

Se considera que la mejor actitud es ser propositivo en general y en particular en programas de gobierno. En esta nota se opina al respecto. Ojalá lo podamos hacer para una Argentina mejor.

¿Se pueden articular virtuosamente los grupos de interés?

A quienes les interese esta temática en general, y en particular en el caso argentino, se los invita a leer esta nota. Siempre son bienvenidas críticas, comentarios y aportes.

PD: Sobre casos particulares de reconversión, como puede ser el de la provincia de Tierra del Fuego, es interesante esta nota.

¿Cuándo se jodió la Argentina y qué hacer?

El término vinculado a ¿cuándo un país se jodió? surge del texto de Mario Vargas Llosa, Conversación en La Catedral, donde Santiago Zavala se pregunta “¿En qué momento se había jodido el Perú?”, un país que, a través de los ojos de su autor, describe como sumido en la corrupción, el pesimismo y la apatía de una sociedad frustrada.

El «joderse» sin duda puede tener muchas apreciaciones diferentes, desde las muy puntuales (por ejemplo cuando se cometen actos de corrupción) hasta las vinculadas con la no vigencia de las reglas del sistema democrático (1). Sobre esto último es interesante esta reflexión de Natalio Botana. Allí plantea -entre otros conceptos, refiriéndose a la democracia y a la figura de Raúl Alfonsín- que «la república italiana fue fundada en 1946. Cuando cumplió 50 años, Norberto Bobbio dijo que la democracia italiana todavía era muy joven y que le faltaba mucho. Yo diría que la nuestra es una democracia de larga duración. Si uno toma los ciclos del siglo XX, la primera democracia la inicia Sáenz Peña con la reforma de 1912 y dura apenas 18 años. La restauración de la década del 30 son 13 años. El primer peronismo son nueve años. El periodo que viene después del 55, que son las presidencias civiles azotadas por el pretorianismo militar, dura 11 años. De modo tal que los ciclos políticos en Argentina han sido muy cortos y el presente es un ciclo largo. Claro, en el contexto más amplio de las democracias en el mundo, todavía seguimos siendo una democracia relativamente joven».

Sabemos que es importante, para la vigencia del sistema democrático y su ethos, que exista una sistema económico que le dé sustento de bienestar compartido y estabilidad. Sobre esto último las visiones liberales dirán que ello se perdió luego de la crisis de 1930, donde se planteó un modelo proteccionista, justificable en ese difícil contexto y desde una perspectiva de corto plazo, pero no se pudo transformar en un algo con viabilidad de mediano y largo plazo. Con ese mismo enfoque -o similares- otros señalarán que el radicalismo y el peronismo no pudieron resolverlo. Finalmente, y con el objetivo de ponerle una «fecha precisa» muchos han afirmado que fue con el golpe militar del año 1976, cuando se quebró gravemente un futuro económico sustentable y con inclusión. Sobre las distintas miradas que hubo -a partir de mediados de los años cuarenta del siglo pasado-  en el campo político y económico, nos referiremos sintéticamente en esta nota.

Ello ha sido abordado, en especial y aunque no solo, por  Tulio Halperín Donghi, Luis A. Romero (2), Pablo Gerchunoff y Roy Hora, Eugenio Diaz Bonilla… y la segunda parte (respecto de ¿qué hacer?) por diversos economistas, políticos e intelectuales. Así mismo ha sido encarada por ensayistas como Alejandro Katz, en particular en una reciente nota publicada en la revista Ñ titulada “Horizonte de un colapso sistemático”. En ella parte de un concepto central de Charles Taylor que define “la construcción de una comunidad política, entendida como aquella conformada por agentes sociales dispuestos a colaborar en paz para su beneficio mutuo”.

Es claro que este beneficio mutuo se logró -en gran medida- para una parte importante de la población y del territorio con el modelo agroexportador (1880-1930), aunque con graves exclusiones. También durante los gobiernos radicales (para los sectores medios) y en los inicios del peronismo para la clase trabajadora y sectores de la burguesía. Lamentablemente un sector importante de la élite económica del momento no lo consideró de mutuo beneficio, como se muestra en el excelente film “Cita con Perón”. Este germen de la discordia inicial no se pudo resolver en un contexto de polarización (por momentos violento) y no le alcanzó el tiempo político para virar exitosamente luego de 1952, así como en su planteo de 1974 con el “Modelo Argentino para el proyecto nacional”, acompañado de su abrazo con Balbín. Esta nueva actitud y enfoque fue efímera en el tiempo y no tuvo la posibilidad de madurar en instituciones y políticas estables.

Si bien hubo etapas económicas muy esperanzadoras como las de Frondizi e Illia, ellas no tuvieron el respaldo político-social suficiente. Más adelante vino la barbarie del terrorismo de estado de 1976, donde el proyecto de Martínez de Hoz quiso volver al modelo agroexportador y borrar la industrialización sustitutiva (y con ella a los sindicatos), pero fracasó en lo económico y en lo político-militar con la derrota de Malvinas. El periodo de Alfonsín, con el retorno a la democracia, fue muy exitoso en cuanto a su política de derechos humanos y en el Plan Austral, pero el contexto nacional e internacional no lo ayudó para que este último se sostuviera en el tiempo.

Menem-Cavallo lo intentaron resolver también, y durante un tiempo fueron airosos (en cuanto a estabilización y aspectos puntuales de modernización), pero no lograron hacer una completa y buena reconversión de los sectores perdedores de ese modelo de la convertibilidad, que se extendió en el tiempo más allá de lo aconsejable y colapsó en el gobierno de la Alianza. La dolorosa transición pudo ser procesada por Duhalde-Remes Lenicov, y el diálogo argentino. Néstor Kirchner no supo tener la grandeza de estadista para darle continuidad a su excelente comienzo de gobierno (donde tuvo un rol relevante Lavagna), y cayó en el cortoplacismo populista al igual que su esposa.

Macri generó muchas esperanzas, pero tuvo diversas fallas como no explicar bien la herencia, generar expectativas infundadas en cuanto a lograr un rápido descenso de la inflación o metas como pobreza cero, así como poder articular y explicar bien un plan de estabilización deficiente (originalmente advertido por Carlos Melconian) con una agenda o plan estratégico de desarrollo de mediano y largo plazo. Al momento de redactar esta nota estamos sin un plan de estabilización, con alta inflación (por consiguiente con incremento de la pobreza, la desigualdad y la conflictividad social), y distintos parches que tienen un éxito relativo de corto plazo, pero no se visualiza un sendero sostenible y creíble de mediano y largo plazo (la oposición -de manera orgánica- todavía no lo ha explicitado), en un contexto de fuerte crispación y polarización.

Tal vez este intento de explicación sintética, y a grandes trazos, pueda agregar algún elemento adicional actualizado en el discernimiento de los distintos momentos de cuando “nos fuimos jodiendo” (en particular en lo económico-institucional), así como los intentos de salida que no se pudieron sostener en el tiempo. Respecto de ¿qué hacer? para superar nuestra grave declinación como país, sin duda no es dejarnos llevar por el desaliento, y peor aún por una ira descontrolada queriendo dinamitar todo o exiliarnos. Posiblemente lo primero, y más difícil que deberíamos hacer es tomar lo mejor de cada uno de los ciudadanos destacados de nuestra historia, y por ende de cada período, como ha escrito recientemente el historiador Luis Alberto Romero, y poder proyectarlo de manera perseverante en el futuro, con los aportes generosos de cada quien (o sector). Esto debería ser acompañado de los distintos ajustes necesarios para poder evolucionar hacia una Argentina mejor.

(1) Cabe destacar que quienes más «se joden» son los pobres, quienes no tienen una alimentación y una educación de calidad, quienes sufren por la inseguridad (o son parte de ella, en la cadena del narcotráfico), quienes viven en la informalidad, quienes consideran que no tienen destino en su patria (y emigran), quienes no cuentan con reglas claras para desarrollar sus tareas e invertir (por lo tanto para generar más trabajo), entre muchos factores (como no tener una vivienda digna y sus servicios básicos asociados, acceso a una salud de calidad, los jubilados que no cuentan con una buena cobertura de servicios, etc.).

(2) En esta nota lo analiza desde el paradigma de la complejidad.

Ajustar para equilibrar y desarrollar de manera inclusiva y sustentable

La idea del ajuste tiene que ver con el equilibro, y con que este, de manera dinámica y con una adecuada gestión de las políticas públicas, promueva el desarrollo. En este artículo se reflexiona sobre esta temática. Dado que puede haber personas que no pueden visualizarla se la transcribe a continuación.

«Una de las definiciones que da el diccionario de la RAE sobre la palabra ajuste, es el “encaje o medida proporcionada que tienen las partes de que se compone algo”. En un mecanismo, donde hay procesos o tornillos que están flojos, su ajuste conlleva a que los mismos puedan volver a funcionar bien. En economía, esta palabra tiene mala prensa para un sector de la sociedad, dados sus costos iniciales para los sectores afectados, y también a que se lo asocia a una política neoliberal que promueve el empobrecimiento y la desigualdad.

Para otros, depende de cómo se haga el mismo, y está vinculado al reequilibrio de distintas variables como ser la relación entre ingresos y egresos fiscales, monetarias cambiarias, tarifarias y de precios y salarios, entre las principales. Cuando se encara desde el estado, usualmente se utiliza el término “plan de estabilización”. En la Argentina el ministro Sergio Massa ha vuelto a utilizar la palabra ajuste, y no sabemos aún si su accionar se dirige a encarar un plan de estabilización integral, si el mismo sería aceptado por su coalición de gobierno, o si son solo parches para que la economía no se termine de desbarrancar y posibilite finalizar sin grandes sobresaltos el actual período de gobierno.

Hay otra dimensión que es la variable temporal y la sustentabilidad del reequilibrio en el tiempo. Por ejemplo, si no se corrige el desequilibrio entre aportantes activos y lo que reciben los pasivos del régimen previsional, esta será una fuente de inestabilidad en el tiempo. Del mismo modo se puede mencionar el desequilibrio entre los que están en la informalidad y la formalidad laboral, y sus implicancias con lo que se viene de mencionar. Otro ejemplo, es si la gestión y escala de los distintos organismos del estado (en sus diferentes niveles) no guarda relación con una función eficaz (en cuanto al logro de objetivos con adecuados niveles de calidad) y eficiente (en cuanto a su costo), también será un elemento inadecuado para la sociedad a la que se propone servir.

El ajuste debería también estar relacionado con las medidas a encarar con una agenda de desarrollo sustentable en el tiempo. De nada servirá un equilibrio de las cuentas públicas y de los organismos del estado, si no tenemos un horizonte que de un sentido de bienestar y prosperidad compartida.

Se pueden dar muchos ejemplos virtuosos de países donde esto se encaró, como los europeos luego de la Segunda Guerra Mundial o Israel luego de su fundación, y en especial a partir del gobierno de coalición encarado por Shimon Peres. La baja sostenida de la inflación le fue dando popularidad en el tiempo.

En la Argentina es claro que hay muchos sectores con gran potencial de desarrollo y de oportunidades de mayor valor agregado, como ser la bioeconomía y los alimentos, el turismo, la minería y la energía (en la medida que se haga de manera sustentable ambientalmente) y la economía del conocimiento, en tanto mejoremos nuestra educación. Ello no alcanzará para incorporar toda la población informal y debería complementarse con una industria de la construcción orientada al reordenamiento territorial, la economía circular (en particular del reciclaje), y servicios como la economía del cuidado, de la cultura y el esparcimiento -con sus cadenas asociadas-, por citar solo algunos casos.

Sería deseable que la dirigencia política, que tenga una visión que vaya más allá de ganar una elección cada dos años y del asistencialismo, haga acuerdos programáticos parlamentarios (reflejados en presupuestos plurianuales) así como de gestión ejecutiva multinivel, que renueven la esperanza colectiva, posibilitándonos dejar un sufrimiento autoinfligido sin sentido. Todo esto conlleva sensatez, apertura mental (dejando de lado relatos anacrónicos) y una temporalidad que, luego de comenzada, tendrá que sostenerse con constancia y paciencia durante varias generaciones. No es fácil, pero otros seres humanos lo pudieron hacer. ¿Nosotros no?»

 

Las monedas cripto y el esquema piramidal de estímulos

En los últimos años se han venido desarrollando monedas digitales o criptomonedas. En algunos países como El Salvador se impulsaron pero fracasaron. Otros países como China han creado, a través de su Banco Central, una moneda digital pero han prohibido el resto. Es un tipo de instrumento monetario que, lamentablemente y en ocasiones, se ha utilizado para pagar rescates de hackeos de plataformas, el terrorismo y en general para el ciberdelito.

Hacia fines de 2022, se han producido crisis con algunas firmas como es este caso. También se la ha asociado al denominado esquema piramidal o Ponzi (1) que generan estímulos para entrar, pero luego termina derrumbándose y produciendo una estafa. Sin duda no nos lleva a un mundo mejor.

(1) Agradezco al amigo Antonio Vidal la referencia.

 

Las elecciones en Brasil

Desde hace unos años, en el hermano país de Brasil, se fue desarrollando una profunda grieta sociopolítica derivada de su devenir histórico y vinculada a la percepción -de una gran parte de la sociedad- sobre aspectos vinculados a la corrupción (en especial lo que se denominó Operação Lava Jato y otros), al abordaje de la desigualdad, del medio ambiente (en especial del Amazonas) y de la economía, la cuestión de la propiedad (en particular de la tierra), así como de componentes culturales (desde étnicos-raciales hasta la cuestión del aborto) y religiosos (en especial de corrientes evangélicas), entre los principales que fueron tomando un aspecto cada vez más agresivo.

Lo que se viene de señalar ha generado, en especial, un movimiento político denominado el «bolsonarismo», haciendo mención al apellido de su emergente político. Ello ha sido destacado en esta interesante nota de Inés Capdevilla. Allí se expresa que «como había ya anticipado la primera vuelta electoral, el movimiento conservador aglutinado detrás del presidente es mucho más fuerte que el propio presidente. Dos ejemplos dejó el segundo turno de hoy sobre ese fenómeno. Por un lado, Tarcisio Gomes de Freitas, alineado con Bolsonaro, derrotó por amplísimo margen al delfín de Lula, Fernando Haddad, en el determinante estado de San Pablo, que tiene la misma población que la Argentina. Lo derrotó por la misma diferencia que el presidente venció a Lula en ese estado.

Por otro lado, Romeu Zema, también alineado con el actual mandatario, logró su reelección en el poderoso estado de Minas Gerais, el segundo más grande de Brasil, en primera vuelta con un apabullante 56% de los sufragios. Tal es su nivel de aprobación que le prometió al presidente que le trasladaría su caudal de votos en la segunda vuelta. Pero Bolsonaro probó ser más impopular que Zema y hoy perdió Minais Gerais por 50.000 votos».

Los dos primeros discursos de Lula da Silva, luego de conocidos los resultados de su victoria electoral, se enfocan a tratar de resolver esta profunda división, así como el amplio frente electoral que formó para lograr su ajustado triunfo. Sin duda necesitará de la ayuda de un Congreso con predominancia conservadora y de una política que sea exitosa en el logro de lo que se ha propuesto. Será muy deseable que lo pueda hacer para un Brasil mejor.

PD: Agradezco el comentario de más abajo del amigo Ramón Vilutis y su referencia a esta nota. Del mismo modo agradezco el comentario del amigo Carlos Zaballa.

 

La relevancia de ser conscientes para poder cambiar

La frase de Cortazar, de la imagen de la entrada, ha sido tomada de esta nota de Marcelo Rabossi, donde hace una introducción general y al final nos habla de la decadencia argentina, en particular en el ámbito educativo (1).

Tal vez sea mejor cambiar -si se nos permite- la palabra «proclamar» por «tomar conciencia» de la complejidad de nuestra realidad (y de su trayectoria histórica), a fin de darle mayor precisión al sentido profundo de la expresión de Cortazar. Ello constituye el primer paso, dejando de lado enfoques fanáticos o integristas (a veces pseudo religiosos) en lo ideológico y en lo político, que nos impiden buscar -con humildad y buena voluntad- soluciones consensuadas. No es sencillo, pero tampoco es imposible. Nos permitiría construir un mundo y una Argentina mejor.

(1) También ha sido abordado por Guillermina Tiramonti, Jaime Correas y otros especialistas e instituciones.

¿Dónde encontrar la fuerza para luchar por un mundo mejor?

Sabemos que los seres humanos encontramos energía respirando, hidratándonos, alimentándonos…. pero, si bien es una condición necesaria desde el punto de vista físico o material, no alcanza para motivarnos desde una perspectiva más ampliamente vital como humanos, como es la dimensión psicológica y espiritual.

Una primera respuesta podría ser encontrando un sentido a nuestra existencia, a nuestro lugar en el mundo. No es fácil, y depende mucho de nuestra historia personal (en particular de la vivencia del amor recibido y dado), de los arquetipos con los que nos hemos ido identificando (y de sus valores asociados), de los contextos (amigables u hostiles), de la voluntad y la persistencia que pongamos, entre otros factores. Sobre la cuestión específica del sentido hemos tratado de reflexionar al respecto en esta entrada.

También es muy relevante el rol de la fe y la esperanza en general, así como  el que le asignemos a la trascendencia en sus diversas expresiones y vivencias. En el caso del cristianismo, una pista muy interesante se presenta en esta reflexión evangélica, que invitamos a escuchar y reflexionar.

Ojalá que en nuestro discernimiento y camino personal, encontremos la energía para luchar por un mundo mejor.

 

 

El significado de la gratitud

En este sitio de Naciones Unidas se explicita que «la gratitud, la cualidad de ser agradecido, consiste en apreciar los aspectos (no materialistas) de la vida y la voluntad de reconocer que los demás desempeñan un papel en nuestro bienestar emocional. Es una emoción fuertemente relacionada con la salud mental, la satisfacción vital, el optimismo, la autoestima, las relaciones sociales y la felicidad que perdura a lo largo de la vida. Es una habilidad esencial para lograr el autoconocimiento y la autogestión».

En la imagen de la entrada, Rabindranath Tagore nos recuerda la relevancia de sus bases o fundamentos. En esta excelente reflexión del P. Luis Casalá, se parte del Evangelio de Lucas 17, 11-19, y nos hace referencia -entre otros temas- a la perspectiva cristiana sobre la acción de gracias. 

Lo anterior seguramente nos lleva hacia un mundo mejor.

 

 

 

Acerca de la canalización de la impaciencia del corazón

En esta excelente nota de Elisa Goyenechea, se trata de discernir sobre distintos aspectos vinculados con los conceptos de pueblo, piedad, compasión, justicia, solidaridad… y, un aspecto que nos interesa destacar, es cómo canalizar la impaciencia del corazón.

El tema ha sido abordado, entre otros, en un libro del mismo nombre por el escritor Stefan Zweig. Goyenechea expresa que «caló como nadie en la trampa de la compasión. Las hay de dos clases. La peligrosa es “la débil y sentimental”, es “impaciencia del corazón por liberarse lo antes posible de la penosa emoción ante una desgracia ajena”; “una defensa instintiva del alma frente al dolor ajeno”. La otra, discierne y es proactiva. No es una pasión irresistible, sino una virtud “creativa, que sabe lo que quiere y está dispuesta a aguantar con paciencia y resignación hasta sus últimas fuerzas e incluso más allá”. Desplazada a la arena pública, el remolino de compasión irreflexiva solo sabe sufrir con el que sufre, le presta su voz y elude todos los largos y tediosos procedimientos de la Justicia y los caminos institucionales. Con celeridad y eficacia, reacciona con un acto violento: usurpa, conculca, destruye o vandaliza.»

Luego finaliza su nota diciendo que «el aspecto perverso (su lado B) es que el compasivo necesita del miserable para autoafirmarse como tal, como el poderoso necesita del débil. Contra la pirotecnia jacobina, Hannah Arendt no se interesó por la piedad, sino por el alcance público de la solidaridad, que mira con los mismos ojos a “ricos y pobres”, a “poderosos y débiles”. Su ecuanimidad la protege del vórtice de la pasión, pero “no implica dureza de corazón”. Si volvemos a la filosofía en busca de inspiración, la verdadera virtud no es la empatía irrefrenable que con total ingenuidad prefiere sufrir con el que sufre, sino la máxima socrática que a conciencia elige “sufrir la injusticia antes que cometerla”.

Seguramente podamos coincidir en identificarnos con la compasión que discierne y es proactiva, en línea con relatos tanto de agnósticos y escepticos esperanzados, como de tradiciones religiosas expresadas -por ejemplo-  en la parábola del buen samaritano. Ojalá ello se pudiera enseñar en las familias, en el sistema educativo y en la cultura en general.  Nos llevaría a un mundo mejor.